Ampliando horizontes

Una chica, gracias a un relato, amplía sus horizontes y se abre a nuevos placeres

Me llamo Felicia, y soy de México.

Hace un tiempo conocí a un maravilloso escritor, Abe21. Empezamos a escribirnos, luego a chatear y, más tarde, como le llamamos los dos, a rolear. Nos imaginamos situaciones y nos las contamos, nos excitamos el uno al otro. Los que hayan leído sus relatos, ya sabrán que tiene una imaginación desbordante. Muchas veces termino tan excitada después de hablar con él que tengo que ir al baño de la oficina a calmarme.

No todo es sexo, claro. Yo sólo me puedo conectar desde mi oficina, y muchas veces estoy tan liada que no tengo el tiempo necesario para concentrarme, así que sólo hablamos. Más de una vez me ha hecho reír con sus ocurrencias, y mis compañeros de trabajo me miran como si estuviera loca.

Escribió un relato para mi, llamado 'Cambio', en el que él viajaba hasta México. Ese relato me cautivó. Me contó que puso todos sus sentimientos en él, y se nota. También puso mucho de mí. Es una lástima que sólo fuera una fantasía. Nunca vino. Y si lo hubiese hecho, no sé como hubiese reaccionado yo. Para mí, la vida real y la de internet están claramente diferenciadas.

Como les dije, sólo puedo conectarme desde la oficina, en donde tenemos restringido el acceso a internet. No puedo ir a

todorelatos.com

. No puedo leer allí sus relatos. Pero él me los manda por e-mail. Me encantan. Todos. Pero sobre todo, los de dominación. Me excito leyéndolos. Muchas veces froto mis muslos mientras leo, y cuando no puedo más, me voy al baño y me masturbo, me acaricio, cerrando los ojos y recordando lo que he leído, imaginándome que soy yo la protagonista. Son incontables los orgasmos que he tenido gracias a Abe21.

Hace unos días, me mandó uno de sus últimos relatos, llamado 'Por una boca'. Es de dominación, los que más me gustan, y empecé a leerlo desde que me lo mandó. Me cautivó la manera en que describía al personaje masculino, tan parecido a él mismo. Me empecé a excitar, y cuando estaba en lo mejor, me llamaron para una reunión. Maldita sea. Cerré mi correo y fui a la sala de juntas.

Encima era un tostonazo de reunión. La presentación de las cuentas anuales. La sala tenía una gran mesa ovalada. Cada asistente tenía un portátil en donde seguir las gráficas de resultados y tendencias. Pero yo no podía concentrarme. Estaba mojada, excitada por lo que había leído, y necesitaba saber cómo acababa. Así que mientras el jefe de operaciones seguía con su perorata, abrí mi correo, busqué el relato y seguí leyendo.

En la sala estábamos cinco hombres y dos mujeres. Pero para mí, estaba sola. Sólo yo y el relato de Abe21. Continué leyendo. Continué excitándome. Los pezones se me empezaron a marcar bajo la blusa, pero no me importó. Tenía que terminar el relato. Junté los muslos y noté la humedad de mi coñito. Me hubiese gustado abrir mis piernas y acariciar mi inflamado clítoris hasta correrme, pero claro, no podía hacer eso. Seguro que Abe haría un buen relato con esa situación.

Noté un calor en la cara. Seguro que tenía las mejillas sonrosadas. Pero nadie se fijaba en mí. Sólo miraban al jefe y a sus monitores. Todos menos Luisa, la otra chica. En un momento que alcé la vista para asegurarme que nadie me miraba, me encontré con sus ojos fijos en mi. Me sonrió. Sin hablar, sólo moviendo los labios, me dijo algo. Lo entendí.

-¿Qué lees?

-Nada - le respondí igual, sólo moviendo los labios.

-Sí, sí.

Me había descubierto, pero seguí leyendo hasta terminar el relato. Cerré los ojos. Era a mí a quien Francisco agarraba en la oficina delante de todos y me besaba con pasión. Estaba cachonda, caliente, necesitaba salir corriendo al baño, calmar el ardor que consumía mi empapado coño.

