Amores de universidad

Se conocieron en la Universidad, pero no comenzaron a salir hasta mediados de carrera, Carlos y María eran amigos, siempre saliendo juntos en pandilla, pero ninguno había dado el paso hasta que...

24 de Diciembre de 2008

AMORES DE UNIVERSIDAD

Se conocieron en la Universidad, pero no comenzaron a salir hasta mediados de carrera, Carlos y María eran amigos, siempre saliendo juntos en pandilla, pero ninguno había dado el paso hasta que un día en una fiesta durante una charla tomando algo, sus ojos se fijaron y el silencio se apoderó de su conversación. Carlos rápido pero con temor abrazó a María y de el beso inicial y suave pasaron a magrearse delante de todos, no pararon hasta que las carcajadas de asombro de sus amigos y luego algunos aplausos hicieron que ambos se ruborizaran sin saber muy bien si por el paso que habían dado o por la reacción de sus amigos. Acto seguido surgió la tertulia típica de;

  • "Ya lo sabíamos", "se os veía a la legua chicos" y un largo etcétera de frases similares.

Desde aquél día no se separaban ni un instante y la pasión era su norma en la relación, cada vez que se juntaban saltaban chispas entre los dos y acababan haciendo el amor en cualquier sitio sin importarles dónde, ni delante de quién estuvieran. Baños, portales, en un jardín o unos bancos, el coche, algún probador en un día de compras o una habitación por horas de algún hotelito del centro de la ciudad.

Pero también tenían fuertes altercados, Carlos poseía un carácter posesivo y violento, con grandes cambios de humor. Generalmente las discusiones eran por tonterías o celos de él, que luego se arreglaban con arrebatos de pasión mezclados con lágrimas de perdón. Menos mal que María era tranquila y bastante razonable, pero poco a poco todas esas broncas empezaron a hacer mella y que se diera cuenta de que la relación con Carlos no iba a llegar a ninguna parte. Pero;

  • ¡Dios! Como me folla y que polla tiene. Pensaba ella.

No podía evitar que cada vez que estaba con él o simplemente se cruzaba con él, su coño palpitara y sus bragas acabaran mojadas, así pasaron dos años. Se dejaban, se encontraban, se reconciliaban, follaban y otra vez vuelta a empezar, pero cada vez las subidas de tono de Carlos eran más violentas y ella llegó a temer que un día no se pudiera controlar, así que le dejó definitivamente.

María inició una relación con otro chico, le gustaba, no era sólo para intentar quitarse a Carlos de la cabeza. Pero él comenzó a acosarla, la seguía por la facultad, por la calle y a veces incluso se masturba a escondidas viéndola de lejos, para Carlos se había convertido en una obsesión y para María en una pesadilla.

Sus celos al verla con otro le consumían, intentó acercarse a ella en varias ocasiones que terminaron en fracaso y rechazo rotundo por parte de su "chica".

Un día en su cuarto Carlos con mucho esmero y dedicándole muchas horas escribió algo a María, una carta en la que abría su corazón y le contaba como se sentía, estaba dolido, frustrado, tremendamente enamorado y le decía que no era capaz de vivir sin ella. Se dijo a si mismo;

  • Con esta carta le conquistaré de nuevo, se que se echará encima de mí, me abrazará y me comerá a besos pidiéndome perdón.

Decidido, Carlos salió de su domicilio en busca de María, la encontró en el parque dónde solían reunirse todos después de las clases. Notó que el resto de la panda le miraban, pero él sólo tenía ojos para su chica, cruzó y se plantó delante de ella sin importarle lo que pensaran, ni siquiera miró a su amigo Roberto que soltó la mano de su pareja y se dispuso para lo peor.

  • Hola María, ven quiero hablar contigo.

  • Mira Carlos, te he dicho mil veces que hemos terminado.

Carlos agarró su mano y le balbuceó un por favor, por dentro el odio comenzó a florecer al ver como reaccionaba ella, como podía hacerle esto delante de todos sus amigos, su novia poniéndole en evidencia de esta manera.

