Ana y los otros. Diario prohibido CAP I
Mi vida cambió hace tres años y vuelve ha cambiar hace unos meses. Esto es una historia de desenfreno, pasión y amor oculto. Puede ser amor filial, sexo con maduras o interracial. vosotro mismos yo necesitaba escribirlo.
Me llamo Ana, soy viuda desde hace casi tres años y relataré hechos ocurridos desde el pasado verano los cuales han cambiado mi vida de manera importante. Convivo todavía con el hijo de mi marido que murió hace casi tres años por una larga enfermedad, eso supuso para mí caer en una profunda situación de tristeza que he superado en parte y que se reflejaba en mi estado físico pues había engordado más de quince kilos debido a mí dejadez . Cuando nos casamos él era viudo siete años antes, nos conocimos en el hospital donde trabajo como enfermera, salimos tres años antes de decidir unirnos en matrimonio que duró seis años hasta su muerte. Daniel con quien convivo tiene ahora dieciocho años, mi relación con él siempre ha sido ni buena ni mala, yo he intentado mostrarle cariño pero siempre he notado por su parte cierta frialdad y cuando he planteado la situación lo niega aludiendo que es su carácter. Es un chico tímido y creo que se debe a que a parte de mí no tiene nadie más pues los abuelos murieron bastante jóvenes siendo sus padres hijos únicos.
Daniel aprobó la selectividad con muy buena nota y eso le permitió matricularse en la facultad de medicina en la universidad de Barcelona. Nuestra situación económica siempre ha sido aceptable pues además de mi sueldo tenemos los ingresos de las pensiones de viudedad y orfandad y una pequeña renta por el alquiler de una nave industrial que nos legó mi marido. Días antes del examen de selectividad prometí a Daniel que si sacaba buena nota el premio sería un campus en Estados Unidos para perfeccionar su inglés y técnica de baloncesto, juega en el primer equipo de nuestra ciudad, allí su mejor amigo es Amín un chico senegalés que además también era compañero de colegio e instituto. Los dos destacan por su altura ya que miden cerca de dos metros. Amín llegó a nuestro país siendo un niño y su familia está totalmente integrada a nuestras costumbres.
El mes de agosto pasado estaba sola en casa pues como he dicho Daniel había viajado a los Estados Unidos, conectaba con él casi diariamente a través de skipe y me mantenía informada de todas sus vivencias lejos de casa. Un viernes antes de despedirnos me facilitó el número de teléfono de Amín pidiéndome que le llamara para decirle que el sábado por la tarde quería hablar con él por lo que sería necesario que estuviera en casa a la hora de conectarnos. Cumplí su deseo y Amín confirmó que estaría en casa a las siete de la tarde.
Era un día caluroso, había hecho turno de nueve horas en el hospital aquella mañana y la noche anterior apenas había dormido como tantas otras desde la muerte de mí marido. Apenas hacía vida social y me esforzaba en que la situación no afectara a Daniel, como he dicho no estaba en las mejores condiciones físicas. Siempre había sido una mujer que presumía de tener buen tipo y aunque no muy alta los hombres me miraban y me sentía objeto de deseo sobre todo antes de conocer a quien fue mi marido. Desde su fallecimiento no había mantenido relaciones sexuales y era incapaz de autosatisfacerme. Dormitaba sentada en el sofá delante del televisor, el aire acondicionado mantenía una temperatura agradable en el salón, de repente el sonido del telefonillo me asustó pues no recordaba la visita de Amín, dudé en ir a ponerme otro vestido ya que vestía una bata que apenas alcanzaba a cubrir la mitad de mis muslos y sin ropa interior debajo. El timbre volvió a sonar y fui directamente a abrir.
Tras la puerta apareció el amigo de Daniel, es tan alto que para hablarle yo debía elevar la mirada buscando el techo, le invité a entrar y su saludo fue una tímida sonrisa. Pasó delante y fue directamente a la habitación de Daniel que ya conocía, mientras caminábamos observé que vestía con la ropa de entreno del equipo de baloncesto, pantalones cortos muy anchos y una camiseta de tirantes. Le pregunté si deseaba que le conectara el ordenador por la contraseña y contestó que no ya que Daniel se la había enviado por whatsapp, lo que me sorprendió, le ofrecí algo de beber y educadamente rechazo la invitación proponiendo que más tarde.
