Ana y Paloma con amigas
Señoras de alto poder adquisitivo, un chalet de lujo, un grupo cerrado, juegos ocultos y mucha sexualidad contenida.
Ana y Paloma con amigas.
A pesar de que hace mucho tiempo que conocemos a Paloma y Antonio, y de haber compartido con ellos numerosas fiestas, cenas, comidas y otros actos, no fue hasta nuestra última visita a su ciudad, y el rollo mantenido entre ellas, cuando ha habido más proximidad de una con la otra. Como pareja jamás hemos tenido intercambio, ni juegos ni propuestas con ellos, es más, estoy absolutamente seguro que Antonio desconoce nuestra inclinación y la de su mujer Paloma.
En su caliente encuentro en casa de ésta, Paloma le contó sus escapadas a un negocio en la capital (Relato: De turismo con Juan) y quedaron en que la acompañaría al sitio para que Ana lo conociera.
Durante unas semanas se comunicaban, en ocasiones con llamadas al móvil y en otras mediante el utilizado whatsapp. Al fin, tras varios inconvenientes superados, concretaron fecha y hora para verse y acudir al local.
Era, al menos eso creo, la única vez que Ana acudía a un acto de tema sexual sin mi compañía. Lo hablamos, lo valoramos y decidimos que acudiera sola, ya que mi presencia en ese lugar no tenía cabida. No procedía.
De regreso a casa, dentro de un horario prudente y formal, Ana me relató con detalle la tarde compartida con Paloma.
El “Local”, es un chalet de construcción próxima a los diez años, saliendo de la Capital hacia lo zona rural, pero muy cercana a la ciudad. Decorado con gusto, y cierto lujo, tiene una bonita zona ajardinada y un cómodo aparcamiento. Los propietarios son un matrimonio en torno a los 60 de edad, con buena posición económica y con relación social de clase alta.
Paloma me había comentado en su momento que, en esa casa, se reunían señoras, todas mayores de 50, de clase social alta, amigas y en un círculo cerrado, donde daban rienda suelta a sus placeres y deseos sexuales, siempre dentro de la más estricta intimidad y qué, para acudir a sus reuniones, era imprescindible ser presentada por algún miembro del grupo y recibir el beneplácito de éste.
Elena, la anfitriona, se conserva en buen estado de forma, cuerpo cuidado y figura esbelta a quien la madurez le ha dotado de un atractivo llamativo unido a una elegancia en el vestir y una piel acariciada por el sol.
Nos recibió en el porche, con una decoración sencilla y estival, donde se hicieron las presentaciones. Se mostró amable y sonriente y nos invitó a sentarnos en unos confortables sofás, donde comenzamos una distendida conversación, mientras una asistenta nos servía café y descorchaba una botella de champán que depositó en una cubitera con hielo.
- Paloma me ha comentado que sois buenas amigas, comenzó diciendo
- Así es, hace años que nos conocemos, apunté.
- También me ha dicho que tenéis gustos similares, dijo con una media sonrisa pícara.
- Es un encanto de mujer y podréis comprobarlo cuando os conozcáis mejor, añadió Paloma
La conversación transcurrió con preguntas triviales sobre mi vida, mi familia y cosas similares para terminar diciendo que le parecía una mujer atractiva.
- Gracias, tú también lo eres, tienes un aspecto envidiable.
- Mi trabajo y mi dinero me cuesta; la edad no perdona, pero me mantengo en forma.
Media hora más tarde, suena el claxon de un coche y Elena abre la puerta de la finca.
- Son Marga y Charo, comentó dirigiéndose a Paloma. Se han apuntado a una
copita de champán.
- Ah, genial, me apetece verlas de nuevo.
Hechas las presentaciones, tomamos una segunda copa y Elena indicó a la asistenta que retirara el servicio y que podía irse, dado que no requerirían su presencia hasta la noche.
Marga, una mujer sobre los 70 años abundantes, también mantenía un aspecto cuidado y vestía con buen gusto y grandes marcas. Manos cuidadas con esmero, pelo, cutis y un maquillaje suave que realzaba unos ojos atractivos.
