Ana de vacaciones (8)
La semana de emputecimiento de Ana con Hicham.
Tras hablar con mi madre, me volví a poner el tanga ajustado, el vestidito amarillo y unas plataformas. Fui al ciber con la cámara de fotos. De nuevo estaban Emilio y Miguel, no había nadie más en el ciber.
Vaya, vaya si es nuestra puerca favorita. dijo Emilio cuando entré.
Hola guapos. saludé yo. Traigo más fotos para mi web. ¿Podéis ayudarme a subirlas?
Claro, hemos subido las que te hicimos en el restaurante dijo Miguel, mientras ponía el cartel de cerrado en la puerta. Vamos a la trastienda.
Pasamos a la trastienda, mientras Miguel volcaba a un directorio todas las fotografías del día anterior, Emilio me ordenó que me desnudase a la vez que me enseñaba mi página web con las fotografías que ellos habían subido.
Las fotos que habían subido en mi web eran preciosas, había salido muy guapa chupándoles las pollas. Les di las gracias. Miguel me dijo que tenía más de 80 fotos en mi cámara y que deberíamos de hacer una selección. Nos sentamos los tres en unas sillas, yo en medio tocándoles los rabos que se habían sacado del pantalón mientras revisábamos las imágenes. Sin que me lo pidieran, yo misma me saque las tetas por encima del vestido para que pudieran acariciármelas a su placer.
Al ver a Marta, dijeron que estaba muy buena y me preguntaron quien era esa puta, les conteste que era mi hermana y que estaba aprendiendo a ser una buena guarra. Los dos dijeron que les gustaría conocerla. Volví a sentir esa punzada de envidia, estos chicos eran mis amigos, Marta no los conocía, y sentía que me los estuviese robando. También era cierto que de momento no me había portado muy bien con ellos, solo se la había chupado, no habían probado mi coño y era normal que estuvieran algo resentidos conmigo y pensaran que Marta sería más amable.
Decidí arreglarlo allí mismo. Abrí una sesión con mi contraseña en la web y le propuse a Miguel que subiera las veinte fotos que más le gustasen, mientras Emilio me follaría en la trastienda. Cuando Miguel hubiera acabado podría unirse a nosotros. Miguel dijo que de acuerdo, pero que él quería encularme. Le contesté que por supuesto que me encantaría.
Se la chupe un rato a Emilio antes de que me la metiera, el chico se corrió enseguida, incluso antes de que llegará Miguel. No llegó ni a darme tres embestidas, antes de eyacular en mi interior. Cuando me la saco, se la limpie con la boca, diciéndole que era un machote y que me había hecho gozar como una loca. En el fondo pensaba que era un niñato, que no sabía follar pero no quería que se sintiera avergonzado, así que opte por mentirle.
La actuación de Miguel tampoco fue nada memorable, aguanto un poco más. También se la chupe, y me la metió por el coño. Al cabo de unos minutos, le pregunte si no quería probar mi culo. Se salió de mí y yo me puse a cuatro patas, mientras lo hacia me escupí en la mano y lubriqué mi ano con mi saliva. No llego a darme ni una embestida, en cuanto me metió el glande se corrió como un subnormal. No obstante le mentí igual que a Emilio, se la limpie dándole las gracias por el placer que me había dado.
Estaba bastante claro que eran un par de niñatos pichaflojas. No solo era el sexo, era la forma en la que me trataban, no disfrutaba con ellos. Al pensar en lo diferente que era Hicham, y como me había hecho gozar volví a sentir esa sensación de gozó. Creo que me estaba enamorando de Hicham.
Mientras ellos se vestían, revise las fotografías que había subido Miguel. Al menos eso lo había hecho bien. La selección que había hecho era buena, yo solo salía en tres fotos, dos eran con Marta, hechas por Don Higinio antes de salir del piso y en la tercera estaba yo sola con la verga de Don Higinio en mi boca. El resto de fotografías eran de Marta con los tres chicos. Miguel había procurado subir solo las fotos en las que su cara estuviera perfectamente visible. Al ver su expresión de felicidad, mientras era follada, me alegré por ella. Sin embargo no dejaba de estar enfadada con Miguel y Emilio. Sabía que no era culpa suya estar tan verdes, pero me habían dejado tremendamente insatisfecha.
