Ana y Sara
Ana y Sara continúan su historia
Era ya por la mañana, mi despertador estaba sonando, y me estaba poniendo de mal café, ¡maldita la hora en que quedé con Juan! Alargue mi brazo y apagué el bendito despertador, me giré en la cama para poder volver a conciliar el sueño, y entonces la vi. Sonreí inconscientemente, ahora era mía, y trabajaría en ella para poder concederle mi collar de forma fija, la quería a mi lado, y eso es lo que iba a pasar.
Pasé mi mano por su estómago hasta llegar a su clítoris, comenzando a masajearlo lentamente, muy despacio, quería que la despertara sin sobresaltos, y poder volverla loca con mi mano. Acerqué mis labios a su oreja y la susurré “buenos días” mientras continuaba con las caricias en su coño. Ella estaba empezando a despertarse, y como consecuencia sus pezones se volvían duros a causa del placer que sentía. Mm esos pezones querían estar en mi boca, y así iba a ser, así que me metí el más cercano, lamiéndolo con la lengua, y dando pequeños mordiscos con mis dientes. Estaba gimiendo, aunque tenía los ojos cerrados, sabía que estaba despierta, así que volví a acercarme a su oído, y susurré.
A: Córrete perra -aumentando los movimientos de mi mano en su coño-.
Ella se corrió al instante, complaciéndome otra vez. Saqué mi mano de su coño y se lo llevé a la boca para que la limpiara, un sin oponer resistencia lo hizo, me encantaba esta chica. Le di un beso, después de que acabara con mi mano, la verdad es que sabía bastante bien, como a fruta. Me levanté de la cama, y ella se acercó a mí, y mirándola me di cuenta de que tenía cara de asustada, como si no supiera que hacer si yo le faltaba. La verdad es que podía entenderla, de la noche a la mañana ha cambiado de casa, esta con una desconocida para ella, que solo conoce el placer que puede darle.
Acaricié su cabeza, y la sonreí, podía ver como la tranquilidad llegaba a sus ojos y a su cuerpo, ya que sentí como sus músculos se relajaban poco a poco.
A: Vamos a darnos una ducha. -Sonreí levemente para ella-.
S: Si Ama.
La cogí de la mano, y la llevé a la ducha conmigo, encendí el agua mientras ella hacía pis en el vater, y yo me metí directa a la ducha. Empecé con el jabón, y ella cuando acabó se metió conmigo a la ducha, relevando mis manos de la tarea, poniendo las suyas. Cuando me estaba quitando el jabón, noté como una lengua frotaba uno de mis pezones, produciéndome un dulce placer, pero que hizo que abriera los ojos, y la mirara. Ella me estaba mirando, mientras se ponía colorada, al imaginar cuál sería mi siguiente reacción.
S: Ama, me gustaría complacerla y darle las gracias por el orgasmo de antes. -Se notaba que estaba nerviosa, el labio inferior le temblaba levemente, me encantaba-.
A: Entonces cómeme el coño como tú sabes perra, demuéstrale a tu Ama lo agradecida que estás zorra. -Vi como la decisión y determinación llegaban a sus ojos, y eso me hizo desearla más-.
Se agachó delante de mi, para lentamente abrir mis piernas, y colar su cabeza entre ellas. Podía notar su respiración en mi coño, y eso me encantaba, su lengua apareció poco después, dejándose notar sobre mi clítoris, moviéndola por todo el coño, incluso en mi ¡culo! Eso sí que era toda una sorpresa por parte de mi perra, movía su legua con bastante agilidad, entraba y salía de mí, me estaba volviendo loca, y a eso se juntaba el que no había hecho pis. Me estaba llegando todo junto, y no podía aguantarlo, así que sin previo aviso, me corrí y mee en su cara, pero para mi sorpresa, ella no sé quitó, sino que continuó lamiendo y tragando lo que podía.
Cuando acabé, tiré de sus pezones, atrapados entre mis dedos e hice que saliera de entre mis piernas, mostrándome su cara con una sonrisa de satisfacción, lo que provocó otra en mí, cono una pequeña risilla de por medio.
S: Espero que lo haya disfrutado Ama.
A: Mucho, has sido muy complaciente, ahora lávate, que tenemos que irnos.
