Ana y sus amigos

Ana sigue incursionando en un mundo que le atrae

Hola, acá de nuevo. Se me está haciendo muy entretenido lo de contar mis historias y experiencias. Cuando termino un relato y ya tengo otro en proceso y otro en mente.

Estaba cursando el tercer año del profesorado y si bien era aplicada en el estudio, como en otros órdenes, había una materia en la que venía atravesada. En esos tiempos se llamaba “teoría de la mecánica de los movimientos”, hoy creo que la cursan como “biomecánica”.

Era medio filtro; la titular, a la que voy a llamar Ingrid, era descendiente de alemanes y suponía que su materia era la más importante. Nos dió una serie de literatura como guía de estudios, pero era imposible leerlos sin poder disipar las dudas que se generaban sin ayuda de alguien. Había además un profesor ayudante y un alumno de 4º año que si bien estaba haciendo prácticas en colegios, oficiaba de tutor.

Esta mujer venía, daba su clase, que duraba unas dos horas, los martes y viernes, y teníamos una hora más con el profesor y el tutor.

Era una mujer muy bonita, pero la arruinaba con su humor y su cara de culo. No puedo negar que le dedicaba tiempo y esfuerzo a su clase, pero al momento de evaluar se ponía jodidísima y venían los aplazos.

Prácticamente al principio de la cursada noté que me miraba mucho. Sus ojos iban y venían por toda la clase, pero cuando se cruzaban con los míos, esa mirada duraba unos segundos más que el resto.

También lo notaron algunos compañeros y al cabo de un par de semanas ya todos daban por sentado que yo no le era indiferente.

El problema era que la situación me ponía nerviosa, no me gustaban las mujeres, o mejor dicho, no estaba en mi cabeza tener sexo con ellas.

Fue así que mis compañeros me empezaron a hacer bromas, decían que para aprobar iba a tener que comerme a la alemana, y hacían gestos poniendo los dedos en V y sacando la lengua entre ellos.

Las charlas y los chistes iban y venían todo el tiempo hasta que uno de ellos me dice que, bromas aparte, considere un encuentro. Yo le contesto que ni loca iba a hacer eso, que iba a estudiar y aprobaría la materia.

Siempre que me insinuaban que podía aprobar la materia si accedía a los supuestos deseos de Ingrid medio que me enojaba y después me quedaba pensando. Con los hombres podía ser reputa pero no entraba en mi cabeza besar a una mujer, y mucho menos chuparle la concha o tocarla, no me causaba otra cosa que rechazo.

Un día, Marcos, un compañero que estaba lindísimo y con el que había salido y tenido relaciones se sienta conmigo en el buffet, yo estaba tomando un café y comiendo un sándwich, tenía un hambre voraz. Empezamos a hablar de cualquier cosa hasta que salió el tema de la alemana, ya medio cansada le dije que la iba a aprobar, él me decía que era imposible y esto y lo otro y yo le retrucaba, hasta que en un momento me dice que quería apostarme algo y que no la iba a aprobar.

“Dale!”, le digo, y extendiendo la mano para dársela le pregunto: “qué jugamos?”.

“Uuhh, dejame pensar. ¿Que podemos apostar?, ¿puede ser cualquier cosa, o hay algo que no?, me pregunta.

“Mientras no sea un millón de dólares, ya que no los podría pagar, elegí cualquier cosa. La verdad que ni 5000 dólares podría jugar”, le digo riéndome fuerte.

“Bueno, se me puede ocurrir algo que no es dinero, pero no sé si te va”, dice.

“Decime que es y te digo, pero las apuestas tienen que ser audaces. Si apostamos un café, no sería una apuesta seria”, le contesto.

“Bueno, te quiero a vos!”, me dice.

“A mi?, y que queres apostar?”

“Coger con vos, un par de amigos y yo”, me dice y agrega “si estás tan segura que te va a ir bien esto no va a pasar.”

“¿Y yo que gano?”, pregunto.

“Pensa y decime lo que vos queres, pero pensalo, porque si estás tan segura de ganar no vas a tener que hacer nada.”

“Espera”, le digo, “hagamos una cosa, acepto tu propuesta pero con condiciones que te voy a decir, total no voy a perder. Lo que yo quiera que pagues vos te lo digo mañana o pasado a más tardar, dejame pensarlo bien. Y en el caso hipotético que pierda, quienes serían los otros?, ese par de amigos que dijiste?”, pregunté.

