Ana (6)
Intermedio: entre mi final con Carmen y el encuentro con un gran amor.
Ana 6.
Cuando Carmen salió de mi vida estaba yo a punto de empezar la Universidad con poco más de 16 años muy largos cuando lo normal eran 17 cumplidos o 18, gracias al año que llevaba adelantado con la inestimable ayuda de Merche. Esperaba con impaciencia el día porque iba a suponer un cambio total de todo y en todo dentro de mi vida. En los meses que faltaban, yo ya me había convertido en una completa mujercita físicamente. Mis pechos eran hasta, quizás, demasiado grandes para mi edad, pero me gustaban y me excitaba acariciármelos y notar y ver como los pezones se ponían duros y surgían duros como dos diminutos obeliscos, puntiagudos, redondeados y muy sensibles a las caricias.
Los chicos, y no tan chicos, me decían cosas por la calle. Y, la verdad, no me desagradaba porque, si gustaba a los hombres, imaginaba que también gustaría a alguna mujer. Pero no encontré ninguna amiga en ese tiempo. Empecé la Universidad estudiando lo que había decidido hacía tiempo:Derecho. Conocí muchos chicos y chicas con los que no tenía inconveniente en salir de copas, tertulia, cine o lo que fuese. Pero sólo ellos me dirigían indirectas o directas. Mantenía buena amistad con todos y todas pero no encontraba ninguna mujer, compañera o no, que me atrajese lo suficiente o que creyese podría atraerle el sexo con otra mujer. Y así transcurrió el primer trimestre.
Ya en el segundo, después de Navidades, todos y todas nos conocíamos mucho mejor y empezamos a intimar más. Recuerdo en particular un chico, que estudiaba ya 3º de Derecho, siempre que salíamos en pandilla, buscaba mi compañía en particular. Era muy educado y, debo admitir, muy guapo o atractivo. Insistió tanto en que saliésemos juntos sólo los dos que acabe aceptando, entre otras razones, para disipar cualquier duda que pudieran tener sobre mis
inclinaciones sexuales. Le acompañé dos o tres veces al cine o al bailar y acabámos dandonos algunos besos y caricias. Pero yo no quería llegar a más. Y no sabía como terminar sin ofenderle porque no tenía queja alguna contra él. Esperé algún tiempo más hasta una noche que, después de estar bailando hasta tarde y de varias copas que él se había bebido, se puso bastante pesado queriendo hacerme el amor. Desde luego yo ya no era virgen hacía ya mucho tiempo. Y encontré la forma de terminar de una vez aquella relación que iba a más por parte de él. De forma que, tra negarme varias veces, ante su insistencia, acabé aceptando que me lo hiciese con la condición de que tuviese "protección" para estar segura de que no me pudiese quedar embarazada. Él iba preparado. Debo admitir que fue muy delicado y aunque no me hizo ni rozar el principio de un orgasmo, me proporcinó un rato de agradables sensaciones. Después dejé pasar un par de días antes de volver a encontrarme con él y cuando lo hice fue para decirle que lo había pasado muy bien pero que, de momento, no quería comprometerme con nadie pues estaba en mi primer año y quería concentrarme en mis estudios.
Aunque acepté salir al cine o a dónde fuésemos con la pandilla. Se quedó un poco frustrado pero satisfecho con mi explicación.
Pero esta pequeña aventura me llevó a lo que no esperaba. Algo debió trascender por la Universidad o, al menos, en mi residencia porque a los pocos días noté que una de mis vecinas de pasillo dormía dos o tres puertas más allá de la míay que solía salir con nuestro grupo, comenzó a saludarme secamente con un simple "buenos días" o "tardes" o "noches", cuando antes nos saludábamos cordialmente y nos comentábamos cincuenta cosas. Yo lo achaqué a que estaba celosa porque había salido con un chico detrás del que casi todas andaban persiguiendo. Pero me molestaba la situación. Ella, Clara, era uno o dos años mayor que yo. Era castaña, alta, con buen tipo y bastante guapa de cara. Eso sí: tenía unas piernas largas y tan bien modeladas que todos y todas las admirábamos. Como me molestaba la situación porque no quería llevarme mal con nadie, más aquel mi primer año, un día en que ya nos retirabamos a nuestras habitacioneseran de dos camascoincidimos en el pasillo. Yo iba detrás y como ella iba dos o tres puertas más adelante, la alcancé y, al tiempo que le ponía la mano en el hombro para pararla, le dije:"Clara, me gustaría hablar contigo dos minutos. ¿Podemos?".
