Ana Contradictoria

Relato aquí mis comienzos con mi padrastro y como fui soltándome poco a poco hasta llegar a ser suya.

Hace mucho calor. Estoy agobiada de calor del trabajo, de los estudios, de la mascarilla, de la situación, de mi familia y de todo.

Pienso que voy a perder la cabeza si sigo encerrada en mi misma, dandole vueltas a este puzle que es mi cerebro.

¿Mis amigos, dices? ¿Qué amigos? De eso no tengo. Solo son conocidos cuyos intereses coinciden con los mios. A veces me usan y a veces los uso.

¿Pareja? No me hagas reir... Quién va a querer esta con esta loca del coño que soy yo. Pero... ¡Ya estoy otra vez! Me encanta compadecerme de mi misma.

Muchos querrian. - "¡Tampoco soy un monstruo! "-me grita al oido mi pequeño ego con voz de Oompa Loompa. Me intenta explicar que a pesar de tener un cuerpo blanco como la leche, espigado y huesudo como la rama de un arbol, y con éste cabello ralo y horroroso (que siempre parece grasiento a pesar de estar limpio), me ha premiado Dios (como premio de consolación) con estos pequeños pero supersensibles pezones oscuros, que coronan estas tambien par de pequeñas tetillas de cabra loca. Tambien se me ha concedido un buen culo (blanco, por supuesto. A juego con el resto de mi cuerpo), y una vagina jugosa, capaz de arruinar una docena de bragas en un solo día con todo este flujo que suelto.

Con tantos "dones" Dios no tuvo otra opción que completar mis dotes con una miopia superior, corregida solo con mis enormes gafas de pasta negra. Todo un hándicap para repeler buenos partidos y atraer solo a nerds... a frikis pasados de rosca.

Supongo que será por eso por lo que a mis veintidós años recien cumplidos mis unicos encuentros sexuales hayan sido con mis expertos dedos, y eventualmente con el calentón de mi padrastro.

Pero... vayamos por partes. Hoy comenzaré a contar mis inicios en el sexo, cuando era solo una mocosa orgullosa y peluda.

No hacia mucho que me habia venido la regla por vez primera cuando apareció él. Era todo lo contrario a mi padre biológico. Un chulito de playa, enano, deportista y con aspiraciones de monologuista del club de la comedia.

Le odié por todo lo que significaba. El divorcio de mis padres, la lejania de mi madre hacia nosotros, y nuestra soledad (¿He dicho que tambien tengo un hermano menor?), aparcados con nuestros abuelos en la vieja casa de campo familiar.

Precisamente fue en esa casa donde descubrí el fascinante mundo de la masturbación. Y ocurrió como la solemos descubrir muchas, rozandonos con cualquier cosa que nos regalara un puntito de placer. La cosa en cuestión fue y siempre ha sido un antiguo tocador de baño que aun conservamos en el baño de esa casa. Cabalgar sus bordes redondeados desde que era casi una niña me ha regalado infinitas tardes de ocio y disfrute.

En esa misma casa, a la edad de dieciseis años y tras una sesion a solas con el mueble de los deseos (asi lo llamaba yo, y aún lo llamo) fue cuando ocurrió mi primer acercamiento como mujer a mi padrastro, y esa misma noche el avistamiento ofni (objeto fálico no identificado).

Supongo que fue al verme recien corrida, colorada como un tomate, o por otra cosa, no lo sé. El caso es que discutí por mi madre por algo... No lo recuerdo bien. Seguro que una tonteria.

Me fui indignada y con ganas de llamar a mi padre biológico para desahogarme usandolo de via de escape. Así lo hice, y el muy capullo hizo como ha hecho siempre: pasar de mi cara con algun pretexto. Recuerdo que en un ataque de ira lancé el teléfono a una de las huertas cercanas que rodeaban la hacienda.

Maldiciendo como una vieja bajé a toda prisa apartando los matorrales en busca del aparato perdido. Recuerdo que las tomateras estaban plagadas de mosquitos que esa tarde se dieron un festín conmigo.

