Ana y los otros. Diario prohibido CAP 3

La historia continua, definitivamente no soy dueña de mi propia vida

Los primeros rayos de sol traspasaban las rendijas de la persiana, abrí los ojos y escuché una voz que venía del otro lado del piso, reconocí a Daniel y cuando presté más atención supe que estaba hablando con Amín, pude escuchar  claramente que quedaban a las doce en nuestra casa. Cuando apareció ante mí estaba desnudo completamente,  sin mostrar vergüenza alguna y sin soltar una sola frase cariñosa comenzó a decir:

D: Acabo de hablar con Amín y hemos quedado para ir a comer los tres a un restaurante del puerto, tengo ganas de comer una paella en una terracita, ya pago yo porque me ha sobrado dinero del viaje.

Ana: Yo tenía intención de ir a comer a solas contigo para hablar tranquilamente del viaje…

D: Ya tendremos tiempo de hablar tu y yo por la noche, quiero ver a Amín haber que se cuenta de estos días por aquí y del equipo.

Ana: Al mediodía hará mucha calor vayamos donde vayamos, yo si no te importa preferiría ir a cenar contigo por la noche y ahora llamas a Amín y le dices que venga a casa y nos encargamos unas pizzas, aquí podréis hablar más tranquilos, hazlo por mí…

Daniel me interrumpió y accedió a mi ruego, llamó por teléfono a Amín y quedaron que vendría a casa a las doce del mediodía, el resto de la mañana Daniel no tuvo ni una sola frase cariñosa ni de recordatorio por lo ocurrido la noche anterior y eso hizo que me sintiera mal.

Amín se retrasó algo, pasaban minutos de las doce y escuché el telefonillo, Daniel se adelantó a abrir la puerta y juntos esperamos en el recibidor su llegada, cuando apareció se saludaron con el ritual del equipo,  Amín se dirigió hacia mí tratándome de usted y dándome los buenos días. Se dirigieron a la habitación de Daniel y cerraron la puerta, segundos más tarde la música sonaba  a todo volumen.  Me senté en el sofá algo aturdida por el comportamiento frio de Daniel, desanimada  decidí salir a pasear por las calles del barrio, hacía tres años que no lo hacía y de repente me apeteció.

Sin avisar a los chicos salí de casa, iba arreglada y caminé tranquilamente, recordando  el último paseo de domingo con mi marido para tomar el vermut en alguno de los bares del barrio, , me dirigí hacia allí y pedí dos cañas que  tomé  ante la mirada extrañada del camarero. Eran las dos y volví a casa apresuradamente.

Cuando entré los encontré preocupados pues no les había advertido de mi salida, me disculpé y propuse que ellos mismos pidieran por teléfono las pizzas alargándoles cincuenta euros. Pedí que me avisaran cuando estuviera todo a punto y  me miraron extrañados mientras me retiraba. Ya en la habitación me puse  una bata de estar por casa sin nada debajo, me estiré en  la cama y medité nuevamente sobre mí  situación. Tenía cuarenta y tres años, habían pasado tres del fallecimiento de mí esposo y era consciente que mi vida estaba sufriendo cambios importante

El timbre del telefonillo  interrumpió la meditación,  los chicos habían puesto la mesa y destapado dos de las cuatro pizzas que habían pedido, nos sentamos y comenzamos a comer. Mostraban apetito y  les miraba pensando que había hecho el amor con ambos sin poder elegir quien de los dos me había hecho sentir más placer. Cuando terminaron dieron buena cuenta de un helado que  habían pedido y galantemente me obligaron a ir al sofá mientras ellos recogían la cocina.

No tardaron en venir junto a mí y tomaron asiento en frente, las bromas entre ellos eran continuas y no dejaban de reír, yo me sentía molesta pues no entendía el motivo de tanta alegría y además me había afectado que en toda la mañana Daniel no hubiera hecho referencia alguna a la noche anterior, ni tan siquiera la más mínima de cariño. Hice ademan de levantarme y ambos al unísono lo evitaron llegando a sujetarme, se calmaron en sus risas y quedamos los tres en silencio mirándonos mutuamente.

