Amoral, Episodio 2: La tienda

Madre e hijo más allá de tabúes.

Amoral , Episodio 2

por Koyama, en 2015

Tras la comida, Raúl y su madre se dirigieron a la planta número tres en busca de un vestido. En la primera tienda en la que entraron, una dependienta se dirigió a ellos nada mas aparecer.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarles en algo? —habló la dependienta con una amplia sonrisa.

—Sí, verá—comenzó la madre de Raúl —estaba buscando un vestido de verano, de color blanco. ¿Tendrían algo así?

—Claro que sí, venga conmigo—respondió entonces la dependienta al tiempo que se dirigía hacia el fondo de la tienda mientras Raúl y su madre la seguían.

Tras mostrarle varios vestidos, la madre de Raúl finalmente eligió un par de ellos que cumplían sus expectativas. Sin embargo solo parecía haber talla para uno de ellos.

—Vaya probándose ese, que yo voy a ver si tenemos una talla más del otro en el almacén.

Raúl y su madre se dirigieron hacía la zona de probadores, y ambos entraron en uno corriendo la cortina tras ellos. Como habitualmente hacían. La madre de Raúl colocó el vestido en uno de los colgadores, y dejó su bolso sobre un pequeño taburete en la esquina mientras su hijo se quedó de pie tras ella. La mujer comenzó entonces a desabrochar su blusa y una vez se la hubo quitado se la pasó a su hijo para que este la sostuviese. Tras la blusa, le llegó el turno a los zapatos y los pantalones vaqueros, que dejaron a la madre de Raúl sin mas vestimenta que un sujetador blanco de encaje y unas pequeñas bragas del mismo color.

—Voy a quitarme el sujetador, que este vestido es para llevarlo sin nada debajo. ¿Me lo desabrochas, cariño?

Raúl se acercó entonces a su madre y de un rápido movimiento con una sola mano le desató el sujetador. Ésta lo retiró rápidamente y se lo pasó a su hijo para que lo sujetase también. Sus grandes pechos estaban ahora libres y los pezones erectos indicaban que la situación estaba siendo de lo mas placentera para la mujer.

—Mamá, que rica estás—dijo entonces Raúl con la mirada perdida en las curvas de su madre

—¡Calla tú, zalamero!...—respondió su madre entre sonrisas.

De pronto la cortina se corrió con un estruendo y apareció tras ella la figura de la dependienta. La mujer se quedó durante unos instantes mirando sorprendida los pechos de la madre de Raúl y después lanzó una furtiva mirada al propio muchacho que se encontraba también dentro del probador. Una sonrisa disimulada apareció entre sus labios.

—Aquí le traigo una talla mas de este modelo, que finalmente sí que teníamos en el almacén.

—Oh, gracias—contestó la madre de Raúl sin hacer ningún ademán de tapar su desnudez—Aunque todavía no me he probado este otro siquiera.

—¿Quiere que la ayude?—se ofreció entonces la dependienta, al tiempo que daba un paso hacia dentro del probador.

—Bueno, quizás sí, que tengo ahí a mi hijo pero está sujetando toda mi ropa y no me va a poder echar una mano.

—No se preocupe, yo la ayudo.

La dependienta acabó de entrar por completo en el pequeño habitáculo y cogiendo el primer vestido lo colocó sobre la cabeza de la madre de Raúl y lo dejó caer sobre ella. Las dos mujeres comentaron pequeños detalles de la prenda, mientras la dependienta pasaba su mano por las caderas y el vientre de la madre de Raúl intentando eliminar pequeñas arrugas del tejido.

—¿Que opinas, cariño?—preguntó entonces la madre de Raúl a su hijo.

—Está bien—contestó este con sinceridad—aunque se te nota la marca de las bragas en el trasero.

La madre de Raúl se giró y se miró en el espejo, viendo como efectivamente los laterales de sus bragas se marcaban en la falda del vestido dejando una marca extraña.

