Ana y los otros. Diario prohibido CAP 6
Caida libre, descontrol total
Hasta que llegó la hora de ir a trabajar estuve sentada ante el ordenador mirando una y otra vez el video de la felación, no sabía que pensar y no podía creer que todo aquello estuviera pasando, Eugenia como he dicho era una persona muy conocida en la ciudad, su familia tenía mucho poder y ella misma era conocida como una devota muy relacionada con las obras de caridad y la propia iglesia.
En el hospital tenía la precaución de no encontrarme con el marido de Eugenia pues no sabía como podía reaccionar yo ante su presencia, llamé a Felipe y le dije que había hablado con Amín y que le mantendría informado de mis indagaciones. El resto de la semana pasó sin novedades y no volví a ver a Adama ni a saber nada de Amín. La última semana de enero trabajaba de noches hasta el jueves y el resto de días tenía fiesta porque esperaba la presencia de Daniel. Fue precisamente la última noche de trabajo cuando inesperadamente vino a visitarme a la planta el doctor marido de Eugenia, en ese momento estaba yo sola en el office y cínicamente preguntó si no le había encontrado a faltar durante el tiempo que había pasado sin vernos, pensé la respuesta y contesté que no había hecho otra cosa que pensar en él, rio a gusto y no espero a proponerme si deseaba tomarme la copa de champan que teníamos pendiente, esta vez sin pensarlo dos veces le dije que no era noche de fiesta.
Durante la noche insistió varias veces y siempre encontré un motivo para quitármelo de encima hasta que para que no volviera le dije que el próximo fin de semana que yo trabajara por la noche si coincidíamos aceptaría su invitación. No volvió a insistir y acabé la jornada laboral tranquilamente..
El viernes dormí hasta bien entrada la tarde, me preparé para la llegada de Daniel que llegó a las ocho de la tarde, cuando entró me dio un par de besos en las mejillas y después de decirme que estaba contento porque los exámenes habían ido muy bien fue directamente a ducharse. Cuando le volví a tener delante me dijo que me invitaba a cenar junto con Amín y propuso ir a una pizzería del centro de la ciudad. La cena transcurrió entre conversaciones en las que participábamos los tres, yo pensaba que seguramente acabaríamos los tres en casa para pasar la noche juntos en la cama, les miraba y me sentía afortunada de poder disfrutar de dos hombres tan guapos. Por unos momentos había olvidado la problemática que afectaba mi vida y solo tenía deseo de estar a solas en la cama con aquellas dos preciosidades de hombres. Solamente recordé la situación de mi vida cuando ambos intercambiaron comentarios sobre coches y carnets de conducir, intervine para decir a Daniel que yo le compraría el coche y el carnet y su respuesta fue inmediata: tengo ahorrado el dinero.
No sería la última sorpresa, cuando llegamos a casa sin explicación alguna se despidieron y me quede sola y descompuesta, en aquel momento hubiera matado a alguien. Tomé dos pastillas para dormir y busqué el sueño entre un incipiente sollozo.
El ruido de la puerta de casa al abrirse me despertó, la habitación estaba a oscuras y escuché pasos que se acercaban a la cama, en un momento tenía compañía junto a mí, los brazos de Daniel me rodearon y le escuche decir que cuando despertáramos los dos me haría el amor, el digital del despertador marcaba las cinco y veinte. Volví a cerrar los ojos deseando que no tardara en despertarse.
La habitación se iluminó, abrí los ojos y vi a Daniel de pie sobre la cama, en su cara una sonrisa amplia reflejaba un estado de felicidad, entre las piernas le colgaba el pene en posición de descanso, de tanto en tanto lo golpeaba con las palmas de la mano con intención de adquiriera dureza, me froté los ojos para tener mejor visión y de un salto lo alcancé metiéndomelo en la boca, quedé sentada sobre la cama y el flexionó las piernas para hacerme más fácil ponerlo a mi alcance.
