Ana y Sara
Una nueva historia donde una dominante encuentra a su sumisa
Menudo día más aburrido estaba teniendo, todo me parecía tan banal e insulso, que solo me apetecía irme a casa, abrirme una botella de vino y relajarme en mi precioso baño. Estaba cansada del trabajo, las fiestas, etc. Me parecía vivir como en una película de blanco y negro.
Esa noche Lisa me había invitado a una pequeña fiesta privada en su casa. La verdad es que no tenía ninguna gana de ir, pero me había insistido tanto, que había accedido. Llegue a casa, y me dispuse a prepararme para salir. Me peiné una coleta y utilicé un maquillaje sencillo, pero marcando unos labios rojos que destacasen sobre mi piel blanquecina. Escogí un conjunto de cuero negro que me quedaba muy bien, y unos zapatos de tacón alto.
Salí de casa, me subí al coche y puse rumbo a casa de Lisa. Mientras iba de camino, pensaba lo que haría en la fiesta, un poco de vino, unos saludos y me iría a casa. Al llegar aparqué en su casa, siempre tenía un sitio reservado para mi. Bajé del coche y entré, la puerta estaba semi abierta y podía escucharse el ruido de la fiesta, así que menos mal que no tenía vecinos cerca. Cogí una copa de uno de los camareros sumisos que había paseando por ahí, saludé a algunos amigos y como siempre Lisa me abordó nada más verme.
L: ¡Ana! Al final has venido, que contenta me has puesto. Como podrás ver aquí hay todo un festín de perritas, sírvete lo que quieras.
A: Lisa, sabes que no busco cualquier cosa, que tiene que despertar eso en mí.
L: Lo sé, pero quizás una noche, es solo una noche.
Se fue casi tan rápido como había venido, la verdad es que aquella mujer era alocada y como un torbellino. Paseaba tranquilamente por el salón, cuando de repente la vi apoyada en la estantería. Llevaba un conjunto precioso, note que la sangre se me empezaba a encender, era ella, a ella la quería, la necesito conmigo. No me preguntéis porqué, pero es mi instinto dominante el que me guía, y pocas veces falla. Tengo que acercarme a ella, pero sin asustarla.
A: ¿Una fiesta poco interesante? Soy Ana.
S: Mila verdad es que me apetecía algo más intenso, pero veo que será imposible. Soy Sara. -Al mirarme se sonroja completamente, y eso hace que me den más ganas de poseerla.
A: -Me acerco a su oído y la susurro- Quizás podríamos hacerla más interesante en privado.
Se puso aún más roja si se podía, así que decidida la cogí de la mano, y la llevé a una pequeña mazmorra privada que tenía mi amiga en su casa, que en ocasiones me había dejado usar. Al llegar la coloqué en medio de la sala, veía como su cuerpo temblaba esperando que pasaría ahora, y eso no hacía más que encenderme. Cogí un antifaz y le tapé los ojos, dejándola completamente a oscuras. Acariciaba su cuerpo, sintiendo sus emociones, la incertidumbre, la excitación, todo. Desabroché su vestido por la espalda, y dejé que cayera lentamente por su cuerpo hasta caer al suelo.
Tenía un cuerpo bonito, delgada, con buen pecho, un culo bastante redondo y de cadera estrecha, además de una piel más blanca que la mía, con lo que me llamaba más a teñirla de color. Al caer completamente el vestido, vi que no llevaba nada de ropa interior, la verdad es que me quedé muy sorprendida, parecía tan inocente, u sin embargo iba así.
A: -La susurro al oído- Mmm parece que la perra venía hoy con ganas de que alguien jugase con ella. Establezcamos las reglas, y juguemos. Hoy vas a ser mi perra, como así lo deseas. -Paso mis dedos por su coño, y como me suponía estaba empapado-
S: Si Ama.
Estuvimos un rato hablando, estableciendo las reglas con las que jugaríamos aquella noche, y si todo iba como esperaba, serían muchas noches más, esta perra sería toda mía. Cuando acabamos de hablar, provocando pequeños roces con nuestras pieles, le coloqué su nuevo collar, y vi como sus pezones rosados empezaban a oscurecerse y endurecerse por la excitación. Deseo ver cuan guarra puede llegar a ser esta zorra, y hoy lo voy a comprobar.
Tiré de la correa de su collar, llevándola a usa especie de cojín sofá cuadrado grande. Até sus muñecas a cada una de las esquinas de arriba, cogí la primera pierna y la doblé atándola así y también a la parte superior del sofá. Repetí lo mismo con la otra pierna pero atándola a la esquina opuesta, ofreciendo una buena vista del coño de aquella que sería mi puta por esa noche. Miré la pared y estaba llena de objetos que usar en mi pequeña zorra, la cual respiraba entrecortadamente por la gran excitación que sentía y por la espera de no saber lo que vendría. Quería usar todo, pero empecé por la fusta, hoy le enseñaré quien manda aquí, y cuál es su posición.
Le di un pequeño golpe en el clítoris, lo que hizo que ella se arqueara y gimiera para mí y por mi, eso era música para mis oídos. Empecé a alternar el clítoris con los laterales de los muslos, ella no podía parar de gemir y retorcerse de placer. Dejé la fusta a un lado y cogí un vibrador, me quité el pantalón y me senté en su cara.
