Ana y el profesor de francés
Ana de 18 años acaba siendo la mejor alumna de francés
Ana y el profesor de francés
Ana es una chica de 18 años, que reside en una pequeña ciudad de España. La conocí cuando sus padres solicitaron mis servicios para darle clases particulares de francés.
Yo soy un hombre normal, bien conservado a base de deporte y con una mentalidad muy abierta e incluso liberal, creo que forjada a base de años de dar clases a jóvenes descarados.
El día que me presenté en casa de los padres de Ana, ella apareció vestida como una chica de su edad, sexy y atrevida pero nada escandaloso. Pelo moreno y largo, 170, ojos negros penetrantes y un cuerpo de 18 años. Pechos desafiantes bajo la camiseta, culo apretado en un vaquero y unos tacones vertiginosos que me encantaron.
Una vez acordados los horarios y honorarios quedamos en que iría a su casa dos días a la semana.
Las primeras semanas transcurrieron con normalidad, aunque no podía evitar fijarme en sus ojos y su cuerpo. Más de una vez me pilló, pero yo seguí como si nada contemplándola y no dándole motivos para ofenderse. Además de que su madre solía estar en casa durante las clases, mis inclinaciones sexuales no iban dirigidas a las jovencitas, me gustan más las mujeres hechas y derechas.
Pero un día sucedió lo inesperado. Día caluroso, Ana me recibe en la puerta más sonriente de lo normal. Hola Juan, mis padres no están y hace buenísimo ¿Por qué no salimos a dar una vuelta y vamos hablando en francés? La propuesta me pareció estupenda, pero intente decir que no. Venga que sí, me dijo Ana poniendo pucheros. Al final accedí. Iba preciosa con su pelo suelto y un vestido veraniego de tirantes con un escote que dejaba entrever el nacimiento de dos pechos morenos. Nos fuimos a una zona de bares con terrazas y allí se nos fue pasando el tiempo entre intentos de dar clase, comentarios absurdos y risas. A las dos horas le dije de acabar la clase y me pidió que la acompañara a casa. En la puerta me dijo ¿No vas a pasar? Estoy sola y me gustaría practicar más.
Entré a su casa y me fui a la habitación de dar clases en lo que ella se cambiaba y se ponía se “estar por casa”. Al verla aparecer casi me caigo de mi silla. Iba en ropa interior blanca, como una colegiala pero con sus taconazos. Me dijo: Ahora puedes mirar bien todo lo que te gusta ver y yo practicaré contigo el francés. No sabía que decir, una jovencita de 18 se me estaba ofreciendo. Se acercó melosa me empezó a mordisquear la oreja, el cuello mientras desabrochaba mi pantalón. Mi polla dura y caliente pugnaba por salir de los calzoncillos que Ana bajó de un tirón. Despacio y sin dejar de mirarme a los ojos fue bajando hasta mi polla. La empezó a lamer muy despacio, la punta, luego el capullo entero, deslizaba su lengua por su tronco. Me estaba volviendo loco. Se la metió en la boca y empezó una mamada deliciosa. Yo no podía más, verla de rodillas con mi polla en su boca y sus ojos pidiendo más.
La levanté de los brazos y le dije: Así que quieres practicar francés.
Ella me dijo que sí. Pues lo practicarás pero antes voy a comerte el coño como nadie te lo ha hecho. La saqué las bragas blancas, húmedas y calientes y apareció un coñito rosado con pocos pelos pero muy húmedo. Me lancé a comérselo y ella empezó a gemir mientras mis dedos y mi lengua jugaban con su coño y su culo. Parece que a la joven Ana no le han comido mucho el coño, le dije. Si, pocas veces pero me encanta sigue. Su flujo le llegaba al culo, que me dedique a acariciar a la vez que su clítoris se endurecía con mi lengua. Paré de golpe y Ana con los ojos brillantes me pidió: más, no pares quiero correrme. No, te correras cuando yo te deje. ¿Pídeme que es lo que quieres? Quiero que me sigas comiendo el coño, que me folles, que me hagas disfrutar. Vale si quieres eso lo tendrás pero has de cumplir varias reglas de un trato que haremos tu y yo.
Si, lo que sea me dijo Ana. La senté encima mío, dejándole clavar mi polla poco a poco. Aaaaahhhh gimió cuando la tuvo toda dentro. Bien ahora no te muevas y escucha. Les pedirás a tus padres una clase más a la semana. En las clases estudiarás y aprovecharás el tiempo, pero vendrás siempre sin bragas y con faldas, para poder acariciarte si quiero.
Si, si dijo ella, pero quiero moverme no puedo soportar tener tu polla dentro y no moverme.
NO, aún no he terminado. Quedaremos para hacer trabajos y te enseñaré a hacer el francés en condiciones, te convertiré en la mejor estudiante de francés.
Después de estas palabras empecé a moverme muy rápido, dejándola subir y bajar por mi polla. Cuando noté que se iba a correr paré. La puse a 4 patas y me dedique a comerme su culo y su coño, que cosas más deliciosas. Se me había olvidado que ricos están un culo y un coño de 18 años. Empecé a follármela fuerte y rápido mientras ella gemía y empezó a correrse. Acabo derrumbada en la cama, temblando, con su cuerpo agitado del orgasmo brutal.
Recupérate Ana, le dije, que aún te queda tu lección de francés.
Es fue el primero de muchos encuentros en los que retome mi gusto por las jovencitas.
Se agradecen los comentarios en vitines_a@hotmail.com