Charo, la más joven de las cuatro, presentaba también un buen aspecto, quizás con menos clase que sus amigas, aunque llevaba algunas joyas que delataban, tal vez, un acelerado ascenso en la clase social. Tenía unas bonitas piernas y un culito respingón atractivo, que se encargaba de lucir con un pantalón cortito bastante ceñido.
- Chicas,¿ pasamos al interior?, invitó Elena
Todas afirmamos y nos dirigimos a una amplia estancia, muy bien decorada, con amplios ventanales y gruesas alfombras. Los sofás, formaban un amplio cuadrado en el que, curiosamente, no había ninguna mesa central.
Una vez instaladas cómodamente, Elena abrió una nueva botella de champán y llenó nuestras copas; todas brindamos por las mujeres decididas, por el sexo y por la amistad.
- Alguien tiene un programa para hoy?, preguntó la anfitriona
- Yo quisiera presentaros a mi amiga Ana, que la conozcáis más a fondo y que pasemos una tarde agradable.
- Genial, dijeron el resto
- Ana, imaginamos que Paloma te habrá contado en qué consiste nuestro grupo, qué hacemos y como actuamos, damos por entendido que te apetece compartir con nosotras esta tarde y disfrutar de un juego de mujeres sin ataduras, comentó Elena.
- Sí, ya me ha explicado un poco y debo confesar que me apetece mucho. Cada día me atrae más en contacto con otras mujeres, aunque los hombres siguen siendo mi predilección.
- También a nosotras, pero esto no te lo dan los maridos ni otros hombres. Por supuesto que nuestros esposos no saben nada y confiamos que sigan así, matizó Marga.
Elena se levantó y regresó con un bonito maletín de cuero que se dispuso a abrir. Había numerosos aparatos para el disfrute sexual, según pude apreciar en un vistazo rápido. Sirvió una nueva ronda de champán y le pidió a Paloma que ejerciera de maestra de ceremonias.
Esta, me tendió su mano y me llevó hasta en centro de los sofás, donde antes imagino había una mesita, y dirigiendo mi mano, me hizo dar una vuelta completa sobre mí misma.
Por indicación suya, llevaba puesto un vestido de verano, escotado y abotonado por su parte delantera, que colgaba de dos finos tirantes, que alcanzaba su vuelo unos dedos por encima de las rodillas y unas sandalias de verano. Sujetador con un encaje en su contorno y unas braguitas negras, a juego, que eran una mínima expresión; un suave maquillaje, unos pequeños pendientes de aro, una gargantilla y un ligero toque de perfume.
Elena, Marga y Charo se acomodaron en los sofás, mientras yo me mostraba, de pie, ante ellas conducida por Paloma; se arrodillo y descalzó mis sandalias apareciendo claramente mis pies con las uñas pintadas de un color rojo intenso. A continuación me quitó los pendientes y la gargantilla.
Con delicadeza, desabrochó dos botones de mi vestido, comenzando por la parte baja, para mostrar mis muslos entreabriendo la tela levemente.
Me paseó despacio por delante de ellas para que pudieran tocar mis piernas y, por vez primera, visualicé miradas de lujuria. Acto seguido, continuó desabrochando mas botones hasta que aparecieron mis bragas; entonces recogió el vestido hacía atrás para que se apreciasen bien mis piernas, mi zona púbica y mis caderas. Nuevo paseo, nuevos toques y vuelta al centro de la sala para terminar con los botones que quedaban y deslizar los tirantes del vestido dejándolo caer totalmente. Así me quedé, con mi conjunto de ropa interior y observada por las tres amigas más Paloma, que disfrutaba mostrándome.
Paloma se sentó en otra butaca y fue Elena, como anfitriona, quien se acercó a mí, pasó sus dedos por mis hombros, descendiendo por la espalda y soltándome el sujetador. Mis pechos quedaron libres y expuestos, pero nadie se acercó a acariciarlos.
Marga, se levantó y me recorrió con la mirada, me hizo girar en redondo colocando sus manos sobre mis caderas. Luego, con suma delicadeza, procedió a bajar mis bragas. Se agachó y las sacó de mis pies, que es donde se habían detenido. Las cogió y las olió, pasándolas al resto de amigas.
- Huelen a hembra caliente, comentó.
Me sentí acribillada con sus miradas, pero, tal vez por la incertidumbre, no estaba caliente todavía, sintiendo un cierto nerviosismo ante la situación que me encontraba.
