ANDREA - cuarta parte
Andrea comparte con su hermana menor y una amiga, una noche de placer en companía de cuatro hombres y una mujer, en donde . . .
ANDREA – cuarta parte Transcribo el último párrafo de la segunda parte de este relato: - Está bien Beto, si tú lo dices – Fabricio en seguida entró en razones y me dejó ir y yo me fui con las chicas. Ni bien me despegué de Fabricio me zambullí en el lugar en donde Marcela, Berenice y Alejandra, se prodigaban mimos, caricias y demás muestras de amor lésbico. Alejandra ocupaba el lugar central, con sus manos aprisionaba la cabeza de Berenice sobre sus pechos, gozando una rica mamada. Alejandra se encontraba de espaldas y Berenice, con su cabeza aplastada sobre las tetas de la gorda, elevaba su culito en posición de perrita, con las piernas bien separadas, disfrutando la lengua de Marcela que saboreaba sus jugos vaginales y lamía toda su raya desde el orto hasta el clítoris, provocándole fuertes jadeos y gemidos. Mi primera intención fue acariciar a mi hermanita, queriendo devolver los mimos que ella antes me había dado. Pasé mi mano por su cuerpo desnudo, por sus piernas, en todo su desarrollo, deteniéndome en la entrepierna y saltando al vientre, para subir hasta los pechos y volver a bajar. Así me mantuve hasta que sentí que la mano de Marcela tomaba una de las mías y me la llevaba sobre su concha, que yo no había querido tocar hasta ese momento. Me impresionó lo mojada que estaba, mojada y caliente, toqué y toqué, con mi mano abierta, con la palma y con los dedos, recorrí toda su zanja y me animé a besar su cuerpo, con besos tímidos, hasta que nuevamente siento su mano, esta vez sobre mi cabeza, empujándola hacia abajo, hacia el mismo lugar en donde yo tenía mi mano. Me dejé llevar y me encontré con mi nariz sumergida en su vagina, me acomodé un poco mejor y llegué con mis labios a su clítoris y ahí si que me sentí bien, me sentí mejor de lo que pude imaginar. Esta situación la había pensado anteriormente en muchas oportunidades y siempre llegaba a la misma conclusión, que eso no estaba bien. Me calentaba muchísimo imaginarme con mi boca entre las piernas de otra mujer, saboreando los flujos vaginales, pasando la lengua de arriba abajo, metiendo la puntita en el ano, ayudándome con un dedo, metiéndome ese dedo en la boca para sentir su fragancia, jugueteando con el clítoris hasta hacer temblar a esa mujer de mis sueños, sentir los jadeos, gemidos y pequeños grititos. Pero todo eso estaba mal, no correspondía que una mujer decente hiciera “eso”. Pero a mi “eso” me atraía mucho, yo además me sentía una mujer decente. Si yo era buena persona, socialmente de mi nadie podría decir nada malo, entonces porque para mí ese tipo de gustos estaba prohibido. No lo entendía. Mucho menos ahora, que el sueño se había hecho realidad. Y que hermosa realidad, estaba realizando justamente lo que tanto deseaba hacer, chupar una concha, un culo, unas ricas piernas, además el condimento de esta relación estaba en lo incestuoso de la misma. Porque esa persona a la que yo estaba besando y chupando era mi propia hermanita. Lo que me estuve perdiendo, me puse a pensar en las oportunidades que dejé pasar por solo cuestiones prejuiciosas y me lamenté mucho, pero a su vez, me dio ánimo para poner el máximo de énfasis en lo que estaba haciendo. Así que con mis manos, separé aún más las piernas de mi hermanita y la chupé con mi máxima dedicación y plena de goce, procurando arrancarle a Marcela un orgasmo tan fuerte y rico como el que ella me arrancó a mi. Al poco de estar chupándola la sentí temblar y gritar. - Ay hermanita, sigue chupándome así, ay que lindo que lo haces, ayyyy mi Dios, no pares por favor que me viene, sigue así así así ahhhhh ayyyy que bueno sigue así, bien puta, que lo haces bien, ayyyy – tenía la cara empapada de los jugos de mi hermana, ella tuvo un orgasmo muy rico y me lo hizo saber, ni bien se recuperó