Bueno putilla, me debes 600 euros. dijo Miguel mientras yo me vestía.
¿Qué? conteste sorprendida.
Acordamos 30 euros por foto, precio de amigos, y han sido 20 fotos. No te cobramos los dos polvos. me contesto socarrón.
Estaba indignada, una hora de ordenador costaba dos euros, subir las fotos le había costado menos de diez minutos. Era cierto que yo había aceptado 30 euros, pero creía que sería por subir todas las fotos. Mi familia es rica, tengo dinero de sobra, y no me preocupa gastarlo o dárselo a un hombre para que se sienta superior a mí. Si me hubieran echado un buen polvo, le habría pagado con una sonrisa, para que no se olvidara de mí y quisiera volver a verme. Estaba visto que ninguno de los dos tenia la más mínima idea de como tratarme, y parecía que lo único que les importaba era sacarme dinero. También pensé que Hicham se merecía mucho más el dinero que ellos. Decidí que ya estaba bien, yo no era su cajero automático.
No puedo pagarte, hoy he agotado el límite de mi tarjeta y no llevo tanto dinero. le contesté, lo cual encima era verdad.
Bueno en ese caso, quiero que vuelvas mañana con el dinero, más los intereses. El 25 por cien diario, así que tráeme 800 euros.
Si me hubiera propuesto prostituirme hasta que le pagase, habría aceptado encantada. Pero esa falta de atención hacia mí me convenció totalmente de que no le iba a pagar. Murmuré una despedida y salí de allí apresurada.
Volví al piso, y comí algo. Medité largamente sobre mi situación. Mi posición en esos momentos era bastante lamentable, estaba atrapada con unos niñatos que no me hacían caso, Jorge se había ido, Don Higinio estaba ocupado con Marta y no sabia lo que estaba haciendo Hicham. Como podían unas vacaciones que iban tan bien, estropearse tanto tan rápidamente.
No hacia ni dos horas que se había ido Hicham, y lo echaba de menos muchísimo. Si estuviera a mí lado yo estaría bien. Estuve llorando un montón de rato. Al final desesperada llamé a Jorge.
Sí me contestó.
Jorge, soy Ana, perdona ya se que no querías que te molestase, pero es que no sé que hacer. Estoy desesperada. le dije.
Tranquila putilla, dime que te pasa.
Se lo conté todo. Todo lo que había pasado con los chicos del ciber y el problema que tenía con ellos, lo de Hicham y lo que me había hecho sentir. Cuando fui a contarle lo de Marta, me dijo que ya sabía todo lo de Marta, que no era necesario que yo le dijera nada. Me pregunto si mi madre iba a venir, y le dije que sí, que tenía que convencer a mi padre, pero que seguro que llegaría la próxima semana. Me sentó muy bien hablar con él y desahogarme. Fue muy comprensivo conmigo.
Me dijo que no me preocupase por los chicos del ciber, que él se encargaba de eso. Que no volviera por allí y me comprase un portátil para subir las fotos desde el piso yo misma. También me dijo que había tenido mucha suerte al conocer a Hicham, que él era justo lo que yo necesitaba. Me dijo que él estaba muy ocupado coordinando con Don Higinio el entrenamiento de Marta, y que iba a esta muy liado preparando la visita de mis padres. No iba a tener tiempo de ocuparse de mí.
Le pregunte si podía hacer algo por él, y me dijo que él estaba bien. Estaba viviendo en el chalet de un amigo de Don Higinio, tenían unas putas ucranianas para entretenerse. Que todo estaba yendo con Marta como habían planeado, y que yo debía de ser fuerte y aguantar, que al final vería como todo acababa bien. Me propuso que buscará a Hicham y lo invitase a quedarse conmigo, que seguro que con él me animaba. Por el piso no había problema, hasta que llegarán mis padres iba a estar completamente disponible para mí.
Le di las gracias por sus palabras de ánimo, y asegurándole que siempre sería su putilla me despedí de él. De repente estaba muy contenta, iba a volver a estar con Hicham. Tenía que encontrarlo. Le llamé a su móvil nuevo, pero nadie contesto. Estaba decidida, tenía que encontrarlo, bajé a la calle, y fui con mi coche a la casucha del día anterior donde había entregado la bolsa con los DVDs.