No lo encontré, y la impotencia de haberlo perdido sumado a la pelea con mi madre y el cargo de conciencia que me provocaba el simple hecho de masturbarme (... era imbecil... Lo sé. ), me deshizo en un mar de lágrimas alli mismo.

Y llegó él, mi salvador. No portaba una capa roja ni era perfecto en todos sus aspectos, pero era lo que yo necesitaba. Me saco de aquel lodazal en volandas (recuerdo que perdi una zapatilla), encontró mi movil y me acompaño a hacer las paces ante mi orgullosa madre.

Yo siempre he sido muy reservada y, porqué no decirlo, un tanto estúpida con la gente que me hace favores. Por eso, cuando ya me duche y una vez preparada para irnos al piso, pasé de hablar con mi salvador y me mostré todo lo esquiva que pude . Mi enrevesado mundo interior lleno de contradicciones me impedía acudir de nuevo a él para nada. Quizás pensaba que había abusado de su confianza y ésta debia recargarse, o alguna idiotez así. El caso es que, tras despedirnos de los abuelos, mi padrastro nos llevó a todos de regreso a casa.

Lo bueno es que esa experiencia me hizo cambiar el concepto que tenía de él. Ya no lo veía como un culpable de la ruptura de mi antigua familia. Ahora lo veía como el tio que le metia el pene a mi madre; un hombre interesante y por descubrir. Y esa misma noche, tal y como he dicho antes, descubri su polla.

Podeis imaginar la sorpresa que me llevé al entrar al cuarto de baño y sorprenderle con ese miembro en la mano. Él también se sorprendió. Había olvidado correr el pestillo y cerrar la puerta. Pero la sorpresa no le impidió terminar de darle tres o cuatro sacudidas más a ese miembro suyo granate y palpitante.

-¡Qué quieres! - exclamó - No soy de piedra. Y llevarte antes en brazos me ha puesto muy caliente.

Permanecí expectante, absorta mientras mi padrastro terminaba de darse una paja delante de mis morros, y a mi salud. Hubiese querido que terminara, ver como salía su semen (con esa edad era mojigata pero no tonta. Sabía lo que era el semen y sentía curiosidad por los mecanismos de extracción), pero el tio no terminó. Supongo que la verguenza de tenerme delante pudo con él. Se guardó su cosa y salió de alli como si tal cosa, dejándome traumatizada y con las braguitas empapadas.

Ese fue el declive de nuestra relación como adulto y tonta adolescente, y el resurgir de una nueva como hombre y mujer hecha y derecha.

Ambos pasamos los siguientes años como un juego. Con un tira y afloja de tensiones y comentarios sexuales y acercamientos hasta el límite de la ley.

Llegada a mi mayoría de edad lo que antes esquivaba ahora lo buscaba. Le permitia ayudarme con los temas de clase, accedí a ser su alumna en el desesperante tema de la conducción (llevaba ya varios intentos fallidos en lo de sacarme el carnet de conducir). Incluso, de manera inconsciente, solia buscar momentos para estar a solas con él. Jugabamos juntos a video juegos. Era un gran experto y solia terminar pronto con esta mediocre jugadora a la que los juegos le interesaban por el contexto de quedar a solas con él. El cine era diferente. Teniamos gustos comunes y comenzamos a aficionarnos a ver ciclos completos de directores clásicos. Algunas sesiones eran soporiferas y solia quedarme durmiendo. Y más aún con sus masajes, los mismos que regalaba a mi madre cuando compartían sofa. Su catalogo era muy extenso. Sabia hacer masajes descontracturantes, relajantes, de estimulo de la circulación, pero sobretodo, los más placenteros eran los de aceite. Te embadurnaba el cuerpo y masajeaba suavemente sin dejar ni un milimetro de piel sin acariciar (siempre respetando el terreno prohibido). Aunque yo me moria porque rompiera ese veto y algun dia sobrepasara ese límite autoimpuesto.

Ni qué decir tiene que a la vez que yo iba descubriendo un nuevo mundo con mi padrastro, mi madre cada vez desconfiaba más de nosotros. Era evidente, ahora que miro atras. Miradas, sonrisas y complicidad... Lo mismo que ellos compartian antes, ahora era yo la receptora.

