Ana de vacaciones (7)

La hermana de Ana va camino del emputecimiento, y Ana conoce a alguien que le hara sentir sensaciones nuevas. Leer los relatos anteriores para poder comprender este.

Don Higinio me pidió que se la chupara muy suavemente, mientras oíamos como se iban a follar a mi hermana. Yo me saque las tetas por encima del vestido. Estaba muy excitada, las gomas elásticas me apretaba mucho los pezones. Antes de arrodillarme, me había subido el vestido por la cintura, para poder masajearme el clítoris, de vez en cuando me acariciaba los pezones, cada vez que lo hacia me dolía un poco, pero me gustaba.

Intente ser muy delicada con Don Higinio, él no quería correrse, simplemente disfrutar del espectáculo de una guarra siendo follada por tres tíos. Mi misión era hacer ese espectáculo más placentero para él. Oíamos todo lo que decían los tres chicos y mi hermana.

  • Joder, mira cómo nos mira el nabo la guarra esta. Esta no ha visto algo así en su puta vida - comentó uno de ellos, si ellos supieran.

  • Bueno hija de puta. ¿Seguro que quieres disculparte por ser una calientapollas ayer? Vas a tener que ser muy buena con nosotros para que te perdonemos.

  • Sí, lamento mucho lo que os hice. Ya os he dicho que me porte como una imbécil, quiero que me perdonéis. - oí decir a Marta.

  • Acercadle las pollas a su puta cara, a ver si es verdad lo que dice.

  • Venga zorra, ya sabes lo que...¡joder con la cerdita!¡cómo sabe lo que le gusta!

-¡Pero mira como se la traga! ¡Cómo chupa la hija de la gran puta! ¡Vaya mamadora! ¡Yo también quiero! - pidió otro de los chicos.

  • ¡Madre mía, no sabía que fuera tan buena la muy cabrona! Toma, aquí tienes otra.

Durante un buen rato, estuvimos oyendo como Marta les chupaba las pollas a los tres, oíamos sus gemidos apagados, y a los chicos insultándola todo el rato. Parecía que se lo estaban pasando muy bien con ella. Me sentí muy orgullosa de mi hermana, se estaba portando como toda una mujer. Uno de los chicos debió de correrse en su boca, ya que escuchamos como anunciaba su corrida y le decía a mi hermana que se lo tragase todo, sin dejar ni gota. Al cabo de un momento, el chico que se había corrido (era Mario) entro desnudo en nuestro vestuario, su pene estaba flácido. Se sentó al lado de Don Higinio y dirigió a él.

  • Oiga, quería decirle que cuando hablo con nosotros esta mañana, y nos dijo que sabia lo de la cala al principio me acojone. Luego cuando nos ofreció a la puta de ayer, no le creímos, hemos venido aquí más que nada por curiosidad. Pero debo confesar que estábamos equivocados, usted ha cumplido todo lo que ha dicho. Quería disculparme por no haber confiado en usted, y darle las gracias.

  • No hay de que. A las putas hay que enseñarlas, esta - dijo mirándome a mí - ya vino enseñada, pero a la otra había que darle un empujoncito. Cuando me enteré de lo que os había hecho supe que vosotros erais perfectos. Menos mal que pude localizaros gracias a vuestro coche. - contestó Don Higinio

  • Oiga y a esta ¿también nos la podemos follar? - pregunto el chico.

  • No abuses chaval. Esta de momento es para mí, tenéis a la otra.

  • Vale, perfecto. Oiga quiere venir allí a verlo, no nos molesta.

  • De acuerdo, ¿no os importa que haga fotos?

  • Para nada, tome todas las que quiera, pero mándele copias a Julián, le gusta tener fotos de las tías que se folla.

  • No hay problema.

Nos levantamos los tres y volvimos al vestuario donde estaba Marta. Don Higinio se sentó en el banco donde estaba la cámara, y yo continué chupándosela. Don Higinio agarró la cámara y comenzó ha hacer fotografías de Marta y los tres chicos. Marta estaba preciosa chupando las duras vergas de los chicos. De vez en cuando, Don Higinio me hacia levantar la mirada y me hacia una fotografía, yo intentaba sonreír, con su polla en mi boca, para salir guapa.

Marta estaba arrodillada, tenía ambas pollas delante de su puta cara, a apenas unos centímetros, y tragaba saliva. Los dos chicos sostenían sus rabos, meneándolos de un lado a otro frente a los ojos de Marta. Sus tetas estaban colgando, se balanceaban con cada movimiento que hacia. Pude notar que sus pezones estaban a reventar, con las gomas apretándolos. Nos miró a mí y a mi Don Higinio, sonrió y luego volvió a centrarse en las vergas que tenía delante. Abrió la boca y engulló uno de los rabos hasta el fondo, el dueño del mismo puso una cara de tremendo placer y acarició su cabeza.

Marta alternaba las chupadas a ambas pollas, cuando no tenia una en la boca la acariciaba con una mano, de vez en cuando se acariciaba el coño. El chico que nos había invitado a mirar ya se había recuperado un poco y se acercó al trío.

  • Bueno putilla, nos estás pagando muy bien - dijo complacido.

  • Gracias. Espero que os guste. - logró decir Marta con una polla llenando su boca.

  • Te voy a dar algo a cambio. - dijo el chico inclinándose detrás de Marta y acercando su cara a su coño.

  • Joder que coñito más sabroso. Más rico que esa boquita de putón que tienes. Deberíais de ver lo mojada que está esta perra.

Marta se retorcía de placer, sin dejar de mamar, apretaba el culo del chico al que se la chupaba con sus dos manos en señal de que estaba gozando como a una cerda. Al ver la respuesta de Marta, Mario comenzó a mordisquear y a comerle el coño con más ímpetu, acción que se traducía en momentáneos gemidos en los que ella dejaba de mamar por unos instantes.

  • ¡Joder, zorra, no dejes de chupar! - se quejó uno de ellos dándole un sopapo en la cara - ¡Coño Mario, vamos a cambiar de posición, cabronazo!.

  • Está bien, deja de quejarte tanto. Ahora cambiamos posiciones. Primero deja que la meta un poco en este coñito- y diciendo esto puso su polla en la entrada de la vagina de Marta. Antes de metérsela, escupió en el coño de Marta, a pesar de que no hacía falta con lo mojada que estaba. Se la introdujo de un golpe, y ahí se quedó, con la cintura echada hacia delante, agarrándole una teta y con cara de absoluto gusto, con su polla enterrada completamente en el sexo de mi hermana.

  • ¡Ahhhhh!¡dios mió! cabronazo...me...matas..!! ¡¡Ooohhhh hostiaaa!!- grito Marta.

  • Cállate y chupa - dijo Rafa, agarrándola de la cabeza y metiéndole la polla en la boca de nuevo. Marta, sin rechistar volvió a mamar, cerrando los ojos de gusto por las embestidas de Mario.

  • Mierda tío, esta hija de puta tiene el coño más caliente y estrecho que pruebo desde hace mucho tiempo. - dijo Mario.

Oía gemir a mi hermana, incapaz de articular palabra con la boca llena de polla, incluso intentaba a veces meterse las dos a la vez. Tras un rato de embestidas, Marta tuvo un orgasmo, intensificando sus movimientos de pelvis y de su lengua. En aquel momento no me di cuenta, pero luego comprobé que en las fotos de Don Higinio se muestra la expresión de felicidad de Marta.

