Ana, mi salvación, mi padre Julían

Soy Ana, contaré mi historia, no es muy normal, pero soy feliz y eso me vale.

Soy Ana, contaré mi historia, no es muy normal, pero soy feliz y eso me vale.

Nací en el seno de una familia normal, mi madre me tuvo cuando mi padre era muy joven, ella era mayor y tuvo complicaciones, por lo que no pudieron tener más niños. Como hija única estuve consentida, todo lo que pedía me lo daban sobre todo mi padre.

Cuando yo tenía 16 años, montando a caballo, que me gustaba mucho, tuve un accidente, aunque me llevaron a muchos especialistas, no pudieron hacer nada y me quedé con una silla de rueda como compañera inseparable, mi padre lo pasó muy mal, lo vi llorar muchas veces en mi cama, yo le decía que se tranquilizara que iba a ser una chica normal, pero él no se lo creía y me prometió que haría todo lo posible porque fuese feliz.

Mi novio me dejó y alguna amigas dejaron de serlo, yo me volví más reservada, mi relación con mi padre se estrechó, él iba conmigo a todos los sitios, se hizo inseparable, su trabajo de arquitecto le permitía estar en casa mucho tiempo y como yo necesitaba a alguien para casi todo, pues nos unimos muchos.

Mi relación con el sexo, era escasa, mi antiguo novio, no era un experto, bueno eso lo supe con posterioridad, tuve relaciones sexuales, pero no conseguí un orgasmo, bueno tampoco sabía que era eso, pero mis padres aunque discretos, tenía su habitación al lado de la mía y algunas noche escuché como mi madre suspiraba muy fuerte, eran muy activos y los comentarios de mis amigas del instituto con sus relaciones sexuales, me parecía que eran una exageradas, yo había hecho el amor y no había para tanto.

Desde que me dejó mi novio, no me salían ligues como antes, tenía razón mi padre y me veían diferente, la silla de rueda era un impedimento y mi relación en el instituto cambió radicalmente, ya no era la chica más solicitada, era una cosa con rueda, de la que nadie quería saber nada y sólo mis amigos más cercanos, se acercaban de vez en cuando, también mis visitas a los médicos hacían que no funcionara bien.

Pero las desgracias no se acabaron ahí, mi madre una mañana que iba a comprar, fue atropellada por un autobús, se quedó en coma dos semanas y murió, mi padre estaba desecho, se hizo el valiente en el entierro pero se desplomó cuando nos quedamos en casa solos. Yo sentí la perdida de mi madre, pero más el sufrimiento que mi padre estaba sintiendo, por lo que estuve más pendiente de él.

Mi padre es joven, se casó con mi madre a temprana edad y se conserva perfectamente, siempre hizo ejercicios y más cuando yo tuve que ir a rehabilitación para llevar la silla de rueda, él se quedaba haciendo ejercicios en el gimnasio que hay al lado y aunque es mi padre, es muy guapo, las vecinas siempre lo han mirado con deseo y algunas amigas mías, cuando venían a mi casa, me lo decían, por lo que supuse que no tendría problemas en volver a tener pareja, pero pasaba el tiempo y no vi reacción por su parte.

A mí me costaba coger el sueño algunos días, pero como no podía levantarme, mi padre me acostaba, me levantaba y me podía en la silla, por lo que agudice el oído y podía escuchar como mi padre se quedaba muy tarde en el comedor viendo la televisión,  pero una noche de madrugada me desperté y escuché una gemidos de hombre y de mujer que salían del comedor, pensé:

  • mi padre se ha traído un ligue a casa, ¡ya era hora!

Estuve pendiente de escuchar la voz de la chica, para saber quién era, pero no reconocía a nadie con esa voz, si escuché los gemidos de mi padre, también me extraño que no se escuchara la puerta cerrarse cuando se fuera la chica, se escuchó como mi padre apagaba la televisión y la voz femenina desapareció, me dio una pena inmensa, mi padre se había masturbado viendo una película porno.

Una mañana estuvimos mi padre y yo en la consulta de un especialista, en la sala de esperas, no dejé de ver como las mujeres miraban a mi padre, era verano iba con una camisa corta y le quedaba muy pegada al cuerpo, había llovido y él para que no me mojase me tapaba con el paraguas, sin embargo él se mojó, estaba impresionante atractivo. Entré a la consulta del médico, me desnudó de cintura para abajo, para examinarme, yo estaba excitada de ver a mi padre con la camisa empapada, los dedos del médico tocándome por la cintura y la base de las piernas, fueron un tormento para mí. De vuelta a casa observé a mi padre conduciendo, le dije que se quitara la camisa mojada, que podía resfriarse y como no había otra se quedó desnudo de cintura para arriba, cuando me cogió en brazos para ponerme en la silla, me pegué todo lo posible a su cuerpo y en mi cuarto no pude más, me masturbe pensando en mi padre.

Estuve llorando cuando me desperté por la tarde, como era posible que me excitara con mi padre, era indecente, no me lo podía creer. Le di mucho a la cabeza esos días y llegué a la conclusión que le quería, no como padre, que también, sino como hombre, repasé los chicos con los que había salido y se parecían a mi padre, en secreto yo había querido a mi padre y ahora estaba segura de eso.

Ya cuando mi madre estaba, me gustaba que me bañara mi padre, desde que me quedé sin andar, me habían puesto una bañera especial para mí, no necesitaba casi nada, pero siempre mi padre se había preocupado de que no me faltara de nada, me traía toalla, champú, o cualquier cosa que se me hubiese olvidado. Estos últimos días he estado muy cariñosa  con mi padre, cuando me duché, le pedí varias cosas y no me tapaba en exceso.

  • hija por dios, tápate algo.

  • vamos papá, que somos adultos.

