Andanzas de un aprendiz de medico

Según algunos mitos urbanos, en los hospitales se folla más que en otros lugares... será cierto?

Andanzas de un aprendiz de médico

Existe el mito urbano de que en los hospitales ocurren "cosas" entre los doctores y las enfermeras. Puedo afirmar con bastante propiedad y conocimiento de causa que la mayoría de lo que se supone que ocurre… no ocurre realmente.

Pero la mayoría es solo el 50% mas uno, y si las estadísticas no me engañan, queda un 49% y algo de verdad

Eran ya las ocho y diez de la mañana y tuve que correr presuroso desde el paradero del microbús hasta el hospital donde estaba haciendo mi práctica como interno de medicina.

Seguro me esperaba una reprimenda del médico jefe de sala por mi tardanza, pero no podía explicarle que con mi mujercita habíamos tenido una discusión nuevamente en la mañana por su "entusiasmo" con los jovencitos del barrio, que aunque yo toleraba parcialmente (no me quedaba más que hacerlo), le debía exigir por lo menos un mínimo de disimulo y decoro para que no se me notaran tanto los cuernos.

Entré corriendo a la sala donde se alineaban ocho camas, cuatro a cada lado, poniéndome el delantal blanco y atropellando sin darme cuenta a una joven aprendiz de enfermera, que cayó al suelo delante de mis ojos, levantando sus piernas en la caída y permitiéndome ver un par de hermosos muslos dorados.

Me apresuré a ayudarle a levantarse, tomando su mano y tirando de ella, al parecer con demasiada fuerza, pues no me había dado cuenta que era bastante esbelta y liviana… y terminó entre mis brazos y pegada a mi pecho. Al levantar su vista, vi un par de ojazos negros enormes que me miraban con picardía y su boca carnosa sonreía levemente.

Me quedé un momento con ella abrazada, mientas se detenía por un momento mi respiración al sentir un par de redondas y duras tetitas apretándose contra mi tórax.

"¿Me puede soltar, doctor?"- me pregunto con una sonrisa pícara en su boca de labios grandes y jugosos – "ya estoy bien" .

Mascullé una disculpa entre dientes, sin dejar de mirar esos dos pozos negros que llamaban a hundirse en ellos.

De pronto, me di cuenta donde me encontraba y busqué con mi vista al supervisor de la sala, esperando un regaño mayor, no solo por el atraso, si no también por entrar a una sala de hospital como una locomotora.

-"No está, doctor… no ha llegado aún" – me dijo suavemente la enfermerita – "¿por que Ud. está buscando al doctor X, no?

"Si, pensé que era tarde hoy… por eso entré tan apurado y te atropellé" – le dije, tratando de que mi voz no temblara ante su mirada sublime.

Debo decir que era la primera vez que veía a esa estudiante de enfermería… debía ser de segundo año, por las líneas en su toca de enfermera. Aproveché de echar un vistazo y un examen físico somero. Un metro setenta de estatura… unos 50 kilos de peso, piernas largas… bien torneadas, aunque llevaba su uniforme blanco con la falda apenas por arriba de la rodilla (yo ya las había visto en el suelo). Un rostro precioso, de tez blanca pero dorada por el sol, pelo negro azabache, tomado en una cola de caballo, un par de senos que se apreciaban medianos, pero muy paraditos, una cintura estrecha, una colita redonda y bien empinada… en resumen, un sueño para cualquier estudiante de medicina.

"Y usted quién es, señorita" - pregunté educadamente con una sonrisa en los labios – "no la había visto antes… porque si fuera así no la habría olvidado".

"Soy Rocío J., doctor" – me dijo, extendiendo su manita para estrechar la mía - "Estoy en segundo año de enfermería y yo si lo había visto a usted anteriormente".

"Por favor… no me trates de usted" – le pedí – "soy estudiante como tú"

"Pero tú estudias medicina… y yo enfermería" – me dijo ruborizándose.

"¿Y eso qué?" – Le rebatí – "seremos compañeros de trabajo en el futuro" - (O por lo menos eso espero, pensé en mi interior) –"además no tenemos ni cuatro años de diferencia de edad, y si me tratas de usted me sentiré como un viejo caduco"

Ella se rió contagiosamente. Su risa era como un trino de pájaros… En ese momento me enamoré

"Usted no es un viejo caduco, doctor…por el contrario…" – ruborizándose nuevamente, se quedó en silencio, como sintiendo que había hablado mas de la cuenta.

