Ana la de la gasolinera
La joven Ana encuentra trabajo en la gasolinera del pueblo de al lado. Su jefe se enamora de ella llegando a la obsesión, siendo testigo de como Ana entrega su cuerpo a dos sucios extraños que se aprovechan de ella sin miramientos. Pronto recordará que el amor duele.
Nota del autor: creo que este relato encaja en la categoría de Infidelidad porque el protagonista siente el dolor y la humillación como el más profundo de los enamorados......
Sentado en su sillón tras la mesa del pequeño despacho, Paco saboreaba el café de media tarde. Acababa de entrevistar a una chica para el puesto de caja en su gasolinera. Hacía un par de días se vio en la obligación de despedir a uno de los chicos del turno de noche. No tenía la certeza de que fuese él quien estaba robando género del viejo almacén que tenían detrás de la caseta, pero era el que más papeletas llevaba. Probablemente, fuese él o no el ladrón, eso le metería el miedo en el cuerpo a los demás.
Tras aquellos pequeños robos, se dedicó a poner dos cámaras más de seguridad, una dentro del almacén y otra en el pasillo de acceso a los vestidores, que era donde estaban las taquillas con ropa, una cafetera de uso interno, dos sillas de plástico y una mesa descolorida que antaño fuera de color blanco.
Toda la plantilla se percató de la cámara del pasillo que daba a los vestidores. Era inevitable ir a la trastienda y no verla. Pero Paco, que contaba ya con casi 50 años y una larga experiencia en trapicheos, no comentó nada de la nueva cámara del almacén. Estaba decidido a no ser de nuevo víctima de aquellos pequeños ladronzuelos que tenía por empleados.
Recostado en su sillón, Paco degustaba lentamente el café. Pensaba en si sería buena idea emplear a una chica para el turno de noche. Aunque la gasolinera estaba preparada para atender al escaso público que repostaba allí de noche desde el interior, no le acababa de convencer.
Ana, que así se llamaba la chica que acababa de entrevistar, era del pueblo de al lado. Tenía 26 años y parecía decidida. Era de aquellas chicas que miran directamente a los ojos. Lo hacía con cierto descaro pero a Paco no le importó. Tenía los ojos grandes, de color negro, que hacía juego con su nariz fina y sus labios gruesos. Era una chica alta, mediría cerca de 1,70 de estatura. Era delgada y con buen tipo, aunque se echaba en falta que sus pechos fuesen más grandes. Bajo la camiseta, parecían dos peritas puntiagudas ligeramente elevadas. Llevaba unas mayas negras ajustadas que moldeaban sus piernas a la perfección. Cuando hablaba, se tocaba mucho el pelo, un pelo liso y de color negro que caía ligeramente sobre sus hombros.
No le llevó más de 20 minutos la entrevista, pero Paco quedó encantado con ella. Le gustaba mucho como se expresaba y como salía de cada preguntilla trampa que le hacía. Pero por encima de todo, a Paco le excitaba su cuerpo y su boca. No paró de fijarse en sus labios, en como los movía y en sus dientes blancos. Llegó a imaginársela arrodillada ante él, suplicando por el trabajo, acariciándole las rodillas, mirándole con aquellos grandes ojos y mordiéndose el labio inferior, como si fuera una perrita en celo. Aquel pensamiento le puso nervioso y esperaba que ella no se hubiera percatado de aquello.
Se levantó y se dirigió al baño. Se miró al espejo y por un momento se sintió viejo, muy viejo. Su redonda tripa sobresalía por encima del pantalón y se sentía un tapón al lado de aquella chica. Sabía que sus empleados le apodaban "el chiquitín" y eso le enfadaba. Hacía años que se afeitaba la cabeza, por eso solía llevar una vieja gorra roja siempre puesta, con publicidad de la gasolinera.
A la mañana siguiente ya había tomado la decisión. Uno de sus empleados, un tal Luis, bromeó con él mientras se tomaban un café. Le dijo:
-Bueno Jefe, ¿cuándo vas a contratar al bombón de ayer? Menuda tía. ¿Quién la pillara eh jefe?
Luis le contó que Ana era de su pueblo, y que tenía fama de golfilla, cosa que a Paco no le desagradó. Parece que ya se había pasado por la piedra a unos cuantos de la localidad y que solía frecuentar los fines de semana una discoteca que había a las afueras del pueblo. La típica discoteca donde acaban los 4 "mataos" rematando la borrachera.
Toda aquella información no hizo que Paco cambiase de parecer. Iba a contratar a aquella chica. A la putilla del pueblo (pensó). Una sonrisa se dibujó en su boca. Paco llevaba meses sin follar. Soltero y sin compromiso, como él se solía describirse, llegó a frecuentar con cierta asiduidad, uno de los burdeles más famosos de aquellos lares. Pero hubo un día que le asqueó tener que pagar a una furcia para acabar echando un mal polvo. Paco era de esos tipos que no gozaban cuando pagaban.