Dejé a propósito la silla de ruedas lejos de la ducha y le llamé, yo tenía una toalla puesta, él se acercó a cogerme y observé cómo sobre su pantalón, un pronunciado bulto se vislumbraba, yo me ruboricé. Me apreté contra su cuerpo todo lo que pude y cuando me dejó depositada en la silla de rueda, se me aflojó la toalla y mis pechos quedaron al descubierto, vi lo apurado que se puso mi padre y le dije:

  • mira ya tengo los pechos tan grandes como mamá, ¿tú crees que me vendrán bien sus sujetadores?

Él pobre no sabía dónde poner los ojos y sólo dijo:

  • yo que sé, creo que sí, pero hija tápate.

Yo cada día estaba más enamorada, no sabía si eso era normal a mi edad o era algo más, no sé lo dije a nadie, pero estuve investigando en el instituto, si alguien le pasaba lo mismo y no, había muchas chicas que se enamoraban de su profesor una temporada, pero de su padre no, es más, todas hablaban mal de sus padres; que si no las entendían, no les dejaban hacer cosas y por supuesto nadie dijo que su padre era guapo, eran calvos, gordos, bajos y casi nunca estaban en sus casas, vamos todo lo contrario a mi padre.

Mi padre fue al médico porque no podía dormir, yo insistí mucho, ya que antes dormía muy bien y no se quedaba tan tarde en el comedor, incluso se lo comenté:

  • Papá ¿Por qué te vas a tu habitación tan tarde?, antes no lo hacías.

Y si le escapó:

  • Antes estaba tu madre.

Después se dio cuenta y se fue a entregar unos planos del trabajo.

Esa noche después de cenar estaba muy excitada, me toqué hasta satisfacerme, pero antes de dormirme escuché como mi padre se masturbaba en el comedor, aunque esta vez no se escuchaba el televisor, y pensé: “¿en quién ha pensado masturbándose?”, yo sin querer había pensado en él, me acordé del bulto en el pantalón y sus ojos cuando me vio los pechos, igual él también ha pensado en mí, cuando se ha masturbado, esa idea me rondó por la cabeza toda la noche, ya de día me prometí, buscar una solución, había que ir por todas.

Una noche cenando me atreví a sacarle el tema a mi padre, llevaba muchos días pensando como decírselo y esa noche me lancé:

  • Papá te veo muy abatido, ya han pasado unos meses y no sales con los amigos ni te relacionas con mujeres, echamos de menos a mamá, pero la vida continúa y tú eres joven aún, no te voy a echar en cara si sales con alguna mujer.

  • Si hija, tienes razón, pero tu madre era muy especial nos compenetrábamos en muchos sentidos y no me veo saliendo con otra mujer, ella era única.

  • Tú siempre has dicho que yo me parezco a ella y hasta tenemos la misma talla de ropa.

  • Ya, pero tú eres mi hija.

  • Yo por no verte tan abatido y triste haría todo lo que mamá te hacía.

Hasta yo me asusté de estas últimas palabras, mi padre pegó un bote y mirándome a los ojos me dijo:

  • Pero hija, eso es un incesto.

Subió el tono de la voz cuando dijo “incesto”, como dando por finalizado la discusión, pero yo estaba convencida de mis argumentos y dije:

  • Llámalo como quieras, pero mírate no sales con nadie y mi novio me dejó cuando vio que me quedaba en silla de ruedas y desde entonces nadie quiere estar conmigo.

  • Y si se enteran, que dirá la gente.

  • Nadie tiene que enterarse, además mis amigas dicen que después de hacerlo duermes como un lirón, tú desde que murió mamá tomas pastillas para dormir.

  • Y tú, ¿cómo lo sabes?

  • Cuando me dejas en la cama escucho como vuelves al comedor y te tiras horas viendo el televisor y cuando paso el aspirador en tu cuarto veo las pastillas de dormir.

  • Pero hija lo que me pides no está bien, somos familia.

  • Tú cuando me caí del caballo, me dijiste que me querías mucho y qué harías que nada me faltara, mis amigas hablan del sexo, como algo sublime, pero yo aún no lo he experimentado y tú ahora necesitas sexo, yo quiero saber que es hacer el amor, yo siempre te he querido como padre y también como hombre.

Se podía cortar el ambiente cuando terminé, me había salido del alma todo, estaba mirando como mi padre se quedaba pensativo y el silencio era angustiante, creí que lo tenía ya convencido y le dije:

  • No te lo pienses más y vente conmigo a mi cuarto.

Pero él replico:

  • Igual, no sale bien y eso rompe la convivencia entre nosotros.

  • Siempre será mi papá, si no sale bien, pues lo dejamos y ya está.

  • No es tan sencillo, una relación sexual implica dar y recibir, y no siempre dos personas se sincronizan, tiene que haber una química, una armonía.

  • Yo siempre te he querido, mamá era muy afortunada, la desgracia se ha cebado con nosotros, sólo estamos tú y yo, ¡hazme el amor!, papá.

Otra vez en silencio y más pensativo, cuando me dijo con un tono bajito, como un secreto:

  • Déjame pensarlo, no creas que no tengo ganas, después de unos meses sin sexo, tu madre y yo, éramos muy activos, pero quiero reflexionar si esto que me pides no te hará mal.

Estaba tan contenta que cuando me cogió para llevarme a la cama, como cada noche me agarré a su cuello y le di un beso, pero esta vez se lo di tan cerca de sus labios que rozaron y sin querer le dije:

  • Que guapo eres papá, te estaré esperando por si te decides, seguro que no te arrepentirás.

