Ana laura

El vecino de la muchacha la entra en su casa una noche en que viene como sonámbula tras una cita con su novio y en la intimidad de la habitación penetra su ano virgen.

Eran las 10:00 de la noche y al llegar tan tarde a casa, mi mujer me recibió con un plato de comida, deliciosa como siempre. Más tarde, al salir al balcón a reposar vi un coche detenerse enfrente de la casa. Era Ana Laura, la hija de la vecina que llegaba tarde con su novio. Eran las 11 de la noche y a esa hora mi mujer estaba dormida profundamente, cansada por la fatiga de trabajar todo el día en la oficina y de paso llegar a cocinar a su marido. Estaba allí afuera fumando un delicioso cigarrillo y pude notar que demoraba en bajarse la chiquilla, por lo que intuí que la despedida era como la de cualquier adolescente de 17 años. Me sonreí recordando mis tiempos de juventud apasionada... Recordé como Ana Laura, la hija de mi vecina, siempre me sonreía, incluso desde que llegué por primera vez a alquilar el anexo de la casa de sus padres. Recuerdo que tenía 15 años y acariciaba su gato acostada descalza en un sofá, mientras me miraba con inteligencia y picardía, a la vez que sonreía como diciéndome lo mucho que adoraba su gato y lo mucho que le gustaría que me quedase con el anexo. Yo ajusté los términos del contrato con su madre y decidí quedarme con el piso sin pensarlo más tiempo. Su madre era simpática y muy agradable, pero muy dura y disciplinada con la hija, lo que hacía que la chica fuese muy despierta, lista y de carácter maduro. El padre trabajaba casi siempre fuera, en el extranjero y pasaba poco por casa. En estos dos años que han transcurrido, lo habré visto unas 10 veces y conversado unas 3. También en esos años, había visto a Ana Laura subir y bajar infinitamente las escaleras de la puerta principal de la casa hasta su puerta. La mía daba de cara a la ellos a lo largo de un pasillo común, pero siempre había que pasar por la principal para acceder a ambas casas. En muchas ocasiones había conversado con Ana Laura sobre sus clases, sus amigas del colegio y pequeños problemas con sus materias. Todo esto mientras pagaba el recibo a su madre, ayudaba en alguna faena de la casa de ellas o simplemente pedía prestada la lavadora para lavar la ropa. Alguna vez la había visto en bikini o en pantys cuando bajaba a secar la ropa o a colgarla en el tendedero. Desde el primer día hasta hoy, siempre había tenido un cuerpo blanco, terso y bien formado. De manos y pies de mujer y mirada inteligente, muchas veces hasta seductora. Con el pasar de los dos años de mi estancia, su cuerpo se había templado y particularmente sus senos se habían formado redondos y firmes, dejando entrever una aureola bien formada, pero muy adecuados para sus 17 años. No negaré que alguna vez confundí su estampa con la de una mujer, y lo era ya mucho con apenas 17 años. Lo cierto es que era hermosa con sus cabellos largos y con rulos, unas piernas largas y proporcionadas para su pequeña estatura y unos brazos, manos y pies de porcelana que me encantaba mirar cuando andaba descalza entre el pasillo y su puerta de entrada. En mi opinión de más chovinista, lo mejor de todo era su culo que me hipnotizaba cuando ella no se daba cuenta al entrar y salir de casa en todo este tiempo. ¿o se daba cuenta?. En esos pensamientos estaba cuando vi que la puerta del coche se abrió y salió Ana Laura, con un vestido negro que dejaba ver todo el muslo al bajar. Iba con tacones y fue cerrar la puerta del coche para que éste saliera a toda leche del estacionamiento. Algo había sucedido. Caminaba como dando saltitos y se notaba incomoda con los zapatos, quizá la falta de costumbre de andar con ellos. Oí como subió las escaleras y sacaba sus llaves para abrir la puerta principal.