Por la tarde llamó a Ana y le propuso firmar el contrato cuanto antes y empezar a trabajar el sábado por la noche. Ella estaba encantada. Quedaron al día siguiente.
Las semanas fueron pasando y Ana se hizo rápidamente con el puesto. Era una chica resuelta y puntual. No había quejas por parte de ninguno de sus otros empleados. Es más, parecían estar más encantados de su contratación que el mismo Paco. Corrían buenos tiempos. Incluso había dejado de desaparecer género del viejo almacén. Parece que el olfato de Paco no le falló cuando despidió a aquel empleado.
Algunas tardes, Paco revisaba las cintas de las cámaras de seguridad. Se centraba sobre todo en las cintas de la noche. Le gustaba observar a Ana. Le gustaba su forma de sentarse, su forma de juguetear con el pelo cuando hablaba con los clientes, sus largas piernas recorriendo los pasillos repletos de estanterías y las posturitas que ponía cuando reponía el género. Era una calienta pollas profesional. En una ocasión, Ana se quedó mirando fijamente a la cámara de seguridad que había en el interior, apuntándola directamente a ella. Miraba con descaro, con ojos pícaros. Seguramente intuía que su jefe la observaba, que babeaba con ella. Unos segundos después, sonrió a la cámara y continuó su trabajo como si nada. Aquella escena fue reproducida más de una docena de veces por Paco. Se quedaba mirándola, una y otra vez, fijándose en la expresión de sus ojos, en su sonrisa antes de girar la cara. Aquel gesto a Paco le resultó despectivo, pero no le molestó porque sabía que se estaba convirtiendo en un mirón. Pausó la imagen y acercó la cara al monitor. Susurró:
- Te veo............. Te estoy viendo... Te veo......
El sábado por la noche, cerca de las 3 de la madrugada, Paco se encontraba tumbado en el sofá de su casa con una cerveza en la mano. Estaba mirando la pantalla del televisor en la cual, un extraño aprendiz de brujo le echaba la suerte a una televidente que no tenía nada mejor que hacer que gastarse el dinero en llamar a su programa, pero su mente estaba en otro lado. Pensaba en Ana. Recordaba la conversación con Luis, su empleado, y le daba vueltas y vueltas a sus palabras. La putilla del pueblo, que frecuentaba una discoteca los fines de semana. Una discoteca de cerdos y borrachos. Se la habían follado un montón de tíos, según decía Luis. Recordó que aquella noche Ana libraba. Un ligero cosquilleo le recorrió la espalda. Decidió acercarse por aquella discoteca y fisgar un poco, y de paso tomarse una copa.
Salió de casa y miró el reloj: las 3 y media. La noche era despejada y hacía buena temperatura para ser otoño. Cogió el coche y se dirigió a la discoteca, que si mal no recordaba se llamaba "Pensamientos". No tardó ni 20 minutos en llegar. Las luces y el letrero luminoso se veían a 1 km de distancia. Dejó el coche en el oscuro parking, que estaba a un lado de la entrada de la discoteca. Echó un vistazo a su alrededor y se percató de que había pocos coches aparcados. No debía de haber mucha gente esa noche. Por fuera, más que una discoteca ese sitio parecía un sucio burdel de carretera.
En la entrada había un gorila alto y fornido, luciendo músculos con una camiseta ajustada. Le pareció de Europa del Este por el pelo rubio y las facciones marcadas. Le cobró 15 euros copa incluida y le abrió la puerta para que entrase. Nunca había estado en aquel antro. Era básico, una pista de baile central y dos barras con sus respectivos camareros a los lados. Al fondo, en una zona menos iluminada, había sofás de color negro con mesitas bajas. No habría más de 20 personas. Se sentó al lado de la barra y pidió un cubalibre. El camarero le inspeccionó con sus rápidos ojos. No debían de ir muchos desconocidos por allí y menos a esas horas. Creyó desentonar en aquel sitio, pero guardó la compostura y le pegó un trago a la copa.
Se pasó diez minutos observando a la gente, el local, los sofás del fondo y las luces de disco que no paraban de girar y girar. Le gustó la música. Se fijó en dos parejas que estaban dándose el lote, una al lado de la otra, sentadas en el mismo sofá negro, rozándose espalda con espalda. Aquello también le gustó. En la pista de baile era donde más concentración de gente había, sobre todo hombres. Había alguna que otra mujer asaltada por los habituales moscardones nocturnos que habitan este tipo de lugares, pero parecía que se defendían bastante bien. Se notaba que no era su primera noche en "Pensamientos".
Acabó su copa y pidió otra. Empezaba a sentirse a gusto. Le gustaba aquel sitio porque en él era prácticamente invisible, pasaba totalmente desapercibido entre la gente. Parecía que estuviese viendo una película en el cine, ajeno a lo que pasaba en la pantalla. En ese preciso momento la vio. Ana entraba con dos hombres por la puerta. Estaba radiante, llevaba un vestido obscuro ajustado, bastante corto. Lucía sus espléndidas piernas, que reposaban sobre unos zapatos negros de tacón. Llevaba un bolsito pequeño en la mano. Se había recogido el pelo en una coleta, luciendo su precioso cuello, esbelto y delgado. Destacaban sus gruesos labios pintados de un color que se le antojo rojo pasión. Los tipos con los que venía eran mayores que ella, debían de estar cerca de los 45 años. Parecían los típicos camioneros con vaqueros y camisa hortera que solían dejar sus camiones aparcados en la gasolinera. Tipos sin escrúpulos, sucios y casi siempre puteros.
