Ana y los otros. Diario prohibido CAP 2

Jamás hubiera pensado que mi vida podría tomar estos derroteros. Terapia de afrontar mi propia conciencia.

Esperaba la tarde del martes con impaciencia y muestras de intranquilidad, tantas que en el trabajo más de una compañera preguntó si me encontraba bien, no podía sacarme de la cabeza lo ocurrido días antes con Amín y sobretodo la preocupación que pudiera explicar a Daniel nuestro encuentro.  Había trabajado por la mañana y sentada en el salón meditaba que decir cuando Amín estuviera ante mí. El sonido del telefonillo se dejó oír pasadas las seis, abrí la puerta de casa y esperé en el rellano de la escalera, cuando le vi le hice pasar y dije que antes de que se conectara con Daniel deseaba hablar con él y accedió amablemente.

Sin rodeos le supliqué que no contara nada de lo sucedido a su amigo y escuchó mi ruego en un silencio absoluto que hizo que yo dudara de si le había convencido, algo alterada insistí y por fin contestó que no diría nada, yo no quedé convencida y le invité a ir a la habitación de Daniel para conectarse pero le hice saber que yo deseaba estar presente durante la conexión, para evitar poder ser captada por la webcam me senté en el suelo a los pies de Amín apoyando la espalda en la cajonera de la mesa quedando sus piernas negras a escasos centímetros de mi rostro, un par de minutos después escuché la voz metalizada de Daniel

D:! Hey tio,!, Pensaba que no te conectabas, solo tengo quince minutos para hablar, ¿qúe coño haces?

A: Ana no estaba cuando he llegado a tu casa y he esperado a que viniera, me ha dejado las llaves y estoy solo pues ella había quedado con unas amigas

D: ¿Estas solo?, así podremos hablar más tranquilos, bueno y que ¿te la follaste o no?

La pregunta me sentó como un puñetazo en el  estómago, agarré el pantalón corto de Amín y lo estiré con rabia para recordarle mi presencia allí.

A: Joder tio, mira que eres bestía,- después de un corto silencio – no me la follé pero estuve a punto porqué tenías razón y está muy buena pero no tuve cojones y ella no lo puso fácil

D: ¿pero lo intentaste? Porque si no eres gilipollas

A: Ya te he dicho que no tuve cojones, además la he dejado toda para ti

D: Yo cuando vuelva no aguanto más y pienso follármela hasta que no pueda más, aquí es una mierda y no paro de pelármela, no hay ni una tía y los tíos son más sosos que un plato de mierda, ninguno conoce una tía para presentármela.

A: Bueno, ya vienes este sábado o sea que faltan pocos días, ¿a que hora llegas?................

La conversación dejó de tener interés y clavé la vista en los muslos negros de Amín que tenía a escasos diez centímetros de mis ojos, no fui consciente de como mi mano fue a parar entre ellos y los acariciaba suavemente deslizándose entre ellos, el pantalón de deportes facilitó que pudiera acceder fácilmente hasta su polla que noté flácida entre su entrepierna, mientras seguía conversando mis caricias hicieron que en un santiamén se convirtiera en una barra de acero y la mano se deslizara a través de ella con más facilidad, escuché palabras temblorosas de despedida y como las manos me sujetaban la cabeza para llevar mi rostro al lugar exacto donde estaba la polla, me ocupé de tirar de la goma del pantalón y como un resorte apareció golpeándome en la cara.

Me incorporé quedando arrodillada entre sus muslos y me trague aquel pepino gigante hasta donde pude, paseaba la lengua por el glande que tenía una hendidura en medio como si fuera un tajo labrado con una navaja, el negrito estaba inmóvil y continuaba con mi cabeza asida entre sus manos sin hacer fuerza alguna como si estuviera conforme con lo que le estaba haciendo. Yo disfrutaba de cada uno de los lametones y  empezaba a notar cosquilleo en mi bajo vientre que era el primer síntoma de la llegada de sensación de placer. Las rodillas me dolían por la postura y como si Amín fuera consciente de ello me cogió por las axilas y me levantó al mismo tiempo que lo hacía él, mi boca se llenó de su lengua y con voz decidida me dijo que fuéramos a una cama.

