Ana y los otros. Diario prohibido CAP 7
La caída libre continua y no tengo ni idea de como ni cuando acabará
El fin de semana que tenía por delante me había planteado que fuera de recogimiento, mientras conducía aquella madrugada repasé todas las condiciones para poder tomar la decisión de quedarme encerrada en mi hogar sin pisar la calle y no ver a nadie. La nevera estaba llena y tenía libros que leer, la televisión también me podía ayudar en mi decisión. Cuando llegué fui a la cocina, bebí un vaso de leche caliente y poco después debía dormir porque no recuerdo nada más. El sábado desperté a media mañana, cuando levanté las persianas aprecié que era un día soleado y me hizo dudar sobre la decisión del día anterior pero mantuve el deseo de estar encerrada, leí un poco y miré mucha televisión, no pensé absolutamente en nada de lo que estaba ocurriendo en mi vida, ni tan siquiera en la noche del viernes.
El domingo fue parecido al día anterior, me entretuve en la cocina haciendo una tortilla de patatas que calculé duraría tres días para mi sola y poca cosa más, libro y televisión. La semana que comenzaba tenía horario de noches y el sábado y domingo libraba, En principio Daniel estaría en casa.
No pasó nada hasta el miércoles, ese día por la tarde llamó Amín y propuso vernos el día siguiente en casa, le cité a las ocho de la tarde conscientemente para que no pasara nada entre nosotros ya que a las diez yo debía estar en el hospital. Poco después de hablar con el amigo de Daniel me llamó este para confirmar que llegaría el viernes por la tarde, apenas dijo nada más y yo pensé que ellos dos habían hablado momentos antes entre ellos.
Faltaban diez minutos para las ocho y escuché el telefonillo, abrí la puerta y esperé a Amín en el rellano junto al ascensor, cuando apareció mostraba una amplia sonrisa y le invité a entrar en el piso cuando ya había cruzado la puerta. Fuimos directos al salón
Ana: ¿Qué te trae por aquí?, Hacia días que no sabía nada de ti
A: Estoy muy ocupado, la escuela, el taller y me estoy sacando el carnet de conducir
Ana: Eso es bueno, que aproveches el tiempo y lo del carnet está muy bien pues ya que tienes coche….
A: Con lo del coche he tenido suerte, cuando tengo tiempo en el taller le doy algún repaso y lo estoy dejando como nuevo, el señor Felipe me busca alguna pieza que se tenía que cambiar y ya está pintado de color rojo
Ana: ¿Cuál es el motivo de la visita?
A: Mira Ana: este fin de semana viene Daniel, Eugenia prepara una fiesta en su casa de la playa porque vienen unos amigos suyos de Madrid y el sábado me pidió que fuéramos Daniel y yo pero que viniera también Adama y el problema está en que Adama tiene que ir a Valencia pues una amiga suya de Senegal se casa y la ha invitado, cuando he hablado con Daniel se lo he dicho y ha propuesto que te dijera a ti si quieres venir.
Mientras escuchaba a Amín me molestaba la naturalidad con la que me hacía aquella propuesta y como dos mocosos como ellos se atrevían a pensar que yo podía aceptar tal sandez, pero había algo que me había impedido interrumpirle y directamente enviarle a la mierda
Ana: Que clase de fiesta es, ¿tu sabes que me estás diciendo?,…… Amín interrumpió
A: No ha sido idea mía hacer esta proposición, la fiesta será en la casa de la playa de ella y seguro que caerán quinientos euros para cada uno, solo será follar un poco y poca cosa más, toda esa gente son unos gilipollas que tienen mucha pasta y se la gastan en nosotros, además verás la casa que tiene esa puta, seguro que no has visto otra igual en tu vida, joder Ana, ni que fuera la primera vez que vas a estar follando con varios tíos a la vez y a ti no te viene de quinientos euros pero a mí y a Dani sí. Estos comentarios me estaban indignando pero me calmé al oír lo de conocer la casa, pensé que si aquel infeliz supiera donde había estado yo la noche del viernes seguro que se desmayaba, después de pensar un poco:
Ana: ¿sabes lo que me estás diciendo?, creo que todo esto se os está escapando de las manos a ti y a Daniel, que por cierto no necesita dinero, y ¿la noche del sábado a qué hora será la fiesta? , pregunté como una idiota demostrando que tenía interés en el asunto.
