Analista analizada (9 - Final)

[Lucy va a disfrutar de un fin de fiesta completo, que le dejará un recuerdo imborrable. Eso sí, tal vez le cueste sentarse por unos días...]

Los dos hombres no tardaron mucho en exigir de nuevo sus atenciones.

—Vamos a proporcionarte una amplia experiencia en tríos, Lucy—le dijo Lou.

En el mismo tono que un vendedor a domicilio, él le explicó a Lucy que su plan era hacerla practicar todas las variantes posibles entre una mujer y dos hombres. Eso significaba que la harían experimentar todas las combinaciones existentes, pero además cada uno de ellos dos quería pasar por los tres agujeros de ella. Como condición indispensable, desde ese momento y hasta que ambos alcanzaran el orgasmo, Lucy debía tener ocupadas en todo momento dos de sus tres cavidades.

Sonaba complicado y agotador, pero la primera parte resultó sorprendentemente fácil. Deseosos de aprovechar la recién adquirida habilidad de Lucy, la primera parte del trío se desarrolló sobre la alfombra de la suite y tuvo como aportación estelar el sexo oral. A cuatro patas, ella extrajo cuidadosamente el vibrador y el plug de sus respectivos agujeros. Estaban totalmente mojados de sus flujos y la dejaron abierta y disponible.

En seguida, sin moverse de la posición en que estaba, Lucy empezó a recibir la verga de Lou en su vagina y la de Jack en su boca. Le resultó extraño volver a tener ocupado su sexo, tantas horas desatendido, pero más extraño aún fue percibir claramente que ahora, tanto para ella como para ellos dos, era mucho más interesante y satisfactorio usar su boca que su coño. Al principio de esa misma noche, cuando estaban colocados exactamente del mismo modo, ella prestaba toda su atención a su propio sexo y se notaba que Jack aguardaba con cierta ansiedad que le tocara el turno de penetrarlo. Ahora, sin embargo, era al revés: ella estaba fascinada por la facilidad con que engullía la verga de Jack y totalmente concentrada en las sensaciones que provocaba el roce del glande en su garganta, y Lou penetraba su vagina sin quitar ojo de la mamada que recibía su compañero.

Cambiaron de posición al cabo de pocos minutos. Superando la sensación de que esa primera postura era sólo un trámite, Jack se movió con ritmo dentro de ella, hasta que Lucy sintió como toda su vulva estaba bañada de sus propios flujos. La verga de él era dura y caliente y estimulaba su sexo, aproximándola al orgasmo a toda velocidad. Aun con la boca llena de la carne de Lou, Lucy gemía.

Los dos hombres se dieron cuenta y se detuvieron.

—Vamos a cambiar, porque esta zorrita se está animando demasiado—dijo Jack, palmeándole el culo.

—No te preocupes tanto por ti misma, Lucy —le recordó Lou con reproche—. Concéntrate en nosotros.

El placer de ellos seguía siendo lo más importante. Recobrando conciencia de su situación, Lucy asintió.

La verga de Jack regresó a su boca y Lou se adueñó de su culo, tras haber exprimido en él los últimos restos del tubo de lubricante, cuyo frescor le provocó escalofríos. Impresionada, Lucy sintió con qué facilidad su recto albergaba el gran miembro de él. El plug lo había mantenido abierto y no había perdido su elasticidad después de la última vez.

A pesar de que intentaba atender al placer de los dos hombres y de que le avergonzaba admitir que ella podía disfrutar de aquello, era delicioso experimentar el ir y venir de esa polla en su culo al tiempo que prestaba su boca a Jack para que se hundiera en ella hasta la garganta. Cuando cambiaron de lugar y Lou se puso frente a ella, ofreciéndole su miembro recién extraído de su recto, Lucy le miró a los ojos y no pudo evitarlo: le sonrió. Después, bajó la cabeza y sintió deslizarse la verga en su boca en un nuevo y aceptado C.A.B.