A: A comer guarra.
No necesitó más, sentí como su lengua se movía por todo mi coño, la verdad es que sabía usarla, succionaba, lamia, y metía su lengua en mi agujero, lo cual me encantaba. Movía mis caderas, y a la vez que ella me masturbaba con su cara, yo ponía el vibrador en su clítoris, haciendo que ella se estremeciera, pero no parara con su tarea. Cuando sentía que se iba a correr, se lo quitaba, oyendo de su garganta un pequeño gimoteo, pero no paraba con mi coño. Me iba a correr, lo hacía muy bien, y me corrí en su cara, dejando que todo mi orgasmo le empapase la cara, mientras notaba como intentaba beber de mí. Me estuvo limpiando un rato el coño, y me levanté, quitando el vibrador de ella.
Com mi mano, le expendí los flujos por toda su cara, mientras ella sacaba la lengua para intentar saborearlos otra vez. Fui a la estantería y cogí un buen estrapón, con una buena polla, que no paraba de acariciar. Ella levantó un poco la cabeza, y me di cuenta de que el antifaz se le había movido y ahora podía verme, y su cara fue desde la sorpresa, hasta una cara de guarra increíble, haciendo que me volviese a excitar.
Me agencié unas pinzas, que acercándome a sus pezones se las puse, y cogiendo una vara, le golpeé los pechos y las pinzas, dejando unas pequeñas marcas. Ella no paraba de gemir, entre súplicas para que parara. Cuando ya estaban algo rojos, dejé la cara y la desaté dejando sólo las pinzas. La recoloqué dejando su cabeza fuera del sillón, y enganche la cadena de sus pinzas a uno de los botones de mi traje, quedando bien tensos cuando me echaba para atrás.
Abrí su boca y metí la polla de plástico que sus ojos y su coño me mostraban lo que la ansiaban. Me movía lentamente provocando el estiramiento de sus pezones, que por la excitación que le estaba provocando, cerró las piernas frotándolas entre sí. Le abrí las piernas y le metí un azote en el clítoris, lo que hizo que su garganta llena de polla emitiera un sonido gutural.
A: No cierres las piernas puta, no me tapes las vistas de lo que es mío.
Cuando creí que era suficiente de ensalivar la polla, me retiré de ella, haciendo que las pinzas saltaran de sus pezones, no sin antes darle un buen tirón, por lo que ella gimió un poco de dolor. La cogí del pelo y la paseé por la estancia, me senté en la silla del dominante y dejé que me lamiera y besara los pies.
A: Esto es lo que más deseas perra, y conmigo disfrutarás mucho.
S: Si Ama.
A: No te he dado permiso para hablar zorra, tráeme el látigo para que pagues tu castigo.
En silencio fue a cuatro patas y me trajo el látigo con la boca, lo cogí con una mano y con la otra la tiré del pelo hasta llevarla al potro. La enganché, y la azoté el culo con el látigo, ella al principio gemía, pero según se enrojecía su culo, más se retorcía de dolor hasta que paré, y le di un azote con la mano.
Dejé la vara y la solté. Me senté en el sillón y con una seña, ella comprendió que quería que chupara esa polla que la perforaría por dentro. Me estaba encantado someterla, esos gemidos, esa piel, ese colorido, no hacían más que encender mi vena dominante con ella, solo quería enseñarla que yo soy lo que necesita, y su lugar a mi lado.
Mientras chupaba mi polla, acariciaba su cabeza, hasta que necesité llevar el control, y agarrándola del pelo, movía su cabeza con fuerza. Tiré de su pelo y la arrojé al suelo, y antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, se la clave en lo más profundo de su coño, haciendo que se estremeciera. La cogí de los brazos, y me movía rápido en ella, intentando clavarla siempre lo más profundo de ella, y ella no paraba de gemir como la guarra que era.
S: Ama, permiso para correrme por favor.
A: Claro perra, córrete para mí.
Se corrió muchísimo, me empapó los muslos, y soltando sus brazos con cuidado, dejé que cayera al suelo. Me levanté y me limpié por completo en un pequeño baño que había, cuando llegué a su lado estaba con los ojos cerrados.
A: Perrita, hoy te vienes conmigo. ¿Hay algún problema con eso?
S: No Ama, vivo sola.
A: Vamos a limpiarte para irnos a casa Sara.
La ayude a bañarse y a limpiarse entera. La puse su vestido y volvimos a la fiesta, donde no me costó encontrar a Lisa.
A: He encontrado lo que buscaba, me voy a casa.
L: ¿Pero no vas a presentarla?
A: No, ha sido intenso para ella, y me la llevo a descansar, otro día.
L: Esta bien, chao.
La subí a mi coche después de salir de la casa, y conduje a mi apartamento. Me resultaba adorable como luchaba por no caer en los brazos de Morfeo antes de llegar. Llegamos en poco tiempo, ya que no vivía demasiado lejos de Lía, la subí a casa, la puse un camisón para dormir y la acosté. Menudo día había sido, necesito descansar también. Me cambié a mi ropa de dormir, me metí en mi cama y me dormí.
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