  • Así, chupa…puta…hasta el fondo.¡mierda vaya jodida lengua que tienes!¡Vas a hacer que me corra! ¡Para, para! - y diciendo esto Julián se la sacó de la boca, Marta se relamió con cara de absoluta lujuria antes de abalanzarse sobre la polla de Rafa - Tío, cambiemos sitios. Quiero follarme el coño de esta zorra antes de que no aguante más.

  • Un segundo...si...genial - dijo Mario, corriendose en el coño de Marta. Debía ser el eyaculador precoz del grupo, se había corrido ya dos veces y los otros dos ninguna. Se separo de Marta limpiándose el sudor de la frente y se acostó en el suelo boca arriba.

  • Veamos como tiene el coño la guarra esta - dijo Julian, e igual que Mario antes, se la metió de un golpe, sin ningún miramiento.

Marta reacciono igual que antes, con un grito ahogado por la polla que estaba mamando con deleite. Allí estaba Marta siendo follada por la boca y por el coño, disfrutando de la follada de prácticamente unos desconocidos, sin importarle que Don Higinio estuviera fotografiándola, mientras se masajeaba las tetas para darse mayor placer. En ese momento sonó el timbre de un teléfono, era el móvil de Marta. Con mucha tranquilidad, Don Higinio acercó el bolso de Marta alargando el brazo, y sacando el teléfono contesto.

  • Sí, dígame

  • No, soy un amigo de Marta, me llamó Higinio. Así que usted es su madre, encantado de conocerla….

  • En estos momentos Marta no puede ponerse, esta ocupada follando con tres jóvenes que ha conocido. No para de meterse pollas en la boca y no creo que pueda hablar con usted ahora mismo….

  • Señora, no se escandalice, la que esta haciendo guarradas es su hija

  • No, tampoco le puedo pasar con Jorge, no esta aquí. Ha salido por unos días.

  • Si, Ana esta aquí, la tengo a mi lado….

  • No, tampoco puede ponerse. Me esta haciendo una mamada, y no quiero que se distraiga, usted comprende....

  • Señora, por favor modere su lenguaje. Tampoco es que las estén violando, ni nada parecido. Sus hijas son unas marranas, usted lo debe de saber bien que las ha criado. Si no me cree, Ana se lo confirma. - sosteniendo el teléfono, lo acerco a mi cara y me dijo - Ana, dile a tu madre que sois una putas, sin sacarte mi polla de la boca.

  • Hmhola mmmamma, soms unas puuuts, ya habblamos. - atine a decirle a mi madre, antes de que Don Higinio me lo retirase, la oía gritar a través del teléfono.

  • Ve señora como todo esta bien

  • ¿Y yo que se que les ocurre a este par de putones? supongo que lo habrán heredado de usted. No se enfade, sinceramente la felicito por ello, y espero conocerla pronto. No grite tanto y ¡cálmese coño! Que parece una histérica, le diré a Marta que le ha llamado. Hasta luego.

La manera como nos había degradado Don Higinio ante nuestra madre, me puso a mil. Cada vez admiraba más su temple y saber estar. Sin darme cuenta tuve un orgasmo, al hacerlo deje de chupársela a Don Higinio que me recordó mi obligación con una bofetada. Mientras Marta y los otros dos estaban a punto de acabar.

  • Tío, mierda de zorra, va a hacer que me corra ya. Joder, ah dios, cómo chupa la hija de puta...no puedo más.. - gritaba Rafa. Se corrió en la boca de Marta, ella dejo que parte del semen cayera por sus labios.

  • ¡Joder, yo si que no puedo más! Antes casi estaba, ya no aguanto más. Puta, te voy a llenar de leche, así que prepárate - avisó Julián, antes de depositar la segunda carga de semen dentro de su coño.

Marta se tumbo en el suelo, acariciándose las tetas mientras recuperaba el aliento. Rafa y Julián estaban agotados, y se sentaron en el suelo, al lado de Marta desnuda, con la cara manchada del semen de Rafa, y la leche de Mario y Julián rezumando de su coño.

  • Menuda puta estas hecha. No me había corrido así en muchísimo tiempo - dijo Julián.

  • Lo mismo digo. Joder, eres todo una cerda. Hacía tiempo que no me la chupaban con tantas ganas.

  • Gracias chicos. También hacía mucho no follaba así, ha sido liberador. - dijo Marta jadeando todavía.

Don Higinio me aparto de un empujón, yo caí al suelo de culo. Se levanto y fue donde estaba Marta.

  • Abre la boca - le ordenó. Marta así lo hizo y el le dejo caer un salivazo dentro de la boca.

Don Higinio saco un pañuelo de tela de un bolsillo, se limpio la polla de mi saliva con él, y luego inclinándose entre las piernas de Marta, procedió a limpiarle el semen que salida de su coño. Cuando la zona de su coño estaba más o menos limpia, Don Higinio hizo una bola con el pañuelo, lo puso en la entrada de su coño, y lo empujo con fuerza con dos dedos. Tras un par de empujones el pañuelo desapareció dentro del coño de Marta.

  • Bueno, Marta. No seas guarra y límpiales las pollas a estos amables chicos, seguramente querrán ducharse. Tú no te duches, ya te he limpiado yo. Luego vístete - dijo Don Higinio.

Marta se acerco a cuatro patas a cada uno de los chicos, y les chupo las flácidas pollas, tragándose los restos de semen y de sus propios fluidos que había en ellas. Los chicos jadearon mientras ella les limpiaba. Mientras Marta se vestía, ellos recuperaron el resuello, y se levantaron para ir a la ducha.

  • Muchas gracias chicos, espero que ya no me guardéis rencor por lo de ayer. Me porte como una perfecta subnormal. Estoy viviendo en la calle xxxxx, en el número xxx, estaré hasta final de mes. Podéis pasaros cuando queráis, o igual nos volvemos a ver en la cala. Recordad que tenéis pendiente probar mi culo. También podéis traer a vuestros amigos. A partir de ahora yo siempre estaré disponible. - les dijo Marta, con una sonrisa y despidiéndose de ellos.

  • Seguro que volvemos a vernos, cacho puta.

Mientras salíamos de complejo polideportivo Marta caminaba abrazada a Don Higinio, estaba muy cariñosa con él. El le había levantado la falda, y mientras caminaba le sobaba la raja del culo. Intentaba meterle un dedo en el culo, llevaba sus dedos a la boca de Marta, que se los chupaba, y luego volvía a presionar sobre su ano. A mitad de camino, consiguió meterle un dedo por el ano. Siguieron caminando, Marta caminaba de una forma extraña, sacaba el culo hacia fuera para que el dedo entrase más adentro y separaba los pies.

  • Don Higinio, no se como lo ha hecho, pero quiero agradecerle todo lo que hace por mí...todo lo que hace por nosotras. Es usted un hombre maravilloso, y me gustaría que supiera que en mi tiene a una mujer eternamente agradecida. No se si lo sabe, pero ha salvado mi matrimonio. Cualquier cosa que desee, por favor no dude en decírmelo, que yo le complaceré con gusto. - le dijo Marta.

  • Tienes que agradecérselo a tu marido. El contacto conmigo. Es un buen hombre que se preocupa por ti. Me contó lo que os pasaba y me pidió ayuda. - le contesto Don Higinio. ¿Como no me había dado cuenta?, por eso Don Higinio sabia tanto, Jorge se lo había contado todo.

  • ¿Como le localizo Jorge? - pregunté, no recordaba haberle dado a Jorge la dirección de Don Higinio.

  • Llamo a tu móvil, imbécil. El que te dejaste en mi casa. Yo contesté la llamada, y me explicó todo. - me contesto.