Temió que Ana le sorprendiese en aquel sitio, estando solo y emborrachándose como un divorciado amargado. Sintió algo de vergüenza. Se movió lentamente con la copa en la mano hasta el final de la barra y se sentó en una esquina. Allí era difícil que le descubriese, en la penumbra, observándola celosamente.
Ana fue directa a sentarse a uno de los sofás negros del fondo y los tipos con los que venía se acercaron a la barra a pedir. Lo hicieron lentamente, sin prisa, y se colocaron justo al lado de Paco, que disimulaba con su copa en la mano.
Ahora que los veía de cerca se percató de que llevaban barba de varios días. Incluso le pareció que olían mal. Un olor a demasiadas horas de carretera y a falta de una buena ducha. No eran más altos que él. A su lado, Ana parecía una señora rodeada de sus dos sucios lacayos. Agudizó el oído y prestó total atención a lo que decían entre ellos. Pidieron dos whiskys y un vodka con limón.
-¿Menuda putita que nos hemos encontrado eh? Está bien buena.
-Sí, está buenísima......
Los dos miraron hacia donde estaba Ana sentada. Se giraron y se echaron a reír. Ni ellos mismos podían creer que hubiesen ligado con aquella chica. Con su preciosa Ana....
-A esta puta nos la follamos esta noche. ¿Cómo lo ves Ramón?
-Pues que llevo sin follar dos semanas y esta niñita lo va a pagar bien caro jajajaja
Volvieron a carcajear y chocaron los cinco. Maldita la suerte que tenían aquellos cabrones (pensó). Pero por mucho que ellos creyesen, Paco no era capaz de imaginarse a Ana follando con semejantes cerdos. Aunque los chicos de la gasolinera contaban que era una chica demasiado fácil, aquello le parecía demasiado. Sin saber muy bien por qué, Paco sintió celos de aquellos tipos. Le dolía en el interior de su pecho igual que le dolió la tarde que encontró a su mujer en casa follando con su ex socio diez años atrás. Aquella tarde, Paco dejó la gasolinera para hacer algunos pagos y se pasó por casa para coger dinero en efectivo. Cuando abrió la puerta les oyó. Gemían como animales. Ni siquiera se dieron cuenta de que entraba en casa. Oía a su mujer pidiendo más, exigía que la partiera el coño en dos. Sigilosamente Paco se asomó a la habitación de matrimonio y les vio. Su ex socio Andrés estaba encima de su mujer, follándola como un loco. Permaneció allí mirando hasta que acabaron. Se quedó petrificado, casi sin respirar. Recordaba como se corrió dentro de ella sin pensárselo dos veces. Su mujer le arañaba la espalda y le pedía más, que la follase con más fuerza, que la partiese el coño en dos....... Paco jamás volvió a querer a una mujer. Pero en su interior, aquella chica de largas piernas y mirada pícara le hacía sentir algo muy parecido a lo que antaño sintió por su mujer. Estaba enamorado de ella. Le aterraba reconocerlo.
Salió de su ensimismamiento y vio que los dos tipos ya se estaban acercando al sofá en el que Ana esperaba. Se sentaron dejándola en medio de los dos. Ana agradeció que le llevasen la copa con sendos abrazos, que aquellos guarros agradecieron rozándose bien con ella e incluso besándola en la mejilla. No paraban de sonreír. Paco vigilaba nerviosamente desde el extremo de la barra, cambiándose la copa de mano una y otra vez. Se fijó en la mano de uno de ellos, el tal Ramón, que bajaba por la espalda de Ana y la llevaba descaradamente a su culo. Ella no se quejó, cosa que a Paco le molestó. El otro, viendo que Ana no se quejaba con el manoseo que su amigo Ramón le estaba dando en el culo, atacó acariciándola la cara y el pelo y acto seguido la besó en la boca. Estuvieron cerca de 2 minutos comiéndose la boca como locos. Ramón, con sus manos nerviosas, no paraba de meterle mano a Ana. Se notaba que estaba muy salido y que como él había dicho, llevaba dos semanas sin follar. Ana dejó de besar a su amigo y se recostó encima de Ramón, besándole apasionadamente. Ahora el otro era el que la metía mano sin parar. Paco pudo ver como aplastaba las tetas de Ana desde atrás por encima del vestido, muy pegado a su espalda, y le pareció que aquel cabrón le susurraba algo al oído mientras el tal Ramón no paraba de morrearse con ella. La tenían exactamente donde aquellos cabrones querían. Ana estaba desatada y se dejaba hacer.