Cuando llegamos a ella los dos estábamos desnudos, se estiró boca arriba y entendí que deseaba que se la continuara mamando, tener aquel falo entre las manos ya daba gusto y chuparlo provocaba que los poros de la piel se abrieran por el placer que provocaba, cada lametón era una sensación y pasear la lengua por el glande hacía que los músculos de mi vagina se contrajeran. Entre lametones yo exclamaba el nombre de Dios en vano y Amín me suplicaba que quería más, supongo que notó que se iba a correr porque se libró de mí y con la fuerza de sus brazos me colocó de manera que mi coño aplastaba su cara quedando mi boca nuevamente entre sus piernas de manera que pude continuar la mamada pero ahora yo también notaba su lengua penetrándome mi vagina como una verga nerviosa golpeando el clítoris que me notaba duro.

Fueron minutos intensos de placer en los que solamente pensaba en dar y recibir placer, solamente se escuchaban  jadeos y palabras entrecortadas de significado inteligible hasta que sentí que la boca se me llenaba de líquido caliente con sabor a almendra algo amarga pero de regusto dulzón, fue en ese momento cuando me deje ir provocando que una explosión de placer estallara dentro de mi cuerpo hasta alcanzar el éxtasis. Fueron segundos de descontrol absoluto intentando recoger cada una de las sensaciones de placer que mi cerebro sentía, Amín respiraba exhausto intentando tomar aire y yo mirándole a los ojos dejaba salir de mi boca parte del semen que hacía un momento me había regalado, me miró creo que orgulloso por ser capaz de haberme llenado con tanta leche que ahora resbalaba por mi barbilla y pechos.

Los dos nos merecíamos un descanso pero daba la sensación que deseábamos todavía más el uno del otro, cruzábamos miradas de deseo desenfrenado agradeciéndonos mutuamente la tregua. Fue él quien la dio por terminada, nuevamente en demostración de fuerza me colocó boca arriba y sujetándome las piernas las levanto hasta quedar verticales y las abrió hasta donde quiso de forma que mi coño debía quedar a su disposición, el primer golpe de su polla en mi vagina a pesar que estaba lubricada fue como si me hubiera penetrado un autobús, un dolor seco recorrió mi sistema nervioso como un latigazo, noté que la vagina se dilataba tanto que daba la sensación que se rasgaba pero estas sensaciones no tardaron en transformarse en otras de placer, Amín me llenaba y sin apenas moverse hacía que sintiera tanto que me estaba volviendo loca, no tenía que hacer nada ni moverme ni simplemente el más mínimo temblor solamente aguantar cada una de las levísimas embestidas de mi amante.

Estuvimos así un largo rato en que yo miraba fijamente al techo que veía lleno de estrellas como si estuviera en una playa una noche de verano, de tanto en tanto buscaba a Amín enfrente mío que arrodillado sujetaba mis piernas alzadas entre sus brazos y en medio de ellas podía distinguir su oscuro tórax que se hinchaba y deshinchaba al ritmo de su respiración, los dos supongo que por la corrida de momentos antes estábamos lejos del clímax final y por vivíamos el momento intensamente pero con plena conciencia. Él preguntaba si me gustaba y yo contestaba que mucho, él preguntaba si quería más y yo rendida a sus deseos contestando que si de forma suplicante.