Tenía razón por supuesto, había sido una estúpida al no darme cuenta de lo que estaba pasando. Até cabos, en el restaurante de Matias, había hecho una llamada perdida para que Jorge llamase a Marta. Jorge le había contado lo de lo cala, y había localizado a los chicos por mi descripción de su coche.

Jorge había acertado de pleno al decir que solo sirvo para chuparpollas, y que eso debería ser mi objetivo en la vida, ya que lo de pensar no se me había dado muy bien.

  • Bueno, eso no quita que usted se haya portado como todo un caballero, y que yo le este agradecida. Se lo digo en serio, Don Higinio úseme para lo que quiera, a mí, a todo lo que poseo. - le reitero Marta. - Le ha dicho mi esposo cuando volverá.

  • Volverá cuando seas el tipo de mujer que el quiere. Estas en ello, pero aun te queda. Hoy te has portado bien, pero ha sido solo un día. No estoy seguro de si podrías seguir este ritmo. - contesto Don Higinio.

  • Si, Don Higinio, de verdad. Yo quiero ser el tipo de mujer que Jorge quiere. Por favor ayúdeme. Déjeme invitarle a cenar, y cuénteme como debo de ser. - le dijo Marta.

  • De acuerdo, conozco un sitio en la playa...a propósito te llamo tu madre, mientras estabas con los chicos. Le dije que estabas ocupada follando y que no podías contestarle en ese momento- dijo Don Higinio. Marta tardo unos segundos en responder.

  • Espero que la hija de puta de mi madre no le haya molestado - fue su respuesta. Don Higinio sonrió y no dijo nada.

Fuimos a cenar a un restaurante de la playa, tenia terraza y cenamos al aire libre, mientras anochecía. Era un lugar muy agradable y tranquilo. Estábamos en un rincón apartado de la terraza, en una mesa redonda, pedimos champán. Dejamos que Don Higinio se sentara en el centro, y acercamos nuestras sillas a él, queríamos que lo tuviera fácil para tocarnos. Instintivamente, Marta y yo nos subimos un poco las faldas al sentarnos, de forma que apoyáramos el culo directamente sobre la silla. En unos instantes, nuestras faldas se habían enrollado hasta la cintura. Por supuesto, ni se nos ocurrió cruzar las piernas.

Don Higinio fue muy amable con nosotras ya que al sentarnos nos dijo que deberíamos de quitarnos las gomas, no vayamos a hacernos daño en los pezones. Nos las quitamos sin levantarnos de la mesa, con la ropa que llevábamos era fácil. Al quitárnoslas, los pezones nos dolieron muchísimo mientras la sangre volvía a circular por ellos. Marta y yo, intentamos sonreír mientras nuestras caras reflejaban el dolor, afortunadamente duro poco menos de un minuto.

Don Higinio, nos dijo que sabía que dolía, pero no obstante nos recomendó que nos pusiéramos las gomas todos los días, haciendo pausas de un par de horas. Nos dijo que los pezones erectos hacen más guapa a una mujer, más sensible a los roces y gustan a los hombres. Esas razones son más que suficientes para soportar un poco de dolor. También nos dijo que deberíamos probar a anudarnos la base de las tetas, de esa forma se nos hincharían y destacarían mucho. En mi caso, y dado mis tetones el resultado seria espectacular. Que seguramente nos dolería, pero valía la pena. Le agradecimos sus sabios consejos, y le aseguramos que los pondríamos en práctica.

Durante la cena, Don Higinio nos explico que lo que Jorge quería era emputecernos, en especial a Marta, ya que yo llevaba bastante adelantado en ese sentido. Me sentí orgullosa de ir por delante de ella. Mientras hablaba Don Higinio nos acariciaba el coño, una mano para cada una, suavemente frotándonos el clítoris. Jorge le había pedido que ayudase a Marta a abrirse a cualquier tipo de experiencia sexual, que hiciera de ella una guarra dispuesta a todo. Marta le aseguró que ella quería lo mismo, que estaba disfrutando y le gustaba. No pensaba defraudarlos ni a él, ni a Jorge, ni a si misma. Don Higinio, quiso probar si esa afirmación era sincera y hundió un par de dedos con fuerza en mi coño, los metió y sacó un par de veces, y luego los acerco a la cara de Marta. Sus dedos estaban húmedos con mis flujos. Marta lo entendió perfectamente, saco la lengua y dio un par de lametones, luego se metió sus dedos en la boca. Los chupaba con fuerza, haciendo bastante ruido.

Don Higinio nos estaba dando una lección muy valiosa, Marta y yo le estábamos muy agradecidas, adorábamos a ese viejo. Por otro lado, yo estaba completamente de acuerdo en todo lo que él decía, y me daba cuenta de que llevaba mucho tiempo comportándome así. En mi era instintivo. Estábamos ya en los postres cuando Don Higinio, dijo que tenía que ir al servicio. Durante todo el día Marta había sido la protagonista, así que quise darle una lección a Marta y demostrarle que yo estaba más emputecida que ella. Me apresuré a hablar.

  • Don Higinio. No es necesario que se levante. Si me permite yo me haré cargo. - dije mientras me metía bajo la mesa, arrodillándome entre sus piernas. Le abrí la bragueta, y me coloque su flácido pene en la boca. - Don Higinio, alíviese a gusto. Por favor no vaya muy rápido. - Don Higinio comenzó a orinar en mi boca. Yo tragaba toda su meada. Tenía un gusto metálico y estaba muy caliente, el sabor no me gustaba pero no me importaba, tampoco era tan desagradable. De vez en cuando paraba un poco el chorro para que pudiera apurar mi trago, y luego lo volvía a reanudar.

Don Higinio me halagaba con sus palabras "Así trágatelo todo, cerda de mierda", "Joder que guarra eres." Cuando acabo de orinar, le lamí el pene con mucho amor limpiándole las últimas gotas y se lo volví a guardar. Salí de la mesa, toda orgullosa. Afortunadamente estábamos en una zona apartada y oscura y nadie se había dado cuenta de nada.

  • Muchas gracias, cerdita. Hay que ver lo buena que eres tragando. – me dijo Don Higinio.

  • Gracias a usted. Ya sabe que es un placer que se desahogue conmigo. Hágalo siempre que le apetezca – le contesté. Se ve que a Marta se le desató el ansia de competir en guarrería, porque no corta ni perezosa metió baza.

  • Por favor Don Higinio, escupa en mi plato. Yo también quiero ser una guarra - dijo Marta, con expresión suplicante, acercándole el plato con su postre, un flan. Se ve que mi demostración le había impresionado, y quería demostrarle que ella también podía ser una cerda. – Por favor. Si pueden ser verdes échelos también, por favor.

Don Higinio la complació, reunió saliva en la boca durante unos segundos y la dejo caer sobre el flan. Repitió los salivazos cinco o seis veces. Luego carraspeo varias veces, echando un par de gargajos verdes. Finalmente se tapo un lado de la nariz, y soplo fuerte. Un par de mucosidades cayeron de nuevo sobre el flan. Era un mejunje asqueroso, pero Marta se lo comió todo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras decía que estaba delicioso, que le daba un sabor a hombre exquisito. Incluso lamió el plato cuando finalizó. Marta al ver que Don Higinio la miraba con aprobación, puso cara de alegría. Parecía un perrito contento porque ha recibido la aprobación de su amo.