Esta variante la mantuvieron largo rato, ya que permitía a Jack bombear con calma el receptivo culo de Lucy, en tanto que Lou estaba encantado de las atenciones que la boca de ella dispensaba a su verga. En la primera mamada obligada que le había hecho, ella se había sentido desbordada por el tamaño de semejante tranca. Pero ahora, con su técnica recién aprendida, estaba dándole un auténtico recital.

A lo largo de su vida sexual, que había sido intensa, Lucy nunca había conseguido practicar el sexo anal sin masturbarse constantemente ni sentir que satisfacía del todo a su pareja usando sólo su boca. Ahora, aunque íntimamente le humillaba reconocerlo dado que aquellos hombres estaban obligándola a hacer todo aquello, no podía evitar sentirse llena de orgullo porque sus nuevas capacidades le permitían lograr ambas cosas por primera vez, y lo que era más increíble, al mismo tiempo.

Se sentía totalmente cómoda recibiendo en su culo la verga de Jack, y comprobó que podía dominar sus músculos y tensarlos con mayor o menor fuerza para retenerlo. Esto lo mantenía a él atento a los cambios y era obvio que Jack los disfrutaba plenamente. En cuanto a Lou, la posibilidad de tomar en la garganta todo su miembro le permitía aplicarle variadas presiones, y alternar el uso de su lengua lamiendo suavemente el glande con el tratamiento más enérgico de tragarse la verga por completo, hasta hacer que golpeara rítmicamente el fondo de su garganta.

Enfrascada en su propia habilidad, Lucy realmente llegó a olvidar su propio orgasmo. Lou y Jack, en cambio, consiguieron que sus testículos quedaran tan cargados como si llevaran una semana de abstinencia, y sus vergas más que listas para el último asalto.

En las dos últimas variantes, Lucy debía recibir la penetración simultánea del sexo y el recto, alternando los miembros de sus dos partenaires . Antes de empezar, ellos la aleccionaron sobre el modo de comportarse, y sus explicaciones le hicieron latir más rápido el corazón, con miedo.

—A ver, Lucy… —empezó Lou— Si te paras a pensarlo, en un sandwich siempre es más difícil recibir la segunda polla, por cuestiones de espacio, ¿comprendes? El segundo agujero está más estrecho debido a la presión que ejerce la tranca que está ocupando el primero.

—Sí—asintió Lucy.

—A pesar de todo el entrenamiento que has recibido esta noche, el culo es siempre menos elástico y por tanto te costará más cuando te la metamos ahí. Por eso, llevados siempre de nuestra gran consideración hacia ti —continuó sin poder disimular el tono jocoso de su voz—, la primera vez te rellenaremos primero el culo y a continuación el coño, y la segunda vez lo haremos al revés.

Ella asintió otra vez.

— Jack se tumbará en la cama y yo me quedaré de pie, y ten en cuenta que nosotros no nos moveremos. Serás tú la que deberás girar—añadió Lou—. Empezaremos con Jack en tu culo y yo en tu coño. Después, intercambiaremos tus agujeros.

— ¡Y esa posición ha sido la elegida para el graaaaaaan fin de fiesta!—dijo Jack, imitando el tono de un animador—. Te aviso para que lo tengas en cuenta por si quieres unirte a nosotros.

—No te agobies demasiado pensando en ello, Lucy. Lo que debe importarte más es acomodarte al sandwich. Por experiencia te digo que te va a costar—le explicó Lou.

—De acuerdo—respondió ella, con voz algo temblorosa.

—¡Bah, no te alteres, zorrita!—dijo Jack, pellizcándole el trasero—. Ser sandwicheada por nosotros dos es una experiencia que recordarás toda tu vida.

— ¡Y sobre todo la primera semana!—exclamó Lou de pronto, y los dos se echaron a reír.

A Lucy, en cambio, se le habían quitado las ganas de reír. Siguió a los hombres hasta la cama.