Ella se volvió hacia mí con cara de enfado y me contesto: "Si no son más de dos minutos. . .
Tengo mucho que hacer. Empieza ya". Yo le dije que prefería en privado, no en medio del pasillo. Ella lo pensó unos segundos y me dijo:"Está bien. ¿En tu habitación o en la mía". Yo le dije que no sabía si mi compañera de cuarto había llegado ya o no. Que tenía que mirarlo.
Ella, rápidamente, me dijo: "Pues ven a la mía porque la mía no llegó ni llegará hasta tarde porque se ha ido de juerga"".
Pasamos a su habitación y nos sentamos una frente a otra al borde de las camas, que estaban una al lado de la otra separadas por un pequeño pasillo. En cuanto lo hicimos ella, todavía muy seca, me preguntó rápidamente:"Bueno, ¿qué te pasa?" Yo le dije:"Perdóname, Clara, pero soy yo la que quiero saber qué te pasa a ti conmigo. Antes nos llevábamos bien, casi éramos amigas. Y, de pronto, ni me saludas. ¿Qué te hecho o en qué te he molestado?. He oido rumores por ahí y, sí es porque estás celosa porque he salido con Enrique, puedes estar tranquila porque hace ya muchos días que terminamos. Y tampoco salimos muchas veces. O sea que no tienes motivos para continuar así conmigo. Es todo tuyo, si lo quieres. No es mi tipo". Ella me miró, como interrogándome, y me dijo con tono muy sarcástico: "Pues es un guapo chico. ¿Cómo te gustan a ti? ¿Bajitos y gordos o viejos y arrugados? " Yo, aunque enfadada por su tono sarcástico, forcé una sonrisa y le dije en tono de broma:"No, desde luego. Simplemente no es mi tipo. "Y añadí:"Ahora que todo está aclarado, ¿hacemos las paces y volvemos a ser amigas?. Al mismo tiempo le tendí mi mano estrecharla con la suya como signo de paz.
Ella me tendió la suya y nos dimos un cordial apretón. Luego, soltando la mía y sonriendo, me dijo: "Confidencia por confidencia, si me prometes que lo que te voy a decir queda entre nosotras y no sale de entre estas cuatro paredes. ¿Me lo prometes?. Le dije que sí. Y, para mi sor
presa continuó:"Pues tampoco es mi tipo". Yo le pregunté:"Y, entonces, ¿por qué tu enfado?. Me confesó lo siguiente: "Verás no es mi tipo. Y no estaba celosa de ti, sino de él porque mi tipo es más bien el tuyo, es decir, sólo me gustan las chicas o las mujeres. Espero que no lo digas por ahí, aunque me importaría relativamente poco pues el año que viene tengo que irme a la Universidad de Barcelona porque a mi padre lo han trasladado allí. Él ya está esperándonos con casa y todo pero mi madre y mis hermanos nos quedaremos aquí hasta acabar el curso. "Yo me quedé fría y sin saber que decirle. Me había conmovido su sinceridad y, tam
bién, excitó mi sexo que llevaba tiempo"inactivo", salvo autosatisfacciones. La miré a los ojos y riéndome le dije:"Pues a mí también me pasa lo mismo". Ella se quedó mirándome con cara entre la sorpresa e incredulidad. ¿Es cierto eso, de verdad?. Le dije que sí u que por eso había salido con Enrique, para alejar cualquier sospecha sobre mis tendencias sexuales. Cuando entendió que yo hablaba en serio, miró la hora y me dijo: "Entonces nuestra paz hay que sellarla con algo más que un apretón de manos. Tenemos mucho tiempo hasta que vuelva mi compañera. ¿Puedo darte un beso?". Sin contestarle, me fui hacia ella y busqué su boca. Caímos las dos de espaldas sobre la cama dónde ella estaba sentada y el beso se prolongó minutos, registrando mutuamente con nuestra lenguas lo más profundo de nosotras como si quisiéramos llegar desde la boca hasta lo más profundo de nosotras. Poco a poco y según crecía
nuestra excitación, fueron cayendo nuestra ropas. En un momento determinado, cuando fuimos conscientes de cómo íbamos a terminar, ella hizo un pequeño alto para poner el cerrojo de la puerta y colocar el despertador un buen rato antes de la hora que calculaba llegaría su compañera. Terminamos completamente desnudas y haciéndonos el amor hasta que sonó el maldito despertador. Nos vestimos y, desde aquél día, cada vez que sabíamos que la compañera de una o de la otra, nos avisábamos para no salir y poder quedarnos solas haciéndonos el amor. Y cuando salíamos en grupo, procurábamos perdernos sin llamar la atención y poder, al menos, darnos algunos besos y caricias. Cuando terminábamos el curso me preguntó, más bien, me pidió: "Oye Ana, el curso que viene ya no nos podremos ver. ¿Te parece que la última noche antes de volver a casa la pasemos juntas en un hotel en lugar de dormir en la residencia?. Le dije que me parecía perfecto porque así podríamos despedirnos tranquilamente. Y así lo hicimos. Fue una noche maravillosa. Como no queríamos ni podíamos prometernos "amor eterno" ni nada así, porque las dos éramos realistas y sabíamos que desde el día siguiente nos iban a separar cientos de kilómetros, nos limitamos a disfrutar y gozar de nuestros cuerpos y nuestro sexo al límite.