“Beto y dos amigos”, me dice.

“Pero tres no es un par”, le digo riéndome.

“Bueno, pero no sé si vendrán los tres”.

Yo me estaba calentando de solo pensar que me iban a enfiestar. “Y en qué pensas, o pensaron ellos?, Beto no me parece muy lanzado. Estás seguro que quiere estar?”. Pregunté. También había escuchado cosas de Beto y tenía curiosidad.

“Beto está recaliente con vos, en realidad quien no. Y es superdotado, y no me refiero a su inteligencia”, acota.

Yo me sonrío y me dice, “27 centímetros seguro”.

Ahí me reía. “Miralo a Betito”, le dije.

“Bueno, quedamos así. Acepto tu propuesta y te digo la mía mañana, seguro.”, nos dimos la mano. “Lo que si te pido es reserva, sabes?. A mi me puede gustar coger como cualquiera, o más, pero quiero cuidarme.”

“Quedate tranquila, nadie va a decir nada. Te lo prometo.”

Cuando se levanta para irse veo que tenía una erección importante también. Lo miro y antes de que me de un beso de despedida le digo, “por qué no tomamos un café y hablamos de otra cosa?, no te podes ir así.”, y con los ojos le señalo el bulto.

“Si, tenes razón “, se vuelve a sentar y agregamos dos cafés a la mesa y conversamos unos minutos más, al cabo de los cuales me dio un beso y salió.

A los dos días le dije mi parte de la apuesta, si yo ganaba él me tenía que llevar a una posada en el Tigre, del otro lado del Río y nos quedaríamos todo un fin de semana.

“¡No puedo hacer eso!, sabes que estoy saliendo con la Gata, que le digo?”, me dijo.

“Mira, eso es lo que yo quiero, lo que elegí, si no podes, listo, quedamos como estábamos. Aparte, la Gata tiene bastante imaginación y lo sabes, aburrida no se va a quedar.”

“Bueno, si, tenes razón, igual no voy a perder así que sigamos adelante”, y nos dimos la mano, un poco entre risas, en señal de que era una apuesta de juego y había que cumplirla.

No sabía qué era, pero la apuesta me habia colocado en otra vereda, si aprobaba, ganaba la apuesta y me iba un fin de semana a un hotel en un lugar de ensueño, y si perdía, me enfiestaban cuatro tipos de los cuáles dos no sabía nada, ni los nombres. En mi cabeza ya no estaba la posibilidad de ganar, quería estar con esos cuatro y me hagan lo que quisieran. Para ello, a las dos semanas de cerrar la apuesta me encontré con Marcos cuando terminamos de cursar. Acordamos un bar cercano porque la Gatita era muy celosa y él no quería kilombos. El kilombo era que si ella sospechaba alguna infidelidad se iba a acostar con el primero que se le cruce.

Llegué primero y me pedí un té mientras esperaba. A los cinco minutos veo a Marcos pasar por la ventana mirando hacia adentro y entró por la puerta.

“¿Como estás, linda?”, me dice en un saludo, “mira que ya no hay tiempo de arrepentimientos”.

“No, no es por eso que quería hablar, en realidad si, pero quiero proponerte algo por un lado y saber otra cosa”, le digo.

“Decime”, me dice él.

“Bueno, primero me gustaría saber quienes son los otros dos, y si los puedo conocer, los quiero conocer.”, le dije.

“Ani, confia en mi, no voy a hacer nada que te vaya a molestar, tampoco son dos tarados, lo que si te digo es que son grandes,…., de edad digo, más de 35 casi 40. Además quiero ver ese momento en el que te los presente, quiero ver tu cara, todo. Quédate tranquila.”, me dijo y agregó, “¿y lo otro.”

“Mira, esto me está poniendo nerviosa, quiero darle bola a la materia pero no avanzo, estoy como bloqueada, y si sigo así se que no la voy a aprobar. Lo que quiero es proponerte algo. Yo ya asumí que pierdo la apuesta, así que quisiera pagar la misma cuanto antes. Creo que después voy a estar más tranquila. Pero te aclaro que si llego a dar bien vos me tenes que pagar a mi lo que apostamos.”, le propuse, y creo que lo tomé por sorpresa porque me miraba y tardó en contestar.

“¿Y cuándo te parece?”, me pregunta.

