Ana y los otros. Diario prohibido CAP 4

Decididamente llego al cielo, pero no estoy segura si acabaré en el infierno

Los días siguientes pasaron sin novedades importantes, Daniel sin explicación alguna volvía a mantener la distancia conmigo y yo era incapaz de saber el motivo de su comportamiento. En nochebuena y navidad fuimos a casa de Felipe como era tradición desde la muerte de mi esposo y una vez más estando allí tuve la sensación que nos trataban como madre e hijo, es el único sitio en que tengo esa sensación y pienso que Daniel siente lo mismo.

La semana siguiente trabajaba por las tardes y esperaba nochevieja que tenía turno de noche pues la había pedido voluntariamente. Daniel y yo no habíamos cambiado nuestro comportamiento y por supuesto las noches cada uno las pasábamos en nuestro propio dormitorio.

La nochevieja suele ser una jornada de trabajo tranquila y aquella no parecía ser diferente, me tocó la planta segunda de medicina interna, de las cuarenta y dos habitaciones más de la mitad estaban vacías ya que en aquellas fechas muchos enfermos pedían el alta para pasar las fiestas en su domicilio. En la planta estábamos yo, una auxiliar y una estudiante en prácticas que compartíamos con la planta cuarta. Todo era rutinario con la única excepción de las campanadas que repartimos uva para cumplir con la tradición. Las comí en el office con familiares de algún enfermo que dormía y las compañeras. Envié un “whatsApp” a Daniel deseándole buen 2014 y seguí con mis obligaciones, de tanto en tanto compañeras de otras plantas pasaban a felicitarnos y yo correspondía agradecida.

Acababa de hacer una ronda por las habitaciones y me iba a tomar un descanso cuando eran casi las dos de la madrugada, en el pequeño cuarto que teníamos para descansar entró el doctor que tiempo antes se me había insinuado, mostró signos de sorpresa por mi presencia allí y después de desearme buen año me besó en las mejillas, se las ofrecí por educación. Se sentó y me ofreció conversación:

D: ¿Qué hace una chica tan guapa trabajando una noche como esta?

A: Me ha tocado turno y además desde hace tres años siempre prefiero trabajar esta noche

D: Una mujer como tu seguro que puede pasar esta noche en compañía más agradable que los enfermos de un hospital, pero no hay mal que por bien no venga, así tu y yo podremos decir que la hemos pasado juntos o en el mismo sitio, por cierto si te ofrezco una copa de champan no la rechazaras

A: Bueno, te localizo con el busca y te digo algo pero ahora voy a preparar la medicación de las cuatro.

D: Espero ansioso el mensaje, hasta ahora………espero

Mientras preparaba la medicación que hubiera podido esperar a hacerlo pensé lo último que había conocido sobre el doctor: estaba casado y tenía tres hijos, su esposa era funcionaria con un cargo importante y provenía de una familia conocida por ser del opus y del partido político en el poder. En el hospital corría el rumor que el médico se había follado a medía plantilla femenina y su fama de amante corría de boca en boca de enfermeras y doctoras.  Yo personalmente no me sentía atraída por él, más bien me daba algo de repulsa. Acabé lo que estaba haciendo y decidí descansar en una butaca de la pequeña salita.

Cuando tomé asiento no podía relajarme pues no paraba en pensar en mi situación y además comenzaba a tener una sensación extraña por todo el cuerpo, la piel se me estaba erizando y en mi entrepierna los efectos de un leve cosquilleo se hacía cada vez más patente. Como una autómata cogí el busca y pulsé el número del doctor de guardia, en segundos sonó el teléfono de planta y sin esperar a oír la voz del interlocutor dije: ¡espérame en diez minutos!. Mientras caminaba hacía mi destino  una sola cosa pasaba por mi cabeza: me estaba convirtiendo en una persona irracional y jamás había sido así, no tenía voluntad de detener la vorágine de sucesos que estaba viviendo y me entregaba a los instintos carnales con suma facilidad.