- Abre las piernas, Ana, me mandó Elena
Yo obedecí y abrí mis piernas, tal como estaba, desnuda y de pie. Mientras las observaba, noté que se estaban relajando, como entregándose al morbo y vicio; Charo tenía una mano sobre su short, Marga contorneaba las manos sobre sus pechos, Elena tenía su mano oculta bajo su vestido y Paloma, también se tocaba sus pechos.
Permanecí así algunos minutos mientras que ellas, sin tocarse entre sí, avanzaban en sus propias caricias.
Fue ahora Paloma, quien por indicación de Elena, se levantó y extrayendo del maletín una especie de pañuelo de cuello procedió a vendarme los ojos, acercándose a mi oído y diciéndome.
- Relájate, entrégate y disfruta.
Pasaron algunos segundos en los que escuché unos sonidos como de movimientos de ropa; con la venda me resultaba imposible saber que ocurría, pero parecía que se estaban desnudando.
Sentí unas manos frías que acariciaban mi espalda, bajando lentamente hasta mis glúteos, contorneando mi culo, pasando a mi pubis, mi vientre, mis pechos, deteniéndose en mis pezones, que oprimía con sus dedos, acariciaba toda la mama y subía hasta mi boca.
Me abrió esta con sus dedos e introdujo uno, luego dos, jugueteando con mi lengua; los sacó y los metió de nuevo, dejándome, ahora, en la boca un inconfundible sabor a jugos femeninos.
Unos labios besaron mi cuello, el lóbulo de mi oreja, lo que me produjo una sensación de placer que puso mi piel en carne de gallina. Alguien noto este gesto y observó cómo se endurecían mis pezones.
Creo que una tercera persona tomo con su boca mis pechos, mis duros pezones y comenzó a lamerlos, lo que me provocó un leve suspiro.
- Tenías razón, Paloma, su cuello y las tetas son su perdición, comentó Elena.
- Sí, lo descubrí la noche que os comenté. Se pone muy caliente.
- Habrá que calentarla más, sonaba la voz de Charo.
- Creo que es el momento de pasar a la acción, añadió Marga.
Y así fue qué, conduciéndome asida por el brazo, me llevaron caminado hacía un lugar que no podía ver, se abrió una puerta y comenzamos un descenso por unas escaleras hasta llegar a otra sala o habitación, que intuía podría ser un sótano o garaje. Seguimos andando unos pasos más hasta que oí en movimiento de una llave que abría una cerradura. Me condujeron a otra habitación y cerraron dicha puerta.
Hacía más calor, el suelo estaba mullido, como forrado y olía a jazmín.
Noté que me sujetaban las muñecas, juntas, con una especie de cinturón o correa y me levantaron los brazos por encima de la cabeza. Después, alguien ató a dicha correa algún cable o cuerda y Elena ordenó:
- Tira de la cuerda hasta que sus brazos queden estirados.
Efectivamente, mis brazos se fueron estirando hacia arriba hasta quedar totalmente rectos por encima de mi cabeza. Yo seguía sin poder ver nada, expectante ante el cariz que podía tomar aquel juego.
La cosa se fue animando y varias manos comenzaron a acariciarme por todas partes, no sabría decir cuántas, pero creo que las ocho que había en ese momento. Me chupaban los pezones, me frotaban el clítoris, los labios inferiores, y hasta algún dedo se introdujo por mi vagina y mi ano.
Una boca me besó y lo hizo apasionadamente, frotando sus pechos contra mi cuerpo a la vez que escuchaba algún gemido entre ellas. Alguien me dio unos azotes, unos con las manos, otros con una especie de fusta suave; todo aquello me estaba liberando la tensión inicial y comenzaba a excitarme.
Otra boca me comió mí, ya mojado, coño, lo que me hizo abrir las piernas para facilitar sus caricias y creo acertar si digo que, una a una, pasaron todas las bocas por mi sexo. Alguna mordisqueó mi clítoris, otra jugó con mi culito, y alguien me metió en él, un consolador anal, de los que son anchos al comienzo y estrechan una vez dentro, que allí permaneció todo el tiempo. Por mi vagina introdujeron otro consolador con vibrador.
