Ana (4)

Continuación de Ana. Conozce a una mujer que la señalaría profundamente.

Ana 4. Después de aquellos años de bachillerato tuve mi última y más fuerte experiencia de niñajovencita, que me marcó y no positivamente como mi querida Merche. Por aquella época mis padres tenían, entre otros amigos íntimos, a un matrimonio. El se llamaba Antonio, Tonyera español pero había pasado más de media vida en Filipinas llevando un negocio de su familia. Allí se había casado con una hermosísima filipina, Carmen, tagala bastante más joven que él e, incluso, que mi madre y tenían una hija de la edad de mi hermano más pequeño. Habían vuelto a España. El dirigía un pequeña fábrica dónde tenían una casa aparte que era su domicilio particular. Vivían a dos o tres manzanas de nuestra casa y, por razones que no sé o recuerdo, llegaron a ser los más íntimos amigos de entre los íntimos. Hasta el punto que ambos matrimonios alquilaron juntos para todo el año todos los añosuna casa grande, para ambas familias, en un pequeño puerto pesquero con varias y bonitas playas y tan sólo a treinta kilómetros, más o menos, de donde vivíamos.

Compraron una lancha grande de remos y una motora. En verano, desde que acababa el colegio, ambas madres e hijos pasábamos allí los tres meses y los padres los fines de semana. El resto del año sólo íbamos los fines de semana cuando el tiempo metereológico lo permitía. Para que cuidasen de la casa todo el año habían contratado a un matrimonio del pueblo que vivían en una casita al lado. Estos son los antecedentes para entrar en situación. Aquél verano, el siguiente a perder a Merche y después de mis"escarceos"para pasar el tiempo y olvidar mi pena, yo ya era una adolescente, sino por la edadonce años largoscaminando hacia los docesí por mi desarrollo físicoya tenía unos pechos que llamaban la atención de los chicosy mi experiencias prematuras. Creía saberlo todo o casi todo, pero no había empezado. Llegó Junio y, cuando todos acabamos los colegios, nos fuimos a pasar el verano en el pueblo pesquero.

Como siempre los hombres los padresvenían los fines de semana desde el viernes por la tarde. El resto de la semana estábamos solos. (Más bien solas: las dos mujeres adultas, la hija de Carmen, una niña, yo, adolescente, y mis dos hermanos pequeños. La vida allí era rutinaria pero tranquila y feliz. .

No había gran cosa que hacer salvo ir a la playa, si el tiempo lo permitía, pescar, leer, comer y dormir. Y era lo que hacíamos. Pescar, que a mí me gustaba, se podía incluso hacer desde alguna de las playas. Y, si no, coger cangrejos muy buenos a mano. Entre las tres o cuatro playas que había una era la preferida por las madres para llevar a los hijos. La razón era sencilla: era una playita muy pequeña, cerrada, con forma de concha pequeñita y que daba a la ría que conducía al puerto donde estaba el pueblo. La ventaja una, porque luego descubrí que tenía otraes que el agua sólo subía cuando subía la marea a través de la ría. Por ello subía poco a poco y prácticamente, salvo en la entrada, ningún niño podía ahogarse en ella pues, aunque se atreviese a andar hacia la ría antes de que llegase donde el agua podía cubrirle, daba tiempo a que la madre más distraída fuese a rescatarle.

La otra ventaja es que sólo se podía llegar por la ria, en barca de remos o en motora y, en cualquiera de los casos, como la playa no se veía hasta que se llegaba a la misma entrada, podía estar uno como quisiera porque nadie le veía. Además durante la semana no había nadie más que nosotros. La gente del pueblo de dedicaba a sus trabajos y no a ir a tomar el sol y sólo los fines de semana, aparte de nuestros padres, aparecían forasteros. Pues bien, con todas estas ventajas era la playa donde íbamos casi todos los días. Como digo el único problema es que, para llegar, había que ir en barca. Una buena mañana me levanté temprano, como era mi costumbre. Mis hermanos y la hija de Carmen dormían como troncos. Bajé ya lavada al piso de abajo donde estaba la cocinacomedor. Las madres estaban desayunando y haciendo planes para la mañana no había muchos que hacer: playa y más playay para la comida. Yo me uní al desayuno. El día era espléndido. Acabamos de desayunar y Carmen le dijo a mi madre: "Oye Nini era el nombre cariñoso con el que todos conocían a mi madretus hijos y la mía a saber a que hora piensan despertar. Y mientras desayunan, se visten, cogen sus cosas y llegamos a la playa perdemos media mañana de sol.