Paco seguía notando el dolor en el pecho. Le hacía sentirse incómodo. Decidió salir de la discoteca a tomar el aire. Se sentía mal, se sentía celoso. Estaba sudando.
Permaneció unos diez minutos fuera, en la puerta. No se le iba el mal sabor de boca. Escupió un par de veces. Se tocó el pecho. El dolor remitía lentamente. Pero no se le iba aquella imagen de la cabeza. ¿Por qué Ana? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me haces esto a mí? No paraba de darle vueltas a la cabeza.
Decidió irse a casa. Anduvo lentamente hasta su coche. Se sentía derrotado. Se sentó en el interior con las manos puestas en el volante. Justo cuando giró la llave para arrancar el motor vio como Ana y sus dos sucios acompañantes salían de la discoteca dirección al parking. Paco se asustó, le seguía aterrando que Ana le pillase allí. Se agachó para que no le viesen a través del cristal. Iban los tres abrazados, Ana en medio de los dos. Se dirigían al coche que había aparcado al lado del suyo. Se fijó en que Ana parecía visiblemente afectada por el alcohol. Eso facilitaba la situación a aquellos cabrones.
Se pararon al lado del coche, estaba obscuro pero se distinguían sus caras. Escuchó hablar a Ana:
-¡Me estoy meando enterita! Tenía que haber ido al baño antes de salir.
-Mujer, mea aquí mismo. Seguro que no es la primera vez que lo haces. ¿Verdad?
Se echaron a reír. Paco vio que Ana se separaba unos metros de ellos. Volvió a escucharla:
-No claro, ¿quién no ha meado en el parking de una discoteca en su vida?
-Pues entonces no te cortes guapa. ¡Venga! ¡A echar una meadita!
Se quedaron en silencio. Paco notaba como su corazón golpeaba el interior de su pecho. Bombeaba sangre sin cesar. Intentaba contener la respiración para no ser descubierto pero le era imposible. Estaba muy nervioso. Decidió levantar la cabeza un poco más para ver la escena. El dolor volvía a asediar su pobre pecho. Se asomó lentamente por encima de la ventanilla.
Vio que Ana se estaba levantando el vestido, dejando a la vista un precioso tanga de color negro. Los tipos estaban alucinando con su cuerpo, la miraban deseosamente, como alimañas esperando a su presa. Ana se puso en cuclillas y echó el tanga a un lado, dejando a la luz su coñito totalmente depilado. El tal Ramón abrió la puerta de su coche y sacó una linterna de mano. La encendió iluminando completamente a Ana, que en un acto reflejo se tapó la cara con una mano para no ser deslumbrada.
Rompieron a reír cuando el chorro de pis amarillo empezó a brotar del coño de Ana, que con una mano se retiraba el tanga para no empaparlo y con la otra se tapaba la cara. El cabrón de Ramón dijo:
-¡Esto no nos lo podíamos perder! ¡Será guarra!
-Ya lo creo Ramón, menuda putita nos hemos encontrado. ¡Mira como mea para nosotros!
-Meate encima putita......
Ana estuvo en esa posición cerca de un minuto. El pis salía fuertemente despedido de su rajita salpicándole las piernas. El chorro fue poco a poco aminorando hasta que salieron dos o tres pequeños chorros y cesó. Entonces dijo:
-¿Me acercáis mi bolso? Creo que llevo clínex.
Ramón seguía alumbrando la escena. Su amigo y él cruzaron las miradas y entonces apagó la linterna. Se acercó a Ana que todavía estaba en cuclillas y la cogió del brazo para levantarla. Ana se incorporó con el vestido subido hasta la cintura y el tanga a un lado, mostrando su coñito de nuevo. Al lado de aquel cerdo, parecía mucho más alta. Le sacaba casi una cabeza. Mientras todavía la sujetaba del brazo dijo:
-Putita, no te van a hacer falta los clínex. Déjame que te limpie con mi mano. A ver qué tienes ahí abajo....
Ramón empezó a sobarla el coño de arriba abajo. Empezaba en el pubis y bajaba lentamente hasta meter prácticamente su mano debajo de ella entre sus piernas, rozando el agujerito del culo. Cuando llegaba al final, volvía lentamente hasta el pubis. Ana tenía los ojos cerrados. El muy cabrón no la soltaba del brazo (por miedo a que se escapase, pensó Paco).
Al cabo de un par de minutos paró, y empezó a masturbar a Ana allí mismo de pie, mientras que su amigo miraba atentamente la escena y se sobaba el paquete por encima del pantalón. A Paco le pareció que mientras el amigo mirón se tocaba mirando la escena, sacaba la lengua y hacía círculos con ella en el aire. Eran unos verdaderos cerdos (pensó Paco).
Paco se fijó en su amada Ana, que ahora separaba las piernas y disfrutaba de la mano del tal Ramón, que no paraba de meter y sacar los dedos de su coñito. Ana gemía al compás de sus dedos. Tenía la boca abierta y la mirada perdida. Aquel cabrón sabía hacerla gozar. Ana empezó a gemir más fuerte y Ramón aceleró la mano. No le soltaba el brazo. El muy cabrón dijo:
-Vamos putita, córrete. ¡Guarra!
