Andrea (I)

De como una noche cualquiera te puede hacer cambiar la relación y percepión que tienes de una persona que odias.

I

A veces cuando menos te lo esperas surgen situaciones verdaderamente comprometidas, otras, simplemente uno se convierte en testigo de una realidad surrealista.

Aquel sábado no había empezado bien. Múltiples horas de trabajo, agobios con las actividades académicas y una aplicación de Whatsapp sin un dichoso mensaje que te mostrara que podías significar algo a alguien. Desde que lo había dejado con mi ex no había vuelto a sentir ningún tipo de atracción por nadie, y eso mismo se reflejaba en mi apetito sexual. Mi lívido había caído por los suelos y lo que menos me apetecía en ese momento era pensar en tener relaciones con alguien. Tras una llamada inesperada de mi prima, me había surgido plan para dentro de una hora. Cena rápida en su casa, unas copas en un bar cercano, y una buena conversación con ella antes de dormir. El panorama no me desagradaba pues ambos mantenemos una estrecha relación en la que nos prestamos apoyo, y si me había propuesto ese plan, es porque necesitaba hablar conmigo.

Tras una ducha rápida y después de haber pillado algo rápido para la cena, me dirigí a su casa con ganas de desconectar y no pensar en todo lo que me abrumaba (ex, trabajos y universidad).  Como llevábamos realizando desde hacía bastantes años, ambos nos colocamos en la cocina y preparamos unos cuantos de platos antes de dirigirnos al salón y cenar tranquilamente. En la cena, donde no faltaron bromas y miles de carcajadas, mi prima me comentó que sus amigas habían decidido salir a tomar unas copas y que si yo me encontraba animado a salir con ellas. La verdad que no me pude negar. Conocía a las chicas desde que nació mi prima, pues son todas de la misma edad, y encima, eran todas encantadoras, por lo que una vez terminado el último plato, salimos de casa rumbo al bar donde ya nos esperaban.

Risas, chistes, bromas, bailes.. la noche prometía. En un momento me di cuenta de que llevaba casi tres horas sin pensar en lo que de verdad me preocupaba (salvar la depresión que me había generado la ruptura con mi ex y mi trabajo de universidad). Las copas seguían y en un momento ya me estaba percatando de que la bebida me estaba subiendo bastante. Para evitar una borrachera acusada, decidí sentarme junto a alguna de las amigas de mi prima y así conversar un rato mientras se me pasaba el posible mareo. No obstante, el público no era el más indicado. Las chicas con las que tenía más trato estaban muy entregadas al baile y para colmo solo había sentado dos chicos con los que no tenía mucha confianza y ella, una de las chicas de la pandilla con la que menos trataba por ser sinceramente estúpida.

Mi relación con Andrea no era muy afable. Ambos sabíamos que no nos caíamos bien y que nos limitábamos simplemente a ser cortés por el bienestar del grupo. No sé porqué pero esa noche ella me sorprendió y de buenas a primeras se me acercó para preguntarme un simple “cómo va esa vida tan ajetreada”. Sabía que estaba estudiando fuera y ni siquiera me había molestado en preguntar en qué se ocupaba. No obstante decidí responderle con la misma galantería: “Como siempre Andrea, harto de trabajar sin muchos resultados. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes siendo universitaria?”  Cuando me percaté, llevaba hablando con Andrea una hora y media donde tratamos numerosos temas: universidad, futuro, trabajo, exs. No sabía que me había dejado con mi chica (en realidad no tenía ni pajolera idea de que ella supiera de mis noviazgos) y se vió bastante interesada en mi vida en Francia, pues yo había estado hacía unos meses de estancia en Burdeos y parece que a ella le molaba bastante el mundo gabacho.

La fiesta empezó a cojear. Muchas de las amigas de mi prima empezaron a despedirse y marcharse. Otras se quedaron. Yo estaba bastante a gusto y parece  que Andrea también, pues se le veía relajada en la silla escuchando todas mis tonterías.  Mi prima, un poco molesta por el poco aguante de sus compis nos propuso seguir con la fiesta en su casa. Mi tia y mi primo no estaban y recordaba que nos había sobrado de la anterior fiesta bastante bebida. En menos de 5 min estábamos ya sentados en la mesa del salón de casa de mi prima, bien arropados al brasero y con más ganas de hablar que de beber. Estábamos cinco. Mi prima Irene, dos amigas, Andrea y Servidor.

