Ana y Sole

La tercera de las historias escrita hace tres años en la que narro las aventuras y desventuras de dos amigas que no estaban demasiado satisfechas de su vida sexual.

Ana María ( Ana ) es una chica morena, delgada y escultural, próxima a cumplir cuarenta años, separada hace menos de un año y madre de dos hijas. Además de disponer de un cuerpo perfecto, tiene una cara realmente guapa y en su boca casi nunca falta la sonrisa lo que, junto a su carácter abierto, inquieto y simpático, hace de ella un autentico bombón. María Consolación ( Sole ) es rubia, se encuentra en el umbral de los cincuenta años, lleva bastante tiempo separada, tiene un hijo y aunque su cara y su estatura son bastantes normales, está dotada, asimismo, de un buen cuerpo supliendo que sus tetas no son grandes con unos soberbios pezones que se la mantienen erectos y se la marcan a la perfección en la ropa, sobre todo cuándo no usa sujetador. Mientras a Ana la gusta vestir con elegancia pero sin llamar la atención y mantiene su zona genital bien poblada de pelos púbicos en los que a su marido le gustaba limpiarse el rabo tras correrse a Sole, que se preocupa en exceso de mantener su pubis depilado, la encanta lucir su tipo y sobre todo sus piernas poniéndose con mucha frecuencia faldas cortas ó pantalones muy ajustados. Por lo que ambas sienten una especial predilección es por usar ropa interior en tonalidad clara y las gusta ponerse sujetadores con poca tela y mucho encaje y los más diminutos tangas que encuentran en el mercado. Aunque tienen su ocupación laboral en distintas secciones de la oficina de su empresa, son compañeras de trabajo y tras lo habitual en estos casos, como es el empezar a hablar y salir juntas a desayunar, son amigas desde hace varios años.

En muchas ocasiones se habían visto desnudas, se habían masturbado tanto la una delante de la otra como mutuamente e incluso, se habían acostumbrado a mear de pie delante de su amiga que se limitaba a verla ó la acariciaba la raja vaginal mientras echaba su pis pero las dos mostraban una clara preferencia por la práctica sexual de tipo hetero.

Un día Ana se interesó por conocer la manera en que Sole, tras llevar muchos años separada, se satisfacía sexualmente y esta la informó que mantenía y a plena satisfacción de ambos, relaciones con su propio hijo que se encuentra muy bien dotado y que, al ser joven, dispone de una gran potencia sexual. Según la explicó, cuándo se acuesta con él lo más normal era chuparle el rabo a conciencia para que se corriera en su boca antes de proceder a penetrarla por vía vaginal para que, después de echarla un par de veces su leche en menos de medía hora, terminara por mearse en el interior de su coño cosa que, reconoció, la encantaba. Además no solía perder las oportunidades que se la presentaban para acostarse con un hombre de “buen ver y mejor follar” y como la gustaba llevar a cabo sus relaciones sexuales con la mayor discreción posible había optado por desplazarse algunos fines de semana a otras capitales en las que, al existir una mayor población, no la resultaba complicado encontrar compañía masculina, con sus oportunas sesiones sexuales, para uno ó dos días.

Ana, que no se escandalizó al saber que Sole se estaba acostando con su propio hijo puesto que no era el primer caso que conocía, se mostró especialmente interesada por el tema de los viajes con fines sexuales que efectuaba su amiga y la explicó que, desde joven, había llevado una vida sexual bastante activa pero que, tras tener a su segunda hija, la frecuencia e intensidad de sus relaciones habían disminuido de una manera importante sobre todo desde que se negó en rotundo a que su marido la penetrara analmente, decisión que la había supuesto que su cónyuge prestara más atención de la debida a algunas compañeras de su trabajo y que, en cuanto llegaba a casa, estuviera más pendiente de su ordenador y de su conexión a Internet que de ella. Sole la propuso arreglarlo todo para que las hijas de Ana pasaran un fin de semana en casa de algún familiar ó de alguna amiga y la pudiera acompañar en su próximo desplazamiento que se produjo una semana más tarde. Según lo previsto iniciaron su viaje a media tarde del viernes para regresar a sus domicilios a primera hora de la noche del domingo.

Como Sole se conocía bien los sitios fueron a algunas discotecas y zonas de copas donde las fue fácil entablar conversación con algunos chicos. Unas horas más tarde se ponían de acuerdo para escoger al que más las agradaba y tras asegurarse de que estaba dotado de un rabo con unas dimensiones más que aceptables y de que tenía suficiente potencia sexual como para correrse más de una vez y poder satisfacerlas, le ofrecían la posibilidad de pasar el resto de la noche con ellas en su hotel. Lógicamente, eran pocos, por no decir ninguno, los que dejaban de aceptar semejante oferta por lo que las dos mujeres disponían de un buen “instrumento” que chupar antes de dejar que las penetrara de forma que, mientras se follaba a una de ellas, la otra lo veía y participaba acariciando el ano, los huevos y la masa glútea al hombre. Como Ana, después de dar a luz a su segunda hija y pasarlo realmente mal en sus embarazos, había decidido no tener más descendencia optando por la ligadura de trompas y Sole, en la fase final de su proceso menopaúsico, sabía que era muy complicado que la dejaran preñada siempre que tuviera la precaución de evitar que el hombre la echara la leche tumbado sobre ella y con el rabo completamente introducido dentro de su almeja, sus parejas masculinas las soltaban unas abundantes cantidades de semen en el interior de sus chochos especialmente motivados por el hecho de que ninguna de ellas les hiciera la menor mención a que utilizara condón para metérsela. Por su parte, Ana y Sole se mostraban gratamente satisfechas y solían repetir con él otro día si, tras correrse varias veces, lograban que la echara a una de ellas una buena meada dentro de la seta.

Así estuvieron durante casi un año. Una vez al mes, en cuanto Ana se las apañaba para disponer del fin de semana libre, emprendían sus desplazamientos con fines sexuales. En el que fue su último viaje la noche del viernes estuvieron recorriendo una amplia zona de alterne. Aunque hablaron con muchos hombres, en vista de que a las cinco de la mañana no habían logrado dar con ninguno a su gusto regresaron al hotel y durmieron un rato. Se levantaron sobre las diez y tras ducharse, arreglarse y desayunar, decidieron aprovechar la mañana para visitar algunos comercios textiles. En uno de ellos se probaron y compraron unos vestidos cortos, con aberturas laterales en la falda, escotados y con la espalda al aire lo que las impedía ponerse sujetador. La única diferencia entre los dos vestidos fue que Sole lo escogió en color blanco con lentejuelas doradas mientras que el de Ana, sin ningún tipo de adorno, era en tono rosáceo. Además, adquiriendo unos minúsculos conjuntos de ropa interior en color amarillo. Después de comer volvieron al hotel donde, desde las cinco y hasta cerca de las diez, se echaron una buena siesta con la intención de, por la noche, ir descansadas a una discoteca céntrica en la solía haber mucho ambiente para intentar “ligar” con dos chicos jóvenes que se las cepillaran al mismo tiempo. Cuándo se despertaron se ducharon, se maquillaron y se pusieron los tangas de color amarillo y los vestidos que habían comprado por la mañana con los que a ambas y especialmente a Sole, se las marcaban a la perfección las tetas y los pezones. A las once y medía salieron del hotel. Después de cenar unos bocadillos sentadas en la barra de una cafetería y tomarse un cubalibre para ponerse a tono, fueron a la discoteca que tenían pensada en donde no tardaron en tener a varios “moscones” a su alrededor ni en dar con los candidatos perfectos para sus propósitos ya que un par de chicos, Alvaro y Marcos, las demostraron que, aunque sólo disponían de dos, tenían más actividad con sus manos que un pulpo puesto que, a pesar de que Ana y Sole intentaban impedirlo, no dejaban de tocarlas por encima de sus vestidos sin importarles que les viera la gente. Estuvieron bailando con ellos durante un buen rato hasta que, con el propósito de descansar y tomarse una nueva consumición, aceptaron su propuesta de sentarse en un rincón en el que no era preciso hablar a gritos. Los chicos no tardaron en ponerse pesados pidiéndolas que, al igual que habían consentido otras dos chicas que se encontraban en aquel lugar, Ana y Sole les permitieran bajarlas los tirantes del vestido para dejar sus tetas al descubierto y poder tocárselas y mamárselas. Ambas accedieron y hasta se pusieron bastante calientes mientras los chicos se daban un buen “lote”. Más tarde y con intención de poder sacar mejor partido de ellas, las volvieron a colocar bien el vestido y mientras las besaban en la boca, las hicieron abrir las piernas para meter su mano entre la corta falda y el tanga y comenzar a tocarlas la entrepierna antes de separar la parte textil de su prenda íntima de la raja para proceder a acariciarlas el coño y masturbarlas, satisfechos y muy sonrientes, con la ayuda de dos de sus dedos que movieron a gran velocidad hacía dentro y hacía afuera hasta lograr que, primero Ana y unos segundos después Sole, se corrieran. Enseguida las extrajeron los dedos y después de hacer que las féminas se los chuparan y asegurarse de que habían llegado el clímax inmersas en un gusto muy intenso, los chicos decidieron intercambiar su posición para acariciar el órgano sexual a la otra mujer y volver a masturbarlas siendo, una vez más, Ana la primera en alcanzar al orgasmo. Así siguieron hasta que, cerca de las cuatro de la mañana y cuándo tanto Ana como Sole se habían corrido en cinco ocasiones, les hablaron de rematar la faena pasando juntos el resto de la noche en la habitación con dos amplias camas de que disponían en el hotel en que se alojaban. Alvaro y Marcos se apresuraron a cubrirlas la almeja con la parte textil del tanga y sin dejarlas que fueran al water, a pesar de decirles que tenían necesidad de mear, salieron del local. Una vez en el exterior ambos las tocaron repetidamente el culo por encima de sus vestidos y se encaminaron hacia el hotel pasándolas su brazo derecho por el hombro y haciendo que ellas les sujetaran por la cintura. Pero por el camino la necesidad de mear de Ana se hizo bastante imperiosa por lo que, a propuesta de los chicos, se desviaron de su recorrido para ir a un solitario parque donde las mujeres, colocándose detrás de un banco, se bajaron los tangas, se subieron la falda y se pusieron en cuclillas para echar unas copiosas y largas meadas mientras los chicos las miraban muy atentos y complacidos. En cuanto acabaron de echar su pis, Alvaro y Marcos se agacharon para, con la disculpa de secárselo con la palma de sus manos, acariciarlas el chocho y tras ayudarlas a incorporarse, se apresuraron a quitarlas el tanga con los que se quedaron a pesar de que Ana había empapado el suyo ya que, antes de colocarse en posición y al no haber podido aguantarse más, se la había salido el primer chorro de pis. Haciendo que se sentaran en el banco con las piernas muy abiertas y los pies colocados en el asiento, los chicos las levantaron la falda y las apretaron durante varios minutos la seta haciendo que, en pequeños chorros, echaran más pis. Después las metieron dos dedos y las volvieron a masturbar con energía y movimientos muy rápidos hasta conseguir que, las dos casi al mismo tiempo, llegaran al orgasmo. En cuanto las sacaron los dedos y viendo que estaban realmente salidas, se apresuraron a quitarse el pantalón y el calzoncillo y quedándose con el culo al aire, dejaron que les tocaran y movieran con sus manos sus respectivos rabos diciéndolas que iban a tener ocasión de comprobar sus dimensiones y dureza. En cuanto los tuvieron en las debidas condiciones hicieron que Ana y Sole se sentaran bien y ellos mismos las metieron el rabo en la boca. Las chicas, entusiasmadas, se los chuparon con ganas. Alvaro y Marcos tardaron menos de cinco minutos en correrse y al hacerlo las agarraron con fuerza del pelo para obligarlas a tragarse la leche según se la iban echando. Las dos mujeres siguieron chupándoselo durante varios minutos más y a continuación, volvieron a moverles el rabo con su mano al mismo tiempo que les acariciaban los huevos hasta que Alvaro, sin avisar, regó con su pis la cara y el vestido de Sole. Marcos, colocándose de rodillas entre sus piernas, se dedicó a comerla el coño a Ana mientras Alvaro, en cuanto terminó de echarla su meada, hizo que Sole se levantara y abrazándola, empezó a besarla al mismo tiempo que la obligaba a abrir sus piernas para restregar su “instrumento” en la entrepierna de Sole. Una vez más, Ana llegó el clímax con suma rapidez y Marcos, sentándose a su lado, la pidió que, poniéndose a cuatro patas encima del banco, se la volviera a chupar ya que estaba muy excitado y necesitaba echar más leche cosa que, echándosela en la boca y en la cara, hizo pocos minutos más tarde tras ponerse completamente “burro” viendo como Ana alcanzaba un nuevo orgasmo mientras la masturbaba con tres dedos al mismo tiempo que ella le chupaba el rabo. Después de que Ana se limpiara la cara y mientras contemplaban como Sole le efectuaba una cabalgada vaginal a Alvaro, que se había tumbado en el suelo, Ana se volvió a sentar en el banco y procedió, una vez más, a movérsela a Marcos con su mano hasta que este se meó de manera abundante. Quiso echarla el pis en el canalillo de sus tetas pero Ana, bastante enfadada, se negó y hasta opuso resistencia para impedir que llevara a cabo lo que pretendía. Pocos segundos después Alvaro se corrió y la echó una buena cantidad de leche a Sole que no tardó en incorporarse para, arrodillándose a su lado, chuparle el rabo. Unos minutos más tarde los cuatro, tras vestirse, volvieron a dirigirse hacía el hotel en el que se alojaban Ana y Sole pero, antes de salir del parque, los chicos se detuvieron al percatarse de que una pareja estaba follando detrás de unos matorrales. Después de buscar la mejor ubicación para verlos y arrastrando con ellos a Ana y Sole, contemplaron como una chica muy joven y sin más ropa que un tanga negro, le realizaba una soberbia mamada a un chico que, completamente desnudo, se encontraba tumbado en el suelo y la masturbaba con varios dedos. Ana y Sole, al haberse quedado los chicos con sus tangas, no tardaron en notar que Alvaro y Marcos las metían la mano por debajo de la falda para tocarlas el culo y la almeja mientras, en absoluto silencio, contemplaban el espectáculo. De repente, la joven que le estaba haciendo la mamada al chico se detuvo y tras mirar a su alrededor, se quitó la parte textil del tanga de la raja, se colocó encima de él, se metió el rabo totalmente tieso dentro del chocho y empezó a moverse. El hombre se debió de correr con rapidez ya que la chica no tardó en incorporarse ligeramente para mearse encima del rabo mientras el chico la acariciaba la seta. Después se colocó, de nuevo, a cuatro patas al lado del chico para volver a chuparle el rabo al mismo tiempo que le acariciaba los huevos mientras el hombre la obligaba a abrir las piernas para tocarla el coño y el culo. Ana, Sole y los dos chicos, tras ver que la fémina se volvía a correr, decidieron continuar su camino en el que, aprovechando que las calles estaban prácticamente desiertas, Alvaro y Marcos se dedicaron, una y otra vez, a meterlas la mano por debajo de la falda. Cuándo se encontraban cerca de la puerta del hotel Alvaro mencionó que podía llamar a uno de sus amigos para que les dejara llevar a cabo su relación sexual en una vivienda que tenía desocupada y en la que, al usarla como “picadero”, disponía de un buen número de juguetes con los que podían darlas un mayor placer. Ana y Sole aceptaron y mientras Alvaro se separaba de ellos con intención de realizar un par de llamadas, Marcos las hizo ponerse de cara a la pared para levantarlas la falda y agachándose, volver a acariciarlas y tocarlas sus partes más intimas. Viendo que estaban calientes procedió a masturbarlas al mismo tiempo y en cuanto se corrieron, Ana como siempre la primera, obligó a Sole a bajarle el pantalón y el calzoncillo para que, mientras esta se le movía el rabo con su mano y Ana le acariciaba los huevos, contemplaran lo rápido que se le volvía a poner duro y tieso. Cuándo estaba con el “instrumento” como una autentica piedra, se les acercó Alvaro, que tras atraer a Ana a su lado y dedicar un par de minutos a pasarla tres de sus dedos por la raja vaginal, les dijo que su amigo había aceptado la propuesta con la condición de estar presente. Aunque las contrarió, a Ana y Sole tampoco las importaba demasiado que un tercer chico las viera en plena acción mientras sus dos amigos se las follaban. Esperaron a que Marcos, al que Sole seguía moviendo el rabo, se corriera echando unos chorros de leche abundantes y largos mientras veía mear a Ana que volvió a soltar su pis y en esta ocasión de pie, a cuenta de la presión que la mano de Alvaro hacía en su vejiga urinaria. Una vez que Ana se la chupó a Marcos durante unos minutos y en cuanto este se vistió, se dirigieron hacia un aparcamiento subterráneo donde recogieron el coche de Alvaro para desplazarse hasta la casa deshabitada de su amigo que, según las dijo Marcos, estaba situada a las afueras.

