Ana 01 El culo que merece ser compartido.

Éste es el primero de tres relatos que hablan sobre Ana, mi esposa. Una culona espectacular que entregué a un hombre en nuestro departamento, le rompió el culo y poco a poco se volvió su puta sin que yo pudiera evitarlo.

Me llamo Sebastian tengo 32 años y actualmente vivo en la Ciudad de México; estoy casado con Ana, ella tiene 28 años, un una hermosa morena clara de cintura delgada pero con un gran culo y caderas amplias, sí, un gran culo, de esos que roban miradas en las calles.

Podría definir su culo con cuatro cosas: gordo, grande, de delicioso aroma y lo más importante, limpio, sin un solo vello.

Un culo que conozco a la perfección desde hace 7 años. Un culo que merece ser lamido por horas hasta dilatarlo, que merece ser olido después de una rutina de ejerció, un culo que merece ser penetrado con un dedo húmedo para después babearlo y romperlo...

Un culo que merece atención diaria...

Un culo que merece ser compartido.

Y así es como comienza todo.

Honestamente, Ana y yo tenemos algo en común, y es la poca vida sexual que llevábamos antes de conocernos. Eso nos ayudó a descubrirnos y pasar momentos deliciosos como pareja. Ella siempre mostró fidelidad y amor hacia mi, lo cual me hacía sentir único. Pues una mujer así, es difícil de encontrar hoy en día.

Hace unos meses nos mudamos a un complejo habitacional exclusivo en una colonia buena a las orillas de la ciudad. El lugar nos gusta por el diseño, el espacio y sobre todo, porque vive poca gente, la mayorá es gente mayor, la cual casi nunca está, así podemos aprovechar las áreas comunes al máximo como la piscina y el gym.

Ahí conocimos a Javier, un señor robusto, con una panza extremadamente grande y muy lujurioso. Él es el encargado de darle mantenimiento a todo el complejo.

Desde el primer día que nos mudamos, me percaté de la manera tan morbosa en la que miraba a Ana, poco más arriba de lo normal.

Porque en realidad, cada vez que salgo con Ana, hay más de 5 hombres que la desnudan con la mirada, y tienen todo el derecho, una mujer como Ana, despierta los deseos más oscuros de cualquier caballero. Tengo que aceptar que al principio de molestaba, pero después de la boda, esa molestia se convirtió en excitación; ahora es muy común que me prenda al ver que alguien clavar su mirada en ese par nalgas.

De hecho, hace unas semanas y salíendonos un poco de esta historia, Ana y yo salimos a un bar que se encuentra dentro de un centro comercial muy concurrido, al poniente de la Ciudad. Al dar la 1:30 am, nos retiramos del lugar, éramos casi los últimos y en la plaza solo se podía ver a algunas personas encargadas de la limpieza del lugar. El bar se encuentra en la planta baja y nuestro auto estaba estacionado en el 2do nivel así que subimos por las escaleras eléctricas; Ana ya estaba muy pasada de copas, ese día vestía una falda muy corta de color gris, blusa negra y zapatos negros con un tacón algo alto.

Al llegar a la mitad de la escalera, me abrazó y en ese momento pude ver que un grupo de hombres de limpieza la veían desde abajo, intentando encontrar el espacio para apreciar su ropa interior; la tomé de la cintura, la acomodé de espalda a ellos y la apreté ligeramente para que levantara el culo y así ofrecerles tan anhelado espectáculo sin que ella se diera cuenta. Pocos metros antes de llegar, bajé mis manos al final de su falda, la levante ligeramente mientras apretaba su culo, y lo abrí un poco para que aquellos caballeros pudieran apreciar una pequeña muestra de su ano sujeto por el hilo de una tanga. La sonrisa en sus rostros fue lo último que vi, y el culo abierto de mi mujer completamente ebria, fue lo último que ellos vieron.