Con estos recuerdos me marché de vacaciones.
Durante las vacaciones de verano volví a casa. Hice lo que era la vida normal todos los veranos: por la mañana nos encontrábamos los amigos y amigas de la pandilla en la playa y al atardecer nos volvíamos a reunir, bien en casa de alguno o bien en algún bar de los que frecuentábamos para charlar e irnos de copas. Aquél primer verano de Universidad me sucedió algo que no esperaba después de medio año de media abstinencia. Para pasar también las vacaciones aunque más cortashabía vuelto un amiga, Blanca, que estudiaba enfermería en Madrid. Blanca era guapa, castaña muy clara, casi rubia, con buen tipo aunque no del
gadita, enormes pechos, inteligente, y muy"sexy".
Uno de los días en que habíamos quedado por la tarde, ella y yo llegamos antes que los demás al bar dónde habíamos quedado y, mientras tomábamos algo, hablamos de cincuenta cosas distintas y entramos en las personales. En un momento determinado me dijo:"Oye, Ana eres una buena amia desde hace años y sé que eres muy discreta. Quiero comentarte y preguntarte algo que me da vergüenza. Verás, tengo la sensación de que tanto los chicos y los hombres sólo me miran por el sexo, pensando en eso y tengo un verdadero complejo. "
No tardé nada en encontrar las palabras para contestarle la verdad y no ofenderla. Le contesté: "Blanca, cariño, eso no es o no debe ser para ti ningún complejo. Tu tienes que saber nada más que con mirarte al espejo lo atractiva que eres y llamas la atención cuando vas a cualquier sitio. Es normal que te miren así, con deseo. Lo que tienes que hacer tú, cuando te interese alguno es demostrar que, además de ese precioso cuerpo, tienes una cabeza y un cerebro muy bien amueblados.
¿De acuerdo?. "Me dijo sí, quizás tienes razón. Sé que lo que fea, lo que se dice fea, no lo soy. Y tonta, tampoco. De acuerdo". Y en ese momento es, quizás por primera vez en mi vida, dije algo sin pensar las consecuencias. Porque, sin darme cuenta, dejando libre mi subconsciente, añadí: "Fijate si eres atractiva, deseable y sexy que a mí siempre me ha apeteccido abrazarte, darte un beso en la boca y acariciarte". No había terminado de decirlo cuando me dí cuenta que, quizás, había"metido la pata"irremediablemente. Nadie sabía en la pandilla mis inclinaciones sexuales. Blanca se quedó en silencio y como petrificada durante unos segundos. No dijo nada inmediatamente. Debió procesar en su bonita cabeza lo que significaban mis palabras. Al cabo de unos instantes me miró y, con cara de sorpresa me preguntó:"¿Túuu?. ¡No lo hubiese imaginado nunca, jamás. !. Traté de arreglar en lo posible mi error y le dije:"Perdóname Blanca. No te enfades conmigo. Y, por favor, no lo comentes con nadie".
