Analista analizada (6)

[Esta vez, Lou y Jack enseñan a Lucy un nuevo juego... pero parece que a ellos les resulta más divertido que a ella]

Lucy pensó que había oído mal. Jack se la sacó y Lou, acercándose, tomó la correa que aún colgaba del collar de perro en torno a su cuello y tiró de ella.

—Vamos, perrita.

Como ella hizo amago de incorporarse, Lou chasqueó la lengua con reprobación y le indicó:

—A cuatro patas, perrita, a cuatro patas.

Ella tuvo que gatear detrás de Lou por el suelo de la suite mientras él daba tirones de la correa a un lado y a otro, sintiendo que se ahogaba y que sus pechos se bamboleaban al compás de sus desordenados movimientos.

De esta forma recorrió los metros que la separaban del sofá más grande de la suite. Siguiendo las instrucciones de Lou, Lucy se sentó en él, se apoyó en el respaldo y adelantó las caderas de forma que su trasero quedara fuera del asiento. Desde detrás del sofá, Jack le hizo ponerse los brazos sobre la cabeza y sujetó sus manos, inmovilizándola. Lou le levantó las piernas hasta que ella tuvo las pantorrillas apoyadas en los hombros de él y una vez más su culo fue ensartado. Esta vez, la gran verga entró con facilidad, aunque todavía le arrancó un ligero escalofrío cuando se lo abrió por completo. Lou la miró a los ojos mientras lo hacía y le sonrió cuando la vio crispar el gesto.

Lucy sabía que la brusquedad con que la trataban y la falta de interés en sus reacciones eran parte de su juego, una estrategia deliberada para hacerla sentirse un objeto que ellos manipulaban, preocupados solamente por su propio placer. Les excitaba sentirla sometida, y lo lograban a cada momento, sin que ella consiguiera ocultar su incomodidad pese a sus esfuerzos por fingir indiferencia.

—Bueno, Lucy —dijo Lou con voz amable— ¿te han hecho alguna vez un ceabé?

La joven negó con la cabeza.

—¿Sabes lo que es?

Nueva negación.

—Explícaselo tú, Jack.

Desde detrás, Jack acercó su cara a la de Lucy y le habló muy cerca de su oreja.

—Voy a darte una pista, zorrita. Es una sigla. ¿Comprendes? Son tres letras. ¿Adivinas lo que significan?

—La «C» es de… —la ayudó Lou, moviendo su verga en círculos dentro de su trasero.

En voz baja, renuente, ella dijo:

—Culo.

—¡Chica lista! ¿Cómo pensaste en esa parte de tu cuerpo? —se burló Lou.

—La «A» es más fácil aún, putita: significa precisamente «a» —habló Jack, haciéndole sentir su aliento en la cara—. Ahora ya seguro que lo adivinas: C. A. B., « Culo A »

Los ojos de Lucy se abrieron de desesperación y ella miró a Lou suplicante:

—No, por favor… no —rogó, con expresión de asco.

— ¿Ya se te ha ocurrido? ¿Estás segura? Dímelo para que vea si has acertado —dijo Lou con guasa, y al tiempo que hablaba no dejaba de moverse ligeramente contra ella, rebotando contra sus nalgas y haciendo su miembro entrar y salir unos milímetros cada vez de su agujero.

—Dilo, Lucy. Queremos oírte decirlo —insistió Jack. Al observar el silencio de la chica, tomó un pezón entre dos dedos y empezó a retorcérselo suavemente, como una advertencia.

—« Culo a boca »… pero por favor, no, por favor, por favor —se maldijo a sí misma por suplicar, pero no podía evitarlo. Ellos la hacían bailar al son que tocaban, estaba claro, y una y otra vez la sorprendían con nuevas imposiciones que ella no había previsto.

Lou no le quitaba los ojos de encima, disfrutando de sus ruegos y de su expresión de horror. Por nada del mundo estaba dispuesto a perderse la satisfacción de hacerla pasar por aquella experiencia.  Mientras Jack sujetaba sus manos fácilmente con una de las suyas y utilizaba la otra para pellizcarle los pezones y estrujarle las tetas, Lou la bombeó unas cuantas veces, sacando casi completamente su verga del culo de Lucy y metiéndosela después hasta el fondo cada vez.