Ana empezó a correrse, casi gritaba de gusto. Las piernas le flojearon mientras gemía sin parar. Ramón seguía masturbándola muy fuerte, no paraba, y Ana seguía corriéndose allí de pie, como una vulgar puta barata. Entonces Ramón le soltó el brazo y Ana se tambaleó. Estaba visiblemente afectada por el alcohol.
Ramón le hizo una seña a su amigo, que enseguida se acercó a él y le dijo:
-Sácate la polla que esta putita nos va a hacer una buena mamada. ¿A que sí?
Volvió a cogerla del brazo y tiró de ella violentamente hacia abajo. Ana se agachó, quedando de nuevo en cuclillas, con el coño al aire y la cara a la altura de sus braguetas.
Paco, que continuaba mirando oculto en su coche, agudizó la vista y pudo ver como aquellos cerdos se bajaban los pantalones y le ponían las pollas erectas a escasos centímetros de la cara de Ana. Se fijó en que no estaban mal dotados. Ana empezó a hacerles una paja a la vez, mirando fijamente la polla del tal Ramón, que era algo más grande que la de su amigo. No hizo falta animarla, ella solita se acercó la punta de la polla de aquel cerdo y empezó a hacerle una buena mamada. Volvieron a reír al sentirse tan afortunados. El amigo de Ramón dijo:
-Joder. ¡Qué puta!
Ana no paraba de chupar. Arriba y abajo, arriba y abajo. Se notaba que tenía mucha práctica comiendo pollas. Mientras mamaba no paraba de pajear al amigo. Estuvo así un buen rato, hasta que el amigo de Ramón se quejó:
-¿Y a mí no me la chupa o qué?
Entonces Ramón apartó la cabeza de Ana cogiéndola por la coleta. Ana le miraba a la cara sumisamente. Ramón le giró la cabeza hasta que se encontró con la polla de su amigo pegada a la cara. Ana no dudó ni un segundo y se la metió en la boca. Se notaba que el amigo tenía la polla más pequeña porque no le costó metérsela entera en la boca. Los dos cabrones miraban atónitos ante aquella mamada. No paraba de pajear a Ramón mientras tragaba y tragaba la polla de su amigo.
Paco seguía mirando desde el interior de su coche, agazapado como una liebre, con los ojos abiertos de par en par presenciando a su "amada" Ana follando con aquellos dos cerdos que sólo podían inspirarle repugnancia. Notaba su pecho comprimido, inspiraba el aire poco a poco, se sentía angustiado por aquello. Aún así, se fijó en la tremenda erección que tenía. Hacía tiempo que no la tenía así de dura (pensó Paco). Se apretaba su duro paquete con una de las manos que tenía libres. Se sentía un sucio mirón, un depravado, pero la excitación que sentía en aquel momento no le dejaba pensar más allá de la escena que estaba presenciando. Decidió sacarse la polla y tocarse.
Fuera, en mitad de la noche y los coches, las alimañas seguían devorando a la pobre Ana. Paco agudizó la vista y se fijó en la cara del tal Ramón. El muy cabrón no paraba de sonreír, se sentía un líder, se sentía como un rey.
En aquel instante, Ana se incorporó y el guarro de Ramón se puso detrás de ella rápidamente. Se la iban a follar.
-Vamos niña, ¡agáchate un poco que no llego joder!
Ana continuaba con el vestido subido hasta la cintura y el tanga de medio lado, no paraba de pajear al amigo. Flexionó un poco las rodillas y arqueó las caderas, dejando sus agujeros totalmente expuestos a la gorda polla de Ramón, que ya estaba preparando la metida separando de par en par las nalgas del culito de Ana.
Paco se fijó en el balanceo de sus cuerpos. Ana empezó a gemir con mucha fuerza. El cabrón de Ramón le había metido la polla casi de un golpe y no paraba de follarla fuertemente, sin compasión. Mientras, el amigo intentaba meterle la polla en la boca a Ana, pero le era difícil acertar.
-¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! ¡Te voy a destrozar puta!
El gemido de Ana se había convertido en gritos ahogados a cada embestida de la bestia que la follaba. Había que reconocer que el tal Ramón follaba como un cabrón. No contento con aquello, le cogió de la coleta y levantó su carita tirando de ella. Su cara era un poema, Ana tenía los ojos cerrados y una expresión en la cara de dolor. Tenía la boca totalmente abierta y soltaba pequeños gritos de placer con cada metida que le daban.
-¡Toma polla puta! ¡A que no te habían follado nunca así zorra!
El amigo se había apartado de ellos y se pajeaba tranquilamente mientras veía el espectáculo. Ana le contestó mientras aquel cabrón tiraba más y más de su pelo:
-¡Noooooo! ¡No me han follado así nunca!