Rápidamente me tranquilizó diciéndome:"No te preocupes. Eso queda entre tú y yo. Como lo que yo te dije de mi complejo. "Yo le dí las gracias y ella me cogió una mano y me la apretó, como haciendo un pacto, mientras me decía:"Mira, secreto por secreto: aunque no lo creas, soy virgen todavía. En Madrid, con amigos y compañeros que me atraen no pasamos de algunas caricias y algunos besos y alguna masturbación. Con las chicas nada de naaunque alguna vez he tenido tentaciones porque en la residencia donde vivo, hay una compañera de una habitación muy cerca de la mía que cada dos por tres, sobre todo cuando no está mi compañera de cuarto, viene a verme con cualquier disculpa o me invita a pasar al suyo para hablar y siempre acaba acariciándome los muslos, la espalda o lo que sea y me hace insinuaciones. Alguna vez cuando estoy excitada, he tenido la tentación de probar a que sabe eso. ""¿Te quedas ya tranquila del todo?"
Le dije que sí. Llegaron los demás y continuó la velada normalmente. Pero, al día siguiente, cuando nos encontramos por la mañana en la playa, en uno de los momentos en que no había nadie cerca me dijo, de sopetón:"¿Por qué no te pasas por mi casa pasaba las vacaciones en casa de unos tíos suyosdespués de comer y antes de quedar con los demás?. Me gustaría seguir hablando contigo de lo de ayer". Le dije que encantada, que allí estaría. Y, efectivamente, entre intrigada y ansiosa, sobre las cinco de la tarde me presenté en su casa. Abrió ella la puerta. Saludé a sus tíos a los que conocíaque estaban en el salón. Hablé con ellos unos minutos y luego Blanca les dijo: "Nos vamos a mi habitación, que tenemos que hablar de cosas nuestras". Pasamos a su dormitorio. Como era sólo su habitación durante las vacaciones de verano, no tenía muchas cosas y una sola silla, por lo que nos sentamos sobre la cama. Hablamos muy poco de vaguedades y, en seguida, Blanca abordó el tema directamente.
Primero me preguntó por mi propia historia porque, según me dijo, aún no podía creer que yo fuese lesbiana y, menos aún, que siendo ella mujer nunca lo hubiese notado. Muy brevemente le conté mi breve historia y noté que la excitaba.
Me miró y con una sonrisa me dijo:"Mira, Ana, me pasé media noche dándole vueltas en la cabeza a lo que me dijiste ayer y cogí un "calentón" terrible. Tan terrible que acabé masturbándome varias veces. Como ya te conté, alguna vez he tenido la tentación de probar con esa com pañera que siempre está encima de mí, pero me daba miedo porque ni la conozco lo suficiente ni sé si luego va a ir contándolo por toda la residencia. Pero sigo con ganas de probar aunque no sé si me gustará ni hasta dónde estoy dispuesta a llegar. Tu me gustas como amiga y también físicamente. Y sé que de entre estas cuatro paredes no va a salir nada. Así que si sigue apeteciéndote darme un beso, empieza por ahí. ¿Quieres?". Yo no le contesté y busqué directamente su boca. Le dí un beso en los labios que no rechazó, pero en cuanto intenté meter mi lengua dentro de su boca, se separó de mí. Me miró y dijo: "Perdona, pero es la sorpresa. Es la primera vez que una mujer me besa. Prueba otra vez". Volví a besarla. Esta vez no sólo me dejó hurgar con mi lengua dentro de su boca sino que, para mi sorpresa, me respondió de igual forma con pasión.
Al poco tiempo en lugar de sentadas sobre la cama, estabamos echadas sobre ella. Y muy pronto(ambas íbamos vestidas con ropa de verano muy ligera) una de mis manos estaba acariciando sus pechos. Noté por su respiración alterada que su excitación iba en aumento. Lo demostró buscando mis pechos para acariciarlos también. Cuando sentí que Blanca estaba ya como una locomotora sin freno, con mi otra mano busqué su vagina, que estaba chorreando, y me dejó que la masturbase. Cuando estaba a punto del orgasmo, hizo lo mismo conmigo y, creo, que llegamos juntas al climax.
Cuando acabamos nos quedamos un rato de espaldas, mirando al techo de la habitación y sin decir nada. Después, cuando ambas habíamos recuperado la respiración normal y estábamos relajadas, todavía mirando al techo, le cogí una de las manos y se la apreté con cariño mientras le pregunta ba:¿Te gustó?. Me dijo"Sí, mucho. Disfruté muchísimo porque, además, es la primera vez que me corro sin ser a escondidas, como cuando me lo ha hecho algún amigo. Pero no creas que quiere decir que vaya a apuntarme. Me siguen gustando mucho los chicos. ".