Poco a poco fui notando como cambiaba su comportamiento hacia nosotros. Se mostraba celosa de los mimos y deferencias de mi padrastro hacia mi. Era normal. A veces hasta yo misma veía que nuestro comportamiento sobrepasaba el que se le supone a un padre y una hija.

Un dia ese veto autoimpuesto se rompio de manera accidental... (creo...). El taponcito del aceite de masaje se cayó sobre mis hombros y buena parte del contenido se desparramó sobre mi cuerpo. Quise levantarme para limpiar el estropicio, pero mi padrastro me detuvo.

  • Tranquila. Aqui no se desperdicia nada - me dijo sentado tras mi espalda.

Y asi lo hizo. Comenzó a meterme mano sobre la zona en busca del aceite derramado. Al principio frotes energicos y amplios, pero al ver mi conformismo empezo a centrarse cada vez mas en suaves pasadas sobre mis pechos, contorneando su forma y terminando en espiral en la punta de mis pezones.

No hay que explicar el terrible calentón que desarrollé alli mismo.

Recuerdo que estabamos viendo la pelicula "origen". Y le vino al pelo para decirme desde atras al oído:

  • ¿sabes si esto es un sueño?

  • Espero que si... - le respondi dejando caer mi espalda en su pecho e intentando disimular mi respiración revolucionada.

Estaba ya apunto de correrme de manera bestial cuando mi culpable conciencia se intento imponer.

  • Vale... Creo que esto es mala idea... - le dije sonriendo de manera incomoda.

Él no aguantó la situación ni un momento más, y sacó su mano del interior de mi sujetador, dejandome a tres frotes más de un orgasmo "imparable".

Tan imparable que me corri sin poder evitarlo.

  • ¿has llegado al orgasmo? - me dijo sin cortarse.

  • Eso no se le pregunta a una señorita - respondi de manera estupida sin saber gestionar aquella situación.

Estaba apoyada contra mi padrastro, con las bragas empapadas y el sujetador colgando. E intentando mantener el tipo ante mi madre y mi hermano que llegaron en ese momento de la compra.

  • ¿Que haciais? - preguntó.

  • Una peli - le contesto él de manera escueta.

Apuesto lo que sea a que se dio cuenta de lo que habia pasado. Una mirada al espejo del salón me descubrió que estaba aun resoplando y colorada como un tomate.

Aunque no dijo nada. Se fue a la cocina dejandonos alli mientras me intentaba recuperar.

Ese fue el comienzo de nuestras calenturientas citas cinefilas. Siempre con roces... Ya no concebía ver una película sin que me metiera mano a las "boobies". A veces terminaba en orgasmo y otras veces no, pero siempre empapaba las bragas. Era algo habitual y muy, muy, muy placentero.

Aunque el sentimiento de culpa rondaba a todas horas mi cabeza sin dejarme pensar con claridad.

Un dia se lo llegué a insinuar a una amiga. Necesitaba consejo de alguien y no se me ocurrió nadie más apropiado que Ana Maria. Ella, con también 19 años como yo ya había pasado por trece relaciones, y conocia de sobra los entresijos del sexo y saber llevar a los tios. Sorprendentemente no se escandalizó. Me dijo lo que yo ya pensaba. Si no hacemos daño a nadie... ¿Qué problema hay? Mientras mi madre no se entere no habrá motivo para dejarlo.

Pero la culpa me corroía.

Una noche tras un orgasmo bestial le mostré mi flujo.

  • Mira... Las cataratas del Niagara.

Él sonrió y con actitud picaresca se ofreció a tocarme ahí abajo.

Accedí, y esa fue la vez primera que un hombre me tocaba. Recuerdo que masajeo mis labios mayores y menores sofondo el fuego del anterior orgasmo, y me metió un dedo (mi primer dedo masculino).

-Me pones muy caliente nena - me dijo -. Tengo la polla a punto de reventar.