-Bien, señoras y señores. Ya tienen toda la información. Se las enviaremos a su correo para que la estudien en profundidad. Buenos días.

Por fin terminó. Me levanté y salí caminando deprisa. No me di cuenta de que Luisa me seguía hasta que entró en el baño detrás de mí.

-¿Qué estabas leyendo, pillina?

-Nada, ya te dije

-¿Nada? Pero si se nota que estás más caliente que un horno

-¿Qué?

-Mira tus pezones. Parece que van a romper la tela de la camisa. Y ese rubor de tus mejillas. Estás cachonda, Felicia.

-¿Se dieron cuenta los demás?

-No creo. Estaban muy concentrados en las cifras.

-Uf, menos mal, Luisa.

-¿No me lo vas a contar?

-Está bien. Leía un relato erótico que me mandó un amigo.

-Debe de ser un buen relato para que lo hayas leído en plena reunión.

-Ummmm supercaliente. Mi amigo escribe muy bien.

-Espero que me lo envíes.

-Claro.

-Y... ¿A qué has venido al baño?

Me miró con una sonrisa. Seguro que ya lo sabía. Pero intenté negarlo.

-Pues...a hacer pis. Me estoy meando.

-Sí, sí. Has venido ha hacerte una paja, ¿Verdad? Estás tan cachonda por lo que has leído que vas en entrar en uno de los baños a meterte los dedos en el coño.

-Joder, sí. Ese cabrito me ha dejado chorreando.

Entonces Luisa hizo algo que me cogió por sorpresa. Se echó sobre mí y me arrastró dentro de uno de los reservados, cerrando la puerta. Yo quedé apoyada contra la pared, y ella se pegó a mí. Me miraba fijamente a los ojos. Seguía con su sonrisa. Intentó besarme, pero yo aparté la cabeza.

No soy lesbiana. Nunca he tenido deseos hacia otra mujer, pero cuando giré la cabeza para que sus labios no besaran los míos y ella besó mi cuello, sentí un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.

-Luisa...no...Déjame

-¿Por qué?

-No...No soy....

-¿Lesbiana?

-No

-Ni yo...del todo.

Pero no me dejó. Siguió besando mi cuello, lamiéndolo. Era una mujer, pero sus besos me hacían estremecer igual que los de un hombre. Y mi cuello es mi punto débil

-Así que leyendo guarrerías en plena reunión, ¿eh?

-Agggg Luisa...por favor...déjame

En vez de dejarme, siguió lamiéndome. Sentí una de sus manos bajar por mi cuerpo hasta mis caderas. Sentí sus besos en mi cuello, llegando al lóbulo de mi oreja. Yo no dejaba de temblar, de mojarme más y más. Ese día llevaba pantalones, y su mano lentamente llegó a mi entrepierna. Abarcó toda la zona y apretó los dedos contra mi coño.

-Ummmmm no...

-¿No? Pero si estás temblando. ¿Estás mojada? ¿Tienes el coño mojado?

-Sí...mucho

-Cierra los ojos, Felicia. Imagina que no soy yo. Imagina las cosas que decía el relato.

Lo hice. Cerré los ojos. Sólo sentía. Su calor. Su piel suave, tan distinta a la de un hombre. Su mano apretando mi coño. El corazón me latía con fuerza. Y casi se me sale por la boca cuando ella empezó a bajar la cremallera.

En un momento entreabrí los ojos y me encontré con los suyos, mirándome. Y entonces, me besó. Esta vez no aparté la cara. Cerré los ojos y me dejé besar. Sus labios eran tiernos, y su beso hizo que más estremecimientos me recorrieran.

Primero fueron besos suaves, en los labios. Su mano entró dentro del pantalón y acarició mis pequeñas braguitas.

-Que mojada estas, Felicia. Tengo que leer ese relato.

-Aggggg te va a gustar.

Aprovechó que abría la boca para hablar para volver a besarme y meter su lengua en mi boca. Sus dedos recorrieron la rajita de mi coño, todavía sobre la braga, pero el placer que me daban era inmenso. El beso se tornó apasionado, salvaje, y yo se lo devolví. Con los ojos cerrados me besé con aquella mujer, sintiendo su cuerpo pegado al mío, restregarse contra mí.