-Buenas noches- dije desde mi balcón. -Mmmm, ¿ah? -oí murmurar-

Algo iba mal, ya que no acertaba a abrir la puerta y al final sus llaves cayeron y descendieron 3 escalones. Desde donde podía ver, intentó agarrarlas, pero cayó sentada de culo en el primer escalón.

Dejé transcurrir 20 segundos y al ver que no se movía decidí salir a ayudarla. Pensé que quizá estaría borracha o enferma, así que cerré la puerta del dormitorio, verificando que mi mujer dormía profundamente. Fue en este preciso instante dónde reconocí la situación en la que me hallaba, y mi corazón empezó a latir rápidamente y a pensar desordenadamente. Mientras abría y cerraba la puerta de mi casa, sentí unas mariposas en mi estomago por lo que mi lado sexual empezaba a tramar y a imaginar. Descalzo, en bermudas y sonriendo, abrí la puerta principal y Ana Laura me miró desde donde estaba sentada. Una tira de su traje se había caído y dejaba ver su sostén de color negro que hacía juego con su traje. Le miré el amplio escote que oprimían sus dos senos y que los empujaba irreverentemente hacia fuera. Pasé por sobre ella, recogí las llaves y le pregunté: -¿qué sucede,... te sientes mal?

Ella sólo asintió y estiró los dos brazos hacía mí, y sin dejar de mirarnos la sujeté por sus suaves brazos y la levanté dejándola sobre el escalón. Luego, como siguiendo con el impulso inicial, la sujeté por la cintura (muy atrevidamente) y la puse del otro lado de la puerta. Le guiñé un ojo, casi por acto reflejo, para aliviar la tensión sexual que tenía ese momento. Aquí sentí como mi sexo empezaba a aumentar de temperatura y a coger tamaño considerablemente. Ana Laura, se sostenía con dificultad de la puerta e intentó continuar hacia su casa, sin prestarme atención. Desde donde estaba podía ver su cuello largo y moreno, con los vellos arremolinados que se sumergían bajando por la espalda. Dio dos pasos y se quitó los zapatos de tacón con los mismos pies y se acomodó la tira del vestido como quien se ve ante un espejo. Yo mientras tanto, cerraba la puerta y con sus llaves abría las de su casa, haciéndome sentir como el novio que entra por primera vez a escondidas a casa de su novia. Ella seguía de pie, sin decir nada, pero sus ojos expresaban que estaba lúcida y más bien parecían pensativos. Le ofrecí mi mano y dado que conocía la casa, la llevé hasta su habitación sin resistencia por parte de ella. Mi estomago no paraba de dar vueltas, me sentía mareado, como nunca me había sentido. Aquella casa me miraba y mi conciencia sabía que Ana Laura era en aquel momento para mí, un refugio que siempre había buscado sin saberlo... ella sin darse cuenta, al entrar a su cuarto no me soltó la mano, y una vez adentro yo con la otra instintivamente cerré la puerta, quedando totalmente en una semi-oscuridad que me excitó y asustó tremendamente, todo a un tiempo. Ella se sorprendió y quedó suspendida entre el último paso que había dado y el que quería dar hacía la cama. Pensé que me había equivocado en mi acción al cerrar la puerta y se había roto el encanto. Pero ella sólo soltó mi mano y se acostó boca abajo en la cama sin decir nada. Esto me dejó sin aliento. Observar su figura entera, desde los pies desnudos, sus divinos tobillos, los gemelos, el muslo descaradamente arqueado, su culo prominente y perfecto amoldando el vestido que en el medio se metía como entre dos montañas descubriendo sus redondeces. Aquella cintura pequeñita, sus hermosos y apetitosos senos que se dejaban adivinar, los brazos que indicaban el camino a recorrer hasta su cuello... y al final sus bellos ojos abiertos, lúcidos y que me invitaban a la locura sin expresar nada en concreto. Fue allí cuando perdí la noción de todo lo que me rodeaba, sólo