Anclado

A veces son amargas las esperas

Ay la espera! Esa espera que se hace eterna sin el alivio de la compañía, y el dolor de mis pensamientos cargado de incertidumbres. A dónde fue?, Cuándo llegará?, Que le apetecerá hacer luego?…

Mi dueña en sus días libres sale todas las mañana llena de actividad. Hoy salió en sus deportivas grises protegida por los cortos y negros calcetines que nunca ocultan su tobillo. El pantalón corto casi mini y negro, y esa camisa negra de tira bien ajustada. Tan informal pero bella para mi idealismo. Será caminar?, pasear?, al gimnasio?, quedó con alguien?, a casa de alguien?, desayunar fuera?, No es de repetir rutinas… Cambia mucho sus planes y nunca me dice donde va. Nunca me habla, realmente nunca me habla. Acaso hablaría con su peine?, con sus zapatos?, con su perro?. No se que lugar ocupo dentro de su posesión…. Animal o cosa… Me siento ambas cosas. Y así me hace sentir desde años. No se cuantos años. De hecho no recuerdo cuando fue la ultima vez que celebré mi 35 años. No recuerdo mi edad actualmente. Desde que me entregué a ella desaparecí para el mundo y enterré mis recuerdos. El tiempo no pasa por mi. Todos los días son hoy… El hoy como hoy, el presente de mi esclavitud.

El hoy de todos mis días es esta mañana mirando el vació que deja el piso sin ella. La puerta cerrada que me recuerda mi lugar lejos del exterior. Mi cuerpo desnudo adaptado a la decoración de su piso. El cuerpo que le pertenece a su antojo. Y por lo tanto mi sexo está enjaulado en el metal de la plata. Esa plata que guarda la excitación porque no es mía. Disfruto de ella, pero no es mía. Le pertenece a ella.

La puerta al exterior cerrada que es final de de un corto pasillo. Una barra vertical tan plata como mis restricciones soporta la cadena hasta el penetrado anal. Siento tan dentro de mi la bola plateada con su frío metal limitando mis movimientos. La cadena tan sólo me permite llegar a la puerta. Lo justo para recibir su llegada y besar sus pies con alegría y devoción. Más lejos y la bola escapará de mi ano.Y eso sería una falta grave.

Mis muñecas y tobillo hacen el ruido del metal chocando el suelo. Un sonido de desesperación que tan sólo calla cuando bebo agua del cuenco delante mía. Puedo oír que tras esa puerta el ascensor sube y baja con los vecinos ajenos a lo que hay en el interior de del 3° A. Pero cada pasos y puertas abrirse y cerrarse y una esperanza de la llegada de mi dueña. Una llegada que anelo más que nada.

Mientras miro el cuenco seco por mi sed y las migas de las galletas de mi desayuno. El desconsuelo es mi única compañía. Gimo como el perro en un lloro suave hasta que mi barbilla cae triste sobre el frío piso. Entonces muevo mis caderas de atrás hacia adelante para columpiar el metal que cubre mis genitales. Es como un consuelo al sentir el estímulo que me da la bola en mi ano. Llámalo masturbarse, no estoy seguro… El caso que da un ligero placer el balanceo de mis genitales. Una vez llegué a correme así. Aunque no busco eso ahora ya que también una vez fui castigado por manchar el piso. Quizás un poco… y aguantar. No es fácil. Al sentir que orino noto que caen sin orgasmo hilos de semen por mis muslos.

Puedo ver el salón con su desorden. Unas zapatillas tiradas al pie de un sillón me invita a buscarlas. No no llego y me resigno a separarme de la bola anal. Hay ropa tirada sobre el sillón que también podría tener su olor, pero hoy no están a mi alcance. Algo que tanto placer me da cuando no tengo su atención.

Miro de nuevo mi cuenco y casi que lloro en silencio. Que hora será?. El reloj está en su cocina y no llego a verlo. Que puedo hacer mientras?.

Cada golpe de puerta, la bocinas de los coches de la calle, el ascensor subiendo y bajando, el clic del metal…. Estoy desesperado!