Fui directamente a mi habitación, me puse ropa interior y cambié la bata por otra menos atrevida, volví al sofá dispuesta a seguir mirando la televisión, pasado un rato recordé la primera vez que vi a Amín, era un negrito de once años, muy delgado, ojos saltones y tan alto que casi doblaba a otros compañeros de colegio, me pareció un niño muy educado y prudente que ya hablaba en correcto castellano, habían pasado siete años y mantenía la misma opinión pero ahora era todo un hombre con un físico espectacular. También recordé a mi marido y las muchas veces que en aquel mismo sofá habíamos hecho el amor. Un sentimiento de tristeza me invadió ya que estaba segura que jamás volvería a vivir aquellas sensaciones
Una fuerte carcajada interrumpió mis pensamientos, instintivamente me levanté con intención de saber el motivo, la puerta de la habitación de Daniel estaba entre abierta y desde el pasillo se podían ver las anchas espaldas de Amín sobresaliendo del respaldo de la silla donde estaba sentado. En la cabeza llevaba puestos unos auriculares y su risa era continua excepto cuando él hablaba, le observé durante un momento y cuando me disponía a retirarme escuché claramente: “que va, hace más de diez días que no follo, la marquesa está fuera de vacaciones, ahora que el marquesito esta con su padre hasta septiembre me la podría follar cada día, por cierto el último día que me la tiré preguntó por ti, por lo visto no le doy lo suficiente y te encuentra a faltar” , tras unos segundos una nueva carcajada salió de su boca.
Confusa por lo escuchado volví al sofá intentando descifrar la frase, no tardé en deducir el significado: la marquesa es la madre de un compañero de equipo que se apellida Marques, está divorciada y tiene fama de ser algo ligera de cascos. Evidentemente, por lo escuchado, Amín y Daniel debían de estar teniendo relaciones sexuales con ella. En un principio me disgusté pensando en la edad de Alberto pero tras unos instantes acepté la situación pues ella estaba divorciada y era libre de mantener relaciones sexuales con quien deseara y había elegido hacerlo con dos hombres jóvenes y guapos, lo que me produjo cierta envidia y pensé que ojalá tuviera yo el valor de “la marquesa”. Me avergoncé de haber tenido esa idea.
Aun le daba vueltas cuando Amín apareció para decir que Daniel deseaba hablar conmigo, era simplemente para preguntar si todo iba bien y acordar una nueva cita para conectar, nos despedimos y volví al salón. Amín observaba una vitrina con pequeñas figuras de Lladró, insistí si deseaba beber algo y esta vez pidió u refresco, le invité a sentarse en el sofá y fui a buscarlo a la nevera.