hice lo que mi palpitante corazón deseaba, me acerqué a la cama y tomé sus pies delicadamente y recorrí toda su planta con mis manos, me detuve en los talones que eran suaves, como un algodón. Muy diferentes al tacto más dura y ajada que tienen incluso las mujeres de 20 años, desde que usan tacones. Aquellos pies eran mullidos, claros y limpios. Me entretuve un buen rato acariciándolos. Luego resbalé mis manos por sus piernas hasta llegar a los muslos siempre por la cara de atrás, la parte más suave al contacto. Se sentían cálidos y duros. Todo lo que oprimía con mis grandes manos, volvía a su lugar de inmediato, todo suavidad y firmeza como un junco. Ella no estaba rígida, ni asombrada por mis caricias, más bien sus piernas se movían como danzando con mis manos y su piel se erizaba agradablemente en sus zonas más sensibles. Desde allí, y como una flor joven y ansiosa de beber sus piernas se fueron abriendo solas y ella seguía boca abajo. Con una de mis manos recogí el vestido hasta su cintura, dejando sus redondas nalgas al aire revestidas por unas pantaletas de color negro, que se introducían un poco en su canal. Casi de inmediato, y como si todo fuese a desaparecer de repente quise contemplar su culo desnudo y virgen. En un instante, saqué sus pantys y las lancé lejos. Primero empecé a acariciar sus firmes glúteos, sintiendo primero los vellos transparentes y luego; más adentro los oscuros y más firmes. Luego la caricia se convirtió en masaje, como si de un experto en relajación se tratase. Ella abrió aún más sus piernas, lanzando un suspiro profundo y relajándose al máximo sobre la cama. En ese momento, mientras abría y cerraba sus nalgas lentamente, me percaté de mi sexo. Estaba como nunca lo estuvo. Como una serpiente tensa, dispuesta a morder y anhelante de refugiarse en una cueva. Al sentir esta fuerza incontenible en pocos segundos me puse de pie sobre la cama, me desnudé completamente y caí sobre sus piernas excitado como nunca y con mi verga placenteramente aireada. Era como si respirase. Seguí acariciando sus nalgas y podía ver su ano pequeño y rosado, perfectamente limpio y húmedo por el calor que desprendíamos los dos. Sin pensar en otras posibilidades, puse mi desproporcionado capullo sobre su aura más rosa, dispuesto a dar una estocada lenta y divina. Ella pasó de los suspiros a los jadeos bajitos y repetidos. Sabía lo que tenía en su puerta de atrás, aún sin ver a mi orgulloso animal. Ella preparó su cueva, subiendo sus manos y, quedando tensamente apoyada en su pecho y sus rodillas como quien quiere sujetarse con fuerza, abrió firmemente con ambas manos sus redondas nalgas, dejando un agujero apetitoso, estirando su aura de placer que era imposible de resistir. La primera embestida a Ana Laura... nunca, nunca, nunca la olvidaré... con una mano sujetaba mi polla hinchada, para empujar con precisión y con la otra apreté una de sus delicadas manos. He de confesar que mi virilidad estaba en su punto máximo, ya que allí estaba yo, un tipo normal, pero con una sensación que no era de este mundo, con una niña-mujer de 17 y un cuerpo de diosa abierto, caliente y en movimiento frente a mí, por otra parte mi sexo se veía enorme al posarse sobre la entrada de Ana Laura. Sus dimensiones eran del todo fantásticas a mis ojos, ver aquel mástil oscuro recostado a todo lo largo y rozando su tibia piel. El contraste era insultante. Así que mientras mi polla convulsionaba de placer, la fui empujando centímetro a centímetro, sintiendo como todo mi cuerpo se apoyaba en ella, estaba como en el aire y sólo era capaz de sentir a través de mi pitón voraz que se inundaba del calor interior de Ana Laura. Todo esto sucedía, mientras sentía un alivio en mi