Lo mamaba con fruición disfrutando cada una de las lamidas de mi lengua por la carne dura de aquella polla que había encontrado a faltar durante las últimas semanas, sus dedos acariciaban mi nuca presionando el final de la columna vertebral, cuando rozaba el glande en la punta de la lengua lo succionaba y apretaba el orificio de la orina como si intentara penetrarlo, las piernas de Daniel temblaban quizás por la inestabilidad del colchón o por el gusto que debía sentir.
La postura de ambos no era cómoda y me deje caer hacía atrás, él por un momento dudó pero entendió mi deseo cuando levante las piernas abriéndolas hasta sentir dolor en las ingles, se dejó caer y me clavó la polla en el coño hasta el fondo, su boca chocó con la mía y permití la entrada de su lengua que golpeó la campanilla presionándola contra mi paladar, me sentía poseída y deseaba disfrutar de todo el placer que mí amante estaba dispuesto a darme, los dos nos movíamos buscándonos y entregándonos mutuamente, mis palabras y las suyas fluían exigiéndonos más entrega mutua, mis manos acariciaban su espalda húmeda por el sudor de la piel, los fluidos vaginales recorrían mis muslos escapando de mi cueva que estaba siendo violada por el falo de Daniel, los dos nos dejamos ir al mismo tiempo, descontrolados nos abandonamos él dejando ir chorros de semen y yo acaparándolos en mi interior.
La corrida no había sido tan abundante como otras veces lo que me hizo pensar que la noche anterior había estado con Eugenia cosa que sospeché que ocurriría cuando marchó junto a Amín sin dar explicaciones. Me sentía mal y no tenía ganas de continuar junto a él, inventé una excusa y sin más abandone la habitación para ir a la ducha, poco después deambulaba por la calle sin saber dónde ir. Era un sábado frio y poca gente caminaba por las calles, sin saber como había llegado a las puertas del hospital, aunque no trabajaba, tenía celos y no sabía de quien y porqué, todo se me estaba escapando de las manos y empezaba a no ser yo misma, me sentía sucia e incapaz de poner remedio al caos en que había convertido mi vida durante los seis últimos meses.
Cuando regresé a casa no había nadie, llame a una amiga que vive sola y le pedí si podía pasar el resto del fin de semana con ella, accedió con alegría y después de dejar una nota para Daniel salí apresuradamente a mi destino. Era incapaz siquiera de hablar por teléfono con él.
Begoña vive en un pueblo costero a media hora de la ciudad, se separó de su marido poco después de que el mío falleciera y actualmente convive con un celador del hospital. Ella también fue acosada por el médico pero le rechazo sin contemplaciones y a la mínima que podía se jactaba por ella, según ella era un tipo indeseable. Cuando llegué a su casa estaba sola pues su compañero había ido a Valencia a ver un partido de futbol y no regresaría hasta bien tarde. No tardó en percatarse de mi angustia pero a pesar de nuestra amistad no profundizó en los motivos, debió pensar que era por mi soledad. Fue una velada agradable, ella no paro de contar chistes y yo me esforzaba en reír las gracias, cuando llegó el celador fuimos a dormir, ya a solas en mi habitación me costaba dormirme y pude escuchar como ellos dos follaban, el ruido del somier y los gritos de ambos intercambiándose palabras de amor mientras se exigían más y más acabó por sumirme en una tristeza que provocó que me saltaran las lágrimas, yo tenía sexo cuanto quería pero me faltaba la pasión que aquellos dos estaban disfrutando.
El domingo fue un día maravilloso a pesar de ser gris y lluvioso, comimos, bebimos y reímos cuanto fuimos capaces, en aquella casa se respiraba felicidad y no salimos de casa en todo el día hasta que llegó la noche y yo debía volver a mi domicilio, cuando llegué junto a la nota que había dejado había otra: “no vendré en los dos próximos fines de semana”. Me enfadé al pensar que lo podía haber dicho por teléfono y no con un simple papel. Me acosté después de tomar dos pastillas pensando que sería una semana muy larga ya que trabajaba hasta el sábado en turno de mañanas.