Cuando volví me senté frente a él, nos separaba una mesa de centro e inicié una conversación preguntando por su familia, su trabajo, el equipo de baloncesto y otros asuntos que improvisaba con tal de romper el silencio. No prestaba atención a sus respuestas pues mí pensamiento estaba en un lugar indefinido, tenía una sensación extraña como de haber llegado al punto culminante de hartazgo de llevar una vida tan monótona y aburrida. Delante de mí tenía un hombre guapo, con un cuerpazo maravilloso que me provocaba un deseo que tenía casi olvidado, estaba impaciente y notaba una calentura entre mis piernas
No me contuve y pregunté por “la marquesa”, reaccionó moviéndose nerviosamente hasta casi levantarse del sofá, le tranquilicé diciendo que había escuchado la conversación y que no veía nada malo, simplemente preguntaba porque era chafardera. Sorprendentemente empezó a relatar con todo detalle la historia de su relación y de Alberto con “la marquesa” mientras miraba mis piernas que tenía cruzadas una sobre otra, fui consciente que le estaba ofreciendo la visión de mis muslos hasta posiblemente las bragas, no me causó vergüenza alguna e incluso con disimulo intenté facilitar le visión, yo no prestaba atención a su relato y embobada le miraba deseando que se lanzara sobre mí
Amín puso una mano sobre el pantalón a la altura de la ingle y recolocó sin disimulo un bulto que hasta ese momento no había llamado mi atención, imaginé que era el pene y eso aumentó mi estado de ansiedad, pensé como provocarle para que fuera él quien tomara la iniciativa y descaradamente desabroche dos botones de la bata dejando casi al descubierto el canalillo de los pechos mientras le decía que yo no tenía tan buen tipo como “la marquesa”. Una carcajada fue su respuesta y dijo que a él personalmente le gustaba más yo sobretodo porque me había conocido hacía muchos años y sabía como era antes. Me quedé estupefacta y más aún cuando se incorporó y acercándose hacia mi mientras se bajaba el pantalón liberó su pene que quedó balanceándose a escasamente medio metro de mi rostro
Era enorme aunque estaba flácido y no pude disimular un gesto de sorpresa primero e incredulidad después, como una tonta lo medí con la palma de la mano y totalmente extendida no llegaba a cubrirlo todo, la bolsa de los testículos colgaba teniendo el aspecto de un badajo, el deseo se apoderó de mí y perdí todo tipo de recato, rodeándolo con ambas manos acerqué mi boca al glande de color rosa pálido que brillaba entre la piel color negro azabache. Disfruté los primeros lamidos, mi lengua golpeaba la carne rosada y comencé a sentir como cada vez se endurecía más hasta parecer una barra de acero. Un cúmulo de sensaciones llenaban mi cerebro: vergüenza, placer, deseo, miedo, todo ello mezclado me empujaba a seguir lo que estaba haciendo con las ansias de una yegua desbocada ante la visión del enorme falo que tenía entre los labios.
Degustaba con fruición el sabor de la mezcla de mi saliva con la carne de tan enorme polla, apenas podía engullir más de cinco centímetros pues no cabía más en mi boca, las manos de Amín masajeaban mis pechos y vientre produciéndome un leve dolor que se confundía con la sensación de placer, ante mis ojos la piel oscura de su pelvis permanecía inerte y pasados unos minutos él no daba muestras de estar a punto de correrse mientras yo comenzaba a tener indicios de un cercano orgasmo. Pensé que estaba haciendo y fui consciente que si llegaba más lejos no tenía a mano ningún tipo de protección tomando la decisión que ya lo solucionaría en el hospital con la pastilla del día después. Hacía más de tres años que no estaba con un hombre y había decidido poner fin a tal penitencia. Mientras pensaba mi lengua seguía acariciando la polla y los testículos de Amín que ya reaccionaba a los primeros síntomas de placer.
Alcé la vista hacia su rostro, tenía los ojos cerrados y resoplaba suavemente, paré de mamarle y le pedí que por favor no se corriera todavía, su mirada dio a entender que no me preocupara. Reinicié la mamada y cuando comenzaba a notar los primeros síntomas de la llegada de un orgasmo, Amín separó mi rostro de su pene y pidió ir al dormitorio, accedí, me abrazó por la espalda y fuimos hasta mi cama. Durante el recorrido pensé en las veces que habíamos actuado de la misma manera junto a mí marido, una vez en el dormitorio me rodeo con sus brazos y mi rostro chocó con la piel oscura de su ancho tórax, mordisqueé sus pezones y suavemente me dejó caer de espaldas sobre la cama, enérgicamente abrió mis piernas y su lengua tomó posesión de mi vagina iniciando un suave masaje circular que en segundos me provocó un orgasmo que rompía definitivamente el periodo de abstinencia. Fueron llegando uno tras otro, la humedad traspasaba más allá de la vagina y los muslos y pubis se inundaban de jugos vaginales. Cuando quiso se incorporó levanto mis piernas agarrándolas por los tobillos las abrió y me miró fijamente dándome a entender que se daba permiso para penetrarme con su pene, con la mirada le rogué que no esperara más a hacerlo y algo asustada me preparé para recibir en mi cuerpo aquella enorme polla.