Su mano se metió por dentro de las bragas. Ahora sus dedos me acariciaron directamente. Sus yemas frotaron mi clítoris con suavidad, tocando en el sitio justo, con la presión justa. Ella sabía cómo dar el máximo placer.

El orgasmo que atravesó mi cuerpo hizo que mis piernas flaquearan. Si ella no me aprieta contra la pared me hubiese caído. Todo mi cuerpo se tensó y su boca ahogó el grito que escapó de mi garganta. Pude sentir como mi coño tenía fuertes espasmos, como mis jugos bañaban sus dedos.

El placer fue desapareciendo, lentamente. Luisa me seguía besando. Me seguía acariciando, ahora suavemente, prolongando el placer. Le excitación que me produjo leer el relato de Abe21 por fin había sido liberada.

Abrió los ojos. Y ante mí había una mujer, que me sonreía.

-Vaya corrida, Felicia. Apenas te toqué y te corriste.

Fue a besarme otra vez. Aparté la cara. Ella insistió y la aparté de mí. Su mano salió de mi pantalón. Una mujer me había besado, una mujer me había masturbado. Una mujer me había hecho correr. Me había cogido todo tan desprevenida, tan excitada, pero ahora mi mente estaba otra vez clara.

-¿Qué pasa Felicia?

-Yo...Lo siento, Luisa...esto no tenía que haber pasado.

-¿Por qué no? ¿No te ha gustado?

No le contesté. Me subí la cremallera y salí corriendo, dejándola allí. Estaba hecha un lío. Me fui a mi mesa para continuar trabajando, aunque no podía concentrarme.

La vi salir del baño. Nuestras miradas se cruzaron un momento. Luisa estaba seria. Me miró con reproche. No aguanté su mirada y bajé la mía.

El resto del día no dejé de pensar en lo que había pasado. Recordé su última pregunta, que no tuve valor de contestar. Me la contesté a mí misma. Sí, me había gustado. Me gustaron sus besos. Me gustaron sus caricias. Pero me negaba a reconocerlo. Cuando llegó la hora de salir, me fui a mi casa directamente. No quería encontrarme con ella.

Ya en casa, más tranquila, me puse a pensar en lo que había pasado. Jamás pensé que podría gozar con una mujer, pero con Luisa lo había hecho. Me dije que sólo fue porque estaba muy excitada por el relato. Que necesitaba placer y que ella simplemente me lo dio. Pero que eso no significaba nada. No significaba que la desease. Que desease a una mujer. Sólo fue algo que pasó. Algo que no pasaría más.

Al rato llegó mi pareja, mi hombre. Me lancé sobre él, y le pedí que me follara, que lo necesitaba. Y todo para convencerme de que seguía deseando a los hombres, y sólo a los hombres. Le pedí que fuera rudo, fuerte, que me tratara como a su zorrita.

Fue una buena sesión de sexo salvaje, llena de placer. Después, pasamos largo rato abrazados en la cama. Él me rodeaba con sus fuertes brazos. Me sentía protegida, amada. Feliz.

¿Entonces por qué mi cabeza empezó a recordar la suavidad de la piel de Luisa, sus besos? Yo no soy lesbiana. No me gustan las mujeres. Acababa de ser follada por mi macho. Aún sentía mi coño lleno de su caliente semen. Pero mi cabeza recordaba un beso de mujer.

Fuimos a la cocina, a preparar la cena. Traté de olvidarme de todo. Abrazaba a mi hombre, lo besaba. Necesitaba sentir su piel, tan distinta a la de Luisa. Cenamos allí mismo  después fuimos un rato a ver la tele. Apoyé mi cabeza en su hombro.

-Hoy estabas muy caliente, cariño. Casi no me dejaste ni llegar.

-¿No te gusta que esté caliente?

-Claro, tontita. Me encanta. ¿Por qué estabas así?

-Por ti - mentí - ¿Por qué iba a ser si no?