“Cuanto antes mejor”, le dije.

“¿Dejame ver, te parece el otro sábado?, este no, el otro, así hablo con los otros.”

“Si, mejor un sábado, no tengo problemas”, le dije. “¿Y donde nos vemos?”.

“Uno de ellos vive solo en un condominio en Olivos y dijo que podemos ir ahí.”, me dice.

“Perfecto”, dije, “vos me llevas”.

“Si, claro.”

Terminamos el té y no seguimos hablando del tema. Nos despedimos y quedamos en coordinar todo para ese sábado.

El sábado anterior fui de shopping, me compré un conjunto de encaje negro, bien de puta, y una gargantilla también negra. Cuando volví a casa de mis padres me metí en la habitación y guardé todo en el fondo de mi cajón de ropa interior.

La semana transcurrió normal, para todos menos para mí, estaba demasiado ansiosa, tanto que el miércoles y jueves tomé media pastilla de un ansiolítico para calmarme.

El viernes me encuentro con Marcos y me dice que me esperaba a las 14 horas en la terminal de colectivos. “¿Podes venir medio de fiesta?”, pregunta.

“¿En el colectivo?, si, no hay problemas.”, le dije, y ahí nomás continué, “¿vos sabes lo que es viajar en bondi con una mini?, ni loca”.

“Es sábado, no creo que viaje mucha gente. Pero mejor hacemos así, te voy a buscar y listo”, dijo.

“Me parece lo mejor, y lo indicado, ya que me van a maltratar”, dije yo poniendo cara de víctima.

Seguimos conversando y tarminando de ajustar los horarios y me fui.

Esa noche casi no dormí, me probé el conjunto y me miraba al espejo, la verdad que me quedaba fatal.

A la mañana les dije a mis padres que tenía un cumple y que me pasarían a buscar y casi seguro me quedaba a dormir en lo de mi amiga.

Me preparé la cartera, puse en el fondo el conjunto, seleccioné un lápiz de labio rojo, rimmel, sombras, base y un delineador. También me armé un bolsito con un vestido bastante audaz, negro, cortito y con la espalda al descubierto, y un toallón.

Me puse un jean y una remera básica holgada, y me acomodé a esperar. No almorcé con el pretexto que iba a comer en la fiesta, -y cómo voy a comer, pensé-, y a la una menos cuarto pasó a buscarme.

Me senté, le di un beso y arrancamos. Cuando agarramos la ruta me pasé atrás y me saqué el pantalón, me puse el vestidito, saqué la remera y el corpiño y pasé el cordón por mi cabeza.

Le dije que me quedaba atrás y que me avise cuando falten 15 minutos. Me levanté la pollerita y revisé si sobresalía algún vello por la bombacha, estaba totalmente depilada. Los pezones se marcaban en el vestido. Cuando me avisa me arreglo apenas con un poco de color y me pinto los labios.

Ya estábamos llegando, frena para que pase adelante y nos anunciamos en la entrada. El portero nos indica dónde dejar el auto, bajamos y fuimos al dúplex. Llegamos y la puerta, que estaba entornada, se abre y nos recibe un hombre que se presentó como Alan, me dió un beso y me invitó a pasar, veo a otro hombre que se levanta y estirando la mano toma la mía, me da un beso y dijo que se llamaba Fernando, “Fer”, me dijo. Eran dos bombonazos, no sé como describirlos, pero bonita mirada y sonrisas, bien vestidos, se sentía un rico perfume en el ambiente. Yo estaba excitadísima, mis pezones querían perforar la tela del vestido, igual, por los costados se me veía todo, las tetas salían y se veía demasiado. Me parece que exageré, pensé, pero ya estaba, y en cuestión de minutos íbamos a estar todos en bolas.

“Estamos tomando champán”, me dice Alan alcanzándome una copa. “Beto debe estar por llegar”.

Marcos me invita a sentar en el sofá y nos ponemos a conversar, hablábamos de cualquier cosa hasta que Alan me señala sonriente el vestido, estaba con toda una goma afuera, la meto como puedo pero se veía ya la otra.

“Dejalas que lejos no van a ir”, acota.

Suena un teléfono y avisan que Beto estaba entrando.