Lo hizo con tal delicadeza que aunque sentí dolor la primera embestida ya me dio placer, lentamente el duro falo fue llenando toda mi vagina, notaba el roce del duro músculo con el interior de mí cuerpo y el contacto de sus venas con las paredes interiores de mi coño, cada movimiento era una hemorragia de placer, sus manos sujetaban mis muslos con tal fuerza que me producían dolor pero en lugar de molestarme aumentaba la sensación de placer. Mi vientre rozaba mis muslos, estaba desbocada pero mantenía la serenidad suficiente para pensar en lo que estaba ocurriendo y decidí disfrutar del momento sin pensar en nada más. Amín empujaba su polla cada vez con más fuerza dentro de mi vagina y yo hacía rato que me estaba corriendo dejando ir cada vez más líquido vaginal, la cara de Amín daba signos de agotamiento y creí que estaba a punto de correrse lo que confirmé cuando intentó salir de mi interior, entre gemidos le pedí que aguantara adentro y obediente desparramó su semen en mi interior
Cerré los ojos y me entregué al placer, mis manos apretaban las nalgas de Amín contra mi cuerpo, quería sentir como descargaba hasta la última gota de semen en mi interior, él estaba inmóvil y erguido entre mis piernas y dejaba oir claramente su respiración, cuando abrí mis ojos todavía él tenía cerrados y esforzándose en vaciar su polla de las últimas gotas de semen. Cuando la sacó de mi vagina había perdido rigidez pero el tamaño era el mismo, dudé como había sido posible que aquello hubiera entrado en mi cuerpo.
Amín me rodeó con sus brazos, apretó mi vientre con las palmas de sus manos y cerró los ojos. Miré el despertador de la mesilla de noche. Eran las nueve y algunos minutos de la tarde y me preocupe ya que pensé que posiblemente le esperarían en su casa, le desperté y pregunté, me besó en la boca tiernamente y dijo que no le esperaba nadie pues sus padres estaban de viaje en Senegal.
Aquel beso me emocionó, recordé tiempos pasados y una sensación extraña invadió mí cerebro, esperé que Amín durmiera, era consciente que lo vivido los últimos minutos me impediría dormir, con cuidado me liberé de sus brazos y fui a la cocina, bebí dos vasos de agua fresca y me senté en la primera silla que encontré. Pensé en lo ocurrido, había disfrutado con un hombre como jamás antes lo había hecho, con mi esposo había tenido sexo mucho más completo e intenso como felaciones mutuas o sexo anal pero el placer que acababa de sentir había sido diferente, más físico. Culpé a mi larga abstinencia.
La silla era incomoda y la espalda comenzaba a molestarme, me dirigí al aseo y decidí ducharme pero mientras lo hacía tuve la sensación de no querer borrar en mi piel la huella de tanto placer, mientras el agua y jabón recorrían mi cuerpo unas lágrimas bajaron por mis mejillas. Pensaba que mi amante ocasional dormía en la cama matrimonial y me faltaba valor para afrontar la situación de acostarme junto a él. Fui al dormitorio, sin encender la luz busqué un pijama de verano y me dirigí al salón con idea de dormir en el sofá, no tardé en hacerlo porque no recuerdo nada más.
El sueño debía ser profundo porque me sobresalte al notar que una mano acariciaba mis mejillas, la tenue luz de una lámpara iluminaba el espacio, a escasos centímetros de mis ojos reconocí el miembro viril que horas antes me había provocado tanto placer. Ahora estaba inerte y la flacidez le daba el aspecto de ser un gusano gigante, la piel negra lo cubría totalmente, Amín se dirigió a mí tratándome de usted u preguntando que hacía en el sofá.