Aunque no había circulación, las pareció que no llegaban nunca y el desplazamiento se las hizo interminable a pesar de que Alvaro y Marcos las entretuvieron hablándolas de que trabajaban en la construcción lo que les permitía estar ocupados durante una temporada para después descansar unos cuantos meses cobrando el paro y de que su diversión favorita, cuándo el tiempo lo permitía, era aprovecharse de las apreturas del metro para “meter mano” a alguna chica que, vistiendo falda corta, les gustara. Reconocieron que casi siempre y aprovechando que la velocidad se reducía considerablemente al entrar en las estaciones, conseguían su propósito de levantarlas la falda y tocarlas el culo por encima de la braga. Aunque muchas veces se habían visto obligados a abandonar el vagón entre un montón de insultos, en más de una ocasión habían tenido éxito al dar con una fémina lo suficientemente salida como para permitir que la tocaran y que, tras sacarse ambos el rabo al exterior a través de la bragueta de sus pantalones y situándose Marcos delante de ella y Alvaro detrás, la mujer le hiciera una paja a Marcos, que se ocupaba de bajarla un poco el tanga ó la braga para, después de acariciarla la almeja, masturbarla mientras Alvaro, subiéndola la falda por detrás, la colocaba el rabo en la raja del culo y se apretaba a ella al mismo tiempo que metiendo sus manos por debajo de su ropa la tocaba las tetas. Entre risas recordaron que más de una se había meado de gusto e incluso, se había pasado de su destino al encontrarse en pleno orgasmo ó estar más pendiente de que Marcos echara la leche. Reconocieron, no obstante, que para contar con más posibilidades de éxito lo mejor era intentarlo los domingos a primera hora de la mañana ya que, entre las seis y las ocho, era muy fácil encontrarse con alguna chica joven que, medio borracha y bastante salida, volvía a su domicilio ó cualquier día laborable por la noche cuándo en el metro apenas viaja gente. Según las contaron y especialmente las madrugadas de los domingos, se habían cepillado a una ó dos chicas tanto dentro del tren como fuera de él. Cuándo no hace calor suelen buscar a “golfillas” en la salida de los colegios que, a cambio de una pequeña cantidad de dinero con la que poder recargar el móvil y un paquete de tabaco, les hacen una buena mamada antes de dejar que, tras tocarlas, las masturben para terminar metiéndosela vaginalmente. Alvaro comentó entre risas que casi todas eran unas putitas guarras puesto que se meaban de gusto antes de llegar al primer orgasmo. Sole se interesó por conocer si entre ellos mantenían relaciones homosexuales y Marcos las contestó que hacía mucho tiempo que no recurrían a ello pero que ambos se la habían chupado mutuamente e incluso, se habían dado por el culo. Las hablaron, a continuación, de que a la zona a la que se dirigían la llamaban la “barriada del mete-saca” puesto que se trataba de un montón de viviendas antiguas que estaban desocupadas y que los propietarios, para evitar que se convirtieran en feudo de los “okupas”, habían vendido, por edificios y por pisos, a precios irrisorios. Algunos habían comprado los locales para poder ensayar con sus conjuntos musicales; otros habían arreglado las viviendas para alquilarlas por horas a las parejas que, sin lugar donde poder hacerlo, deseaban mantener relaciones sexuales en plan cómodo y discreto y los más, como su amigo, habían comprado un piso para tener un sitio en el que poder reunirse y llevar a cabo sus contactos.