—Adelante, Lucy —ordenó Lou—, siéntate sobre tu amigo Jack y ensarta su polla en tu culo. Yo te la meteré después por delante. ¿Entendido?

—¡Dile a tu amigo Lou que tiene mucha cara, zorrita! —habló Jack desde la cama—Todo esto lo hace porque yo ya te rellené antes el culo de leche, y él no quiere quedarse sin sembrar su simiente en tu agujerito de la felicidad. Es un envidioso.

—En fin, no perdamos más tiempo—dijo Lou, dando familiares palmaditas al trasero de Lucy—. Vamos, vamos, a tu sitio.

En ese momento, Lucy hizo su segunda petición de la noche.

—Por favor, ¿puedo quitarme los zapatos?—preguntó con timidez.

— ¡Nunca entenderé a las mujeres! ¿Cómo puede preocuparte eso en estos momentos? —dijo Lou, riendo— La respuesta es no. Cuando me follo a una zorra, me gusta verla vestida como una zorra. Estoy chapado a la antigua.

Lucy se encaramó a la alta cama, y de espaldas a Jack se situó sobre él, en cuclillas. Jack sostenía su verga erecta en una mano y posaba la otra en la cadera de Lucy. Ella apoyó la punta del miembro en la entrada de su culo, absorbió el glande en un pequeño movimiento y quiso descender lentamente, pero Jack no le dio opción. Agarrando firmemente la cintura de la joven, la hizo caer de golpe sobre su cuerpo, empalándola en su verga ansiosa.

— ¡Ahhhhhhh!—exclamó Jack, al sentir cómo el culo de Lucy le envolvía. Ella pudo notar que él estaba tremendamente excitado.

Jack cogió los brazos de Lucy y la guió para que se inclinara hacia atrás y apoyara sus codos en el colchón. Lou, de pie frente a ellos, le empujó un poco las rodillas hacia los lados para que abriera más las piernas. Su sexo quedó totalmente expuesto frente a él.

Entonces llegó el momento que Lucy temía: Lou se inclinó hacia ella sujetando su miembro firmemente en la mano y hurgó en la entrada de su sexo. La joven se estremeció cuando la verga negra empezó a penetrarla. Lou tenía razón: su vagina se había estrechado enormemente por la presión que ejercía en ella el miembro que ocupaba su culo. Sin embargo, la abundante lubricación que aún conservaba permitía a Lou avanzar sin demasiados problemas.

Si los acontecimientos de esa noche no hubieran minado su voluntad, Lucy se habría negado a seguir adelante. Le era difícil, con todo, contenerse para no rebelarse e intentar sacar de su cuerpo aquella segunda verga que la avasallaba. Por fin, la pelvis de Lou chocó contra la suya: todo el miembro de él estaba dentro de su sexo. Mientras tanto, desde su culo, el de Jack empujaba hacia arriba al nuevo visitante, que se veía obligado a expandirse en dirección a las paredes vaginales, forzando su apertura hasta límites que nunca había conocido Lucy.

Los dos hombres le dieron un minuto entero para acomodarse al nuevo estado de cosas. Lucy se esforzaba en relajarse apoyada sobre sus codos y rodillas, pero la falta de costumbre le impedía hacerse con el control simultáneo de los músculos vaginales y anales. El hecho de que Jack, desde atrás, hubiera tomado sus pechos y jugueteara con sus sensibles pezones tampoco la ayudaba a concentrarse precisamente.

Ellos dos, en cambio, estaban a ojos vista disfrutando enormemente. La inusitada estrechez de sus agujeros abrazaba sus miembros con fuerza virginal, y la temperatura interior de Lucy se había elevado también. Sin pretenderlo, su cuerpo estaba estimulando a los dos hombres del modo más excitante para ellos.