Aparqué cerca de la casa, y fui andando. Al igual que el día anterior, en la entrada había cuatro o cinco inmigrantes magrebis hablando entre ellos. Trate de hacerles entender que buscaba a Hicham, y me señalaron dentro de la casa. Entré. Dentro estaba muy oscuro, y sucio. La casa se caía a pedazos, había charcos de orín en las esquinas y basura por todas partes. Oía unas voces, provenientes del salón y fui hacia allí. Sentí un poco de miedo, pero no iba a renunciar a Hicham por ello.
Me encontré con cinco moros y negros, sentados alrededor de una mesa bebiéndose una de las botellas de whisky que le había dado a Hicham. Ninguno de ellos tenía menos de 40 años, y todos tenían un aspecto lamentable. Estaban bastante borrachos, los cascos vacíos de las otras botellas estaban tirados en el suelo. En un sillón desvencijado estaba Hicham roncando fuertemente, se ve que se había emborrachado profundamente y estaba durmiendo la mona placidamente. Tenía una pequeña mancha de vomito en el pecho de la camisa que le había comprado, y las babas le colgaban de la boca. Me alegre enormemente al verlo, y fui corriendo a abrazarle y besarle.
Le bese por toda la cara, lamiendo las babas que le colgaban de los labios, aunque tenían un fuerte sabor a bilis me sentí transportada al séptimo cielo al hacerlo. Estuve un buen raro besándolo, metiendo mi lengua en su asquerosa boca, pero él no se despertaba. Decidí esperar a que se despertara de la mejor de las maneras posibles, lamiéndole la polla. Me arrodillé entre sus piernas y le bajé la bragueta. Su polla estaba flácida y arrugada, y a pesar del baño de esa mañana, volvía a apestar a meados. Pero no importaba, para eso estaba yo, para limpiársela y adorarla con mi boca.
Sus amigos al verme se habían levantado y borrachos como cubas se pusieron a mí alrededor a hablar entre ellos. Me señalaban, decían cosas en su idioma y se reían. Seguramente me estaban insultando y riéndose de mí, pero no me importaba yo me sentía la mujer más feliz del mundo. Al cabo de un rato, uno de ellos me toco el culo levemente, yo ni me inmuté y seguí lamiendo la polla de Hicham. Al ver que yo no protestaba, se fueron animando a meterme mano de forma cada vez más descarada. Me apretaban los cachetes del culo, me daban palmadas, uno se arrodillo a mi lado y comenzó a magrearme las tetas. Yo me dejaba hacer, contenta de seguir lamiendo el arrugado rabo de Hicham. Solo protesté cuando intentaron separarme de Hicham.
Al ver que lo único que me importaba era seguir chupando esa polla, decidieron dejarme seguir chupando y ser ellos los que se adaptasen a mi postura. Varios de ellos se habían sacado ya los rabos, y estaban masturbándose intentando conseguir una erección, estaban tan borrachos que les costaba mucho. Ninguno de ellos cuidaba su higiene, y la habitación se lleno de un intenso olor a meado y sudor. El primero en conseguir una erección se situó detrás de mí, me levanto la falda por encima del culo y apartando mi tanga a un lado, me la metió de un solo golpe. Noté como entraba, dándome placer, sin embargo mi placer principal estaba delante, en la polla de Hicham.
Tras unos minutos bombeando mi follador se corrió dentro de mi coño, se limpio en mi falda. En seguida otro ocupo su lugar. No se cuantos me follaron durante la siguiente hora y media, otros nuevos entraban en la habitación y algunos salían. Algunos repitieron varias veces. Mi coño era una barra libre para aquellos muertos de hambre. Todos me follaron en la misma postura corriéndose en mi coño, a nadie le importo que mi coño rebosara de la lefa que sus compañeros me habían metido dentro. A mí menos que a nadie, yo solo estaba centrada en Hicham. No me importaba que me follaran hasta dejarme el coño en carne viva mientras me dejaran adorar su polla. En algún momento me quitaron el tanga, yo ni siquiera me entere. Finalmente el flujo de mis folladores fue disminuyendo, alguno me la metía de vez en cuando y me follaba hasta correrse, pero mi coño comenzó a estar más desocupado que ocupado. Yo había tenido un montón de orgasmos, pero no estoy segura de si habían sido por las folladas o por el placer de comerme el rabo de Hicham.
