Ana (3)

Es, simplemente, la continuación de mi vida sexual.

Ana 3

(Continuación)

Desde el momento en que Merche desapareció de mi corta vida lo pasé muy mal. En casa, mis padres, notaban que algo no iba bien conmigo pues mi carácter había cambiado. Yo siempre había sido habladora, risueña, alegre, bromista, extrovertida. Ahora contestaba conmonosílabos, estaba casi siempre abstraida, pensativa, poco comunicativa, cuando no de pésimo humor.

Me preguntaban si me pasaba algo y yo siempre decía que no, que nada, que quizás la dificulcultad de tener que enfrentarme al primer curso del bachillerato, con muchas asignaturas y

un horario muy largo. (Lo era de verdad:8. 30 misa obligatoria, salvo justificante, desde las 9

a las 13, clases con un"recreo"corto de 15 minutos y otro largo de 30. Y por la tarde desde las

  1. 30 a las 8. 00, también con un recreo largo de una hora, todo siempre bajo la mirada de una monja controlándonos ). Empecé a distraer mi pena y tristeza por la pérdida de Merche concentrándome en las compañeras de clase que me gustaban y atraían y de las que creía podía

gustarle el sexo con otra. Buscaba la que el instinto me decía que sí y procuraba sentarme en

el pupitre con ella. (No teníamos sitio fijo asignado, salvo en alguna clase rara, y los pupitres eran de dos, con un respaldo lo suficientemente alto para que las de atrás no viesen lo que tú no querías que viesen). La verdad es que mi instinto acertó más veces que las que me falló. Me sentaba al lado de la que era mi candidata. Como nos conocíamos todas, hablábamos de cualquier tontería mientras llegaba al estrado la monja o profesor/a seglar. Cuando empezaba la clase y teníamos que poner atención o, al menos, parecer que la poníamos, comenzaba también mi"trabajo". Vestíamos uniforme con falda no demasiado larga para la época. Si estaba al lado de la que mi instinto me había indicado, ponía mi muslo pegado al suyo. Si ella lo mantenía allí y no lo retiraba, presionaba un poco más. Si ella no reaccionaba negativamente, apartándose, o si correspondía a mi presión presionando ella mi dirección, sabía que podía intentar arriesgarme un poco más y, accidentalmente, dejaba reposar mi mano sobre su muslo. Si seguía sin reaccionar, acariciaba un poco su muslo, todavía por encima de la falda.

Y, a partir de ahí, ya sabía que el terreno era"libre". Pasaba mi mano por debajo de su falda, le volvía a acariciarle los muslos, ahora ya directamente en la piel, y subía hasta llegar a sus bragas que, al principio frotaba ligeramente por encima. Cuando veía que le agradaba porque se relajaba y hasta separaba los muslos, iba ya directamente a su vagina, se la acariciaba por fuera y, luego, metía mi dedo en ella, acariciando los labios internos –ya empapadosy buscando su clítoris. Normalmente, incluso antes de llegar aquí, ellas ya estaban buscando también la mía que yo les ofrecía rápidamente y con toda clase de facilidades. (Recuerdo que, en una ocasión, estando con una de mis mejores amigas en éste sentido y con la que ya habíamos hecho lo mismo, me tocó afortunadamente sentarme con ella.

A los cinco minutos pedí permiso para ir al baño y cuando volvíen tres minutoslo hice sin bragas para que ella tuviese mejor y mayor comodidad y, las dos, mayor disfrute. Ella se corrió (se"vino") nada más que de la sorpresa). Pero esto me sucedía no sólo siendo yo "la agente activa", sino que, varias veces me sucedió lo contrario: compañeras mayores que yollevaba un año adelantado por el examen que preparé con Merchey les tocaba a mi lado, compañeras de las que yo no había ni pensado pudieran gustarles las chicas, eran quienes practicaban con migo las mismas tretas que yo hacía con las otras. Así, entre unas y otras, conocí a bastantes. Algunas en una o dos ocasiones nada más. Con otras llegué a tener más intimidad, incluso fuera del Colegio. Entre ellas recuerdo, porque la relación fue un poco más larga e íntima, a Manuela, Herminia Adela, Pepita y a otra cuyo nombre era muy raro pero era algo así como Cesarína o Cesárea.

