Ana y Pedro
Ana y Pedro son dos compañeros de clase, prácticamente sin relación, hasta que van de colonias juntos con el instituto.
Ana y Pedro son compañeros de clase. A pesar de estudiar juntos, desde hace ya bastantes años, no tenían mucha relación, casi nunca hablaban, no tenían muchas cosas en común, tan solo que iban a la misma clase, nunca se habían fijado el uno en el otro.
Pero todo cambió a raíz de una excursión del instituto, unas colonias, fueron cinco días a una casa de colonias situada en la montaña. Fueron un total de 60 estudiantes y 4 profesores, la clase de Pedro y Ana y sus compañeros de curso, los del B, como ellos los llamaban.
Durante el viaje en autobús, Pedro iba sentado y haciendo bromas con sus amigos mientras Ana estaba con su grupo de amigas en la otra punta del autobús. Seguían como siempre, prácticamente sin relacionarse entre ellos, solo algún saludo por la mañana al encontrarse en clase y poco más.
Al llegar a la casa de colonias, los monitores les pidieron que se pusieran en grupos de 6 personas, las plazas de cada habitación y que tenían hasta las doce para ocupar las habitaciones. A esa hora todos tenían que estar listos enfrente de la piscina. Ana con sus amigas y Pedro con sus amigos empezaron a ocupar las habitaciones, a deshacer los equipajes, a hacer planes de lo que iban a hacer en los próximos días.
A las doce se reunieron todos delante de la piscina, los profesores ya les estaban esperando. Les explicaron lo que iban a hacer ese primer día, de una a dos y media tiempo para comer y a partir de las tres y media hasta las siete podrían disfrutar de la piscina, luego a las duchas y cambiarse y a las ocho y media todos tenían que estar en el comedor para la cena. Después de cenar tiempo libre dentro del recinto de la casa de colonias.
Y así hicieron, a la una comieron, luego a las tres y media estuvieron todos en la piscina, unos nadando, otros jugando dentro del agua, otros charlando y tomando tranquilamente el sol. Pedro y sus amigos se pusieron a jugar con una pelota dentro del agua, lanzándose la pelota, los unos a los otros. En uno de estos pases, la pelota fue a parar contra la espalda de Ana, Pedro se disculpó y Ana se la devolvió sin hacerle mucho caso. Pero Pedro se quedó mirando a Ana, un tanto asombrado, nunca había visto a su compañera de clase, de hace tantos años, en bikini y nunca pensó que tuviera ese cuerpo, nunca se había fijado en la figura de Ana y se quedó sorprendido, positivamente.
Llegó el momento de ir a las duchas y Pedro no podía dejar de pensar en el cuerpo de Ana, sentía una extraña inquietud, un extraño impulso de espiar a Ana mientras se duchaba. Estuvo un buen rato controlando todos los movimientos de su compañera, Ana fue de las últimas en ir a ducharse y él no pudo dejar de vigilar hasta que vio como entraba en los vestuarios y sin que nadie le viera se coló, en silencio, inquieto por ser descubierto, pero deseoso de satisfacer ese extraño, pero poderoso impulso que se adueñó de su mente.
Ana entró en una de las duchas y Pedro se encerró en la de al lado. Estaba nervioso, se mezclaban en su cuerpo diferentes sensaciones, que jamás había tenido antes, que jamás había sentido con anterioridad. Tenía miedo de que alguien le viera, sentía pánico por que su compañera lo descubriera, pero todas esas sensaciones, no hacían otra cosa que aumentar su deseo, su deseo de ver furtivamente el cuerpo desnudo de Ana, de ver aquella figura, en la que nunca se había fijado antes, sin ropa, en poder ver su trasero, sus pechos.