Sin tiempo a contestar me cogió las manos, incorporó y llevó al dormitorio estirándome en la cama junto a él. Durante el recorrido pensé la incoherencia del “Señora Ana” y su desnudez. Sin decir palabra me despojó de la camiseta del pijama y sentí el contacto de sus labios en uno de mis pezones, no opuse resistencia y me entregué a la búsqueda de más placer. Su mano hurgaba debajo del pantaloncito que aún llevaba puesto y los dedos abrieron la raja de mi coño que los recibió con agrado. Yo continuaba inerte y me dejaba hacer, buscaba placer, mis pechos se habían endurecido y notaba como la vagina ya segregaba líquido vaginal. Cuando quiso abandonó las tetas y lamiendo mi vientre dirigió su boca hasta la vagina después de una parada en el ombligo y después en el pelo púbico, con los dedos separó los labios vaginales y su lengua se adueñó de la cavidad vaginal campando a sus anchas y comenzando una danza erótica que me sabía a gloria.
Con una agilidad pasmosa se movió y de repente ante mi rostro apareció su pene que ahora volvía a mostrar el glande color rosado en su máximo esplendor, con los labios lo sujeté tan fuerte como pude mientras la punta de mi lengua empujaba contra el orificio urinario, esta acción me distraía del placer que recibía en mi zona genital, la lengua de Amín buscaba y encontraba con facilidad cada uno de los puntos erógenos de mi vagina dedicando a cada uno el tiempo justo para que el placer no se convirtiera en éxtasis final, encadenaba un orgasmo tras otro liberando tanto liquido vaginal que podía notar la humedad en los muslos. En agradecimiento por tanto placer recibido me propuse hacer que mi amante sintiera lo mismo, abrí la boca tanto como pude y ahora si tenía la sensación de que Amín me la estaba follando, su mete y saca no era excesivamente rápido lo que me permitía en cada penetración golpear el glande con la lengua, el vientre plano y duro de Amín aplastaba mis pechos cada vez que subía y bajaba su cuerpo y el sudor de ambos se mezclaba. No gritó ni gimió por lo que me sorprendió el sabor de su semen en mi paladar y como una crema pastosa se deslizaba por mi garganta hasta el fondo de mis entrañas, cuando me sentí saciada me libre de su pene de dentro de mi boca y aun estuve a tiempo de notar como las ultimas gotas eyaculadas mojaban mis pechos.
Los dos dábamos muestras de agotamiento y sin hablar decidimos relajarnos mientras sus largos y fuertes brazos rodeaban mí cuerpo en demostración de que en aquel momento le pertenecía y era suya. Yo deseaba hablar pero no sabía que decir, pensé que la situación de que una mujer de cuarenta y tres años sintiéndose propiedad de un joven de apenas dieciocho podía parecer ridícula, pero era así como me sentía precisamente. Estuvimos un buen rato esperando quien de los dos tomaba la iniciativa de continuar la fiesta o darla por acabada.
No tardó mucho en demostrarme que había recuperado las fuerzas, me sujetó por la cintura y como si yo fuera una muñeca hinchable me puso de cara al colchón, abrió mis piernas y se colocó sobre mi cuerpo apoyándose con las manos en la cama, el pene rozaba mis nalgas y lo noté duro, se hizo hueco entre ellas y busco la entrada de la vagina que todavía estaba húmeda por el encuentro anterior, quise facilitarle la penetración levanté algo el vientre y a tientas busqué una almohada que coloqué debajo de mi cuerpo, la polla de Amín comenzó a abrirse paso dentro mi vagina y a cada golpe yo notaba lentamente pero sin pausa entraba más a fondo, sus testículos golpeaban mi culo y tuve la sensación de estar a punto de partirme en dos.
Sin sacar su pene de la vagina, Amín se incorporó e hincó las rodillas en la cama, acelero el movimiento de su pelvis mientras yo notaba como un dedo se introducía en mi orificio anal, no era la primera vez en mí vida que sentía esa sensación porque con mi marido era habitual en nuestras relaciones sexuales pero esta vez me angustié pues siempre había utilizado algún lubricante y evidentemente el pene que estaba segura iba a penetrarme no tenía comparación. A pesar del pánico que sentía deseaba que me follara por detrás y para demostrárselo le supliqué entre gemidos que no me hiciera daño y Amín sabiéndose el dueño de la situación con una tranquilidad pasmosa contestó que me haría disfrutar como jamás antes lo habría hecho. En un momento de lucidez pensé que él disfrutaría tanto como yo pero sin padecer el dolor que a mí me provocaría la penetración.