En lo que a ella se le antojaron unos instantes, estaba listo para pasar a la segunda fase. Sacó la polla del trasero y adelantando la pelvis la hizo bailar ante los ojos de Lucy.

No se había puesto lubricante esta vez, pensó ella con desesperación, nada que enmascarase los jugos del culo y los de la propia verga, mezclados sobre ella y listos para que Lucy los limpiara con su boca. Ella luchaba por ser razonable, se recordaba a sí misma que su cuerpo estaba limpio, que su rechazo se basaba en razones más simbólicas que reales, pero estaba como paralizada.

Lou apoyó su glande sobre los labios que ella apretaba fuertemente. Se cogió el miembro con la mano y le dio unos golpecitos, sonriendo.

—Estoy esperando, Lucy

Sabía que tenía que hacerlo. Abrió los labios y la cabeza de la verga se deslizó dentro de su boca. Ya no tenía remedio, estaba hecho. Sintió aquel sabor desconocido que era el de su propio interior y contuvo las ganas de escupir y toser. Lou le metió un poco más la tranca y después le folló un poco la boca con ella, pero sin profundizar, sin buscar su garganta, sino haciendo que el miembro girase dentro de la cavidad bucal y llegara a todos los rincones.

—Saboréalo, Lucy… vamos —la animó.

—¿Está rico? —rió Jack detrás de ella, sin dejar de toquetearle las tetas—. Ahora ya estás enterada de cómo sabe tu culo. ¿No tenías curiosidad?

—Vamos a renovar un poco el sabor, porque me parece que ya la has limpiado—dijo Lou, y retiró la verga de la boca de Lucy para introducirla de nuevo en su culo.

—No... —rogó ella sin fuerzas, sintiendo lo inútil y absurdo de sus súplicas.

Un par de movimientos y Lou extrajo la polla de su recto y la colocó de nuevo entre sus labios. Repitió la misma maniobra cinco o seis veces más. Primero se la metía en el culo hasta el fondo, después la sacaba y la metía en la boca calculando la profundidad de forma que no tocara su garganta. Estaba claro que él sabía muy bien lo que hacía. Deliberadamente evitaba provocar la salivación, se mantenía en la zona donde estaban las papilas gustativas, y dejaba libres las ventanas de la nariz de la joven.

Así, nada podía impedir que Lucy experimentara plenamente el sabor y el olor del interior de su culo. Aunque eran más extraños que desagradables, ella se sentía espantosamente humillada. Cada vez que Lou liberaba su agujero, Lucy oía un plop , como el ruido que produce una botella de champán al ser descorchada. Luego él restregaba la gran polla negra por sus labios y por sus mejillas, y ella abría obedientemente la boca para que él la frotara sobre su lengua.

La verga de Lou se fue poniendo dura como el acero. De pronto, una de las veces que metió su miembro en la boca de ella, él apoyó las manos en el respaldo del sofá. Jack la soltó y se levantó, dando la vuelta al sofá y quedándose de pie a un par de metros.

—Ahora, zorra —dijo Lou con voz entrecortada, mientras le follaba la boca ya sin contemplaciones— abre bien la boca y chupa.

Lucy se esforzó en obedecer, pero realmente apenas podía hacer otra cosa que recibir la follada de Lou y aguantar. Él le metía la verga en la boca con profundos empellones, hundiéndosela hasta la garganta y dejándola sin respiración. Poco a poco fue acelerando el ritmo y ella se preparó para recibir la corrida.

—¡Trágate hasta la última gota! —le gritó Jack desde su puesto de observación.

Bramando, Lou empezó a eyacular en la boca de Lucy. Su descarga fue tan abundante como ella esperaba. Con los ojos cerrados, atragantándose con los potentes chorros de leche que se unían a las embestidas que él seguía propinándole, Lucy tragaba lo más deprisa que podía. Al fin, Lou se detuvo y descansó unos momentos, manteniendo el miembro dentro de la boca de la joven, que empezó a normalizar su respiración y a sentir en ese momento el sabor del semen: denso, ligeramente amargo y con regusto a amoniaco.