estomago que se contrastaba con el placer que sentía en mi verga siendo apretada por esa cálida recepción que me estaba regalando el culo de Ana Laura. Ella se tensó como una gata lista a saltar, y el tener mi miembro dentro de ella, aflojó su pequeño esfínter todo lo que pudo permitiendo que mi empuje fuese más rápido... implacablemente fui introduciendo mi durísimo, pero suave pene; estimo que a 1 cm por segundo...1......2.......3......4......5......6......7......8......9......10..., estaba dándome el gusto de incluso ensanchar por momentos y a propósito mi miembro ya al máximo, haciendo dar pequeñas convulsiones a mi imprevista amante adolescente...11......12.....13.....14.....15......16..... llegado este punto, ella estiró sus brazos por encima de la cabeza mientras se oía un gemido delicioso: -"mmmmmmmm" de placer reprimido y en cierto punto abrió sus manos al máximo, casi desesperadamente.....17.....18.....19..... Llegado un punto, dejé de meterlo y sentí cómo toda ella se relajó de golpe, cayendo sus rodillas rendidas y sus rígidos muslos se desplomaron sobre la cama, por lo tanto quedó sostenida por mi poderosa serpiente. Esto me puso a 1000, y decidí retroceder hasta sentir que ya no quedaba carne para sostenerla....18....17....15....13....10....8, pero aún así era suficiente soporte. Todo sucedía muy despacio, ambos saboreábamos ese momento como si fuésemos a morir al siguiente minutos.... Allí me vino a la mente todo tipo de frases para decirle, pero sabía que no era apropiado. Sólo en mi mente, me decía a mi mismo "te estás empalando la gata más rica, deliciosa y cachonda del mundo" o imaginaba que le preguntaba a ella "¿te gusta sentir mi verga poderosa mientras te enculo una y otra vez?". Pero no dije nada. Sólo me excité un poco más y empujé otro poco......10....15..... en este momento me sentí como un titiritero que sostiene a su marioneta con los hilos, sólo que yo sostenía a mi joven amante con mi enorme polla.... estaba tan relajada, sus muslos estaban mojados y al voltear a mis espaldas recorrí con mi vista sus largas piernas hasta sus pequeños dedos de los pies. Aquí solté su mano, y manteniendo la posición, rápidamente la sujeté por la cintura con mis dos grandes manos y en un mismo instante, y bajo el ímpetu del deseo, se la metí descaradamente con la clara intención (para ella) de metérsela completa hasta el fondo... 16....17........18.......19........20........21........22........ No me importaba mi dolor o el suyo, aun cuando ya sentía como si se rasgase algo por dentro. Mi serpiente lo necesitaba. Pedía el roce de su torso contra su carnosa cavidad estrecha y su palpitante presencia. Así que decidí que reptara sin descanso hasta tocar el fondo. Era demasiado para ella, aquel cincel perforando su canal y ensanchándolo según iba siendo devorado. Y allí descubrí lo más placentero de todo el sexo que había disfrutado en la vida. Era como si su ano, su cueva más estrecha y caliente, su culo perfecto y virgen durmiera mi animal interno, durmiendo a mi gran polla, como si la hipnotizara para que llegase al fondo. Dejándola abrir camino, amoldándose a sus pálpitos y dejando espacio para todo su peso. Así fue mi sensación hasta tocar sus entrañas. Al estar al completo, al límite, de repente yo salía del letargo y retrocedía hasta la puerta de la cueva.... para empezar todo de nuevo. ¡Qué gusto!... era como crear una obra de arte, como pintar dentro de ella, como hacer reír ambos cuerpos. Ella se dejó hacer todo lo que quise y ya no reconocía si gemía, lloraba o sonreía, sólo sentía su piel por dentro y por fuera, y yo me sentía dueño de ella, toda para mí, 17 años para mí, su cuerpo esbelto todo para mí. Luego de 10 minutos seguidos