Mi vagina seguía sintiendo el roce continuo del pene de Amín que había alcanzado la máxima profundidad dándome la sensación que de un momento a otro me perforaría el estómago, los dedos de Amín continuaban dilatando mi agujero ayudándose de líquido vaginal que de tanto en tanto recogía de entre mis muslos, esperaba con temor el primer intento de penetración anal y llegó sin previo aviso, note como un ariete abría mis carnes y se hacía sitio entre las nalgas, el golpe de dolor se convirtió en un placer indescriptible. Muy lentamente el monstruo ganó profundidad aunque no más de cuatro o cinco centímetros e inició un movimiento lento pero constante que me producía a cada sacudida la sensación de estar a punto estar a punto de vivir algo completamente inimaginable para mí. La mano de mi amante retozaba en mi coño y sus dedos lo acariciaban buscando darme el máximo de placer rozando una vez tras otra mi clítoris.
Yo gritaba cada vez más por placer que por dolor y gritaba a Amín que no parara de follarme, me estaba resarciendo de la penitencia de tanto tiempo sin placer carnal hasta que noté como mis entrañas se llenaban del caliente semen que el pene de Amín, se quedó inmóvil y esperó pacientemente a vaciar hasta la última gota, yo quieta ponía mis sentidos en disfrutar de las últimas sensaciones de placer que recorrían mí cuerpo a la espera de que mi amo ocasional decidiera sacar su polla de mí ano . Lo hizo cuando quiso y por un instante volví a sentir dolor seguido de una sensación de relajamiento total, a mi lado Amín se acariciaba el pene como intentando vaciarse todavía más, algunas gotas de casi transparente semen resbalaban por su piel negra, las recogí con la lengua hasta que el pene volvió a tomar color negro brillante. Apoye mi cabeza en el duro vientre de Amín y lo entendió como una petición de tregua, estaba totalmente entregada a sus deseos y decidida a seguir dándole lo que deseara de mí.
Durante los minutos de relajación los pensamientos volvieron en cascada a mi cerebro pensando como afrontaría lo ocurrido ante Daniel, llegué a la conclusión que debía hablar con Amín y convencerle de que lo ocurrido debía ser un secreto entre nosotros. Había dado muestras que pese a su juventud actuaba como un hombre hecho y derecho. Le llamé hasta tres veces alzando cada vez más la voz hasta que comprendí que dormía profundamente. Pensé que quizás si esperaba a que despertara yo tendría más tiempo en como plantear la situación. Cerré los ojos y esperé a que el sueño me venciera, tardó bastante tiempo en hacerlo pero me debí quedar dormida.
Cuando desperté Amín todavía dormía, me levanté con cuidado y desnuda fui al aseo, me duché y regresé a la habitación donde procurando no hacer ruido cogí toda la ropa necesaria para vestirme como si debiera salir a la calle y fui a la cocina a ponérmela. Una vez vestida enchufé la cafetera y me senté a mirar como salía el café. El reloj de pared marcaba las 9,30, recordé que a las dos entraba a trabajar en el hospital. Desde que había enviudado tenía costumbre de trabajar los domingos por la tarde siempre que fuera posible. Estaba delante de la taza de café que ya había llenado y vaciado tres veces y apareció Amín vestido con ropa de deporte, no había oído el ruido de la caldera y pregunté si se había duchado contestando que no hacía falta pues tenía intención de regresar a su domicilio, en la otra punta de la ciudad haciendo footing. Antes de ofrecerle desayunar me pidió un vaso de agua.
Los dos estábamos en silencio sentados el uno frente al otro, rompí el silencio para decir que debíamos hablar, me miró y dijo que lo haríamos el martes por la tarde porqué había acordado con Alberto volver a conectarse a través del ordenador, se levantó y se despidió hasta el martes a las seis de la tarde. No dio muestra de tener intención de ofrecerme muestra de cariño y me sentí ofendida. Escuché el golpe de la puerta de casa al cerrarse y las lágrimas inundaron mis ojos. Dudaba como afrontar mi nueva situación y temía que Amín contara a Alberto todo lo sucedido.