No sabía que decir y como una boba pregunté por “la marquesa” y a ambos se les escapo la risa pero fue Daniel quien contestó a mi pregunta

D: La marquesa, bueno es la madre de Marques el enano que juega con nosotros, está como una cabra y no para de insinuarse a todos los jugadores del equipo, como está separada o tiene a su marido trabajando en el extranjero tiene que buscarse un novio..

Amín había escuchado atentamente sin dejar de mirarme a los ojos y me decidí a hablar:

Ana: Pero sé porque alguien me lo ha dicho que vosotros dos la visitáis en su casa y no creo que sea para enseñarle a jugar al baloncesto

A: no, para eso seguro que no, como quiere guerra la tenemos contenta.

Ana: Bueno, mejor que no hablemos de eso, pero no me parece bien ya no por ella que al fin y al cabo esta sola sino por vosotros, creo que sois muy jóvenes y os meteríais en un lio si su marido se entera porque no esta separada.

Pronto comprendí que había sacado el tema en el peor momento y además precisamente yo era la menos indicada para hablar sobre ese asunto, los chicos reían y cuchicheaban por lo bajo hasta que Daniel sin cortarse dijo:

D: Oye Ana, ¿tú con quien te lo haces ahora?, porque mucho hablar de “la marquesa” pero de ti no dices nada

Noté como me subían los colores y un temblor recorría mi cuerpo, no sabía que contestar y cuando estaba a punto de levantarme para desaparecer sin saber el motivo fui hacia ellos que debieron pensar que llevaba intención abofetearlos pues ambos se protegieron el rostro, pero se sorprendieron cuando agarré sus entrepiernas y como una loca les pedí que se bajaran los pantalones.

Empecé a pajearlos mirando alternativamente a uno y otro, los tamaños no eran comparables, la negra impresionaba, la blanca recordaba la de mi marido, fue esta la primera que metí en mi boca acariciándola con la lengua una y otra vez deteniéndome en el glande que succionaba y rozaba con los dientes. Mi mano derecha se movía nerviosamente acariciando la otra polla que como no podía verla daba la impresión de estar dura como el acero. Mi saliva había lubricado la polla de Daniel y ahora se deslizaba más suavemente dentro de mí boca.  La muñeca derecha daba signos de dolor y decidí cambiar de postura, busqué el pollón negro y lo trague hasta donde podía que era poco más allí del glande, la mano izquierda ahora acariciaba la polla blanca húmeda por la saliva que yo había impregnado.

El cambió de postura lo repetí varias veces, comencé a sentir unos dedos que  acariciaban mi entrepierna   hurgaban en la vagina y el ano alternativamente. Sentía tanto placer por pajearlos y mamarlos como por sus caricias, ellos gemían y susurraban que no parara, los dedos ya  provocaban  que la humedad entre mis piernas fuera tanta que regueros de líquido resbalaba por la parte interior de mis muslos, un orgasmo bestial explotó en mis entrañas y quedé extenuada.

Dejé de mamar y pajear  pues no aguantaba el dolor de las muñecas, me incorporé y noté la mirada de mis amantes exigiendo que continuara,  con  voz entrecortada por la falta de aire les propuse ir al dormitorio, hice que el negrito se arrodillara sobre el colchón,  me situé frente a él también de rodillas con las piernas bien abiertas y busqué la polla de Amín continuando la mamada que había interrumpido momentos antes. Daniel no tardó en entender cuál era su papel y situado detrás mío me penetró la vagina de un golpe seco que recibí  sin sentir dolor y con placer desde la primera embestida, La polla de Amín apenas podía penetrar mi boca más allá del glande y para compensarle acariciaba sus testículos cubiertos por una negra y arrugada bolsa de piel cada vez más dura.