Al final caigo abatido de calor. La excitación pierde y comienza la deseada caída al suelo frío. De lado caigo mirando el salón. Pies y manos extendidas hacia allí. Mis muslos juntos cubre la humedad de mi sexo, y ocultan la playa fría de mi pene. Mis ojos se cierran por segundos hasta que pesan. Y caigo en el sueño….

Una imagen de ella caminando delante mía. Hasta donde mi vista podía alcanzar. Justo a la altura de sus rodillas, y me veo de pies y manos por la arena de la playa. Ella tira de mí. La cadena se tenza en mi retraso y hace curva en mi adelanto. El jadeo y mi legua fuera describe mi esfuerzo por ir tras ella. Es tan agradable!

La gente nos mira y sin embargo la digo orgulloso. Ella parece ausente con los cascos puestos al oído, pero mantiene una sonrisa de triunfo. Su figura es parte del paisaje y yo su sombra. Sus pies descalzos en la arena es mi alegría a los ojos, mi relajación, y el más hermoso momento. Como disfruto del paseo!!!

-Ey si vergüenza! Que vida te estás pegando!

Su voz?. Oh No! Me había quedado dormido y la suela de sus deportivas golpean ligeramente mi cachete.

Abrí los ojos y poco a poco el borroso salón se va definiendo. Me giró y veo la suela de sus deportivas presionando mi nariz… “Te quedaste dormidito, eh?!” Su sonrisa se puede ver una vez me deja de pisarme…. Entonces me coloco en mis cuatro patas.

La emoción es tal que mis besos se oyen como golpes a pesar de ser delicado. Beso sus cordones, punteras y hasta la lengüeta. Beso el piso donde pisa y gimo. Ella se agacha y acaricia mi loma. Alborota mi pelo…. “Estas aburrido?” Y sonríe burlona.

Entonces me dejo caer de lado en busca de que su mano me haga cosquillas. Ese juego que tanto me gusta para luego estar boca arriba esperando tirones en mi pecho y suaves arañazos en mi barriga. Mis manos se recogen en mencidad y mis piernas son como la de una cucaracha boca arriba. Incluso me hace daño el plug anal, pero hago todo lo posible para que la jaula de plata sea lo más visible posible. Quizás saque la llave de su muñeca y por fin abra el dispositivo de castidad, quien sabe. Pero no, normalmente nunca hasta la noche. Tan sólo toma la jaula entre sus dedos y comprueba el pegajoso líquido que le quita su brillo. No le complace y lo suelta….

“Me voy a duchar, luego te pongo más agua en el cuenco”.

Su rostro severo me dice que no le gustó verme babeando de pre-semen por su casa. Pero no lo dice…. Siempre me ha regañado por lo mismo, y sabe que mi remordimiento por no controlarme me destroza casi tanto como su ida por el pasillo hasta el baño.

Al verla andar en sus calcetines cortos, me sorprendí de no darme cuenta de que se había quitado sus deportivas. Y si… Las dejó cerca del cuenco. Me voy a mis cuatro patas y meto mi nariz en la abertura de uno y el del otro. Aspiro con ansia su olor.

Pasa un buen rato aspirando, acostando mis mejillas sobre ellos, besando diferentes puntos, lamiendo sociedades…. Y suena la ducha como cascadas sobre la losa. Miro desconsolado el pasillo y gateo lo más

cerca posible hacia la puerta del baño. No llego a más de un par de metros. Me quedo a mitad de camino. La puerta está abierta pero es imposible ver su interior. Tan sólo en el suelo asoma un tiro de la camiseta y la sombra que deja más ropa tirada.

La cascada se oye amortiguando en su cuerpo. Sus pies deslizándose sobre la losa… Un silbido entona una melodía y caigo con la barbilla al suelo desconsolado.

El plug me deja anclado entre los olores a ella en su baño y los sonidos que me dejan imaginar su cuerpo. Me deja anclado hasta el olor de sus paseos y el material que cubrió sus pies por la mañana. Anclado a una visión baja que recuerda mi posición casi animal y objeto. Anclado a la vida cotidiana de mi dueña. Anclado como una posesión más. Anclado a su vida por que vida sólo es ella. Anclado como un ser sin vida que no entiende de otra cosa que no sea mas valiosa que mi atención.

Y atento estoy…. A la espera!