Entré sin picar la puerta, el doctor estaba sentado tras una mesa limpia de papeles u otros objetos, se levantó y vino a mi encuentro, le recibí estrellando mis labios contra los suyos violentamente, pronto sentí una de sus manos apretando mi entrepierna por encima del pantalón de mi uniforme, yo fui en busca de la mesa y apoyé el culo en uno de los cantos mientras me bajaba el pantalón y las braguitas, él me había soltado y se desprendía  del verde pantalón dejando a la vista la polla que le colgaba flacida. Abrí las piernas, pasé mi mano por la boca y la mojé con tanta saliva como fui capaz para después llevarla al coño que la recibió sediento de humedad. Yo ya estaba a punto e impaciente por comenzar a follar, delante de mí el médico se pajeaba para alcanzar el estado óptimo de su pene para penetrarme, cuando yo pensaba que estaba a punto sacó un preservativo del bolsillo de la parte superior del uniforme y se le puso.

La recibí con un gusto increíble, con un golpe seco y profundo llenó mi vagina mientras mis pechos cubiertos por la tela del uniforme se aplastaban contra su tórax cubierto por ropa de color verde. No entraba y salía sino que se movía enérgicamente golpeándome el interior del coño haciéndome sentir el roce de las venas con la pared de mi cavidad. Yo estaba en la gloria colgada de su cuello besando su boca y rostro como una posesa, comenzaba a notar señales de un orgasmo próximo, la humedad cada vez era mayor y el descontrol de los cuerpos buscándose mutuament iba creciendo. Mi acompañante no paraba de preguntarme si me gustaba y yo contestaba que mucho y que no parara, cada vez él ponía más énfasis en la pregunta y yo más rabia en la respuesta.

Estuvimos así no sé cuánto tiempo pero el cansancio ya superaba el deseo de continuar disfrutando, ninguno de los dos tenía intención de rendirse, yo era ahora la que preguntaba si le gustaba y él correspondía llamándome puta y diciendo que lo estaba matando, pasó a meterla y sacarla cada vez más deprisa, yo hacía rato que disfrutaba de un orgasmo continuo que alcanzaba extremos de éxtasis hasta que un grito estremecedor me dio a entender que él había llegado al final y se estaba dejando ir. La sacó de mi vagina y sin gesto cariñoso alguno hacia mí fue en busca de una papelera para quitarse el condón. Se subió los pantalones y vino hacía mí mostrando en satisfacción en su rostro por lo que acababa de suceder. Yo le esperaba en la misma posición que me había dejado, se puso entre mis piernas y gesticuló como si me estuviera follando, un beso en la frente me dio a entender que había acabado conmigo.

Recompuse mi vestimenta, le besé en los labios y cínicamente dije que la copa de champan la tomaríamos otro día. Mientras caminaba hasta mi puesto trabajo pensé que casi seguro el médico estaría escribiendo otra cruz en su agenda y posiblemente añadiría un comentario con una nota de valoración, yo le calificaría con aprobado justo, sonreí cínicamente. Ya en mi destino fui directa al baño y me lavé las partes íntimas que todavía estaban húmedas.

A las ocho en punto salía del hospital, el cielo estaba totalmente despejado y a pesar de la fecha no hacía frio, cuando llegué al coche pensé que tenía ganas de caminar y decidí hacerlo para volver a casa, no sería la primera vez. A pesar del sueño y el cansancio no tenía prisa, la ciudad desierta a aquellas horas de la madrugada era tan diferente que no parecía la misma, apenas circulaban coches y los pocos ciudadanos que me cruzaba o caminaban ligeros o tenían síntomas de estar borrachos. Miré el móvil y tenía dos mensajes de Daniel y Amín deseándome feliz año, estaban enviados a las cinco de la madrugada. Pensé donde habrían pasado la noche y con quién, se me ocurrió que con la peña del baloncesto, o quizás con Adama y hasta posiblemente follándose a la “marquesa”. Me puse de mal humor y aceleré el paso para llegar antes a casa.