Volvieron a aparecer las risas, los chismorreos y las historias de cama. Todas las chicas no me veían como el primo mayor de su amiga, que salvando la diferencia de edad, me comportaba como el primo/colega mayor de todas ellas, aconsejándoles y haciendo comentarios de sus aventuras y desengaños. Existía mucha confianza entre todas y yo y eso se tradujo en otro tipo de comportamientos.

Media hora después de habernos sentado, tanto Andrea como mi prima me pidieron que les hiciera pequeñas caricias en los brazos, pues les gustaba recibirlas en medio de la conversación. Supongo que sería relajante e hipnótico.  Paulatinamente la conversación iba descendiendo en participación y en el carácter del tono, y ya se avecinaba las primeras cabezadas de unas niñas afectadas por el alcohol y el brasero. Todas a excepción de Andrea, que estaba continuamente riéndose de las caras de sus colegas y me comentaba el poco aguante de sus amigas. En esta tesitura me dice “menos mal que tú tienes aguante porque vamos, si lo llego a saber me quedo en casa de mi Abuela” y en eso espetó a las demás en un tono bastante alto: “Vaaaaaaamooooos, vaya cuerpos de vieja tenéis”. Yo empecé a desternillarme de risa, pero mi prima y las restantes entraron en sumo enfado, pues tenían mal despertar y también conocían el carácter de Andrea: buena hacedoras de bromas, no muy indicada para recibirlas.

Un minuto después nos quedamos Andrea y yo solos en el salón mientras que las otras tres se fueron corriendo a la cama mientras murmuraban palabras no muy buenas hacia su colega. Con su corriente desparpajo, algo que odiaba, Andrea me mira seria y me dice “yo no sé tú, pero yo esta noche me voy a beber toda esa botella que para una vez que se estira tu prima...”. Yo simplemente le sonreí aunque me estaba carcomiendo por dentro mientras pensaba:- “¿estirarse? Pero si la más lambuza que hay aquí eres tú payasa”

-“Bueno, entonces sigues mal por la tía esa…” Me dijo después de darle un buen sorbo al combinado.

-“La verdad que ya estoy un poco mejor, tampoco es para tanto” respondí mintiéndome a mi mismo.

-“Vaya asco de amor y su puta madre. Yo nunca me he enamorado y no creo que lo haga, pues viendo la mierda de relaciones que conozco…” Dijo mientras miraba al centro del salón.

-“A mí no creo que me queden ganas después de esto, supongo que primará más la amistad antes que otra cosa” respondí antes de dar un largo trago a mi cubata.

-“Amistad? Eso ya no existe!!! Ahora solo hay conveniencia” Me dijo mientras reía delicadamente.

-“Bueno sí, tampoco te quito la razón” Espeté mientras pensaba que ella era la más convenida del mundo.

-“Oye, por cierto, me ha dicho tu prima que le das buenos masajes cuando está cansada, bien podrías estirarte y darme tú uno que tengo la espalda hecha misto” Soltó sin pensarlo.

-“ Tú que crees? Que yo soy ahora el fisio de las amigas de mi prima?” Dije con tono bastante sarcástico.

-“Hombre si fueses fisio no estarías aquí supongo, pero, la verdad que podrías dármelo, así seguimos hablando” me puso cara bonita.

-“Venga, túmbate” le dije.

Tumbándose a lo largo del sofá, me ubiqué cómodamente en uno de sus laterales y le metí la mano por debajo de su camiseta. Pasé mi palma por toda su espalda y me dí cuenta de que así iba a ser un poco complicado dar un masaje. Sin embargo, me acordé que mi prima tenía en su cuarto de baño bastantes tarros de crema hidratante pues es una forofa de esos productos. Me levanté después de decirle “voy a por crema que sino esto es complicado” y ella ni se inmutó.

Me coloqué en la misma postura y le dije que se remangara bastante la camiseta para evitar así manchársela. No hacía frio así que estábamos cómodos.