Pedro se puso de pie en el banco que había dentro de cada ducha y ayudándose con los brazos levantó la cabeza por encima de la pared que separaba ambas duchas. Y allí vio a Ana, colocando la ropa en el perchero, dejando su ropa interior limpia en el banco, colgando la toalla y dejando el bote de jabón en la pequeña repisa que había junto a los grifos. Ana llevaba un pantalón vaquero corto y una camiseta amarilla encima del bikini. Abrió los grifos, regulando la temperatura del agua y comenzó a desnudarse. Primero se quitó la camiseta, que dejó en el banco, luego las sandalias y después el pantalón. Ya estaba como él ya la había visto, en bikini. Pedro cada vez estaba más excitado, cada vez estaba más absorto en lo que estaba viendo, a su compañera desnudandose, ajena a su furtivo espía. Ana se desabrochó la parte de arriba del bikini y lo dejó también sobre el banco. Pedro se quedó fascinado al ver sus pechos, unos pechos pequeños, blancos, con una forma, que a él le pareció perfecta. Eran los pechos más bonitos que nunca había visto, pensó. Entonces ella continuó con aquel involuntario streptease, se quitó la braguita del bikini y se quedó completamente desnuda frente a la mirada de su compañero de clase. Se metió en la ducha y el agua empezó a recorrer su cuerpo. Pedro no podía dejar de mirarla, no podía apartar su mirada del cuerpo desnudo de Ana, mientras el agua caía y recorría su figura, sus curvas, unas curvas a las que nunca le había prestado atención, unas curvas que nunca se había imaginado que fueran así.
Ana cogió el jabón y empezó a pasarse las manos, llenas de espuma, por todo su cuerpo. Se dió la vuelta y continuó enjabonándose las piernas. Al volver a ponerse erguida, vió como sobresalía por encima de la pared que separaba las duchas, media cabezo de su compañero, de Pedro. Ni se inmutó, no hizo el más mínimo movimiento brusco, continuó como si no lo hubiera visto. Se sentía extraña, pero no molesta, al darse cuenta que su compañero de clase la estaba espiando. Continuó con su ducha y no dejaba de pensar en que Pedro la miraba, en que Pedro la deseaba, la encontraba atractiva. Mientras proseguía con su ducha, no podía dejar de pensar si, Pedro, ese chico con el que prácticamente nunca había hablado, se estaría tocando, si se estaría masturbando mientras la espiaba. Ana terminó de darse el jabón, se aclaró todo el cuerpo y se envolvió en la toalla. Pedro se bajó del banco y sigilosamente salió del vestuario mientras Ana terminaba de secarse y se vestía.
Luego llegó el momento de la cena y como siempre Pedro y Ana cada uno andaba con sus amigos. Al terminar la cena todos salieron del comedor y se fueron a dar una vuelta por las instalaciones de la casa de colonias.
Ana no podía dejar de pensar en lo que había pasado, Pedro estaba emocionado con lo que había visto, aunque no se atrevía a confesárselo a sus amigos. Tenía miedo de lo que pudieran pensar. Ana tampoco se lo contó a sus amigas, temía que se lo reprocharan a Pedro, que la espiara, que le robara de esa manera su desnudez, aunque a ella no le resultara molesto, al contrario, le pareció algo inocente, atrevido, se sentía algo halagada, deseada, sino no lo hubiera hecho. Ana no se lo podía sacar de la cabeza, se sentía algo excitada cada vez que volvía a su cabeza lo ocurrido, cada vez que recordaba la cabeza de su compañero de clase mirándola por encima de la pared mientras ella se desnudaba, mientras ella se duchaba. No dejaba de preguntarse si se habría tocado, si se habría masturbado mientras la miraba quitarse la ropa, enjabonarse, aclarar su cuerpo.
Ana, no dejaba de mirar por donde andaba Pedro, tenía ganas de coincidir, de poder estar cerca, de poder hablar con él. En un momento en que Pedro se quedó solo, sus amigos se fueron a la habitación a buscar bebida que habían traído ella se acercó a él, le saludó y le confesó que le había visto. Pedro se puso muy nervioso, no sabía qué decir y ella le confesó que no le había molestado. Eso tranquilizó a Pedro pero seguía sin saber que decirle a su compañera. Ella le propuso ir a dar una vuelta, los dos y poder hablar de lo ocurrido. Él aceptó y se marcharon los dos en silencio, caminando uno al lado del otro sin saber qué decirse.
Cuando estaban completamente solos, Ana le preguntó? Te has tocado?, Te has masturbado mientras me mirabas?