Cuándo, por fin, llegaron vieron que, tal y como las habían dicho Alvaro y Marcos, además de encontrarse en un lugar aislado, la inmensa mayoría de las casas evidenciaban que estaban desocupadas. Al salir del coche observaron que el otro chico les esperaba en el portal. En cuanto se percató de su presencia se acercó a ellas y después de darlas unos besos en la mejilla, se apresuró a tocarlas, en plena calle, las tetas por encima de su ropa haciendo mención a lo sumamente bien que se las marcaban los pezones y a levantarlas la falda para tocarlas el chocho. Después se colocó detrás de ellas para, mientras subían por una escalera mal iluminada, recrearse viéndolas el culo y la seta e incluso las sacó algunas fotografías con su móvil. Al llegar al tercer piso, que era donde estaba emplazada la vivienda, Ana y Sole se encontraron con una desagradable sorpresa ya que, tras abrir la puerta y encontrarse con una música de lo más estridente que se escuchaba desde la calle, Alvaro y Marcos las empujaron para hacerlas entrar con rapidez viendo que se trataba de un piso de dimensiones reducidas donde un nutrido grupo de hombres, la mayoría desnudos y muy jóvenes, se abalanzaron sobre ellas para quitarlas el vestido y obligarlas a tumbarse en unos colchones sucios y viejos donde, después de inmovilizarlas sentándose encima, las hicieron abrir las piernas y las ataron con cuerdas de pies y manos a unas anillas que tenían preparadas en la pared. Mientras unos las tocaban las tetas, apretándoselas con tal fuerza que en varias ocasiones las hicieron gritar de dolor, el coño y el culo, otros las obligaron a turnarse en chuparles el rabo amenazándolas de que si no se lo hacían con esmero podían acabar con la cara marcada. Sin posibilidad de oponer la menor resistencia ni de que nadie acudiera en su ayuda ya que el resto del edificio estaba deshabitado y el volumen de la música hacía imperceptibles sus gritos, no las quedó más remedio que resignarse a su suerte. Ana y Sole tuvieron que permitir que las masturbaran más que a conciencia antes de que las hurgaran tanto anal como vaginalmente con todo tipo de objetos. Después las obligaron a levantar el culo para que Marcos las pusiera varios enemas anales, uno detrás de otro, mientras dos chicos las acariciaban la almeja con energía y entre enema y enema, las mantenían bien cerrado el ano con sus dedos hasta que, viéndose reventar, no pudieron aguantarse más y a pesar de la fuerza que hicieron los chicos con sus dedos para tratar de evitarlo, se cagaron. Durante varios minutos y entre el regocijo general del grupo, su mierda salió de forma más que abundante, a chorros y sin parar acompañada del líquido blanco de los enemas para ir cayendo a bastante distancia al mismo tiempo que se meaban con intensidad y al más puro estilo fuente. Ana y Sole, mientras se recuperaban del esfuerzo que las supuso, vieron que una parte de los hombres que allí estaban eran extranjeros. Sole fue la primera que tuvo que dejar que uno de ellos se la follara ya que un hombre alto, negro y provisto de un rabo descomunal, se colocó entre sus abiertas piernas con la clara intención de penetrarla. El hombre la agarró con su mano derecha la cara y apretándosela con fuerza y rabia la dijo que se encontraba especialmente motivado para joder a una zorra española después de que su madre, su hermana y hasta su novia hubieran tenido que echarse a la calle para poder subsistir dejando que los cabrones españoles se las cepillaran a su antojo. Después de pasarla varias veces su “instrumento” por la raja, hizo fuerza y se la metió hasta el fondo. El descomunal tamaño hizo que, tras superar la incomodidad y molestias de los primeros momentos, Sole no pudiera evitar sentir un placer realmente intenso y hasta correrse en dos ocasiones antes de que, entre insultos, sintiera caer en lo más profundo de su chocho unos espesos y largos chorros de leche. El hombre negro no tardó en sacársela y liberándola de sus ataduras, la obligó a chupársela antes de hacer que se colocara a cuatro patas para volver a introducírsela vaginalmente y obligarla a colaborar con sus movimientos. Para Sole el tiempo que empleó con ella, corriéndose otra vez dentro de su seta y dándola un gusto increíble con su descomunal rabo, fue lo más agradable de todo aquel periodo en que, sin descanso, fueron ultrajadas. A las dos las penetraron, repetidamente y uno tras otro, tanto por delante como por detrás mientras las corridas eran, por lo general, bastante frecuentes y rápidas. A pesar de que Sole no tenía demasiada experiencia en la penetración anal aquella no fue su primera experiencia sexual por el culo mientras que Ana, a la que volvieron a atar tras obligarla a darse la vuelta para acostarse boca abajo, tuvo que soportar completamente desesperada que la encularan una y otra vez hasta correrse en su interior. Mientras uno de ellos, dotado de un rabo muy gordo, la daba por el culo sufrió un desgarro anal y al sentir un dolor muy intenso, perdió el conocimiento lo que al hombre no le importó ya que, sin inmutarse, siguió hasta echarla la leche. Cuándo se la sacó y como Sole se puso histérica viendo que su amiga no se movía y además sangraba por el culo, Alvaro y otros dos chicos se apresuraron a atenderla. Un cuanto recobró el conocimiento la obligaron a tomarse y de un solo trago un vaso lleno de whisky para que “volviera e entonarse”. El que, a cuenta del desgarro, sintiera dolores no fue obstáculo para que la obligaran a ponerse a cuatro patas de manera que, debidamente atada, otros dos hombres la dieran por el culo hasta correrse abundantemente. En vista de que la hemorragia anal cada vez era mayor los chicos optaron por dejar de encularla lo que originó que Ana se hartara de chupar rabos y de recibir en su boca y en su cara un buen número de corridas y meadas antes de que el hombre negro que tanto gusto había dado a su amiga se la metiera vaginalmente. Mientras tanto, medía docena de chicos decidieron turnarse para penetrar a Sole al mismo tiempo uno por el coño y otro por el culo. Cuándo todos ellos quedaron satisfechos, comenzaron a mearse encima de ellas, a escupirlas y a llamarlas golfas y putas sobre todo después de que, apretándolas con sus manos sus órganos sexuales, Alvaro y Marcos las obligaran a echar una gran cantidad de pis. Al menos tuvieron la delicadeza de darlas una botella de agua para que repusieran líquidos y aunque no dejaban de tocarlas, se pudieron recuperar un poco antes de que, liberándolas de sus ataduras, las permitieran, entre nuevos insultos, ponerse sus vestidos, el de Sole casi desgarrado. De repente, uno de ellos, que no había dejado de beber en toda la noche, se abalanzó sobre Ana a la que empujó haciendo que perdiera el equilibrio para, en cuanto estuvo en el suelo y sin dejar de llamarla puta y zorra, darla un montón de patadas, varias de ellas en su zona vaginal, al parecer porque se había quedado con las ganas de metérsela por el culo puesto que el resto de sus amigos habían decidido dejar de penetrarla analmente justo cuándo le correspondía hacerlo a él. Cuándo lograron reducirlo y a pesar de que Ana se retorcía de dolor después de la gran cantidad de patadas que la había dado y que la hizo comentar que entre unas cosas y otras no iba a salir viva de allí, la ayudaron a levantarse y las hicieron desalojar con rapidez la vivienda y el edificio para obligarlas a entrar en una furgoneta dedicada al reparto de prensa con uno de los chicos al volante y otros cinco en la parte de atrás con ellas. Dos de ellos, de origen brasileño ó portugués, se habían quedado con ganas de más y tras movérsela con sus manos, no les importó que Ana siguiera quejándose y retorciéndose de dolor para, contando con la colaboración de los otros tres, aprovechar que iban a emplear cerca de medía hora en el desplazamiento y meterlas una vez más el rabo, uno de ellos por el culo a Sole y el otro vaginalmente a Ana. Les costó correrse pero una vez que ambos las echaron la leche y las sacaron el rabo, el conductor redujo la velocidad del vehículo para que, sin llegar a detenerse, los otros abrieran la puerta central derecha y empujándolas obligaran a Ana y Sole a abandonar la furgoneta haciendo que cayeran boca abajo en la acera mientras escuchaban que, a voces, las llamaban insultaban. Levantando su cabeza observaron como el vehículo, con sus seis ocupantes dentro, desaparecía a toda velocidad.

Después de comprobar que, a cuenta de la caída, no habían sufrido más daños que algunos roces y las clásicas heridas en piernas y rodillas y que sus vestidos cada vez estaban más deteriorados, sobre todo el de Sole que, al habérsela roto los tirantes, se la caía constantemente y dejaba al descubierto sus tetas, comprobaron que, desorientadas y revueltas tras haber sido reiteradamente forzadas sexualmente durante las últimas horas, no sabían, a ciencia cierta, donde se encontraban por lo que preguntaron a dos hombres mayores, más pendientes de ver las tetas a Sole que de informarlas, por la dirección en la que debían de encaminarse para llegar a su hotel que estaba bastante próximo. Para colmo de males, a Ana, seguramente a cuenta de las patadas que recibió en su zona vaginal, la bajó por el camino y de una forma muy aparatosa, la regla sin poder hacer nada por evitar que la sangre menstrual se deslizara por sus piernas mientras que Sole, tras la última y brutal penetración anal de la que había sido objeto en la furgoneta, se veía afectaba por un proceso diarreico de bastante intensidad que la obligaba a buscar las esquinas donde, en cuclillas y sin la menor intimidad, expulsaba verdaderos montones de mierda líquida y maloliente sin explicarse que, después de la gran cantidad de enemas anales que las habían puesto, aún la pudiera quedar caca en su intestino. Cuándo, finalmente, llegaron al hotel lo primero que hicieron fue ducharse para, acto seguido, acostarse con intención de descansar pero entre que Sole tenía que levantarse cada diez minutos para ir al water y que a Ana no la dejaban parar los dolores vaginales, no tardaron en levantarse y vestirse adecuadamente. Sole se tomó tres comprimidos de FORTASEC para intentar cortar su diarrea mientras que a Ana, permaneciendo sentada y quieta, la fueron desapareciendo, poco a poco, los dolores. Más tranquilas se felicitaron de haber sido precavidas dejando en la caja de seguridad de la habitación su documentación, móviles, tarjetas de crédito y una parte del dinero puesto que, tras varias horas follándoselas sin parar y la agresión final sufrida por Ana, no se habían dado cuenta de recoger sus bolsos. A las doce y cuarto y viendo que la hemorragia anal de Ana iba a más decidieron, tras una nueva visita de Sole al water, salir a la calle para, en principio, recurrir a una farmacia donde, haciéndolas pasar a la trastienda, las atendió la farmacéutica que, con suma amabilidad, las curó las contusiones y heridas que tenían en sus piernas y rodillas y examinó el desgarro de Ana ocupándose de limpiar la herida y detener la hemorragia. Pero, al no gustarla su estado, las indicó que aquello no se iba a curar con una pomada cicatrizante y que, lo más probable, es que necesitara unos puntos de sutura por lo que las aconsejó acudir y antes de que se infectara, a las urgencias de un centro médico. La farmacéutica las explicó detenidamente donde se encontraba el más cercano y se fueron andando hacia allí. Atendieron a Ana con bastante rapidez pero, tras ver el desgarro anal, decidieron examinarla metódicamente mientras, lo mismo que Sole, se veía obligada a explicar una y otra vez que aquello se lo había producido de una forma fortuita y que, lo mismo que su irritación vaginal la provocaba que no fuera capaz de retener la salida casi constante e incontrolada de su pis, era consecuencia de una orgía sexual en una noche completamente loca. Los médicos, aunque al examinarla vaginalmente encontraron en su interior mucho semen reciente, no se mostraron muy conformes con las explicaciones que recibían y uno de ellos se interesó por conocer los motivos por los que a Ana la habían arrancado, tirando de ellos, un buen número de pelos púbicos. Sole, que tuvo que permitir que la examinaran para verificar que a ella no la había sucedido lo mismo puesto que iba completamente depilada, lo justificó diciendo que había sido como una especie de trofeo para uno de los hombres que, horas antes, se la había cepillado pero el médico la contestó que no lo entendía ya que lo normal hubiera sido que se los cortara con la ayuda de una tijera y que tampoco entendía los motivos por los que Ana sufría su segundo ciclo menstrual en menos de dos semanas. Al final y viendo que el dolor aumentaba hasta el punto de hacer llorar a lágrima viva a Ana, más por compasión que por convencerles las explicaciones que estaban recibiendo, la inyectaron en el brazo izquierdo dos tipos de calmantes y la dieron los puntos de sutura. Después uno de los médicos las dijo que si las había sucedido algo malo en las últimas horas tenían la obligación de ponerlo en conocimiento de la policía y aconsejando a Ana que, para evitar el roce, no usara braga ni tanga hasta el momento, en torno a nueve ó diez días, en que se la cayeran los puntos, optó por darla una caja de calmantes en comprimidos para que tomara dos cada seis horas y mandarla ir a la consulta de su médico de cabecera en cuanto regresara a su lugar de residencia, lo que hicieron y sin comer en cuanto, pasadas las cuatro y medía de la tarde, salieron del centro médico y después de descartar el presentar la denuncia que las había aconsejado el médico por las consecuencias que, sobre todo para Ana, podría tener; recoger sus cosas en el hotel; pagar la factura que, al abandonar la habitación por la tarde, incluyó la noche del domingo y ver que los puntos, aunque la tiraban, la permitían sentarse al volante de su coche y conducir.

Aquella mala experiencia acabó con sus viajes en busca de relaciones sexuales y aunque afectó a ambas, fue Ana la que peor lo pasó sobre todo porque, además de perder su virginidad anal, acabó con un siempre incomodo y molesto desgarro anal que la obligó a estar durante varias semanas enseñando el culo a los médicos y con una infección vaginal que comenzó en la parte inferior del útero y se extendió con rapidez a la vejiga urinaria provocándola escozor, una importante incontinencia urinaria y varias cistitis casi seguidas. Como era paciente mía puesto que la había efectuado más de una exploración y varias revisiones, la había atendido durante sus embarazos y la preparé convenientemente cuándo decidió hacerse la ligadura de trompas, me ocupé de solucionar su infección e incluso, en un par de ocasiones, me interesé por comprobar que, aunque más lentamente de lo que Ana deseaba, el desgarro anal iba cerrando. Pero lo que, en principio, me pareció una infección sin demasiada importancia y fácil de solventar, se complicó y Ana tuvo que acudir con regularidad a mi consulta durante algo más de cuatro meses. La escasa actividad sexual que llevaba a cabo con su marido la vino de maravilla para no tener que darle explicaciones ya que, al seguir negándose a que la metiera el rabo por el culo, no llegó a percatarse del desgarro anal y de lo único que se dio cuenta es de que Ana estaba pendiente de poner un salva slip en cada braga que usaba ya que en cuanto andaba un poco más deprisa de lo normal se la salía el pis y que dos ó tres noches y sin darse cuenta, se meó en la cama lo que justificó con las cistitis que sufría y la incontinencia urinaria que la producían. Pero estas dolencias hicieron que, durante algo más de un mes, su marido volviera a mostrar mucho interés por penetrarla vaginalmente puesto que le excitaba que no pudiera contener sus meadas y que, con sus movimientos de mete y saca, mientras se la follaba echara su pis en cortos pero intensos chorros. En cuanto Ana mejoró su marido volvió a mostrarse bastante apático en el terreno sexual.

