Ana y Carlos
...Carlos no puede más, quiere saber. Ana sale de la cama, acerca con picardía su trasero al rostro de Carlos y le pide; bésame que hoy está más rico.
Ana llega de la cita y Carlos la recibe ansioso, la espera se le ha hecho larga pues ya es entrada la noche. Su imaginación lo ha mantenido en ascuas, ¿qué estará sucediendo ahora? se ha preguntado a momentos mientras ella aún estaba afuera, ¿sí habrá pasado?. La incertidumbre lo ha clavado en pensamientos placenteros y en ocasiones algo dolorosos, el sentido de posesión a pesar de todo se manifiesta a veces, pero la convicción de que así son mejores las cosas lo convence de nuevo. La adrenalina ha subido como en una carrera de carros, como un salto en benji, el placer que ocasiona el jugar en terreno prohibido, la trasgresión a las reglas establecidas le produce un escozor indefinible.
Ana llegó feliz, radiante, su piel luce luminosa, sus movimientos son felinos, lo provoca, juega, hace bromas, Carlos espera, quiere saber.
¿Cómo te fue? Pregunta Carlos con voz casi trémula, ¡divino! Contesta Ana, ya te cuento.
Cenan, beben vino y Carlos azorado acaricia las piernas de Ana que ríe pícara prolongando el momento de la revelación, gozando con la urgencia de él que quiere saberlo todo.
Al fin van a su cuarto, Ana entra en el baño y se desnuda, regresa con tan solo un hilo dental y se mete en la cama, fuman, se acarician, Carlos no puede más, quiere saber. Ana sale de la cama, acerca con picardía su trasero al rostro de Carlos y le pide; bésame que hoy está más rico, Carlos obedece complacido, ya imagina lo que será revelado en instantes, explora con la lengua todos sus resquicios, Ana da la vuelta y pone su sexo en la boca de Carlos que lo lame apasionadamente, hirviendo por dentro al impulso de su imaginación.
Lo pasé rico dice Ana , chúpame más , después de algunos momentos se arrodilla y besa el muy erecto pene de Carlos.
Comienza a contarle con detalles su aventura; la fiesta estuvo rica y estuve con tres hombres le dice. Gocé como una loca. Me la metieron por detrás y me gustó mucho, acabaron en mi boca y me encantó pero traje una cinta, ¿la quieres ver?, ¿seguro?.
Ana la coloca y la temperatura sube, Carlos la ve distinta, audaz, independiente, exquisitamente ajena, nueva. Siente la sensación de que debe seducirla porque aunque es la misma también es otra. Despierta la pasión de otros hombres como lo comprueba en la cinta, ella goza, es dueña de sí y proporciona placer, muchísimo placer a tres hombres que respiran agitadamente, que la buscan, la acarician y la gozan. Ana se ha crecido frente a los ojos de Carlos, le excita no sentirla como propiedad exclusiva, aún en la seguridad de que ella lo ama. Al acariciarla siente que emprende la conquista, que compite, aunque sabe que la unión de ambos es indestructible y eso lo tranquiliza.
Carlos disfruta al verla acariciada por otros hombres, la besan, suavemente la desnudan y la tienden en la cama, lamen sus pechos, su sexo, su trasero, ella alarga sus manos y acaricia sus miembros, luego Ana chupa a los tres indistintamente de manera prolongada y gozosa, le enloquece ver su cara congestionada de placer al hacerlo, lame suave y furiosamente, la penetra uno y chupa a los otros dos, gime roncamente, al cabo de un tiempo la penetran por atrás y por delante, Ana se revuelve en el placer más absoluto, busca hacer la penetración más intensa con movimientos hacia arriba y hacia abajo y chupa al otro que se estremece en movimientos convulsivos, le hace el amor por la boca. Carlos se pregunta; ¿me gusta?, ¿si es lo que quería?, se asusta, tiene miedo de mirarse por otros ojos, los de los demás, ¿soy un cabrón? se pregunta, luego se dice; no, estoy seguro, me gusta, me da placer, inmenso placer, el exquisito placer de lo prohibido, de la trasgresión, de lo increíble. Al coño los ojos de los otros, esto es fantástico.