¿Cómo le iba a decir lo que me había pasado? ¿Cómo le iba a decir que me lancé sobre él pare reafirmar mi identidad sexual? Que necesitaba convencerme a mi misma que era heterosexual... Y que a pesar de todo, seguía pensando en Luisa.

-Pues me puedes recibir así siempre que quieras.

Me besó y volvimos a hacer el amor, ahora con más calma, sin prisas, allí mismo, en el sofá. Mientras sentía su dura polla entrar y salir de mi, me preguntaba cómo sería hacerlo con una mujer. Me lo imaginaba distinto, pero a la vez, igual. Recordé lo bien que Luisa me había tocado. Como mujer sabía dónde hacerlo, cómo hacerlo.

Recordando el placer que los dedos de Luisa me habían dado, estallé en un fuerte orgasmo, que me hizo temblar de pies a cabeza. Mi hombre siguió follándome, y cuando se fue a correr, se salió de mí y llevó su polla a mi boca. En cuanto la metió, probé mi sabor. El sabor de mi coño. No era la primera vez, pero ese vez me pregunté qué sentiría al probar el sabor de otra mujer, su salado sabor en mi boca.

Más tarde, ya en la cama, acurrucada entre sus brazos, pensaba en Luisa.

A la mañana siguiente, entré en la oficina muy nerviosa. ¿Qué pasaría cuando la viera? ¿Cómo me sentiría? Después de unos cinco minutos, la vi entrar. Nos miramos. Luisa estaba seria.

Me armé de valor y me acerqué a ella.

-Hola Luisa.

-Vete a la mierda, Felicia.

Fue como un jarro de agua fría. Me di la vuelta y volvía a mi mesa. En parte me lo merecía, por haber huido como lo hice. Pero fue porque estaba confundida. Tenía que olvidar el asunto, seguir como antes.

Pero no dejaba de mirarla. Y cuando nuestras miradas se cruzaban, sus ojos eran fríos. Tenía que hablar con ella, aclarar las cosas. pero no me atreví a volver a su mesa, por miedo a que me volviera a tratar como lo hizo por la mañana.

Sobre las doce, vi que se levantaba y se dirigía al baño. Volví a buscar el poco valor que ya me quedaba y la seguí. Entré detrás de ella. No la vi. Oí como orinaba y esperé fuera.

Cuando se abrió la puerta, nos miramos.

-Luisa...tenemos que hablar.

-¿De qué?

-De lo de ayer.

-Ummm, ¿De qué estás arrepentida? ¿De que no eres lesbiana? ¿Que no sabes por qué te dejaste masturbar? ¿Que no volverá a pasar más? ¿Que sólo somos amigas, compañeras de trabajo? ¿De eso quieres hablar? Ahórratelo, y déjame en paz. Si no sabes lo que quieres, si no sabes aceptar el placer de donde viene, no tenemos nada más que hablar. Aparta.

Intentó quitarme de en medio para irse. Pero no quería que se fuera. No deseaba que todo terminase así. Estaba confundida, sí. Y mucho. Pero...sus besos..su piel...quería volver a sentir eso. Me mantuve firme, y ella me miró con rabia. Iba a volver a empujarme, esta vez con más fuerza, pero me adelanté y la empujé yo a ella, haciéndola entrar otra vez en el baño. Y como ella hiciera conmigo, la empujé hasta el fondo, hasta la pared. Acerqué mis labios a los suyos. Ella no giró la cabeza como hice yo.

Nos besamos con pasión. Volví a sentir ese rico cosquilleo recorrer mi cuerpo. Volví a sentir sus cálidos y tiernos besos, y su caliente y suave piel. Como hizo ella conmigo, besé su cuello, lo lamí. Luisa gemía con suavidad.

-Ayer salí huyendo - la besé - porque estaba - otro beso - confundida. Pero me gustó, y no he dejado de pensar en ti

Llevé mis manos a sus pechos. Los primeros pechos de otra mujer que yo tocaba de esa manera. Noté sus pezones duros, como los míos. Nos seguimos besando y ella llevó una mano a mis muslos. Ese día llevaba falda y no le costó llegar a mis bragas, ya mojadas. Yo la imité. Metí mi mano bajo su falda  la llevé a su coño. También estaba mojada.