Estuve agudizando los oídos, para escuchar que hacia mi padre, le escuché ir al servicio, le escuché ver el televisor y por último ir por el pasillo. Crucé los dedos, rogando que no entrara a su cuarto, que abriera mi puerta y entró. Lo vi entrar y fui a encender la luz de la mesita de noche, pero él me dijo:

  • No por favor, no tengo fuerzas para estar con la luz encendida, es como si nos estuviera viendo todo el vecindario.

  • No te preocupes, no la enciendo, lo importante es que estés aquí.

Mi corazón daba saltos de alegría, me puse sentada con los brazos hacia él, él cerró la puerta de mi cuarto, sólo entraba la luz de la luna por los agujeros de las persianas, por lo que sólo se veían sombras. Tardó mucho en venir a mi cama, yo no sabía que le pasaba, pero escuché como tiraba su ropa al suelo y entró en mi cama, lo recibí con los brazos abiertos, le cogí la cara y lo besé. Sí, mi primer beso en los labios con mi padre, me pareció una dulzura, me entregué a ese bese con pasión, le quería dar todo el amor que mi corazón tenía, pero él me puso una mano al pecho y otra en la entrepierna, por dios como sabia tocar mi padre, me rozo con las yemas de sus dedos mi pezón y suspiré, me metió un dedo en los labios vaginales y me derretí, movía el dedo de arriba para abajo y le dije:

-  Si papá, esto me gusta, haz lo que quieras conmigo, soy toda tuya, hazme gozar a sin.

Mi cuerpo pedía más, me quité la camiseta con la ayuda de papá, yo seguía besándole, pero él dejo mis labios y muy despacio se fue acercándose a mis pechos, como chupó mis pezones, ¡qué gusto! Y se me escapó:

  • Ooohh papá, que gusto me das.

Mi padre seguía dándome placer con su legua maestra, llegó a mi vagina y con sus manos separó mis piernas, mis labios fueron lamidos sin dejar un trozo y cuando tropezó con el clítoris, empecé a gemir alto y dije:

  • Uff, que bien me siento papá, oleadas de placer que desconocía se apoderan de mi papá…

-  Tranquila hija, sólo estamos en los preámbulos, hoy conocerás los placeres del sexo.

-  Papá no se qué hacer, todo esto es nuevo para mí.

-  Tú déjate llevar por tus instintos, que yo te guiaré por los caminos del placer sexual.

Él volvió a lamerme la vagina, pero esta vez introducía su lengua y la deslizaba hasta tropezar con el clítoris.

  • Papá, que haces, no pares, continúa a sin, dame más, dame más placer.

Aquel placer tan intenso no podía durar, papá era muy hábil con su lengua y yo no pude aguantar que me corriera abundantemente.

  • No puedo más papá, como utilizas la lengua, no pares de lamerme, me vengo,  oh que placer.

Yo estaban tan contenta que le agarré su cabeza y le di besos por toda la cara. Al abrazarme noté como su miembro estaba tocándome la barriga, yo estiré mi mano y me asusté, ¡qué grande era!, se lo dije y él dijo:

  • Pues el merito es tuyo, está a sin por tu culpa.

Me acorde de las amigas del instituto que decían los bien que se lo pasaban sus novios cuando se las chupaban.

  • ¿quiero lamértela?, enséñame papá.

Él se puso de rodillas delante mío y me dijo:

  • Cógemela con la mano y como si fuera un helado lame de arriba abajo, con la mano sigue el movimiento de tus labios, con la punta de tu lengua haz círculos sobre el capullo del pene e introdúcetela como si fuera un chupete, oprimiendo con tus labios el contorno de mi pene.

Yo lo intenté, me sorprendió la suavidad de la piel, la dureza del miembro, como latía y cómo reaccionaba papá a mis lametazos. No sabía, pero sus gemidos me dieron ánimos y le dije:

  • ¿Cómo lo hago, papá?, ¿te gusta?

  • Acelera hija y no te asuste.

  • Pero me asusté cuándo empezó a salir líquido blanco a presión, aquello parecía una fuente, retiré la cara instintivamente, después quise probar eso y me gusto, tenía una sabor entre amargo y dulce, a la vez que cremoso y calentito.

  • Gracias papá ha sido maravilloso, que delicia y qué gozada, bésame.

  • Hija, si quieres vamos a pasar a cuotas de placeres mayores, pero igual esto puede hacerte un poco de daño, ¿estás dispuestas?

  • Claro, es lo que he estado deseando estos últimos meses, por ti estoy preparada para todo, soy toda tuya.

  • Mi pene es un poco grande, por eso serás tú la que marque la velocidad de introducción según vaya acomodándose mi pene en tu vagina, de acuerdo hija, ahora te lubricaré un poco con mi lengua.

  • Papá no me lamas mucho, que me volveré a ir, tu lengua es muy hábil y mi sensibilidad está muy a flor de piel.

  • Tranquila hija, tú me avisas.

No tardé mucho en pedirle que parase, sus manos y su lengua conseguían arrancarme gritos de placer.

  • No continúes, por favor, te quiero dentro, no aguanto más el deseo, aunque me duela por el tamaño, te quiero en mis entrañas, hazme feliz papá.

Estaba muy excitada y contenta cuando me empezó a introducir su pene, parecía imposible que eso entrara, pero la delicadeza y la paciencia con que mi padre, lo hacía, consiguió dilatar mi vagina y meter la mitad, yo le animaba diciéndole:

  • Que cosquillas más sabrosas, despacio papá, te quiero con locura y quiero ser tuya.

Noté un poco de dolor, mi padre paró un rato, retrocedió y volvió a la carga despacito, parándose y mirándome.

  • Más, más, lo quiero todo, aunque me destroce por dentro, papá no pares, ya se me ha pasado el dolor.

Cuando mis labios vaginales chocaron con sus huevos, le di un beso largo en los labios y le dije:

  • Adelante papá, ya está dentro, ahora demuéstrame como me haces gozar.

