Ana 3

Continuación de Ana. Después de la revelación en el garaje del edificio dónde trabajar Ana y Jon, salen a comer.

Me coloqué la falda y la blusa. Me agaché,le di un suave beso en el pene a Jon y me levanté sonriendo pícaramente a mi semental. Fui a la guantera del coche y saqué unos pañuelos. Me limpié bien entre las piernas, pues la mezcla de fluidos amenazaba con ser un volcán a punto de estallar dentro de mí.

  • ¿Vamos a comer? Tenemos que hablar esto - dije abriendo los brazos y señalándonos.
  • Deberíamos. Sino se nos va a hacer tarde. Aunque… si quieres puedo comer otra cosa. Alimenta menos, pero me da placer - Me dijo cogiéndome de la espalda y acercándome a él.

Nos besamos de nuevo. Nuestras lenguas jugaron iniciando una bonita pelea mientras nos acariciábamos de nuevo. Sus manos cogieron mi culo y mis pechos, me arañó la espalda, me rozó la cara… Tampoco me quedé yo atrás.

  • Para Jon o no comemos hoy…

Nos separamos, él sonriendo. Bajé la puerta del maletero posteriormente le di al mando del coche para cerrarlo. Salimos del garaje por la puerta de los vehículos. La calle Doctor Calero de Majadahonda nos dio la bienvenida, dos carriles estrechos, anchas aceras a los lados, la calle tenía una pequeña rotonda en el centro que hacía que todos los días se formaran buenos atascos. A esas horas del día estaba completamente llena de coches. Uno de los lados de la rotonda daba a la calle Gran Vía. Hacia esa arteria, que hacía años había sido remodelada a una vía peatonal, era uno de los centros del pueblo. En ella estaban la mayoría de los bancos y el mercado. El recorrido no duró mucho, escasos cinco minutos, pero Jon y yo, íbamos agarrados de la mano como dos tortolitos.

Nos paramos en el restaurante La Maja Sabor a tapa. Era un local reducido, que basaba su servicio en la terraza. El interior aunque acogedor, resultaba demasiado pequeño para mi gusto.

Entramos y Paula, una camarera muy agradable nos atendió:

  • ¡Hola! ¿Qué tal estáis chicos? ¿Os pongo mesa para dos?
  • Hola Paula, bien la verdad, con un poco de calor - dije mirando pícaramente a Jon - Si, porfa para dos
  • Seguidme pues, supongo que querréis estar fuera ¿verdad? - preguntó mientras salía nos rodeaba brevemente.
  • Si, mejor - sonreí.

Jon muy amablemente nos dejó pasar primero, y recibí cuando pasé a su lado un pequeño apretón en la nalga derecha. Lo disfruté. Seguimos a Paula hasta una mesa, relativamente apartada del resto, que si que tenían gente, y que estaba a la sombra de un árbol.

  • ¿Os parece bien aquí? - preguntó Paula a la vez que dejaba las cartas sobre la mesa.
  • Perfecto - respondió Jon, dedicandola una cálida sonrisa a la joven camarera.

Ella se sonrojó levemente. La verdad es que cuando un hombre como Jon te sonreía de aquella manera, haciendo que sus glaciales ojos te penetraran hasta el centro de tu alma, y su sonrisa te la calentara, las dos únicas cosas que podías hacer era o huir, o derretirte ante él y sucumbir a su hechizo.

Cogí la carta, y la verdad es que después de la ristra de orgasmos, me noté totalmente hambrienta.

  • ¿Qué te apetece? Yo si o sí quiero croquetas - dije mirándole por encima de la carta mientras me pasaba la lengua por los labios. Adoraba esas croquetas de jamón.
  • Yo tomaría tortilla de patata, que me chifla, la quesadilla de carrillera y si quieres pues croquetas, claro.
  • Me parece bien. ¡CROQUETAAAAAAS! - grité para ambos riéndome e inflando los mofletes.

Cuando salió Paula a la terraza con una comanda, la avisamos con un gesto. En cuanto terminó de servir, recogió un par de platos de la mesa y se acercó a nosotros.

  • Decidme chicos.
  • Pues queremos croquetas para aquí mi amiga - dijo Jon mirándome y haciendo un gesto con la cabeza como diciendo que todas serían para mí - y luego tortilla de patata y la quesadilla de carrillera. ¿Crees que será suficiente?
  • Si, yo creo que si, ¿algo de beber?
  • Yo quiero una Radler - dije
  • Yo una Coca Cola.
  • Marchando - dijo Paula mientras se iba, después de recoger las cartas.

Madre mía, es que estaba muy bueno. Me quedé mirando a Jon que acababa de coger el móvil y estaba escribiendo a alguien por WhatsApp.

  • Jon, deberíamos hablar de esto ¿no te parece? Quiero decir, la verdad es que al principio me lo tomaba como un rollete, no me entiendas mal, pero hay que decir que después de casi cinco meses teniendo estos encuentros, y que al final estamos todo el día juntos. No sé, la verdad es que me gustas. - dije finalmente sonrojándome y mirándole un poco seria. Jon dejó el móvil, dejándolo boca abajo para que no nos molestaran y me miró directamente a los ojos. Dios mío, estaba notando como mi falda se caía, si llevara bragas, probablemente estarían bajo tierra de lo rápido que se me caían.
  • A mí también me gustas. Como dije antes, te quiero. - tomó aire antes de seguir hablando - La verdad, podríamos intentarlo, nos gustan las mismas cosas y en realidad ya estamos saliendo juntos aunque no le pongamos etiqueta. Así que en realidad lo único que estamos haciendo es darle forma en la sociedad actual. Por tanto - Me cogió las manos y muy serio me preguntó - Ana García, ¿quieres salir conmigo formalmente?
  • ¡Si! Dije sonrojándome a la vez que me escapaba una risita nerviosa.