—Sí, puede que tengas razón...—habló la madre de Raúl.

—¿Quiere que le quite las bragas para ver como le queda sin ellas?—interrumpió de pronto la dependienta que, sin esperar respuesta, introdujo sus manos bajo la falda del vestido hasta sujetar la prenda y bajarla de un tirón hasta los tobillos. La madre de Raúl se apoyó entonces en el hombro de la otra mujer para poder levantar primero un pié y después el otro y liberarse así de la prenda interior. La dependiente dobló con delicadeza las bragas y las coló sobre el taburete.

—Así es otra cosa, ¿verdad?—preguntó de nuevo la madre de Raúl al tiempo que miraba a su hijo.

—Sí, así mucho mejor.

—Bueno, voy a probar el otro entonces.

La dependienta no se hizo de rogar y agarrando el vestido por la parte de abajo lo fue subiendo poco a poco. Al hacerlo, el cuerpo ahora totalmente desnudo de la madre Raúl apareció ante su ojos y los de la propia dependienta, que a pesar de la situación no perdía ni un ápice de su profesionalidad. Raúl vio el contundente culo de su progenitora y sintió el impulso de acercarse a acariciarlo, aunque no lo hizo.

La dependienta cogió el otro modelo de vestido y tras buscar la abertura de la cabeza se lo intentó colocar a la madre de Raúl mientras esta levantaba los brazos en total desnudez. Sin embargo parecía haber algún problema y la prenda no acaba de deslizarse por el cuerpo de la mujer.

—Vaya—habló la dependienta—creo que esta talla no vale tampoco... Espere aquí que voy a ver si tenemos otra en el almacén, ahora vuelvo.

La dependienta abandonó entonces el probador dejando la cortina a medio correr. Raúl, todavía en una esquina del probador y con la ropa de su madre en los brazos, pudo ver entonces como su madre se giraba desnuda ante él y se le acercaba con una media sonrisa. Al llegar a su altura acercó sus labios a los suyos para besarlo, al tiempo que con su mano derecha acarició la entrepierna del muchacho.

—Me está poniendo muy cachonda estar aquí desnuda, voy a necesitar que me folles fuerte...

—Yo también estoy caliente, mamá. A este paso voy a reventar los pantalones...

—¿De verdad, cariño?—comenzó de nuevo la madre al tiempo que acariciaba sin disimulo el paquete de su hijo.—¿quieres que te baje los pantalones, mi amor?¿quieres que mamá se ocupe de esta polla revoltosa?

—Buf, mamá, como sigas así voy a tener que follarte aquí mismo

—¿Aquí?¿lo harías?

Sin esperar respuesta la mujer llevó sus manos a la cintura del pantalón de su hijo y de un movimiento lo desabrochó. Sin dejar de mirar a los ojos al joven, la mujer agarró la prenda por los laterales y la comenzó a bajar al mismo tiempo que ella misma lo hacía. El pene del muchacho saltó entonces con un respingo, como un muelle, cuando al fin se vio liberado. Aunque la dependienta podía regresar en cualquier momento, la madre de Raúl se separó de su hijo para coger el taburete y ponerlo en el medio de la estancia. Allí apoyó sus brazos al tiempo que su culo se colocaba a la altura perfecta para ser penetrada por el muchacho.

Raúl miró hacia abajo y vio los gruesos labios de su madre, que entreabiertos se le ofrecían como un manjar. Sin pensárselo dos veces agarró su polla con su única mano libre y la dirigió hacía el coño de su madre. Totalmente lubricada, la penetración fue total desde el primer empujón. Raúl coloco entonces su mano entre las nalgas de su madre y, al tiempo que comenzaba a meter y sacar su pene de aquel coño maternal, usó su dedo pulgar para penetrar el acostumbrado ano de su madre. Con cada empujón el taburete se arrastraba un poco sobre el suelo, lanzando un chirrido revelador. Sin embargo ni la madre ni el hijo parecían acobardarse y seguían su follada como si no hubiese mañana.