El miércoles me llamó Amín a media tarde y propuso venir a casa pues quería hablar conmigo, no fui capaz de negarme y quedamos a las siete y media. Cuando entró en casa me fije en que definitivamente se había convertido en un hombre elegante y tenía la apariencia de un modelo, no pude resistirme a decirle que estaba muy guapo. Una vez acomodados no tardó en ir al grano del motivo de su visita
A: ¿Qué está pasando contigo y Daniel?
Ana: ¿Por qué lo dices?
A: Este fin de semana ha estado de muy mala leche, el viernes por la noche se le podía aguantar pero el sábado estuvo inaguantable y por la noche teníamos una cita y se excusó para no venir diciendo que era culpa tuya porque le habías puesto de muy mala leche, dice que no sabe que te pasa, que tan pronto estás bien como mal
Ana: Puede que tenga razón pero él todavía es más raro que yo, ¿con quién era la cita?
A: Eso ya no importa, pero hubiéramos ganado unos cuantos euros, tanto él como yo y Adama
Ana: ¿Y no me puedes decir con quien era la cita? y ¿Qué es todo eso del dinero?, todo es muy misterioso
A: Te lo puedes imaginar, habíamos quedado para ir a la casa de la playa, había una fiesta y nos esperaban a los tres pues estaban Eugenia y una pareja pero al final fuimos solamente Adama y yo, la pareja era un matrimonio mayor y la tía se cogió un cabreo…
Ana: Os habéis convertido en unos putos y estáis viviendo de eso, voy a acabar con todo eso y tú y Adama podéis continuar haciendo lo que queráis pero Daniel ha acabado con todo este lio, no tienes idea con quien estas tratando
A: ¡joder Ana!, ni que tu fueras una santa, nos lo pasamos bien y además nos pagan, no hacemos nada malo, solamente dejamos contenta a una puta que debe estar casada con un cornudo impotente y de vez en cuando invita a alguna pareja u otra tía a la fiesta, tienen dinero y se lo gastan, yo no tengo y me lo gano. Tú como vas sobrada no piensas como nosotros pero anda que no te gusta follar.
Cuando decía las últimas palabras me agarró la cabeza con sus grandes manos y me estampó una morreada metiéndome la lengua tan a fondo como pudo, no hice nada por evitarlo y mi lengua entro en su boca con el mismo ímpetu, mezclamos salivas y deseos de disfrutarnos el uno al otro, no fui consciente de como mi mano retozaba en su entrepierna, noté como poco a poco su polla se endurecía y mi piel tomaba contacto con la carne dura de aquel falo que me volvía loca cada vez que lo tenía cerca, lo libré de la ropa que lo escondía y me apropié de él engulléndolo hasta donde pude .
Disfrutaba lamiendo de arriba abajo paseando la lengua por el monstruo musculoso y negro coronado por una punta rosada y brillante que acariciaba con mis labios besándola y tocándola muy suavemente mientras la humedecía con saliva que salía de mi boca, en mi mente solo una idea daba vueltas, quería dar a aquel joven más placer del que le hubiera dado otra mujer, yo quería ser más puta que cualquier otra puta, en absoluto pensaba en sentir yo, solamente deseaba que aquel adonis que me volvía loca se volviera loco él también pero de placer. Quería ser egoísta y que Amín acabara diciendo que yo le había dado más placer que la mujer a la que yo había convertido en mí competencia.
Me olvidé de mí y solo pensaba en dar placer, cada vez que sentía que Amín se iba a dejar ir apretaba la polla con mis manos y mi lengua se paseaba por sus testículos rozando la piel que los cubría con tal suavidad que apenas notaba el contacto, Amín se dejaba hacer y aceptó el reto de retardar la corrida final al máximo, cada vez que estaba a punto de soltar toda la leche acumulada contraía la musculatura de la zona pélvica para retrasar el momento culminante, gritaba continuamente de placer y en algún momento de dolor hasta que no pudo esperar más, chorros de semen volaron por el aire hasta que un grueso hilo cremoso y blanco como un yogur comenzó a resbalar lentamente a lo largo del erecto pene.