Como Anita ya está lista ¿qué te parece si Alfredo era el que cuidaba de la casa y llevaba la barcanos lleva a ella y a mi y luego vuelve por vosotros?. Así yo tengo una hora y media más de sol y ella puede pescar o hacer lo que quiera". Mi madre dijo que muy bien, que nos fuésemos ya. Alfredo nos llevó y nos dejó. En cuanto hubo salido de la playa, y ya no podía vernos, Carmen se quitó el vestido playero y se quedó en biquini, cosa de escándalo en aquélla época y en aquel pueblo. Yo ya la había visto alguna vez así y sabía que mi madre lo aceptaba de mala gana, pero por la amistad que las unía, trataba de hacerse la moderna. Carmen me dijo ¿ves porque quería venir pronto?Para aprovechar este día maravilloso y ponerme bien morena. " Se echó en una de las toallas de playa que llevábamos, boca arriba, y me dijo"Haz lo que quieras, pescar, coger cangrejos o tomar el sol como yo". Yo me fui con mi caña al borde de la ría. Tuve suerte y al poco tiempo picó un pez bastante hermoso. Orgullosa fui a enseñárselo a Carmen. Me elogió y, cuando yo estaba a punto de volver a mi sitio de pesca, me dijo: "Oye Anita: sé que tu no eres tan antigua como tu madre. Por eso voy a preguntarte una cosa pero que sea entre tu y yo. Un secreto. ¿Te da más si me quito la parte de arriba para ponerme bien morena?. Como es lógico, conociendo ya lo que era una mujer desnuda y gustándome las mujeres como me gustaban le dijeeso sí, con cara de niña inocenteque no. Ella se quitó la parte de arriba del biquini y me pidió que le pusiese crema en la espalda, donde no llegaba.

Lo hice y como cuando acabé tenía algo aún en las manos, me dijo que se lo pusiese en los pechos. Estuve a punto de negarme, no por reparos, pero porque, al ver los hermosos pechos que tenía, yo estaba tan excitada como cuando había estado con Merche y lo que me apetecía era hacerle el amor allí mismo y no ponerle la dichosa crema. Pero se la puse y, al pasar mi mano por sus pechos una y otra vez para untarla bien y al ver que sus pezones se ponían duros, estuve a punto de tener que hacer algo conmigo misma. Notaba mi clítoris erecto. Acabé tan pronto como pude y volví a mi sitio de pesca. Pero mientras terminaba, puede examinar y admirar con detenimiento su cuerpo que yo me me atrevería a definir como perfecto. Desde su color de piel natural, que denotaba su origen, realzado por el bronceado solar, le daba un tono que maravillaba a quien la admirase. Además tenía todo perfecto: pechos, pezones, vientre sin un gramo de másmuslos que parecían dos perfectas columnas. . . deje de mirarla porque me estaba excitando de tal forma que cada movimiento que yo hacía, mi traje rozaba con mi vagina y estaba a punto de producirme un orgasmo y yo no lo quería así, sin poder disfrutarlo con comodidad y deleitándome también con el pensamiento.

Mientras miraba la ría y el hilo de mi caña de pescar llevado arriba y abajo por la corriente, no podía dejar de hacer dos cosas: mirar de vez en cuando para atrás, donde yacía al sol Carmen con sus pechos y pezones apuntando al cielo y meterme la mano por debajo del traje de baño y acariciar mi vagina, esperando un orgasmo que no acababa de llegarme por la sobrexcitación. Entonces fue la propia Carmen la que vino en mi ayuda: empezó a llamarme a voces (la distancia era relativamente grande) y me pidió que fuese allí. Lo hice obedientemente y la llamada me hizo olvidar momentáneamente mi estado.

Cuando estuve a su lado me hizo sentarme en la otra toalla de baño, a su lado. Se incorporó un poco apoyando una mano en la arena y me dijo con tono entre complicidad y amenaza: "Si me quito la parte de abajo y te pido que me pongas crema en el culete, que lo debo tener completamente blanco, ¿se los vas a decir a tu madre?. Sumisamente le dije que no. No había acabado de decirlo la palabra "no" y ya se había quedado desnuda.