Volví a correrme liberando gran cantidad de jugos vaginales,  pensé que me estaban follando sin protección alguna y pedí un descanso, abandoné la polla de Amín y me deshice de Daniel que  protestó diciendo que estaba a punto de correrse. Me incorporé y saqué de la mesita las cajas de condones, se las puse en las manos y entendieron la orden. Volví a dirigir la escena, pedí a Amín que se estirara en la cama mirando el techo, me senté sobre él y ayudándome de una mano dirigí su polla al interior de mi coño que lo acogió con más dificultad que a la de Daniel que miraba la escena esperando saber que papel era el suyo, mis tetas se aplastaron contra el tórax de Amín y mis nalgas separadas dejaban a la vista de Daniel el ano ya dilatado, comprendió que le tocaba interpretar en la función, su polla rozó mi agujero y penetró suavemente en su interior ayudado por mi propia lubricación y la del preservativo.

No sabría decir cuánto tiempo estuvimos follando pero las embestidas de las dos pollas perforándome provocaban que los orgasmos fueran continuos desde el primer momento de estar empalada, mis entrañas segregaban líquidos continuamente que llegué a pensar por momentos si eran vaginales u orina, mis boca a la altura del tórax negro mordía con rabia los pezones duros de Amín saboreando el salado sudor que desprendía.  Gritaban que querían más suplicando que aguantara  sin correrme, yo no por obediencia sino por egoísmo intentaba alargar el momento culminante, sentirme empalada entre dos jóvenes hacía que me sintiera la mujer más satisfecha del mundo.

Daniel entraba y salía de mi cuerpo a un ritmo pausado pero constante, sus manos sujetaban mis nalgas y ocasionalmente un suave azote estallaba en una de mis nalgas. Amín avisó que se iba a correr,  me libré de su polla  y cuando me aseguré que estaba totalmente fuera le quité el preservativo teniendo tiempo de notar como chorros de semen mojaban mi vientre. Daniel viendo el final de su amigo aceleró el movimiento, su pene se deslizaba suavemente por mi interior dándome placer y dolor entremezclados, gritó algo inteligible, era señal  que se estaba vaciando, me moví y la polla salió de mis entrañas, me volví  hacia él,  le retiré el preservativo y con la lengua recogí cuanto pude de los restos de semen que quedaban en su pene. Amín empujaba mi cabeza contra la polla de Daniel pero no era necesario pues yo lo hacía con sumo gusto disfrutando como una loca.

Ya tumbados sobre la cama los dos amantes continuaron siendo cariñosos, cerré los ojos y sentí sus caricias y besos por todo el cuerpo,  jugaba a adivinar de quien era la mano que acariciaba mis piernas o la lengua que succionaba mis pezones.  Susurraban entre ellos y  no hacía el mínimo esfuerzo por entender lo que se decían. Debieron pensar  que habían tenido suficiente y  tras unos besos y  mordiscos en mis nalgas Daniel acercó su boca a mi oído y después de morderlo muy suavemente dijo: “te quiero.”. Me pilló por sorpresa pues era la primera vez que estas palabras salían de su boca dirigidas a mí.

Desde la cama escuchaba el agua de la ducha caer relajada y feliz por los momentos vividos, recuerdos recientes y  antiguos se mezclaban en mi cerebro, tan pronto pensaba en mi marido como en el placer que recién había sentido, no me arrepentía absolutamente de nada. Estaba sumida en estos pensamientos cuando los dos jóvenes aparecieron ante mí y riendo se despidieron dándome  un beso cada uno en los labios. Miré el despertador y marcaba casi las cinco de la tarde. En la ducha dejé correr agua fría por mi piel mientras hacía un esfuerzo por grabar en mi cerebro las sensaciones que acababa de vivir, me sentía una mujer capaz de sentir y desear.