Nos levantamos casi a la vez y nos besamos. Fue un beso muy tierno. Tranquilo, de conocimiento. Mi lengua jugó con la suya, la rozaba, la atacaba, me defendía pero todo a un ritmo lento. Juguetón. Mordí su labio, y él me lo lamió. Estaba tan pegada a él que notaba su bulto en mi cintura, a la vez que notaba como mis pezones se ponían duros. Mi entrepierna estaba empezando a humedecerse, y como siguiera así, al final sería un río.

Me separé de él dándole un pequeño beso en los labios mientras le miraba a los ojos. Como no me separara, sabía que no podría aguantarme y dejaría que me follara sobre la mesa, delante de todos. Era demasiado lo que me ponía. Sabía ya hacía tiempo que Jon me gustaba, que me gustaba mucho, y no solo de manera sexual, pero al final, no tenía el valor de ir a por él.

Finalmente hoy había conseguido reunirlo y hacerlo. Me sentía como cuando tenía dieciséis años, en el instituto, e intentaba que Pablo, se fijara en mí. Cuando por fin lo logré tuve mariposas en el estómago durante semanas. Ahora la situación era diferente, pues en realidad ya había conseguido que se fijara en mí hacia tiempo, pero mi corazón estaba acelerado, mi respiración seguía agitada y mis mejillas me las notaba coloradas.

Cuando me quise dar cuenta y giré mi cabeza a la derecha, me encontré con Paula, que nos traía las bebidas y las coquetas. Se puso muy colorada cuando la miré y bajando la mirada, nos puso las bebidas sobre la mesa y la comida en el centro. Nos colocó dos platitos y unos cubiertos.

  • Que aproveche - dijo mientras se iba rápidamente.
  • Ni que hubiera visto una peli porno.- dijo Jon soltando una carcajada mientras me soltaba y se sentaba cogiendo los cubiertos y poniendo su servilleta sobre la pierna derecha.
  • Creo que sí que la ha visto. - dije mientras miraba en derredor, algunas mesas nos miraban, más de lo normal, e iban bajando la mirada hacia sus platos según se encontraban con mis ojos - Nos miran todos. Jon se giró y sonrió.
  • Es que estás muy buena, deben notar que no llevas bragas… - dijo riendo.
  • Veo que te ha gustado la sorpresa de hoy.
  • Y que lo digas. Me ha sorprendido. Me acuerdo que cuando empezamos a quedar, no eras capaz casi de llevar falda, y por supuesto, siempre llevabas ropa interior. Incluso recuerdo unas bragas de los años 60.
  • ¡Serás cabrón!

Cogimos los cubiertos y empezamos a comer. Las croquetas para mí son ese manjar que siempre tenemos desde que somos pequeños. Cada vez que en una carta ponía croquetas, las pedía. No podía no hacerlo.

Cuando le di el primer bocado, la magia de la bechamel, el jamón, el pan rallado, el huevo… Todo en mi interior me llevó a cuando era una niña. Estaban deliciosas.

Paula nos trajo el resto de la comida, y terminamos rápido. Se nos había echado el tiempo encima. Eran las cuatro menos cuarto cuando estábamos pagando. Cada uno lo suyo.

Nos levantamos y Jon cogiéndome de la cintura con su mano derecha me acercó a él.

  • Vamos que no llegamos, mi bella dama. - me dio un rápido beso en los labios, haciéndome anhelar su lengua y su polla.

Le agarré yo también por la espalda y fuimos juntos caminando hasta el portal. No sé qué tienen los ascensores, pero es como si te llevaran a otro mundo paralelo.

Jon me apoyó contra el cristal dentro de él, y me levantó en vilo. Metió la cabeza entre mis piernas y me empezó a lamer el clítoris. Jadeé. Toda la piel de mi cuerpo se erizó. Mis pezones se pusieron por enésima vez duros en el día de hoy. Y Jon lamió y lamió. ¡Dios, no puede ser que me corra en tan poco tiempo!

Jon sacó la cabeza, me bajó hasta que mi cara estuvo a la altura de la suya y me besó. Fue un beso muy húmedo. Mis jugos estaban mezclados con su saliva, pero lejos de incomodarme, me hizo ponerme más cachonda.

Se abrió la puerta del sexto piso y Jon me bajó. Mi falda estaba muy arriba. Mis fluidos caían por ellas. Estaba demasiado excitada para ir a trabajar así

  • Jon, no puedo entrar así… Estoy demasiado caliente… Te odio
  • Vamos lobita mía, esto es solo un adelanto de lo que va a pasar esta noche.

La promesa de una noche con él hizo que mi corazón latiera más deprisa y que mi clítoris me palpitara. Mis pezones luchaban por salir del sujetador.

Me ayudó a recolocar mi ropa, de paso, dándome una palmada en el culo y cogiéndolo firmemente.

Continuará