Llevaba casi dos horas arrodillada, chupando la polla de Hicham, me habían follado más de 20 veces, tenía las rodillas doloridas y magulladas y la mandíbula agarrotada de estar con la boca abierta, cuando la polla de Hicham comenzó a empinarse, su polla se despertó unos minutos antes que él. Nada más abrir los ojos, vio su polla en mi boca y mi mirada suplicante y sonrió. Esa sonrisa hizo que me olvidará de todos mis dolores y penas.
Adaptándose perfectamente a la situación me cogió del pelo con ambas manos, y comenzó a follarme la boca fuertemente, moviendo bruscamente mi cabeza arriba y abajo. Yo volvía a estar en la gloria sintiendo esa verga llegándome a la garganta, y abriendo la boca para que entrase lo más adentro posible. Tras un buen rato follándome la boca, se corrió. Soltó un montón de su sabroso semen en mi boca, que saboree con deleite, recreándome en su maravilloso sabor. Hicham se levanto con pasos temblorosos, habló con sus amigos en su idioma, supongo que les estaba preguntando que coño hacia yo allí. Luego sin guardarse la polla, salio por una puerta. Al levantarme vi el charco de semen, que se había formado en el suelo debajo de mi coño, era impresionante.
Seguí a Hicham por la misma puerta. Él estaba en el patio trasero, se acerco a una esquina, se cogió la polla y comenzó a orinar. Yo que seguía fascinada, me arrodillé a su lado viendo de cerca como salía el meado de su hermosa polla. Mientras orinaba me acariciaba la cabeza, como a un perrito. Estaba satisfecho conmigo. Cuando finalizó se la sacudió un par de veces, y antes de que pudiera guardársela adelante mi cabeza y me la metí en la boca. Se la limpie, tragándome las últimas gotas de orina que le quedaban. Él no pudo reprimir una carcajada.
Me dijo que se alegraba de verme, lo que hizo que se me encendiera la cara de orgullo y satisfacción. Yo con mucho respeto le dije que lo echaba de menos, y que me haría un gran honor si me permitía invitarlo a mi casa. Él acepto. Cogimos la bolsa que le había regalado y salimos de allí hacia mi coche, insistí en llevar yo la bolsa para que él fuera más descansado. Debía de tener una gran resaca, porque su andar era muy vacilante.
Mientras andábamos notaba el semen de todos esos hombres saliendo de mi coño, y resbalando por mis piernas. Me sentí la guarra más afortunada del mundo, iba caminando al lado de un hombre absolutamente asqueroso, al cual adoraba, con el coño chorreando la leche de no se cuantos desconocidos. Recuerdo desear que ese momento fuera eterno.
Condujimos hasta mi casa, yo dejé una gran mancha de semen en el asiento del conductor de mi coche. Subimos al apartamento, al entrar le di las gracias por haber aceptado mi oferta. Sin apenas dirigirme la palabra, se fue derecho a mi habitación, se desnudo y se acostó. Pobrecito, debía de tener una resaca impresionante. Aproveche que estaba durmiendo, y fui al centro comercial, compré un portátil, una impresora de fotografías y papel y quince botellas de whisky caro. Regresé a casa antes de que él se despertara.
Los siguientes siete días fueron maravillosos. Solo salía del apartamento para comprar comida y bebida, el resto del tiempo me dedicaba a complacer a Hicham. Dentro de casa siempre estaba desnuda. Tal y como yo esperaba, Hicham me confirmo que era un cabrón de la hostia y un machista integral. Me trataba con una saña y mala leche increíble, a mí me encantaba que me diera caña y me dejaba hacer todo lo que el quisiera.
Me follaba con mucha violencia, mientras yo chorreaba como una guarra. Cuando me enculaba a cuatro patas, me tiraba de los pelos a punto de arrancármelos, mientras me pegaba fuertes palmetazos en el culo y me insultaba en los dos idiomas que conocía.
No movió un dedo por ayudarme en esa semana, y siempre esperaba que yo le sirviera con diligencia y celeridad. Él no hacia otra cosa que beber whisky, y estaba medio borracho casi todo el tiempo. Yo era inmensamente feliz sirviéndole.