Lo ocurrido estaba segura  que significaría un punto de inflexión en mi vida como así fue, fueron transcurriendo los días y cada vez me sentía más bien, solamente encontraba a  faltar al  hombre de mi vida. Los meses iban pasando, Daniel estaba en la universidad y venía a casa los fines de semana con alguna excepción, las dos noches que estábamos juntos dormía en mi cama y hacíamos el amor como si fuéramos un matrimonio. Era gentil y cariñoso y nos dábamos tanto placer como éramos capaces, hablábamos sin tapujos e intercambiamos confidencias, un día me pidió no volver a repetir el trio pero me animó a que si deseaba seguir viendo a su amigo lo podía hacer, para ser sincera la propuesta no me desagradó

Amín estudiaba mecánica del automóvil y por las tardes hacía prácticas en el taller que había sido de mi marido pues Daniel había intercedido ante el nuevo propietario para que le diera trabajo. Aproximadamente un día a la semana si yo no trabajaba por las tardes venía a casa y follábamos como bestias, disfrutaba con él desde el momento que lo tenía desnudo delante de mí, me gustaba mirarlo con aquel monstruo colgando entre sus piernas, poco a poco mi cuerpo se había adaptado a su polla y ya me penetraba por todos los agujeros dándome tanto placer que cuando acabábamos de follar no sabía distinguir entre el placer y el dolor. Al contrario que con Daniel, el negrito se corría en mi interior y a mí me encantaba sentir su leche caliente llenando mí cuerpo. Evidentemente  había tomado precauciones para evitar un embarazo.

Yo por mi parte vivía feliz, estaba bien de salud, poco a poco recuperaba mi peso ideal y en el trabajo las compañeras me preguntaron si había vuelto a enamorarme, la respuesta era una sonrisa enigmática. Incluso durante unos días un médico de mi misma edad me tiró los trastos y aunque me planteé aceptar su envite decidí no dar el paso pues estaba bien como estaba y no deseaba complicarme la vida.

Un día a principios de noviembre esperaba la visita de Amín con impaciencia pues el último fin de semana  Daniel no había podido venir. Cuando le tuve delante ya observé que algo no iba bien, no tuve tiempo de preguntar que ocurría y Amín comenzó a explicarme que su padre  había decidido volver a Senegal pues la empresa que trabajaba le iba a despedir y con el dinero que le pagaran más el desempleo cobrado en una sola vez tenía intención de montar un negocio  en su país. Añadió que ya tenía 2 taxis y un microbús que conducían sus tíos y estaba construyendo un pequeño hotel, ese había sido el motivo del viaje en verano. La propuesta del padre era que él marcharía tan pronto como tuviera el dinero y el resto de la familia, la madre y Amín, cuando hubieran vendido o alquilado el piso.

Le recordé que ya tenía 18 años y podía tomar sus propias decisiones pero contestó que le costaría encontrar trabajo  y un sitio para vivir. Intenté animarle pero vi que estaba afectado y decidí meditar sobre la situación para buscar una posible solución. A pesar de su tristeza no me costó nada ponerlo a tono y aquella tarde follamos como animales, se corrió en mi boca, me comió el coño hasta que le supliqué que parara pues no aguantaba más y terminó follándome por delante y por detrás  llenando mis entrañas de tanta leche que estuve a punto de reventar.

Aquella noche antes de dormir, abrazada a la almohada pensé como ayudarme a misma para no perder una fuente de placer y a mi amante para que pudiera quedarse a vivir aquí.

El día siguiente trabajaba en el hospital por la mañana, durante un momento de descanso llamé a Felipe que es el propietario del taller mecánico donde trabajaba Amín. Felipe era el encargado cuando mi marido dirigía el negocio y tras su muerte se hizo cargo del mismo, pasándome cada mes un alquiler, es para mí como un padre, un hombre bonachón que pronto estará en edad de jubilarse. Después de preguntar por su esposa le propuse encontrarnos en una cafetería cerca del taller a partir de las tres y cuarto. A la hora exacta llegó, yo había pedido un bocadillo y él pidió un café con gotas de anís, lo primero que hizo es preguntar si no era algo grave y preguntar por Daniel, le tranquilice y le dije que Daniel estaba hecho un hombre. Yo le pregunté por Amín y contestó que era un gran muchacho, muy trabajador y aplicado en aprender el oficio para acabar añadiendo con cierta sorna que además desde que trabajaba en el taller las mujeres no se quejaban por tener que esperar a la entrega de los coches cuando iban a recogerlos después de la reparación. Este comentario no me hizo la más mínima gracia.