de reptar potentemente, crecerme y re-crecerme dentro de ella, saqué mi víbora púrpura incansable y la coloqué en el medio de sus dos blancas y sudadas nalgas, como si estuviese durmiendo en un lecho mullido y caliente. Ella lo agradeció con un suspiro y un pequeño ¡uhhhhh! Que me sonó a gloria y a unas gracias... Se relajó al completo quedando totalmente tumbada boca abajo. Como estaba desde el principio. Había sido mucho esfuerzo para ella, para su culo y de seguro, para su corazón. Pero mi corazón seguía agitado y mi estomago de nuevo se intranquilizó. Sabía que podíamos hacer mucho más con este cuerpo que me rejuvenecía y este pene extraordinario potenciado como nunca. Ana Laura, aún no había dicho ni una palabra. Pero sus movimientos antes y ahora me decían que estaba feliz. Contenta como una gata jugando con su cordel. Y fue entonces cuando me acosté completamente sobre ella hasta poner mi boca sobre su oído. Aparté sus cabellos mojados por el sudor (toda ella estaba empapada) y con mi respiración agitada y mi pene retozando palpitante entre sus nalgas le dije suavemente, en un ronco susurro: "eres mi gata preciosa, para siempre". Pude ver como ella sonrió. Animado por su sonrisa, moví mi polla entre sus nalgas y podía sentir hasta el ritmo de las venas que sobresalían de mi verga palpitando sobre sus dos monumentales glúteos. Ella, empezó a dar pataditas muy despacio, como si estuviese nadando, pero lo cierto es que su placer era tanto y su inmovilidad tan extrema (debido al peso de mi cuerpo sobre el de ella) que sólo podía moverse de esa manera para que su culo acariciara mi sexo de alguna manera y así danzar de nuevo. Nuevamente el deseo me nubló la razón y le solté con voz un poco más clara: "serás mi gata toda la madrugada y siempre, así que prepárate" y simultáneamente, sin avisar, sin pensar en nada metí profundamente mi capullo dilatado y engrandecido por su sonrisa sostenida, derecho por todo el medio de su ano, y detrás de mi glande, el resto de mi columna suave y rígida... mi ariete entró todo de una sola vez y sin considerar que estábamos en una posición relajada que no permitía acomodo mejor. Fue fabuloso, para mi corazón... ¿cómo describir ese segundo?... También fue increíble sentir su espalda arqueada sobre mi pecho. A duras penas alcancé a apoyarme en los codos, pero algo que me sobrepasaba controlaba mi serpiente anhelante, aquella polla se hizo nuestra dueña y señora de la situación, era un súper miembro, que no dejaba de regocijarse por el calor de ese divino culo. Sentía cómo lo estiraba por dentro con el sólo calor que expelía mi grueso pedazo en su desvirgado culo. Algo nos unió para siempre, en ese momento. La carne se hizo espíritu y la sensación fue de ser uno solo, con una vida interior generándonos el máximo placer. No se detenía mi dulce y purpúreo ariete en sus acometidas al ya masajeado culo de mi gata. Una y otra vez... me excitó la visión de verme en esa en la que sólo se vería levantando mi trasero, cayendo frenéticamente una y otra vez sobre el delicado y resistente cuerpo de Ana Laura. Llegado un punto, mi dilatado y largo falo resbalaba fácilmente dentro del ano de Ana Laura y dejando que el placer fuese extensible hasta sus nalgas, así que me salía de ella, (con la respectiva sensación de aire fresco en mi piel) acariciaba la cumbre de sus glúteos con mi ancha cabeza hasta posar suavemente mis huevos sobre la piel de su trasero, para luego resbalar furiosamente y hundirme de placer en su agujero infinito y ya distendido. Un agujero experto, juguetón y feliz; casi sublime. Su culo también sonreía como ella, de eso no había duda. Mientras tanto, ella se movía con sus pies y pataleaba con más fuerzas. A