Regresando al tema, Javier babeaba cada vez que Ana se aparecía cerca de él o cuando solía asolearse en él área de la alberca o jardín y en verdad eso me ponía caliente. Sin pena, la miraba de arriba a abajo y detenía su mirada en la cola de Ana, como esperando a que ella se inclinara para pedirle que la hiciera suya.

Pasaron algunos días hasta que un martes por la noche, recostados en la cama, mi cabeza empezaba a imaginar aquella situación en la que Javier se cogía a Ana. Estuve muy inquieto y caliente, y entonces pasó, en un momento de impulso, le dije a Ana

-Princesa, tengo que contarte algo, seguro te suene raro, seguro te va a ofender pero ya no puedo más.

Ella espantada, rápidamente respondió

-¿Qué te sucede? ¿estás bien?

Y sin rodeos le respindí.

-Quiero verte coger con otro hombre, quiero que alguien más te coja y ser un espectador en primera fila.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué me dices esas cosas?-

En ese momento creí que lo mejor era dejar el tema en paz y le dije que lo sentía, que era una broma.

Esa noche nos dormimos y ella se alejó de mí.

El día siguiente transcurrió como si nada hubiese pasado. Al llegar la noche, Ana se sentó junto a mí en el sofá y me dijo que había pensado bien todo, que ella era mi esposa y que tenía la obligación de escuchar mis peticiones.

En ese momento le dije

-Ana, ya no puedo más, esta fantasía me está matando, quiero ver cómo le entregas en culo a alguien más.

-No sé qué pensar, no sé por qué tienes esa idea, pero si es así, quiero que me digas cómo piensas cumplir esa fantasía.

-La verdad no sé pero solo puedo decirte que sé perfectamente con quién quiero verte y no se va a negar, te lo aseguro.

-¿De quién hablas? ¿quién es? ¿él te está influenciando?

-Para nada, él no sabe nada y prefiero que no sepas, quiero que sea una sorpresa; además, si te digo posiblemente no accedas.

-¿Por qué? Necesito saber de quién estás hablando, no puedo acceder si no me dices todo a detalle-

-Mira, hagamos esto, lo traeré a nuestro departamento el día que gustes, en ese momento decides, si te parece bien, quiero que lo hagas con él, de perrito, que te dejes comer el culo y después te dejes coger, si no, detenemos esto y jamás lo mencionaré de nuevo.

Ana se quedó callada varios minutos, pensado, se notaba nerviosa, y después de un buen rato respondió temerosa e insegura.

-Está bien, hagámoslo, pero voy a poner mis reglas: si la persona no me gusta, no lo haré aunque me ruegues. Tiene que ser alguien aseado. No voy a permitir que me la metan sin protección. Y por último, voy a intentarlo pero a cambio tu vas a cumplir una fantasía para mí.

Con la cara llena de felicidad y el miembro duro como un bate de baseball, acepté. Le dije que el sábado siguiente sería el día y le di instrucciones precisas de cómo debía vestirse. Después de eso tuvimos una sesión de sexo sucio y apasionado, la embestí como a una puta y le perforé el culo como nunca, hasta dejarla escurriendo de leche.

Al día siguiente no dejaba de pensar en nuestro encuentro pero sobre todo, en la manera en la que le diría a Javier que lo invitaba a por fin cumplir su sueño: comer el culo de mi mujer y romperla a cogidas.

El viernes por la noche, llegando de mi jornada laboral, pasó lo que necesitaba. Encontré a Javier en el estacionamiento del edificio, sin gente alrededor.Lo saludé y le pedí que se subiera a mi auto, que necesitaba hablar con él. Dudoso e inseguro, accedió.

-Buenas noches Sebastian, dime ¿para qué soy bueno?

-Hola Javier, buenas noches, mira no tengo mucho tiempo y lo que te diré te sonará muy extraño pero estoy seguro que al final te irás accediendo a una petición que te haré.