Marta pidió la cuenta, pagó la cena y salimos del restaurante. Aún no era tarde y decidimos dar un paseo. Nos enganchamos cada una a un lado suyo, en actitud melosa y muy cariñosa. El nos paso un brazo por encima del hombro a cada una, apoyando sus manos en el principio de nuestros pechos. Había bastante gente en el paseo, y muchos se nos quedaron mirando. Dábamos bastante el cante, dos jovencitas agarradas a un viejo verde que nos metía mano cuando quería. No nos importaba lo más mínimo. Habíamos finalizado el paseo, y nos acercábamos a una parada de taxis.

Don Higinio, me gustaría pasar esta noche con usted. – dijo Marta. – Me muero de ganas de comerle el rabo, y de que me utilice a su antojo. Por favor lléveme a su casa. Quiero que me adiestre. Por favor, diga que sí.

Por mí no hay problema. Pero la señora de la limpieza hace días que no viene, mi casa esta hecha un desastre.

No se preocupe, yo se la limpiaré. Si no le molesta puedo quedarme unos días y ser su criada. Limpiaré y cocinaré para usted, le prometo que no tendrá ninguna queja. Estaré a su completa disposición, por favor…- de nuevo mostraba la expresión de perrito suplicante.

Y tu hermana, ¿dejaras sola a Ana? – le contestó.

Ana ya es mayorcita y no me necesita. Seguro que ella solita encuentra algo que hacer.

Bueno de acuerdo, pero vamos a dejarle algo para que se entretenga. Sácate mi pañuelo. – le dijo Don Higinio.

Marta se separo de Don Higinio, separo las piernas y metió una mano bajo su falda. Hurgo un poco en su coño, hasta que saco el pañuelo de Don Higinio. Estaba completamente mojado de sus flujos, y se apreciaban las manchas de semen, le entrego el pañuelo a Don Higinio. El lo sujeto con dos dedos y lo acerco a mi boca, que instintivamente abrí todo lo que pude. Don Higinio, metió el pañuelo dentro de mi boca, empujándolo con sus dedos, hasta que estuvo todo dentro.

Bueno, Ana ya has oído. Me llevo a tu hermana, no se cuando te la devolveré, pero tranquila estoy seguro de que se lo pasara bien. – dijo Don Higinio, mientras metía sus dedos en la boca de Marta para que se los limpiase – Marta despídete de tu hermana. – le ordenó.

Marta se acerco a mí. Su cara estaba radiante de alegría. La última vez que le había visto esa expresión de felicidad era cuando éramos niñas y veíamos los juguetes que nos habían traído los Reyes Magos. De forma inesperada, me abrazó y me dio un beso en todos los labios. Al principio sentí repulsión de que una chica, y encima mi hermana me besara, pero no me aparte y me alegro de ello, ya que enseguida comenzó a gustarme. Fue un morreo en toda regla, me lleno los labios de su saliva, metió su lengua dentro de mi boca y la paseo por mis encías. Nuestras lenguas no se tocaron, ya que el pañuelo lo impedía, pero note como sorbía hacia dentro tragándose mí saliva. Creo que tuve un mini-orgasmo con el beso que me dio mi hermana. Se metieron en un taxi y se fueron. Yo me quede allí plantada, con el coño chorreando, las piernas temblando y masticando el pañuelo, tratando de sacarle todo el jugo.

Estaba hecha un cúmulo de sensaciones, por un lado me encontraba muy excitada, por otro estaba muy orgullosa de cómo se había portado mi hermana, y esperaba que aprovechase bien su estancia con Don Higinio, y por el otro estaba terriblemente enfadada con ella. Nadie me había prestado la más mínima atención en todo el día. Era cierto que me había comido varias pollas, pero nadie había tocado mi coño, ni siquiera se habían corrido en mi boca. Marta había recibido toda la atención y los cuidados de Don Higinio, y a mí me había tratado como un accesorio.

Pensándolo bien, eso me gusto. Me ponía que Don Higinio me viera como un simple objeto, unos agujeros que usar cuando le apetece y por los cuales no debe de preocuparse en absoluto. Que me hubiera usado de orinal era excitante, además uno no se preocupa mucho por un orinal. Era una pena que no me hubiera dado un uso mayor, pero así es la vida. Hay que tomar las cosas, como vienen, al menos me había dejado el pañuelo. De todas formas estaba demasiado excitada para irme a dormir, así que volví al paseo marítimo a dar una vuelta. Por el camino fui masticando y sorbiendo el pañuelo que tenia en la boca. Quería conservar el pañuelo, así que antes de entrar en el paseo, lo saque de mi boca e hice lo mismo que Don Higinio había hecho con Marta. Lo enrolle y me lo metí bien adentro en mi coño. Lo notaba dentro al caminar y me gustaba. También me volví a colocar las gomas en los pezones, el roce me excitaba mucho.

Estuve unos 20 minutos paseando, hasta que me senté en la terraza de un garito a tomar una copa, de nuevo procuré que mi falda se enrollara en mi cintura al sentarme. Saqué la cámara en mi bolso, y me puse a revisar las fotografías del día. Tenia que llevarlas al ciber a que las colgaran en mi web. Me excite al verlas, lleve una mano entre mis piernas y comencé a acariciarme el clítoris suavemente, mientras pasaba las imágenes con la otra mano. Me estaba masturbando en un local lleno de gente, pero nadie se daba cuenta. En eso estaba cuando alguien se acerco a mí.

¿Quieres? – era un moro que vendía DVD piratas. Le eche unos cincuenta años, era muy delgado y bastante feo. Iba vestido con unos vaqueros viejos y una camiseta muy sucia. Cuando abrió la boca, vi que tenía los dientes mal formados y le faltaban un par de ellos, el resto estaban amarillentos y llenos de sarro. Me dio un poco de pena, y le dije que me enseñara los DVDs, le invité a sentarse a mi lado mientras los miraba.

El hombre, no paraba de mirarme el escote con disimulo, mientras yo revisaba sus DVDs. Se ve que le gustaba lo que veía porque en un español muy malo me dijo que yo era muy guapa. Le di las gracias, y continúe repasando los DVDs, en realidad no me interesaba ninguno, pero me gustaba la atención que me prestaba y quería que durase. Tenía pensado comprarle unos cuantos por las molestias.

Oye, lárgate de aquí. Aquí no queremos a los de tu calaña. – oí de repente, levante la cabeza para ver quien había dicho eso. Era el vigilante de seguridad del garito, le había puesto una mano en el hombro al vendedor para que se levantara de la silla y echarlo de allí. Me ofendí muchísimo al oír aquello, el vendedor no había hecho nada malo.

Esta conmigo. Si tiene que consumir para estar aquí yo le pago la consumición – le dije.

Me da igual, éste se larga de aquí ya mismo. Y si no te gusta te largas tú también. – me dijo el guardia.

Por supuesto que me voy. Vamonos. – me levante de la silla, cogí de la mano al moro y salimos del local. Estaba realmente enfadada, y sentía mucha lastima por el vendedor. Él debía de estar acostumbrado a que lo echasen de ese tipo de locales, ya que agacho la cabeza y no abrió la boca en ningún momento.

Una vez fuera, me dio las gracias, también me dijo que no quería policía y que mejor se iba. Con todo lo feo que era, su actitud era la de un cachorrillo indefenso, me inspiro mucha ternura, y le dije que no todos los españoles éramos igual de estúpidos. Le pregunté si me dejaba invitarle a algo para compensarle. Él contesto que tenía que continuar vendiendo, yo saque un billete de cincuenta euros de mi bolso y se los di, diciéndole que ya no hacia falta que se fuera a vender y que me haría un favor si estaba un rato conmigo. Al ver el dinero, cambió su actitud evasiva, se guardo el billete, y acepto acompañarme.