Las primeras sensaciones de agotamiento en los dos comenzaban a hacerse patentes y también la próxima llegada de una nueva corrida, Amín acelero el ritmo de las penetraciones y yo conscientemente apretaba los músculos vaginales para rozar con más fuerza la polla que me penetraba a la vez que me esforzaba en mantener la erección del clítoris, lentamente se iba acercando el momento culminante y me hizo pensar que no teníamos protección ante un posible embarazo, le pedí que no se corriera dentro de mí y el entendió a la primera mi ruego, quizás esta preocupación `por mi parte no dejó que sintiera el momento culminante con la fuerza que hubiera deseado pero aun así el cuerpo recibió tal sensación de gusto que por un momento pensé que las estrellas del cielo caían sobre nosotros. De la polla de Amín no dejaba de manar leche que iba a parar a mi vientre formando gruesos hilos pastosos de color blanquecino.

Se dejó caer a mi lado y paso un brazo por debajo de mi nuca para que me acurrucara a su vera, de vez en cuando sus labios tocaban mi frente o mis mejillas mientras decía que yo le gustaba como me dejaba follar, inocentemente cuando ya la fuerte respiración le había desaparecido preguntó si me había hecho disfrutar y mi respuesta fue preguntarle lo mismo mientras le dedicaba una sonrisa de agradecimiento.  Le pregunté si deseaba ducharse y contestó que no pues pensaba ir a su casa haciendo footing, pensé que de donde podía sacar las fuerzas, nos vestimos, le acompañé a la puerta y fui directa a la ducha.

Sentada en el sofá pensé en lo sucedido, ahora no había vuelta atrás y debía afrontar la situación de una manera u otra, el gran problema que se me planteaba era como y cuando explicar a Daniel lo ocurrido pero cuando recordé la conversación de horas antes entre los jóvenes llegué a la conclusión que quizás no era tan difícil como yo me la hacía. Preparé algo de cena y como estaba cansada no tarde en acostarme, al ver la cama revuelta recordé por un momento los momentos de placer recientemente vividos y pensé que necesitaba hablar con Amín antes del regreso de Daniel.

El miércoles cuando salí de trabajar llamé a Amín y le cité en una cafetería cerca del hospital, no puso inconveniente a encontrarnos y una hora más tarde hizo su aparición ante mí que estaba terminando de comer un plato combinado que era mi comida del día. Tomó asiento frente a mí y espero que acabara de comer, cuando pedí un café aproveché para pedir una naranjada tal como había solicitado a mi ofrecimiento, la gente nos miraba supongo porque debían ver extraño que una mujer madura blanca estuviera conversando con un jovencito africano.

Ana: Supongo que te has planteado explicar a Daniel todo lo nuestro

A: Ya viste ayer que será muy difícil evitar que lo sepa y como insistió, si quieres que te diga la verdad hace años que él te desea y no para de hablar, no se atrevía a dar el paso por ser quien eres pero te tiene metida en la cabeza, yo se lo puedo ocultar y quizás se le pase la ansiedad pero lo dudo, es mi amigo y notará que entre tú y yo ha habido algo

Ana: Bien, entiendo lo que me dices pero te ruego que si por casualidad lo ves o hablas con él antes que yo esperes que sea yo quien se lo diga, te lo pido por favor…….él y yo vivimos juntos como si fuese mi hijo aunque soy consciente de que no lo es muy a mi pesar entre otras cosas porque me lo recuerda casi todos los días con su comportamiento .

En este punto me di cuenta que estaba hablando demasiado, durante la conversación había mirado fijamente a los ojos de Amín y estaba segura que mis palabras las había escuchado con atención y tuve la sensación que estaba dispuesto a aceptar mí súplica, él tenía las manos sobre la mesa, mire alrededor y comprobé que nadie nos miraba, puse las mías sobre las suyas y por un instante las acaricié, todo el cuerpo se me estremeció y sentí deseos de entregarme nuevamente a él allí mismo. Mentí diciendo que esperaba la llegada de una amiga y nos despedimos sin volver a tocarnos, cuando se levantaba bajando la voz dijo que quedara tranquila pues no hablaría con Daniel.