Él empezó con un vaivén muy despacio, pero con un ritmo que me acoplé moviendo las caderas, mis gemidos eran fuertes, no podía callármelos, mis manos sobre su cintura lo atraían hacia mí, con desesperación cuando se alejaba y me preguntó si la sentía.

  • Como no, papá, me estoy derritiendo de gustoooo ¡uff!

Pero sus manos se posaron sobre mis pechos, estrujó mis pezones y no podía más, grité de gusto:

  • No pares, no pares, papá, ay, como te siento aquí dentro, no puedo más.

Por fin pude tener un orgasmo en una penetración, era alucinante, que latigazo de felicidad, parecía que me había vuelto loca, sentí como se tensaba todo el cuerpo, incluso como un milagro, volví a sentí mis piernas por un instante.

Mi padre pensé que se había corrido, pero no, él seguía ahí introduciéndome su pene aun rígido, me volví a acoplar a su ritmo y le dije:

  • Papá ahora faltas tú, riégame toda.

  • No hija, que te puedo dejar embarazada.

  • No me importa, sólo quiero que seas feliz papá.

  • Ya habrá otras ocasiones, cuando tomemos medidas, no puede ser hija, lo siento.

Yo no conteste, porque tenía razón y me concentré en disfrutar las embestidas de su pene en mi interior y mover mis caderas para sentirlo. Las entradas y salidas eran más rápidas, nuestros gemido, bueno los míos eran ya gritos, se sincronizaban, aquello era un locura, íbamos hacia una explosión de placer, vi que mi padre estaba a punto, pero yo moví mis caderas en circulo y me corrí, antes que él sacara su pene y me diera su leche calentita, sobre mis pechos.

  • Que feliz soy papá, me has hecho mujer, nunca olvidaré esta noche.

Me recosté sobre la cama y vi como mi padre se iba de la habitación y le dije:

  • No te vayas papá, por favor, quédate, por lo menos hasta que me duerma.

  • No me voy, voy al lavabo a coger unas toallas húmedas para lavarnos.

Esa noche fue un sueño hecho realidad, ni en sueños creía lo que había pasado esa noche, y más cuando nos quedamos dormidos abrazados en mi cama.

La intención de contarle lo sucedido con mis piernas en el momento del éxtasis, se desvaneció al quedarme profundamente dormida después de que él me abrazará, decidí contárselo cuando me desperté, pero ya no estaba en la cama, oí como estaba en la cocina,

Me levanté y con la silla de ruedas me desplacé a donde él estaba, me encontré a mi padre sentado con las manos en la cabeza, semblante preocupado y me esquivó la mirada, yo le dije:

  • Buenos días papá, ¿te duele la cabeza?

  • No hija, escúchame, lo de ayer no estuvo bien.

Yo en tono de broma, quitándole hierro al tema y previendo que la cosa, no iba bien, le dije:

  • Vaya, pues yo me lo pasé estupendamente, igual tenemos que practicar más para que yo aprenda, ¿no?

  • Hija no puede ser, la sociedad no acepta esta conducta, está mal lo que hicimos y no volverá a pasar.

A mí se me vino el mundo encima, tenía ganas de llorar, pero me retuve, me acerque a él para darle un beso, sin embargo él esquivo el beso en los labios, poniendo su mejilla.

  • A ver papaíto, ¿hemos matado a alguien?, ¿hemos hecho daño a alguien?, ¿la sociedad se ha enterado?, ¿dónde está el problema? Tu educación religiosa y moral es la que te tiene comido el coco, tú tienes una necesidad de hacer el amor, ayer me lo decías “que tú con mamá erais muy activos sexualmente” y yo estoy aprendiendo los placeres del sexo, ¿dónde está lo malo?

  • Yo soy tu padre, tú tienes que salir con un chico de tu edad, yo soy mayor.

  • Papá tú no eres mayor, me tuviste muy joven, tú siempre me has dicho que el amor no tiene edad y yo te quiero.

  • Yo también te quiero, pero eres mi hija.

  • Papá yo te quiero con locura y no como padre sino como hombre.

  • Hija no puede ser, soy tu padre, entiéndelo.

Subió el tono cuando dijo “entiéndelo”, yo no pude más y me eche a llorar, él se levanto de la silla y cogiendo su cartera se fue al trabajo, yo me fui a mi cuarto llorando.

Me llamó al mediodía para decirme que se quedaba a comer cerca del trabajo, que tenía mucho que hacer, yo tampoco comí, hice cosas de la casa y preparé la cena, para cuando él viniera. Tenía la mesa puesta cuando vino, estaba serio, hablamos lo justo y cuando terminamos le pedí que me llevara al cuarto, que tenía que estudiar, ya en la cama me preguntó:

  • ¿Cómo esta?, hija.

  • Bueno, podría estar mejor, pero ya sé que tú no quieres.

  • va, no seas tan dura conmigo, seguro que se te pasa, yo también me enamoré de mi profesora de literatura y fue algo pasajero.

  • Yo no creo que sea algo pasajero, lo que siento es algo profundo y real, y ayer no sólo hiciste el amor conmigo, sino me demostraste que me querías, pero igual todavía no eres consciente, pero ocurrió algo extraordinario, cuando me corrí, unos latigazos de electricidad recorrieron mi cuerpo y por un instante pude notar mis piernas, sobre todo la segunda vez, hasta pude mover los dedos de los pies.

Vi como mi padre cambia el semblante, abriendo los ojos con sorpresa y dijo:

  • Estás segura hija de lo que dices, ¿por qué no me lo dijiste ayer?

  • Ayer papá me lo pasé muy bien, pero acabé tan rendida que me dormí sin podértelo decir.