Intentamos entrar en un par de locales, pero en ninguno lo dejaban entrar. Yo estaba indignadísima, finalmente le propuse que fuéramos a mi casa a tomar algo. El acepto, pero me dijo que antes debía de devolver la bolsa con los DVDs y el dinero que había ganado a un amigo. En realidad eran de su amigo, el los vendía y el amigo le dejaba quedarse con parte de las ganancias. Le dije que no había problema, lo acompañaría a devolverlos y luego iríamos a mi casa.

Por el camino, me contó que se llamaba Hicham, y era de una aldea del interior de un país del norte de África. Había entrado ilegalmente hace unos meses en España, escondido en la parte de trasera de un camión, su intención era ir a Barcelona a trabajar para mandar dinero a su familia, mientras se buscaba la vida intentando que la policía no lo pillase.

Me llevo a una casa miserable en la parte más pobre del pueblo, habían seis o siete hombres hablando sentados en la puerta. Eran marroquíes, argelinos, subsaharianos,…todos emigrantes ilegales y con unas pintas igual de miserables que Hicham. Se quedaron todos mirándome, no era normal ver a una mujer blanca, joven, guapa y vestida como yo por allí a esas horas de la noche. Me dijo que era mejor que esperase a unos cuantos metros de ellos, mientras él se acercaba a hablar con uno de ellos en su idioma. Hicham le dio la bolsa con los DVDs y los cincuenta euros que yo la había dado. El otro le devolvió un billete de 10 euros. Se despidieron y volvió donde yo estaba.

Mi simpatía por ese pobre hombre se acrecentó, al ver como sus propios amigos se aprovechaban de él. Al menos iba a hacer que presumiera delante de sus amigos, cuando Hicham llego a mi lado me abrace con fuerza a él y le di un beso en la mejilla, hice que me agarrara de la cintura y nos fuimos caminando. Hicham bajo la mano, apoyándola sobre mi culo. Al alejarnos un poco, giré la cabeza para ver como reaccionaban sus amigos. Estaban atónitos mirándonos y hablando entre ellos. Me alegre mucho.

Mientras íbamos a mi casa su mano iba frotando mi culo cada vez con más fuerza, me gustaba que lo hiciera. Yo le pregunté si era musulmán y si podía beber alcohol. Me contestó que aunque en su país la mayoría de gente era musulmana, el no profesaba ninguna religión, se guiaba por las costumbres de su aldea, y el alcohol le gustaba mucho. Al llegar a mi casa, le dije donde estaba la nevera y la bebida, que se sirviera el mismo, mientras yo me ponía cómoda. Me miró con sorpresa, y me dijo que yo era una mujer, y que debía de servirle. Me gusto mucho su actitud dominante y machista. A su petición le preparé un whisky doble y unos montaditos de anchoas y aceitunas. Luego le pedí permiso para arreglarme y estar guapa para él. Me gustaba mucho hacerle sentir que era el rey en mi propia casa.

Fui al cuarto de baño, me saqué el pañuelo del coño, me quite las gomas de los pezones (de nuevo me volvieron a doler intensamente), me lave bien los dientes, me di una ducha rápida y me puse algo de perfume. El estaba mugriento y asqueroso, pero yo quería estar fresca y limpia para él. Pensaba que cuanto mayor fuera el contraste entre los dos, más me rebajaría, y eso me excitaba.

Me puse un camisón transparente, y muy corto sin nada debajo, y salí al salón donde él estaba. Debió de gustarle porque sonrió al verme. Con todo el mayor de los respetos le pregunte si deseaba algo más. Le preparé otro whisky. Iba yo a prepararme una copa, cuando me dio un cachete en el culo y me grito algo en su idioma, me gire sorprendida y me dijo que una buena mujer no bebe p come cuando lo hace un hombre, se sitúa a su lado, dispuesta a atenderlo por si necesita algo. Esa actitud tan machista, me tenía cautivada. Obediente me arrodillé a su lado. Se había descalzado, y sus pies mugrientos olían fatal. Desde mi posición me llegaba el olor perfectamente. Mientras el bebía, me acariciaba el pelo, como su fuera su perrita. Mi coño estaba chorreando. No se porque lo hice, pero me incline y comencé a besarle los pies. Él parecía complacido, y pase a lamérselos.

Le chupaba los dedos de los pies con glotonería, un par de veces tragué restos de su mugre, me gusto hacerlo y chupé con más ganas. Sus pies brillaban con mi saliva, y mi coño estaba soltando jugos, él me dijo que era una buena mujer. Cuando sus pies estaban limpios, levante mi cabeza llevándola a su entrepierna. Con mucha delicadeza, abrí su pantalón, y le saque la polla. Era bastante grande y gorda, y olía fatal. Tenía manchas de corridas resecas, y olía a meado. No pude evitar hacer una mueca de asco.

¿No gusta? ¿Mal olor?– dijo él.

No me gusta mucho. El olor es delicioso – le mentí, pues no quería ofenderlo. - gracias por permitírmelo – le conteste.

La siguiente media hora estuve adorando su polla, el penetrante olor ya no me desagradaba, es más me gustaba. Llenaba su rabo con mi saliva, disolviendo los grumos de semen reseco para luego tragármelos, saboreándolos como el manjar que eran. Le lamía los gordos cojones, metiéndomelos en la boca de uno en uno con mucha suavidad. Me imaginaba la preciosa lefa que llevarían acumulados, se me hacia la boca agua, y me encantaba besárselos suavemente. Me tragaba todo su rabo hasta que el glande llegaba a mi garganta, mientras frotaba mi lengua en su base. En definitiva tanto él como yo estábamos en el paraíso. Solo deje de chupársela tres veces, a indicaciones suyas para que le rellenase el vaso de whisky.

Finalmente, apretó mi nuca, forzando que me tragase toda su polla. Apretaba con mucha fuerza, tenía sus cojones en mi barbilla, y su pelo púbico en mi nariz, no podía respirar. Se corrió directamente en mi garganta. Mientras mis ojos se desorbitaban por la falta de aire, note cuatro o cinco trallazos que fueron directos a mi estomago. Cuando me soltó la cabeza, su rabo quedo unido a mi boca por unos gruesos hilos de saliva y semen mezclados. Di unas cuantas bocanadas, hasta que recuperé la respiración con normalidad y se la limpie con mi lengua. No dije nada, pero mi mirada era de agradecimiento por el maravilloso regalo que me había dado. No perdió la erección después de correrse.

Fuimos a mi habitación y nos desnudamos. Si de cara era feo, desnudo era aún más feo. Era muy delgado, pero tenía una buena barriga, sus carnes estaban fofas y era bastante peludo.

Me acosté en la cama boca arriba, abierta de piernas, él me penetro de un golpe, sin importarle que estuviera lubricada o no, menos mal que sí lo estaba. Estuvo un buen rato follándome, dándose gusto con mi cuerpo. Me molía por dentro, jugaba con su pene en mi coño, entrando y sacándolo rápido, lento, girándolo. Era delicioso. Amasaba mis enormes pechos, apretándome los pezones hasta que me dolían. Me los mordía hasta dejarme marcas. Me daba largos besos, metiéndome su apestosa lengua en la boca, hasta que me ahogaba con su saliva, que yo procuraba tragar. No dijo ni una sola palabra, simplemente hacia con mi cuerpo lo que le daba la gana, y yo me dejaba hacer y gemía de gusto.