Casi siempre solía acompañar sus órdenes con una hostia, y pegaba bastante fuerte. En una ocasión estaba chupándole la polla mientras él bebía y miraba la televisión. Me despisté un momento, y sin darme cuenta cesé mis lamidas, la culpa fue mía y él actuó con toda la razón del mundo. Sin esperármelo, me pegó un duro ostión, con la mano abierta que me volvió la cara del revés. Yo reaccioné de inmediato y continúe chupándosela, mientras notaba como la sangre manaba de mi labio.
Le dije que en vez de orinar en el cuarto de baño, sería un honor para mí que lo hiciera siempre en mi boca, esto era algo nuevo para él y le gusto mucho. A mi me encantaba tragarme sus meados. El era muy amable conmigo, y siempre que orinaba procuraba retener su chorro para darme tiempo a tragármelo todo. Me prohibió ir al lavabo durante todo el tercer día, ese día orinó siete veces en mi boca. Al final mi abdomen estaba hinchado con tanta orina acumulada, y yo estaba histérica de las ganas que tenia de orinar. Él se lo pasó de muerte riéndose de mí, y yo disfruté al ser capaz de proporcionarle tanta diversión.
Le gustó mucho cuando le lamí el culo, metiendo mi lengua dentro de su ano lo más adentro que podía. Me lo ordenaba constantemente. Cada vez que iba a cagar yo me arrodillaba delante, él se entretenía escupiendo en mi boca o en mi cara, u ordenándome que le hiciera una mamada o que metiera mi cabeza entre sus piernas y le lamiera las pelotas. Por supuesto cuando acababa de cagar, yo le lamía el culo, dejándoselo limpio de rastros. No me gustaba el sabor de sus restos, pero la situación era tan denigrante que no podía evitar correrme en cada ocasión.
Yo procuraba estar siempre limpia y fresca para él, me duchaba cinco y seis veces al día, y me lavaba los dientes más veces para que él no notara ningún sabor desagradable cuando me besaba. El no necesitaba ducharse, ya que yo me encargaba de su higiene con mi lengua.
Por las mañanas, siempre me levantaba antes que él, me duchaba y le preparaba el desayuno, luego me arrodillaba a su lado esperando que despertase. En cuanto abría los ojos me lanzaba a comerle la polla, hasta que se corría en mi boca, luego esperábamos a que se le desinflase y se meaba en mi boca, ayudándome a digerir su semen. Tras mi desayuno, se levantaba e iba a desayunar él, mientras yo me arrodillaba a su lado, esperando por si el necesitaba algo.
Le encantaban mis enormes tetas, y muchas veces me las golpeaba pues le divertía ver como se bamboleaban de un lado a otro. Cuando le enseñe las gomas elásticas para los pezones, le encantaron y me las hizo llevar todo el tiempo. A veces jugaba con mis erguidos pezones, apretándomelos fuertemente intentando ordeñarme como a una cabra. Me dolía horrores, pero era muy divertido, yo incluso balaba como si fuera una cabritilla.
Como buena mujer, siempre debía de comer después que él, y muchas veces mi comida eran las sobras de las suyas, frías y mordisqueadas. Antes de darme su plato, él siempre escupía sobre los restos que me daba. Creo que esos siete días no comí nada que no llevara su saliva o su semen.
Durante esa semana, estreno el móvil que yo le había comprado. Llamó a su mujer y le ordeno que le enviase las dos pensiones desde ese instante. También acordó con un primo suyo que fuera todas las semanas a visitar su casa a darles una paliza a su mujer y a sus hijas, a cambio su mujer le pagaría cada vez que les pegara. Habló con varios vecinos, diciéndoles que sus mujeres estaban disponibles para realizar trabajos de carga, incluso acordó con ellos que trabajarían doce horas al día, que comerían lo mismo que los animales y que solo tenían que entregarles un tercio del sueldo habitual, el resto del sueldo se lo entregarían a él cuando volviese. Les dijo a los vecinos que si su mujer o hijas les ocasionaban algún problema o no trabajaban duro se lo dijeran a su primo. Al ver como volvía a retomar las riendas de su familia lo admiré profundamente.
Vinieron al piso los chicos del polideportivo con dos amigos, preguntando por Marta. Hicham no quiso que me follaran, así que me dejaron un número de teléfono para que Marta les llamase cuando volviera.