  • ¿Te haces pajas cuando terminas conmigo? - quise saber, y él me dijo que si con la cabeza.

  • Si quieres yo puedo aprender a hacertelas - me ofrecí-, No tiene que ser muy dificil.

  • Me encantaría - exclamó mientras que llevaba mi mano hasta el bulto de su pantalón (mi primer tocamiento a un tio)-.Me encantaría que me tocaras, que te la metieras en la boca, comerte yo a ti el coño, follarte como un loco. Hacer que te corras de mil maneras diferentes. Me pones a mil. Pero debemos tener cuidado.

Yo accedi asintiendo con la cabeza. Y ahí terminó la conversación. Cuando mi madre entró al salón y se sento entre nosotros.

  • Déjame a mi marido, abusadora - me dijo supuestamente de broma apartandome de mi amante-, y entonces comenzó a narrarle sus peleas en el trabajo y sus movidas. A aburrirle... Estaba claro.

De refilón observé a mi padrastro y comprobé con gusto como su erección habia desaparecido. De forma malvada me sentí bien por eso.

No pasó mucho tiempo hasta que volvimos a quedarnos solos. Esta vez en el coche.

Volviamos a casa y yo tenía los animos por los suelos. Habia suspendido el examen de conducir. No sé que me había pasado, quizás me puse nerviosa.

Estábamos llegando ya cuando le dije... No... casi le ordené, a mi padrastro que parara el coche.

  • Tienes que enseñarme a llevar el coche. No soporto las clases en la autoescuela, y no voy a dar ninguna más. Iré al examen con lo que tú me enseñes.

Mi padrastro accedió y circulamos por los campos que rodean nuestra casa durante más de una hora. Tras aparcar por undécima vez le pregunté si estaba cansado, y me contestó que no, pero que ya se estaba haciendo tarde para nuestra sesión de cine.

  • Podemos tenerla aquí -. Le sugerí. Estabamos en mitad de la nada. Con solo unas fabricas de fertilizantes a ambos lados. Y no parecia haber nadie por los alrededores.

Fue entonces, tras hacerme un hueco, tal y como siempre en su regazo, cuando se abrió los botones de sus pantalones y sacó su encarnada cosa. A solo unos centímetros de mis boca.

  • ¿Es una invitación? - le pregunte con malicia.

  • Haz lo que quieras con ella - me dijo-. Es toda tuya.

  • Y de mi madre -exclamé casi sin pensar. Luego me arrepentí de haberlo dicho. Probablemente había arruinado la escena.

Aunque mi padrastro no la dejó perder. Guió mi mano hasta su pene y me hizo agarrarlo. Luego comenzo a masturbarse con mi mano.

Las sensaciones que estaba desarrollando en ese momento eran contradictorias. Por un lado estaba flipada, siendo consciente de lo que estaba haciendo. Y por otro quería continuar avanzando más y más en ésto. Recordaba sus palabras aquella noche en el sillón, y me excitaban cada vez más: "... que me tocaras, que te la metieras en la boca, comerte yo a ti el coño, follarte como un loco. Hacer que te corras de mil maneras diferentes...". Pensé en la posibilidad de follar con él. Si seguiamos avanzando así alguna vez pasaría. Los dos éramos adultos y a ambos nos apetecía. Pero siempre estaba ahí el bloqueo de mi conciencia dándome el follón. Y encima yo aún era virgen, y un desastre en las relaciones sociales.

De todos modos me tranquilicé. Si habiamos llegado tan lejos habia sido más bien porque él me había ido guiando. Yo era una inexperta exploradora en estos temas sexuales, pero creo que lo iba haciendo bien.

Y fue entonces, cuando mi mano se llenó de su semen cuando comprendí que si, que lo estaba haciendo muy bien.

Unas semanas después fue mi cumpleaños. Cumplía veinte añazos, y a solo un año de terminar la carrera no tenia mi vida nada de clara.