-¿De qué chingados me hablas? no estés jugando.

-Relájate, mira-

Saqué mi teléfono y le mostré una foto del culo de Ana, empinada y en ropa interior.

-¿Qué te parece Javier?¿te gusta? Es el culo de Ana, mi mujer.

En cuanto dije Ana, abrió los ojos lo más que pudo y se acercó al teléfono

Él respondió casi salivando

-Uy Sebastián, que rica cola tiene, con todo respeto, está para acabársela a cogidas, bañarla en leche, comerle el ano y mamarle el coño hasta hacerla venir.

-Lo sé, por eso estás aquí, quiero invitarte a coger con ella.

-No digas pendejadas Sebastian ¿es en serio? No te creo ni madres, nomás estás jugando conmigo.

-Te estoy hablando derecho Javier, Ana ya sabe algo de esto y accedió, solo faltas tú, aparte te he visto mil veces viéndole el culo, se te nota que la deseas, seguro te masturbas pensando en ella, así que no seas marica y dime que sí, sabes perfectamente que quieres encajarle la verga.

-Te voy a ser honesto, desde que conozco a Ana, no he dejado de imaginarla desnuda a la cabrona, tiene un culote maravilloso y hasta le he tomado fotos a escondidas. Acepto tu propuesta pero ¿qué quieres a cambio?.

-Solo quiero que la cojas salvajemente, trátala como a una puta, y lo más importante, quiero estar presente.

-No mames, cabrón, tú sí que estás bien pinche enfermo, pero va pues, esa cola tiene que probar mi verga, y por si no lo sabes, tengo un pinche pedazo de carne enorme, seguro más grande que el tuyo, y también te aseguro que Ana jamás ha probado uno así. La muy perra va babear al verlo y me va a rogar por metérsela ¿cuando empezamos?.

-Te veo mañana a las 2pm en mi departamento, te voy a decir la verdad, ella no sabe que tú eres el que la va a coger, y posiblemente al verte no acceda, así que en cuanto llegues, te quitas la ropa, si es cierto lo que dices sobre ti, quiero que te vea la verga para que se le antoje y no pueda negarse.

-Entendido, te veo mañana, buenas noches-

Esa noche le comenté a Ana que ya estaba todo listo y qué mañana sería el encuentro, ella me contestó con una sonrisa fingida y me dijo que estaba bien, que mañana haría todo lo que le pidiera y que tenía que disfrutarlo porque sería la única vez que lo haría.

El día llegó.

Sábado, 1:50 pm y Ana lucía magnífica.

Le pedí que usara un vestido lila, de esos que se pegan a la piel y muestran la figura, acompañado de unas botas largas, se le veía un culo enorme y a eso súmenle el tacón de las botas que levantaban su cola.

Dieron las 2:00 pm y se escuchó el timbre.

Le pedí a Ana que se fuera a nuestra recámara y que se pusiera en cuatro, con la colita paradita, mientras yo recibía a nuestro invitado.

Me acerqué a la puerta, salude a Javier, que daba apariencia de recién aseado y bañado en colonia, le pedí que se desnudara y tratará de mantener su pene erecto, lo cual no le costó trabajo.

Entramos a la habitación y ahí estaba ella, empinada como se lo había pedido, Javier solo atinó a decir

-Qué rico se te ve ese culo, Anita.

Ana volteó instantáneamente con el rostro lleno de sorpresa, no podía creer lo que estaba viendo pero su mirada se enfocó en el gran trozo de carne de Javier y se quedó callada.

Entonces le dije

-Ana, Javier es nuestro invitado especial, debes tratarlo como tal. Debes ser buena y obedecerlo, yo solo seré un espectador.

Ella asistió con la cabeza dándonos a entender que todo estaba bien. Aunque aún se notaba muy nerviosa, casi a punto de negarse a continuar. Ana seguía empinadita dándonos las espalda y mostrándonos esa tremenda cola, que por los nervios y el calor, se comenzaba a poner brillosa del sudor que expedía. Realmente una escena excitante. Sus manos sobre la cama un poco tensas y su boquita bien abierta. Una putita culona a punto de estallar.