Abrí con cuidado de no hacer ruido, fui directamente a la habitación de Daniel y su cama estaba intacta, tuve el presentimiento que estaría en la mía pero me equivoque. De repente me invadió la tristeza, miré el móvil y comprobé por el  whatsapp  la última conexión de Daniel y coincidía con la hora de mi mensaje. Me quedé intranquila y sin saber qué hacer, pensé en llamarle pero temí despertarle y opté por ir a dormir, tomé un vaso de leche caliente y dos pastillas y nada más entrar en la cama cogí el sueño.

Comencé a despertar cuando pasaban minutos de las cuatro tal como marcaba el despertador, sentí un sobresalto y me gire asustada, en la otra punta de la cama Daniel dormía plácidamente, una vez tranquila le miré comprobando que dormía profundamente, estaba en posición fetal y su rostro miraba hacía mí, una sensación de felicidad me asaltó y decidí volver a dormir sabiendo que no lo conseguiría. De tanto en tanto miraba el despertador y la última vez eran las siete de la tarde, estaba de espaldas a Daniel, el colchón y las sábanas se movieron ligeramente mientras yo permanecía absolutamente quieta, noté el contacto de Daniel con mi cuerpo quedando separados por la tela de mi camisón y la de su pijama, yo aguantaba sin decir nada y él hacía lo mismo, por sus movimientos entendí que se despojaba de la ropa y no tardé en notar la dureza de su polla rozando mi camisón, me apreté contra él y sus manos apartaron la tele que evitaba que nuestras carnes entraran en contacto.

Ya estaba mojada con solo saber que de un momento a otro Daniel me estaría follando, su polla entre mis nalgas buscaba mi vagina que yo levantando un poco la pierna le hacía más fácil penetrar, entró suavemente como pidiendo perdón por hacerlo, poquito a poquito la sentí tan adentro que tenía la sensación que me iba a atravesar, todo transcurría tan lentamente que no se escuchaba el más mínimo ruido, sus manos se habían puesto sobre mis pechos y los apretaban fuertemente, la sensación de placer iba in crescendo, los movimientos de mi amante seguían siendo lentos creándose una atmósfera de erotismo como pocas veces mis sentidos habían percibido, yo dejaba hacer y me sentía entregada a sus deseos, los primeros jadeos envolvieron nuestros cuerpos, las respiraciones cada vez se hacían más audibles y la humedad de las entrepiernas de ambos ya se mezclaba en nuestra piel.

Fueron momentos de puro placer tanto que exigía el máximo de silencio para que llegado el momento del éxtasis no se perdiera detalle alguno de la sinfonía celestial que estaba a punto de sonar, los dos cuerpos al unísono comenzaron a moverse frenéticamente y por fin alcanzaron el momento culminante mezclando jugos vaginales y seminales que inundaron las partes del cuerpo que teníamos ensamblados. Las palabras hicieron presencia en la escena, yo le dije que me hacía feliz y el volvió a decir repetidamente que me amaba tal como había dicho alguna otra vez.

No sabía que decir y pregunté con quien había pasado la noche anterior, su respuesta fue inmediata y citó a Amín, pregunté si también estaba Adama y contestó con un no rotundo, tuve la sensación que mentía y no insistí. No trabajaba el fin de semana y como cada primer sábado del año había quedado para comer con Carmen, costumbre que hacía más de veinte años que manteníamos. Carmen había compartido piso conmigo cuando estudiábamos en la Escuela de enfermería, también al profesor que fue mi amante y es la única mujer con la que había tenido un relación sexual pero comprobé que no era lo mio. Ella se casó nada más acabar los estudios con un médico y el matrimonio no duró más de tres años, quedando muy bien parada del divorcio pues se quedó el piso que habían comprado y recibió una importante cantidad de dinero. Encontró a su marido en la cama con la mujer del director del hospital donde trabajaban ambos. Le pagó el silencio.