Nos arreglamos y salimos juntas a reunirnos con el resto de la pandilla, sin comentar nada de lo sucedido. En los días siguientes nuestro trato siguió siendo el normal de siempre, como si nada hubiese sucedido entre nosotras, aunque, cuando nos encontrábamos, siempre me dirigía en silencio una mirada de complicidad. Continuámos siendo excelentes amigas y nunca ninguna de las dos volvió a mencionar lo sucedido. Sus vacaciones duraban sólo la mitad de la mías, aproximadamente cinco o seis semanas. Cuando le quedaban sólo diez días me dijo : ¿por qué no te pasas por mi casa ésta tarde?. Le dije que sí y fuí. Esta vez los preámbulos fueron más breves. Saludé a sus tíos y pasamos directamente a su habitación. Una vez allí, cerró la puerta, se quedó en bragas y sostén, se tiró encima de la cama y me dijo que la acompañase, cosa que yo ya estaba haciendo. Más o menos repetimos lo de nuestro último y único encuentro hasta entonces pero con dos variantes: una, que ésta vez fue ella la que busco mi boca y, poco después, mi vagina; la otra que yo la dejé actuar y darme placer con su mano, pero sin buscar el suyo rápidamente.
Cuando me hubo satisfecho y ella estaba esperando la correspondencia, sin decirle una palabra, bajé hasta su vagina, metí la cabeza entre sus muslos y le día placer con mi boca, lengua y dedos. Sólo recuerdo que ella se puso una de las manos sobre la boca para que sus tíos no oyesen sus quejidos. Cuando acabó, todavía con la respiración entrecortada, me dijo: "Me ha encantado pero ¿por qué has hecho eso, Anita?. Le dije sencillamente: "Porque me gustas mucho y porque me apetecía muchísimo. " Ella añadió: "Perdóname pero yo no puedo hacerte lo mismo. Tengo algunos reparos". La tranquilicé diciendole: "Tampoco te lo pedí. Con lo que me has hecho es suficiente". Todavía tuvimos un tercer y último encuentro. La víspera de su regreso a Madrid, al encontrarnos por la mañana en la playa me dijo:"Mañana mi tren sale a las diez de la noche y, supongo, que estaremos todos, la pandilla, despidiéndonos y bebiendo copas toda la tarde y me gustaría despedirme de tí a solas.
Así que ¿Por qué no vienes ésta tarde a casa?. Le contesté que allí estaría. Y a las cuatro y media o cinco, allí estaba. Casi sin prolegómenos, tras saludar brevemente a sus tios pasamos a su habitación. Cerró cuidadosamente la puerta, se quitó la poco ropa de verano que llevaba mientras yo hacía lo mismo. Nos acostamos y empezamos con los besos, caricias y demás rituales previos. Cuando ya las dos estábamos excitadas y yo fui a buscar su sexo, me paró y me dijo:"No. Espera. Tengo una sorpresa para ti. Túmbate boca arriba y cierra los ojos hasta que yo te diga". La obedecí. Cerré los ojos y, a los pocos segundos, noté sus manos sobre mis muslos abriendo mis piernas. Abrí los ojos y ví que tenía su cabeza encima de mi sexo. Con una mirada la interrogué y me dijo :"Mira, soy tonta.
Soy ya casi enfermera y sé que aquí hay menos gérmenes en la boca. Me lo has hecho tú a mi y, aunque vuelva a mis chicos, ya que he probado con una mujer, quiero probarlo todo". Y, sin más, metió su cabeza allí y su lengua y sus dedos. . . . Cuando acabó le dí yo placer de todas las maneras que yo sabía y ella quiso. Nos despedimos definitivamente, con la pandilla por en medio, al siguiente día. La dejamos subida a su vagón del tren. El verano siguiente ya era enfermera y no vinode vacaciones. No voví a saber de ella hasta bastantes años después cuando, yo ya en Madrid la localicé. Nos vimos dos o tres veces sólo como amigas y con otros amigos comunes. Tenía novio y, no mucho después, se casó. Tiene tres hijos y es muy feliz.
Si alguna posible lectora quiere hacerme algún comentario puede escribirme a mi email.