Ya lo conocían, asi que empezada la charla les dije que me iba a cambiar. Me indican la habitación y el baño del primer piso. Me meto en el baño, me saqué todo y me puse el conjunto y la gargantilla. Retoqué mis ojos con delineador y color, me miré de todos lados en los espejos. El corpiño era de encaje, muy transparente, y la bombacha cola less. Moví el pelo con los dedos, tomé aire y salí, descalza.

Cuando bajé no me escucharon hasta que estaba con ellos. Me paré frente a Alan y lo besé, primero un beso corto, después uno más profundo, sentí una mano en mi espalda, otra en mi cola, me doy vuelta y lo beso a Marcos, en una voz apenas audible le digo, “gracias”. Beto me tocaba la concha por arriba de la bombacha, lo miro sonriendo y le agarro el bulto, lo sentí enorme. Fer ya estaba con la pija afuera y quería besarme, lo hizo apenas me separé de Marcos. Sacan mis tetas del corpiño y me pellizcan los pezones que estaban duros y grandes. Alguien me desabrocha el sostén y quedo con la tanga, me arrodillo y le empiezo a chupar la pija a Fer, los demás se sacaban toda la ropa. Cuando estuvimos todos desnudos les empecé a chupar la pija a los cuatro. Sus manos me tocaban toda y yo estaba toda mojada. Alguno me ató el pelo haciendo una colita. Beto se había sentado en el sofá y vi que lo que se decía era cierto, me acerqué, le bajé la piel y pasé la lengua por toda esa verga, me la metí todo lo que pude y lo empecé a coger con mi boca. Sentía manos y dedos por mi culo y mis tetas, y Alan me puso la cabeza de su pija en mi concha y empujó, entró y empezó a cogerme. Me dio unas cogidas salió y entró otra pija, y así estuvieron unos cuantos minutos. Las guarradas que me decían me hacían calentar más todavía. Me decían que era reputa, que me iban a coger hasta hacerme desmayar, de la leche que iba a tragar, de todo. No sabía de quién, pero siempre tenía una pija en la concha. En una lo miro a Beto, mientras se la chupaba, y le dije, “a esta hoy la quiero en el culo”.

Después se turnaron para que se las chupe a los demás. Parecía que regulaban para no acabar. Como a la media hora dicen de ir arriba. Subí como pude esa escalera, me iban metiendo dedos y manos por todos lados. Ya arriba me acuesto y se sube Fer y me empieza a coger, levanto mis piernas y las cierro en su espalda, mientras, le estaba sobando la pija a Beto. Se fueron turnando, me garchaban de frente, de espaldas, de costado. En un momento estabamos todos muy transpirados, yo especialmente. Alan trajo un balde con hielo y champán y soda. Yo les dije que me iba a duchar y me siguieron todos.

A los 20 minutos estábamos cogiendo de nuevo. Con Alan empezamos a hacer un 69. Me la tragaba entera a su pija. En un momento me pide que pare porque lo iba a hacer acabar. Siguió Marcos, nos empezamos a chupar y sentí un líquido en mi espalda, o en mi cola, mejor dicho. Después una mano empezó a desparramar ese aceite por mi cola, siguió tirando más y empezó a meter sus dedos en mi orto, dilatándolo. Alguien me abría los cachetes de la cola y otra mano trataba de meter más dedos, cuando lo hacía sacaba la pija de Marcos de mi boca y apretaba los dientes. Por un lado sentía algo de dolor, pero por otro quería que me revienten el culo.

Marcos salió de abajo mío y quedé arrodillada con el culo levantado. Sentía el aceite y dedos, pero después una escupida y una lengua empezó a pasar por todo el orto. Me chupaba y pasaba por todo el anillo y la metió varias veces. Al cabo de un ratito me empezó a puertear, era Beto. Entró su cabeza y se deslizó hasta el fondo. Parecía que tenía el tamaño justo. A todo esto yo gritaba como una loca y puteaba a todos pidiendo más pija. Salió Beto y entró Alan, luego Fer y después Marcos. Con Marcos nos dimos vuelta y me empezaron a coger por la concha, fueron turnándose, todos me la pusieron minimo dos veces y en cuanto podía se la chupaba al que me acercaba la pija.

Al cabo de un rato Alan dice, “bueno, se acerca la primer acabada del día”, me dice que me arrodille en el suelo y pone mi culo apuntando al techo. También me pone unas toallas en las rodillas.

Me empieza a penetrar por el culo y me da hasta que acaba, no dejó ni una gota afuero. Sentía su leche caliente en mi panza. Siguió Marcos haciendo lo mismo.