Fui directa a casa, me senté en el sofá y mi mente sin motivo alguno comenzó a recordar todos los hombres con los que había hecho el amor, el primero se llamaba Enrique y era  profesor de la escuela de enfermería, yo tenía 20 años y él pasaba de los 30, fue una relación oculta pues estaba casado y para mí significó pasar de la nada en sexo a saberlo todo ya que la relación duró todo el tiempo que estuve en la escuela, siempre fue sincero conmigo y fui yo quien le embauque en la relación. El segundo fue un cirujano que trabajaba en una clínica donde yo ejercía como enfermera de quirófano, también pasaba de los 30 años y la relación duró más de siete, llegamos a considerarnos novios pero su familia no estaba conforme con nuestra relación debido a que yo no era de su clase social, era un buen amante y disfrutábamos los dos cuando hacíamos el amor; y el tercero fue mi marido que sin duda alguna fue el mejor en la cama de los tres, con él no había tabús, el sexo era pura entrega de un cuerpo al otro y cuando me hacía el amor me dejaba exhausta igual que yo a él.

Con estos recuerdos llegué a la conclusión de que Amín casi tenía la mitad de edad del amante más joven  hasta aquel momento y la memoria de los encuentros de los días pasados junto con la caricia de su mano produjo en mí ansias de sentir placer, mi mano busco la entrepierna y comencé a acariciarme la zona de la ingle hasta llegar a meter mis dedos en la vagina que no tardó en estar húmeda, con el pulgar y el índice separaba los labios vaginales y con el anular frotaba el interior presionando con fuerza hasta llegar a notar con el tacto los pliegues de los labios vaginales, cuando el clítoris estaba suficientemente erecto lo acaricié como si de una paja se tratara hasta que comencé a derramar jugos vaginales que mojaron mi mano y las braguitas de tal manera que mi olfato percibió el aroma típico del sexo, cuando comencé a masturbarme cerré los ojos y en la mente tenía presente la imagen de Amín, en el momento de máximo gozo le había sustituido Daniel.

El jueves conecté con Daniel y confirmó que llegaba a Madrid el sábado a primera hora de la mañana, me ofrecí a ir a buscarlo al aeropuerto pero insistió que no era necesario y se comprometió a llamarme cuando hubiera aterrizado y dijo que pensaba coger un autobús de línea para volver a nuestra ciudad. El último día de la semana que trabajaba era el viernes y no tenía que volver al hospital hasta el lunes en horario de tarde.

El sábado desperté pasadas las nueve, había pedido hora en la peluquería y cuando llegué pedí a la estilista que habitualmente me atendía que me dejara bien guapa, se sorprendió pues hacía tiempo que me limitaba a arreglarme el pelo sin exigencia alguna y todavía más cuando dije que pasaría por la maquilladora. Mientras estaba en la peluquería Daniel llamó para decir que estaría en casa aproximadamente a las cuatro de la tarde y que le esperara allí, En el regreso a casa entré en una farmacia que no me conocían y con cierto pudor compre dos cajas de preservativos, una del tamaño más grande y otra del normal.

Después de comer poca cosa en casa fui al dormitorio y busqué ropa interior que había llevado en vida de mi esposo, encontré un conjunto, me lo probé y aunque me venía algo justo lo deje puesto, me tapé con una bata de verano y esperé la llegada de Daniel que hizo sonar el telefonillo cuando faltaban minutos para las cuatro. Le esperé sentada en el sofá y cuando le tuve delante me levanté para darle un beso en la mejilla mientras le preguntaba por el viaje, mostraba signos de cansancio no en vano el viaje había durado 19 horas entre transbordo y transbordo, tomó asiento enfrente y rechazo el ofrecimiento de comer algo puesto que había comido dos bocadillos en el autobús desde Madrid.

