Andrea, lujuria adolescente (III)

Continúan las diabluras de una niña traviesa a la que le cuesta controlar sus impulsos...

El verano se aproximaba y el calor empezaba a hacer acto de presencia así que me encontraba en mi cuarto probándome los bikinis del año anterior para ver si alguno me podría servir. La verdad es que mirándome al espejo con el que, hasta entonces, había sido mi bikini favorito podía darme cuenta de lo mucho que mi cuerpo había cambiado en tan solo un año. Era un bikini de dos piezas amarillo muy bonito pero que, a duras penas, era capaz de cubrir mis tetas y mi culo. Con 16 años aún conservaba mi cara aniñada de labios gruesos y mirada traviesa pero mi cuerpo ya era el de toda una mujer, con unos buenos pechos coronados con unos pezones que atravesaban la fina tela del bikini y unas caderas que ensalzaban un culito respingón por donde se perdía la braguita sin remedio convirtiéndose en poco menos que un tanga. Estaba claro que necesitaría renovar mis trajes de baño si quería escaparme algún rato a la piscina o a la playa porque usar eso incrementaba demasiado las probabilidades de acabar siendo violada.

Mientras me probaba un segundo bikini rosa sentí la sensación de que alguien me observaba. La puerta de mi habitación no estaba completamente cerrada pero a través del espejo no llegaba a ver si había alguien y no le dí importancia. De nuevo este bikini cubría una ridícula parte de mis tetas y marcaba de manera clamorosa toda mi vulvita, dejando entrever parte de mis labios vaginales por los laterales, la verdad es que con este parecía un putón... y en ese momento se entreabrió ligeramente la puerta y apareció mi padre.

  • Cariño la comida ya está lista - dijo mi padre manteniéndose en la entrada de mi cuarto y pegándome, a buen seguro, un buen repaso visual de mi culo.

  • Vale papi, ahora mismo bajo - le dije sin siquiera mirarlo y contoneando las caderas mientras me dirigía hacia el armario para buscar otro bikini sabiendo que no me estaba quitando ojo de encima.

  • No tardes que la comida se enfría - me decía mientras escuchaba como se alejaba de mi cuarto.

Estaba convencida de que mi padre llevaba un buen rato de mirón aprovechando el descuido de no haber cerrado la puerta y me hizo recordar la noche que volvimos a casa tras el evento que organizó su jefe Fernando. Esa noche pasaron muchas cosas pero entre ellas estuvó ese instante en el coche en el que, creyéndome dormida, su mano se posó en mi muslo desnudo y se deslizó hasta rozar levemente mi coñito.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo con ese recuerdo y sentí un poco de excitación, pero un chillido de mi madre desde la cocina me lo interrumpió al instante. Me pusé una camiseta larga que suelo usar para estar por casa y, sin siquiera cambiarme el bikini, baje corriendo a la cocina.

  • Necesito comprarme algunos bikinis nuevos - dije mientras miraba a mi madre que servía la comida a mi padre, a mis hermanitos y a mí.

  • ¿Tú has visto que notas has sacado? ni un euro te vamos a dar. - decía mi madre con tono autoritario mientras observaba que mi padre no abría la boca.

  • ¡Pero es que me están pequeños!...pues tendré que hacer topless... - dije para intentar convencerla.

  • ¡Como si vas a una playa nudista!, no te vamos a dar ni un euro así que no insistas. -estaba claro que la negociación con mi madre estaba perdida así que dejé de insistir más.

Durante la comida mil pensamientos me rondaban por la cabeza y una travesura se visualizó en mi mente para conseguir ese dinero.

Tras la comida mi madre se fue a la cocina a fregar y mis hermanos se fueron a jugar fuera. Mientras tanto mi padre se había sentado en el sofá y estaba viendo las noticias. Cogí una revista y me tumbé a su lado.

  • ¿Te importa si te pongo los pies encima papi? - le dije con un tono exageradamente infantil.

  • No cariño, no me molestan. - me contestó cariñosamente.

Me puse a leer tumbada la revista de manera que no podía verle la cara pero mi juguetona mente se puso en acción y comencé, muy sutilmente a mover los piececitos buscando un contacto viril. Fuí muy despacito y muy suave y no tardé mucho en sentir su bulto. La acariciaba con mis pies y me sorprendió como eso tenía un efecto inmediato adoptando un tamaño más que considerable. Me sorprendía su pasividad ante tremendo descaro por mi parte y no podía evitar sentir cierta excitación y un morbo tremendo sabiendo que mi madre se encontraba a unos pocos metros.

No era realmente consciente de adonde podían llevarme estos juegos y seguía buscando quemarme. Tras unos minutos de caricias, su paquete estaba duro como una piedra y listo para follar. Lógicamente no se me pasaba por la cabeza en ningún momento que eso pudiera pasar, yo solo me divertía tensando la cuerda.

Sin proponermelo inicialmente me estaba empezando a excitar más de la cuenta...Tiré la revista al suelo y le ví la cara, estaba con los ojos cerrados y absorto en mis caricias.

  • ¿Papi, me dejas tú el dinero? - le dije casi ronroneando mientras me mordía el labio inferior.

  • Cariño ya has oído a tu madre.... las notas.... - me contestaba con cierta agitación en la voz.

  • Pero papi mira como me queda este bikini.... - interrumpí el contacto, me subí ligeramente la camiseta y abrí las piernas. Me sorprendía mi osadía y estaba disfrutando muchísimo de esta situación.

Sus ojos se centraron en mi braguita del bikini y yo notaba como mi coñito se encharcaba por segundos. A buen seguro que podía ver como se me marcaban los labios y como una manchita de humedad hacía acto de presencia. Cerré los ojos y como en el coche, volví a sentir su mano, caliente como el fuego, rozando la cara interna de uno de mis muslos. Fue subiendo lentamente, y noté como un dedito tocaba un poquito de mi vulva que no podía cubrir la pequeña braguita del bikini.