A: Aproximadamente nos vendrá a recoger a la una de la madrugada. Ana: eres la hostia, aunque no ha sido idea mía proponértelo sabía que dirías que sí, ya verás que lo pasaras bien, champan francés, comida, coños para nosotros y polla para ti, y quinientos eurazos para cada uno, ¡te quiero!
Ana: Yo no he dicho que haya aceptado, es más no lo he hecho y ni tan siquiera lo voy a pensar, he dicho que no y será que no. La reacción de Amín a estas palabras fue una sonora carcajada que acompañó con este comentario:
A: Sabes que quieres y vas a venir y para celebrarlo vamos a follar ahora mismo como a ti te gusta
Ana: Tengo que ir a trabajar, Amín vete ya.
Me esforcé en no pensar en la hablado con Amín y salí de casa hacia el trabajo lo más rápido posible, mientras conducía por las calles de la ciudad recordé a mi esposo fallecido y le pedí perdón por todo lo que estaba ocurriendo en mi vida. Fue una noche muy movida y el trabajo ayudó a no pensar en la mierda que me rodeaba, cuando salí de trabajar fui directamente a casa, tomé un vaso de leche caliente, dos somníferos, apagué el teléfono móvil y descolgué el fijo, dormí doce horas seguidas despertándome justo a tiempo para volver al trabajo.
Esa noche era la última que trabajaba esa semana, al contrario que la anterior fue una jornada tranquila y en mi cabeza una y otra vez aparecían las imágenes de muchos de los momentos vividos en los últimos meses, estaba sumida en ellos cuando una compañera me dijo que tenía una llamada en el teléfono de planta, era Daniel
D: Por fin, te he estado llamando todo el día, pensaba que te había pasado algo porque el teléfono lo tienes apagado y el de casa hace una llamada rara como si estuviera cortado, ¿Qué te pasa?
A: No lo sé, ahora miraré el móvil, posiblemente no tenga batería y no me he dado cuenta y el de casa he dormido todo el día y no lo habré escuchado, ¿Qué quieres?
D: ¡joder que quiero!, preocuparme de ti, no me llamas nunca..
A: Creo que hablamos el otro día, cuando me dijiste que venias este fin de semana..
D: ¿y donde piensas que estoy? Estoy en casa, he llegado a las diez de la noche y no he visto a nadie, pensaba que habías salido a cenar con alguien y he esperado un rato pero como no venias he llamado al hospital..
A: Tengo trabajo, hablamos mañana, me están llamando de una habitación
El resto de la noche fue un sin parar de pensar en todo lo que me estaba pasando y temía que llegara la hora de volver a casa. Cuando llegué el silencio era absoluto, fui directamente a mi habitación y me acosté para intentar, temía que Daniel apareciera y había decidido que si lo hacía me negaría a compartir la cama con él. No tardé en escuchar pasos que se acercaban a la habitación, me giré y en la penumbra de la habitación pude ver a Daniel completamente desnudo, era un cuerpo joven y hermoso del que colgaba un pene todavía flácido pero deseable, en silencio se acercó a la cama y se quedó mirándome fijamente, de mi boca salieron las siguientes palabras: ¡ fóllame por favor, fóllame!.
Sentirme rodeada por sus brazos me trajo la paz conmigo misma, notar su piel en contacto con la mía ya me producía placer, los pezones se me pusieron erectos y el coño comenzaba a empaparse de humedad, deseaba que me tomara, que me hiciera lo que quisiera, me ofrecía a él para lo que quisiera hacerme, era su puta o su esclava, lo que él quisiera. Nuestras lenguas luchaban dentro de las bocas nerviosas que unidas por los labios se absorbían mutuamente, yo deseaba llegar pronto al pene que rozaba mi vientre y ya estaba endurecido, me libré de su boca y como una posesa mis labios recorrieron su tórax hasta alcanzar la polla que tragué sin miramientos, tener aquel músculo rozando mi paladar me hizo estremecer y sentí un primer y suave orgasmo, lo besaba con veneración y lo cubría de saliva que esparcía delicadamente sobre la suave piel con la lengua, cada vez que rozaba el glande mis dientes lo acariciaban y Daniel rozando el histerismo suplicaba que quería más y más.
No sé cómo mi entrepierna llegó al rostro de Daniel pero su lengua penetrándome la vagina sacudió todo mi cuerpo, los dos nos dábamos placer sin reservas y nos entregábamos sin límites, parecíamos animales luchando por la supervivencia en un mundo de lujuria, cuanto yo más le entregaba él más me devolvía, pero ambos teníamos asumido que el momento máximo de éxtasis lo teníamos que sentir mirándonos a los ojos y cuando parecía evidente que nos íbamos a dejar ir Daniel se movió y abriendo mis piernas me metió la polla en la vagina con tal fuerza que tuve la sensación de ser atravesada por una espada de acero hasta el centro de mis entrañas.