No tuvo tiempo de pensar mucho en ello, porque Lou se apartó del sofá y su puesto fue rápidamente ocupado por Jack, que le levantó las piernas, las apoyó también en sus hombros y la penetró de un solo movimiento. Lucy se sentía agotada y tenía la sensación de que su culo se había convertido en una especie de lugar de reunión, donde continuamente entraban y salían vergas tiesas. Levantó los ojos hacia Jack, en muda súplica de un momento de descanso, pero todo lo que vio fue su sonrisa perversa.

Desde luego, él se estaba dando cuenta perfectamente de sus sentimientos, pero sólo los utilizó para aumentar su estado de sumisión. Sacó la verga lentamente de su culo y la colocó sobre sus labios. Entregada y vencida, Lucy abrió la boca y permitió que él se la insertara despacio y le ofreciera de nuevo una obligada degustación de sus jugos anales.

Jack no le perdonó ni un minuto de acción en su propio turno. Le dilató el agujero del culo con sus entradas y salidas, y la obligó una y otra vez a limpiarle concienzudamente el miembro, con su lengua o con la parte interior de sus mejillas. Se divertía presionándolas desde dentro, de modo que la cara de Lucy se abultaba y la cabeza de ella giraba hacia un lado y otro siguiendo los movimientos caprichosos de él cuando le follaba la boca. A cada momento aumentaba la sensación de la joven de ser un juguete en sus manos. Al fin, la desposesión de su cuerpo llegó a un punto en que una inmensa sensación de paz y aceptación la invadió. Cerró los ojos, se relajó y se entregó por completo a la voluntad de él.

Ese fue el momento en que Jack, captando la situación con rapidez, hizo un pequeño cambio de posición. Manteniendo su recto ensartado, colocó un pie sobre el sofá, abriendo más las piernas de Lucy. Entonces, le cogió una mano y se la puso entre los muslos. Lucy abrió los ojos y le miró sorprendida. Jack le sonrió con inesperada amabilidad y dijo:

—Vamos, putita, acompáñame. Quiero ver cómo te corres como una perra. Quiero sentir tu culo de zorra ordeñándome.

Casi sin pensarlo, Lucy empezó a acariciarse los labios de la vulva, y en seguida su mano se dirigió al clítoris. Lo encontró duro y mojado, tan sensible que apenas lo rozaba sentía vibrar todo su cuerpo. Parecía increíble que todo el maltrato y humillación a que había sido sometida hubieran tenido el efecto de aumentar su capacidad de sentir placer. Su clítoris estaba tan tieso que ella notaba su dureza al pasar sobre él las yemas de los dedos, y de su coño brotaba un río de flujo que hacía enloquecedoramente suaves las caricias que se daba a sí misma. Se masturbó con total abandono, disfrutando ahora de las embestidas en su culo que tanto le había costado aceptar antes.

La verga de Jack la estaba haciendo gozar como jamás ninguna lo había hecho. Entre gemidos, Lucy se daba cuenta de que esto ocurría no sólo por lo que la hacía sentir, sino porque ella era muy consciente del intenso placer que estaba proporcionando a aquel hombre, de que él la bombeaba sin miramientos, atento sólo a su propia corrida y dejando que ella tomara lo que pudiera adaptándose a él. Al descubrirlo, su sensación de entrega fue tan abrumadora que no pudo contenerse ni un segundo más.

— ¡Uaaaaahhhhhhhh!— gritó mientas se corría en un salvaje orgasmo.

Con una última embestida, Jack enterró toda la longitud de su verga en el culo de Lucy, que tal como él había deseado se contraía rítmicamente, extrayendo su semen hasta las más lejanas profundidades del acogedor recto.

—Dios, Dios… —gimió Jack— toma, putón, toma polvazo, ¡toma leche, zorra!

Los siguientes minutos fueron para Lucy como un sueño. Cuando Jack la soltó, cayó casi desmayada sobre el sofá, percibiendo apenas la terrible sequedad de su garganta. Sintió un roce en su mano y entreabriendo los ojos vio que alguien le había puesto en ella una botella de agua fría. Bebió con delicia el fresco líquido, y sin fuerzas para moverse notó que la levantaban por el aire: giró la cabeza contra la superficie en que la apoyaba y percibió el contacto del pecho de Jack, su olor a sudor y a colonia, un olor tan acogedor como los brazos que la transportaban a través de la habitación. Se encogió como una niña buscando la seguridad de su fuerza y sintió cómo él la depositaba en la cama, sobre la cual quedó profundamente dormida.

[Continuará]