María no supo muy bien el porqué, pero al final accedió a apartarse un poco del resto del grupo para hablar con él. Quizá fue porque sabía que Roberto y el resto de amigos estaban allí si la cosa se ponía fea y puede que inconscientemente usara eso para hacerse fuerte y terminar definitivamente con aquella locura, que le hacía sentirse tremendamente incómoda.

Cuando Carlos nervioso y medio llorando le pidió perdón como tantas veces había hecho después de una discusión y le entregó aquella carta diciéndole;

  • Vámonos, quiero hacerte el amor.

María reaccionó con decisión y los nervios que tenía en ese momento desaparecieron, no estaba dispuesta a darle la menor oportunidad y que pensara que había esperanzas. Así que cogió aquella carta y sin mirarla siquiera la rompió en trocitos tirándola al suelo.

La reacción de él nadie la vio, sólo ella, primero desconsolado, apenado, con gran tristeza se quedó parado delante de ella sin decir nada, un segundo más tarde todo eso desapareció y la rabia, odio y ganas de pegarla se apoderaron de él. Si en ese momento no se hubieran acercado Roberto y Juan a ver si todo iba bien, le hubiera dado su merecido.

  • Pero tranquila puta, te pillaré, juro que esto no va a quedar así. Se iba diciendo mientras se alejaba de allí.

Cuando llegó a su casa rompió todas las fotos que tenía, mientras el llanto unas veces de odio y otras de amor le acompañaban. Tiró y rompió cientos de pequeños recuerdos; figuritas del Burguer King que se había llevado de alguna comida juntos, entradas de cine, y hasta un frasco de colonia de María que ella le dio a petición suya cuando se le acabó. En un momento de ese arrebato se le ocurrió una idea, que enseguida comenzó a dar forma en su cabeza y se transformó en un plan que llevaría hasta el final con todas sus consecuencias, no iba a permitir que esa zorra le dejara humillado y encima se fuera con otro chico. Sin darse cuenta mientras hacía sus cábalas se corrió con frenesí, ni siquiera se había percatado de que se estaba masturbando, tirado en el suelo de su habitación rodeado de todos aquellos objetos rotos, sangrando por los nudillos de un puñetazo que había dado a la pared malhumorado nada más entrar y manchando de su semen, estalló en una carcajada que casi al instante dio paso a una crisis aguda, derrumbándose por completo se quedó dormido tirado en el suelo.

María mientras tanto, fue arropada por sus amigos y su nuevo novio.

  • Has hecho bien, le decían todos, está loco. Ella sintió un gran alivio cuando él se marchó.

  • Por fin me he librado de él, tenía que ser así, esto no podía continuar y no lo voy a consentir, he hecho lo correcto. Se dijo a si misma.

Hasta que pasados unos minutos dejó de oírles y se cuestionó si había sido apropiado o no reaccionar tan tajantemente, sus ojos reflejaron algo que nunca había visto hasta ahora y esto le produjo mucha inquietud. Después de un rato y gracias al apoyo de Roberto, ese desasosiego desapareció y se olvidó de Carlos.

A la mañana siguiente Carlos compró en el Leroy Merlín, precinto, una cuerda que dividió en dos y un palo consistente. Más tarde en el laboratorio robó un frasco de éter etílico y de la cocina cogió un trapo que utilizaría para impregnarlo y dormirla tapándola la boca, así como un cuchillo que mientras lo empuñaba y notaba el poder que le otorgaba se dijo que sólo lo llevaría para amedrentarla. De nuevo se excitó y de nuevo se volvió a correr, eso le ayudo a tranquilizarse, respiró y pronunció para sus adentros;

  • Ha llegado la hora de que seas mía para siempre. Ni siquiera se percató del significado de su frase.

Metió todo en una bolsa y lo cargó en el maletero de su coche. Se preparó comida y bebida para la espera. Tenía el sitio perfecto, le había acompañado muchas veces a su casa por aquél camino, dejando la facultad atrás atravesando el descampado, seguían hasta las vías del tren cruzando por el paso a nivel y llegaban al parque, en esa parte era bastante frondoso, lleno de árboles y maleza, ahora en invierno y de noche no solía pasear nadie por aquella zona lo que facilitaría su plan, luego el paseo con sus jardines y la urbanización de María. Justo después de la vía había seleccionado un sitio dónde una vez follaron en el coche y ella se la chupó hasta el final tragándose su semen. Eso le encantó, la primera vez en su vida que alguien hacia eso por él. Allí tenía que ser, allí la dormiría con el éter, la desnudaría despacio y con cuidado, le ataría de pies y manos, le taparía la boca con el precinto al principio y esperaría paciente a que se despertara. Entonces la follaría hasta que estuviera a punto y utilizaría el cuchillo para intimidarla y correrse de nuevo en su boca y así vengarse de ella.