se acercó a mi cara para besarme y chuparme mi lengua, quería chupar sus propios jugos y lo hizo. Quedamos abrazaditas, besándonos y tocándonos largo rato. Hasta que alguien vino a interrumpir nuestro momento juntas. - Bueno basta ya de besarse chicas, ven conmigo un poco Marcelita – dijo Pepe que estaba mirando la escena – y tu también Andrea, ven un poco a mimarme, quieres? - Si Beto no se enoja, voy contigo Pepe – le contesté tratando de que Beto me salvase de ese hombre, porque era un bárbaro en todo sentido. Y Beto me salvó, ya que estaba cerca y me tendió una mano y me fui con él, pero no pude salvar a mi hermanita y tampoco mi hombre quiso hacerlo, así que mientras estaba al lado de Beto miraba que tal la pasaba Marcela. - Tu te salvas por ahora - me lanzó Pepe – pero tu no, desde que llegaste te la pasaste cogiendo a todas las mujeres, ahora vas a ver lo que es estar con un macho, quieres probar o prefieres que te deje? - Y quien es ese macho a que te refieres - le contestó con tono burlón mi hermana a Pepe. Este no se hizo esperar, la tomó de los pelos y llevó su cabeza hasta ponerla a la altura de su verga, se la refregó por la cara y medio dormida como la tenía se la puso sobre los labios, que no tardó Marcela en abrir para chuparla desde la cabeza hasta el nacimiento del tronco. Se ayudó con las manos, se arrodilló frente a Pepe, se acomodó el cabello que tenía todo desordenado y mirando desafiante al hombre, se la empezó a chupar como una experta mamadora. - Ey pero que buena que eres putita, la chupas muy bien, vamos, vamos continúa así que me calientas mucho – Pepe estaba disfrutando, acariciaba las tetas de Marcela, alargando sus brazos, pellizcando los pezones, que rápidamente se pusieron duros y eso arrancó jadeos de placer en la chica. Ver a mí hermana estar bien, me tranquilizó, me pude relajar junto a mi hombre. - Mmm la quiero bien dura, mmm que después quiero sentirla adentro, splas splas no vayas a terminarme en la boca, mmm mmm que no me puedes dejar así splas splas. - Anda chupa puta y calla la boca, ahhh ahhh. De alguna manera me tranquilicé al notar que Marcela podía manejar la situación a la perfección, ella lo miraba a los ojos mientras se la chupaba, desafiante, logrando ponerlo nervioso a Pepe, que no podía hacer endurecer su verga a pesar de los mimos que estaba recibiendo. Marcela ya miraba a la gente que tenía a su alrededor como preguntando: éste es el macho que quiere estar conmigo? - Mmm que pasa nene, no se para, ya no se como chupártela? – mi hermana era muy provocativa y lo demostraba permanentemente. - Te dije que te calles y solo chupa, puta o te doy una paliza – le contestó Pepe bastante malhumorado. Mi tranquilidad ya se estaba evaporando y puse sobre-alerta a Beto, porque no quería que el salvaje de Pepe golpease a mi hermana, por más que ella lo provocara. Al sentir como la situación se ponía tensa entre ellos, se acercó Damián, que hasta ese momento solo se había limitado a mirar y pajearse impúdicamente sin atreverse a participar en nada. Beto y yo seguíamos atentamente la situación, de pronto mi hermana se sacó la verga de Pepe de la boca y mirando sugestivamente a Damián y a Pepe simultáneamente, obtuvo de parte de Pepe el permiso que necesitaba para invitar al joven a que se uniera a ellos. Marcela se atrevía a estar con los dos juntos, en una muestra más de su desfachatez que a mi tanto me asombraba. - Ven aquí precioso – le dijo Marcela a Damián – supongo que no me tienes miedo, ven y muéstrame tu verguita y deja ya de tocártela, no quieres tocarme un poco a mi? - Bue-bueno – dijo Damián muy cortado, mirando él también a Pepe para saber si aquel consentía su acercamiento a la muchacha. - Ven acá pequeño pajero, deja que la putita esta le de masajes con su lengua – le dijo Pepe al muchacho para animarlo. - A ver que tienes ahí, mmm splas splas – Marcela colocando uno de sus brazos tras la