Cuando metí la mano por dentro de las bragas y recorrí su raja con mis dedos, me sentí extraña. Era como tocarme a mí misma, pero sin sentir los dedos. Lo que sí sentí fue como Luisa se estremecía. Igual que me estremecí yo cuando ella también empezó a acariciarme por debajo de las bragas.

Nos besamos con más ternura. Nuestras lenguas invadían la boca de la otra, y nuestros dedos recorrían arriba y abajo nuestros empapados coños. Cuando sentí que mi orgasmo se aproximaba, usé mis dedos en su coñito como si me estuviera masturbando a mí misma. Con las yemas empecé a frotar su clítoris y Luisa gimió en mi boca con más fuerza. Ella hizo los mismo con mi clítoris y mis gemidos se sumaron a los suyos.

Nos corrimos casi a la vez, pegando nuestras bocas para apagar el sonido de nuestro placer. Nos seguimos besando suavemente mientras el orgasmo nos abandonaba y nos dejaba relajadas. Separamos nuestras bocas y nos miramos a los ojos. Nos sonreímos. Entonces, Luisa acercó la mano con la que me había estado tocando a su nariz y la olió.

-Ummm que rico hueles. Mira...

La acercó a mi nariz e inspiré. Olí el aroma de mi sexo. Llevé mi mano también a mi nariz, y olí su esencia. Parecida a la mía, pero distinta.

-Tú también hueles muy bien.

En ese momento, otra compañera entró al baño. En silencio oímos como orinaba. Cuando se fue, salimos una a una del baño y volvimos a nuestras mesas. Rápidamente me conecté. Tenía que contárselo todo a Abe. Tenía que saber lo que su relato había provocado.

Vi su bombillita verde. Estaba conectado. Se lo conté todo. Me dijo que le hubiese encantado mirarnos por el ojo de la cerradura. Me dijo que le idea de verme con otra mujer lo excitaba mucho. Me empezó a contar sus pensamientos. Que se sentaría en la cama mientras nosotras dos nos besábamos, nos acariciábamos, nos amábamos. Que no participaría, que sólo miraría.

Y, como siempre, me empecé a excitar con sus palabras. Cerraba los ojos y en mi mente ponía en imágenes lo que él me contaba. En ese momento recibí un e-mail. Era de Luisa.

"Hola preciosa. Me ha encantado lo que ha pasado en el baño. Pero deseo más. Deseo probar eso que tan rico huele. Ven a mi casa después del trabajo. Ah, y mándame ese relato. Tengo que leer eso que nos ha unido".

Se lo conté a Abe. Que ella quería que fuera a su casa.

-¿Irás?

-No lo sé.

-¿Es que no lo deseas?

-Uf, claro que lo deseo.

-¿Entonces?

-Es que....tengo miedo, Abe.

-jajaja

-¿Te ríes?

-Claro. ¿Miedo a qué? ¿A convertirte en lesbiana?

-No lo sé. Quizás.

-Mira Felicia. No te vas a convertir en nada. Sólo ampliarás tus horizontes. Que te acuestas con Luisa no significa que te dejen de gustar los hombres.

-¿Tú quieres que lo haga?

-Claro. Y que luego me lo cuentes todo, sin dejarte un detalle. Pero no se trata de lo que yo quiero, sino de lo que tú desees.

-Ummm pues tengo el chochito empapado. No sé si por lo que me has contado o por la idea de estar con Luida, a solas.

-¿Qué importa? ¿Deseas besarla?

-Ummm sí.

-¿Acariciarla?

-Sí.

-¿Besar....su coño?

-Uf...

-Jajaja

-Quiere que le mande tu relato.

-Pues mándaselo.

-Pero no le daré tu e-mail.

-¿Por qué no?

-Porque eres mío.

-Siempre. Lo sabes.

-Sí sí. A saber cuántas tendrás repartidas por el mundo, pillín.

-Jajaja. Pero si soy un niño..bueno. Cyberfiel.

No pude evitar reírme

-Bueno, creo que le diré que sí.