-“Hijo de putaaa que fría está” dijo cuando sintió el chorretón de crema en su zona lumbar.

-“Callate quejica que si encima te vas a quejar le voy a acostar y te quedas con las ganas” Le dije riéndome. Aunque me había molestado lo del masaje al final me lo estaba tomando de otra manera.

-“Te importa que desabroche el sujetador? Es que sino no puedo pasar bien la mano y te lo puedo ensuciar” Le dije con cautela.

-“¿Sabes cómo hacerlo, no? Pues adelante” me dijo sin levantar la cabeza.

Y así, eran las tres de la mañana, estábamos los dos medio borrachos y le estaba dando un masaje lleno de ternura a la tía que peor me caía del pueblo. Definitivamente era gilipollas, pensaba para mí.

-“Ostias tio, si lo llego a saber me comporto más simpática contigo antes, me encantan tus manos” Dijo sin pensar.

-“Siempre has sido una estúpida conmigo y con el resto de la gente, no se a qué se debía esa arrogancia” Le dije con todas las consecuencias.

-“La envidia que es muy mala” me respondió.

-“·¿Envidia de qué, Andrea?” le dije incrédulo.

-“De este cuerpito mi arma” respondió haciéndose la interesante.

-“Pues no se qué te pueden envidiar cuando tiene el cuerpo más simple que he visto” le dije con cierta arrogancia. Y Parece que no le gustó el asunto porque de momento cambió el tono de arrogante a dubitativa.

-“¿En serio?” respondió con el alma en los pies.

-“Pues sí Andrea, no sé quien coño te crees mirando a la gente por encima del hombro, hablando despectivamente a la gente que solo quiere saber cómo estás,  y encima sacándole a flor de piel los defectos de la gente que ni se mete contigo” Le dije en un tono serio y añadí “cuando no sé si te has dado cuenta que la gente no se junta contigo, sino que eres tú la que te pegas a la gente”.

Silencio sepulcral durante un minuto que se me hizo eterno.

“Vamos, que te has enfadado!” Le dije riéndome

“Enfadarme no, molestarme sí” dijo sin levantar la cabeza.

“Pues chica, siento haberte dicho la verdad, porque parece ser que nadie tiene huevos a decírtela” le dije sintiéndome victorioso.

“La gente dice muchas cosas y quizás por eso me comporto así” le dijo con voz pequeña.

“Dí entonces, qué te ocurre para ser así” le dije todo chulesco. No me había percatado hasta ese mismo momento, pero había una mancha en el reposa-brazo del sofá y era producto de sus lágrimas. Parece que la había emocionado.

Supongo que sería la bebida, la conversación anterior y el masaje, lo que propició lo siguiente y es que Andrea demostró ser una persona con sentimientos y en ese mismo instante me empezó a contar problemas bastante serios que nadie conocía de su vida: bulimia, víctima de bulling, víctima de maltratos psicológicos, abusos de anteriores parejas…. Me quedé de piedra y me sentí el ser más denigrante del mundo. En ningún momento se me había pasado por la imaginación haberle hurgado en una herida tan fea pero esa humanidad empezaba a reflejarse y parecía que se sentía cómoda conmigo.

“Y por eso te lo cuento, porque a pesar de no caerme bien hasta ayer, hoy me estás mostrando más cariño que cualquiera de mis novios” Le dijo con un hilo de voz.

“Bueno Andrea, lo siento, siento de verdad haberte dicho eso. Todos pensábamos que eras solo una niñata malcriada pero ahora nos has dado una lección de madurez” le dije mientras me acercaba a su cara. Le di un beso en su mejilla y le dije “hablemos de otras cosas”. Sin inmutarse,  volvió a quedar en silencio.

Proseguí con el masaje, me conciencié en que Andrea había sufrido mucho y para un masaje que le daba, que al menos le hiciera desconectar. Dos minutos después, parece que surtió su efecto: “Me está encantando como lo haces” dijo en un hilo de voz.