No se cuantos orgasmos tuve, antes de que él se corriera dentro de mí en su segundo orgasmo de la noche. Después de llenarme el coño con su leche, me puso el rabo en la boca para que se lo limpiara. Tenía un gusto exquisito, su leche mezclada con mis jugos. Se lo deje totalmente limpio, reluciente. Se le bajo la erección, me dio un empujón tirándome al suelo, y se durmió enseguida, roncando como un oso. Yo me quede mirando como dormía, lo miraba con adoración, ese feo cuerpo ahora me parecía el más hermoso del mundo. Me había echado uno de los mejores polvos de mi vida. Sin hacer ruido, salí de la habitación y me acosté desnuda en la cama de mi hermana, acariciaba mi coño, mientras notaba como rezumaba su semen, manchando mis dedos con su leche, que llevaba a mi boca golosa para saborearlos. Sin darme cuenta me dormí con uno de mis dedos en la boca, como una niña pequeña.

Me levante a las nueve de la mañana, me asome a mi habitación, el seguía roncando. Estuve un buen rato mirándolo, lo que sentía por él era algo especial. No comprendía como este ser inmundo me había dado tanto placer. Su maravilloso rabo, estaba en erección, sentí el impulso de ir a chuparlo, y despertarlo con una suave mamada, sin embargo lo pensé mejor, tenía todo el derecho del mundo a dormir. Sería muy egoísta por mi parte despertarlo. Procurando no hacer ruido me di una ducha, me sentí orgullosa al ver los moratones y marcas de mordiscos que tenia en las tetas, orgullosa de llevar las marcas de Hicham. Cuando salí de la ducha, volvía a estar limpia y fresca para él y me puse a preparar el desayuno desnuda.

Estaba yo poniendo la mesa, cuando de repente sentí que empujaban mi espalda, obligándome a apoyar mi pecho en la mesa. Sonreí siendo consciente de que se habría despertado y querría descargar. Yo estaba más que dispuesta a que se descargase en mí todo lo que quisiera. Me la metió por el culo de un solo embiste. Esta vez, yo no estaba lubricada, y me dolió muchísimo, pero ni siquiera pasó por mi mente emitir la mínima protesta, tenia pleno derecho para hacer lo que quisiera conmigo. Inmediatamente comenzó a bombearme con fuerza. Con una mano apretaba mi espalda, aplastando mis pechos contra la mesa. Con la otra me pegaba fuertemente en el culo. Comencé a llorar, mis lagrimas no sé si eran de dolor o del inmenso placer que me estaba dando. Tardo unos diez minutos en correrse, dentro de mí culo. Cuando la sacó, de repente me sentí vacía, no solo en mi culo, sino en mi interior. Que él estuviera dentro de mí, era lo mejor que podía pasarme.

Se sentó a la mesa, y me ordeno que le trajera comida. Con las piernas aún temblando y el culo rojo de los golpes le serví el desayuno. Mientras el desayunaba, le pedí permiso y me puse en cuclillas debajo de la mesa para limpiarle la verga, y tomar yo mi desayuno: los restos de leche que le quedaban en la polla y los que salían de mi culo que yo recogía con una mano. Un par de veces, sacó su polla de mi boca, metiéndola dentro del bote de mermelada, para que yo me la comiera. Interiormente le agradecí profundamente ese gesto.

Después de desayunar, me dijo que le sirviera otro whisky, Mientras se lo tomaba, yo recogía los restos del desayuno, y fregaba los platos. Cuando terminé volví a servirle otro whisky, él me dijo que se tenía que ir. Sentí una punzada en el corazón, al oír que se iba. Quería retenerlo un poco más, así que le pedí por favor que me contará porque había dejado su país para venir a España. Me pidió que me sentara a su lado, quería tocarme mientras hablaba. Me senté a su lado, abiertita de piernas para él. Pase una de mis piernas por su regazo, para que tuviera fácil acceso a mi coño.

Mientras bebía su whisky y me metía suavemente los dedos en el coño, me contó en su pésimo castellano su historia. Me contó que tenía 58 años, siempre había vivido en la misma aldea, al cumplir los treinta y ocho se casó con una chica muy joven como es la costumbre allí. Su mujer no le costó mucho dinero, y la pagaron los padres de él. Su mujer era huérfana de madre, ella vivía con su hermana menor y el padre de ambas. Al casarse se fue a vivir con ellas y su padre.

El padre de su mujer murió a los dos meses de haberse casado con ella, su otra hija que no se había casado se quedo con ellos. El padre de su mujer había sido militar, y ella y su hermana tenían derecho a una pensión del gobierno. La dos pensiones les daban lo justo para comer, y por tanto él no trabajaba. Su mujer sacaba algún dinero cultivando un pequeño huerto que tenían y vendiendo los productos en el mercado, sus hijas también hacían algunos trabajos para los vecinos: transportar agua de la fuente, ayudarles en sus campos,

Su mujer se quedo embarazada en seguida. Tuvo seis hijos con su mujer, cuatro chicas y dos chicos, lamentablemente los chicos murieron cuando eran pequeños, también hubo tres embarazos más que no llegaron a termino. En vez de casar a la hermana menor, él decidió desvirgarla y preñarla también, lo intento durante un año sin éxito. Aunque me dijo que le gustaba mucho gozar con dos hermanas a la vez, era una boca más que alimentar, como no podía casarla al no ser virgen, se deshizo de ella vendiéndola al burdel del pueblo, asegurándose antes de que él siguiera recibiendo la pensión que le correspondía a ella.

Yo le pregunte entonces si su mujer era guapa. Al principio su mujer si era guapa, pero después de tantos hijos ya no lo era, y ya no le gustaba. Ahora el prefería follarse a sus dos hijas mayores, hasta que las pequeñas crecieran. También le gustaba ir al burdel, pues a sus hijas les dolía mucho cuando las enculaba, a él le molestaban sus gritos, y por mucho que les pegase, no dejaban de gritar. Yo pensé que sus hijas debían de ser estúpidas, se estaban perdiendo una experiencia maravillosa.

Desde que se caso, él nunca había trabajado en nada, se dedicaba a dormir las resacas por el día, pegar a su mujer, follarse a sus hijas, apostar y beber por la noche con sus amigos y de vez en cuando ir al burdel. En su casa nadie había ido al colegio, ni siquiera sabían leer, pues él nunca consideró que fuera necesario. Sus hijas se dedicaban a cocinar, limpiar la casa y estar disponibles para él. En resumen era una buena persona, que vivía una vida sencilla y honrada.

Pero su mujer y sus hijas siempre querían cosas: una sartén, tela para hacer ropa, unas sandalias, una de ellas (no recordaba cual) necesitaba gafas, su mujer se había empeñado en que las pequeñas aprendieran a leer,…su mujer cada vez estaba peor de salud, no trabajaba como antes y ya no traía tanto dinero, para empeorar las cosas, su hija mayor se quedo embarazada (por supuesto de él) y dejo de trabajar, encima ya no quería que él la montase y lloraba cada vez que él se la follaba. Su mujer e hijas solían protestar por el poco dinero que tenían, y le pedían que no se lo gastara con los amigos o en el burdel. Cuando se cansaba de oírlas les pegaba para que no le molestasen.

Cuando él se gasto los ahorros familiares comprando una motocicleta de segunda mano, para no tener que ir caminando hasta el burdel, su mujer y su hija embarazada pusieron el grito en el cielo. Le agobiaron tanto que tuvo que darles una paliza, y pasar los siguientes tres días emborrachándose y en el burdel para que se le pasara el mal humor.