El movimiento era pausado pero constante, los ojos clavados del uno en el otro eran el espejo de la pasión que estábamos viviendo, susurros inteligibles por los jadeos y la respiración entrecortada eran la banda musical de la escena, olor a sudor, a flujos corporales ambientaban el cuadro que formábamos los dos amantes que compartíamos la cama, fueron momentos sublimes de lucha, de pasión, de esfuerzo y no podía ser de otra manera, ambos decidimos rendirnos al unísono, él se vació en mi interior y yo acogí sus flujos con tanta ansia que sentí que las carnes se me abrían y por un momento dejaba de respirar, ambos estábamos extenuados y rendidos el uno al otro.
Por primera vez desde que follaba con Daniel tuve la sensación que habíamos hecho el amor, más que una sensación física había sido una experiencia pasional, había notado muestras de cariño por su parte y yo había puesto algo más que la intención de buscar placer, me abracé a él y disfruté escuchando su respiración teniendo la sensación que había sido yo quien había provocado que aquel guerrero tuviera necesidad de descanso. Dejamos pasar el tiempo intercambiando besos que me sabían a gloria, debió pensar que yo tenía necesidad de dormir y con sus dedos ayudó a que cerrara mis parpados, me dormí pensando que acababa tener la sensación de felicidad que hacía tiempo no tenía.
Dormí hasta las cuatro de la tarde, cuando desperté escuche voces provenientes del salón, enseguida reconocí que eran los chicos hablando entre ellos y me disgusté cuando recordé la propuesta para aquella noche, no tenía ganas de ir a una fiesta con pinta de orgía y lo sucedido aquella misma mañana había significado algo para mí o quizás era lo que creía. Debieron percatarse que había despertado y no tardé de verles entrar en la habitación, yo permanecía acostada, , desnuda y tapada por un edredón, fue Daniel quien abrió primero la boca
D: | vaya polvo el de esta noche, hacía días que no follaba así, de hecho desde la última vez que lo había hecho contigo
A: Siempre te he dicho que es la que mejor folla de todas, ni Eugenia, ni marquesa, ni hostias, eres la mejor Ana
D: Y esta noche nos lo vas a demostrar y a Eugenia y su amigo también
Los comentarios me produjeron un ataque de histeria, me levanté dirigiéndome hacia ellos con intención de golpearles con los puños, evidentemente no lo conseguí porque lo impidieron con facilidad, rompí a llorar y de los nervios sentí desmallarme, entre ambos me acostaron y entre lágrimas vi que estaban arrepentidos por los comentarios que acababan de hacer, Daniel acariciaba mis mejillas y Amín contemplaba la escena sentado al borde de la cama. Yo estaba tan compungida que no tenía fuerza ni para hablar aunque en mi interior deseaba estar sola y acabar de una vez por todas con la mierda en que había convertido mi vida, debí perder la conciencia porque no sé cómo a mis labios llegó un vaso de agua fresca que me ayudo a recobrarla y pude escuchar:
A: Joder, que carácter
D: Ya se le pasara, ahora que descanse un poco y después hablamos con ella y ya verás…..
A: Si no la convencemos perderemos una juerga y quinientos euros cada uno y seguro que Eugenia no volverá a saber nada de nosotros, esta noche viene con un tío importante muy amigo suyo…
D: No te preocupes, que sé la manera de hacerle cambiar de opinión, ahora la dejamos descansar un rato que se le pase la mala hostia y ya veras, a ella le gusta follar más que a nosotros pero se hace la estrecha y después cuando se pone es una tigresa.
Escuché toda la conversación haciéndome la dormida, tenía ganas de llorar pero aguanté haciendo un gran esfuerzo, salieron de la habitación y yo me quede a solas con mi estado depresivo. Desde el salón llegaban sus voces que no podía entender, mi cabeza daba vueltas y vueltas recordando la última frase de Daniel y en el fondo tenía razón, me gusta follar, necesito follar y nadie sabe lo que sufrí durante los 3 años de abstinencia. En vida de mi esposo follábamos cada día, nos procurábamos tanto placer el uno al otro que vivíamos obsesionados en hacer el amor y ahora comprendía que después de su fallecimiento había tardado tanto tiempo a volver a buscar placer por miedo a no volver a sentirlo de la misma manera, pero reconozco que aquellos dos muchachos me estaban procurando más placer todavía.