"Nuevamente el usted… uff… tendremos que hablar de eso a la hora de almuerzo, señorita" – le dije, tratando de poner la más seductora de mis sonrisas – "¿a la una de la tarde en el casino estará bien? Yo invito"

Me di vuelta para empezar mi trabajo en la sala examinando los pacientes, y de pronto recordé que no le había dicho mi nombre. Me volví y la vi de pie mirándome…el culo. Disimulé mi turbación y le dije - "Por cierto, mi nombre es Hugo M."

Ella me sonrió y me dijo "Ya lo sabía, doctor… nos vemos al almuerzo" – y dio la vuelta y salió por la puerta de la sala.

Pasé el resto de la mañana visitando los pacientes que me habían asignado. El médico jefe llegó como a las 11 a.m., mascullando algo sobre una operación de urgencia a la madrugada, revisó someramente las evoluciones que yo había escrito y se retiró como a las 12, dejándome libre el resto del día.

Durante todo ese tiempo no podía borrar de mi mete esos ojos negros que me habían alucinado… acompañados de el resto de la anatomía de la dama que me habían dejado algo inquieto. Terminé de revisar unos apuntes y ya eran casi la una.

Me dirigía raudo al casino de la facultad, pensando que quizás ella se podía haber arrepentido, pero no… al llegar, la encontré sentada en una mesa a la entrada, acompañada de una compañera. La compañera era la versión en negativo de ella: Rubia, ojos azules, con pecas en la cara y con un cuerazo similar a Rocío.

"Mi suerte está mejorando hoy" – me dije – "dos bellezas y esperándome a mí"

Me presentó a su amiga, Leticia, que enseguida me dijo que la llamara Lety. Al parecer ella también me conocía (por Dios, como puedo ser tan despistado) y su sonrisa me sugirió intenciones de conocerme mejor.

Caballerosamente invité a almorzar a ambas, pensando para mí que con eso me quedaba sin almorzar yo mañana, pero todo sea por la galantería.

No sabía yo los frutos que me daría posteriormente.

Mientras almorzábamos en la pequeña mesa redonda, empecé a sentir que una pierna se frotaba contra la mía bajo el mantel. Disimuladamente, miré a mi costado y era Rocío que sin dejar de conversar, pasaba su pierna de arriba abajo contra la mía, mirándome con una sonrisa insinuante. Casi me atraganto con la sopa cuando bajó su mano disimuladamente y me agarró cariñosamente la entrepierna.

La miré con cara de interrogación y ella me preguntó que si había terminado de almorzar, para que la acompañara a su escuela a buscar unos libros.

Le dije que por supuesto, que encantado la acompañaba, pero haciendo gestos con mi mirada hacia Lety. Ésta al parecer se dio cuenta de mi gesto y dijo : "Yo tengo una clase ahora, nos vemos mas tarde" – y se levantó, dándome un beso de despedida en la mejilla, casi en la comisura de los labios. La vi alejarse moviendo su culito glorioso y casi se me cae la saliva de la boca.

"¿Terminaste? – Me preguntó Rocío, con todo el doble sentido del mundo.

"Sí, Rocío… soy todo tuyo ahora" – le dije

"Mmmm" - murmuró ella – "no vaya a cobrarte la palabra"

Nos levantamos y nos dirigimos a su escuela. La escuela de enfermería era un edificio antiguo, con un parque interior y numerosas salas que alguna vez sirvieron de dormitorios para las enfermeras internas. Ahora esas salas eran cuartos de estudio, salas de estar y bibliotecas. Entramos a una de esas salas, en un rincón algo apartado del edificio y me llamó la atención que Rocío cerró la puerta detrás de nosotros.

"Aquí está mi armario" – me dijo – "y me quiero cambiar este apestoso uniforme"

La sala era algo oscura, pues aunque era aun de día, la única ventana estaba tapada por una pesada cortina.

Examiné curiosamente la sala: Una mesa con cuatro sillas, varios armarios, un sofá y un sillón algo deteriorados. Al darme vuelta para comentar a Rocío que nunca había estado en el interior de su escuela, me encontré con la sorpresa de que ella me estaba mirando con sus brazos en jarra, vestida solo con un diminuto sostén y una casi inexistente tanga, de la cual solo se veía un pequeño triángulo en su parte anterior.

"¿Te gusta lo que ves? – me preguntó coqueta.

Tratando de tragar saliva, asentí con la cabeza porque no me salían las palabras.

"Y si te gusta… ¿Qué haces ahí parado como un tonto?... ven aquí.