Superado el trauma y la infección vaginal de Ana, volvieron a relacionarse entre ellas pero, una vez más, limitándose a tocarse, masturbarse y cuándo estaban realmente calientes, mearse delante de su amiga mientras esta la acariciaba la raja. Pero su relación sexual lesbica no acababa de consolidarse y a pesar de lo que las había ocurrido, continuaron pensando en satisfacerse por medio del sexo hetero. Sole llevaba varios meses en que, aparte de acostarse regularmente con su hijo, sólo se hacía y una ó dos veces a la semana, unos dedos por la noche en la cama mientras que Ana, con su deseo sexual bastante menguado y exceptuando durante el periodo en que su incontinencia urinaria fue más acusada en que su marido supo sacar buen provecho, mantenía unas relaciones mínimas. Las dos se mostraban contrariadas a cuenta de la situación que estaban atravesando y Sole, que es muy lanzada, decidió proponer a su amiga que se acostara regularmente con su hijo a cambio de que ella pudiera hacer lo propio con su marido. Ana se lo pensó pero no tardó en decidirse al ver que era una buena oportunidad para lograr que su cónyuge terminara con la relación sexual extramatrimonial que, como suponía, estaba manteniendo con una joven compañera de trabajo por lo que decidió aceptar. De esta manera, en cuanto Fernando, el hijo de Sole y Luís Carlos, el marido de Ana, sin dudarlo un momento, dieron su aprobación pero sin aceptar que, como pretendían las féminas, Sole estuviera presente en las relaciones que Fernando llevara a cabo con Ana ni que esta última lo hiciera en los contactos entre Luís Carlos y Sole, Ana comenzó a acostarse con Fernando al que le gustaba, que al igual que su madre, le chupara el rabo hasta que se corría para, acto seguido, metérsela vaginalmente y tras echarla la leche otras dos veces, mearse dentro de la almeja de Ana a la que, después, masturbaba durante un buen rato hasta que la amiga de su madre se mostraba muy complacida y satisfecha. El marido de Ana encontró en Sole una magnifica aliada para cabalgarle vaginalmente y aunque no se lo permitía con la frecuencia que él quería y se veía obligado a aprovechar los momentos en que estaba realmente salida, poder darla por el culo que era su “asignatura pendiente” con Ana. A Luís Carlos se le ocurrió un día comprar una braga-pene con el propósito de que, colocado a cuatro patas, Sole se pusiera detrás y tras meterle hasta el fondo el pene de la braga en el culo, se echara sobre él para que, con las tetas bien apretadas a su espalda y sin dejar de moverse, le realizara una paja con una de sus manos al mismo tiempo que con la otra le acariciaba los huevos. Con semejante actividad sexual Luís Carlos se excitaba muchísimo y aunque le costaba, lograba correrse por tercera vez echando una gran cantidad de leche que, a través de las manos de Sole, acababa en la sábana. Sole, tras la corrida, le forzaba un poco más tanto el culo como el rabo y en cuanto dejaba de meneárselo y le sacaba el pene del culo, Luís Carlos se iba a todo correr al water para cagar inmerso en un intenso gusto. Aparte de las mamadas y cabalgadas que le realizaba Sole y el poder penetrarla analmente cuando la ocasión era propicia, Luís Carlos logró que, en sus contactos sexuales, el uso de la braga-pene se convirtiera en habitual mientras Sole se sentía complacida ya que, con ello, pensaba conseguir algo que siempre había deseado: el dominar sexualmente a un hombre.

La cosa funcionó bien durante algo más de tres meses hasta que Ana, bastante desmoralizada, comprobó que la única actividad sexual que le interesaba a su marido era que, al igual que Sole, le diera una y otra vez por el culo con la braga-pene al mismo tiempo que, echada sobre su espalda, le acariciaba los huevos con su mano izquierda mientras que, con la derecha, le “ordeñaba” el rabo para sacarle la leche dejando que, a chorros, cayera en la sabana que, luego, debía de recoger Ana con su lengua. Sole, por su parte, empezó a verse rechazada por su hijo al decirla que, como la tenía muy vista, no le apetecía acostarse con ella y que prefería hacerlo con Ana que, además de ser más guapa y joven, sabía “ponerle a tono” mucho mejor puesto que se movía de maravilla cuándo le cabalgaba ó se echaba sobre él. Pero, además de ver que su hijo se estaba encaprichando de su amiga y que su relación empezaba a sobrepasar lo estrictamente sexual, Ana la dijo que Fernando la había comentado en “plena faena sexual” que una de las chicas del grupo de amigos con el que salía se prodigaba, tanto en el instituto como en su casa aprovechando las ausencias de su madre, en chuparle el rabo. A cuenta de lo anterior, Sole decidió terminar de golpe con aquel “intercambio de parejas”. Luís Carlos no se mostró muy de acuerdo con las razones que Sole le dio para acabar con su relación y empezó a echarle las culpas a Fernando diciendo que con su actitud, demostrando que no era lo suficientemente sensato en el terreno sexual, iban a pagar justos por pecadores. Aquel comentario y otros similares no la gustaron a Sole que tuvo una discusión bastante fuerte con Luís Carlos que terminó cuándo este, tras llamarla puta barata, la echó violentamente de su casa diciéndola que no quería volver a verla nunca más. Sole, aunque tardó varias semanas, volvió a acostarse con su hijo comprobando que no se la follaba con las mismas ganas e interés que antes de hacerlo con Ana que, a cuenta de lo sucedido, se encontró con un panorama muy poco halagüeño en su casa y que empeoró aún más cuándo Luís Carlos empezó a hablarla de la conveniencia de separarse. Fernando, sin saber que su madre estaba al tanto de aquella relación, siguió permitiendo que su amiga le chupara el rabo con frecuencia para echarla la leche en la cara y en las tetas mientras que Ana entró en un prolongado periodo de abstinencia sexual que la llevó a tal estado de desgana que hasta la resultaba costoso el excitarse y mojarse.

En este estado de cosas Ana y Sole decidieron unir a sus respectivos grupos de amigas para formar uno bastante nutrido con el que poder salir y tras ponerse de acuerdo en el día, reunirse los domingos por la tarde en casa de Sole para, durante un par de horas, charlar, jugar a las cartas y en ocasiones especiales, hacer una merienda-cena. En estas reuniones, a las que asistían de seis a diez amigas todas ellas comprendidas entre los cuarenta y los cincuenta años, se hablaba de múltiples temas. Un día una de ellas propuso dedicar la tarde a hablar de su vida sexual. La mayoría reconoció que, aunque tanto el deseo sexual de sus maridos como el de ellas había decrecido mucho con la llegada de los hijos y el paso de los años, se encontraban satisfechas con la actividad sexual que llevaban a cabo en su matrimonio por lo que no se planteaban el “echar una cana al aire” ó incrementar su grado de satisfacción buscándose un “amiguito”. Otras comentaron que sus contactos sexuales eran prácticamente nulos durante el resto de la semana pero que la noche de los viernes y sobre todo de los sábados no faltaba “hacer el amor” aunque dos ó tres dijeron que lo llevaban a cabo más por la necesidad de satisfacer a sus maridos que por su propio deseo sexual que, aseguraron, estaba bajo mínimos. Hubo una que explicó que su marido y ella lo hacían un par de veces a la semana y que, además, tenían la costumbre de acostarse los domingos para dormir la siesta lo que solían aprovechar para que el hombre la echara un buen polvo en el interior del chocho, tal y como había sucedido aproximadamente una hora antes de acudir a aquella cita. Otras comentaron que, con el transcurrir del tiempo, los hombres demostraban demasiado interés por la práctica sexual anal y mientras la mayor parte de las presentes se mostraron en contra de ello, dos explicaron que, aunque al principio era realmente duro, una vez que se superaba el periodo de adaptación, con sus diarreas, dolores, incomodidades y molestias, el sexo anal resultaba de lo más placentero. Sole, después de dejar hablar al resto de sus amigas, hizo mención a que, a pesar de haber llevado una vida sexual muy activa en la que muchos hombres se la habían follado, no se sentía demasiado satisfecha consigo misma puesto que estaba segura de que su cuerpo podía dar mucho más de sí y sentir más placer. Una de las amigas comentó que una vecina suya, que llevaba unos cuantos años casada, había pasado por una situación parecida a la descrita por Sole y que la había superado de una manera muy satisfactoria mediante la práctica del sexo lesbico. Mientras algunas señalaban que el hacerlo con otra mujer era aún más asqueroso, impúdico y retorcido que el sexo anal, Sole la pidió que intentara concretarla una entrevista con ella.

La entrevista se celebró dos días más tarde en casa de Sole. La vecina de su amiga resultó ser una chica joven que no superaba los veinticinco años, bajita y morena, llamada Emilia a la que, aunque era evidente que disponía de un cuerpo bastante apetecible, la cara, con muchos granos, no la favorecía demasiado. Sole mantuvo una larga conversación con ella centrada en la actividad sexual lesbica que la chica mantenía con la misma mujer desde hacía más de un año. Emilia la explicó que su marido se corre con mucha rapidez lo que, tras consumar el acto sexual, la obliga a “hacerse unos dedos” para satisfacerse. Ante ello, había pensado muchas veces en solucionar este problema y aunque deseaba disfrutar mucho más de su cuerpo y del sexo, no quería engañar a su marido, que es muy bueno con ella, haciéndolo con otro hombre y además se daba perfecta cuenta de que no era un cúmulo de belleza como para atraerlos fácilmente. Alguien la habló de que, para no hacer daño a su marido, podía satisfacerse mediante la práctica sexual lesbica y aunque nunca había visto con buenos ojos que dos féminas se relacionaran sexualmente, pensó que “ninguna mujer es fea por donde mea” y se animó a poner un anuncio en una revista que, en aquel entonces, estaba en alza como INTERVIU ofreciéndose a una especie de ama ninfómana burgalesa. No tardó en contestarla una que, además, vivía bastante cerca de ella y tras la correspondiente entrevista, en la que la tocó hasta la saciedad, empezaron a llevar a cabo sus encuentros con una periodicidad semanal. La mujer en cuestión tiene un carácter muy fuerte pero Emilia reconoció que, gracias al elevado grado de relajación y satisfacción que llegaba a alcanzar al realizarlo regularmente con ella, había conseguido que, después de cinco años de matrimonio, su marido la dejara preñada. La dijo que, en aquel momento, estaba de cuatro meses y aparte de que no iba a tardar en hacerse más evidente el bombo, en cuanto empezara a sentirse pesada y limitada en su movilidad pensaba dejar de mantener este tipo de contactos sexuales por lo que se alegraría de tener delante a su sustituta. Sole, como siempre muy decidida, la pidió que hablara de ella con su amiga para poder unirse a su actividad sexual mientras que, cuándo la informó, Ana, bastante escarmentada con las ideas sexuales de su amiga y no muy convencida de que a través del sexo lesbico fuera a lograr toda la satisfacción que deseaba, decidió permanecer al margen al menos hasta comprobar que todo se desarrollaba perfectamente y la relación se mantenía.