No me pude estar de recogerlo con la lengua y sentir una vez más el sabor dulce y a la vez algo amargo del delicioso néctar, cuando acabé de recoger la última gota crucé mi mirada con la suya desafiándole a que reconociera quien de la dos le había dado más placer. Estaba tan agotado que no demostró ganas de complacerme y para mí eso significó una inyección de orgullo. Cuando nos despedimos sarcásticamente dijo que me debía una, desde el umbral de la puerta vi como entraba en el ascensor y desaparecía, fui directa a la bañera que llené hasta arriba de agua con sales y me masturbé hasta que quedé extenuada. Aquella noche no necesité pastillas para dormir.
El jueves mientras iba a trabajar pensé que no era normal los constantes cambios de carácter que tenía, pensé que vivía el momento y en la capacidad que tenía para ocultar los problemas detrás de los ratos de placer, era como si me hubiera propuesto recuperar durante los últimos meses todas las sensaciones de placer que no había tenido desde el fallecimiento de mi esposo, por cierto también pensé que últimamente no estaba presente en mi cabeza con la misma asiduidad que en los primeros encuentros con mis amantes.
A media mañana fui a tomar un café, en una mesa el médico estaba claramente tirando los tejos a una enfermera jovencita que claramente quería quitárselo de encima, debió entender el recado y cuando me vio se acercó a hacerme compañía, mientras él hablaba yo pensaba como podría hacer para enseñarle el video de su esposa mamando la polla de Amín sin que tomara una mala impresión sobre mí, me lo puso en bandeja cuando le oí decir que su mujer estaba en Madrid hasta el sábado y la noche del viernes estaba solo en la ciudad, pregunté por sus hijas y enseguida contestó que no eran problema pues se quedaban a dormir en casa de sus suegros, sin saber porque o más bien si, acepté su invitación para salir a cenar la noche del viernes.
Me extrañé de no estar en absoluto nerviosa cuando me arreglaba para la velada, por la tarde fui a la peluquería e iba maquillada, cuando me vi desnuda ante el tocador apenas reconocía a la mujer de hace unos meses, volvía a tener un cuerpo proporcionado y me sentía segura. Elegí la ropa interior más insinuante del armario y me puse un vestido que cubría mi cuerpo lo mínimo para que no pareciera lo que no era. Habíamos quedado en un aparcamiento de un centro comercial y desde allí el médico había propuesto ir a un restaurante algo lejos de la ciudad. Me recibió con una morreada que acepté satisfecha y receptiva. Quería que estuviera seguro de que me iba a entregar a él sin objeción alguna.
El viaje duró media hora durante la cual solamente habló él, el restaurante estaba en una casa al borde de una carretera cercana a la costa, apenas un pequeño neón lo anunciaba y en su interior no había más de una docena de mesas, era un lugar romántico y elegante ocupado por parejas de mediana edad, dos camareras elegantemente vestidas se ocupaban se servir las mesas y nos recibió un jefe de sala que no ocultó tener al médico como cliente habitual. La cena, exquisita por cierto, transcurrió entre conversaciones superfluas, yo no dejaba de pensar como encontrar un motivo para mostrar el video .
A la hora de los postres directamente me hizo la propuesta de acabar la velada en una casa de su propiedad en un lugar cercano, deduje que podría ser la casa a la que iban Amín y Daniel los fines de semana y acepté inmediatamente aunque después pensé qué impresión le habría dado por poner las cosas tan fáciles, solo deseaba ver su cara y escuchar sus comentarios mientras mirara el video de su esposa, aunque no la reconocería, haciéndole una felación a Amín. En menos de diez minutos estábamos en la casa oculta por un muro de piedra que la hacía invisible desde la calle. Se fueron abriendo las puertas hasta que entramos en un garaje donde había media docena de coches tapados con fundas, pregunté si en la casa encontraríamos a alguien y contestó que los coches pertenecían a la colección de su suegro. En la entrada había visto un cartel con la inscripción “El sueño de Eugenia”.
