Andrea. Descubriendo a una puta (2)

Andrea continúa su emputecimiento en la oficina y va asimilando su nueva vida...

Andrea. Descubriendo a una puta (2)

Se recomiende leer primero la primera parte del relato:

Andrea. Descubriendo a una puta (1)

No vi a Andrea durante todo el día, así que supuse que estuvo el resto de la mañana y de la tarde sentada en su oficina por miedo de que alguien en la oficina le viera con semen chorreando por sus piernas. No tenía ninguna duda de que obedecería mis instrucciones y no se limpiaría.

Yo sabía que al día siguiente Andrea estaría esperando algo parecido a lo del día anterior así que decidí confundirla y actuar con total normalidad durante unos días.

Nos cruzábamos en el pasillo, en la máquina de café y algunas reuniones. En varias ocasiones, y a veces sin venir muy a cuento, me dirigía directamente a ella en presencia de más gente y le hacía cualquier pregunta directa cuya contestación evidente fuera su primera palabra prohibida: NO. Todas y cada una de las veces respondía muy nerviosa pero su profesionalidad siempre salía a flote y supo salir airosa de todas las circunstancias.

Era evidente que cada vez que Andrea oía su nombre salir de mis labios se tensaba rápidamente con el miedo (o la esperanza) de que fuera a darle una nueva orden delante de más gente, pero evidentemente mis intenciones no eran esas todavía.

Hacía ya una semana de nuestro encuentro en el baño y eran unas horas en las que apenas quedaba gente en la oficina así que decidí dar un paso adelante y la llame a su móvil.

** Hola mi puta

  • ¿Tienes que llamarme siempre así?

  • Acostumbro a llamar a las cosas por su nombre, sin rodeos. Y va a continuar siendo así. ¿Dónde estás?

  • Estoy en mi oficina.

  • ¿Tienes la puerta abierta?

  • Sí amo.

  • De acuerdo, quiero que te sientes en tu silla si es que no lo estás ya, te quites la falda y la metas en el cajón de tu escritorio.

  • ¿Qué? ¿Y si entra alguien?

  • No te preocupes, si estás sentada detrás de tu mesa nadie verá que estás sin falda. Quiero que empieces a tocarte el coño, que te metas primero un dedo, luego dos y después tres. Muévelos cadenciosamente como tú sabes y cuando estés a punto de correrte llámame por teléfono.

  • ¿Y si me descubren?

  • Andrea, tienes que aceptar lo que eres. A ti te gusta esto, has estado mucho tiempo escondida detrás de esa fachada que no va contigo. Sabes que puedo dejar de darte instrucciones cuando quieras y volverás a tu vida normal pero los dos sabemos que eso no es lo que quieres. Estoy seguro de que, aunque ahora no lo creas, también disfrutarás si te descubren. Sé que te jode darme la razón pero sabes que la tengo ¿verdad?

  • Sí, eso creo amo.

  • Bien, espero tu llamada.*

No pasaron ni 3 minutos cuando sonó mi teléfono móvil:

** Amo estoy a punto y te llamo como me ordenaste ¿Me das permiso para correrme ya? Por favor Amo….

  • Pero puta ¿Crees que puedes correrte sin dar antes placer a tu amo? Tienes prohibido correrte todavía. Dime. Supongo que estás sentada en tu silla de piel ¿la notas mojada de tus flujos?

  • Sí amo, está encharcada.

  • Muy bien putita. No la limpies. Ahora ponte la falda, vente a mi despacho sin perder un instante y, sin decir ni una palabra cierras la puerta y te metes debajo mi mesa.

  • ¿Puedo correrme antes por favor?

  • NO.*

Y colgué el teléfono.

Sabía que no tenía más de 2 minutos así que me di prisa y puse mi móvil camuflado entre unos libros en la estantería en modo grabación de video (el móvil enfocaba a la mesa y se veía también al fondo la puerta de entrada a mi despacho).

Tal y como había previsto Andrea entró en mi despacho en menos de 2 minutos y se metió debajo de la mesa. Venía fuera de sí, en una mezcla entre enfado y excitación provocada por su masturbación sin terminar, lo rápido que había andado hasta llegar a mi despacho y la impotencia que le provocaba que su calentura no le permitiese negarse a aceptar mis órdenes.