Observé como el ambiente hostil del principio se había convertido en distendido, como siempre habíamos hablado mi padre y yo, me cogió los pies y me dijo:

  • ¿siente algo, ahora?

  • No papá, ahora no siento nada, sólo lo sentí cuando me llevasteis al clímax, sobre todo en la segundo vez, que pude mover los dedos del los pies, después los efecto desaparecieron.

  • Eso es fantástico, un milagro hija, el lunes por la mañana vamos al médico, haber que nos dice.

Le cogí las manos al verlo sonreír, era la primera vez en ese día que su semblante trasmitía felicidad y me animé a decirle en tono de broma:

  • Ya pero, no podemos hacer el amor allí delante de médico, para que vea como se me mueven las piernas.

  • Pues, no y tampoco que tú y yo hemos hecho el amor.

  • Ya sé papá, pero hoy, ahora si podemos hacer el amor, haber si se me mueven más las piernas.

Con esta frase, mi padre cambio de semblante radicalmente, me dejó de coger con sus manos las mías, se levantó de la cama y me dijo:

  • Hija, no sé cómo has podido engañarme con eso, sabes que tu caída del caballo me dolió mucho, yo hubiese querido que me pasara a mí y no a ti, incluso daría mis piernas porque tú pudieras andar, pero te has pasado, no esperaba eso de ti.

Si me fueran disparado o acuchillado, me fueran hecho menos daño, que sus palabras, por eso con lágrimas en los ojos le dije:

  • Papá te lo juro, no es mentira, no es una treta para hacer el amor contigo, te lo juro por lo que más quiero, por ti papá.

Mi padre se fue de mi cuarto y yo me puse a llorar, era tanta mi desesperación, que empujé la silla de ruda contra la pared y seguí llorando. El cabo de un rato entró mi padre y me dijo:

  • Hija, quiero que me prometas que no me estás engañando y que no es un treta para conseguí sexo conmigo.

  • Papá, te juro, por lo que tú quieras, que no te engaño, ni son tretas como cuando era pequeña para conseguí algo de ti, que tú no quieras, si es verdad que quiero sexo contigo, pero no si tú no quieres, por favor créeme.

Mi padre se quedó callado, mirándome, me abrazó, yo le abracé con más fuerza, le besé en la mejilla, el me besó también, pero más cerca de mis labios, movimos la cara, tropezaron nuestras miradas y los labios se fundieron, que subidón dio mi corazón, él continuo con los besos por mi cuello, mis pezones se pusieron de punta y chocaron con su cuerpo, él se percató y me los acarició sobre mi ropa, papá se quitó la camisa, yo fui a apagar la lámpara de la mesita de noche, pero él me cogió de la mano y me dijo:

  • no lo apagues, quiero ver ese maravilloso cuerpo y como disfrutas.

Yo contenta, me quitaba la camiseta despacio, viendo como papá besaba y lamia cada trozo de mi cuerpo que se encontraba desnudo, yo le fui descubriendo mi cuerpo poco a poco por donde quería que me lamiera y le dejé por ultimo mis braguitas, su lengua hacía estragos por donde pasaba y con pocos lametones

sobre mi vagina y con sus dedos rozando mi clítoris, era demasiado para no correrme, entonces se tensó mi cuerpo, moví mis piernas unos minutos y le dije:

  • Has visto papá, he movido las piernas, sin ayuda de mis manos, ha sido fantástico.

  • Si he notado tus rodillas moverse y rozar mi cuerpo, ahora ¿sientes mis manos en tus piernas?

  • No papá, ahora ya se ha pasado el efecto, pero cada vez me dura más.

  • Eso es buena señal, hija.

  • Papá, déjame lamer ese trozo de carne que me hace enloquecer, por favor.

Le cogí con mis manos su pene, lo vi por primera vez, era larga, gruesa y sobre todo descapullada, muy bien proporcionada, me pareció perfecta, nada que ver con las de mis antiguos novios. El ver la cara de mi padre, me excitaba y me dio ánimos esa visión para que la mamada que estaba realizando tuviera éxito, y lo tuvo ya que mi padre tuvo que pararme porque se corría y no quería que se acabara tan pronto y entonces me dijo:

  • Hija quiero metértela hasta el fondo y verte disfrutar.

  • Papá estoy deseándolo, soy toda tuya, no deseo otra cosa que gozar contigo.

Mi mamada habían conseguido poner el pene de mi padre, en todo su esplendor, por eso tuvo cuidado en la penetración, pero fue tanta su delicadeza en no hacerme daño, que le dije:

  • No te preocupes papá, mi vagina se acomoda a tu pene fácilmente, no dejes nada fuera, dámelo todo.

El ritmo que mi padre pusó, era infernal, primero muy despacio, pero con penetraciones hasta el fondo, después yo movía en círculos mis caderas, él me besaba un pezón y con sus manos me torturaba el clítoris, cuando todo aquello cogió una velocidad de crucero, mis gemidos junto con los de mi padre y ver nuestras caras de lujuria sobre el cristal del probador, era imposible aguantar mucho, pero mi padre me demostró que tenía un buen control de la situación y hacia pequeñas paradas, para que no nos corriéramos, después continuaba con más ímpetu, aunque yo no tenía tanto control y me corrí, entre gritos de excitación, vi como mi padre hizo esfuerzos, para no correrse conmigo y espero que yo me vaciase para sacarla y depositar su néctar en mis pies que todavía se movían.

  • Papá, papá, siento tus manos en mis piernas y el líquido ese caliente en mis pies.

Aproveché que mi padre se quedó en mi cuarto para preguntarle:

  • papá, sabes muy bien hacer el amor, ¿Quién te ha enseñado?, ¿mamá?

  • pues no, yo ya hacia mis pinitos, antes de conocer a tu madre.