su boca, fue a parar una parte del vestido que mordía furiosamente mientras duraba nuestra batalla sagrada. Mis brazos también se estiraron imitando a los suyos y entrelazando nuestras manos. Qué suaves, cálidas y delicadas. Nunca había deleitado de esa forma a una mujer. Nunca un hombre encontró un refugio mejor. Luego de otros 15 minutos de perforar cariñosamente, de agrandar su aura anal y acariciarla una y otra vez por todas partes, sentí desde la base de mi pene, un recrecer de mis testículos y como si un millón de plumas me hicieran cosquillas desde la base del falo hasta la punta... sabía que me vendría pronto y quería que ella lo supiera, aún con su corta experiencia. Así que aún sintiendo que me reventaba le dije: "prepárate mi gata para lo mejor, tu leche cremosa toda para ti"... me sentí su dueño diciéndole esto. Ella sólo abrió su boca de excitación... en ese instante mi pene aumentó considerablemente su grosor y buscó el mejor de los refugios... el final de la cueva... siempre supe que la tuve mordida, atrapada en toda su humanidad, pero esto era la demostración de quién era el dueño de la situación, algo que surgía de mi sexo y acababa en sus entrañas... éramos el macho y una suave y dulce gata disfrutando juntos. Me hundí en ella abriendo al máximo sus glúteos y aplastándolos lo más que podía. Ella se abrió lo inimaginable, se intuía el máximo placer que recorría su cuerpo. Podía sentir sus temblores en las piernas... y así fue como disfruté para siempre, en el universo, mi roce desesperado en sus entrañas bajando hasta el límite, a la vez que por fin, un chorro a presión y profundo, un río de lava cremosa se descargaba con fuerza, bañando todo su interior y aumentando la presión de la piel, dejando su boca llena de saliva, su culo lleno de esperma rebosada y su cuerpo bañado en sudor. Descargué mi semen como un animal en celo, como un toro de lidia, como un caballo semental, mi verga fabulosa tomó vida propia e involuntariamente descargó una y otra vez todo su interior... desde los huevos hasta el mismo agujero sentí el placer y cómo éste se precipitaba a extenderse por ambos cuerpos. Así estuve por unos inexplicables 45 segundos, eyaculando y eyaculando al universo, reptando a los lados de mi amante, acariciando el interior de mi gata amada y abrazando con fuerza inusitada un cuerpo joven y delicioso. Una vez terminadas las convulsiones, caí sobre su espalda y ella cerró su boca pequeña, roja y temblorosa. Aún mi miembro estaba dentro, y sus nalgas vueltas a su tamaño real se encargaron de empujarme hacia fuera. Quedó un hilo de semen que unía mi pitón dormida y su cueva exhausta.

¿Cómo imaginar que existiese tanto placer?, ¿qué haría ahora, para perpetuar ese momento?

Vi mi reloj y eran las 11:55 de la noche.

Me levanté algunos centímetros por encima de ella y me dejé caer recostándome de lado hacía donde daba su cara. Ana Laura tenía los ojos abiertos y pude adivinar que sólo los cerró una vez en toda la noche y fue en el cenit de nuestro acto recién realizado.

Nos quedamos viéndonos sin hablar, sólo mirándonos y sonriendo.

De improviso una de sus manos abrazó delicadamente mi polla aún caliente. Ver su mano blanca acariciando mi morena verga me hizo sentir suyo para toda la vida. Luego su otra mano vino en auxilio de la otra y entre ambas intentaban determinar el peso de mi falo semi-erecto. Sus ojos se hicieron más grandes, para cerrarlos mientras daba suaves caricias a mi sexo. No era una niña de 17, ni yo un hombre casado. No era una inexperta. Ni yo un ser omnipotente.

Era mi gata. Y mi serpiente, estaba entre sus manos suaves, preparándose para un nuevo encuentro. Eran las 12:00 de la noche.

Josep Josep1974@hotmail.com