-Sí, linda mexicana. Hazlo. Sólo se vive una vez y hay que disfrutar de la vida.

Respondí al correo de Luisa, diciéndole que sí, que iría a su casa y le adjunté el relato de Abe. Después seguí trabajando, pero sin poder concentrarme del todo, pensando en lo que iba a hacer después. Me iba a acostar con una mujer. Y lo deseaba.

Al ratito recibí otro correo de Luisa.

"No me extraña que ayer estuvieras tan cachonda. Ahora mismo yo estoy chorreando. Me ha encantado el relato de tu amigo. ¿Tienes más? Mándame otro, plis"

Tenía todos los que me había mandado. A buen recaudo. A veces me gusta releerlos. Miré lo que tenía. No me decidía por ninguno. Vi 'Cambio', el que él escribió para mí. Era quizás el más personal. En ese relato había mucho de Abe, pero también mucho de mí. Dudé en enviárselo, pero al final se lo adjunté en mi respuesta. Le di enviar.

El relato es bastante largo, así que pasaron más de dos horas hasta que recibí un nuevo correo de ella. Era muy cortito.

"WOW, WOW y más WOW!!! ¿Vino a verte?"

Soy juguetona, así que le respondí que quizás.

Por fin llegó la hora de salida. Nos encontramos en la puerta y quedamos en que yo la seguiría en mi coche. Durante el trayecto sentía mariposillas en mi estómago. Era casi como lo que sentí la primera vez que hice el amor. Bueno, en el fondo sí que era la primera vez que lo iba a hacer. Con una mujer.

Ella entró en el garaje de su casa y yo aparqué fuera. Esperé a que viniese.

Mientras subíamos en el ascensor, nos mirábamos.

-¿Estás nerviosa? - me preguntó.

-Como un flan.

-Y yo.

-¿Por qué? Para ti no es la primera vez, ¿No?

-No, no lo es. Pero siempre me pongo nerviosa cuando estoy con alguien que me gusta de verdad.

Entramos en su piso. Nos miramos. Si ella fuese un hombre y yo hubiese ido a su piso a lo que había ido al suyo, sabría lo que hacer. Por un momento me quedé parada, como bloqueada. Hasta que me di cuenta de que no era diferente. Que no importaba si era hombre o mujer. Era una persona, a la que deseaba. Me acerqué a ella y nos abrazamos, nos besamos.

-Te deseo, Luisa.

-Y yo a ti, Felicia. Ven conmigo.

Cogidas de la mano nos dirigimos a su dormitorio. Tenía una cama grande. Nos sentamos en el borde y nos besamos otra vez, comiéndonos las bocas. Llevé mis manos a sus pechos, los apreté, los acaricié hasta hacerla gemir. Cuando sentí como ella empezaba a abrir los botones de mi camisa, hice lo mismo con los de ella. Nuestras camisas cayeron al suelo.

Sus tetas eran muy bonitas, más pequeñas que las mías. Nos quitamos los sujetadores la una a la otra y caímos hacia la cama. Nos besamos y nos pegamos. Sentí sus duros pezones en mi piel, y ellos los míos en la suya.

Me quitó la falda, y luego las bragas.

-Eres preciosa, Felicia. Preciosa.

-Tú también eres preciosa, Luisa

Cuando las dos estuvimos desnudas, pegamos nuestros cuerpos y nuestras bocas. Su calor era igual que el de un hombre, pero su piel...ummmm tan distinta. Suave, como de terciopelo. No me cansaba de acariciarla, de pasar las yemas de mis dedos por todo su cuerpo.

Ella metió su muslo entre mis piernas, frotando mi coñito. Yo hice los mismo. Era un placer tan maravilloso, sentir su cuerpo junto al mío, sus labios en los míos, la humedad de su chochito en mi muslo.

Luisa hizo que me pusiera boca arriba. Ella se apoyó en un codo y me miró.

-Hacía tiempo que te deseaba. Al fin te tengo. Y todo gracias a ese Abe21.