Mientras explicaba incidencias y anécdotas del viaje yo le repasaba con la mirada, estaba algo más delgado que cuando marchó y sus brazos desnudos marcaban musculatura que antes no tenía, los casi dos metros de altura hacían que para estar cómodo tuviera que estirarse de tal manera que casi ocupaba las dos plazas. Me repasaba con la vista y no pudo contenerse en decir que me veía diferente añadiendo que estaba más guapa y algo más delgada.

A: Posiblemente he adelgazado algo y esta mañana he ido a la peluquería

D: ¿Has trabajado mucho estos días en el hospital?, por cierto ¿Qué sabes de Amín porque le llamo y envio mensajes y tiene el teléfono desconectado, hace días que no lo ves?

A: No le he visto desde que estuvo aquí para conectarse pero se quedó solo y esperó que yo volviera para devolver las llaves y no le vuelto a ver

D: Es raro, cuando venía ¿estaba se quedaba mucho rato contigo?

A: Si,,,,,, bueno…….. hablábamos un rato y cuando se cansaba se marchaba, es buen chico y parece muy amigo tuyo, de aquellos de verdad dispuesto a compartir contigo todos sus secretos….

Al escuchar esto le cambió la expresión de la cara, hacía rato que me miraba fijamente repasándome de arriba abajo y entreteniéndose en mis muslos y pechos que quedaban bastantes descubiertos pues las primeras las tenía cruzadas y los segundos dejaban ver un buen tramo del canalillo, cada vez se movía más nerviosamente y pude apreciar que debajo del pantalón se marcaba un bulto que crecía lentamente y le hacía estar incomodo, la cara comenzaba a tener un color rojizo, yo también notaba calor y en el estómago la sensación de aleteo de cientos de mariposas, no me pude contener y fui hacía él estampando mi boca contra la suya buscando su lengua que absorbí con toda la fuerza que pude.

Le abracé por el cuello y me senté sobre sus piernas apretando su rostro contra el mío, el aceptó el reto y me entregaba su lengua con el mismo énfasis que yo le entregaba la mía, ambas se rozaban y luchaban por buscar el máximo de profundidad en la cavidad bucal, noté como sus manos ganaban terreno bajo la ropa que me cubría y alcanzaban mi entrepierna por debajo de las braguitas hasta llegar a tocar el pelo del pubis. Yo por mi parte luchaba por bajar la cremallera de su pantalón que estaba a punto de reventar por la presión del bulto que escondía. Como pude llegué hasta su polla que liberé de los calzoncillos y cuando la sentí bien agarrada fui en su busca como una posesa para tragármela sin miramientos, la primera chupada hizo que Daniel se estremeciera y pusiera sus brazos en cruz en demostración de que se dejaba hacer sin oponer resistencia. Con la lengua la recorría de arriba abajo y estaba dura como un pedernal, el glande rosado brillaba por la humedad que dejaba impregnada mi saliva, el cuerpo de Daniel comenzaba a dar signos de espasmos y decidí parar la mamada para poder acabar de desnudarnos e ir a mi dormitorio.

Llegamos allí abrazados  habiendo dejado un rastro de ropa por el pasillo, le tumbé en la cama y como una loca poseída reinicié el trabajo que había dejado a medias, su musculo en mi boca era un caramelo que lamía con frenesí, instintivamente fui moviéndome hasta que supe que mi ingle estaba justo sobre su rostro, no tardé en sentir la humedad de su lengua mojando los pelitos guardianes de mi coño que la convidaba a entrar para que tomara posesión de lo que yo quería fuera suyo, los primeros roces de su lengua en mi interior fueron un festival de sensaciones y los de su polla en mis labios parecían un concurso de fuegos artificiales, nos degustábamos el uno al otro, yo le regalaba zumo vaginal y él estaba a punto de estallar como un volcán que en vez de lava liberaría un néctar blanquinoso de sabor desconocido.