-¿Y te gusta puta? ¿Te gusta lo que te hace Papi?
-¡Sí! ¡Sí! ¡Me gusta!
En ese momento el cabrón de Ramón pegó cuatro o cinco embestidas brutales, clavándole totalmente la polla dentro de su coñito. Y dijo:
-¡Me corroooooooooooooooo putaaaaaaaaaaa!
Paco, que miraba totalmente excitado desde el coche, notó que se corría sin tocarse la polla. Miró hacía sus pantalones y vio como la leche brotaba de su capullo lentamente sin ni siquiera haberse rozado. Siguió mirando la escena que le había provocado aquella extraña eyaculación precoz.
Ana permanecía arqueada con Ramón pegado a su culo. Le había soltado por fin de la coleta y ahora tenía la mirada apuntando al suelo. Cogía aire. Apoyaba sus brazos en sus rodillas. Ramón se salió de ella y se dirigió a su amigo, que estaba totalmente empalmado con la polla en la mano.
-Venga que te toca a ti. Esta jodida puta me ha sacado hasta la última gota de leche que tenía en los cojones. ¡Joder qué gusto!
El amigo cogió a Ana del brazo y la apoyó en el capó de su coche. Ana quedó tumbada boca arriba con las piernas separadas. Aquel cerdo la quería follar al estilo misionero encima del coche. Ana se quejó:
-Despacio por favor, que tu amigo me ha hecho daño. Me duele el chichi por dentro.
Los dos cabrones rompieron a reír cuando la escucharon decir aquello a Ana. El amigo la tranquilizó mientras apuntaba con la polla en su coño.
-Tranquila, yo la tengo más pequeña que Ramón. Pero te advierto que soy más guarro que él.
Paco notó que volvía a correrse sin apenas tocarse. Estaba tan excitado que no se la había bajado la erección, y ahora notaba como un nuevo orgasmo llegaba. Empezó a temblar mientras miraba a Ana abierta de piernas quejándose del dolor de su coñito. La leche brotó de nuevo de su capullo. Se había convertido en un mirón de mierda, pero le gustaba (pensó).
El amigo empezó a follar a Ana despacio. Metía y sacaba la polla lentamente. Estaba disfrutando de ella. Ana se tocaba los pechos mientras se la follaba. Ramón se había encendido un cigarro y contemplaba la escena con la polla flácida fuera del pantalón.
El amigo dijo:
-¿Ya no te duele el coño verdad?
-Noooooooo... Ahora me gusta.. Me gusta...
Ana se pellizcaba los pezones y se tocaba el clítoris. El cabrón que la follaba gemía profundamente con cada metida. De pronto paró y le arrancó de un tirón el tanga negro que Ana llevaba puesto. Ana se quejó de dolor.
-Tranquila, tu puto tanga me rozaba los huevos.
Tiró el tanga roto al suelo y siguió la lenta follada que le estaba dando a la guarra de su amada. Ana no paraba de tocarse el clítoris haciendo círculos y movía lentamente sus caderas arriba y abajo. La muy guarra estaba gozando de lo lindo. Empezó a mover más rápido la mano que masajeaba su clítoris mientras aquel cerdo la metía y sacaba la polla a golpes lentos. La estaba volviendo loca.
-¡Ahhhhh! ¡Me voy a correr!
-¡Córrete puta! ¡Córrete! Mira Ramón, ¡se va a correr la muy golfa!
Ana comenzó a correrse emitiendo unos fuertes gemidos. Arqueaba su cuerpo sobre el capó del coche. La polla del cerdo no paró de entrar y salir de su coñito durante todo el orgasmo. Ana vibraba de gusto mientras iba parando el masaje de clítoris que se estaba dando. Estaba guapísima (pensó Paco). Su cara era de total lujuria. ¿Cómo podía su amada Ana hacer esas cosas con aquellos cabrones?
El amigo paró la follada y dijo:
-¿Ahora me toca disfrutar a mí no? Abre el culo puta, ábrelo.
Sacó su polla del coñito de Ana y separó las nalgas para ver el agujero de su culito. Ramón se acercó para echarle una mano. Separó mucho las nalgas y el ano de Ana quedó totalmente expuesto.
-¡No por favor! Por ahí no......
Ramón la replicó:
-¡A callar joder! Ahora me dirás que eres virgen del culo.
-No, no soy virgen por ahí, pero siempre que lo he hecho me ha dolido.
-¡Pues te jodes! ¡Aquí no eres más que una puta! ¡Haz lo que mejor se te da puta!
Ana no volvió a decir nada. Ramón separó fuertemente las nalgas de Ana y su amigo enfiló el capullo hacia su agujero. Presionó despacio y la polla fue entrando poco a poco. Ana emitía pequeños quejidos, mitad dolor mitad gusto. Cuando tenía media polla dentro de su culo, el muy cerdo metió la mitad que quedaba fuera de un golpe. Ana pegó un grito agudo que debió de oír hasta el puerta de la discoteca.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Cabrones! Me duele......