  • ¿pues quien te enseño?

  • bueno me enseñaron las mujeres, entre ellas tu madre, pero no puedo decir una en concreto, todas me han enseñado algo, soy observador y aprendo como sacar el mayor placer a los cuerpos femeninos.

  • ya veo que lo consigues, mis novios eran unos aprendices comparados contigo.

  • bueno, no es para tanto, las mujeres dais muchas pistas de lo que os gusta que hagamos, sólo es cuestión de darse cuenta.

Hablando de sexo con mi padre en mi cama, desnudos, vi como se le ponía en posición su fabuloso pene y una caricia prendió el deseo sexual.

  • Hija esta noche va a ser larga, quiero hacer el amor hasta que no pueda más, quiero ver esas piernas moverse.

  • Adelante papá, me lo estoy pasando en grande, estoy en la gloria contigo, haz lo que quieras conmigo.

Le chupé el pene hasta que tuvo su longitud ideal, mientras él me tocaba con sus dedos mi vagina, ya húmeda, después me cogió por la cintura y me sentó con las piernas separadas sobre el escritorio, allí me la introdujo hasta el fondo, ¡joder! como entraba y como la sentía dentro, en esa postura tenía yo más control sobre la penetración, ya que me dejaba caer y me alzaba con las manos sobre el cuello de mi padre, este me dejó a mi llevar el ritmo, aunque de vez en cuando me decía:

  • no tan rápido, para un poco, que no puedo aguantarme, déjame reponerme y continua con esta postura, hija.

  • si papaíto, me muero de placer, con esta postura y con tu pene.

Tan excitada estaba que le dije a mi padre:

  • Papá como te siento, clávame toda, no me des tregua, llévame hasta el final, no puedo más, vente conmigo, mañana me tomo la pastilla del día después, si quieres, pero no te salgas.

La explosión final, fue apoteósica, sentí como me regó por dentro, mientras me corrí, me volví loca de placer, grité con todas mis fuerzas, mis piernas se movieron mucho tiempo, incluso las doble sobre el cuerpo de mi padre, que sorprendido vio como mis pies golpeaban su culo, impidiendo que él se saliese de mí.

La noche anterior pensé que fue la mejor de mi vida, pero me equivoqué, ésta la había superado de largo. Me dormí con mi padre, en mi cama, el sueño me venció, pero de madrugada un cosquilleo en mis piernas me despertó, no las sentía, pero si notaba que algo estaba sucediendo, me acordé del médico cuando me dijo que nada tenía roto, sólo era una cuestión del sistema nervioso y que se podía restablecer de un momento a otro, si algo estimulase ese control. Al parecer mis encuentros sexuales con mi padre habían sido el detonante, estaba tan contenta que me di la vuelta y le di muchos besos.

El médico no daba crédito a lo que le estaba pasado a mis piernas, detectó micro impulsos eléctricos y actividad, me preguntó cuándo fue la primera vez, yo le mentí diciéndole:

  • Estaba mi padre lavándome los pies y sentí de repente unos pequeños calambres y noté los dedos de mi padre.

Me recetó que fuera todas las tardes al masajista del centro y que mi padre me lavara los pies, esto último me pareció genial. Ese día comimos fuera, en un restaurante, ante pasamos por la farmacia, donde me hicieron la prueba del embarazo, que fue negativo y compré pastillas anticonceptivas. Ya por la tarde fui al masajista y lo que yo esperaba, la noche con mi padre.

Al principio me dijo que estaba cansado, pero yo insistí:

  • Papá por favor aunque sea un ratito, tú duermes de un tiro y sin pastillas y yo disfruto mucho contigo y me da sensibilidad en las piernas.

  • Hija sigo pensando que lo que hacemos no está bien, es una locura.

  • Locura es pensar que con esos masajes, me voy a poner de pie, tú sabes igual que yo que esa mentira que le hemos dicho al doctor no servirá sino hacemos el amor.

Mi padre me cogió por la cintura para llevarme a mi habitación, pero en el pasillo le dije:

  • Papá, ¿por qué no vamos a tu cama? es más grande o no quieres ¿porque te acuerdas de mamá?

Él me besó, abrió la puerta de su dormitorio, me dejó en la cama y me dijo:

  • Prepárate, esta noche vas a mover las piernas hasta el techo, voy a ducharme y vuelvo.

Yo me desnudé, me coloqué en una postura sexy y esperé que entrara, estaba muy excitada y cuando mi padre se quitó la toalla, me puse a mil, esa noche mi padre me enseño varias posturas, todo con mucha pasión, yo me daba cuenta que aunque no me decía que me quería, pero gestos involuntarios que me hacían, delataba que se estaba enamorando de mi, esto me hizo esforzarme en darle más placer y en intentar que aquello durara mucho. Las paradas para cambiar de postura, conseguían que no nos corriésemos y yo le decía:

-  Ohpapá, que bien lo haces, dame más, soy toda tuya, como me haces gozar, como te quiero.

Yo conseguí correrme cinco veces, mi padre tres, aquello era un festival de placer, mi cuerpo se acopló al suyo, como si fuera de siempre, estaba en la gloria.

Esa semana yo dormí, en la cama de mi padre, yo me comportaba como si fueran una pareja en casa, él no me protestó por esa conducta y los progresos en mis piernas fueron, como decía el doctor milagrosos, en el gimnasio, di los primeros pasos, sólo con la ayuda de la barandilla, después en casa, mi padre me ayudaba a levantarme de la silla de ruedas y con las muletas daba unos pasos en dirección hacia él, me daba besos por los pasos conseguidos y yo aprovechaba para colgarme de su cuello y rozar su cuerpo, tan excitados estuvimos algún día que hicimos el amor en el salón, antes de cenar.