Agachó su cabeza y me besó, tiernamente. Los labios, las mejillas. Bajó hasta mi barbilla, para seguir bajando por mi cuello. Mis hombros. Hasta que llegó a mis tetas. Su lengua fue describiendo una espiral cada vez más cerrada, que terminó en mi pezón. Gemí de placer cuando lo atrapó con su labios y lo chupó. Su lengua se unió. Con una mano me acariciaba el otro pecho. Con sus dedos pellizcaba el otro pezón.

Yo me derretía de placer, cerrando los ojos.

Siguió bajando, dejando un rastro brillante por donde pasaba su legua. Alrededor de mi ombligo hizo circulitos que me hicieron estremecer, de cosquillas y de placer. Siguió bajando, y mi corazón, acelerándose.

Cuando llegó a mi pubis, mi cuerpo estaba tan sensible que cualquier roce era como una descarga de placer. Una simple caricia era amplificada mil veces. Sus dedos se enredaron en mi vello. Sentí su cálido aliento y mi piernas se separaron, abriéndole paso.

No sé si fue psicológico, pero cuando su lengua empezó a lamerme los labios vaginales, a subir y bajar a lo largo de la rajita de mi coño, fue como si fuera la primera vez que me lo hacían. Cuando un hombre me comía, era maravilloso, muy placentero, pero cuando Luisa lo hizo, supe lo que era el placer, con mayúsculas. Creo que al ser mujer, ella sabía exactamente dónde lamer, cuándo chupar, cómo tocar. Me retorcí de placer sobre la cama. Ella se colocó entre mis piernas y me proporcionó el mayor placer que he sentido en mi vida. Me hizo correr una y otra vez. Con sus dedos, con su lengua, con sus labios Tenía un orgasmo tras otro. Cuando notaba que mi cuerpo se tensaba con un orgasmo, atrapaba mi clítoris con sus labios y multiplicaba el placer. Cuando mi jugos salían, ella los recogía con su boca.

No sé las veces que me corrí, perdí la cuenta, pero ya no podía más. Los espasmos empezaban a ser dolorosos, mis músculos estaban agotados, así que suavemente la aparté de mí. Ella besó mis muslos, me dejó descansar.

Estaba tan a gusto que me hubiese dormido si ello no hubiese subido a besarme.

-Luisa...jamás había gozado tanto.

-Sólo una mujer puede llevar a otra al máximo.

Su cara olía a sexo. Su boca sabía a sexo. Sus duros pezones rozaban mi piel. Llevé una mano a su coño. Estaba babosito. La masturbé con suavidad, mientras nos besábamos.

-Ummm Felicia....te deseo...cómeme..cómeme

Yo también la deseaba. Deseaba devolverle algo del placer que ella me dio. Y probar su sabor. No me entretuve más. No recorrí su cuerpo con caricias. Me fui directamente al objeto de mi deseo.

Por primera vez tenía un sexo de mujer delante de mi cara. Lo miré. Era precioso. Con los labios hinchados, brillantes por sus jugos. Acerqué mis dedos y lo acaricié. Lo abrí. Estaba muy rosa, con la sangre fluyendo. Acerqué la nariz e inspiré, llenándome de su aroma. Igual al mío. Distinto al mío. Besé sus ingles, evitando rozar sus labios. Luisa gimió.

Me dije que ese coñito era el mío. Me dije que le hiciera lo que yo hubiese deseado que me hicieran a mí. Fui despacito, lamiendo a lo largo de los labios mayores. Le echaba mi aliento, caliente. Le daba pequeñas lamiditas. Junté sus labios entre mis dedos y lamí a lo largo, hasta que mi lengua terminó en su clítoris, duro, hinchado. Luisa arqueó su espalda.

-Agggggggggggg que rico, Felicia...sigue..ummmm

Sus gemidos, sus palabras me alentaron a seguir. Mi boca estaba llena de su rico sabor, el sabor de otra mujer. Metí dos dedos en su vagina y acaricié, froté, mientras la lengua no dejaba de moverse.

-Me voy a...correr..Felicia..me voy...a ....

Tensión. Todo su cuerpo tenso. Dejó de respirar. Lo único que se movía era su vagina. La sentía palpitar con mis dedos. Sentí también su líquidos bañare mis dedos, mi boca. Bebí lo que pude. Cuando pudo tragar aire, gritó.