Pedro le contestó que no, que subido a la pared no lo podía hacer. Y lo hubieras hecho? Le preguntó ella, tenías ganas de hacerlo?
Pedro con la mirada baja y en voz muy baja le confesó que sí, que le hubiera gustado poder hacerlo. Ella se quedó pensativa por un momento y le dijo, vamos al vestuario, quiero pedirte una cosa.
Llegaron al vestuario, entraron los dos en el de las chicas y se encerraron dentro de una de las duchas. Que querías pedirme? Preguntó Pedro.
Quiero que te masturbes ahora, para mi. Quiero verte haciendote una paja, la que no has podido hacerte antes.
Pedro se quedó parado, nunca en la vida se hubiera imaginado esa respuesta de Ana. Le daba vergüenza, pero Ana le insistió, le dijo que se lo debía. Venga sacatela, dijo Ana, quiero verte el pene, ahora me toca mirar a mi.
Como Pedro no se movía ella le desabrochó el pantalón, se lo bajó hasta la mitad de los muslos y le miró. Venga, le volvió a decir. Quieres que me quite yo algo de ropa también? Le preguntó Ana. De la boca de Pedro no salió ninguna palabra, estaba completamente bloqueado, sorprendido, paralizado. Ella se quitó la camiseta y le bajó los boxer como los pantalones. Ana se quedó mirándole el pene, medio erecto, mientras él le miraba los pechos dentro de ese sostén que tan bien le quedaba. No estás excitado? Le preguntó ella. Pedro asintió con la cabeza, no podía emitir ninguna palabra, no podía creer que esto estuviera pasando. Te gustan mis pechos? Preguntó Ana. Él, por fin pudo pronunciar un sí.
Cada vez, el pene de Pedro, estaba más erecto y ella lo empezó a acariciar con sus dedos. Entonces Pedro le preguntó. Pero exactamente, qué es lo que quieres? Que te masturbes para mí, quiero ver como lo haces, dijo Ana. Entonces Pedro se cogió el pene y empezó a menearlo, delante de ella. Ana sonrió mientras miraba como su compañero de clase se la meneaba, delante de ella, para ella, por ella. Quieres que me quite el sostén? le preguntó. Pedro le confesó que le gustaría mucho, que tenía los pechos más bonitos que nunca había visto. Ella volvió a sonreír y se desabrochó el sostén dejándolo sobre el banco. Quieres tocarlos? Preguntó ella. Él contestó que sí, que le gustaría mucho poder tocarlos. Pedro, con la mano que le quedaba libre, empezó a acariciarle los pechos, primero con la punta de los dedos, siguiendo su forma, su contorno. Eran unos pechos, blandos, de piel suave, con una textura semejante a un globo de agua, pensó Pedro.
Te gustan? Preguntó Ana. Sí, contestó Pedro. Me gusta mucho sentir tus pechos en mi mano. Ella le confesó que también le gustaba sentir su mano sobre sus pechos. Él seguía meneando su pene, ella no dejaba de mirar como lo hacía, de mirar como su mano se movía con su pene dentro, saliendo la punta cada vez que su compañero de clase bajaba su mano hasta abajo del todo. Estoy muy excitada, dijo Ana, quiero ver como te corres, quiero ver como sale despedido tú semen. Te queda mucho Pedro? Le preguntó. No, confesó Pedro, yo también estoy muy excitado, nunca había estado tan cachondo Ana.
Ella puso su mano en sus testículos, mientras él se masturbaba, los acariciaba con su mano, él cerró los ojos y no pudo aguantar más, llegando al orgasmo, eyaculando sobre el brazo de Ana, salpicando semen sobre la barriga de su compañera.
Te ha gustado? Le preguntó Ana. A lo que Pedro contestó, mucho.
Gracias, dijo Ana. No gracias a tí, dijo Pedro.
Ana se limpió el brazo y la barriga del semen de su compañero de clase, se puso la camiseta y salió de la ducha despidiéndose de Pedro con una sonrisa que él nunca podrá olvidar.
Pedro se limpió la mano, su subió los boxer, los pantalones y antes de salir cogió el sostén que se había dejado olvidado su compañera de clase, lo metió en su bolsillo y salió de la ducha y se fue a su habitación.