Carmen vivía ahora en Valencia y quedamos allí para comer, fuimos a su restaurante favorito, nada más verme dijo que yo estaba muy mejorada respecto a  años anteriores pues me veía mucho más delgada, preguntó si tenía algún amor y contesté que no, hizo cara de no creerme pero no insistió. Ella se mantiene bien pues se ha operado incontables veces y tiene el aspecto de una chica joven. Me habló sobre sus ligues que no eran pocos y de un sitio que había conocido al que asistía una vez al mes donde podía conocer hombres con los que siempre acababa acostándose, yo la escuché atentamente pero no acepté su propuesta de que la acompañara en una de sus salidas. Después de comer regresé a mi ciudad.

Pasaron las fiestas y Daniel regresó a Barcelona advirtiendo que no volvería hasta febrero pues tenía exámenes y quería aprovechar los fines de semana para estudiar, pensé que le encontraría a faltar y no tardé en pensar en Amín, le llamé y al día siguiente se presentó por la tarde.  Cuando me vio no disimuló que había venido a follar, fuimos directos a la cama dejándome más que satisfecha después de estar casi dos horas dándonos placer. Ni tan solo preguntó por Daniel y cuando se despedía dijo que él me llamaría para volver a quedar.  Pasó una semana y no tenía noticia de Amín y con Daniel apenas hablaba por teléfono.

El viernes llamó Carmen e insistió que la acompañara a la casa de que me había hablado, en principio rehusé a su propuesta pero insistió tanto que acabé aceptando. Me pasó a recoger a media tarde del día siguiente y tras unas dos horas de viaje llegábamos a una casa escondida en medio de un bosque. Era un edificio de una sola planta sin carteles que indicaran su uso, tenía aspecto de ser una vivienda familiar bastante grande rodeada de un jardín que en primavera seguro estaría repleto de flores, no había ningún coche aparcado y lo entendí cuando al llegar Carmen entrego el suyo para que se lo aparcaran detrás de la casa. Nos identificamos y un asistente nos acompañó a una habitación donde mi amiga abrió una bolsa de viaje de la que sacó diversas prendas de ropa. Yo llevaba puesto un pantalón y un jersey porqué me había dicho que ella se encargaría de llevar ropa adecuada para el lugar donde íbamos.

Sobre la cama había dos vestidos y dos conjuntos de ropa interior, Carmen pregunto que me gustaba más y pensé en contestar que ninguno pues no me veía vestida con aquello. Fue ella quien decidió y me ayudó a ponerme la ropa interior que era un tanga color rosa y un sujetador del mismo color que realzaba mis pechos de tal manera que parecían dos melones. El vestido color rojo apenas me cubría desde las tetas llegando algo más abajo de la entrepierna. Ella se puso el mismo modelo pero color negro. Cuando aparecimos en el salón donde se celebraba la fiesta los allí presentes nos miraron sin disimulo tanto hombres como mujeres. Nos sentamos y un camarero nos ofreció bebida y una bandeja repleta de montaditos, las otras mesas estaban ocupadas por parejas de hombre y mujer excepto alguna en que como nosotras había dos mujeres.

Desde el primer momento advertí que desde una mesa cercana ocupada por dos parejas uno de los hombres no dejaba de observarnos, se lo comenté a Carmen y me dijo que me había tocado la lotería, le contesté que seguramente la miraba a ella, insistió que me había tocado el gordo de navidad.  Las dos mujeres de le mesa cercana desaparecieron y fueron detrás de telón que escondía lo que parecía ser un escenario, poco después el hombre que no miraba se levantó y fue directo a una mesa ocupada por una pareja de féminas, el otro hombre nos continuaba mirando. La música ambiente aumento de tono y el telón fue subiendo poco a poco, en el escenario sobre una cama redonda que giraba lentamente varios hombres y mujeres comenzaban a desnudarse y algunos ya estaban chupando pollas o lamiendo coños.