Recuerdo a cada una por diferentes razones:

A Manuela porque, extrañamente, siendo de mi curso y habiéndola conocida precisamente el año en que empecé el bachillerato, nuestra relación no empezó ni en el Colegio ni como con las demás. Mi casa estaba–como dijemuy cerca del Colegio. Vivíamos en un chalecito de dos pisos. Tenía un jardín muy amplio alrededor de la casa. Por estas razones, por la cercanía con el Colegio y por la amplitud de la casa y, sobre todo, del jardín, allí acababan parando todas mis amigas y los amigos y compañeros de mis hermanos. Nos "soltaban"en el jardín, jugabamos y nos cansábamos sin molestar a nadie de los adultos. En la planta baja de la casa cuya puerta daba al jardín, había a la entrada un gran hall que daba a la derecha un enorme salón, dominio exclusivo de mis padres y sus amistades, salvo cenas o comidas familiares. De

frente, una pequeña habitaciónarmario. También de frente a la izquierda una enorme coci

na con ventanas a la parte posterior del jardín. Entrando, a la izquierda, una habitación, lla

mada"la leonera", que era dónde nos metían cuando no estabamos en el jardín. En el piso de

arriba, salvo un comedor amplio, sólo estaban los dormitorios y los baños. Pues un buen día –en casa siempre había un montón de amiguitos de mis hermanos y alguna amiga mía, cuando todos se fueron marchando por la hora, sólo quedamos mis hermanos, Manuela y yo. Como empezaba a refrescar la tardenoche, entramos en la"leonera" dónde, después de jugar a nosequé cosas, acabamos los cuatro uno encima de otro en un sofá, peleándonos en broma. Tan pronto estaba arriba uno como otro u otra. Cuando llevamos así un rato, la voz de la chica –Carmina, no te olvides de éste nombreque nos cuidaba diciendo que la cena estaba lista. Mis hermanos salieron corriendo. Yo, como era la mayor, tenía un poco de "bula" y dije que iba más tarde. Así que nos quedamos solas Manuela y yo. En ese momento ella estaba encima de mí en la "famosa" pelea. No se quitó. Me miró y mientras me sujetaba los brazos para que no pudiera defenderme –yo creí que seguíamos con la "pelea"restregó su vagina, a través de la falda y la braga, contra la mía. Yo, por un momento no supe que hacer. Si el movimiento de ella no era intencionado y yo respondía intencionadamente podía ser que al día siguiente estuviese contando por todo el Colegio que yo era como era. Así que me quedé quieta, sin hacer un gesto pero mirándola fijamente a los ojos. Ella sonrió y volvió a repetir el frotamiento, pero ésta vez más fuerte, más claro y más explícito. No dijimos una sola palabra. En segundos las dos nos habíamos subido las faldas, bajado las bragas y estabamos frotandonos nuestras vaginas como locas hasta que llegamos al orgasmo y oímos la voz de Carmina gritándome si iba ya a cenar o no. Nos arreglamos Manuela y yo y nos despedimos hasta el día siguiente. Es curioso pero Manuela, a pesar de estar en el Colegio y en mi clase, es la única con la que no hice nunca nada dentro del Colegio. La verdad es que era más fácil hacerlo en mi casa:ella vivía a dos manzanas de la mía y, por una razón u otra –estudiar juntas, jugar o lo que fuese, siempre había un motivo para que estuviese en casa, cosa que a nadie sorprendía porque, aparte de ser mi amiga, era huérfana de madre, su padre marino mercante y su hermana, que llevaba la casa en ausencia del padre, trabajaba en la casa y en una oficina.

Por eso durante los meses que duró nuestra relación tuvimos oportunidades casi a diario para tener relaciones. Desde luego nunca le mencioné a Merche ni le enseñé – ella sabía muy poco de sexo, salvo masturbarse y algo máslo que yo sabía. Para mí lo que había hecho con mi querida Merche era una secreto un tesoro, una joya que no quería compartir con nadie. Por eso nuestras relaciones se limitaron prácticamente a la masturbación mutua. Eso sí: frecuente y con bastante intimidad pues siempre había un sitio en la casa para estar juntas un buen rato sin que nadie se preocupase por nosotras o nos buscase. (Un día mi madre abrió la puerta de la habitación en que estábamos masturbándonos y, es el día de hoy, en que no sé como no se dió cuenta. A Manuela y a mí se nos subió el corazón a la garganta del susto, pero, en cuanto mi madre – que sólo venía a buscar un librosalió de la habitación, terminamos lo empezado. )