Javier tomó la iniciativa

-Siéntate en esa silla Sebastian, aquí yo soy el que da las órdenes, tú eres solo un mirón ¿ok?.

-Ok- respondí y me senté en la silla viendo de perfil a Ana y con una erección tremenda.

Javier, en ese momento tenía la verga más dura que un tubo de metal, enorme, y con la punta rosada.

Se acaricio el enorme animal y se colocó detrás de Ana, quien en ese momento movió la cadera hacia la izquierda, en señal de querer alejarse y mirando fijamente la verga de Javier, como si tuviera miedo.

Javier con su mano izquierda la tomo de la nalga y la obligó a ponerse nuevamente en la posición inicial, mientras ella apretaba con fuerza las sabanas.

Sin avisarle, colocó aquel pedazo de carne monstruoso, entre las nalgas de Ana, recargándolo en ese culo preciosos.

Ana solo pudo dicir

-uuuuffff-

Mostrándonos que al sentir esa vergota reposando en su culo, necesitaba ser cogida y su antojo por el pito de Javier, se había desatado y era real.

Vaya puta, pensé.

Javier sonrió y dijo

-Esta verga es para ti Ana, completita y solamente para ti, es el tipo de vergas que tu culo merece, un culo como el tuyo merece lo mejor.

Ana lo volteó a ver a los ojos, y casi salivando respondió

-Gracias Javier, este culo también es para ti, trátamelo como se merece.

En ese momento paró más la colita, entregándosela por completo.

Yo estaba completamente perdido en mi excitación, así que me desnudé y comencé a masturbarme.

Javier con voz sería pregunto

-Anita ¿está segura de esto? Te recuerdo que después de sentir mi miembro entero, la verguita de tu esposo no te hará ni cosquillas.

Ana volteó a verme y al mismo tiempo dijo

-Estoy segura-

Les acerque una caja llena de condones de todo tipo, y le pedí a Javier que usara uno en todo momento.

Javier riéndose preguntó

-Ana, aquí frente a tu esposo, dime, ¿crees que tu culo merezca sentir está vergota envuelta en plástico.

Mirándome nuevamente a los ojos dijo

-No Javier, esa verga me debe reventar sin condón, quiero sentirla cruda, y quiero que sienta mis jugos, una verga así no se ve a diario, quiero terminar escurriendo tu leche.

-Ya escuchaste Sebastián, tu putita me quiere sin condón y con mi leche dentro.

Yo no podía creer lo que estaba escuchando, Ana era otra persona, de un momento a otro se había convertido en una puta.

Javier quitó su verga de las nalgas de Ana y bajó su tanga, se arrodilló detrás de ella y lentamente acercó su rostro a la colita. Dio un fuerte respiro con la nariz, justo en el ano de mi esposa.

-Qué gran espectáculo, te huele delicioso mi vida, tienes el ano más rico que jamás haya visto, tan limpio y liso; y con tu permiso, necesito probarlo.

Acercó su lengua y le dio un lengüetazo húmedo.

Ana cerró los ojos y soltó un suspiro.

-Ya sé que te gustó Anita, todo lo que te haré hoy, te va a encantar, te va a volver loca, vas a terminar pidiendo más.

Él siguió lamiendo, babeando y succionando el hermoso culo de Ana, mientras ella le decía que se sentía delicioso

-No pares Javier, tenemos toda la tarde, acábate mi culo, acábetelo a lamidas, como si fuera tu golosina favorita y demuéstrale a Sebastián como comer colitas.

Javier seguía lamiendo la cola de Ana, de repente bajaba su lengua a la vagina húmeda, introducía sus dedos y olía su ano.

-Podría estar aquí todo el día Anita, tu culo es riquísimo, putita.