Tenía la mirada clavada en la escena y el contacto de una manos con mi hombro desnudo me asustó, detrás de mí estaba el hombre que nos miraba, no pidió permiso y sin decir palabra alguna sentí su lengua acariciar mi nuca y los primeros mordiscos suaves detrás de la oreja. Carmen se levantó y fue directa al escenario donde nada más llegar se adueñó de una polla que comenzó a chupar con frenesí. El hombre se entretuvo tanto como quiso en lo que me estaba haciendo hasta que me cogió una mano y me pidió que le acompañara. Recorrimos un pasillorepleto de puertas, reconocí la puerta de la habitación donde me había cambiado, al final pasamos bajo un arco de piedra que daba a un pequeño descansillo que escondía tres puertas más, en cada una un cartel “infierno”, “purgatorio” y “cielo”, el hombre me miró dándome a entender que eligiera, no dudé y abrió la puerta del cielo.

Todas las paredes estaba cubiertas de espejos, el techo era un gran cristal pintado con estrellas que simulaba el universo, una cama redonda ocupaba el centro y un mueble imitaba un sillón de ginecología. No había música, un trípode de hierro aguantaba una cubitera transparente repleta de agua con hielo y botellas de champan. Nada más pasar el umbral me rodeó con los brazos y reinició los besos en la nuca. Yo apenas sabía que aspecto físico tenía aunque si deducía que era alto y delgado pero no tenía idea de la edad que pudiera tener, sus besos me estaban poniendo cachonda e instintivamente busqué su entrepierna con mis manos, dijo que no había prisa y las retiró sujetándolas entre las suyas. Pasó a acariciar mis muslos sin dejar de besarme, yo apretaba mi espalda contra su pecho en demostración de deseo pero él había decidido que el cortejo fuera largo.

Lentamente me quitó el vestido y me giró hacia él, su boca impactó en la mía con un beso cálido y húmedo, sus labios carnosos succionaban los míos y su lengua no tardó en chocar con la mía en un contacto que me produjo escalofrío. Separó su cuerpo del mío y me repaso con la mirada, ya solamente me cubría con el sujetador y la braguita, las yemas de sus dedos rozaban mi piel por la zona del ombligo, yo me movía compulsivamente en muestra de impaciencia porque comenzara a poseerme, cuando llegó al triangulo de la braguita con los dedos dejó escapar una leve sonrisa al notar que estaba totalmente mojada, noté la tela deslizarse por mis piernas y como su boca se estampaba contra el triangulo de pelitos que cubrían mi coño.

El primer contacto de su lengua intentando abrir la vagina fue algo increíble, un temblor recorrió mi cuerpo y perdí la noción de la voluntad, deseaba aquel hombre desconocido y tan diferente a mis últimos amantes que no podía más que entregarme en cuerpo y alma. Mientras lamía mi entrepierna mis manos se esforzaban en intentar desabrochar su camisa, cuando lo conseguí noté su torso cubierto de pelo y tuve la sensación de estar acariciando a mi marido, ya hacía rato que mi coño era un manantial de líquido vaginal y notaba pálpitos en el estómago. Pensé que se merecía le devolviera algo del placer que me estaba dando y decidida le desabroché el cinturón bajándole el pantalón sin miramiento alguno arrastrando a la vez el slip, como si tuviera un resorte su polla quedó recta ante mis ojos, sin tocarla con la mano la hice mía y la engullí hasta el fondo. No era excesivamente grande pero si fibrosa y dura, la lamía con fruición y podía notar con la lengua las venas inflamadas, mis dedos acariciaban sus testículos y cubiertos de piel arrugada.