En ese momento se escuchó el sonido de un vaso o un plato al hacerse trizas contra el suelo y el sobresalto nos separó de manera inmediata retornándonos al mundo real de un plumazo.

  • Perdonad se me ha caído un plato - decía mi madre desde la cocina.

Mi padre se levantó y se fue raudo al baño, yo me quedé unos segundos confusa, contrariada y con una excitación que mis hormonas adolescentes no me permitían mitigar. Los impulsos me llevaron a seguirlo. Toqué sutilmente la puerta, entré y pasé el pestillo.

Mi padre estaba de pie, inmóvil y con un bulto en la entrepierna descomunal. No dijimos nada y decidí tomar la iniciativa. Me arrodillé frente a él y de un tirón le bajé el pantalón y el bóxer, dejando libre de su cautiverio ese gran trozo de carne venoso con un glande que brillaba y se intuía viscoso por una salida precoz de algo de semen. Me quedé unos instantes observándola, nunca imaginé que la segunda polla que viera en vivo fuera la de mi padre. Notaba como palpitaba a escasos centímetros de mi cara y la observaba con detenimiento. Tenía un tamaño similar a la de Fernando, quizás algo más gruesa pero lo que más me llamaba la atención eran sus enormes pelotas como dos globos colgando.

Acerqué la punta de mi lengua a sus pelotas y empecé a jugar con ellas ignorando durante unos instantes su polla. Le pegaba mordisquitos y me afanaba por meterme una de sus preciadas bolitas en la boca. Sentía que eso le gustaba porque intentaba con poco éxito silenciar sus gemidos. Mientras hacía esto me animé a agarrarle la polla y empecé suavemente a masturbarlo. Mi lengua estaba en frenesí lamiendo los huevos de mi padre mientras el ritmo de la paja aumentaba, yo estaba en catarsis total, y con mi mano libre jugaba con mi coñito.

Sentía que mi padre estaba al borde del orgasmo pero antes de ello me interrumpió, apartó su polla de mí y con un rápido movimiento  me quitó la camiseta dejándome con el bikini. Me puso de pie y de un fuerte tirón me arrancó la parte superior del bikini dejándome las tetas al aire.  Las observó detenidamente y de manera lasciva se acercó a mí y me dijo:

  • Te compraré otro bikini cariño. - me dijo al tiempo que me besaba el cuello y sus manos se esmeraban en amasarme el culo mientras mis manos acariciaban su pelo, sus hombros, sus brazos...

  • Papi tengo que confesarte una cosa. - le dije mientras volvía a arrodillarme y le agarraba la polla con ambas manos mientras él acariciaba mi despeinada melena.

  • Di....dime pequeña. - decía mi padre roto de excitación.

  • Lo que te voy a hacer ahora ya se lo he hecho a tu jefe. - una explosión de hormonas efervescentes me inundaron de locura. Abrí mi boca y empecé a chupar como si se acabara el mundo.

  • Se...rás gua... Gua..rraaa. - me dijo al tiempo que me agarraba de la cabeza y, como unas semanas atrás Fernando, empezaba a follarme la boca sin compasión. Me follaba la boca con tal frenesí que sus pelotas chocaban contra mí en cada embestida. Al realizarle la confesión sentía que había dejado de ser su hija para ser su puta.

Y cuando pensaba que se vendría en mi boca me interrumpió de nuevo, me levantó y con cierta brusquedad me dejo apoyada de cara al espejo del lavabo, miré mi rostro y estaba sudorosa, sucía y cachonda perdida.

Se acercó a mi oído de nuevo mientras notaba su cuerpo pegado al mío y me dijo:

-Pídeme que te folle. - me susurraba al oído al tiempo que podía ver a través del espejo como sus manos amasaban con violencia mis pechos brillantes por el sudor.

  • Fo....... - fue lo más que pude decir instantes antes de escuchar unos golpes en la puerta. Nos separamos el uno del otro como dos imánes del mismo polo...

  • Andrea, ¿estás ahí? ¡vistete rápido que nos vamos de compras! - vociferaba mi madre al otro lado de la puerta.

  • ¡Salgo enseguida mamá! - le chillé al borde de la ira. Mi coño palpitaba, mis labios estaban inflamados y chorreando flujo como jamás habían estado. Nunca había estado tan cerca de ser follada y mi cuerpecito estaba revolucionado. Por su parte mi padre había recuperado la lucidez y se afanaba en vestirse sin atreverse siquiera a mirarme. Cuando sintió que mi madre estaba lejos abrió el baño y salió, dejándome sola y caliente. Me sentía como una zorra en celo y ni una larga ducha de agua helada ni media hora masturbándome calmaron mis instintos más primarios.


Me pusé unos leggings que mi madre odiaba por lo descarados que eran y una blusa fucsia semi transparente y me estaba pintando los labios cuando mi madre me chilló desde la puerta:

  • Voy sacando el coche, ¡Date prisa niña!

Al bajar al salón mi padre volvía a estar sentado en el sofá y mis dos hermanitos estaban en la alfombra viendo los dibujos de la tele. Mi padre no apartaba su mirada de mí, ni yo de él y continuándo el juego me acerqué a su oreja y le susurre:

  • Esta noche hacen en la tele una peli para mayores de 18 años, ¿me dejarás verla? - y rocé con mi mano de nuevo su paquete, pendiente de que los niños no se giraran y me vieran con las manos en la masa.

De nuevo la bocina del coche de mi madre me devolvió a la cordura, mi mano soltó su juguete y salí de casa.