Parecía que mi padre se le había quitado los remordimientos, yo le decía “mi amor, cariño, cielo y corazón mío”  y a él una noche me dijo “como te quiero”, fue una enorme alegría que tuve y como había pasado ya una semana desde que empecé a tomar las pastillas anticonceptivas, le dije:

  • Papá llevo una semana tomando la píldora, quiero que te vacíes dentro, no te salgas por favor, es más placentero.

Esa noche fue espectacular, no me acuerdo los orgasmos que tuve, pero sentir como mi padre se vaciaba dentro, regándome, fue una pasada.

Yo en el instituto estaba más alegre y un día una compañera en los vestuarios contó como su novio se la metía por atrás, por el culo, decía que a los hombres les encanta, esa noche le comenté a mi padre:

  • papá, ¿a ti, te gusta la postura de metérsela por atrás?, ¿lo has hecho alguna vez?

  • Sí, a tu madre le gustaba mucho esa postura, pero hay que tener al principio un poco de cuidado, porque el ano tiene que ensancharse paulatinamente, sino sentirás más dolor que placer.

  • Yo papá, estoy dispuesta a hacerlo, si a ti te gusta, seguro que me gustará a mí.

Mi padre fue al lavabo, trago un bote se vaselina,  primero con un dedo y después con dos me lo introduzco en el ojete, yo estaba tan excitada, que le dije:

  • Papá ya estoy preparada, métemela, métemela, te quiero dentro

  • Hay que tener paciencia, es tu primera vez y no quiero que tengas dolor.

No tuve ningún dolor, él tomo las precauciones y el tiempo necesario para que en unos momentos estábamos disfrutando de sus embestidas, él me cogió mis pechos, me derretía de placer, pero fue cogerle las manos, llevármelos a mi vagina y fue mi perdición, sus expertos dedos eran tan eficaces en dar placer, que unos minutos era suficiente para correrme, mientras él seguía con un ritmo acompasado, esa noche aprendí como conseguir que nos sincronizáramos al acabar, me pareció que estábamos hecho el uno para el otro.

  • Papá ha sido magnífico, impresionante, no podía más de placer, gracias, ha sido la mejor noche de mi vida.

A la mañana siguiente me levanté, escuché el ruido de la ducha, con la silla de rueda fui al lavabo, me desnudé y entré en la ducha con la ayuda de unos soportes en la pared, mi padre con el ruido del agua no se percato de mi presencia, y se dio cuenta cuando moví la cortina de la ducha, nos besamos, las caricias se sucedieron y le pedí que me volviera a meter su hermoso pene, ya erecto por atrás como la noche anterior, fue una conquista hacer el amor de pie, que mi padre celebró con entusiasmo.

Mi padre como es arquitecto, trabaja mucho desde casa, pero algunas veces, tiene que desplazarse a la obra y eso ocurrió un día, tuvo que ausentarse cuatro días, ya que el proyecto estaba muy lejos y era muy grande.

Yo le echaba de menos, no sólo por las noches, sino ahora que ya empezaba a andar y él me acompañaba al parque para pasear, su hombro donde yo me apoyaba en casa, para ir de un lado a otro y porque no decirlo, esas miradas, esos gestos de complicidad y esas charlas que parecían más de pareja que de padre a hija.

Mi objetivo para cuando viniera, era convencerle, para que viviéramos como pareja, no como hasta ahora; para que tenga movilidad en las piernas, para que mi padre duerma bien, para que yo aprenda de sexo, no, quería el papel de mujer de la casa, con todas las responsabilidades, estaba enamorada de mi padre y quería que él me correspondiera como su mujer. Sin embargo cuando llegó a casa estaba pálido, tartamudeaba y no me miraba a los ojos.

Esa noche me dijo que estaba cansado y que era mejor que yo durmiera en mi cuarto, pero al día siguiente ya no pude más y le dije:

  • papá tenemos que hablar, ¿Qué te ha pasado?

  • Hija, lo siento mucho, pero no podemos seguir como hasta ahora, lo que hacemos no está bien, ya sé que a causa de estos estímulos ya puedes andar, pero soy tu padre y tú tienes que buscarte un chico de tu edad, es por tu bien hija.

  • mi bien eres tú, papá, no creo que pueda querer a nadie como a ti.

  • ¿Cómo lo sabes?, no lo has intentado, estas obsesionada conmigo y eso no está bien, hija.

Yo sólo le decía entre sollozos “por favor, no papá”

Si me fuera atropellado no me hubiese hecho tanto daño, ese día ni comí, ni hice ejercicios de recuperación, estuve echada en el sofá hasta que vino mi padre del trabajo:

  • ¿Cómo estás? Hija.

  • pues, mal como voy a estar, no tengo ganas de nada, ni siguiera he ido a rehabilitación.

  • Pero hija la rehabilitación es fundamental para que cojas fuerza en tus piernas, sino volverás a estar en silla de ruedas.

  • No me importa eso, si tú no estás conmigo, no me importa nada, no tengo ilusión.

  • No creas que yo no lo estoy pasando mal, pero tienes que salir con alguien de tu edad.

  • Vale, yo saldré con alguien de mi edad, pero ¿tú qué?

  • De acuerdo me buscaré una mujer y salimos con ellos ¿haber como nos va?

  • Yo estoy segura que no podrá hacerme olvidar de ti.

  • Bueno no prejuzgues antes de nada y ya hablaremos cuando pase, a ver qué opinión tienes.

  • vale, pero prométeme que lo intentaras conmigo, si sale mal.

  • De acuerdo.

Por mi parte la apuesta estaba ganada, solo era cuestión de invitar a un amigo a salir una noche y ya está, sin embargo me preocupaba más mi padre, ya que es muy atractivo, tiene un cuerpo escultural y sobre todo sabe hacer el amor de fabula.