De la nada, Javier se levantó, le escupió a su verga y colocó la cabeza en la entrada de la vagina de Ana, que en ese momento soltó un ligero gemido y paro el culito.

-Ya métemela, te lo suplico, párteme en dos, hazme tuya-

Javier comenzó a clavar lentamente, centímetro a centímetro, su enorme verga dentro de Ana, ella estaba paralizada, y cada centímetro que a Javier le metía, ella encorvaba más la espalda, muriendo de placer.

-¡Aaaah Javier, la tienes enorme!-

Javier la tomó de la cintura y comenzó a envestirla despacio.

-Pinche culote que tienes, siempre soñé con verte así, de perrito, con las nalgas abiertas y entregándomelas, mira Sebastian, vela, quiero que la veas dándome las nalgas, me está entregando su culo.

-Ay papi, que rico se siente, sigue así, ay, ay, ay, ay,- repetía cada vez que Javier la envestía.

-Tantas veces me masturbe pensando en ti, y ahora eres mía, putita, eres mía nada más.

-Ay papi, de haber sabido, te hubiera dejado cogerme desde el primer día, ay,  tú si, ay, sabes, aaah, como, ay, hacerme, ay asi, sentir, ay, una, aaaaaaah, putaaaaa, ay, ay, ay, aaaaaah papi me vengo-

En ese momento comencé a masturbame más rápido hasta venirme.

Y Javier envestía más duro a Ana hasta que ella soltó un gemido que jamás había escuchado -aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh- la verga de Javier se encontraba bañada en los fluidos de Ana, se escuchaba el jugo de Ana cada que él la metía y la sacaba, y la vagina de Ana se convirtió en un charco.

-¿Qué me hiciste Javier?- preguntó Ana con voz baja. Volteó a verlo sonriendo y en seguida dio un giro lentamente, se colocó frente a la verga de Javier y empezó a mamarla, a lamerla como paleta.

Él la tomo del cabello y la jaló directo a su verga, para que se atragantara. Ana soltaba baba y tosía al sentir la verga en su garganta. Los ojos le lloraban pero ella no se despegaba.

-Quiero está verga todos los días-

Decía mientras dejaba hebras de baba que arrastraba desde la verga de Javier hasta sus labios.

-Está verga es tuya Ana, cuando la quieras, avísame y te la llevo a donde estés.

Ana siguió mamando por unos minutos hasta que Javier la detuvo y le pidió que nuevamente se acomodara de perrito.

-Ahora si putita, viene lo bueno, vas a ser mía por completo.

Acercó su verga lubricada por la saliva de Ana, hasta la entrada de su ano, y poco a poco empezó a incrustarle el tremendo tronco en su culo.

-Aaaaaaaaay, Javier no, me vas a romper la cola, me duele, aaaaaay, no por favor, para, que me duele, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah-

Se quedó en silencio y Javier riéndose respondió

-Ya te entró, ya cállate puta, ya la tienes hasta el fondo y tu ano ya se acopló a mi tamaño, dile a tu esposo lo que sientes ¿te gusta? ¿O te la saco?.

-Que no me la saque, Sebastian, dile que no me la saque, me gusta estar ensartada.

-Eso es lo que queremos escuchar putita, ahora sí empieza la fiesta- repondí.

Javier comenzó a envestirla con fuerza una y otra vez, mientras repetía que jamás había reventado un culo tan apretado como el de Ana.

-Si mi mujer tuviera este ano, le daría verga 3 veces al día, hasta hacerla una viciosa, que me pidiera que la cogiera a todas horas.

-Aaah, aaah, Javier, yo quiero está verga a todas horas, quédate todo la tarde aquí y dame verga.

Javier, gemía cada vez más fuerte y yo seguía masturbandome, hasta que...