De esta forma Sole se puso en manos de Pilar a la que, aunque nunca ha pertenecido a mi grupo de amigas ni hemos tenido mayor relación que el saludarnos, conozco desde hace bastante tiempo y sé que, además de morbosa y viciosa, tiene fama de ser tremendamente guarra y una autentica puta aunque ella siempre dice que jamás ha cobrado un Euro por hacerlo y que si folla es por el inmenso placer que siente al llevarlo a cabo. Además se jactaba de que muchos hombres la habían echado la leche dentro de la seta pero que, sin necesidad de utilizar otro método anticonceptivo que no fuera un buen lavado vaginal al terminar, ninguno había sido capaz de preñarla. Siempre ha sido, como Ana, un autentico bombón, con un cuerpo de lo más apetecible, proporcionado y sugerente, su media melena rubia y una cara de lo más llamativa. Sabiendo que “estaba muy buena” y que gustaba a los chicos comenzó a sacar buen partido de su cuerpo desde muy joven dándola lo mismo que un hombre la echara la leche mientras le movía el rabo con sus pies antes de permitir que se lo metiera vaginalmente que hacerla un fisting vaginal interminable a una mujer hasta que, completamente exhausta y vaciada, llegaba a perder el conocimiento. Asimismo, había tenido algún contacto con la zoofilia ya que en más de una ocasión había permitido que se la follara el perro de una amiga suya que, a base de mucha paciencia, había logrado adiestrarlo de manera que, tras lamerla hasta la saciedad el coño y a una indicación suya, la penetrara vaginalmente hasta que el animal se corría. Pilar lo que más buscaba era que los hombres fueran dóciles, estuvieran muy bien dotados y no se limitaran a correrse una sola vez y que las mujeres se entregaran y que en la práctica sexual fueran sumamente cerdas. Pero si algo tiene de malo esta mujer es que es muy envidiosa y a cuenta de ese “vicio nacional” decidió unirse sentimentalmente a uno de los hombres que se la estaban tirando con regularidad al ver que uno de sus compañeros, que siempre la había gustado pero con el que nunca había logrado llegar a nada a pesar de haberse insinuado de una forma bastante descarada, comenzaba a vivir con una chica mucho más joven que él y que está no tardó en quedar en estado. Para ello alquiló un piso céntrico, en el que sigue viviendo y tras pensar quien era el hombre más adecuado para llevar a cabo sus propósitos se decidió por uno de más edad que ella, que se llama Joaquín, elegante, guapo, simpático y dotado de un rabo muy gordo que se le pone completamente tieso con suma facilidad, que la había demostrado disponer de una potencia sexual excepcional ya que, aunque empleaba bastante tiempo entre corrida y corrida lo que a Pilar la encantaba puesto que la permitía llegar el orgasmo en más ocasiones, sabiéndole excitar había sido capaz de echarla la leche hasta en cinco ocasiones. Además como Joaquín reconocía que siempre había tenido unas cuantas amiguitas con las que acostarse, contaba con una sólida experiencia sexual y a pesar de su tamaño, sabía meterla el rabo por el culo sin la menor complicación y sin que Pilar sintiera demasiado dolor. En varias ocasiones, su amigo la había hablado de la posibilidad de vivir juntos basando su convivencia en el sexo y cuanto más sucio mejor y aunque Pilar nunca le contestó, siempre le vio como el candidato perfecto a compartir con ella el resto de su vida puesto que, además, se mostraba como un hombre bastante dócil en el terreno sexual. Pero en cuanto comenzaron a vivir juntos, Joaquín cambió y de dominado pasó a dominador manteniendo todas las noches unas sesiones sexuales con Pilar de mucha duración sin privarse de ello durante los ciclos menstruales de la chica a la que, aunque durante esos días prodigaba más el metérsela por el culo, se la introducía vaginalmente sin importarle acabar con escozor en el “instrumento” a cuenta de la sangre menstrual. Además de no oponerse, la animó abiertamente a mantener otros encuentros sexuales para que, por la noche al hacerlo con él, estuviera más excitada. Su actividad laboral le mantenía ocupado, fuera de casa, desde las once de la mañana hasta las ocho ú ocho y medía de la tarde pero en cuanto regresaba a casa, sobre las nueve, Pilar tenía que estar esperándole sin más ropa que la braga y dispuesta a arrodillarse delante de él en la cocina para chuparle el rabo mientras la echaba una abundante y larga meada en la boca y en las tetas al mismo tiempo que ella debía de recoger todo el pis que echaba a lo largo del día para que Joaquín se lo bebiera en la cena como si de la más exquisita bebida se tratara. Asimismo, era habitual que, tras colocarse un amplio caldero entre las piernas, se cagaran de pie delante de su pareja para, si la mierda era sólida, comer algunos trozos según salía del culo. Pero a Pilar esta convivencia no la ayudó en nada puesto que, mientras en mi caso el sexo me permite mantenerme joven y no aparentar la edad que realmente tengo, su pareja, deseosa de disfrutar una y otra vez y sin límites del excepcional cuerpo de la chica, la hizo desarrollar una intensa actividad sexual todas las noches que ella intentaba aprovechar para, como la joven fémina con la que vivía el hombre por el que aún continuaba suspirando, quedar embarazada y que la obligaba a dormir muy poco lo que hizo que perdiera y con mucha rapidez, buena parte de la belleza que tenía en su cara al mismo tiempo que en sus ojos aparecieron unas ojeras tremendas que ha sido incapaz de hacer desaparecer.