Yo acabé temprano de mi cita y estuve esperando a mi padre, sufrí una eternidad la espera, sin embargo cuando entró solo, el cielo se me abrió de felicidad.

  • ¿Cómo te ha ido hija?

  • Mal, aparte de que no me quiere, no sabe besar, ni acariciar, ha sido un desastre, y ¿tú?

  • Pues no mejor que tú.

  • ¿Y ahora que papá?, te das por convencido que nos queremos, podemos ser pareja.

  • Ya hija, pero nos conocen aquí todo el mundo, tarde o temprano nos pillarán.

  • Yo papá me cambio el pelo, si tú quieres, me hago la cirugía estética, pero por favor no me tortures más y quiéreme.

Mi padre me abrazó con fuerza, me llevó a su cuarto, me desnudó e hicimos el amor hasta que los cuerpos dijeron basta, esa noche mi padre dijo que mañana por la mañana seriamos pareja. Y fue a sin, yo trasladé todas mis cosas al cuarto de mi padre, que ya era de los dos, como él decía, sólo dejé en mi cuarto las cosas del colegio, la ropa y los libros. Pero los problemas volvieron, no por nuestra parte, sino por los vecinos, eran casas unifamiliares y se escuchaba algunos ruidos, yo era muy chillona en mis relaciones sexuales, mi padre, ponía música y me decía que no gritara tanto, pero me era imposible no expresar ese placer que había conocido de la mano de mi padre. En el instituto ya volvían a acercarse chicos, que cuando estaba en silla de ruedas, no lo hacían, yo los rechazaban e incluso algunos me decían que era lesbiana, pero a mí, me era igual esos chismorreos, lo que ya no era igual, era los comentarios de las vecinas, sobre mí padre, de que traía prostitutas por las noches, ya que se escuchaban gemidos, a lo primero me hizo gracia, pero después tomé la misma idea que mi padre, había que irse a otra ciudad, donde nadie nos conociera. Esa idea fue tomada en consideración después que nos fuéramos una semana santa a un hotel cerca de un pantano, ahí, pedimos una habitación, nos registramos como pareja y no teníamos que separarnos cuando salimos por la calle, era fantástico besarnos en medio de la calle o en un restaurante, nadie nos dijo nada y mi padre lo vi más contento llevándome de su brazo por la calle.

De vuelta a casa, le dije a mi padre si quería que me cortase el pelo y me pusiera una peluca de otro color, pero él me dijo, que sería muy difícil engañar a los vecinos, que nos conocen de años:

  • hija, yo pediré a mi jefe, que me traslade a otra sucursal en otra ciudad, a ver si hay suerte y me lo conceden, y tú ya estás en el último curso del instituto.

  • ojala papá, no deseo otra cosa, que ser tu mujer a los ojos de todos.

A mí me faltaba pocos meses para los exámenes finales, los aproveché para estudiar, y que no me quedaran nada para septiembre y menos para repetir curso. Y por parte de mi padre, el jefe le había indicado que estaban todas las plazas ocupadas, pero tenía intención de abrir una nueva delegación en una ciudad a sur de país.

Vinieron los exámenes finales y una noche, mi padre me informó que le habían ofrecido el puesto para el nuevo local, pero que había que quedarse sin vacaciones, ya que el que quisiera ir a ese destino, tenía que montar todo el aparato logístico para que funcionara la delegación y que tendríamos que estar separados unas dos semanas, yo le dije:

  • por mí, adelante, termino los exámenes, pongo todas nuestras cosas en cajas, llamo al trasportista y me voy cuando tú me lo digas.

  • a mi no me preocupa quedarme sin vacaciones, pero sin tu presencia dos semanas, no sé cómo voy a aguantar.

Estaba flotando en el aire cuando me dijo aquello, una declaración de amor como aquella dicha por mi padre, fue el detonante que hizo que yo me lanzase sobre él e hiciésemos el amor de una manera desesperada, esa vez yo quería marcar el ritmo, me puse encima e hicimos un sesenta y nueve espectacular, dejé vacio a mi padre y yo satisfecha como siempre.

Menos mal que tenia los exámenes y no podía pensar mucho a mi padre, me llamaba todas las noches y le echaba de menos un montón, cuando lo aprobé todo me dedique a meter en cajas todo lo de la casa, sólo dejaba lo imprescindible para comer y dormir.

Un día me llamó y me dijo que ya podía enviar el trasporte, que ya teníamos casa allí, y que me viniera en tren la antes posible. No me lo pensé, ese mismo día lo hice, dormí toda la noche en el tren cama que me trasladó y cuando lo vi en la estación me eche a sus brazos, nos besamos como una pareja, él me presentó como su mujer delante de sus nuevos amigos y ya en casa, nos encerramos para satisfacer nuestros cuerpos, no importó que nos oyeran los vecinos, allí éramos libres, nada nos impedía reconocer lo que yo había soñado hace tanto tiempo, que estábamos hecho el uno para el otro, nada ni nadie nos podía separarnos.

Al cabo de unos años decidimos tener descendencia, dejé de tomar pastillas anticonceptivas y me quedé embarazada, mi padre no sé como hizo pero cambio mi partida de nacimiento, donde decía que él era mi padre, por otra donde decía que era adoptada sin padres conocidos, al parecer le hizo unos planos a un funcionario que tenia control sobre los registros civiles, me lo contó un día pero yo no quería saber nada, sólo disfrutar de esa condición de pareja en esa ciudad.

Ahora nuestros hijos son pequeños, no sabemos si cuando sean grandes, decirle lo nuestro, o que piensen que soy su segunda mujer y que no nos hemos casado porque él ya estaba casado por la iglesia.