Sin embargo sin los ahorros, su mujer, y su hija mayor continuaron presionándole con los apuros económicos que pasaban, y a pesar de que él les pegaba con regularidad para que no le molestasen, no paraban de agobiarle. El ofreció como solución vender a la hija mayor al burdel y sacar algo de dinero, ya que al estar desvirgada era imposible casarla, pero su mujer lo convenció de que esa no era la solución a sus problemas.

Algunas familias del pueblo vivían bien, con el dinero que mandaban sus familiares que habían emigrado a Europa. Así pues su mujer e hija mayor le empujaron a emigrar a Europa con la idea de trabajar y conseguir dinero para mandárselo a su familia. Había acordado con su mujer que le mandase una de las pensiones al principio para que él pudiera sobrevivir, mientras se establecía.

Hizo autostop hacia el norte, se coló en un camión que cruzaba el estrecho, se bajo del camión en Almería, y desde entonces vagaba por España. Desde que se había ido, su hija mayor había dado a luz a una niña, a quien él nunca había visto. Su intención era ir a Barcelona, allí algunos conocidos del pueblo se dedicaban a la venta de drogas, y ganaban bastante dinero. El pensaba que podría unirse a ellos.

Mientras me contaba su historia, poco a poco, me había ido moviendo hasta apoyar mi cabeza en su regazo, inmediatamente yo comencé a lamerle la polla. Sus dedos seguían entrando y saliendo de mi húmedo coño. Al acabar su historia, estaba completamente empalmado, supongo que por mis lametones y de recordar el afecto que sentía por sus hijas.

Su historia me emocionó, sentí mucha lastima por lo mal que lo había tratado la vida, y se me escaparon un par de lagrimas. Sin pedirle permiso, me incorpore y me senté a horcajadas encima de él, metiéndome yo misma su rabo en el coño, él no protesto. Estábamos cara a cara, y no pude evitar besarlo con mucha pasión, quería compensarlo de tanto sufrimiento. El me estrujaba las tetas con mucha fuerza, haciéndome mucho daño, pero me gustaba que me lo hiciera. Esta vez él no me folló, aparte de apretarme fuertemente las tetas, no se movió un ápice.

Fui yo misma la que le hice el amor, haciendo todo el trabajo, moviéndome arriba y abajo, metiéndomela lo más adentro que podía y apretando las paredes de mi coño, tratando de darle el máximo placer. Mientras procuraba darle placer a su polla, no deje de besarle ni un solo momento, metiendo mi lengua dentro de su boca, tragándome su saliva, respirando su fétido aliento a alcohol y embriagándome con él. Me sentía culpable por haber llevado yo una buena vida, mientras él sufría tanto y quería compensarle de alguna forma. Se corrió dentro de mí con una sonrisa de felicidad. A pesar de que yo no había tenido un orgasmo, me sentí transportada al séptimo cielo al notar su eyaculación en mi interior. Deje de moverme, yo seguía besándole, mientras notaba como su rabo se encogía dentro de mi, y su semen salía de mi interior, goteando sobre su sexo. Cuando su rabo salio por completo de mi interior me incorporé. El amor que sentía por él nunca lo había sentido por nadie, más que amor era adoración. Él lo merecía todo. Ya había pasado mi ovulación, pero habría dado mi brazo derecho porque me preñara en ese momento. Tener un hijo suyo sería el mayor de los honores.

Le ofrecí prepararle un baño, el acepto. Mientras él seguía bebiendo whisky, preparé una bañera llena de espuma, perfume y sales minerales. Le enjabone todo el cuerpo con infinita ternura, parándome a acariciar, besar y lamer cada centímetro de su cuerpo. Una vez enjabonado, me ordeno que lo dejará solo, yo le pedí permiso para salir de la casa, quería ir a hacer algunas compras. Me pidió que le trajera la botella a la bañera, y me dio permiso para irme.

Recordaba las instrucciones de Jorge, y me puse un tanga muy ajustado (que me rozara al caminar), y un vestidito amarillo muy fino y cómodo. Era tan fino que se apreciaba el moreno de mis aureolas. Y salí a la calle.

Le compré tres mudas de ropa nueva y buena, cuatro botellas del whisky más caro que habia en la tienda (ya me había dado cuenta de que le gustaba mucho), un móvil de contrato que cargué a mi nombre y saqué dinero en efectivo de un cajero, el límite de mi tarjeta 800 euros. Me di mucha prisa, pues no quería que estuviera desatendido en mi ausencia. Cuando llegué había salido de la bañera y estaba durmiendo desnudo en mi cama.

Mientras él dormía, me hice varias fotos desnuda con el móvil, y grabe en él todos mis datos de contacto. Le deje una muda de ropa preparada, y guarde las otras junto a las botellas en una bolsa de deportes. Luego metí arrodillé a su lado esperando desnuda a que despertase.

Se despertó al cabo de una hora, lo primero que hice fue besarle los pies, hasta que él me dio permiso para levantarme. Mientras él se vestía con la ropa nueva, le mostré todo lo que le había comprado. Cuando le di la bolsa y vio el contenido, pareció complacido. También le gusto el móvil, y sonrió al ver que el fondo de pantalla era una foto mía sonriente con las tetas visibles. Le dije que así podría presumir ante sus amigos y que lo usase cuanto quisiera, que no se preocupase del coste de las llamadas.

Cuando le entregue los 800 euros, no quiso aceptarlo, pero le dije que solo era una mínima parte del valor de todo lo que me había enseñado, que yo estaba en deuda con él y entonces lo acepto. Me emociono su cara de felicidad. También le dije que el dinero era para él no para a su familia. Puso una cara de no comprender, e intente explicárselo.

Le pedí que no se ofendiera, pero que en mi opinión su mujer y sus hijas eran unas caprichosas egoístas. Le dije que pensaba que había sido egoísta por parte de ellas no seguir trabajando escudándose una en sus dolores y la otra en su embarazo, y que ese había sido el verdadero origen de sus problemas.

Él llevaba una vida honrada, sin hacer daño a nadie, y ellas por no saber aceptar su situación y siempre desear más lo habían obligado a emigrar arruinándole la vida. Le dije que él había probado su amor ocupándose de ellas, era normal que necesitara relajarse y que hacia muy bien en gastarse el dinero con los amigos emborrachándose y apostando. Y era perfectamente comprensible que se gastara los ahorros en una motocicleta para no cansarse yendo al burdel, cualquier buena mujer le habría apoyado. En definitiva, que era evidente que era un hombre bueno y justo y que trataba a su familia con mucho amor.

Lo correcto hubiera sido que su mujer e hijas olvidaran sus estúpidos problemas y se hubieran esforzado más, trabajando más duro, consiguiendo más dinero para que él pudiera gastárselo con sus amigos, divertirse y visitar más a menudo el burdel. Ellas debería de disfrutar y agradecer cada vez que él les hacia el honor de desahogarse con ellas. En vez de ello, con sus lamentos y malas intenciones habían envenado su alma, forzándolo a irse y privándolo de la oportunidad de disfrutar de sus otras hijas y preñarlas.

Al estar lejos, sin un hombre cerca que les marcase el camino recto, seguro que cada vez se harían más vagas, caprichosas y egoístas. Ellas no lo habían respetado como padre y marido. Habían incumplido la obligación que tenían de hacerlo feliz, y le habían traído infelicidad y desdicha. La mejor prueba de su mala fe era que su hija embarazada se atreviera a protestar cuando él disfrutaba de ella. Era de una insolencia y falta de respeto intolerable.