Un ascensor nos llevó a la tercera planta y nos dejó directamente en una suite que me pareció grandiosa, cruzamos un pasillo con puertas de vidrio que deduje daban acceso a cambiadores y al cuarto de baño, la habitación estaba decorada con muebles antiguos y una chimenea de piedra presidía la estancia. Él fue directamente a encenderla y los troncos no tardaron en arder, en unos segundos estaba desnudo y comenzaba a quitarme la ropa, le pedí que apagara las luces para quedar iluminados solamente por la pequeña llama que empezaba a crecer en la chimenea. El ambiente no podía ser más romántico y me hizo pensar que hubiera sido perfecto si en la escena se hubiera respirado un poco de amor verdadero no solo sexo.
M: Estás preciosa
A: Hago lo que puedo, no soy una joven pero intento cuidarme, dije mientras me desprendía de la ropa interior
M: desde la noche de final de año no he dejado de pensar en este momento, quería estar a solas contigo y pasar una velada como esta, me pones a cien y ..
Cogió mis manos y me llevó encima de la cama, nuestros labios se encontraron y las lenguas iniciaron un forcejeo para ver cuál de ellas entraba más adentro del otro, con sus manos apretaba mis pechos y las mías fueron a parar a su polla que noté dura y erguida. Separé mi boca de la suya y di inicio a un lento recorrido por su cuerpo para alcanzar su polla, antes de saborearla pensé que cuando acabáramos de follar le enseñaría el video, la acogí entre mis labios y me propuse imitar las escenas de la película de su esposa comiéndose la polla de Amín. El médico parecía estar sorprendido de que yo llevara la iniciativa y permanecía casi inmóvil a no ser por los temblores de sus piernas y el sube y baja del abdomen a causa de su respiración, no dejaba de repetir si y más continuamente y yo accedía a su ruego.
Todo indicaba que estaba a punto de correrse, me incorporé y le dije que aguantara mientras llevaba mi coño hasta su rostro, entendió mi propósito y sentada sobre su cara sentí como la lengua separaba mis labios vaginales y se hacía la dueña de la cueva que la acogió con inmenso gusto, le grité que me hiciera sentir y puso todas sus fuerzas en cumplir mi deseo. Con sus manos sujetaba mis muslos y cada movimiento de su lengua en mi interior me hacía estremecer de placer, ahora era yo la que repetía que quería más y que no parara, me notaba muy mojada, doble el cuerpo hacia adelante y volví a engullir su polla que se mantenía erecta, ambos no comíamos el uno al otro y estábamos a punto de corrernos dentro de nuestras bocas. Grité cuando el éxtasis reventó en mi vagina, sentí que su boca se inundaba de jugos que yo desprendía y noté como su semen se desparramaba por mi boca incontroladamente alcanzando el camino hacia mis entrañas.
Los dos nos tomamos un receso, completamente desnudos sobre la cama respirábamos con signos de agotamiento y llevada por mi locura dije:
A: ¿Te ha gustado?
M: Mucho, nunca nadie me había hecho una mamada como esta
A: Pues hay quien las hace mejor o eso parece, mira lo que una amiga me envió el otro día al teléfono
Fui en busca de mi móvil, busqué el video y lo puse ante sus ojos que abrió como platos, sus gestos y muecas daban a entender que no daba crédito a lo que estaba viendo, por un momento temí que hubiera reconocido la boca de su esposa pero enseguida exclamó unas palabras referentes al tamaño de la polla que estaba viendo. Miraba fijamente la pequeña pantalla y exclamaba continuamente que la actriz de la mamada debía ser más puta que las gallinas, en mi interior pensé que debía pensar lo mismo sobre mí. Cuando acabó el video debió pensar que había llegado el momento de volver a disfrutar, me puso boca arriba y me clavó la polla hasta el fondo, fueron unos minutos que se me hicieron larguísimos durante los cuales miré más de una vez la hora en la pantalla del móvil, una corrida de él dentro de mi vagina fue la señal que la velada se daba por terminada. Mientras me vestía pensé que el muy gilipollas esta vez no había utilizado condón. A las cinco de la madrugada entraba en mi coche para volver a casa. CONTINUARA