Amoríos de un cornudo empedernido 2
Segunda entrega de las confesiones de un cornudo empedernido, con el permiso de su amada.
AMORÍOS DE UN CORNUDO EMPEDERNIDO
2
Esta mañana, cuando encendí el ordenador, quise echarle un vistazo al correo para ponerme al día, y, al primer ojeo, di con la gratísima sorpresa de encontrarme, entre publicidades y tonterías, con la respuesta de Lola a mi ruego de tener su autorización para seguir contando... En su mensaje, había escrito primero “uhhhmmm”, que en nuestro argot significa: cariño bésame; y añadía después: “Lola dice sí”.
¡Aleluya! Ni qué decir tiene que, desde entonces hasta ahora, o sea de las nueve de la mañana a las cinco y once minutos de la tarde, estuve celebrando el cómplice sí de Lola; y dándole vueltas a la cabeza para recordar, precisamente hoy, una historia de placer grande, propia al júbilo de la ocasión.
Para darle más regodeo todavía a la cosa, me he puesto unas vulgares braguitas de mujer que hace poco me compré en un chino. Me da mucho vicio de mariconeo comprarlas, que la china o el chino, después de haberme visto por sus cámaras un buen rato trasegando entre bragas, tangas, sujetadores y bóxer ajustados, me las cobren sin preguntar si son para mí o para regalo; y luego, en casita, sola, ponérmelas y mirarme en el espejo con ellas puestas.
Eso me pone mucho, y pintarme los labios como una furcia, más. Ufff. Me da punto verme así, satisface mi lado femenino, y me da un íntimo placer sentir como la braguita me recoge el coño, es decir la polla y los huevos, y me aprieta el paquete... entonces acariciarlo por encima de la tela es muy excitante; cosa de mujer o de un hombre femenino como yo.
Sí: un hombre femenino, un “amante lesbiano” semejante en casi todo, al que tan lindamente describió el sabio José Luis Sampedro. O sea un hombre que ama, que folla con sentimientos de mujer.
Por ejemplo, si me pongo a ver pelis porno, para nada, pero nada de nada, me caliento con esos interminables primeros planos de pollas y chochos o culos, fornicando. A mí lo que me la pone dura de cojones son las miradas, las caricias, los besos, las lamidas, y las expresiones de sus caras, de mujeres o de hombres, gozando como bestias...
Bueno, a lo que iba, que perdemos el hilo. Lo que os voy a contar, en honor al Sí de Lola, ocurrió a los tres años más o menos de nuestro emparejamiento, cuando lo de la revista que os comenté, y que ya otro día recordaremos.
Fue un trío. Un trío formidable. Una tarde en trío para no olvidar. Segundo o tercero de los que hicimos Lola y yo con el… afortunado. En los apartamentos Recoletos, de Madrid, fue.
En él, en el trío, hubo de todo y todo con mucho deseo, mucho vicio, mucha complicidad y muchísimas ganas de los tres, follando. Pero hubo una posición, una postura…
que se quedó grabada con letras de oro en la memoria de mi querida cornamenta:
Me tumbo en la cama, boca arriba, la polla al techo, endurecida y tiesa, babea pidiendo labios. Me los ofrece Lola, mi querida Lola, deliciosa mamadora, que añade a su habilidad el cariño que me tiene.
Se acopla encima mía en posición 69. Cachonda como está, oigo sus gemidos cuando paso mi lengua por la maravillosa raja de su chocho, también por su pelambrera negra.
Con mi verga en sus manos y en sus labios refriega por mi cara su breva abierta rezumando exquisito zumo de puta. Se mueve y consigue que mi lengua de cabrón feliz, lama desde el agujero negro de su culo hasta la pipa de su coño. ¡Uhhmmmm! Qué gustazo, tíos. Pero no vaciarse aún, falta la guinda:
Estando así, chupándonos las dos nuestros sexos de zorras, se acerca a nosotras Alejandro, un maromo joven y muy bien armado, a quien habíamos conocido por medio de CLIMA, capaz de echar dos o tres polvos en un par de horas, que a Lola le encantaba, y también a mí.
Él está de pie justo encima de mi cabeza y con su verga, no enorme pero sí hermosa y potente, me golpea en la frente, en los mismos cuernos, y me dice: Rafael, quita tu boca del coño de Lola, que se la voy a meter. Y me fue dando con el nabo en la nariz, en los carrillos y en los labios, como apartándome, hasta que se la metió.
¡Qué fabulosa visión! ¡Qué primer plano de polla entrando en chocho! ¡Qué orgía de sudores, de flujos, de lamidas! Y verificar, nunca mejor dicho: en mis narices, como el apuesto cilindro de Alejandro, abría los labios encharcados del sexo de mi chica, y de un pollazo monumental se la clavaba hasta donde más no podía…
Al metérsela, sus huevos quedaron arriba de mi boca; y obsequié como se debe a nuestro macho, quien de seguida empezó en firme el vaivén de la jodienda, lo que aproveché para deslizar mi cabeza y mis brazos por detrás de sus muslos, y así poder empujar su culo, con mi boca y con mis manos, y que así él se follaba a Lola con más ímpetu.
¡Dioses de la lujuria y del Olimpo promiscuo! Nunca olvidaré, nunca, el instante en que sentí en mi cara los espasmos de Lola corriéndose en la boca de su chulo a la vez que Alejandro le llenaba el chocho de leche y yo, con la mía de cornudo agradecido, le anegaba su profunda garganta de puta.