Ana, mi vecinita (II)
Con su particular carita de zorra, me mira y me dice que ella está abierta a cualquier propuesta que yo le haga, mientras se pone de pie invitando a mi mano a acariciar su sexo.
Con un gesto enfadado por no haber satisfecho su tan anhelado deseo de ser empalada, la invité a que esperara en la puerta de mi sala de estudios a recibir instrucciones para nuestro próximo juego. Debo decir que mi vecina es una chica delgada, esto es debido a que practica bastante deporte, de hecho, la primera vez que la vi, fue en las escaleras, y vestía unos leggings grises (calzas) que dejaban muy poco a la imaginación, aunque bueno, esto es otra historia. Debo decir que sin duda su punto fuerte es su culito, redondito y bien puesto, acompañado de unas bonitas piernas, y de una cara entre niña inocente y golfilla. A raíz de esto surgió su apodo, mi putita.
Antes de invitarla a entrar, deje que esperara fuera 5 minutos, quería dejar bien claro quién era el que controlaba aquello. Puse la cámara del portátil a grabar, situación que ella desconocía, y salí a darle indicaciones.
Debo decir que al verla, con esos tacones que realzaban su figura de hembra, la faldita que a duras penas le cubría el culo, y la camisa entreabierta, sumado a su cara de putita enfadada, me hizo llegar a la conclusión de que su coñito no se iba a escapar esta vez.
El juego consistía en que yo sería su jefe salido (esto último por alguna extraña razón se me da muy bien), y ella la trabajadora sexy y zorra que calienta a todo el personal, la cual está a punto de perder su trabajo. Dispondrá de 30 minutos de reloj para convencerme de lo contrario, pero solo podrá ofrecerme sexo si yo doy pie a ello, después de todo el jefe es un hombre que lleva 20 felices años de matrimonio. Le doy 2 minutos para que piense su papel, y cierro la puerta, a la vez que preparo el marcador gordo verde con el cual penetraré su estrecho chochito. Compruebo que la cámara está encendida, y oculto la ventana para que el abuso al cual será sometida no quedará únicamente grabado en nuestras memorias.
Siento que golpea la puerta, y la invito a entrar y sentarse a mi lado en la mesa. Ya metido en mi personaje, le comento que dada la situación actual, debo prescindir de uno de los componentes de su grupo de trabajo, formado por ella y 3 chicos más. Le comento que es una trabajadora bastante competente, que alegra la vista al personal, pero que no posee titulación alguna. En ese momento coloco mi mano en su pierna, y le digo que tal vez podríamos encontrar una forma de ponernos de acuerdo sobre su situación. Con su particular carita de zorra, me mira y me dice que ella está abierta a cualquier propuesta que yo le haga, mientras se pone de pie invitando a mi mano a acariciar su sexo. Ver la situación de encontrarme a la morbosa de mi vecinita así vestida, hace que salga la bestia que todos los hombres llevamos dentro, y en un momento se encuentra con el culo en pompa sobre la mesa, por lo visto ella también se sorprende dado que acompaña mi brusco movimiento con un grito. Sin darle tiempo a reaccionar, levanto su falda, y rompo su tanguita blanco, y casi sin pensarlo, como por instinto clavo mi pene en su pequeño chichi, el cual a pesar de no estar del todo lubricado debe albergar tras dos embestidas a la totalidad de mi miembro. Ella grita, solloza y se queja de mi falta de sensibilidad, mas la ignoro y continúo con mis fuertes embestidas intentando romper esa conchita con la que tanto había fantaseado.
Mientras taladro su agujerito, y ya con el consentimiento de sus gemidos, que se hacía cada vez más fuertes, para alegría de mis vecinos, caigo en la presencia de mi marcador verde, el cual esperaba su oportunidad para invadir la almejita de mi vecina, pero yo encontraría una mejor utilidad: su culo. Moje un dedo con saliva, y sin mediar palabra se lo metí por su ano, mientras mi polla continuaba la labor de partirla al medio; sus quejidos no tardaron en llegar, diciendo que su culito no era parte del trato, mas una mezcla entre mi personaje y yo pronunciaron las palabras: “así es como se debe de tratar a las putitas como tú”, mientras le clavaba el marcador en su apretado culo. Sus gritos y su intento de quitarse no dieron frutos, y al ver su cara de golfa bañada con lágrimas solo se me pasó una idea por la cabeza: tenía que follarme ese culito.
La abracé fuertemente, quite el marcador de su interior, y le dije que se calmara, a la vez que sacaba mi polla de su coño. Por un momento ella se sintió a salvo y bajó la guardia, fue cuando aproveche para empalar ese orto hasta entonces tan bien protegido por su dueña. Yo esperaba su rechazo, mas la sorpresa me visito en aquel momento, cuando de su boca salió la frase: “Rómpemelo porfa”. Casi estupefacto, continué mi dura tarea, mientras sus gemidos acompañados de un “más fuerte, me vas a partir”, bailaban al son de cachetadas en su culo.
Después de una eternidad que me pareció un instante, sentí que me iba a correr, y aproveché para apretar sus tetas desde mi posición, y en forma de abrazo le susurre al oído: “te voy a rellenar el culito de leche putita”. Fiel a mi palabra, inundé su interior de mis fluidos, a la vez que ella me decía “Gracias jefe”.
Después de esto, la invité a vestirse y la acompañe nuevamente a su bien merecido puesto de trabajo.
Una vez acabado en juego, nos dimos una ducha juntos, en la que hubo de todo, y después aprovechamos para comer algo, y descansar antes de pasar a la siguiente parte del juego, la cual si bien en un principio pensé en dejar de lado, después de ver la buena reacción de mi putita ante situaciones que no son de su agrado pienso llevar a cabo.
Antes de decir hasta luego, me veo en la obligación de comentar que después de ver varias veces en video, a pesar de la mala elección de la posición de la cámara, debo decir que el plano en que mi polla le otorga sentido a su coño, y mi marcador invade el agujero de su culo, es para mí una obra de arte solo al alcance de pocos.