Emilia, al confirmarla que Pilar accedía a probarla, la informó de que los contactos los llevaban a cabo en un trastero subterráneo, próximo al domicilio de esta mujer, que lo había acondicionado de una forma mínima en el que la tarde de los lunes, miércoles y viernes mantenía relaciones sexuales con hombres a los que la gustaba dominar a su antojo mientras que los martes se dedicaba a practicar el sexo lesbico con ella y los jueves acudía a trabajar para recuperar por la tarde los retrasos que el resto de la semana acumulaba por la mañana. El día en que Sole, acompañada por Emilia, conoció a Pilar se encontró que esta también estaba preñada y de cerca de cuatro meses. Pilar la dijo que aquello eran los “gajes propios de acostarse con un cabronazo” y la comentó que su intención era seguir con sus contactos sexuales, tanto heteros como lesbicos, hasta el momento en que el bombo se lo impidiera. Al entrar en el trastero Sole vio que Pilar había instalado en el suelo placas de piedra negra, fáciles de limpiar, que las paredes y el techo estaban enyesadas pero sin pintar y que el mobiliario allí existente se limitaba a una cama grande de matrimonio con su oportuno colchón, un armario repleto de “juguetes” y un montón de bragas, calzoncillos, sujetadores y tangas en desorden, unas mesillas, dos cubos grandes en los que recogía las cagadas y las meadas, una fregona, un perchero, una balda con diverso material de limpieza, dos tubos de neón en el techo y varios flexos y linternas de todo tipo sobre las mesillas. Además observó que en un rincón había muchas botellas de agua, llenas y vacías y junto a ellas, varias bolsas de plástico. Mientras Emilia, con la mirada baja, permanecía de pie y completamente callada, Pilar se sentó en la cama e hizo que Sole se acercara a ella para empezar a tocarla las tetas por encima de la ropa mientras la explicaba que sus sesiones serían muy intensas y se llevarían a cabo una vez a la semana intentando no sobrepasar la hora y medía de duración. Pilar la dijo a Sole que la agradaban sus erectos pezones y se interesó por conocer si siempre los tenía tan tiesos. Después de contestarla afirmativamente, Sole se dio cuenta de que, sujetas con firmeza a una de las paredes, había un buen surtido de cadenas metálicas. Pilar, al darse cuenta, la sonrió y la dijo que aquello sólo lo utilizaba para “sacarles todo el jugo” a los hombres. Cuándo se cansó de tocarla y apretarlas las tetas, las mandó desnudarse para, tras hacer que abrieran las piernas y colocarlas debajo los dos cubos, tocarlas a conciencia hasta que empezó a apretarlas la almeja, a Sole con su mano derecha y a Emilia con la izquierda. Sin dejar de mirarlas la raja y oprimiéndosela cada vez con más fuerza, animó a Sole a ser sumamente guarra y empezar por mearse delante de ella cosa en la que no tardó en complacerla puesto que, ante la continua presión que la mano de Pilar ejercía en su vejiga urinaria, no pudo aguantarse y soltó su pis a chorros mojando la mano a su nueva amiga que, sin dejar de apretarla, la pedía que echara mucho más. Cuándo acabó, la pasó la mano extendida por la raja y la dijo que no estaba nada mal ya que, por lo que había visto, se había preparado para aquel encuentro y había llegado con la vejiga bien llena después de pasarse varias horas sin mear. Emilia, más acostumbrada, supo aguantar la salida de su pis hasta que Pilar acabó con Sole pero echó mucho menos cantidad. Aunque parecía que aquel día Pilar sólo tenía ojos para Sole, no tardó en decir a Emilia que aquella meada no era suficiente y que tenía que echar mucho más. La chica la contestó que, a cuenta del embarazo, hacía pis con mucha frecuencia pero en poca cantidad y que, al no poderse aguantar, había tenido que entrar al water de una cafetería cercana pocos minutos antes de su encuentro. Pilar, enfadada, la dijo que para la próxima vez y aunque se reventara de ganas, tenía que aguantar la meada durante las cinco horas previas a la sesión. Como castigo hizo que Emilia se echara boca abajo sobre sus piernas y empezó a pasarla varios dedos de su mano izquierda por la raja del culo mientras con la derecha la daba y con todas sus fuerzas cachetes en su masa glútea que no tardó en ponerla como un autentico tomate. Después y sin dejar de darla cachetes, la metió hasta el fondo dos dedos en el ano y la hurgó con todas sus fuerzas hasta que logró que liberara su esfínter y soltara unos folletes gordos y largos. Mientras Pilar, sacándola los dedos, contemplaba complacida la salida de la mierda de Emilia manteniéndola bien abierto el ano con sus dedos y dejando que los folletes cayeran al suelo, la dijo a Sole que tenía que hacer todo lo posible para evitar cagar en los dos días previos a cada uno de sus encuentros. Sin permitir que Emilia se limpiara, la obligó a incorporarse para ponerse de rodillas entre las abiertas piernas de Sole diciéndola que, sin meterla la lengua en la raja, la lamiera durante un buen rato toda la zona vaginal lo que fue más que suficiente para provocar a Sole su primer orgasmo mientras Pilar, sin perderse detalle, la comentaba que la gustaba verla correrse inmersa en tanto gusto y con semejante intensidad. Haciendo que Emilia se incorporara y se tumbara en la cama boca arriba con las piernas bien abiertas, Pilar se levantó y tras buscar en el armario, la dio a Sole una braga-pene con el “instrumento” gordo y muy largo diciéndola que se lo pusiera para que, en cuanto Emilia estuviera a “pleno rendimiento”, la metiera a ella el pene por el culo y cuanto más a lo bestia mejor. Pilar, poniéndose a cuatro patas entre las abiertas piernas de Emilia, la acarició el chocho durante unos instantes antes de abrirla y cerrarla varias veces los labios vaginales hasta que, cuándo menos se lo esperaba y sin la menor contemplación, la introdujo de golpe todo el puño dentro de la seta para hurgarla enérgicamente mientras la animaba a correrse y a mearse con rapidez, mucha frecuencia, en gran cantidad y con intensidad. Pilar, un poco enfadada, se volvió hacia Sole y la preguntó: “¿se puede saber a que esperas?” . Sole se colocó entre las piernas de Pilar y sin saber exactamente que hacer, optó que abrírselas un poco más y procedió a lamerla el ano cosa que, como pudo observar, la encantaba a Pilar. Emilia, con la respiración muy agitada, no dejaba de moverse y además de no parar de echar chorros de pis y de levantar el culo, jadeaba y decía una y otra vez: “me corro, me vuelvo a correr” . Pilar, mucho más satisfecha y empapada en el flujo de Emilia hasta más arriba de su muñeca, se introdujo dos dedos de su mano izquierda en el coño y empezó a masturbarse con energía al mismo tiempo que con los otros tres se acariciaba los labios vaginales. No tardó en alcanzar el orgasmo y mientras seguía masturbándose frenéticamente al mismo tiempo que realizaba el fisting vaginal a Emilia forzándola sin el menor descanso, se meó echándola a esta última la mayor parte de su pis en el exterior de la almeja, tras lo cual la dijo a Sole que dejara de lamerla el ano para dedicarse a ponerla el culo completamente rojo a base de darla cachetes en su masa glútea con el propósito de meterla el pene de la braga en cuanto se volviera a correr. Sole así lo hizo y cuándo el culo de Pilar estaba como un tomate y era evidente que estaba a punto de volver a llegar al clímax, la abrió con sus dedos el ano y colocándola la punta del pene en el orificio, hizo fuerza para metérsela hasta el fondo. Pilar, en pleno orgasmo, gritó pero, inmediatamente, la dijo muy sonriente: “bien, bien, aprieta y muévete deprisa” . Después de que Emilia comentara que no podía más y Pilar la contestara que tenía que seguir echando sus líquidos, Pilar la dijo a Sole que la enculara con todas sus ganas puesto que tenía que provocarla una buena cagada. Enseguida y mientras Pilar animaba a Sole diciéndola: “así, así, dame por el culo así” , la que no pudo evitar volver a liberar su esfínter fue Emilia que, tras tirarse una buena colección de pedos, soltó un montón de mierda líquida. El espectáculo entusiasmó a Pilar que, tras decir: “ole por las mujeres cagonas y cerdas” , la sacó de golpe el puño del chocho y tras acariciarla los labios vaginales, dejó de masturbarse y la obligó a darse la vuelta para, colocada boca abajo, meterla dos dedos en el ano y forzarla hasta que expulsó más caca. Mientras Pilar se deleitaba comiendo la mierda líquida de Emilia según salía de su culo, Sole notó que estaba apretando y poco después la mierda comenzó a hacer fuerza contra el pene. Pilar la dijo que la forzara un poco más y que, cuándo se lo sacara del culo, se tumbara en la cama para poder ponerla el culo en la boca que, por su propio bien, esperaba encontrar bien abierta. De esta manera, entre arcadas y terminando por devolver, Sole se vio obligada, por primera vez en su vida, a comer mierda y fue la de Pilar que la expulsó, entre pedos, en cantidad y en forma de bolas redondas mientras que, acariciándose la raja, la echó en la frente, la nariz y los ojos unos chorros de pis. Cuándo Pilar terminó de cagar y se incorporó no la agradó ver que Sole, a pesar de que hizo todo lo posible por contenerse, devolviera y sin atender a razones, la dio dos sonoras bofetadas en la cara al mismo tiempo que la echaba en cara que no era lo suficientemente cerda como para estar allí ni tan puta como para provocarla la cagada con mucha más rapidez. Sole intentó explicarla que no tenía demasiada experiencia en el sexo lesbico y que era la primera vez que se había visto en la obligación de comer mierda por lo que su reacción podía entenderla como lógica pero Pilar la obligó a callarse dándola dos nuevas bofetadas y agarrándola con fuerza del pelo la metió la cara en sus propios vómitos. Algunas lágrimas aparecieron en los ojos de Sole mientras, siguiendo las indicaciones de Pilar, procedía a recogerlo. Pilar, volviéndola a coger con fuerza del pelo y obligándola a echar la cabeza hacía atrás, la dijo que el llorar por no saber hacer bien las cosas podía ser normal en una niña pero no en una mujer hecha y derecha como ella. Desentendiéndose de Sole, a la que empujó para que cayera al suelo diciéndola que permaneciera tumbada, volvió a ocuparse de Emilia que aún seguía boca abajo, jadeante y echando flujo y pis por la seta y caca por el culo. Dándola unos nuevos cachetes en la masa glútea la dijo que, aparte de sin la braga con la que había llegado, iba a volver a su casa con el ano bien impregnado en mierda. Después de pasarla varias veces un dedo por la raja del culo, la hizo colocarse con brusquedad boca arriba y sin dejar de abrirla y cerrarla los labios vaginales con sus dedos, cogió del cajón de una de las mesillas un consolador de rosca y haciendo que levantara ligeramente el culo se lo introdujo analmente hasta donde pudo. Al ver que no la entraba más comenzó a girarlo para que la rosca la atravesara por completo el recto y llegara hasta el interior de su intestino. Emilia chilló y Pilar la gritó: “cállate que con esto vas a quedar muy bien preparada para que esta noche te folle el cabrón de tu marido por delante y por detrás” . Dejando así a Emilia, que estaba agotada y soltó unos finos hilos de flujo y pis, Pilar se dirigió hasta el lugar en el que Sole se encontraba tumbada y quieta. Cogiéndola del pelo la obligó a levantarse y a ponerse a cuatro patas mientras la decía: “ven aquí, pedazo de zorra, que la única que aún no se ha cagado eres tu” . Pilar se puso la braga-pene que Sole había usado con ella y que estaba impregnada en su caca y abriéndola el ano con sus manos hasta hacerla daño, la introdujo de golpe y por completo el pene. Sole gritó pero Pilar, muy enfadada, la aconsejó que se callara y aguantara ya que, en caso contrario, se iba a ocupar de que no se pudiera sentar en condiciones durante varios días. Imprimiendo un ritmo de penetración muy rápido, se echó sobre la espalda de Sole, la apretó las tetas y la tiró con fuerza de los erectos pezones hacia abajo diciéndola que había que pensar la manera de que la saliera líquido por ellos. Aunque Pilar era sumamente brusca, aquello la gustó tanto que, muy excitada, estaba a punto de correrse cuándo su nueva amiga dejó de ocuparse de sus tetas e incorporándose incrementó aún más el ritmo de sus movimientos de penetración anal. Pilar la preguntó: “¿te ha gustado que te ordeñara las tetas?” y “¿a que te has quedado con las ganas de correrte sin necesidad de tocarte?” . En cuanto Sole la contestó afirmativamente con la cabeza la dijo: “¿me puedes decir a que esperas para cagarte?” y empezó a hacer que el pene se introdujera hacia arriba y hacia abajo con lo que Sole pensó que la iba a romper el ano y el recto de un momento a otro. Pilar se interesó por saber si se empezaba a cagar y al contestarla que la faltaba muy poco la mandó apretar mientras, echándose otra vez sobre su espalda, la pasó dos dedos por la raja con lo que, en cuestión de segundos, Sole explotó y se corrió con un gusto y una intensidad indescriptible. Aún estaba en pleno orgasmo cuándo, notando que también se iba a mear, oyó que Pilar la decía que apretara con todas sus fuerzas y que aguantara lo más posible la salida de su mierda. Lo que la pedía era imposible puesto que, a cuenta de la intensidad de su corrida, se meó sintiendo un gusto increíble según salía su pis y la mierda, completamente líquida, comenzó a caer en las piernas de Pilar que, completamente excitada, la dijo: “cágate y vacíate encima de mí mientras te sigo dando por el culo” y Sole no pudo hacer otra cosa que complacerla aunque ello la supuso el tener que apretar durante muchos minutos para que su caca fuera saliendo muy lentamente al exterior por el poco espacio que encontraba libre. Aunque nunca había necesitado tantísimo tiempo para vaciar su intestino, Sole se mostró especialmente satisfecha de estar cagándose de esa forma hasta que, excitada por los golpes que con sus movimientos Pilar la daba su raja vaginal con los monumentales huevos de la braga-pene, volvió a correrse mientras Pilar, impasible, continuaba enculándola. Cuándo, varios minutos más tarde, la extrajo el pene del culo y al igual que había hecho con Emilia, la metió dos dedos en el ano y la hurgó con fuerza hasta que logró que saliera más caca que cogió con sus manos y tras olerla, se la comió. Después hizo que Sole chupara el pene de la braga para limpiarlo de la mierda que había depositada en él y llamándola cerda la empujó para hacer que cayera en la cama boca arriba al lado de Emilia a la que, completamente empapada en sudor, no la quedaban fuerzas ni para gemir. Abriéndola a Sole sin la menor delicadeza los labios vaginales con sus dedos la introdujo una buena cantidad de la caca que acababa de echar dentro del coño y volvió a entretenerse abriéndola y cerrándola la raja. Después se colocó de rodillas entre las piernas de Emilia y tocándola los labios vaginales la preguntó: “¿ya te has corrido lo suficiente por hoy, puta?” . Emilia no pudo ni contestarla y riéndose, Pilar procedió a extraerla el consolador de rosca del culo mientras Emilia, que sentía toda su zona vaginal dolorida y sumamente escocida, era incapaz de gritar a pesar del intenso dolor que sintió mientras Pilar hacía girar la rosca del consolador. Cuándo lo tuvo fuera, impregnado en la caca de Emilia, lo limpió pasándoselo a esta por las tetas, la introdujo dos dedos en la almeja y buscó la vejiga urinaria que la apretó varias veces mientras Emilia, echando unas gotas de pis, se retorcía de dolor y la pedía que no siguiera puesto que estaba completamente vacía. Pilar comprobó, acto seguido, que Sole no hubiera expulsado la mierda que la había introducido en el chocho y que seguía con el ano impregnado en su caca tras lo cual la apretó el clítoris con su dedo gordo durante poco más de un minuto con intención de que, en su interior, el flujo vaginal se mezclara con la caca y tras ello, la dijo que, como Emilia iba a tardar en recuperarse y que cuándo lo hiciera tenía que ocuparse de limpiar adecuadamente la habitación, se levantara, se vistiera y se fuera. Sole, a pesar de que la temblaban las piernas y hubiera necesitado permanecer un rato acostada, hizo lo que la mandó. Al ir a ponerse su ropa interior Pilar se abalanzó sobre ella y furiosa se la arrebató de la mano diciéndola que cualquier prenda íntima que allí entraba no salía y tras permitir que Sole bebiera todo el agua que quisiera, se acostó al lado de Emilia para comenzar a secarla la seta con el tanga de Sole que, en cuanto se vistió, la preguntó que cuándo tenía que volver y Pilar, muy arisca, la contestó que a la semana siguiente, el mismo día y a la misma hora a menos que antes necesitara de ella, en cuyo caso Emilia la llamaría. Aunque Sole se despidió de ella, Pilar, que tenía la vista fija en el coño de Emilia mientras la apretaba las tetas con sus manos intentando sacarla las primeras gotas de leche materna, no la contestó. Al salir a la calle Sole pensó que, a pesar de que Pilar no era un cúmulo de virtudes y que había sobrado la violencia, la había gustado y quería repetir.