Ahora ya me calentaba las manos frotándomelas antes de posarla en su lubricada espalda. Podía sentir a través de mis yemas su calor y sobre todo la piel tan suave que tenía. Llevaba como 40 min detrás suya y aún no me había dado cuenta de ello. Con mis palmas presionaba el centro de su esculpida espalda e iba distribuyendo la fuerza con mis dedos. Desde el centro hacia los costados y a la inversa. Desde arriba hacia abajo, y desde abajo hacia arriba. Siempre limitándome a un perímetro de seguridad. No hablábamos y de hecho pensé que Andrea se había rendido a los sueños de Orfeo y me había dejado abandonado ante el masaje. Pero me di cuenta que movía sus dedos y que tragaba saliva. Al instante empecé a comprobar dos cosas. En primer lugar que Andrea tenía un físico muy bien formado y en segundo lugar, que cada vez que pasaba mis dedos desde su nuca hasta su cintura se le ponía la piel de gallina.

Le empecé a hablar despacio y bajo: “Estás a gusto Andrea?”. Ni respondió con palabras. Un sonido gutural parecido a un “mmmm” me dio a entender que lo estaba disfrutando. Empecé a sudar y a ponerme nervioso. Hacia muchos meses que no me veía en una situación tan erótica. Entonces, me decidí y le dije que si no le importaba, le bajaría un cm el pantalón, pues podía manchar su cintura. No me contestó nada. Alzó la cintura y pude bajar casi dos cm la tela. Ver el inicio de su culo me puso más nervioso aún e intenté concentrarme. Volví a echarle un chorretón de crema y ya no se quejó, simplemente dijo “Ummmmm” pero como si le saliera del alma.  A partir de ahora, mis manos se detenían más en cada cm de su piel, y lo que parecía un masaje, ahora era la búsqueda de una conexión entre mi piel y la suya.

Sin darme cuenta, cada vez que pasaba por su cintura, mis dedos meñiques se colaban por su pantalón. De una manera tenue y fugaz pero que para mí era un verdadero delito. Ella no decía nada. Solo tragaba más saliva. Me volví a aproximar y en un tono súper bajo le dije “¿te vas a dormir?” y me contestó “sigue”. Entonces me lo pensé y le dije “me encanta tu espalda y me entran ganas de besarla”. Su silencio fue la luz verde que necesitaba. Despacio, muy despacio, empecé a besar desde su nuca hasta el inicio de su culo. Y me daba cuenta que le gustaba. Su piel se encogía, y su poco pelo se ponía de punta. Me volví a incorporar y proseguí con el masaje. Ahora cuando pasaba por la parte baja ya no metía disimuladamente mi dedo meñique, sin que se colaban todas las yemas posibles, pero siempre desde una perspectiva armónica y escasamente violenta. Vino la siguiente prueba de fuego. “Desabróchate mejor” le dije en un susurro. Mi sorpresa fue grande. No solo lo hizo, sino que alzó el culo para que yo mismo bajara un poco el pantalón. Pero yo no sé los bajé, se los dejé flojos. Ahora mis palmas y mis dedos bajaban desde su nuca y llegaban sin problema hasta sus nalgas. Ella solo se limitaba a suspirar y a no decir nada. Parece como que prefería no mirar, pues al fin y al cabo yo era el chico que le había estado bordeando los últimos años y yo sabía que el odio era mutuo. En una de esas pasadas parte de mis dedos recorrieron por encima la hendidura de sus nalgas y ella misma dio un pequeño bote promovido por el factor sorpresa. Volví a pasar, pero ahora ya con mayor detenimiento y cuidado. No decía nada, e incluso, me di cuenta que abría un poco más las piernas. Sentía su interior tremendamente caluroso y consecuencia, me sentía más poseído de lujuria.