-Agggggggggg Feliciaaaaaaaa

Su orgasmo fue largo, muy largo. Intenso, arrollador. Yo quería seguir comiéndome aquel sabroso coñito, hacerla correr otra vez, pero no pude. Me apartó la cabeza.

-Espera...agggg...no ..no me toques...

-¿No quieres más?

-Claro..pero...me has hecho correr tan fuerte...Está muy sensible. Déjame reposar un poquito.

Estuvimos largo rato abrazadas, besándonos con ternura y acariciándonos. Nos mirábamos a los ojos.

-Me gustó mucho el segundo relato que me mandaste, 'Cambio'.

-A mi me encanta.

-¿Vino él a verte?

-No.

-Ummm, hubiese sido fantástico que viniera.

-Bueno. No sé. Quizás no sería lo mismo.

-Mujer, si ese hombre se comporta como escribe...

-UF! No se volvía para España!

-jajaja. Me tienes que pasar todos sus relatos.

-Tiene un blog con todo lo que escribe. Fue idea mía.

-Vaya.

-Oye, Luisa, hay algo que siempre me ha llamado la atención del sexo entre mujeres. Algo que he visto en algún vídeo y que me parecía muy erótico, aunque nunca pensé en hacerlo.

-¿Qué es?

-Pues...creo que se llama la tijera.

-Jajajaaja.

-No te rías.

-Es que me hace gracia, mujer...¿Quieres hacer.....una tijera conmigo? jajaja.

-Sí.

-Y yo.

Nos colocamos una frente a la otra. Abrimos nuestras piernas y las cruzamos. Pegamos nuestros coños y empezamos a frotarnos.

.Ummm que rico. Es tan suave.

-Uf...sí. Me da gustito.

Su coño no era una lengua, ni unos dedos. Era algo más suave, más caliente. Nos mirábamos mientras nos movíamos. Casi podía notar nuestros clítoris tocarse el uno al otro. Nuestros jugos se mezclaban y hasta mi nariz llegaba el embriagador aroma. Seguimos un rato más, lo que hizo que nuestra calentura subiera más y más, hasta que no pudimos más y terminamos enzarzadas en un maravilloso 69. Repetíamos la una en la otra las caricias, los besos. No paramos hasta que estallamos en un fuerte orgasmo. Primero me corrí yo, y al poco, Luisa.

-Me tengo que ir ya, Luisa. Mi... hombre me espera.

-Felicia, ha sido maravilloso estar contigo.

-Me ha encantado. ¿Sabes? Se lo conté hoy a él. Y me animó a que viniera. Me dijo que ampliara mis horizontes.

-Jajaja. Me gusta ese Abe21. Quiero conocerlo.

-No. Es mío.

-Mujer, que no te lo voy a robar.

-Bueno, ya veremos.

-Está bien. Dame al menos la dirección de su blog.

-

http://abe21abe21.wordpress.com

-Vale.

Nos vestimos y me acompañó a la puerta. Antes de abrirla nos abrazamos y nos besamos.

-Oye, Felicia...en el relato, él escribe que te gustan ciertas cosas. ¿Es cierto?

-¿Te refieres a la dominación?

-Sí.

-En el relato Abe dice que contiene parte de verdad y parte fantasía. La parte inventada es el viaje. Todo lo demás...es cierto.

Me miró. Su sonrisa era enigmática. Y sus ojos brillaron. Se acercó a mí, me apoyó contra la puerta y me besó.

-Ummmm, Felicia...Siempre he querido tener una zorrita para mí.

Todo mi cuerpo tembló. Me abrió la puerta y me marché. Durante el camino a mi casa, no dejaba de pensar en esa última sonrisa, en sus ojos. En sus palabras.

Abe21, mi querido Paco, en su  relato 'Cambio' había expresado lo que sintió al conocerme, el cambio que se produjo en él. Y ahora, gracias a otro relato suyo, el cambio se había producido en mí. Como él dijo, había ampliado mis horizontes, me había abierto a nuevos placeres. Placeres que estoy ansiosa por explorar.

FIN

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