Sole se acostumbró rápidamente al carácter fuerte, a la manera de actuar de Pilar y a llevar un conjunto de ropa interior de repuesto en el bolso que, desde la semana siguiente y al igual que el resto de su ropa, Pilar la obligó a ponerse fuera del trastero. Pero su relación funcionó solamente durante un mes ya que Emilia, con un bombo más que considerable, al ver que Pilar la continuaba forzando más allá de sus límites sin importarla su avanzado estado de gestación, tenía mucho miedo a que cualquier día la provocara una hemorragia vaginal ó que causara algún daño al feto, al que Pilar la había dicho que llegaba a tocar la cabeza con su puño cuándo la hizo los últimos fistings vaginales, por lo que, aunque la costó y ya que Sole estaba totalmente integrada en las relaciones que mantenían con Pilar, tomó la decisión de prescindir de aquella actividad sexual lo que motivó que Pilar, a la que la contrarió verse privada de la leche materna de Emilia, se volviera aún más arisca y se ensañara con Sole a la que forzaba tanto que, aparte de acabar con muchas molestias tanto anales como vaginales que la causaban intensas diarreas y pérdidas de orina, en cuanto llegaba a su casa tenía que acostarse para descansar aunque ello era relativo ya que, al tener que levantarse con frecuencia para ir al water, tardaba en conciliar el sueño. Dos semanas más tarde Pilar decidió prescindir de los contactos sexuales lesbicos ya que, según la explicó a Sole, no la llegaban a satisfacer tanto como los de tipo hetero y en cuanto se informó de que no existía la menor posibilidad de que Sole quedara preñada, la obligó a acudir los lunes, miércoles y viernes a las sesiones sexuales que llevaba a cabo con hombres pudiendo comprobar que disponía de un nutrido grupo de integrantes del sexo masculino bien dispuestos a dejarse hacer de todo por ella. Pilar la dijo que, antes, la gustaba satisfacerse sexualmente hasta los límites que la permitía su cuerpo a través de estos contactos pero que, actualmente y puesto que Joaquín, su pareja, abusaba de ella todas las noches de una manera constante, larga y sin el menor descanso, el llevar a cabo estas sesiones la permitía desquitarse ya que los ataba con cadenas y los amordazaba para “jugar” libremente con ellos, sin dejar de insultarles y haciéndoles cosas que, ni remotamente, Sole había llegado a pensar como el “ordeñarles la pirula”, expresión que Pilar utilizaba con mucha frecuencia, hasta que resultaba evidente que eran incapaces de correrse más veces momento en el que les colocaba unas anillas bien prietas a la base del rabo y sobre ellas una especie de arnés con el que los huevos se les ponían tremendamente gordos y la “pirula” completamente tiesa. Acto seguido, les oprimía la abertura hasta que lograba que se abriera y sin importarla la desesperación del hombre de turno empleaba mucho tiempo, en algunos casos horas, en meterles lentamente primero una fina y larga aguja del tipo de las que se usan para la acupuntura y más tarde una especie de flexible y larga sonda, similar a una paja de las que se utilizan para las bebidas, con la que, cuándo llegaba hasta uno de los huevos, Pilar sorbía por la parte superior de la sonda mientras el hombre, a pesar de estar amordazado, daba verdaderos alaridos de dolor para, a continuación, extraérsela muy despacio y volvérsela a meter para llegar al otro testículo. A pesar de que los hombres no podían hacer nada por impedirlo, Sole pudo contemplar como Pilar, enfurecida y con autentica saña, les daba patadas en los huevos diciéndoles que les iba a dejar allí tiesos si no lograba sacarles mas “sustancia” de los huevos. Cuándo les liberaba de las cadenas, todos caían desplomados al suelo lo que Pilar aprovechaba para, entre insultos, darles más patadas antes de dejar que se recuperaran mientras hacia que Sole se acostara boca abajo en la cama y con las piernas abiertas para, tras acariciarla la almeja y abrirla y cerrarla varias veces los labios vaginales, introducirla analmente un montón de bolas chinas que la producían un efecto casi inmediato haciendo que liberara su esfínter y se empezara a cagar antes de que Pilar acabara de metérselas. Sin dejar que Sole terminara de vaciar su intestino obligaba al hombre, que varias veces fue el mismo, a echarse sobre ella y penetrarla vaginalmente. A pesar de que estaba seco, Pilar le obligaba a follársela con movimientos muy rápidos mientras ella disfrutaba comiendo parte de la caca que echaba Sole antes de ponerse una braga-pene y darle por el culo obligándole a que se follara a Sole con un ritmo de penetración muy rápido ó otras veces, le metía dos ó más dedos en el culo y les hurgaba sin parar con ellos al mismo tiempo que le golpeaba enérgicamente con una pala de tenis de playa en la masa glútea con intención de ponerle el culo como un tomate y conseguir que se retrasara aún más la corrida. En todo caso, el hombre tenía que emplear muchísimo tiempo hasta que, finalmente, empezaba a sentir el gusto previo a su corrida momento en el que Pilar le obligaba a que se lo sacara a Sole para cortarle la salida de la leche de una manera bastante brusca con lo que, haciendo que la volviera a penetrar, disponía de algunos minutos más para hurgarle en el culo y darle golpes con la pala. En cuanto el hombre volvía a estar a punto, Pilar le agarraba por el pelo y sin dejar de llamarle cabrón y cerdo, le apretaba con todas sus fuerzas los huevos obligándole a retener la salida de su leche hasta que, en cuanto Pilar le soltaba los testículos, Sole notaba caer en su interior y en chorros espesísimos y largos, unas cantidades impresionantes de semen. En cuanto terminaba de correrse, Pilar le obligaba a sacarla el rabo e incorporarse para, olvidándose de él, colocarse boca abajo entre las abiertas piernas de Sole y comerla el chocho hasta que, después de correrse varias veces, Sole terminaba por mearse y de manera realmente copiosa. Acto seguido y obligándola a darse la vuelta y ponerse boca abajo, la extraía muy lentamente las bolas chinas al mismo tiempo que la acariciaba la raja con sus dedos, lo que daba lugar a que Sole llegara a alcanzar el orgasmo una ó dos veces más durante el proceso. Poco después y mientras Sole, tras recoger su ropa, excepto la interior, se vestía en la puerta, Pilar solía mearse y algunas veces cagarse encima del hombre al que dejaba encerrado en el trastero diciéndole que volvería al cabo de medía hora y que para dejarle salir de allí tenía que encontrarse con el local limpio y bien reluciente. En este periodo, que duró tres semanas, además de alegrarse de haber superado el periodo menopaúsico y no existir la menor posibilidad de que la dejaran preñada, comprobó que, mientras su placer era indescriptible e intenso en los momentos en que lo hacía con Pilar en plan lesbico, cuándo lo realizaba con un hombre y a pesar de que este se lo hacía con movimientos muy rápidos, como las gusta a la mayoría de las mujeres y empleaba muchísimo tiempo para echarla y a raudales la leche, no acababa tan complacida.

Pero el dejarse follar, en sesiones interminables, tres días a la semana por los hombres a los que Pilar llamaba sus “putos pirula” al mismo tiempo que los jueves y sábados mantenía sus contactos sexuales con su hijo, hizo que no tardara en notar el gran desgaste que aquella actividad sexual la suponía hasta el extremo de que, aparte de verse afectada por algunas cistitis, no la daba tiempo a reponerse convenientemente de una sesión cuándo ya se encontraba inmersa en la siguiente lo que motivó que no estuviera demasiado segura de si quería ó no continuar con aquello. Una tarde se decidió a hablar con Pilar mientras esta se tomaba un café que había aderezado convenientemente con la leche que acababa de “ordeñar” a uno de sus “putos pirula” para comentarla que conocía a la mujer ideal para ayudarla en el “vaciado” total de los huevos a los hombres con los que mantenía relaciones. Lógicamente pensaba en Ana que, aunque solamente lo hacía con su marido y con poca frecuencia, seguía inmersa en el sexo hetero. Pilar, tras tomarse su café, se dedicó a apretarlas las tetas y los pezones recordándola que por los de Emilia ya saldría mucha leche mientras se informaba ampliamente sobre la amiga de la que Sole la había hablado. Al final, Pilar dio su conformidad pero Ana tardó en decidirse y cuándo lo hizo, Sole, después de pasar unos días muy escocida y molesta, se encontraba bajo los efectos de una cistitis de consideración que la obligó a permanecer en casa durante casi dos semanas. Como estaba aburrida, un día decidió ponerse en contacto telefónico con Pilar para interesarse por su estado e indicarla que Ana había decidido, finalmente, tomar parte en su actividad sexual. Encontró a Pilar bastante decaída y aunque la dijo que no la apetecía hablar, la comentó que como Joaquín parecía que no se cansaba nunca y quería aprovechar a tope lo que la quedaba de embarazo obligándola todas las noches a colocarse a cuatro patas para poder penetrarla a su conveniencia tanto anal como vaginalmente durante muchas horas, se había visto obligada y muy a su pesar, a prescindir de su actividad sexual puesto que, en su lugar, la era mucho más necesario el dormir por la tarde para evitar seguir acumulando sueño y poder estar en condiciones por la noche y al día siguiente en su trabajo al que estaba yendo dos tardes en vez de una ya que casi todos los días, tras acabar la sesión sexual con Joaquín, tenía descargas diarreicas que, junto a la imperiosa necesidad de mear cada poco tiempo que la ocasionaba el embarazo, la impedían conciliar el sueño para dormirse al amanecer y como luego no oía el despertador, todos los días llegaba tarde a su ocupación laboral. Además, la comentó que estaba a punto de entrar en el séptimo mes de su embarazo, que el bombo la quitaba mucha movilidad y que se empezaba a encontrar sumamente pesada. Sole, aunque sabía que aquello no podía durar mucho más, se mostró muy contrariada ya que, a pesar de su brusquedad, de su carácter y de ser muy violenta, se había hecho a Pilar y estaba enganchada al sexo lesbico. Dos meses más tarde, Emilia tuvo una niña y once días después, Pilar dio a luz a otra meona. Sole las visitó en el hospital y ambas la comentaron que, con la infinidad de ocupaciones que iban a tener a cuenta de las crías, no se planteaban el tener más actividad sexual que la que mantuvieran con sus respectivas parejas. Pero Sole no paró hasta que, a base de incordiar a Pilar, logró que la facilitara el número de teléfono de otras dos mujeres con las que había mantenido relaciones durante bastante tiempo aunque, la advirtió, que se encontraban sometidas.