No me lo pensé. Dejé el masaje y levantándome comencé a besarle la nuca. Ahora los besos no eran delicados. Ya mis labios no se despagaban y junto a mi lengua fui recorriendo toda su espalda hasta llegar al inicio de sus nalgas. Con mucho cuidado tiré de sus pantalones y se los dejé hasta su pantorrilla. Ahí me encontré unas braguitas azul turquesa completamente mojadas por la parte de la entrepierna. No hacía falta saber que ella lo estaba disfrutando tanto como yo. Me puse detrás muy delicadamente y metí mi nariz y mi boca en esa doblez manchada para oler y lamer el fruto de mi masaje. Ella respiró muy hondo. Y me volvió a dar luz verde. Le bajé las braguitas y ahí estaban sus nalgas. Su culo era un verdadero pecado. Unas nalgas redondas y respingonas que se recogían en un coñito rosado completamente depilado. Como un lobo que lleva años sin comer me quise abalanzar sobre tal manjar, pero debía continuar con el juego, pues al fin y al cabo era por lo que más estaba disfrutando Andrea. Me puse detrás como estaba y pasé la punta de mi lengua por toda la raja de su culo hasta llegar a su coñito, el cual emanaba una temperatura para nada despreciable. Mi sorpresa es inmensa. Andrea no solo suelta un “joder” sino que levanta el culo para llamar mi atención. Ver sus nalgas abiertas, mojadas y completamente depiladas me hizo perder el control. Sobre todo cuando me percaté de su agujerito rosado, cerrado y con ganas de recibir guerra. Me lancé como un poseso y comencé a lamer ese agujerito con vicio y desesperación. Andrea empezó a gemir y tuve que decir que se callara. Volví a meter mi cabeza entre sus nalgas y ante su movimiento de caderas, metí una mano entre sus piernas y con mi dedo índice y pulgar presioné su clítoris. Andrea estaba fuera de sí. Presionaba su culo contra mi boca y a cada embestida mi lengua se clavaba más en su interior. Aprovechando eso, con mi otra mano agarré sus caderas y no la dejé escapar. Una vez mi lengua dentro, la empecé a mover locamente y solo sentía a Andrea clavar su cabeza en el reposa-brazo, arañar el sofá y clavar más su culo en mi cara. De buenas a primeras siento como si se levantara y se desploma. Andrea se había corrido.

Dos  minutos de suspiros y jadeos para recomponernos y yo tenía una erección de campeonato. Encima llevaba unos pantalones vaqueros que me presionaba bastante la polla y de esa postura me dolía bastante. Andrea se da la vuelta y dice:

“Hijo de puta, ¿qué me has hecho? Ha sido flipante”

“Calla, que ahora viene la siguiente parte. Súbete los pantalones y las bragas. Vete a la habitación de mi primo y quítate los pantalones. Túmbate en la cama y espérame”

Como un corderito fue sin rechistar. En ese momento me escapé al baño. Necesitaba mear, limpiarme la cara que la tenia pringada con sus fluidos y lavarme las manos. No las tenía sucias, pero sabía que iba a entrar en ella y debería cuidar todos esos detalles. Listo de los preparativos me fui a la habitación y allí estaba ella, sonriendo y completamente espatarrada.

“¿Por qué no quieres que me quite las bragas?”

“Aquí quien habla soy yo” dije tajante.

Surtió efecto. Se tumbó y dejó sus piernas abiertas. La moví. Cogí un cojín y lo puse en el suelo. A ella la puse enfrente de mí. Sentada en la cama pero semi-tumbada y con su entrepierna a 20 cm de mi cara. Sus bragas azul turquesa eran ya azul marino por lo mojada que estaban. Cogí sus piernas y las doble de tal manera que sus rodillas llegaran casi a su pecho. Ahí vi todo su coñito apretado por las bragas. Lo olí. Pasé la punta de mi nariz por toda su rajita y a la par mi dedo índice. Tocaba esa delicada parte sin presionar porque solo quería que desesperara. Ella volvía  suspirar. Ahora pasé mi lengua por toda la mancha. Su sabor era tan delicado. Una mezcla entre dulce y salado bastante armoniosa. Andrea no se esperaba que al pasar mi lengua la punta se hundiera tanto por su rajita y empezó a jadear. Estuve así como dos minutos. Me separaba y también lamia su entrepierna y muslos. Hasta que le dije:

“¿Corro las bragas?”

“Siiiiiiiiiii” respondí al instante.