Todavía seguía Lucy experimentando la sensación de que un tren expreso se hubiera empotrado en la parte inferior de su cuerpo cuando Lou empezó el vaivén. Tomándola por los muslos, llevaba su verga hacia dentro y hacia fuera con profundas penetraciones. Lucy era absolutamente consciente de cada centímetro de dura carne que recorría su coño, presionando con fuerza las paredes. Jack no se movía, pero aun así ella creyó al principio que no podría soportar la presión combinada de los dos grandes miembros que la llenaban hasta reventar.

Sin embargo la perseverancia de Lou dio sus frutos. Poco a poco, el cuerpo de Lucy empezó a adaptarse y a abrirse. Su sexo empezó de nuevo a humedecerse, y la sensación de estar llena se volvió agradable en lugar de ponerla en tensión. El constante manoseo de sus pezones por parte de Jack se los puso duros como balas, y él se los acarició con deleite, captando su excitación.

Cuando el ardor de Lucy estaba empezando a dispararse, ellos decidieron parar y hacer el último cambio. Al retirarse Jack, ella pudo sentir el fresco aire de la suite en su interior, subiendo por sus dilatados agujeros.

— ¡Cómo te estaba gustando, zorrita!—murmuró Lou en su oído cuando ella le dio la espalda y se arrodilló en la cama, con las piernas abiertas sobre Jack.

Lucy se sintió avergonzada. Era cierto: la forma procaz en que estaba siendo tratada y el modo desinhibido en que ellos dos usaban su cuerpo para su propia satisfacción, despreocupándose de las preferencias de ella, acababan convirtiéndose en un acicate que daba más sabor al sexo. Cada nueva experiencia que ellos le imponían, sin consideración alguna a sus deseos, empezaba por ser una dura prueba para acabar convirtiéndose en una fuente de placer. Junto a la obligación de someterse que no podía eludir, la impulsaba también a obedecer una excitación cada vez mayor.

Sin que se lo dijeran, Lucy descendió sobre la polla de Jack de un solo movimiento, golpeándola deliberadamente con el fondo de su sexo. Él le sonrió y le acarició las nalgas por un momento, antes de aferrarlas y tirar de ellas hacia los lados, dejando bien expuesto el acceso a su culo. Lucy, apoyada sobre sus manos y rodillas, notaba cuán abierto lo tenía. ¿Sería posible que le costara recibir la verga de Lou?

Sí que le costó. Esta vez él no la había lubricado con nada excepto sus jugos vaginales, y el avance no fue tan sencillo como otras veces. Milímetro a milímetro, ganó terreno en el conducto anal de Lucy, estrechado por la presencia del miembro de Jack en su vagina. Ella gimió.

—Aguanta, zorrita, que ya casi está—dijo la voz excitada de Lou a su espalda.

Un último empellón y él acabó de enterrar su verga en el culo palpitante de la joven, que gritó inconteniblemente.

— ¡Ahhhhhhhhhh!

—¡Síiiiiiiiiiiiiiiiii...!—coreó Lou agarrando sus caderas con entusiasmo—. ¡Te la has tragado toda como una campeona!

Lucy se sentía extrañamente orgullosa. En esta posición las dos vergas la penetraban más profundamente que antes. Estaba totalmente empalada en ellas, y sus dos cavidades palpitaban al unísono, apreciando la presencia de ambos troncos de carne. Una ardorosa excitación le recorría todo el cuerpo.

Lou comenzó a sodomizarla, lentamente al principio, pero aumentando el ritmo rápidamente.

—Vamos, Jack, ¡vamos!—gritó fuera de sí cuando ya sus testículos rebotaban contra la vulva de Lucy en cada nueva y violenta penetración.

Lou tiró de las caderas de Lucy hacia sí, mientras desde abajo Jack las empujaba hacia arriba para dejarse campo de acción. Entonces comenzó a bombear el sexo de ella, elevando su pelvis con movimientos secos y profundos. Los dos hombres no se turnaban en sus arremetidas: ambos embestían simultáneamente, hundiendo a la vez sus vergas enardecidas en el cuerpo indefenso de Lucy.