Estuvieron jugando con él y conmigo, haciendo que mi cuerpo se arqueara, se retorciera de placer y comenzara a gemir hasta que solté mi primer orgasmo de la tarde; fue un “squirting” impresionante qué, según me contaron después, rocié algunas caras cercanas al consolador.
Me sujetaba agarrada con las dos manos a la cuerda que levantaba mis brazos y mi cuerpo, hasta qué, después del orgasmo me soltaron y quedé tumbada sobre el suelo.
Me quitaron, al fin, el pañuelo que cubría mis ojos y pude ver la situación.
Estábamos en una especia de sótano, con ventanas altas y estrechas, con cristales opacos. Las paredes empapeladas con tela, algo similar a terciopelo, el suelo, con un acolchado semejante al de los parques infantiles, cubierto por una gran alfombra de color negro. Había varios sofás, todos de dos plazas, más uno individua, haciendo una especie de cuadrado y en uno de los laterales una serie de espejos, donde podíamos ver mientras jugábamos. En una de las paredes había una “X” de madera con ataduras para manos y pies y una serie de armaritos que, en ese momento, estaban cerrados y, en el centro de la sala, una anilla sujeta al techo, soportaba la cuerda que había sido mi atadura hasta ese momento.
Sentadas en los sofás, totalmente desnudas, estaban mis cuatro amigas: Elena, con un cuerpo envidiable, pechos con algo de caída, pero carnes firmes, que denotaban horas de gimnasio; Paloma, a quien ya conocía desnuda, Charo, la de mejor cuerpo sin duda, con un culo apetecible y dos tetas firmes, con grandes pezones y piernas macizas y finalmente Marga, la de mayor edad, con pechos, también, algo caídos, una barriguita imposible de reducir y todas, absolutamente depiladas.
Fue Marga quien me dijo:
- Ven Ana, acércate a mí.
Me senté junto a ella, acarició mi cara y me besó en la boca. Un beso de deseo, de calentura, de ganas de sexo.
- Cómeme los pezones, chúpalos y acaricia los pechos, ordenó mientras me colocaba entre sus piernas abiertas, haciendo que apoyara mi cuerpo sobre su pubis y mis tetas sobre su vientre.
Rodeó mi cuerpo con sus piernas y movía su cintura para rozar su carne con la mía; luego fue empujando mi cabeza hacia abajo, haciendo que descendiera hasta llegar a su coño, que abrió con sus manos para mostrarme su inflado clítoris.
- No pares hasta que me corra y te bebas mis jugos.
Paloma, se revolcaba con Elena, en uno de los sofás y Charo se dirigió hasta nuestro sitio. Yo, estaba entregada en la tarea de satisfacer a Marga, cuando la sentí detrás de mí. Me cogió por la cintura y elevó mi culo, separó mis piernas y, sin que yo dejara de hacer mi tarea, sacó el consolador que me ocupaba mi culo y metió su boca en él, lo lamió, lo lubricó con su lengua, e inicio un tacto rectal con su dedo corazón, mientras su otra mano manejaba y apretaba mi clítoris.
Empecé a tener una respiración agitada y Charo se dio cuenta; se levantó, buscó posición y comienzo a sentir una polla de latex perforar mi culo. Atada a su cintura, asomaba una larga verga de color negro, que cimbreaba con sus movimientos. La dejé hacer y pude sentir cómo entraba, despacio, gracias a una lubricación adecuada de gel. Di unos pequeños grititos, de dolor primero y de placer después.
Me cabalgó mientras notaba que Marga estaba a punto de correrse, acariciándose sus propias tetas y yo sentía que me venía por segunda vez. Nos corrimos las dos mientras Charo embestía mi zona trasera.
Tal vez ayudadas por el ambiente, Elena dio cuenta de Paloma, quien con acumulación de excitación, daba unos intensos alaridos de placer. Vi como Elena sacaba de su coño y del de Paloma una verga de doble cabeza. La anfitriona seguía entera.
Paloma se sentó junta a Marga y comenzaron un suave magreo de relajación, mientras Elena, con el pene doble en la mano, se acercó a mí, me llevó al centro de la alfombra, me tumbó boca arriba, con las piernas abiertas y se colocó en posición 69, dejándome su jugoso chocho al alcance de mi boca. Lo comí, lo chupé, lo devoré mientras sentía su lengua en mis entrañas.