Ahora yo estaba sentada en el borde de la cama y el erguido delante de mí, continuaba con la mamada y mis manos se asían fuertemente a sus piernas, las suyas acariciaban mi cabeza sin hacer presión alguna, él no daba muestras de estar a punto de correrse y yo ya había sentido algún orgasmo, preguntó como me llamaba y abandoné su polla para decirle mi nombre, pude escuchar el suyo con toda claridad, se llamaba Iván. Me levantó y puso mi cuerpo sobre la cama, cogió mis piernas con sus manos, las abrió y levanto hasta que mi coño quedó a la altura de su polla, ahora el único contacto mío con la cama era la cabeza, su polla me traspaso como una espada y tuve la sensación que llegaba al fondo de mis entrañas, lentamente se movía en mi interior deslizándose suavemente lubricada por los jugos vaginales que dejaba ir.

Su mirada clavada en la mía era dulce e intimidatoria a la vez, sentirme poseída por aquel hombre de ojos penetrantes y tez morena me creaba una situación erótica que jamás antes había sentido, él me guiaba moviéndome a su antojo, sus brazos por el esfuerzo formaban esculturas mellizas de músculos en pleno esfuerzo, su piel transpiraba y pequeñas gotas de sudor flotaban en el rizado pelo de su pecho, me dio por gritar suplicando que no parara, que me matara de gusto, que me hiciera lo que quisiera y el impávido seguía ofreciéndome placer. Notó que yo había alcanzado el primer escalón de mi camino hacia el cielo que tenía encima nuestro y pensó que era el momento de subir el segundo, sin moverse me soltó las piernas y me volteó dejándome de espaldas a él, asió mi nuca con una mano y me guio hasta tenerme puesta a cuatro patas ofreciéndole mis nalgas, ahora me follaba desde detrás entrando y saliendo de mi coño a un ritmo frenético, yo volvía a sentir una ristra de orgasmos tan intensos que me producían dolor, le pedía gritando que se corriera, me lamentaba suplicando que acabara y como no daba síntomas de estar próxima su rendición llegué a insultarlo repitiéndole varias veces que era un hijo de puta entre ruegos de que siguiera follándome.

Vi su rostro reflejado en un espejo, mostraba una serenidad insultante que ofendía, me libré de su polla y grité que me follara el culo y se corriera de una puta vez, recogió el guante lanzado y me la ensartó hasta el fondo sin miramiento, a través de los espejos veía que ahora había dejado de ser el hombre paciente para convertirse en la bestia descontrolada, su rostro estaba hinchado y acumulaba sangre, se movía frenéticamente y me la hincaba con fuerza espoleado por los insultos y ordenes que no dejaba de gritarle, yo sentía tanto placer por el roce de su polla en mi ano como por la visión que tenía de él a través de los espejos y disfrutaba porque había hecho que él perdiera la flema y se portara como un animal salvaje, había comenzado a gritar y de su boca salían palabras de ruegos e insultos como yo había dicho antes y sus embestidas tenían un ritmo desenfrenado.

Aún aguantó un tiempo que se me hizo largo e insufrible hasta que vi a través del espejo que cerraba los ojos y se quedó inmóvil, yo deseaba notar el calor de su semen en mi rostro, me libré de su polla y sedienta la acogí en mi boca, tuve tiempo de paladearla unos instantes antes de que comenzara a segregar semen en forma de espesa crema que fui esparciendo por mi rostro y pechos, él jadeaba con aspecto de estar agotado, los dos nos abrazamos mirándonos mutuamente, olíamos a sudor mezclado con fragancias de sexo. Después de unos minutos de relajamiento fue el quien tomo la iniciativa en vestirse, yo acostada le miraba y admiraba su cuerpo que sin ser joven se veía cuidado y sobretodo aprecié que estaba cubierto de pelo a diferencia de mis últimos amantes. Cuando se hubo vestido me beso en la frente, cogió mi mano y en la muñeca me puso una pulsera de fino hilo dorado que ató con sumo cuidado haciendo un nudo. Le vi salir de la habitación y esperé unos minutos estirada en la cama para vestirme y hacer lo propio. Durante ese tiempo debí tener la mente en blanco porque no recuerdo haber pensado en nada. CONTINUARA