Me levanté de la cama y fui en su busca al salón tapada por el edredón que cubría mi cuerpo desnudo
Ana: ¿Quién va a ir esta noche a la fiesta?
Ambos se sorprendieron primero por mi súbita presencia y después por la pregunta
A: Solamente Eugenia y nosotros y también un amigo suyo pero no sé quién es, creo que es un tío importante y por lo que me ha dicho viene de Madrid.
Ana: No lo entiendo, seremos dos mujeres y tres hombres y ¿no habrá nadie más?
D: No Ana no, Eugenia puede con nosotros dos y contigo, cuando viene Adama primero se lo hace con ella y después con nosotros, es una puta que se folla a lo que pilla por delante, pero normalmente viene acompañada de tíos que no conocemos y con ellos no folla, solamente les mira follar y les deja mirar como folla ella con nosotros o con Adama, ya hemos ido varias veces y siempre es igual, no hay sado ni nada de eso, lo único es que alguna vez a Adama le ha puesto una venda en los ojos mientras se la follaba su amigo pero a nosotros no.
Todas las explicaciones me parecían tan raras que volví a tener la tentación de negarme a ir a la fiesta pero algo superior a mí me pedía acompañarles, después de reflexionar les dije:
Ana: Bien, iré pero le decís a esa tía que no quiero que me vende los ojos y si hay una cámara de video o teléfonos móviles en la habitación nos marchamos, por lo menos yo.
Amín: Joder, lo del video ha sido una sola vez y me lo dijo, nunca más se ha hecho una película y nadie lleva teléfonos ni cámaras, ¿tú crees que si hubiera una cámara nosotros estaríamos tranquilos? Ana: esa tía está loca pero no tanto. Lo de los ojos se lo digo ahora y si hay un problema te lo digo.
D: Ana eres maravillosa, sabía que no dirías que no, ven aquí que te doy un morreo que te como la boca .
Los dos al unísono me rodearon con sus brazos y sentí sus lenguas humedecer mi piel, cuando comenzaba a tener la sensación de que no habría vuelta a atrás en el deseo de sentir más placer dije: dejarlo para esta noche que creo lo vais a necesitar.
Volví a mi habitación, me duché, llamé a la peluquería y pregunté si podían atenderme aquella misma tarde, dijeron que no había problema si antes de una hora estaba allí, me duché y salí lo más rápido que pude de casa, al pasar delante del salón escuché a los chicos que silbaban y gritaban: Tía buena, esta noche te vamos a follar y vas a demostrar quién es la mejor follando.
Llegaba a casa a las nueve, Daniel ya estaba elegantemente vestido, me acompañó a la habitación y comprobé que se había tomado la libertad de fisgonear en mis armarios cuando vi sobre la cama ropa cuidadosamente colocada, había ropa interior y un vestido que casualmente coincidían con lo que había llevado durante la excursión a la casa de intercambios de parejas. Precisamente era la ropa que yo tenía previsto ponerme. Mientras me cambiaba Daniel me dijo que iríamos a cenar los tres al mejor restaurante de la ciudad, había reservado mesa y pagaba la cuenta él.
En el viaje hasta el restaurante Daniel me hizo saber que podía aparcar en una calle cercana al ayuntamiento pues a las doce y media nos pasarían a buscar en aquel punto, una vez dejado allí el coche caminamos cinco minutos hasta el restaurante, cuando llegamos nos esperaba Amín en la puerta, me beso en las mejillas y disimuladamente en los labios, camino de la mesa reservada aprecié como casi todas las mujeres, acompañadas o no, que estaban en el restaurante siguieron con la mirada a los dos jóvenes que me acompañaban. Una sensación de orgullo me invadió y me sentí la mujer más afortunada del mundo.
La cena transcurrió plácidamente, risas y más risas pero de forma moderada, ellos explicaban sus encuentros con la “marquesa” que todavía se mantenían e incluso me hicieron saber que les remuneraba con cincuenta euros cada vez que la veían. Yo no comenté nada respecto a mí y noté que no sospechaban nada de mi vida durante los últimos meses. Me sentí reconfortada, fue Amín el que mirando el reloj Momo que lucía en la muñeca avisó que pasaban minutos de las doce, Daniel pagó la cuenta con tres billetes de cien y no esperó el cambio. La noche era fría, diez minutos más tarde llegábamos junto a mi coche y un monovolumen con los cristales oscuros se paraba junto a él. CONTINUARA