Mientras Ana notaba que su relación con Pilar había servido para que Sole dejara de ser tan exigente y posesiva y se volviera mucho más dócil, esta última se apresuró a ponerse en contacto con las mujeres que se habían relacionado con Pilar. Con la primera de ellas, María José ( Marijo ) una guapa procuradora morena, casada y con dos hijos que harta de que su marido estuviera más pendiente de su alto cargo en el gobierno regional y de la política que de ella decidió satisfacerse a través del sexo lesbico, no logró ponerse en contacto mientras que con la segunda quedó en mantener una entrevista esa misma tarde en su casa. La fémina en cuestión resultó ser Concepción ( Conchi ), una mujer rubia que acaba de cumplir cuarenta y dos años y que está dotada de unas tetas realmente impresionantes, una raja siempre muy abierta y húmeda y un culo descomunal, que la explicó que se había encontrado en una situación de vacío sexual, después de haber estado casada durante algo más de siete años, tener cuatro hijos, sufrir dos abortos y perder repentinamente a su marido que padecía algunos problemas coronarios y al que le encantaba, además de follársela casi todos los días, el deporte hasta que cayó desplomado por un infarto cuándo participaba en una carrera ciclista para aficionados. Aunque no llegó a plantearse el volver a ponerse debajo de un hombre, aparte de masturbarse todos los días una ó dos veces, cuándo sintió una verdadera necesidad sexual logró relacionarse esporádicamente, en algunos casos a cambio de dinero, con varias chicas jóvenes. Aunque sus contactos no eran muy frecuentes, la gustaba correrse y mearse delante de otra mujer y que esta hiciera lo mismo mientras ella la veía. Con ninguna llegó a entablar una relación regular y seria hasta dar con Pilar con la que había tenido algunos contactos tras sus dos últimos partos para que rodos los días, después de comer, se ocupara, al igual que su marido por las noches, de vaciarla las tetas de la leche materna ya que todos sus hijos se habían negado a mamar de ellas prefiriendo el biberón. Pilar la propuso hacerlo con regularidad para que, aunque estuviera viuda, pudiera disfrutar de su cuerpo hasta límites insospechados. Conchi, a pesar del carácter fuerte y violento de Pilar a la hora de practicar el sexo, quedó, al igual que la había sucedido a Sole, enganchada hasta que, tras más de años de relaciones, Pilar la comentó que habían llegado a un extremo en el que lo mejor era que cada una de ellas buscara satisfacerse por su cuenta. Conchi sabía que Pilar quería prescindir de ella porque había encontrado a otra más joven que, al vaciarla, la excitaba mucho más que ella pero, aunque fuera de mala gana, se vio obligada a aceptar la propuesta de su amiga lo que la supuso un verdadero trauma y aunque se masturbaba varias veces al día y en los sitios más insospechados, no conseguía satisfacerse. Decidió intentarlo con dos de sus cuñadas y aunque tuvieron algunos contactos no tardaron en decirla que las gustaba mucho más el sentirse penetradas por un hombre y llegar al clímax mientras las echaba la leche en su interior. Como no daba con otra mujer dispuesta a mantener contactos sexuales regulares, su relación con Pilar no se la iba de la cabeza. Un día se decidió habló de su situación con una mujer con la que solía coincidir muchos días en el supermercado. Esta, que era uno de los ganchos que uso para que, a cambio de “catarlas” y por supuesto de dinero, me localice mujeres dóciles y suele hacerlo en los corrillos que algunas madres forman al salir sus hijos de los colegios, se mostró un poco sorprendida de su inclinación sexual y tras decirla que a ella no la desagradaba hacerlo con otra mujer y “catarla” convenientemente en el water de una cafetería cercana, la dijo que siendo tan guarra y viciosa lo mejor que podía aconsejarla era que se pusiera en manos de una ama que ella conocía para asegurarse el mantener relaciones sexuales frecuentes y surtidas. Conchi dudó pero, al verse atrapada por el placer que la daba el sexo lesbico, no tardó en volver a coincidir la mujer, que estaba muy pendiente de su decisión, para mostrarla su conformidad. Mi gancho aprovechó para llevar a cabo con ella y en su casa dos ó tres relaciones sexuales en toda regla antes de hablar con Sara, mi mano derecha, que la mandó mantener un nuevo contacto en el que tenía que sacarla fotografías. De esta manera me hice con una surtida colección de imágenes de Conchi en las que pude verla vestida, en ropa interior, desnuda, meando, cagando y con primeros planos de su boca, sus tetas, su seta bien húmeda después de varias corridas y su ano impregnado en su mierda. Sara se ocupó de probar su docilidad y entrega antes de que, después de hacer una importante aportación dineraria como prueba de su lealtad a mi persona, se pusiera en mis manos. Desde entonces no la había faltado sexo, estaba sumamente satisfecha y había alcanzado límites de placer insospechados ya que, sobre todo cuándo una vez cada dos semanas lo hace conmigo, supera con creces la docena de corridas, todas ellas muy intensas y llenas de gusto, mientras la estrujo y la vacío hasta que no la queda ni un gramo de caca ni una gota de flujo ó de pis dentro de su cuerpo.

Sus comentarios hicieron mella en Sole que, al día siguiente, habló con Ana para proponerla el reanudar sus contactos sexuales lesbicos con mayor frecuencia que antes y llevarlos a cabo de una manera mucho más completa por lo que, junto a las masturbaciones mutuas, se convirtió en habitual que el pis y la caca tomaran parte activa en todas sus sesiones. Ana seguía sin estar demasiado convencida de que el sexo lesbico fuera lo que realmente deseaba pero, al hacerlo con mucha más frecuencia e intensidad, también se sintió atraída y la propuso a Sole que Conchi las instruyera, sobre todo a ella, en la actividad sexual entre mujeres. Conchi, que lo habló conmigo y contó con mi consentimiento, comenzó a relacionarse con ellas forzándolas hasta llegar al límite de sus fuerzas enseñándolas a comerse el coño; a lamerse a conciencia el ano que es una cosa a casi todas las mujeres las gusta mucho; a hurgarse con los dedos en el culo con intención de provocarse la cagada lo que con Ana resulta sumamente fácil ya que libera su esfínter con una facilidad pasmosa; a meterse anal y vaginalmente todo tipo de consoladores y vibradores; a hacérselo usando bragas-pene y como no, a beberse el pis de su amiga y el suyo sin olvidarse de dar debida cuenta de la caca que ambas soltaban comiéndosela según salía del culo de la otra.

El siguiente paso fue que Conchi, que trabajó como azafata de congresos antes de convertirse en abogada aunque dejó de ejercer al tener a su segundo hijo y actualmente colaborara en labores administrativas con el despacho de abogados del que formó parte su marido y mantiene abiertos junto a una de sus cuñadas, que está soltera, tiene un hijo y es muy emprendedora, un comercio de fotografía y otro de lencería, las realizara una completa sesión con cerca de cien imágenes y que, unos días más tarde, las grabara con una cámara de vídeo en una sesión sexual que duró cerca de tres cuartos de hora y para la que, de acuerdo con Conchi, tanto Ana como Sole habían pasado varias horas reteniendo su pis y llevaban casi tres días sin vaciar el intestino. Cuándo lo vi me gustó y la dije a Sara que se pusiera en acción para agregarlas al grupo. Esta las puso a prueba haciéndolas salir a la calle sin ropa interior para encontrarse con ellas donde menos se lo esperaban y comprobar que cumplían estrictamente lo que las había dicho; mearse en público, según andaban, los días en que llovía torrencialmente ó enseñar su almeja y sus tetas a determinados chicos jóvenes para que estos, mirándolas pero sin tocarlas, se hicieran una buena paja. Ana, aunque cumplía a la perfección, era mucho más pudorosa mientras que a Sole, a la que Pilar había conseguido dominar a la perfección, aquello la parecía bastante normal. La prueba definitiva se llevó a cabo un día en que Sara quedó con Ana y Sole para dar un paseo. Después de tocarlas y masturbarlas de pie a la orilla del río hasta que, tras correrse varias veces, ambas terminaron por mearse, regresaron al centro dando su paseo. Sara las propuso acercarse a una pareja que se estaba besando en un banco para incitar a la chica a realizar una mamada a su pareja masculina. Ana no tuvo éxito en su intento puesto que la pareja acababa de salir de la casa de la chica donde se habían relacionado sexualmente durante bastante tiempo. Poco después encontraron a otra pareja. El chico estaba echado boca arriba en el banco y con su cabeza recostada en las piernas de la chica que le besaba y le acariciaba el pelo. Sole, sin pensárselo, se acercó a ellos y no tardó en conseguir que la mano de la chica se colocara encima del pantalón del chico para tocarle sin el menor disimulo el rabo. En vista de las excepcionales dimensiones que, con suma rapidez, adquirió el “instrumento”, Sole hizo que el chico se sentara en el banco antes de animar a la fémina a bajarle el pantalón y el calzoncillo. Con el rabo bien tieso al aire, fue el chico el que pidió a su pareja que se pusiera a cuatro patas encima del banco y se la mamara. Antes de que lo hiciera Sole logró bajar lo suficiente el pantalón y el tanga a la chica como para dejar su culo al descubierto de manera que, mientras el chico la tocaba el trasero con especialmente detenimiento en la raja del culo, Sole la masturbó introduciéndola dos dedos en el chocho. La chica estaba realmente caliente y se convirtió en una autentica máquina llegando al clímax y cuándo el chico, que no tardó en correrse, la llenó la cara de leche ella, que acababa de alcanzar el cuarto orgasmo, se meó sin que Sole pudiera evitar que impregnara con su pis el pantalón. La chica, sin importarla esta contingencia, continuó chupando la polla a su amigo y permitiendo que Sole la siguiera masturbando hasta que, tras correrse en otras dos ocasiones y viendo que el rabo del chico no perdía dureza ni grosor se apresuró a desnudarse de cintura para abajo y tras ponerle un condón, le cabalgó vaginalmente en busca de que echara su leche por segunda vez mientras Sole la hurgó en el culo haciendo que, al alcanzar un nuevo orgasmo, se cagara. A pesar de que la chica le cabalgó con intensidad y durante bastante tiempo, su amigo, aunque se excitó mucho al ver que se estaba cagando de auténtico gusto, no volvió a correrse y alegó que le costaba mucho echar la leche con un preservativo oprimiéndole la base del rabo. La joven se incorporó, le quitó el condón y poniéndose de espaldas a él, se sentó encima del chico de forma que su rabo quedara situado en la raja de su culo con el ano impregnado en caca. Mientras el chico, metiéndola sus manos por debajo de su ropa, la apretaba las tetas, Sole la hizo abrir más las piernas y colocándose en cuclillas delante de ella volvió a masturbarla. La chica, una vez más, se corrió y se meó un poco antes de que el chico la echara en la raja del culo otra buena cantidad de leche y pis con lo que el rabo perdió por completo su dureza y grosor. El chico aseguró que su potencia sexual no iba a dar para más hasta dentro de dos ó tres horas. Sole, bajo la atenta mirada del chico, continuó acariciando con dos dedos la raja a la joven hasta que esta, después de alcanzar un nuevo y muy intenso orgasmo, la dijo que estaba reventada y que para ella también había sido más que suficiente por aquel día por lo que, en cuanto Sole se lo permitió, se vistió con su pantalón y su tanga mojados en su pis y se sentó al lado de su pareja para, tras abrazarse, besarse apasionadamente.

Después de que Sole superara aquella prueba con tanto éxito decidí integrarlas en el grupo aunque, antes de ello, tuvieron que hacer la oportuna aportación económica que avalara su lealtad. Sole no tuvo el menor problema para entregar a Sara una importante cantidad de dinero pero Ana la dijo que su situación con su marido, que continuaba pensando en la separación y más después de haber dejado preñada a su joven compañera de trabajo que estaba dispuesta a seguir adelante con el embarazo y convertirse en madre soltera, no era la más idónea como para poder disponer de treinta mil Euros por lo que, finalmente, optó por aportar la mayor parte de las joyas que tenía, muchas de ellas de gran valor sentimental ya que las había heredado de su madre y que, según la comentó a Sara, llevaba años sin ponerse.

A pesar de que lo cumplimentaron con diligencia y que no tardaron en relacionarse sexualmente con el resto de mis amigas, el hecho de que Ana se encaprichara de Luna, una de mis amigas de nacionalidad china y de Virginia, una chica joven a la que, como Sole, la gusta lucir las piernas y que trabaja en la oficina de una mutua de seguros de accidentes laborales y que algunas temporadas me ayuda en mi consulta privada mientras que Sole se relacionaba frecuentemente con Conchi y con Marisol, una guapa concejal que tiene una seta excepcional y se corre con una intensidad indescriptible y que, aunque siempre está muy ocupada, en cuanto dispone de tiempo la agrada el emplearlo en vaciarse a conciencia, hizo que hasta el pasado mes de Octubre no llegaran a conocerme. La cara que puso Ana al ver que su ama y señora era nada menos que su ginecóloga fue un autentico poema. Pensé en mantener mis relaciones sexuales con ellas semanalmente haciéndolo con ambas al mismo tiempo y en casa de Sole pero, como tuvimos serias dificultades las primeras semanas para poder encontrar una fecha y una hora que nos viniera bien a las tres decidí y a ellas no las importó, separarlas de manera que mis relaciones con Sole las mantengo, en su casa, unos días mientras que con Ana, que tras separarse de su marido está más relajada y perfectamente integrada en el grupo hasta el punto de haberse convertido en una mujer sumamente guarra y viciosa que disfruta plenamente con la práctica sexual lesbica, las llevo a cabo otro día en la vivienda de Sara.