Cuando lo hice pude contemplar un coñito rosado, sin un pelo y completamente inundado de fluidos. Le dí un gran lametazo desde abajo hasta arriba y le saqué las bragas. Volví a ponerme en posición y comencé a darle largas lamidas para saborear todos esos jugos. Me detuve en su clítoris. Estaba hinchado y pedía atención. Así que lo besé y apreté con mis labios. Como era bastante gordito, al momento que lo apretaba con mi boca podía lenguearlo. Y así hice mientras colocaba mi dedo gordo en la entrada de esa cuevita chorreante. Los jadeos de Andrea no tardaron en llegar “Jodeeer, Dios.., Esto es increíble, uffffffff, jodeee me voy a correr de nuevo”. Eso se creía Andrea, más me despegué al instante. Me puse de pie. La miré y me abalancé sobre ella. Le comí la boca con mucha ansia mientras le sobaba los pechos. Le quité la camiseta quedando totalmente desnuda pues ya tenia desabrochado el sujetador. Empecé a tocarle los pechos. Eran pequeños pero con pezones muy puntiagudos y muy sensibles. Lo comprobé cuando bajé a chupárselos. Los lamía y sorbía con desesperación. Frené y me desnudé. Mi polla ya estaba adolorida. Sin decirle nada se tumbó y se puso a chupármela. Andrea estaba sedienta. Se puso de lado y mi mano llegaba a su coño. Se lo empecé a masajear y le dije: “¿puedo correrme dento tuya?” sus ojos se pusieron como platos y me dijo “estas loco?”; “No” le respondí. “Si no te puedo follar a pelo para correrme dentro tuya no te voy a follar” y ella con cara incrédula me dice “eres gilipollas o qué? Cómo vas a correrte dentro…..” y le clavé la polla en la boca. “Yo hago lo que quiero, pero tranquila, puedo hacer que te corras varias veces sin que te la meta”.

Le dí un empujón y se quedó tumabda en la cama. Me puse a su lado y le dije “te voy a tocar pero debes mirarme y quiero que cuando te corras me mires fijamente”. Me puse a su lado y despacio introduje mi dedo corazón y anular en su coñito chorreante. Estaba muy caliente y húmedo. Metiéndole solo las yemas, comencé a moverlas desde dentro hasta afuera, con decisión y sin descaso. En 5 segundos estaba agarrándose a mi y cerrando las piernas. No podía con la excitación. Yo no me cansaba, al revés, quería ponerla al límite y empecé a bombear mis dedos. Se corrió cuatro veces y a la última me manchó el brazo de una super corrida. Estaba toda exhausta y no quería molestarla. Le lamí de nuevo los pechos y tocándome un poco me corrí encima suya como un toro. Ella sin esperarlo pero sin asquearlo, me miró sonriendo. Me tumbé a su lado y la miré.

“¿Te das cuenta qué masajes hago?” le dije de manera jocosa.

“No tengo palabras, y te digo que nunca me he corrido como hoy” mientras me miraba fijamente.

“Lo se, por eso te he pedido que me miraras” le dije a 10 cm de su mirada.

“¿Por qué no me has querido follar?” me dijo sorprendida

“Porque a mi me gusta acabar bien las cosas y con el condón no hubiésemos disfrutado”

No dijo nada. La besé en los labios, en la frente, en los ojos, en la punta de la nariz, y en los labios nuevamente. Ella reía y me decía que estaba jodido de la cabeza. La acaricié mientras la miraba de nuevo y me dijo: “que sepas que me han follado muchos tios, pero ninguno me ha tocado de una manera tan dulce”. Le sonreí y le dije “Andrea, una cosa es follar y otra hacer el amor”. ME sonrió y nos dormimos juntos desnudos.

A las 8 me desperté y decidí cambiarme. Me vestí y me fui al sofá. A las 12 las niñas se levantaron y Andrea salió de la habitación sin mostrar nada raro. Esperaba rechazo o un comportamiento más distante. Nos despedimos porque yo me tenía que ir. Al montarme en el coche ya tenía un mensaje en el Fb de Andrea, pues era el único sitio donde la tenía de amiga. “Tenía pensado tomar la píldora para la regla, pero después de lo de anoche, creo que tengo que tomármela obligatoriamente”. Le respondí con una cara sonriente. El viernes siguiente fui a ver a Andrea a la ciudad donde estudia y pasamos el finde completamente solos.