Cuando acabó de hablar pregunté cuanto le pagaba y dijo que aproximadamente 380 euros al mes por las 20 horas semanales, le dije que aumentara a 500 euros y lo descontara  del alquiler. Inmediatamente contestó que el chaval se lo merecía y se enfadó por la propuesta del alquiler. Le di dos besos, uno para él y otro para su esposa y nos despedimos.

Ya en casa llamé a Amín a su móvil para decirle que le esperaba esa tarde, a las siete y media sonaba el telefonillo. Abrí la puerta  y esperé sentada en el sofá a que apareciera, venía contento y con disimulo pregunté qué pasaba, dijo que el señor Felipe le había aumentado el sueldo, le pregunté cuanto y contestó que cobraría 500 euros. Se sentó en  su sitio habitual y  pregunté si su madre tenía mucho trabajo a lo que contesto que no se quejaba pues cada mes entre faena y faena llegaba a unos 400 euros porque trabajaba en cuatro casas. Le dije que yo necesitaba una señora que me ayudara  y había pensado en ella contestándome que esa misma noche me llamaría para hablarlo. Se abalanzó hacía mí y no tardamos en estar desnudos, allí mismo repitió lo de la noche anterior pero poniendo más ganas si cabe. Quedé  extenuada y se marchó cantando  por lo bajini. Una hora más tarde me pasó a su madre por el móvil y acordamos que vendría a casa dos horas las mañanas de los martes, jueves y sábados.

Fueron pasando los días, el padre de Amín marchó a mediados de noviembre y la madre venía a casa según lo convenido, era una mujer educada y de conversación agradable. Negra de piel pero no tanto como Amín, medía un metro setenta  aproximadamente,  cintura delgada que exageraba mucho el volumen del culo y los pechos. No estaba mal de cara y su cabello era negro recogido en forma de toga. Pensé que parecía bastante más joven que su marido. Cuando coincidíamos en casa entablábamos conversación mientras tomábamos un café con leche y el tema favorito eran Daniel y Amín. En una de esas charla Adama, así se llamaba, me hizo saber que no era la madre del joven, contó que cuando nació su madre murió en el parto y el padre que ya había venido a España unos meses antes  como ilegal cuando obtuvo los papeles aprovechó para traerla a ella y al niño como esposa e hijo. Me quedé de piedra y  pregunté si Amín lo sabía contestando que si con toda naturalidad pero el padre le tenía prohibido que lo dijera, dando a entender que en los trámites había utilizado documentos falsificados.

Daniel que estaba al corriente de todas las novedades por sus viajes de fin de semana llegó a casa para las vacaciones de navidad un viernes, yo trabajaba el día siguiente en turno de mañana, la noche de su llegada como ya era costumbre nos acostamos juntos y follamos hasta quedar  agotados. A media mañana del sábado le llamé al móvil y le dije que no volvería hasta las seis de la tarde ya que debía sustituir a una compañera que había tenido un problema familiar pero poco después la compañera avisó que todo estaba solucionado y no consideré necesario llamar nuevamente a Daniel.

Pasaban  veinte minutos de las tres cuando abría la puerta de casa, del fondo se escuchaban gritos y el ajetreo de un somier, me descalcé y lentamente me acerqué al origen del ruido que no tarde en descubrir provenía de la habitación de Daniel, la puerta entreabierta dejaba a  ver a Adama en cuclillas sobre la pelvis de Daniel saltando como una posesa, sus tetas se movían de arriba a abajo golpeando su propia cara y abdomen produciendo continuos estallidos, gritaba: “quiero más”…. “no pares”….”más fuerte”,  “asi..asi…asi”, “bien….mi niño”, todo ello entremezclado con un repetitivo “fóllame cabrón”. Daniel intentaba en vano  agarrar con sus manos las tetas de la negra que se estaba follando, su cara roja como un tomate  era fiel reflejo del esfuerzo que estaba haciendo.