Le dije que debería de obligar a su mujer que le mandase las dos pensiones al fin y al cabo él era el jefe de la familia y tenía todo el derecho del mundo a disponer de ese dinero. También debía de obligarlas a trabajar más y ganar dinero para pagar a algún amigo de él que las zurrará regularmente, así no olvidarían la sumisión y obediencia que le debían. Lo mejor sería que fuera su propia mujer quien le pagase al amigo cada vez que fuera a pegarles, y le agradeciera el favor que les hacia, al recordarles el respeto que le debían.

Si él les mandaba dinero, ellas se harían aún más vagas. Además era completamente innecesario. Ninguna de sus hijas necesitaba saber leer para poder trabajar, tampoco hacia falta saber leer para abrirse de piernas y tener sus hijos. La de las gafas, no necesitaba ver bien para poder complacerlo. La embarazada debería de amamantar a su hijo, como hacen las buenas mujeres, y eso no costaba dinero. Sólo querían el dinero para satisfacer sus caprichos. Si él no les mandaba dinero, el hambre las estimularía a trabajar duro, como era su deber.

Intenté hacerle comprender que ellas eran las únicas culpables de todos sus problemas. Lo habían embaucado, haciéndole ver problemas donde no los había. Le habían hecho creer que él era responsable de satisfacer sus necesidades y caprichos, cuando en realidad era al revés. Ellas eran las que debían de procurar satisfacer los caprichos de él. Las únicas necesidades que a él le deberían de preocupar eran las suyas propias.

Cualquier euro que el ganase debía de ahorrarlo o gastárselo en caprichos para él, en compensación por el enorme esfuerzo que había hecho. Era preferible quemarlo a mandarlo a esas víboras. En definitiva, su familia le había tratado tan mal, que no debía de sentir ninguna responsabilidad hacia ellas. Le recomendé que viviera sin preocuparse por ellas y ahorrase todo lo que pudiera para él.

Debería de obligar a su mujer a que trabajase y ahorrase todo lo posible, sin perder el tiempo en lamentaciones por su salud. Mientras él ahorraría por su parte. Una vez tuviera suficiente dinero, él podría volver a su aldea, quedarse el dinero que hubiera ahorrado su mujer, ya que en justicia le correspondía, y venderla al burdel, como a su hermana, tras haber arreglado quedarse con las dos pensiones. Estaba claro que ella no merecía ni el dinero ni a un hombre tan bueno como él. Si su hija mayor, seguía corrompida también debería de venderla al burdel, quedándose a la pequeña.

Con el dinero que obtuviera y él que habría ahorrado podría comprarse dos o tres mujeres más, jóvenes y guapas y aún le sobraría algo. Sus otras hijas y sus nuevas mujeres se encargarían de cuidarlo a él mientras él las preñaba. Además esta vez él no volvería a caer en el mismo error, y pondría a trabajar duramente a sus mujeres, para que ganasen dinero para él, y no tuvieran fantasías estupidas. Le dije que no tuviera compasión con ellas, y que les pegase a menudo, aunque cumplieran correctamente con sus obligaciones, pues la medida del amor de una mujer es cuanto se esfuerza por complacer a su hombre.

Con el dinero que ganasen sus mujeres y sus hijas, podría divertirse yendo al burdel y bebiendo. Podría invitar a sus amigos y ser un hombre respetado en la aldea. Con el tiempo tendría más hijas para follarlas, cuando la pequeña creciera él la estrenaría… En definitiva tener el tipo de vida que un buen hombre bueno como él merecía, respetado y querido por su familia.

El no dijo ni una palabra, a pesar de estar ya bastante borracho, me miró con unos ojos llenos de comprensión y se fue del piso con el dinero en un bolsillo y la bolsa en una mano.

Nada más cerrar la puerta me invadió la tristeza por lo cruelmente que lo había tratado su propia familia. Entré en mi habitación para limpiarla, y vi una mancha en las sabanas, restos de la follada que me había pegado la noche anterior. Me acerque a oler y lamer la macha reseca. Me recordó a Hicham. No pude reprimir las lágrimas, me puse a llorar de pena, mis lágrimas cayeron sobre la mancha.

Quizás había hablado muy duramente de las hijas de puta de su mujer e hija, pero estaba plenamente convencida de lo que le había dicho, y pensaba que si yo hubiera sido su mujer o una de sus hijas, él aún seguiría feliz en su aldea. Las odie profundamente sin conocerlas. Estaba claro que ellas no lo querían, aunque no podía imaginar que una mujer no se enamorase de ese hombre. En todo caso, tenia clarísimo que yo nunca permitiría que mi hombre hiciese algo así. Estuve un buen rato llorando de tristeza e indignación, hasta que sonó mi móvil.

  • Diga. – contesté, sorbiéndome las lagrimas.

  • Putilla, soy Higinio. – me respondieron.

  • Don Higinio, que alegría oír su voz. ¿Cómo esta?

  • Te paso a la zorra de tu hermana, quiere hablar contigo.

  • ¿Ana?

  • Marta, ¿qué tal estas?

  • Fantástico, esto es una pasada. Don Higinio me está tratando de puta madre, él sí que sabe hacerme disfrutar…aaargggg – chillo Marta.

  • Marta, ¿ocurre algo?

  • No – la oí jadear – es que me acaban de meter algo por el culo, no se lo que es, pero es grande. Aaaaaaay…diosss. – Espere un momento a que se calmase, se ve que estaba divirtiéndose. Sentí una punzada de envidia.

  • Por favor llama a mama y tranquilízala. Tengo quince mensajes suyos en el buzón, esta preocupada. La he llamado yo un par de veces, pero Don Higinio solo me permite hablar con ella si tengo una polla en la boca, y la muy gilipollas no entiende nada.

  • De acuerdo. – le conteste.

  • Intenta que venga al apartamento unos días, Don Higinio quiere conocerla…¡Aaaaaaay…me están taladrando!….También tienes que acordarte de subir las fotos de ayer a la página web. – me había olvidado por completo de las fotos.

  • ¿Algo más?

  • No nada más. Te hecho de menos, te encantaría estar aquí, pero Don Higinio dice que es mejor que esto lo pase sola, sin ayuda de nadie. Debo de descubrirme yo misma, soy muy feliz, me va a convertir en una buena guarra. Adiós.

  • Hasta luego. – contesté, pero ya había colgado.

Nada más colgar llame a mi madre, estaba muy preocupada, me dijo que ayer llamó al número de Marta y le había respondido un hombre diciendo obscenidades, incluso le había parecido oír mi voz, pero no entendió nada de lo que dije. Para colmo Marta la había llamado esa mañana, y solo había oído voces incomprensibles. Estaba que se tiraba de los pelos, y a punto de llamar a la policía.

La tranquilicé diciéndole que todos estábamos bien, que la llamada de ayer fue un juego, una broma telefónica. También le conté que aunque Jorge se había ausentado unos días, Marta y yo nos llevábamos mejor que nunca, habíamos hecho nuevos amigos, y lo estábamos pasando muy bien. Precisamente ahora estaba con ellos, en un barco en alta mar y que la cobertura sería muy mala, no era necesario que se molestase en llamarla. Mi madre se tranquilizo con estas explicaciones. Luego yo le pregunté como les iba a ellos. Llevaban todo el mes en la casa de la sierra, relajándose y disfrutando del verano. Le propuse que vinieran a la costa y pasáramos el final de las vacaciones juntos. Mi madre me confesó que ya estaba un poco aburrida de no hacer nada, y que convencería a mi padre para venir a la playa. Nos despedimos.

De nuevo agradezco los comentarios e ideas.