Celebramos mi cumpleaños de forma íntima. Mis pocas amigas me llamaron ese día, y solo una llegó a regalarme un poema ñoño que dejé guardado en el cajón. Mi madre me hizo una tarta y sople las velas en el salón con mi hermano. Todo muy típico. Pero a la hora de los regalos hubo uno que si que me sorprendió, y casi me da un vuelco el corazón.

Mi padrastro sacó una caja blanca envuelta con papel de regalo de ositos. Tras abrirla saqué de ella algo que en un primer momento no supe identificar. ¡Un satisfyer! Todo un succionador de clitoris con consolador incluido. Todo para mi chichi.

Mi madre fue también la mayor Sorprendida.

  • Pero... ¡Cómo le regalas eso a la cria! ¡Cerdo!

Mi padrastro le explicó que había pedido por internet uno para ella y le había venido otro de regalo en la caja.

Esa explicación le resultó convincente y desde encontes consintió que yo tuviera dildo propio.

  • Ella ya es una mujer - le intentó explicar -, y es mejor que ella misma descubra su sexualidad en su cuarto, y no a manos de un fulano que la deje preñada.

Me hacian gracia sus explicaciones a mi madre. Y más al pensar que el fulano que me quería follar era él mismo.

Desde entonces no tuvimos ocasion de tener más citas a solas. Mi madre siempre estaba presente. Sospecho que se olía que pasaba algo entee nosotros, y le fastidiaba la complicidad que teníamos.

Unas semanas después pelearon. No sé si por mi o por las sospechas. Lo que sí que sé es que una noche hicieron las paces follando.

Y eso me enfadó mucho.

Estuve mucho rato pensando en entrar en la habitacion y fastidiarles el coito, pero fui buena y consenti que se desahogaran. Pensé que de aquella manera mi madre se tranquilizaría y dejaría de estar como un policia, todo el día vigilando nuestras peliculas y nuestros momentos a solas.

Y eso precisamente ocurrió. Relajó sus nervios y consintió que empezaramos de nuevo nuestras sesiones a solas con los correspondientes tocamientos. Pero ahora las manos volaban más, arriba y abajo. Nos masturbabamos con soltura, muchas veces a la vez, y creia tocar el cielo cuando sus dedos relizaban la combinación correcta que abria la caja fuerte de mis orgasmos.

Incluso llegué a probar su semen un día que sostenía su corrida en mis manos.

  • ¿te gustaría que te la chupara? - le dije y él bromeó comportandose como un cavernicola. Me alzó en volandas y colocando mi cabeza sobre su miembro aún manchado de blanco me bajó aún mas las braguitas y el pantalón, dejando mi culo y mi vagina expuestos, a plena disposición suya.

  • "unga, unga... Follar, follar..."

Sus bromas hacían que me partiera de risa, y dentro de la broma me excitaba cada vez más, imaginandome penetrada y sodomizada por esa verga que tantas veces había masajeado.

Pero de nuevo nuestra cita a solas se rompió.

Otras sesiones sexuales siguieron a esa. En algunas utilizamos el satisfiyer pero no me gusto demasiado. Los orgasmos que me provocaba el aparatito eran demasiado fuertes y rápidos. Preferia la parsimonia de mi padrastro, deteniendose durante interminables segundos en mis puntos erogenos y sacando de mi propia alma gemidos que nunca imaginé.

Y finalmente llegó el gran dia de mi desfloración. Y no fue en una de nuestras quedadas. Ni siquiera fue de noche.

Todo ocurrió una mañana en la que las prisas me hicieron olvidar en casa los trabajos que debía presentar en la facultad.

Cuando volví a por ellos ya era demasiado tarde y la clase ya habia comemzado.

  • Te da tiempo. Vamos... Cógelo todo. Yo te acerco.

  • No... Da igual. Puedo presentarlo otro día. Y encima tengo la regla. No tengo ganas de ir. Llamaré y diré que hoy estoy enferma.

Pues esa decisión fortuita unida al hecho de estar esa mañana solos en casa propició la primera y una de las mejores folladas de mi vida.

¡Y eso que tenía la regla!

Pero esto ya lo contaré en otra ocasión.

(espero que os haya gustado mi relato)

100 besos.

A