Empezó a follar el culito lentamente, como hiciese con su coño antes. Ramón se separó y empezó a meneársela mirándoles. Ana empezaba a quejarse menos de la follada anal que le estaban propinando. Parece que se estaba relajando. Ahora la polla entraba y salía de su culito sin apenas esfuerzo. El follador dijo:
-Así así.... Qué culo más estrecho joder... Qué estrecho.... Me vas a romper la polla de lo estrecho que está puta.....
Ana volvió a masajearse el clítoris y el coñito mientras aquel cerdo la rompía el culo.
Paco, que permanecía oculto en su coche, había empapado el asiento del acompañante con su semen. El pecho le seguía doliendo pero ahora no le hacía el más mínimo caso. Estaba concentrado mirando las guarradas que le estaban haciendo a su amada Ana. Vio que seguía totalmente empalmado, aún habiéndose corrido dos veces. Notó que también hacía manchado de semen sus pantalones. Siguió observando.
Ana se dedicaba por entero a tocarse el coño. Se metía los dedos y los volvía a sacar, hacía circulitos en su clítoris y volvía a meterse los dedos. El cabrón la seguía follando lento pero profundo su culito. Ahora la muy puta ya no se quejaba. Por el contrario, estaba disfrutando de lo lindo.
-Vamos puta, córrete como antes. Vamos, tanto quejarte y resulta que te hemos dado el culo de sí. ¡Serás puta!
Ramón, que seguía manteniendo la sonrisa, se masturbaba con la polla erecta de nuevo, a espera de entrar en acción.
Ana aceleró sus manos, se tocaba como una posesa. Sus gemidos empezaron a hacerse cada vez más fuertes. La polla seguía taladrando su culito y ella lo agradecía como la más puta de las putas. Entonces empezó a correrse. Al igual que antes, su cadera describía círculos mientras le temblaban las piernas. Su boca estaba entreabierta mientras exhalaba el aire a golpes. Estaba teniendo un fuerte orgasmo. Ramón se lo agradeció:
-¡Muy bien! ¿Has visto como al final te gusta que te partan el culo? jajajajaja
-Sí, me gusta..... Me gusta...... ¿Qué me hacéis cabrones?
El amigo, animado por el orgasmo de Ana, empezó a follarla con más fuerza. Ana volvía a gemir. El muy cabrón se iba a correr en su culo.
-¡Toma puta! ¡Me corro en tu culo!
Dio varios empujones y se corrió dentro del culito de Ana. Al sacar la polla, quedaron a la vista sus partes más íntimas. Se podía observar como el semen de Ramón salía de su coñito y como el semen del amigo salía de su culito. Era una imagen increíble. Ana permaneció tumbada unos segundos, cogiendo aire. Hizo el amago de levantarse pero Ramón la sujetó:
-Tranquila niñita. ¿No ves como me he puesto viendo la escena que habéis protagonizado? Ahora esto hay que bajarlo.
Ana volvió a apoyar la espalda en el capó y separó las piernas. Sus agujeros volvieron a quedar expuestos. La polla de Ramón, visiblemente más grande y gorda que la de su amigo, estaba totalmente dura. El muy cabrón iba a destrozarla el culo. Jugueteó con la puta de su capullo gordo en el coñito de Ana, la restregaba de arriba abajo haciendo paradas en su clítoris. Ana tenía los ojos cerrados y una visible cara de gusto, pero en el último momento cambió de parecer y apuntó directamente a su ano. No tuvo el mismo tacto que su amigo y de un golpe metió todo aquel pollón en el culito dilatado de Ana.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Mi culooooooooooooooo! ¡Ahhhhhhhhhhhhh!
El muy cabrón empezó a follarla el culo con fuerza. Daba golpes secos para meterla totalmente en su culito. Ana se quejó:
-¡Ahhhhhhh! No tan fuerte, no tan fuerte….. ¡Ahhhhhhh! ¡Mi culito!
Pero Ramón no paró de dar aquellas fuertes embestidas. Una y otra vez la iba follando el culo hasta que Ana dejó de quejarse, pasando a unos fuertes gemidos. La muy puta se iba a correr de nuevo. Ahora el discurso era muy distinto:
-Sigue, sigue cabrón. ¡Me estás destrozando el culo pero no pares!
Ramón no paraba de follarla duro. Con las manos separaba las piernas de Ana para tener una visión completa de su coñito y su culo. Eran unos verdaderos cabrones, no cabía ninguna duda.
A escasos metros de ellos, Paco continuaba oculto en su coche. Miraba el espectáculo totalmente excitado. Se tocó la polla y constató que seguía totalmente empalmado, aun habiéndose corrido varias veces. Lo estaba poniendo todo perdido de semen. Se rozó el capullo con la palma de la mano y notó como un nuevo orgasmo afloraba. Apartó inmediatamente la mano, quería correrse pero cuando su amada Ana lo hiciera. Quería compartir su orgasmo aunque sólo fuese de aquella manera, a distancia, en la sombra, pero tan unidos. Paco la sentía tan cerca que podía notar el calor de su aliento en su mejilla. Volvió a fijarse en las brutales embestidas de la follada del cabrón de Ramón.