De pronto, la dependienta entró en el probador portando dos nuevos vestidos. Nada mas hacerlo la mujer se quedó paralizada al igual que Raúl, que aun con el pulgar dentro del culo de su madre y su polla dentro del coño, paró en seco el bombeo. De pronto, la madre de Raúl habló mientras seguía con sus dos agujeros llenos,

—Qué bien, ¿había mas talla entonces?

—Sí...sí—respondió la dependienta incrédula—Teníamos una talla mas... No se si quiere probársela ahora o esperar a..bueno...

—Pues la verdad es que tengo ganas de probarlo ya—respondió entonces la madre de Raúl al tiempo que se erguía y hacía de esa forma que la polla de su hijo la abandonase—pero la verdad es que necesitaría tu ayuda de nuevo.

—Sí, yo la ayudo no se preocupe. ¿Qué necesita?

—Pues como ves—dijo entonces la madre de Raúl al tiempo que con su mano atrapaba la polla de su hijo y comenzaba una lenta masturbación.—tengo a mi hijo con esta polla tan dura que ya le dolía dentro del pantalón, y se la he tenido que sacar, ¿me entiendes?

—Sí..si, entiendo...

—El tema es que yo no puedo probarme el vestido si me tengo que ocupar de esta preciosidad también...¿te importaría echarme una mano con esto mientras yo me pruebo el vestido?

La dependienta pareció por unos instantes quedarse en blanco, lo mismo que Raúl que miraba incrédulo como su madre lo seguía pajeando delante de aquella desconocida.

—Está...está bien...—empezó entonces a hablar la dependienta—Yo la ayudo con eso... Pero no tomo la píldora ni nada y no podría...

—Oh, tranquila, cariño. A mi hijo le gusta mucho por el culo, tú podrías usar ese bonito culo con él, ¿verdad?

—Si..supongo que sí, por el culo podría supongo...—contestó la dependiente con un leve rubor en su mejillas.

—Ven, acércate aquí amor —habló entonces la madre de Raúl al tiempo que le ofrecía la mano a la dependienta. Esta aceptó la invitación y agarró la mano de la otra mujer. Tras un par de pasos la dependienta se situó entre Raúl y el taburete.

La madre de Raúl se acercó entonces a la dependienta desde un lado y, sin dejar de mirarla a los ojos, comenzó a subir la ceñida minifalda que esta llevaba. Ante ellos apareció entonces una pequeña braga de color negro que se había deslizado entre los cachetes y marcaba los grandes labios de la mujer. Las medias de la dependienta le llegaban hasta la mitad del muslo  y la madre de Raúl comenzó a acariciarlas en cuanto estuvieron a la vista.

—Tienes un culo muy firme y bonito, ¿sabías?—comenzó la madre de Raúl una vez que su mano hizo contacto con las nalgas de la dependienta.

—Gracias—contestó esta sin moverse.

La madre de Raúl siguió subiendo la mano hasta la cintura de la mujer, y poco a poco volvió a bajarla pero está vez por dentro de las bragas. Sintió la redondez de su compañera, el calor que desprendía. Continuo bajando hasta que la prenda comenzó a bajar junto con su mano, poco a poco, hasta que finalmente el culo contundente de la dependiente quedó expuesto a las miradas de madre e hijo.

—Recuesta la cabeza aquí en el taburete, cariño—continuó la madre de Raúl al tiempo que con una mano en su espalda empujaba a la dependienta para que esa se doblase. Una vez que esta estuvo en posición, la madre de Raúl bajó su manó hasta su propia vulva, para introducirse un par de dedos y embadurnarlos de lubricante natural. A continuación volvió a subir la mano y la colocó con delicadeza entre las nalgas de la dependienta. Con un dedo siguió la linea de separación de los cachetes hasta encontrar el pequeño agujero, y de un golpe insertó el primero de los dedos. Mientras seguía explorando con suavidad el interior del ano de la dependienta, la madre de Raúl usaba su otra mano para acariciar la espalda y la cabeza de su asistenta de compras.

