Ana, la heredera

Ana, una abogada de Madrid, hereda 800 millones de su tío Javier, y, empieza una nueva vida.

Esta es la historia de Ana, una abogada madrileña de 30 años, que hereda de su tío, al que no conoció apenas, y que se dedicaba al narcotráfico, la friolera de 800 millones de €, pero, con la condición de que, Ana, siga con su negocio y se pase, al otro lado de la Ley.

Yo mismo, os contaré la

historia

**Jueves, de madrugada 04:00, en mi casa de

Campodón

, Villaviciosa de Odón.**

Estaba durmiendo, tranquilamente, de hecho, estaba, en mi mejor sueño, soñando con mujeres desnudas, sufriendo, cuando, el sonido del móvil de emergencias, me despertó.

Si era el móvil de emergencias, y, a esa hora, no solía ser presagio de nada bueno, como era el caso, ya que, al otro lado del teléfono, estaba Paula, la secretaria personal de Javier, uno de mis mejores clientes, multimillonario, y, entre otras cosas, uno de los mayores narcos de España, al que ayudaba a manejar e invertir su fortuna, que estaba en torno a los 800 millones de €, entre propiedades, empresas y dinero en cuentas.

Si algo se puede destacar de Javier, es que, salvo a menores de edad, le daba a todo, tenía un montón de chalets, tanto en Madrid provincia, como en la Costa del Sol, dedicados a prostitución, tanto de clase baja, como de

escorts

de 1000€/hora, varias casas por toda España, en especial destacaban dos, la de La

Zagaleta

, y la de La Moraleja, además de restaurantes, hoteles, dos fincas enormes de caza, acciones en bolsa, en fin, un montón de propiedades...

Aunque, teniendo en cuenta mis gustos, las propiedades que yo más destacaría, son las 3 mazmorras BDSM que tenía, dos en Madrid, y, la otra, en Marbella, completamente equipadas, y, funcionando, siempre, a pleno rendimiento 24/7/365

Paula, estaba muy nerviosa, casi llorando, me comunicó que, a Javier, le había dado un infarto fulminante, que le había dejado seco en cuestión de pocos segundos, sin posibilidad de hacer nada por él, a pesar de que el SAMUR, le había atendido, y, había fallecido, hacía apenas unas dos horas.

Al parecer, estaba con dos putas, cuando comenzó a sentirse mal, pero, a pesar de todos los esfuerzos, la cocaína y la pastilla azul, unido al abuso del tabaco y del alcohol, pues le hicieron irse antes de tiempo, apenas con 50 años.

Le dije a Paula, que iría para su casa, el muy cabrón, vivía, a cuerpo de rey, en una mansión en La Moraleja, cuando venía a Madrid, era allí donde había sucedido el óbito.

Salí de la cama, me di una breve ducha, y comencé mi jornada laboral, me vestí con un traje oscuro, acorde a la situación, agarré el coche, y me fui a La Moraleja, a ver cómo estaba la situación.

En La Moraleja, jueves 05:30

Llegué a la mansión de Javier, en realidad, eran dos casas, al lado una de la otra, casi 4 hectáreas de terreno, con todos los lujos imaginables.

Saludé a Paula, que, tras su estética gótica, y vestida por completo de cuero, algo que a ella le encantaba, porque era muy masoquista, se veía que estaba afectada, no por su futuro, porque sabía que, si las cosas se ponían feas, el contenido del testamento de Javier, estaba diseñado para seguir con las cosas, casi como estaban ahora, pero, sí, por lo que había pasado, en esa casa, horas atrás.

Ese día, pasó lo normal en estas situaciones, no fui a la oficina, más que para avisar de que pasaría el día, fuera, y, bueno, pues lo pasamos, Paula y yo, en el tanatorio, con todo el papeleo que se tiene que hacer en esos casos, fue triste, pero, es lo que había.

No quise hacer nada sexual, con Paula, porque se veía, claramente, que no era el momento, ya habría tiempo de disfrutar.

Días después, en mi despacho

Yo ya sabía el contenido del testamento de Javier, porque, de hecho, yo se lo había redactado, es decir, en una ocasión, nos reunimos, y, Javier, me expresó lo que quería que pasara con sus propiedades, dinero, y demás cosas, una vez que él se fuera, después, fuimos al notario, y redactamos el testamento, con total legalidad, además, yo me tendría que ocupar de que el testamento saliera adelante y se cumpliera, llegado el momento, era el albacea.