-¡Toma guarra toma! ¡Qué culo tienes puta!
En aquel momento, Ana empezó su excitante ritual antes de llegar al orgasmo. Sus caderas empezaron a describir ligeros círculos y su cuerpo vibraba desde la cabeza a los pies. Gemía cada vez más fuerte. Tenía los ojos abiertos pero la mirada perdida. Esta vez estaba llegando al orgasmo sin masturbarse. Con sus manos se apretaba los pezones como si quisiese arrancárselos de los pechos. Entonces gritó:
-¡Me voy a correr! ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Un fuerte orgasmo le sacudió brutalmente el cuerpo. Paco ni siquiera se tocó la polla. El semen empezó a brotar de su capullo mientras miraba la cara de Ana. Notaba como su polla expulsaba lentamente el semen sobre la moqueta del asiento del coche. Sentía un gusto tremendo aderezado por la rabia de ver a su querida Ana follada y humillada por aquellos cerdos. Se sentía sucio y despreciable pero no podía parar de mirar la escena.
Entonces vio como Ramón se quedaba quieto pegado al culo de Ana haciendo fuerza. El muy cabrón se estaba corriendo:
-¡Toma mi leche en el culo! ¡Tómala! ¡Tómala puta!
Se quedaron así cerca de un minuto hasta que Ramón sacó la polla del culito de Ana. Entonces Paco pudo ver la enorme dilatación de su ano. Parecía que no se fuese a cerrar nunca más. Lo habían taladrado sin compasión, pero a la muy puta le había gustado.
Empezaron a colocarse la ropa y Paco se agachó en el asiento del coche por miedo a ser descubierto al final. Les escuchaba decir:
-Te has portado muy bien. Ramón y yo llevábamos sin follar bastante tiempo y nos has dejado los huevos vacíos de leche.
-Gracias, yo también lo he pasado muy bien, aunque me duele el culo.
Paco escuchó a Ramón decir:
-Ya se te pasará niña, el culo es lo que tiene. Pero no me vayas a decir ahora que somos los primeros que te jodemos el culo porque no me lo creo. ¡Ahí cabe un camión!
Se oyeron sus risas. Luego el ruido de las puertas del coche al cerrarse. Se oyó el motor y las ruedas deslizándose por el pavimento. Finalmente quedó el silencio.
Paco salió del coche y vio las manchas de semen de su pantalón. Cogió un trapo del maletero y se limpió nerviosamente. También limpió el asiento del acompañante y parte del interior de la puerta. Se tocó el pecho. Notaba aún el dolor, pero ahora era leve, estaba remitiendo.
Se percató de que había algo tirado en el suelo. Parecía una prenda de ropa. Se agachó y lo cogió. Era el tanga de Ana. No se había molestado en recogerlo. Una de las tiras estaba rota. Recordó que el amigo de Ramón se lo había arrancado a Ana mientras se la follaba. Se metió en el coche y lo observó entre sus manos temblorosas. Era de color negro con un delicado encaje en los bordes. Se lo acercó a la nariz y lo olió profundamente. Se lo pegó a la boca y respiró profundamente. Era su olor, su más íntimo olor. Se lo pasó por la cara, su tacto le gustaba. Volvió a pegárselo a la boca, lo besó. Susurró su nombre…… Ana….
Cuando llegó a casa eran cerca de las 6 de la madrugada. Aún no había amanecido. Se metió en la cama pero aquellas imágenes le asaltaban constantemente. Veía una y otra vez a su querida Ana abierta de piernas, meando en cuclillas, sodomizada por aquellos bastardos, chupando sus pollas……. No podía dormir. La veía en todas aquellas escenas una y otra vez. Se levantó y cogió su tanga. Lo volvió a oler profundamente. Notó que estaba empalmándose. Empezó a masturbarse allí mismo, de pie, en el salón. Su imagen se reflejaba en el espejo de la pared. Se sorprendió a sí mismo desnudo con el tanga de Ana en la boca, masturbándose de pie, nerviosamente. En menos de un minuto se corrió. Miraba su extraña figura reflejada en el espejo, en la penumbra del salón, mientras el semen caía al suelo lentamente, pegajoso.
Se volvió a meter en la cama. Esta vez se sumió en un profundo sueño. Soñaba que se encontraba en una playa desierta con su amada Ana. Ella estaba de pie en la orilla, dándole la espalda. Él la observaba desde la toalla. El sol quemaba su fina piel mientras se iba metiendo lentamente en el agua. Al instante desapareció de su vista. Se levantó asustado, quería ir a buscarla. ¿Dónde se había metido? Intentó correr hacia la orilla pero su cuerpo pesaba enormemente. Avanzaba con dificultad mientras gritaba desesperado el nombre de Ana. Cuando llegó al agua todo se hizo negro. Se sumergió pero jamás la encontró….
Nota del autor: se agradecen los comentarios.