Yo escondida tras la puerta  difícilmente podían verme, alaridos de los dos amantes fueron la señal de que  el momento culminante iba a llegar, lo último que vi fue a Adama tragándose la polla de Daniel que soltaba ráfagas de líquido por los aires, sigilosamente abandone el piso y fui directa a la calle a esperar que uno o los dos apareciera por el portal. Pasaron veinte minutos y Adama salía apresuradamente del edificio.

Subí a casa, iba directa a mi habitación y pasé frente al aseo que tenía la puerta  abierta, Daniel se duchaba con la mampara sin correr, le miré y cuando se dio cuenta reaccionó con gesto de espanto, le grité enfadada que tenía la mampara abierta y le pregunté el motivo de que ya hubiera una toalla de baño mojada en el suelo si él tenía que secarse todavía, hizo como si no me entendiera y volvió a enjabonarse. Cuando apareció ya vestido me beso en la boca y  no le correspondí, preguntó si me pasaba algo y ni tan solo le contesté. Nos sentamos en el sofá y  propuso ir a cenar a una marisquería del puerto ofreciéndose a pagar la cuenta, estaba eufórico  y yo sabía el motivo. Marchó y nos citamos directamente en el restaurante.

La cena transcurrió entre risas y constante dialogo, le pregunté si todavía visitaban a “la marquesa” y lo negó por lo menos él, no me atreví a preguntar si conocía el asunto de la madre de Amín. De vuelta a casa mientras yo conducía puso su mano en mis muslos y llegó a acariciarme la entrepierna, justo en la puerta de casa  dijo que había pasado la tarde con Amín y este le había propuesto que el día siguiente domingo vendrían a tomar el café  y traerían dulces típicos de Senegal que había hecho su madre, así la citaba él. Ya en la cama Daniel me hizo disfrutar como una loca, los dos nos corrimos varías veces y nos quedamos dormidos abrazados como dos amantes, por un momento creí estar abrazando a mí esposo.

El domingo amanecimos tarde, el despertador marcaba casi las once, posiblemente debido a que esperábamos la visita de Amín y Adama decidimos que encargaríamos comida en un kebab. Aproximadamente a las cuatro llegaron a casa, era la primera vez que  veía a Amín vestido  con ropa no deportiva, Adama llevaba  leggings color verde y bajo una chupa de cuero una camiseta de tirantes color rojo  tan ajustada que sus pechos se marcaban con toda claridad, calzaba unos botines del mismo color.

Ya en el salón abrieron unas bandejas que contenían dulces típicos de su país, les ofrecí algo de beber y los dos pidieron un refresco de naranja, pregunté si bebían alcohol y contestaron con un no rotundo pero entre risas dijeron que la negativa no era por motivos religiosos. Mientras comíamos los deliciosos dulces la conversación transcurría amena sobre diversos temas como las costumbres de su país, su religión, su familia y las peripecias que vivieron para poder tener papeles en nuestro país. El ambiente era distendido.  Adama y yo ocupábamos un sofá de dos plazas y los chicos los dos individuales de la sala.

El ambiente se fue caldeando y cada vez los comentarios iban subiendo de tono, Adama explicaba que en su país algunos hombres tenían más de una esposa y los matrimonios entre parientes eran comunes además de ser  habitual que niñas menores de quince años se casaran con hombres de cuarenta o más. Adama se había quitado la chaqueta de cuero y el canalillo de sus tetas quedaba a la vista casi por completo, sus brazos larguísimos y desnudos eran de color más oscuro que su rostro y las manos agarraban las rodillas que tenía muy separadas. Los dos chicos la miraban y no podían disimular que estaban excitados.  Tuve la sensación que algo estaba a punto de suceder.