Javier era soltero, sin hijos, estaba seguro de eso, porque, de joven, tuvo un problema en los genitales, y, ya no podía tener hijos, motivo por el que solo follaba a pelo, solo tenía una sobrina, Ana, a la que le dejaba todo su imperio, con dos únicas condiciones:

  • Ana tenía que hacerse cargo de todos sus negocios, de forma directa
  • Yo tendría que ayudar a Ana, a poner todo en marcha, y, modificar, lo que fuera necesario, para que, Ana, tuviera la imagen de “dueña de un negocio” que, a él y a mí, nos gustaba.

Por suerte, y a pesar de que no se hablaba con nadie de su familia, porque no apoyaban sus negocios, Javier sí tenía la dirección de Ana, sería una pista, para encontrarla y poder notificar su nueva situación.

**Encontrando a Ana.

Sábado por la mañana**

Habían pasado justo, 9 días, desde que Javier se fue, el plazo que marca la Ley, para poder empezar a notificar y los trámites, para las sucesiones.

Por la mañana, aunque era sábado, me dirigí a la dirección que tenía de Ana, para ver si la podía encontrar, por suerte, di, con Ana, a la primera, no se había mudado.

Llamé a la puerta, y, me recibió, Ana, que se sorprendió al verme

Descripción de Ana (Al principio de la historia, al natural)

En torno a 170cm de altura, cuerpo normal, no es la más guapa, pero tampoco es fea, muy simpática y agradable, tetas naturales, buen culo, cuerpo, con curvas, pero, sin sobrepeso. Edad, en torno a los 30 años.

Era evidente que se podía mejorar, sobre todo, la vestimenta, pues, pese a ser abogada, le faltaba algo de estilo.

La conversación con Ana

Ana, me invitó a pasar a su casa, y, nos sentamos en su sofá, con dos cafés por delante, uno para cada uno.

Alfonso (Yo):” Soy Alfonso, llevaba la mayoría de los negocios de tu tío, Javier, ya que era su abogado; lamentablemente, te tengo que notificar el fallecimiento de Javier, hace 9 días, le dio un infarto, fulminante, y, se fue.

Yo: “También vengo a notificarte que, en el testamento, tú, Ana, eres la única beneficiaria, la heredera única, de una fortuna de 800 millones de €”

Ana, claro está, se quedó blanca, pues, apenas había visto a su tío, un par de veces, casi ni sabía cómo era físicamente, pues, hacía más de 10 años, que no se veían, ni sabían el uno de la otra.

Tras tranquilizarse, Ana, me preguntó, si había alguna condición, para aceptar la herencia, o, algo que, ella, tuviera que hacer.

Yo, le expliqué a Ana, las dos condiciones, Ana se quedó algo sorprendida, y, me siguió preguntando, en especial, por la segunda condición, en qué cosas, se tendría que modificar.

Le respondí lo siguiente:

“Para trabajar en este mundo de narcos, hay que tener presencia e imagen, no te preocupes por ello, yo me encargaré de que hagas los cambios, sobre todo de imagen, que te hagan falta, para que ocupes el lugar que dejó tu tío Javier”

Me costó un poco, convencer a Ana, para que no renunciara a la herencia, pero, al final, lo conseguí, argumentando que, de Javier, dependían muchas familias, que trabajaban para él, en sus hoteles y restaurantes, y que, se quedarían en la calle, si, El Sistema, se quedaba con la herencia, al renunciar.

Ana, me preguntó, por los pasos que íbamos a dar:

  • Ese mismo día, tras desayunar en un bar, para celebrar, la llevaría a su nueva casa, la mansión de Javier, en La Moraleja, para que tomara posesión, y, conociera a Paula, su nueva secretaria personal, y, aunque Ana, aún no lo sabía, su esclava sexual.
  • Después, pasaríamos juntos, un tiempo, para empezar a visitar todos los negocios de su tío, y, para empezar con las modificaciones corporales que, Ana, iba a necesitar.

En el bar, desayunando, con Ana

Entramos en el primer bar que encontramos, al que iba Ana a desayunar, casi cada día, y, donde era conocida.

Nos sentamos en una mesa, y, empezamos a hablar, ya, en tono algo más personal.

Ana me contó, que era abogada, que tenía un trabajo, algo precario, por lo que no tendría problema en dejarlo, y cambiarlo por dirigir el imperio de drogas de su tío.