  • Se lo pondré en el cuello, creo que le voy a clavar un poco la punta e incluso hacerle sangrar, sí, se lo merece, quiero verle suplicarme, que me pida perdón.

  • ¡Joder otra vez! Cogió papel y se limpió la polla en la cocina. Tengo que calmarme, quiero llenarle su boca antes de..., estate quieto de una puta vez Carlos. Se dijo a si mismo.

Cogió el coche, salió de casa y se dirigió a la facultad, era pronto, aún no habían terminado las clases, le sobraba una hora y media larga, pero quería llegar pronto, preparar todo y esconder un poco el coche. Pasó por la facultad como para asegurarse que seguía allí y se fue al lugar donde perpetraría su venganza.

Cuando terminó su clase se encontró con Roberto que le estaba esperando, se fueron a tomar algo a la cafetería y él le comentó que se iba a quedar en la biblioteca a estudiar.

  • Oye María ten cuidado, no me fío nada de Carlos, me he enterado de que no ha venido hoy a clase. Si le ves no hables con él y llámame. ¿Quieres que te acompañe a casa y luego me venga?

  • No, no pasa nada gracias no te preocupes, es algo que tengo que resolver yo sola, no quiero depender de nadie, además le conozco bien no me va a hacer daño.

  • Me llamas en cuanto llegues a casa, ¿Vale?

  • Sí, tranquilo, mañana nos vemos y cuando llegue a casa te llamo y hablamos un ratito.

Se despidieron dándose un beso y un abrazo. Pero por dentro María tenía miedo, se sentía tensa, incómoda y con "esos" ojos de Carlos aún clavados en su retina, además acababa de mentir a su novio y eso le disgustaba, realmente no estaba tan segura de que Carlos no le hiciera daño en un momento dado. Pero no estaba dispuesta a depender de nadie y que siempre estuvieran pendiente de ella, ni siquiera Roberto. Aún así le faltó muy poco para pedirle por favor que le acompañara a casa, al menos hoy, estando tan reciente el suceso de la carta. También el no tener noticias de Carlos desde ayer le estremecía y una parte de si misma se preocupó por si había cometido alguna locura.

Llegó con estos pensamientos al descampado, el no ver a nadie hizo que acelerará el paso, cruzó por la vías mirando a todos lados y notando como su corazón le palpitaba cada vez más rápido, ya era casi de noche y tenía que cruzar el bosque, el parque y llegar a casa. Estuvo a punto de dar media vuelta, pero María era una persona decidida, llegaría a casa aunque le costara casi un infarto el conseguirlo.

  • Hola amor, ya estoy en casa, casi me da un paro cardíaco del miedo que he pasado, pero estoy bien.

  • ¿Y por qué no me has dejado acompañarte?

  • Gracias mi vida por preocuparte por mí. Me siento bien habiéndolo hecho sola. Además luego he visto por el parque un par de coches de policía y eso me ha tranquilizado.

Terminó de hablar, cenó, estudió un rato y se acostó, se sentía cansada, seguramente sería a consecuencia de los nervios y la tensión de los últimos días.

A la mañana siguiente mientras desayunaba dieron en la televisión una noticia de su ciudad, al parecer en la tarde de ayer un chico había muerto al ser arrollado brutalmente su coche por el tren, la causa se desconocía, presuntamente una imprudencia al no respetar el paso a nivel dijeron en el telediario. Al ver las iniciales C.R.T y lo que había quedado del coche y reconocer tanto los restos del vehículo, como el sitio por dónde ayer precisamente había cruzado para venir a su casa, María relacionó todo. Una lágrima rodó por su mejilla y los teléfonos comenzaron a sonar.

Fin.