Se levantó y se acabó de lavar ella sola, mientras yo podía disfrutar de sus preciosas curvas, y ese culo tan respingón que tenía. Una vez que acabó, fuimos a la habitación, a ella le puse su collar de perra, y como yo me imaginaba mi ropa le quedaba bien, por lo que le puse un vestido corto, y unos zapatos casi planos. Yo por mi parte, me puse unas botas altas de tacón, un corsé y una falsa suelta, y mi coleta habitual de domina.
Salimos de casa hacia el coche, la verdad es que la notaba un tanto perdida, sí que es verdad que me seguía como una perrita fiel, pero sin saber nada, y aunque eso me encantaba, tenía que decirle algo, era muy pronto para ella.
A: Perrita, hoy vamos a casa de un amigo mío dominante, al cual le besarás los pies cuando te presente ante él, y conoceremos a su nueva perrita, que espero que te caiga bien.
S: Si Ama, gracias por decírmelo.
Se la notaba más tranquila ahora que sabía a donde íbamos, aunque se podía ver su pequeño nerviosismo por conocer gente nueva, a veces me parecía tan frágil.... Ya estábamos en casa de Juan, hacia un tiempo que no le veía, sabía que había estado unos días fuera educando a su nueva perra, la cual tenía muchas ganas de conocer. Juan no era de los que se quedan con una perra, y menos de esa edad, sino de los que usan y una vez hecho, adiós. ¿Quien sería esa cria que había cambiado a Juan? Bueno, pronto la vería.
Nos bajamos del coche y nos dirigimos a la puerta de la casa, pero antes de llamar, le eché un último vistazo a Sara, dándome cuenta de que sus nervios estaban ahora a flor de piel. Llamé a la puerta, y cuando está se abrió, pude verla con claridad, se notaba que la ropa se la había escogido Juan, tenía buen gusto a la hora de dejar semidesnudas a sus sumisas. La evalué de arriba a bajo, repitiéndose en mi cabeza la misma pregunta todo el rato ¿qué tiene ella que no han tenido las demás,para cambiarle?
A: Hola, tú debes ser la nueva perrita de Juan, encantada de conocerte, soy Ana y ella es Sara.
L: Hola, bienvenidas, soy Lía la sumisa de Juan. Os está esperando en el salón.
Madre mía, se le notaba que la imponía, y al igual que Sara, tenía los nervios en la misma piel. La verdad es que la chica tenía buena pinta, pero quería escuchar del propio Juan, que es lo que estaba pasando. Cerró la puerta, y poniéndose delante de nosotras, nos llevó hasta el salón donde estaba Juan esperando, como nos lo había dicho.
J: Hola Ana, ¿cómo estás? Bueno, veo que no has estado quieta, ahora tienes a una nueva sumisa -miré a Sara, y le hice una seña para que besara los pies de Juan-.
A: Hola Juan, pues la verdad es que estoy bastante bien, no me puedo quejar. Sí, ella es mi nueva sumisa, se llama Sara. Veo que tú tampoco has perdido el tiempo, ya tienes una nueva sumisa, y parece que de forma estable.
J: Sí, jaja. Te presento a Lía, mi nueva sumisa. -Pude ver como Juan le hacía una seña para que hiciera lo mismo que Sara, pero ahora a mis pies, y la verdad es que ella no lo dudó-. Todavía tengo que enseñarla algunas cosas, pero se quedará conmigo. Ella es mía.
A: Tú tan posesivo como siempre jaja.
J: Perrita, sírvenos unas bebidas, y después puedes ir a jugar con Sara al jardín.
Nos sirvió las bebidas, como sabía que Juan no era muy bebedor, nos trajo dos cocalas con hielo, y después se llevó a Sara al jardín. Pude ver como se miraban la una a la otra evaluándose, pero la verdad es que creo que se llevarán bien, y eso nos ayudará a Juan y a mí. Una vez que estaban en el jardín, en una zona en la que podíamos observarlas, Juan y yo comenzamos a hablar.
A: Bueno Juan, creo que ya es hora de que me cuentes que está pasando, porque tú no eres de una sumisa, y menos una tan... jovencita.
J: Sabes que no me gusta hablar mucho de mi. La verdad es que yo no lo tenía pensado, me costó mucho aceptarlo, me sentía un pervertido, pero simplemente ocurrió.
A: Pero cuéntame algún detalle amigo.