Además, como yo, estaba sola en el mundo, sin padres, ni

novi

@, ni familia, así que, nadie podía decirle que no hiciera, lo que ella quisiera hacer

Me estuvo contando que, aunque le gustaba el sexo, no encontraba lo que buscaba, pues, en realidad, tras esa coraza, de mujer normal, a Ana, le gustaba el sexo duro, el dolor, era algo que quería experimentar, pues, aún no estaba muy segura de

cuál

era su rol, si le gustaba más recibir dolor, o ejercerlo/darlo.

Yo le hablé, abiertamente, de mis gustos y de mis experiencias, a nivel BDSM, también le transmití que, posiblemente, Ana, las había heredado de su tío, ahí fue cuando le comenté lo de las tres mazmorras BDSM, que, Javier, tenía, y, le prometí que, próximamente, iríamos a verlas.

En La Moraleja, en la (nueva) casa de Ana

Tras acabar el desayuno, agarramos mi coche, y fuimos hasta la casa que, Ana, había heredado, en La Moraleja, y, donde había pasado todo, hecho, del que tuve que informar a Ana, para que lo supiera.

Llegamos a la mansión, y, Ana, se quedó impresionada, por lo grande que era, y, lo bien decorada que estaba, sin saber, el secreto, de estilo BDSM, que guardaba la mansión...

Llamé al timbre, y, Paula, la secretaria, salió a recibirnos, iba, como es natural, vestida por completo de cuero negro, y, maquillada gótica, además, resaltaba sus enormes tetas, y los múltiples tatuajes y piercings que llevaba por todo el cuerpo.

Fui testigo de que, Ana, al ver a Paula, por primera vez, se empezó a excitar, se notaba que, lo que veía, le gustaba, y mucho.

Pasamos al interior de la mansión de Ana, y, nos sentamos en uno de los sofás, de cuero negro, como todos los de la casa, que había.

Hice las presentaciones de rigor, y, estuvimos un rato hablando, mientras tomábamos un café, de cómo funcionaba, la casa de La Moraleja.

  • Había, en total, 11 personas de servicio, entre asistentas, cocinera, chofer, jardinero...
  • La casa principal, tenía 14 habitaciones, 18 baños, garaje para 25 coches, pues, era una de las aficiones de Javier, 2 piscinas, gimnasio, sauna, varios jacuzzis... 4000m2 de casa
  • La casa de invitados, de 1000m2, contaba con 5 habitaciones, 7 baños, piscina interior, jacuzzi, y, 1 persona de servicio.
  • Por supuesto, la casa estaba llena, de guardias de seguridad, a partir de ahora, Ana, debería ir, casi siempre, con escolta (2 tipos, que parecían armarios de 2*2), la misma que llevaba Javier, por si pasaba algo.

Con ayuda de Paula, hicimos un tour por la casa, empezando por su habitación, que era la que antes, ocupaba su tío, habían cambiado la cama, por cuestiones “

Pedononistas

” y de higiene, pero, el resto, estaba, como Javier la había dejado, antes de morir.

Después de casi dos horas de paseo, llegamos a la joya de la corona de la casa, pues, a Javier, como ya he dicho, le encantaba el BDSM, siempre como Amo, por lo que tenía, en su casa, una pequeña habitación, para poder jugar.

300m2, con todos los equipamientos BDSM para poder jugar, desde una cruz de San Andrés, hasta un WC con un espacio para que alguien, pudiera recibir el pis o la caca del Am@.

Yo, ya la conocía, porque, había jugado en ella en alguna ocasión, pero, Ana, se quedó muy sorprendida, a la vez que, excitada, y, le lanzó una mirada a Paula, a

saber,

qué estaría pensando...

Al acabar el tour, por su nueva casa, era ya la hora de comer, Ana nos dijo, a Paula y a mí, que prefería comer fuera, para celebrar los 3, el comienzo de su nueva vida, así, al acabar de comer, pasaríamos por su antigua casa, para agarrar sus cosas más personales, y poderse instalar, ese mismo día, en la casa nueva.

Yo le dije a Ana, que, por la ropa, no se preocupase, que, Javier tenía mucha ropa de mujer, que usaban las putas que frecuentaba, así que, eso no era problema.

**En el restaurante

comiendo con Paula y con Ana**

Dejé mi coche, en la nueva casa de Ana, y, agarramos uno, con chofer, de los que iban a ser propiedad de Ana, en este caso, un Mercedes Clase S, con cuero negro, espectacular.

A modo de coche de escolta, por seguridad, iba un Ford Mondeo, por detrás, y, otro Ford Mondeo, por delante, abriendo paso, a la vez que, avisando de posibles controles.