-Ana, prepárate para recibir mi leche, aaaah, aaaah, ¡aaaaaaaaah!-

Y sin decir más, vació toda la leche dentro del culo de Ana, sin dejarle escapar una gota, Ana lo dejó vacío.

Poco a poco saco la verga de su ano, arrastrando con ella, un camino de semen que escurría hasta la cama. El ano de mi mujer estaba completamente roto y de su interior escurría semen de Javier.

Ana estaba molida, sudada, temblando llena de placer y cansada , al igual que yo. Me sentí tan relajado que quedé dormido.

Al despertar, me di cuenta de que no había nadie en el departamento, en seguida tomé mi celular y le llame a Ana, nunca respondió, yo estaba muy preocupado.

Le llamé a Javier y al responder escuche unos gemidos, eran los gemidos de mi mujer.

-Hola Sebastian, ¿qué tal dormiste? espero que bien. Escucha bien lo que te voy a decir: Ana y yo estamos pasándola de lujo, cuando te quedaste dormido, me pididó que la llevara a un lugar más íntimo, quería hacer cosas que no se atrevía a hacer frente a ti, así que venimos a un departamento que tengo cerca del tuyo. Ella está bien, ya la escuchaste, la estoy atendiendo bien, así que no te preocupes, en unas horas más te la mando, llenita de leche, con su colita escurriendo en sudor y cansada.

Y me colgó.

En ese momento sentí cólera, celos y furia, pues ese no era trato con Ana ni con Javier. Entre en una desesperación tremenda y a la vez me sentía muy excitado, no podía creer lo que escuche.

Pasaron 4 horas, y la noche ya había caído, de repente escuche unos pasos en tacones acercándose a la puerta del departamento, un ruido de llaves y era ella, Ana estaba llegando. Se veía cansada, apenas me dirigió la palabra y se encerró en el cuarto para dormir.

En ese momento recibí un mensaje de texto, acompañado de una foto de Ana, con la boca llena de semen que salía de la verga de Javier. El mensaje decía: Mira Sebastian, me dejo vacío, se comió toda mi leche. Gracias por regalarme a tu mujer, si no la cuidas, en menos de un mes será mía por completo.

Nuevamente me sentí enojado y sorprendido, pues Ana jamás dejó que yo terminara dentro de su boca. Me acosté en el sofá y viendo esa foto me masturbe y me quede dormido.

Al siguiente día despertamos, prepare el desayuno y Ana estaba muy tranquila, mientras tomaba si café me dijo

-Lo de ayer me encantó, ahora, quiero que lo olvides, pues jamás volverá a pasar y no quiero hablar más sobre el tema.

Yo tenía tanto que reclamar pero me quede callado, la besé y ella aún olía a cogida, lo cual me puso caliente rápidamente, hice que se parara de la mesa, la tomé de la cintura, le arranque sus panties, la voltee y con mi brazo hice que se recargara en la mesa, su culo sucio y sudado olía más fuerte que otras veces pero igual de delicioso, lo lamí un poco y enseguida le clavé mi verga, a ella parecía no molestarle ni dolerle, pues la verga de Javier era más grande y mi pito no le hacía ni cosquillas, así que la cogí más fuerte y rápido, de repente ella empezó a gemir suavemente y yo seguí, intentando darle a entender que yo también podía ser su macho. La excitación me traicionó y en poco tiempo termine dentro de su culo.

-Yo soy tu hombre, Ana, soy tu esposo y tú eres mía- le dije

Ella solo respondió

-Eres mi esposo y te amo-

Me besó apasionadamente, me sentó en una silla y ella se acomodó sobre mi para seguir cogiendo mientras yo lamia sus tetas. Se movía riquísimo, ella tomó el control y en poco tiempo terminó, después me dio la espalda, para llenarme de sentones. Mi verga no aguanto mucho y termine viniéndome en poco tiempo. Así pasamos todo el día, teniendo sexo, y besándonos.

Lo qué pasó después no lo esperaba.

Continuará...