Le acaricie la cabeza como si de una perrita se tratara para calmarla y a continuación metí la mano bajo su falda para comprobar la humedad de su coño. Efectivamente tanto su coño como la parte alta de sus piernas se encontraban pringados de flujos. Al sentir el contacto de mi mano en su coño Andrea volvió a preguntar:

* ¿Tengo permiso para correrme ya, Amo?

Sin mediar palabra saqué mi polla del pantalón y empujé su cara contra ella. Andrea comenzó a chuparme la polla con desesperación. Tenía claro que cuanto antes me sacara toda mi leche antes le daría permiso para correrse y así pronto pasaría el "mal trago" de poder ser descubierta bajo mi mesa.

Quería mantenerla al límite lo máximo posible así que le pedí que continuara tocándose ella misma mientras me la chupaba.

Entonces, sin avisar, cogí el teléfono y llamé a un empleado:

* Julián, ¿puedes venir un momento por favor?

Andrea hizo ademán de levantarse pero la impedí sujetando su cabeza con la mano y empujándola contra mi polla. Mi mesa es grande, de madera y tiene una tabla frontal que esconde la zona de los pies, así que sabía que aunque entrará Julián no podría ver a Andrea. Pero, ¿qué le estaría pasando por la cabeza a Andrea ese momento? Hace poco más de una semana era una respetable gestora de proyectos y ahora se encontraba bajo la mesa de un directivo chupándole la polla y suplicándole que le dejara correrse mientras algún empleado entraba en el despacho con total naturalidad.

Estaba convencido que muchas preguntas le asaltarían la cabeza en ese momento y, aunque existía el riesgo de que la situación le superara, yo apostaba a que esa humillación le excitaría más y la empujaría todavía más a una vida de sumisa a mi servicio.

Al instante entro Julián. Me aseguré de que la conversación fuera breve ya que yo también estaba a punto de explotar:

Dime Alberto -* dijo Julian Julián, sólo quería recordarte que mañana tenemos que entregar los documentos a la administración. ¿Estará todo preparado?

  • Si jefe. No te preocupes.

  • Muchas gracias Julian. Mañana hablamos.*

Nada más salir Julian, Andrea levanto la cabeza y con voz jadeante suplicó:

** Por favor Amo, se lo suplico. Necesito correrme. Voy a desmayarme de placer.

  • ¿Llevas la PDA encima?

  • Sí amo.

  • Dámela.*

Cogí su PDA, active su cámara de fotos y la enfoque a su cara. En ese momento le di permiso para correrse y en medio de sus apagados gemidos me corrí en su cara mientras le sacaba una foto. Dudo mucho que ningún fotógrafo profesional hubiera podido sacar una foto tan buena con una cámara tan mala. En ella se veía perfectamente a Andrea corriéndose, con una cara de vicio desmesurada, una polla rozándole los labios y goterones de lefa esparcidos por su cara.

No tuve ninguna duda. Era el mejor fondo de escritorio que una puta podía llevar en su PDA del trabajo. Así lo hice, configuré sus menús y se la puse de fondo en su PDA.

** Lo has hecho muy bien putita. Estoy muy contento contigo.

  • Gracias Amo.

  • Toma tu PDA. Tienes prohibido cambiar la imagen nueva que llevas en ella. Siempre que la veas recuerda lo que eres y a quien perteneces.*

Ahora, quiero que recojas todos los restos de semen esparcidos por tu cara y por el suelo con la lengua. Nunca debes desaprovechar ni una gota di mi leche así que te lo tragas todo y te vas a tu sitio. Recuerda, no quiero que limpies la silla de tu despacho nunca. No me importa lo mojado o manchado que esté el asiento. ¡Quiero que huela a ti!

  • Amo ¡¡Así me mancharé las faldas que lleve!!
  • Tendrás que decidir si prefieres llevar la falda manchada por fuera o remangártela siempre antes de sentarte. Y, es más, estoy seguro de lo qué decidirás.

Se arregló un poco el pelo y salió de mi despacho sin decir palabra y comprendiendo que nunca más volvería a sentarte en su silla sobre la falda.

(¿Continuará?)