Había empezado a quitársela antes de oir mi respuesta. Se dió la vuelta y me dijo que le pusiese crema en las nalgas, cosa que yo aproveché gustosa para pasar una y otra vez por aquellas duras, apretadas y perfectas semiesferas. Cuando acabé volvió a ponerse boca arriba y me dijo: ¿porqué eres tan tonta y en lugar de ir a pescar no te quitas eso y aprovechas como yo para tomar el sol en todo el cuerpo, que es muy sano de vez en cuando.

Aprovecha antes de que lleguen tu madre y tus hermanos nos estropeen la mañana". Pero no se limitó a decir eso sino que, incorporándose, me ayudó a quitarme el traje de baño, aunque yo ya había empezado a hacerlo porque la tentación era demasiado grande. Y me quedé desnuda, como ella, tumbada en la otra toalla, pegados los cuerpos. No tardó en ponerme la mano sobre mi estómago mientras decía: ¡Pero Anita, por el amor del cielo, relajate un poco!¡Estás tan tensa como las cuerdas de un violín!¡No pasa nada y nadie nos ve!¡Así vas a disfrutar del sol ni de nada!

Y añadió: ¿Quieres que te ayude yo a relajarte?. Le dije que sí. Y ¡vaya si lo hizo !. Empezó por acariciarme todo el cuerpo, besó y chupó mis pechos que hasta a mi empezaban a gustarme porque ya se veía lo que erany acabó metiendo uno de sus dedos en mi vagina hasta dentro, sacándolo luego hasta el clítoris, frotándolo un poco y volviendo a empezar con la introducción en la vagina y así hasta que tuve no sé si uno, dos o tres orgasmos en muy poco tiempo. Cuando ella notó que yo ya no podía más, sin pedírmelo, como si hubiese un pacto previo o como si fuera una obligación preestablecida, cogió mi mano y la llevó a su vagina para que le hiciese lo mismo. Creo que ahora la sorprendida fué ella cuandó vió y, sobre todo notó y sintió que no le estaban haciendo un trabajo de aficionada o"amateur" sino que yo sabía muy bien lo que hacía y cómo se lo hacía. Tan bien que no tardé demasiado en que llegase al orgasmo, que alcanzó revolcandose en la toalla. Al acabar me miró y, entonces sí con plena complicidad me dijo tan sólo:

¡Ay Anita, que pillina me has resultado!, queriendo decirme que, como mujer de experiencia que era, sabía que yo no era tan inocente y cándida como parecía. Se calló y se puso a tomar el sol. Al cabo de un rato miró el reloj que llevaba en el bolso de playa y dijo: Nini y los demás no tardarán en llegar.

Tendremos que vestirnos pero, si quieres, todavía tenemos bastante tiempo porque desde que empecemos a oir los remos nos basta para vestirnos y nos sobra. ¿Quieres?. Le dije sí con los ojos. Esta vez fué al revés: me hizo empezar a mi antes y cuando ella alcanzó el orgasmo, buscó el mío, lo que no le fue difícil porque yo ya estaba excitadísima de verla corriéndose. Cuando acabamos y antes de empezar a vestirnos antes de que llegase el resto de la familia, me dijo: "Anita, aunque lo has hecho todo de maravilla y se vé que ya sabes que hacer por experiencia y por experiencia, quiero enseñarte algo "con mapa". Túmbate boca abajo frente a mi y entre mis piernas, lo más cerca que puedas de mi vagina".

Así lo hice, como hipnotizada por aquella mujer atractiva, sensual, erótica y que me atraía como un imán. Ella se sentó dejando que mi cabeza quedase a escasísimos centímetros de su vagina. Entonces me dio una lección de anatomía humana en versión femenina. Abrió con sus largos dedos sus labios externos y me fue explicando con todo detalle cada parte de aquella maravillosa cueva. Se fue deteniendo en cada punto concreto explicándome con detalle los puntos que, con variantes, daban más placer a una mujer y en que forma y momento. Se detuvo especialmente en su clítoris, que ya estaba enardecido otra vez, yme hizo que se lo cogiese con delicadeza entre dos de mis dedos y notase su palpitar. Después, abriendo más aún sus piernas, metiéndose un dedo me enseñó y explicó el "agujero" que quedaba al fondo: a dónde iba, sus funciones, . . . bueno, todo de todo. Dio por terminada la lección de anatomía y mientras nos poníamos los trajes de baño(ella cambió el biquini por uno entero que traía en el bolso) me dijo: "Mañana ya me contarás cómo sabes tanto".