Después Fer fue el que me llenó de leche, sentía su pija latir adentro mío descargando todo. Cuando la sacó vino para que se la chupe y se la dejé limpita. Tenía que moverme con cuidado porque me sentía llena de leche.

Al final vino Beto, la metió y bastante semen se escurrió, resbalando por mis piernas y abdomen. Me empezó a dar maza, primero despacio, pero después más violentamente. Sentía que me penetraba o traspasaba, un placer único. Tan puta me sentía. Y siguió asi hasta que acabó, sentía también contracciones en su pija y sentía sus huevos moverse.

Esa acabada rebalsó. Me sentía llena. Los cuatro estaban rodeándome y yo llena de leche. Alan me dice, “aguanta un minuto”.

Agarra el balde donde estaba la botella de champán, lo vacía en el inodoro y lo pone abajo mío. “Ahora levantate despacio, vas a poner toda la leche en en balde”, dice.

Me empiezo a incorporar, primero con los brazos y sentí caer un chorro pesado de líquido en el balde. Escuchaba algunas risas y voces como de asombro. “Mira la nena cuanta leche da!”, dice Alan, mientras me sacudía la cola para que siga saliendo.

“Bieeeenn!”, sigue diciendo, mientras metía los dedos en mi concha para seguir sacando semen. “Que linda putona, mamita”, dijo Fer.

Cuando ya no salió más me ayudan a levantarme y vamos de nuevo al baño, me meten en la bañera y Alan me dice, “ahora te toca comer”.

Yo estaba sentada, abro la boca y empieza a volcar la leche que cayó casi directamente en mi garganta, y el final en toda mi cara. Seguía escuchando algunas risas, y alguien dijo que no podía tragar eso. Cerré la boca, hice algunos buches y finalmente empujé ese líquido espeso por mi garganta. Abrí la boca y saqué la lengua mostrando que no había nada. Alan abrió las canillas y se metió conmigo en la bañera diciéndoles a los demás que usen la ducha. Cuando el agua corría a una temperatura agradable, puso el tapón y nos quedamos enfrentados. En un momento me vinieron arcadas y vomité un poco, era todo semen lo que salió. Sacó el tapón, limpió con el duchador lo que pudo y un poco mi cara y lo volvió a colocar.

Puso un poco de espuma de baño y habremos estado unos 45 minutos así. Capaz menos. Salimos y me dió dos toallones. Salimos y ya el sol se estaba yendo.

Beto y Marcos estaban vestidos como para irse.

“Ehh, qué pasó?”dijo Alan. “Se van?”

“Si”, dijeron casi juntos.

“Tengo una cena y se me va a hacer tarde”, dijo Marcos, y me mira diciendo “vamos?, te llevo?”.

“Si”, le digo, y cuando voy a buscar mi ropa Alan me agarra del brazo y me dice, “quedate, yo después te alcanzo”.

Lo miro a Marcos que se encoje de hombros.

“Bueno, me quedo”, dije.

Beto se acerca a darme un beso y cuando lo iba a besar en la boca me esquiva y me da uno en la mejilla, no me daba cuenta del olor a leche que tenía en la boca.

Cuando se van y quedamos solo los tres, le dije a Alan que iba a pasar al baño. Me lavé los dientes y después tomé un poco de champán, pero el gusto, aunque menos, seguía ahí.

Me preguntaron a qué hora tenía que volver y les dije que no tenía problemas, así que acordamos seguir hasta el día siguiente y me llevaban antes del mediodía.

Pedimos (pidieron) unos sanguchitos de miga, que seguimos acompañando con champán, y a las 11 de la noche estábamos cogiendo de nuevo. Me estuvieron garchando casi sin parar hasta las 3 de la mañana, que les dije estaba cansada. En un momento fui al baño y tenía la argolla al rojo vivo. Tenía que darle un poco de paz.

Eso sí, a la mañana me despertaron con café y tostadas y cogimos una vez más. Me volvieron a hacer el culo los dos y me acabaron en la boca.

Me encantó como disfruté ese día.

Antes de las 12 ya estaba en casa.

A todo esto, en noviembre, aprobé la materia. Marcos se hizo el boludo y le dije que me debía una. Me dio como pena saber que la Gatita cogía con varios, y uno de ellos era Beto.