Jesús, el chofer, tras hacer, de nuevo, las presentaciones de rigor, nos llevó, de vuelta, a Madrid, a un buen restaurante, cuya especialidad, era el marisco, pues es lo

que,

a Ana, le apetecía comer.

Paula, nos siguió con su coche, y, lo aparcó, después, en un parking, cercano al restaurante.

En el restaurante, estuvimos en un reservado, en el que estábamos los 3 solos, momento en el que Paula, aprovechó para decirle a Ana, que estaba a su entera disposición, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para lo que desease, incluidos temas sexuales, sin límites.

Ana, se volvió a quedar sorprendida, pero, le encantó la propuesta, teniendo en cuenta, la sonrisa, de oreja a oreja, que se le puso en su cara, al oír a Paula.

Nos comimos una mariscada completa, marisco para 3, con ensalada, también para 3, todo regado con vino blanco de máxima categoría, una botella cada uno, y, no exagero.

Después del postre, bebimos 3 vasos de whisky, y, nos fumamos, cada uno, un puro, para celebrar nuestra nueva vida, en especial, la nueva vida de Ana, de la que yo iba a pasar a formar parte...

Antes de irnos, Paula, sacó una bolsa con cocaína, y se metió dos rayas, le ofreció a Ana, que, por el momento, rehusó el ofrecimiento, y le dijo a Paula que, mejor, cuando ya estuviera en su casa.

Al acabar de comer, Paula, agarró su coche, y se fue a la casa de Ana, se despidieron y quedaron en verse en un rato, una vez que Ana pasara, conmigo, por su antigua casa, a recoger sus cosas.

En la casa (vieja) de Ana

Llegamos, en el Mercedes conducido por Jesús, el chofer, a la casa antigua de Ana, para que agarrara sus cosas más personales, y, ya, por fin, se pudiera instalar en su nueva casa.

Ana se quería despedir de su casa, de una forma especial, así que, al llegar, nos sentamos en el sofá, porque, Ana, quería contarme algo:

Ana: “Hay algo que quiero pedirte, llevo desde esta mañana pensándolo, a ver qué opinas; me encantaría despedirme de la casa, follando contigo, desde que te he visto, me has puesto muy cachonda, y estoy deseando que me folles”

Yo: “Por supuesto, Ana, la verdad, yo también tengo muchas ganas de follarte, y de hacerte disfrutar, aunque, a veces, sea sufriendo, y, a través del dolor”

Pasamos a su habitación, nada que ver con la de la casa nueva, sobre todo, en tamaño, y, nos empezamos a besar.

Después, nos empezamos a desnudar, el uno al otro.

Ana, llevaba unos vaqueros, y una camiseta, muy normales, era algo que habría que cambiar, para que tuviera imagen de narco, debajo, llevaba un sujetador y unas bragas, que, aunque negras, tapaban mucho, y, lo peor de todo, no se depilaba el coño, algo que no me gustaba nada.

Aun así, me la follé, porque ambos teníamos muchas ganas de follar, el uno con

el

otro.

La experiencia, no estuvo mal, quizás, Ana, no tenía demasiada experiencia follando, pero, eso se iría puliendo, a base de intentarlo.

Algo que ya no me sorprendía, pues estaba acostumbrado, era la cara que puso Ana, al ver mi polla, pues, al ser grande, algunas, se asustan al verla...

Me corrí en las tetas de Ana, que no estaban nada mal, aunque, lógicamente, Natalia, tendría que pasar sus manos de cirujana, por ellas, para un ligero aumento, y, quizás, elevación.

Al acabar de follar, ayudé a Ana, a recoger las cosas más personales, y, llamé a Jesús, para que nos viniera a recoger, y, de paso, subiera a ayudarnos con las maletas en las que, Ana, había metido sus cosas.

Antes de ir, ya de forma definitiva, a la casa de La Moraleja, volvimos a pasar por el bar donde habíamos desayunado por la mañana, pedimos dos cafés, y, Ana, se despidió de la dueña del bar, diciéndole que le había salido un trabajo muy bueno, y que se iba a vivir a otro lado.

Nos montamos, al salir del bar, en el Mercedes, conducido por Jesús, y, llegamos, en torno a las 20:00, a la casa de Ana, en La Moraleja, para iniciar, una nueva vida...

Por supuesto, los escoltas, siempre, detrás, vigilando, y, por delante, avisando de peligros.

En el próximo capítulo, os contaré como fue la primera noche de Ana, en su nueva casa.

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