J: Pensé que sería una redactora más en la página, un par de charlas y la conversación se acabaría, y sin embargo la cosa se alargó, y me provocó sensaciones que creí que ya había olvidado. Esta chica es diferente, solo pienso en ella, en que sea mía.
A: Quien me iba a decir, que el famoso Juan, sería encantado por una jovencita, muy mona la verdad.
J: ¿Y qué me dices de ti? ¿Quién es ella?
A: ¿Te acuerdas de mi amiga Lisa? Pues hace poco organizó una fiesta, y fue allí donde la conocí, y al igual que tú, solo podía pensar que tenía que ser mía.
Quiero hacerle pronto la ceremonia del collar, algo especial, y me gustaría que tú y Lía estuvierais presentes. ¿Qué te parece?
J: -se quedó pensando- Sabes que yo no comparto a mi sumisa, pero si quieres que estemos presentes, y por lo importante que eres para mí, allí estaremos. ¿Cuándo es?
A: No lo sé, ya te avisaré, aún tengo que limarla un poco más, antes de dárselo.
J: Bueno, es hora de que las perras regresen, tengo que estimular las futuras ubres de mi perra, quiero que me de leche.
A: Tu nunca cambias jajaja, aunque es interesante, ¿podría verlo?
J: Sí, sin problemas. ¡PERRA!
Las dos sumisas se giraron hacia nosotros, y sin hacernos esperar, vinieron a nosotros, una detrás de otra.
J: Perrita, es hora de tu estimulación. -Se puso roja, pero no rechistó, Juan la estaba enseñando bien-.
L: Sí Amo.
Íbamos detrás de ellos dos hacia la mazmorra, y una vez estuvimos allí, me senté en la silla presidencial del dominante para poder ver bien el espectáculo, y Sara se puso a mi lado, como buena perra obediente a su Ama. Juan colocó a su perra en el potro, me intrigaba lo q iba a pasar, la oyó, y después de masajear sus tetas y ponerle una especie de aceite en los pezones, colocó los sacaleches industriales. Como Juan era tan observador y me conocía, sabía que la situación me estaba gustando, así que me ofreció usar también su mazmorra.
Llevé a Sara del collar que le había puesto esta mañana, hasta una mesa en frente de Lía, quería que ella lo viera, y así comprobaba si a su perrita le gustaba que la mirasen, por lo menos en un ámbito de confianza. La sujeté todas las extremidades con cuerdas a las patas de la mesa, pero solo a las dos que quedaban más cerca de la cabeza de Sara. Fui a la estantería y cogí uno de los vibradores, para ponérselo en el clítoris, que fuera una dulce tortura sin que llegara a correrse, en cuanto lo encendí, gimió dulcemente para mí.
Quiera hacerla sufrir un poco, por lo que cogí una mordaza que sujetaba unas pinzas, me acerqué a ella, y le coloqué primero las pinzas y luego la mordaza, comprobando lo tirantes que quedaban las pinzas, podía darles el visto bueno. Sabía que la perra de Juan y la mía propia, estaban atentas a todos mis movimientos, eso crearía más place en Lía al no saber lo que la esperaba, y en mi puta, que miraba atentamente, fijándose en qué sería lo que escogería ahora.
Me decanté por un estrapón con un pene bastante considerable, quería ir dándola de sí, para en un futuro poder meterle la mano bien adentro, haciéndola gozar como la punta que es, mi puta. Mientras iba de un lado a otro para colocármelo, subí un poco la potencia del vibrador, las pinzas empezaban a ser un poco demasiado para ella. Una vez que me lo coloqué, me acerqué a la mesa, y de un sólo golpe se la inserté hasta el fondo, quería estar así con ella, y lo había conseguido. Mirando a juan, decidimos tomar el mismo ritmo de embestidas, eso las haría volverse locas, y babear como unas guarras, bueno, como lo que eran.
Al subir el ritmo de las embestidas, ella gemía más fuerte, pero los gemidos eran ahogados por la mordaza de bola, que ahora mismo tenía tapando su boca. Giré su cabeza para que mirara como Lía era penetrada una y otra vez, al compás de las embestidas que ella misma experimentaba, noté que le gustaba, ya que empezó a contraer sus músculos. Al poco tiempo, las dos zorra acabaron corriéndose con ciertos alaridos apagados por las mordazas. Después nos corrimos Juan y yo, ya que el arnés este, tenía un truco, ya que también tenía un dildo dentro de mí, que se empujaban el uno al otro.