- Quiero devorar tus tetas, le pedí, en un momento de cambio de posición.
- ¿Te gustan?, ¿Quieres disfrutar de ellas?
- Sí, me había fijado en ellas al llegar, pero ahora, al natural, me apetecen muchísimo.
- Ven, tócalas, lámelas, dame placer.
- Me gustan esos pezones negros y esta piel tan cuidada; tienes un cuerpo deseable.
- Te voy a follar, lo sabes, no?
- Sí, también lo estoy desenado
Ahora era ella quien estaba tumbada boca arriba. Yo sentada sobre su vientre e inclinada hacia sus tetas; ella se entregaba y disfrutaba mis boca en sus pezones, mientras susurraba.
- Métete el pene en tu coño y luego en el mío.
- ¿Así te gusta?
- Si, ahora vamos a juntar nuestras pelvis para hacer una buena tijera
Comenzamos un movimiento acompasado de mete y saca sobre el latex introducido en nuestras vaginas; yo sentía un inmenso placer acariciando sus tetas y comiéndonos la boca. Charo, que estaba a nuestro lado metiéndonos mano a las dos, posicionaba su coño sobre nuestras caras para ser lamido. Así fue como me corrí por tercera vez esa tarde, acompañando a un orgasmos brutal de Elena, que ponía los ojos en blanco.
Solo nuestra joven amiga permanecía entera, con ganas de entregarse al orgasmo, sus ojos delataban una excitación sublime, su cuerpo, bien formado, ofrecía una imagen deseable a la vista, buenas tetas, vientre firme, caderas ajustadas, pubis depilado y destacando sobre su bronceada piel, las marcas blancas del bañador sobre sus pechos y pelvis. Eso la hacía doblemente deseable.
Parecía que yo, al ser la nueva, era foco de atención del grupo de amigas; Marga acercó su boca a la mía y nos dimos un beso apasionado, de hembras calientes, entre pequeños suspiros de ansia por más.
Me tomó de la mano y fuimos, de nuevo, al centro de la sala, al mullido suelo recubierto por una sábana; me puso el dildo atado a mi cintura y con su pene apuntando hacia delante. Se tumba boca arriba, abre las piernas y me pide, haciendo un gesto con el dedo índice, que me acerque a ella; chupa y lame el consolador, lo lubrica con gel y señala su abierto coño.
- Penétrame, fóllame, dame placer como yo te lo día a ti.
Me arrodillé y fui acercándome a ella, viendo como se movía el consolador, lo acerqué a sus labios vaginales y empecé a penetrarla; ella comenzó a acariciarse sus pezones, a manosear sus duras y blancas tetas y a abrir la boca para empezar a gemir.
Yo cambié sus manos por las mías en sus pechos; los deseaba, me atraían como una fuerza especial, los besaba, los lamía, sentía mi excitación al acariciarla. Parecíamos dos lobas hambrientas, apurando las embestidas, hasta qué sentimos llegar la explosión de nuestros cuerpos, sudorosos, magullados por la intensidad de las caricias. Exhaustas, quedamos una sobre otra unos minutos, hasta conseguir recuperar la respiración.
Algunas de ellas ya habían desaparecido por una puerta que conducía a un amplio y completo baño. Nosotras también lo hicimos y, después, nos incorporamos al resto del grupo que disfrutaba de otra copa de champán.
Ya relajadas y cansadas, Charo me comenta que descubrió este mundillo gracias a su ex jefa, Doña Adela, hoy ausente por causas de fuerza mayor.
- Te gustará conocerla, en bastante mayor, se conserva muy bien y es toda una experta .
- Espero conocerla en otra ocasión, apunté.
- En la próxima fiesta de grupo la conocerás. Siempre trae algo nuevo, alguna principiante, como en su momento me trajo a mí.
Ya recuperadas y satisfechas, con una nueva y agradable experiencia nos despedimos,
Eran las 8 de la tarde y había que retomar la normalidad familiar, quedando en vernos para una nueva cita: Una fiesta de iniciación, que habrá próximamente.
Cuando suceda, la relataré.
Matricam: Ana.