Ella tenía la boca abierta en un grito constante que no lograba acallar. Cuando las puntas de los dos miembros se unían en el fondo de su cuerpo, sentía que ambos glandes se tocaban a través de una delgada pared. Su clítoris, tan duro como las vergas que la taladraban, se restregaba erecto contra el vientre de Jack a cada movimiento, siguiendo el ritmo de la follada.

— ¡Sí, sí, síiiiiiiii! ¡Ahhhhhh! ¡Cabrones! ¡Me vais a partir en dos! ¡Dios, me muero de gusto!

— ¡Zorra!, no vas a poder sentarte en un mes—gritó Jack, redoblando sus envites mientras le mordía la boca en un beso salvaje.

— ¡Prepárate, putona, vas a recibir lo tuyo!—avisó Lou desde atrás.

El clítoris de Lucy había llegado a su máximo estado de excitación, al unísono con las dos pollas que alcanzaban su mayor tamaño. Lucy se sentía increíblemente colmada, llena a reventar con aquellas dos magníficas vergas sólo para ella. De pronto, con milésimas de segundo de diferencia, ambos hombres empezaron a gritar roncamente, al tiempo que empezaban a descargar espesas andanadas de hirviente leche dentro de ella. Estaba recibiendo dos de las corridas más abundantes de su vida, y las recibía a la vez, saciando su coño y su culo por igual. Un gran calor asaltó su cuerpo y sus dos agujeros empezaron a contraerse violentamente, mientras ella redoblaba sus gritos en un fantástico orgasmo.

Quedaron todos caídos sobre la cama, Lucy medio aplastada por la mole de Lou, que la abrazaba por la cintura, mientras ella ocultaba el rostro en el hombro de Jack. En apenas diez minutos, Lou se levantó y propinándole un ligero azote en el trasero la apremió:

—Venga, cielo, tienes que marcharte. Vístete.

Lucy estaba tan agotada que no le hubiera importado quedarse allí el resto de la noche, pero algo en el tono de Lou le dio a entender que no se lo permitirían. Se levantó trabajosamente y vio que él le alargaba su ropa hecha un pequeño lío. Empezó a quitarse los panties rotos, mojados de sudor, semen y sus propios fluidos, y suplicó:

—¿Puedo ducharme antes de vestirme?

—Ni hablar.

No tenía fuerzas para discutir. Lou alargó la mano hacia ella y le mostró las pinzas.

—Te las regalo.

Después se inclinó de repente hacia la joven y antes de que ella pudiese reaccionar se las prendió en los labios vaginales.

—Quiero que te las lleves puestas. Y a cambio me quedo tus bragas de recuerdo.

Las lanzó hechas una bola sobre el sillón.

Con algo de repugnancia por su estado, ella se embutió en su vestido y se calzó los zapatos, guardando sus medias en el bolso. Lou la acompañó hacia la puerta. Desde el cuarto de baño donde Jack se disponía, él sí, a tomar una ducha reconfortante, le gritó:

—¡Adiós, cerdita! ¡Ha sido estupendo!

Pocos instantes después, Lucy caminaba por el largo pasillo que llevaba a los ascensores. Rezaba mentalmente para poder llegar hasta su habitación sin que apareciese ningún huésped o empleado del hotel, para que nadie la viera en aquel estado, totalmente despeinada, con el vestido arrugado y el maquillaje corrido, ni nadie pudiera oler el sudor de su cuerpo ni el semen que empezaba a escurrir por sus piernas desde sus doloridos agujeros. Y mientras al andar sentía en los muslos el suave golpeteo de las tiras de cuero de las pinzas, que hacían arder los labios de su sexo y la obligaban a caminar con las piernas un poco arqueadas, volvió a oír mentalmente las últimas palabras que le había dirigido Lou, desde el umbral de la suite.

—¿Sabes una cosa, Lucy? Mi ex-mujer me dejó por un analista de mercados—dijo él.

Y después, muy suavemente, cerró la puerta.

FIN