El cuarto día lamentablemente me bajo la regla. Durante tres días Hicham no quiso follarme por el coño, y solo pudo descargar en mi culo y boca. Me sentí muy culpable y quise hacerle un regalo para agradecerle lo bien que se estaba portando conmigo. Contraté a dos prostitutas búlgaras que vinieron a mi casa por la noche. Le encanto follarse a dos mujeres rubias. Esa noche yo dormí en la habitación de mi hermana, mientras oía como se las follaba. Al día siguiente me toco pagarles un suplemento a las chicas, por lo bestia que había sido con ellas y las guarradas que les había obligado a hacer.
También hubo momentos de ternura, me dejaba dormir con él en mi cama, y se dormía como un bebe mientras yo le acariciaba o lamía por todo el cuerpo, mientras él tenia sus dedos dentro de mi coño. Hablamos muchísimo, me dejo muy claro que yo nunca podría ser su mujer, ya que él no fue quien me desvirgo. Por él mismo motivo, si me preñase nunca recocería al bastardo que yo tuviera. Para él yo era como una puta más del burdel, simplemente más guapa y más conveniente porque no tenia que pagarme. Me halagó mucho que me considerase más guapa que las mujeres del burdel.
Me dijo que conmigo había aprendido cosas nuevas, que estaba deseando volver con su familia para practicarlas con sus hijas y que seguro que ellas me estarían agradecidas.
Me contó muchas historias de su tierra, como en su juventud iba con sus amigos a las aldeas vecinas, y violaban a las mujeres que encontraban solas, sobre todo si eran jóvenes y vírgenes para que no pudieran casarse. La mayoría de esas mujeres acababan en el burdel, y luego cuando él y sus amigos las visitaban las obligaban a que ellas les agradecieran lo que habían hecho por ellas.
También me habló de sus dos hijas mayores, la menor tenía los pechos más grandes, hasta que la mayor se embarazó. Le gustaba mucho más encular a la embarazada, pero la menor la chupaba mucho mejor, lo mejor era cuando tenia a las dos juntas, entonces podía dar por el culo a una y sacarla de vez en cuando para que la otra se la chupase. Como él era un buen hombre, siempre procuraba eyacular dentro del coño de la segunda para embarazarla, aunque reconoció que a veces no podía evitar correrse en el culo de su hija mayor, y entonces tenia que sacar el semen de su culo con los dedos para mecérselo a la segunda en el coño. Tenía pendiente embarazar a sus tres hijas menores, y eso hacia que tuviera morriña por volver a su aldea.
Sus historias me confirmaron lo que yo ya sabía. Él era un buen hombre que amaba a su familia y cuidaba de ellos. Yo aún seguía enfadada con su mujer y su hija mayor, pero si él iba a hacer el esfuerzo de perdonarlas si se redimían yo no podía hacer menos. Mi admiración y devoción por Hicham no dejó de crecer durante esa semana que compartimos.
Jorge y Don Higinio me llamaron un par de veces, para preguntarme como iba todo. Yo les contaba todo lo que hacia con Hicham y que era muy feliz, ellos se alegraban por mí y me animaban a que siguiera así. Me confirmaron que Marta se había adaptado muy bien, y que Jorge estaba viviendo con ellos en el chalet de Don Higinio.
Aprendí a usar el portátil, y subí muchas fotos mías y de Hicham (sin que se le viera la cara) a la web. Las fotos eran preciosas, el contraste entre mi blanco cuerpo y su piel oscura era muy hermoso.
Si hubiera sido por mí habríamos continuado así toda la vida, pero todo tiene un final. Jorge vino al piso al séptimo día, me dijo que mis padres llegaban al día siguiente y que se iba a llevar a Hicham al chalet de Don Higinio. Yo tenia que quedarme en el piso para recibir a mis padres, y contarles el guión que Jorge me prorporcinó.
Hicham estuvo de acuerdo en irse con Jorge, sobre todo cuando se entero de que eso incluía follarse a mi hermana. Yo me quede sola esperando a que mis padres llegaran al día siguiente, sin embargo esta vez no me sentí mal por quedarme sola. Había estado en el paraíso, y si todo salía como habían previsto volvería a él muy pronto.