Una vez que acabamos, me salí de Sara, la desaté y la ayudé a bajar al suelo, donde a veces le costaba un poco quedarse de pie. Fuimos al salón, y la verdad es que tuvimos una comida de lo más agradable, con risas, y bromas, sin descuidar cada uno nuestros roles. Al acabar la comida y estar un rato de sobremesa, consideré que ya era hora de despedirse de Juan, quería probar otras cosas con Sara, y si estaba aquí, no crearía ese vínculo de confianza y privacidad, aunque me daba pena tener que marcharme tan pronto. Nos despedimos, y acompañadas por Lía hasta la puerta, nos despedimos y pusimos rumbo a mi casa.
Entramos por la puerta, estaba realmente cansada, la verdad es que solo me apetecía descansar, pero todo cambio, cuando al girarme para hablar con Sara, ya se había desnudado por completo, menos el collar de perra que le había dado esta mañana. ¡Esta chica no dejaba de sorprenderme! Pero me encantaban sus pequeñas sorpresas.
A: Parece que la perra todavía quiere jugar un poco más -se pudo roja como un tomate-.
S: Sí Ama -se le endurecían los pezones-.
A: Me alegra que hayas hecho esto, porque es tu estado natural, las peras no llevan ropa, más que en casos excepcionales.
S: Si Ama.
Enganche una correa a su collar, la llevé a la cama, y volví a atarla y colocarla como en la mesa de la mazmorra de Juan, aunque ahora colocando las ataduras en las patas y el cabecero. Vendé sus ojos, no quería que viera lo que estaba a punto de pasar, y después cogí una vela, unas cerillas, una pala, una fusta y un vibrador. Empecé por la fusta, dando al principio pequeños golpes en sus muslos, por la cara interna, dándoles un cierto color rojizo, y cuando se empezaban a notar irritados,cambié la fusta por la pala. Alcance unas pinzas, que le puse en los labios de su coño, para dejarlo bien abierto, y los palazos empezaron a aterrizar sobre su piel. De vez en cuando paraba, y acariciaba fuerte las zonas rojas, haciendo que ella se muriese de dolor, pero la calmaba con juegos de mi lengua en sus pezones, y mi mano sobre su clítoris, haciendo pequeños masajes.
S: Ama por favor pare, no quiero más.
A: Guarra sabes que puedes aguantar mucho más que esto.
S: Sí Ama, gracias por darme.
A: De nada perra.
Volví con la pala, hasta que me pareció que ya estaba en un tono de rojo, que por ahora estaba a mi gusto, así que dejé la pala a un lado, y encendí la vela. Dejé que la cera del principio se derritiera un poco, y dejé caer cera sobre sus pezones ya completamente erectos, podía ver como sé retórica debajo de mí, y daba pequeños gemidos, que a veces eran de dolor, pero a mí eso sólo me excitaba más. Sabía que podía aguantar más, así que bajé a su clítoris, y eché unas pequeñas gotas, y escuchando sus gemidos de placer, seguí echando unas gotas más.
Apaguéla vela con un pequeño soplido, repitiéndolo ese soplido varías veces sobre su piel encerada. Sabía que eso la estaba derritiendo, podía notarlo sobre mi mano que estaba metida en su coño, empapándose cada vez más con sus flujos. Metía y sacaba mis dedos de ella, primero despacio mientras encendía el vibrador y lo colocaba sobre su sensible clítoris, y aumentando cuando ya estaba todo en su posición.
S: Ama, está puta pide permiso para correrse por favor.
A: Todavía no guarra, aguanta, cuando yo lo digas lo harás. -veía cómo ponía todo su esfuerzo en aguantar-.
A: -Dos minutos después- Córrete ahora zorra.
Se corrió bastante, me empapó incluso el brazo y la cama, empezaba a creer que era una fuente. Respiraba entrecortadamente, intentando volver a controlar su respiración, así que le quité la venda, y el resto de las cuerdas. La ayude a limpiarse en el baño y la metí en la cama, creo que por hoy ha tenido suficiente. Le traje un poco de cena a la cama, y se la comió mientras me contaba un poco de su vida, quería conocerla en profundidad, la quería conmigo en todos los aspectos. Cuando acabamos de cenar, nos fuimos a dormir, mañana sería un nuevo día.
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