Fueron minutos de gloría durante los cuales entablamos una lucha para ver quién de los dos derrotaba al otro en el intercambio de placer, cuando yo ya me daba por vencida porque estaba a punto de gritar no podía más porque la piel me dolía de tanto gusto sentí como mi boca se inundaba de una catarata de semen que tomaba el camino de mis entrañas, no solté su polla hasta que la creí exprimida al máximo y él no abandonó mi vagina hasta que los espasmos habían desaparecido, respirábamos tan fuerte que nos dábamos aire el uno al otro y sin saber como juntamos las bocas en un beso que me pareció eterno.

Nos tomamos un breve descanso, yo deseaba volver a tenerlo dentro de mí y él en sus ojos reflejaba la ansiedad de poseerme nuevamente pero esta vez metiéndome la polla hasta el fondo, ya no jadeábamos, alargué un brazo hasta alcanzar el cajón de la mesita y saqué las cajitas de preservativos que tenía guardadas, abrí la de tamaño no más grande, con delicadeza rasgué el sobre y con los dedos sujeté el condón que apliqué en la polla erecta de Daniel, mientras lo hacía mentalmente la comparé con la de Amín y aunque era más pequeña tenía un tamaño considerable, me miraba complaciente como si estuviera agradecido por lo que acabábamos de hacer y por lo que sabía que estaba a punto de sentir.

Yo dudaba que postura adoptar y él tomó la decisión cuando se puso encima y separando mis piernas me la metió de un certero golpe hasta que su pelvis y la mía chocaron con un golpe seco, aguantó segundos sin moverse hasta que se aseguró que el contacto de las dos carnes era total, entonces comenzó a moverse en un mete y saca lentísimo como si pretendiera que las venas del pene acariciaran todos y cada uno de las venas del interior de mi vagina, con la lengua hurgaba en mi boca y sus dientes se clavaban en mis labios con intención de despertar leve sensación de dolor, no podíamos permitirnos hablar ni tan siquiera susurrar, su tórax aplastaba mis tetas y a cada contacto con mis pezones yo creía que le iba a atravesar como si se trataran de punzones afilados.

Ninguno de los dos dábamos muestras de rendición, yo anhelaba que el momento fuera eterno y él expresaba con la mirada que se encontraba en la gloría, no en vano su amigo me había dicho que muchas veces había soñado con este momento. Lentamente los dos fuimos cogiendo ritmo más acelerado, yo apretaba mis caderas contra las suyas cada vez que ambas se encontraban, su polla se deslizaba en mi interior como si estuviera lubricada con aceite, su boca había abandonado la mía y ahora si vocalizaba palabras monosílabas sin coherencia pero que dejaban entrever afirmaciones y exclamaciones, yo me complacía en escucharlas y me preparaba para sentir nuevamente un rosario de orgasmos seguidos que me llevarían hasta un definitivo éxtasis, lo vi llegar cuando noté que Daniel como potro desbocado no era dueño de sus movimientos y había perdido el control, sus manos apretaban las mías hasta hacerme daño y su cara de color rojo intenso mostraba unos ojos desorbitados , él último golpe fue tan intenso que se quedó clavado en mi interior, ambos gritamos de tal manera que estoy segura el sonido traspasó las paredes de la habitación, por mis muslos corría cantidad ingente de líquido vaginal cuyo perfume llegaba agradablemente hasta mi olfato mientras mi cuerpo soportaba el peso de mi amante que estaba totalmente exhausto.

Con las pocas fuerzas que me quedaban me lo quité de encima, le desprendí del preservativo, regué su vientre con la leche que lo llenaba y con la lengua recogí cuanto pude, tuve la sensación de estar alimentándome con néctar de los dioses.

No volví a verle despierto, se había quedado dormido como un bebé, junto a mí descansaba un guerrero al que casi doblaba en edad, el hijo de mi marido con el que acababa de disfrutar tanto como lo hacía con su padre.

continuará