Llevábamos mucho tiempo hablando cuando Daniel se levantó y pregunto a Adama si había visto el equipo de música de su habitación, contestó  que la barría y fregaba tres días a la semana aunque él no estuviera pero le extendió la mano para que la ayudara a levantarse y desaparecieron juntos por el pasillo. Amín y yo nos quedamos solos uno frente a otro, yo hacía conjeturas sobre lo que podía estar a punto de suceder y deseaba que fuera lo que fuera no se hiciera esperar, el joven debió leerme el pensamiento, con una seguridad pasmosa se me acerco mientras sacaba su pene del interior de los pantalones y quedó a escasos veinte centímetros de mi rostro,  lo tragué hasta donde pude y comencé una mamada que en segundos lo puso tan duro como una lanza. Mi lengua se paseaba a lo largo del descomunal pene que  apuntaba  a mi rostro y se entretenía en lamer el glande que mis dientes rozaban causando que Amín se estremeciera de forma epiléptica.  Yo ya notaba humedad entre mis piernas y propuse ir al dormitorio.

De camino pasamos delante del de Daniel que tenía la puerta abierta, sobre la cama  estaba Adama que entre sus piernas abiertas  escondía la cabeza de Daniel que le comía  el coño,  suspiraban y  jadeaban dejando oír el ruido de los lametones que él daba a ella.  Por un momento nos quedamos mirando la escena y Amín tiró de mí para llevarme al lugar que ya conocía perfectamente. Nos desnudamos ambos, se estiró sobre la cama con su polla apuntando al techo, agarro mis muslos y me invitó a seguir con la mamada interrumpida, lo hice con gusto y volví a meter su polla en mi boca hasta donde fui capaz. Me gustaba chupársela pero yo también quería disfrutar, lentamente me fui moviendo hasta poner mis muslos sobre su cara y no tardé en tener su lengua dentro de la vagina que ya definitivamente comenzó a segregar jugos vaginales abundantemente.

Amín aunque se movía y jadeaba de gusto no daba la sensación de estar a punto de correrse mientras que yo empezaba a notar claros síntomas de un próximo orgasmo, para retrasar el momento culminante descabalgue a mi amante y nos tomamos un leve respiro, volví sobre él pero esta vez sentada inserté la polla en mi coño que lo penetro hasta donde cabía e inicie una cabalgada a ritmo desenfrenado, Mis nalgas machacaban el cuerpo de Amín a cada golpe y sus manos sujetaban mi cintura con intención de marcar el ritmo del sube y baja . Ansiaba llegar al momento culminante y a bien que lo conseguí, Amín gritaba que no parara bufando como un toro y yo le ordenaba que se corriera de una puta vez llamándole cabrón, mi cuerpo  sentía un orgasmo continuo que se interrumpió cuando mi interior se rego de líquido caliente que lo inundó. La violencia se convirtió en placidez y ambos nos quedamos quietos saboreando las sensaciones  que nos habíamos dado mutuamente. Miré el rostro de Amín y tenía los ojos cerrados, le imité y aguanté su polla en mí interior hasta que poco a poco perdió dureza.

Aplausos y gritos nos sobresaltaron, desde la puerta la otra pareja debían haber observado la escena, Daniel se me acercó y cogiéndome el rostro entre sus manos me morreó con tal ímpetu que sentí dolor, yo continuaba sentada sobre Amín y vi que Adama imitaba a Daniel comiéndose la boca de Amín  que con un movimiento me descabalgo y sin miramientos sujeto el rostro de Adama y la invitó a que se tragara su polla lo que hizo sin rechistar,  la chupaba y lamía con ímpetu como si intentara limpiarla de los restos de semen o jugos vaginales que la envolvían. Daniel se situó a mi espalda me cogió por las tetas y con el mínimo esfuerzo me hizo poner de rodillas sobre la cama y desde detrás después de unas suaves caricias de sus dedos en mi vagina  me metió la polla tan a fondo que su pubis y mis nalgas chocaron violentamente.

La polla de Daniel entraba y salía a un ritmo endiablado, pensé si se habría corrido minutos antes en su habitación y en el ajetreo se lo pregunté contestando que había guardado para mí lo mejor. La respuesta me alegró  y decidí esmerarme en brindarle todo el placer que yo era capaz. Cuando sentía su polla en mi interior movía el culo en forma circular y apretaba los músculos de la zona vaginal para provocarle un roce más intenso haciendo que labios y pared vaginal frotaran las venas de su polla que debía estar a punto de estallar. Daniel por primera vez desde que follábamos me llamo puta y no me sentí ofendida, más bien  alagada.