El resto de las que he mencionado no pasaron de masturbaciones en los pupitres del colegio, más o menos atrevidas o audaces. Quizás la única algo diferente fue Herminia porque la relación que tuvimos, aunque también era de mi clase, fue breve, de siete días y también fuera del Colegio: Fue a final de curso. Fuimos a un campamento. Dormíamos en literas al estilo casi militar:dos arriba y dos abajo. A mí me tocó en una de arriba y de vecina, juntas, casi rozándonos, tenía una compañera muy seria llamada Angela. A los dos o tres días se puso mala –ni me acuerdo de quéy para poder atenderla mejor hicieron que ella bajase a la litera de abajo y su compañera, Heminia, se acostase arriba, a mi lado. Herminia siempre me había llamado la atención porque era rubia y muy guapa, pero nunca me había sentado con ella ni, por tanto, intentado nada. Dormíamos en pantaloncito corto o bragas. La primera noche que durmió a mi lado estuve durante media hora pensando como podía intentar saber si a ella algo me decía que síle gustaba lo mismo que a mí. Decidí hacerme la dormida. Empecé a respirar profundo. Pero como con sueño inquieto y moviéndome continuamente en mi litera. Sólo nos tapábamos con una ligera manta (hacía calor en el barracón). En uno de mis "inquietos"movimientos pase una de mis piernas a su litera. Seguí haciendo que dormía inquieta y en otro de mis movimientos puse mi pierna en contacto con una de las suyas. Ella no estaba dormida aún y no hizo nada. Continué la maniobra y puse mi muslo entre los suyos. No hizo nada. Me atreví y subí el muslo hasta ponérselo en la entrepierna, apretándolo ligeramente contra su vagina. Entonces sí respondió. Pero no rechazándome o llamando una de las monitoras vigilantes, sino acercándose más a mi, de forma que, aunque cada una en su litera, estabamos juntas. Después pasó una de sus manos por debajo de la manta y buscó mi vagina y, cuando la encontró, cogió mi mano y me la llevó a la suya. Sólo duró los seis o sie

te días que estuvo enferma Angela pero fueron gloriosos. Recuerdo que las jefas nos preguntaban si habíamos dormido mal porque nos levantábamos con cara como de cansadas. La verdad era que no habíamos dormido mal, pero sí poco. Nos acostábamos relativamente tarde. Tocaban"diana" para ir a los retretes, ducharnos y asearnos muy temprano. Y de las horas de la noche, supuestamente para dormir, Herminia y yo "malgastábamos"una o dos

en besarnos y masturbarnos mutuamente y darnos algún besito. Tampoco nada más. Pero lo suficiente para hacer mas agradables los quince o veinte días de aquél campamento. Es curioso pero, al regresar al colegio en curso siguiente, Herminia y yo no volvimos a tener relación alguna. Muchos años mas tarde, viviendo yo ya en Madrid, en un viaje que tuve que hacer a mi ciudad, me la encontré en un bar bastante elegante.

Estaba en una esquina de la barra. Tuve la tentación de ir a saludarla. Pero la miré y no me reconoció (era normal: habían pasado25 años o más). Además no me agradó su forma de estar: hablaba y se movía con gestos hombrunos y a mi me sigue gustando la feminidad.

Aparte de ellas también recuerdo especialmente a Pepita, como todo el mundo la llamaba aunque a ella no le gustaba. (Ni a mi tampoco, pero su nombre real era quizás peor: Josefa o Josefina, en diminutivo. Para describirla en pocas palabras diré que era muy rubia, casi albina, de piel tan blanca que parecía casi enferma. Pero, aparte de eso, era francamente bella. Todo en su cara y su delicado cuerpo era perfecto. Delgada, pero con un poco de todo lo que hay que tener en cada sitio. Parecía una porcelana y una porcelana frágil, extraordinariamente frágil. Yo la conocía bien porque nuestros padres eran amigos lo que suponía que nosotras teníamos que serlo aunque fuese a la fuerza. Ella tenía seis o siete hermanos más.

Creo recordar que todo chicos. Y, con frecuencia, ella y alguno de sus hermanos estaba en casa jugando con mis hermanos y conmigo. Jamás intenté nada con ella, aunque me atraía profundamente. Y no lo intentaba por muchas razones:por la amistad entre nuestro padres porque me parecía "pecado" tocarla por la "pureza" que destilaba y por puro miedo: Era tan especial que era inticable. En el colegio tenía dos motes "Falina"o "Bambi", ambos para tratar de describir su extrema delicadeza y utilizando los nombre de aquellos seres delicados y bellos de la película de Disney del mismo nombre. Además era la perfecta estudiante y la preferida de las monjas.

Nadie se atrevía a hacerle nada como darle una bofetada o tirarle del pelo en una pelea (bastante frecuentes entre nosotras por cualquier cosa) porque, aunque ella se lo mereciese, quien lo hiciera estaba ya castigada de antemano, sin que las monjas atendiesen razones o justificaciones: daban por supuesto que la culpable era la que le hubiese puesto la mano encima. Pues, pese a todos estos antecedentes, un día nos tocó sentarnos juntas en el mismo pupitre. No era compañía que me agradase demasiado porque, pese a nuestra amistad, no era la compañía adecuada, sobre todo si la clase resulba aburrida y preferíamos entretenernos jugando con nuestros sexos. Ella era intocable.