cintura de joven, lo atrajo hacia ella, para poder mamarle la verga a su antojo. - Si mamita, así, chupa mi vida – le decía el joven que ya había empezado a sentir temblores en todo su cuerpo, en sus piernas, animándose a tomar la cabeza de Marcela para apretarla contra su vientre y en menos de un minuto, largó todos sus jugos dentro de esa boca, que no eran muchos, ya que esa noche se la había pasado pajeándose sin parar. - No mi amor, que poquito que me has dado para tomar y que rapidez, parece que tenías ganas, eh? – Marcela misma se había sorprendido de lo rápido del chico para acabarle dentro de su boca, en realidad unas pocas gotitas de esperma caliente. - Ahora deja al chico y ven conmigo, perra, a ver date vuelta que te quiero en cuatro. - Si Pepe, me la vas a poner acaso? – le contestó desafiante Marcela a Pepe. - Ahora vas a saber lo que es una buena verga en tu culo, puta, la quieres en seco o quieres que te lubrique. - Solo con un escupitajo tuyo, no más que eso Pepe. - Tu abre ese orto, ábrelo bien con tus manos – cuando Marcela colocó sus manos sobre sus nalgas abriendo al máximo su ano, Pepe le escupió con buena puntería, cayendo su saliva sobre el orto de la chica que él mismo desparramó y empujó hacia adentro con uno de sus dedos. - Vamos cariño, que la quiero sentir, muéstrame lo que sabes hacer, eh? - No quiero sentir que te quejes cuando te la ponga, me entiendes, porque entonces te haré doler a propósito, perra, deja ya de desafiarme, quieres? – Pepe estaba ofuscado por lo desafiante que se mostraba Marcela en todo momento, ahora ella le pedía que se la pusiera, que la quería sentir adentro, que quería saber cuanto era lo que él sabía hacer y todo esto provocaba en el hombre una reacción que hacía que disminuyera su concentración y por consiguiente su erección, cosa que la muchacha sabía perfectamente. - Así amor, vamos, la quiero adentro, vamos Pepito, házmela sentir, mmm vamos amor. Pepe con todo lo que Marcela le hablaba, con lo que ella lo miraba, de arriba abajo con sus ojos cargados de picardía, había perdido totalmente la erección, con lo cual se sentó a un costado de la muchacha, tratando de tranquilizarse. Marcela hizo lo mismo y luego de darle unos besitos en la mejilla, brazos, pecho y vientre, tomó la verga de Pepe con sus manos y se la clavó dentro de su boca, para darle una rica mamada. Con uno de sus brazos, empujó el torso del hombre para dejarlo acostado boca arriba y se posicionó ella de rodillas, acariciándole los huevos con una mano y con la otra el pecho y llevándola hasta la cara, manteniendo la pija bien adentro de su boca. Esta se ponía dura, a cada minuto un poco más, hasta que alcanzó la dureza necesaria para una buena penetración. Fue ahí que Marcela giró su cuerpo y se sentó sobre esa verga, para clavarla de una sola vez en su culito, empujando su cuerpo contra el del hombre hasta que notó que la tenía totalmente adentro. Ahí empezó a subir y bajar, a jadear y a gemir, al principio despacio y luego fue incrementando sus movimientos, en ligereza y fuerza, hasta que sintió las manos de Pepe tomando su cintura y ahí cabalgó más fuerte hasta sentir un fuerte temblor en su interior y dos brazos que le oprimían la cintura con fuerza, anunciando la descarga de esperma caliente y abundante. Sus movimientos cesaron en intensidad, se hicieron más suaves, hasta quedar inmóvil acostada de espalda sobre el pecho de Pepe, cansada pero satisfecha por la labor cumplida. Mi hermana era una perfecta hembra, sabía como disfrutar con el sexo, con hombres y con mujeres, demostrándome con el accionar de esa noche que era una chica que podía cuidarse sola. Alejandra y Berenice, recostadas en un sillón que se enfrentaba al nuestro, también se habían detenido para observar los movimientos de Marcela y Pepe. De pronto nos miramos entre nosotras y decidimos que la noche había llegado a su fin. Marcela ( marce459@live.com.ar )