La otra pareja pasaba inadvertida hasta que los jadeos se hicieron tan fuertes que llamaron mi atención,  Adama estirada tenía entre sus piernas abiertas el cuerpo de Amín que se movía enérgicamente sobre ella con unas embestidas que provocaban que toda la cama vibrara, cuando Amín bajaba el cuerpo era evidente que la penetraba con los 30 centímetros de su gruesa verga. Los dos daban alaridos que en ella parecían de dolor y en él eran de puro placer, los cuerpos cubiertos de sudor brillaban por el reflejo de la luz de la lámpara en sus pieles oscuras. Esta visión provocó que yo me encendiera todavía más y desbocada puse toda mi energía en conseguir  un estallido de placer para mí y mi amante. Los movimientos eran cada vez más violentos y Daniel me correspondía con rabia que expresaba con la fuerza de su cuerpo chocando con el mío y gritando continuamente que no parara de moverme.

Fue como un relámpago, en mis ojos se encendieron cientos de lucecitas como fuegos artificiales que apagaron lagrimas provocadas por el placer que llenaba todos mis sentidos, la vagina se estaba llenando de semen que no manaba con fuerza de la polla de Daniel pero si de forma continua  durante segundos que me hicieron tocar el cielo, Daniel empujaba su cuerpo contra el mío intentando llegar más a fondo pero era misión imposible pues yo tenía la sensación de que ya llenaba la totalidad de mis entrañas, cuando se hubo vaciado  relajé mis músculos y salió mientras dejaba ir un largo “jodeeeeeeeeeer”. Busqué su boca y le planté una morreada de agradecimiento que respondió metiéndome su lengua hasta el fondo.

Amín y Adama seguían follando, el encima de ella que ahora tenía las piernas levantadas moviéndolas con espasmos seguidos haciendo que sus pies golpearan los glúteos del chico como intentando empujarle más adentro suyo. Ante este panorama pensé que era imposible que aquel monstruo de polla pudiera entrar tan a fondo en el coño de una mujer. Amín debió notar que se corría pues ágilmente abandonó el cuerpo de Adama y dirigió los chorros de leche que eyaculaba al rostro de la mujer que cambió de color por la gran cantidad de semen espeso y blanco lo cubrió. Todavía bajo los síntomas de la recién corrida Amín clavó su vista en mí y tuve la intuición que estaba a punto de ir en mí busca, miré su polla erecta y dura como si no la hubiera estrenado y me asusté al pensar que seguramente tuviera intención de follarme el culo.

Daniel tenía síntomas de estar agotado, yo sin duda lo estaba y Adama ni tenía fuerzas para quitar de su cara la lefa que la cubría. Me escabullí como pude y fui directa a la ducha, cuando volví al dormitorio Adama con las rodillas y manos clavadas en el colchón  estaba recibiendo los envites de Amín que la sujetaba desde detrás mientras en su boca tenía el pene de Daniel que apenas se movía recibiendo la mamada por el movimiento que provocaban los empujones de Amín, cogí mí ropa y salí en dirección al salón, al fondo se escuchaban gemidos que todavía persistieron durante un buen rato.

Tras un silencio que no duro mucho dio comienzo un festival de risas y carcajadas hasta que los tres hicieron su aparición en el salón, propusieron ir a tomar algo pero rehusé alegando que estaba muy cansada. En soledad pensé que había llegado el momento de recapacitar seriamente sobre el cambio que había sufrido mi vida, en seis meses habían sucedido tantas cosas inimaginables que estaba superada y era incapaz de tomar la decisión si debía seguir por ese camino o cortar definitivamente la línea que estaba tomando mi vida. Me prometí que iba a recapacitar sobre el futuro y me dispuse a ser capaz de decir no a los hombres que habían absorbido mi voluntad. Continuara