Y la clase resultó realmente aburrida y yo no sé porquequizás por la humana tendencia a tratar de buscar el fruto prohibidoapreté el medio muslo que quedaba al descubierto al sentarnos y subirsenos la faldita del uniforme. No presioné demasiado para que el contacto le pareciese accidental. Pero, para mi sorpresa, ella no se apartó. Pensé que no se había dado cuenta porque estuviese atenta a las aburridas explicaciones de la profesora. Me separé ligeramente pero ella buscó el contacto de nuevo. Yo no podía creerlo y menos quería cometer un error que no tendría arreglo. Volví separarme ligeramente, lo poco que el pupitre fijo permitía, pero para mi nueva sorpresa y mi inmensa alegría ella volvió a juntar nuestros muslos. Entonces y sólo entonces me atreví a poner mi mano sobre su muslo.

Al ver que no era rechazada, suave y lentamente, empecé a empezar la ascensión buscando el punto donde se juntan los muslos. Como no solo no apartó su mano sino que, poco a poco, abrió sus piernas para que mi "excursión"resultase más fácil. Cuando llegué al destino que me había propuesto me encontré con algo inesperado: su braga estaba tan mojada como la mía.

Ya, sin miedo, empecé a acariciar su monte de Venus por encima de su braguita y, luego, al ver que se había convertido en un pequeño torrente de humedades continuas, por dentro de la misma y empujada por su propia mano que, cogiendo la mía, prácticamente me la puso allí. Y, en cuanto sintió que yo la empezaba a acariciar por fuera y por dentro, buscó la mía, creo que más que por devolverme el favor, por experimentar algo que ella no conocía. Al poco tiempo de acariciarle su pequeño clítoris ella alcanzó un orgasmo que nos asustó a las dos pues a ella le fue tan difícil contener sus gemidos que hasta la profesora la oyó, preguntándole si le sucedía algo.

Ella, con una sanfre fría que no me esperaba, dijo que había levantado la tapa del pupitre(tenían una especie de cajón para guardar libros y cuadernos) y que al bajarla se había pillado los dedos un poco y que le había dolido. Entre su inocencia por un lado y su hipocresía por otro, consiguió que yo alcanzase el orgasmo casi al tiempo que ella. El resto del tiempo de la clase yo ya no estaba allí pues no hacía más que pensar en lo sucedido y me parecía increíble que la perfecta Pepita tuviese gusto por el sexo. Pero su gusto por el mismo una vez que lo había descubierto con otra persona de su sexo, no acabó ahí porque al poco tiempo, tan pronto se recuperó, fue ella la que quiso más y, sin pudicia, buscó directamente mi sexo mientras llevaba mi mano al suyo.

El resumen es que, antes de terminar la clase, las dos tuvimos otro orgasmo. Yo me quedé con ganas de haber probado su boca y con deseos de repetir lo mismo pero en privado. Ya por los pasillos y al salir de clase y del colegio para irnos a comer ella se puso a mi lado y, casi con lágrimas en los ojos me dijo inocentemente:"¿No se lo vas a contar a nadie, porfa, Anita". Yo le dije que si era tonta que ni podía ni quería contárselo a nadie. Que era nuestros secreto. Ella me confesó que hacía algún tiempo que se masturbaba, generalmente sólo por la noche sola en su cama, aunque sólo lo hacía una o dos veces por semana y que aquél día era la primera vez que lo compartía con otra persona y que le había encantado. Y, ya con voz que parecía un susurro, me dijo:¿Podremos hacerlo alguna vez a solas?Le dije que con la cantidad de veces que ella venía a mi casa o yo a la suya que seguro tendríamos más de una oportunidad. Y, efectivamente, así fue aunque no con demasiada frecuencia.

Pero llegué a tener la oportunidad de besarla –lo que le encantóy de chupar sus incipientes pechos, lo que la volvía loca. Nos masturbamos mutua y relajadamente varias veces bien en su casa o bien en la mía. Incluso en una ocasión me permitió lamer los labios de su pequeña pero preciosa vagina, que estaba rodeada por una pelitos tan rubios como era toda ella y que, alrededor de aquel delicioso hueco, parecían una corona de oro. Pero no le agradó demasiado, no porque le hubiese desagradado físicamente, que le gustó, sino porque creyó que si seguía se condenaría para siempre alinfierno para siempre.

Con esto acabo porque el resto, como decía, fueron contactos muy pasajeros con las mencionadas y otras de cuyo nombre ni de nada me acuerdo. Pero estos"escarceos"me hicieron más soportable el curso desde Octubre, cuando perdí a mi querida Merche, y el verano siguiente, cuando, sin esperarlo y por donde menos esperaba, surgió la segunda gran experiencia de mi vida y que acabó marcándola por completo.

anasdd@terra. es