Y se dirigió al sofá, moviendo las caderas y permitiéndome ver todo su precioso culo, con la tanga metida entre sus nalgas.

Como un corderillo la seguí, mientras pensaba que esto era un sueño y que de pronto iba a despertar. Cuando llegué a su lado, me agarró de la corbata (los internos de medicina estábamos obligados a usar corbata) y me dio un beso con sus apetitosos labios, jugando con su lengua en el interior de mi boca. Para que les digo como me dolía mi erección dentro de los pantalones en ese momento.

Ella, llevando su mano a mi paquete, me dijo "Pobrecito… eso te debe doler ¿Es para mí?

Asentí con la cabeza. Mientras ella bajaba el cierre de mi pantalón, bajando enseguida éste y mis boxer, dejando al descubierto mis 16 cm. de verga dura y palpitante.

"Mmmm… esto se ve rico" – suspiró, mientras besaba suavemente el glande- " ¿Y qué sabor tendrá?"- todo esto o decía mirándome a los ojos, con cara de golosa.

Comenzó a lamer suavemente al comienzo, por todas partes, como tratando de cubrirlo de saliva, y de pronto, sorpresivamente,… se lo metió entero a la boca, mientras agarraba con sus dos manos mi culo desnudo.

Mis rodillas flaquearon, mientas ella sacaba lentamente mi verga de su boca, acariciándola con su lengua. Si se los han hecho alguna vez, ya sabrán que es una experiencia inolvidable.

Repitió el procedimiento unas dos o tres veces más, dejándome al borde del orgasmo. Pero ella sabía. Se separó de mí y empezó a sacarme el resto de la ropa. Yo por mi parte, aproveché de retirarle su sostén y palpar y chupar sus gloriosos pechos: un par de montañitas del porte de una toronja grande, coronados por una areola tostada y un pezón duro como un garbanzo.

Cuando estuve totalmente desnudo, ella me dio vuelta y me empujó sobre el sofá.

"Hace meses que te quería tener así" – me dijo

Y ante mi cara de sorpresa, ella, quitándose la tanga con movimientos circulares de cadera y luego subiéndose en mis piernas, mirándome a los ojos me dijo – "Con Lety te echamos el ojo hace varios meses, y apostamos quien te follaba primero… ya ves, creo que yo gané"

Iba de sorpresa en sorpresa. Jamás habría pensado en mí como un objeto sexual. Pero heme aquí, disputado por dos bellezas, Eso es algo que le eleva el ego a uno, ¿no creen?

Pero no me dio tiempo para seguir pensando… con movimientos de tornillo se fue introduciendo mi pene en su jugosa vagina, hasta que lo sentí tocándole el cuello del útero. Su vagina era deliciosa, estrecha, caliente y además… tenía control sobre sus músculos vaginales y estrujaba mi verga a la vez que subía y bajaba con deleite.

Luego de diez minutos, me susurró al oído -"Ya… me dijo… estoy lista… acaba de una vez"

"¿Adentro?" – le pregunté.

"Si, si... Adentro…tomo pastillas… pero yaaaaaa! Quiero sentir tu leche en mis entrañas"

Me dejé ir… la verdad es que estaba conteniéndome hacía ya varios minutos. Fue extraordinario... Cuando eyaculé, ella comenzó a exprimirme la verga con la musculatura vaginal y casi tengo otro orgasmo.

Se dejó caer a mi lado, abrazándome con cariño y me preguntó – "Cómo estuvo"

"Sensacional" – le respondí – "¿Repetimos?

"Uff, me encantaría" – me dijo – "pero tengo una clase en 15 minutos y no puedo faltar... Controlan la asistencia".

Me sentí un poquito defraudado y creo que ella lo notó en mi cara, porque me dijo: "Mañana es viernes… tengo una fiesta en casa de una amiga… ¿me acompañas?

Pensé en ese momento en mi mujercita. Ella me ponía los cuernos cuando quería… ¿porque no podía yo hacer lo mismo?

"Claro" – le respondí – "¿a que hora?"

"Nos encontramos en el casino a las ocho de la noche. Yo te llevo, mi papá me prestó el auto mañana" – me dijo con su cara llena de coquetería.- "Y después te llevo donde quieras".

Esa última sugerencia me terminó de convencer. Estaba hecho. Mañana tendría un turno extraordinario de reemplazo. Pensé a que compañero enfermar para dar la coartada en casa y me preparé para terminar de gozarme a esa hermosa aprendiz de enfermera… o ella me gozaría a mi… no quedaba claro.

CONTINUARÁ