Un segundo dedo entró con un poco mas de dificultad pero pronto el ano de la dependienta se habituó a la penetración.

—Cariño, Raúl , acércate para encular a esta preciosidad. Perdona, ¿como te llamas, amor?

—Ana, me llamo Ana...—respondió la dependienta sin levantar la cabeza del taburete.

—Ana, muy bien, encantada. Este es Raúl y te va la va a meter por tu culito, ¿te apetece verdad?

—Sí...—respondió la dependienta en un suspiro.

Raúl pronto llegó a donde su madre. Esta quitó los dedos del interior de Ana, y agarró la polla de su hijo. Poco a poco la fue dirigiendo hacia el ojete de la dependienta, hasta apoyar la cabeza de la polla de su hijo en tan delicioso agujero. Raúl ya estaba deseando empujar, cuando su madre lo miró a los ojos con una sonrisa.

—Ana, ¿estás preparada?

—Sí...creo que sí... —contestó la dependienta.

—Bien cariño, pues ahora disfruta.

Tras decir esto, y antes de soltar la polla de su hijo, la madre de Raúl movió los labios como si estuviese hablando, pero sin decir palabra. Sin embargo Raúl pudo entender como entre sonrisas su madre le decía "Rómpeselo"

En cuanto su madre lo dejó libre, Raúl comenzó a empujar de forma constante. Era un movimiento lineal, no a empujones, pero estaba abriendo el ano de la dependienta sin remedio. Esta pareció soltar un leve quejido, ante lo cual la madre de Raúl comenzó a acariciar sus nalgas.

—Tranquila, Ana, que ya casi está dentro del todo.

Pronto Raúl hizo tope, y toda su longitud quedó enterrada en el ano de la dependienta sin que esta pareciese protestar. Comenzó entonces el mete saca, cada vez mas intenso. Empujones en los que toda la polla del muchacho quedaba dentro del culo de su compañera se combinaban con retiradas casi completas del falo. La dependienta pronto se vio obligada a agarrarse al taburete para no caerse.

La madre de Raúl por su parte dejó a su hijo con su amante y siguió probándose los vestidos. Está vez si que era una talla suficiente para ella y la prenda se adaptaba perfectamente a sus contornos.

—Esté si me queda bien, ¿verdad Ana?—preguntó entonces la madre. La dependienta, haciendo un esfuerzo en mitad de la salvaje penetración, levantó la mirada hacia el espejo donde se reflejaba la madre de Raúl.

—Sí...sí...ese le queda bien.

—¿No crees que es un poco corta la falda?

—No..la veo bien—contestó la dependienta con voz entrecortada.

—¿Te gusta la enculada que te está dando mi hijo, cariño?

—S..sí...

La madre de Raúl se quitó entonces el vestido con suavidad, y lo dejó en el colgador. Se dirigió entonces hacia donde su hijo penetraba sin compasión a la dependienta, y le puso una mano en el pecho para que parase. Raúl le hizo caso y dejó de bombear. Su madre entonces se acercó a la cabeza de la dependienta y con un dedo en su barbilla hizo que esta la mirase.

—Cariño, me encanta ver como te rompen el culito, pero al mismo tiempo me estoy poniendo muy caliente... Me vas a ayudar también con eso, ¿verdad?

La dependienta de limitó a asentir con la cabeza. La madre de Raúl hizo entonces que la dependienta se pusiese de pié. Allí la ayudó a quitarse la parte de arriba del traje y la blusa, junto con un pequeño sostén negro que pronto dejó al aire su pechos compactos. La madre de Raúl se tumbó entonces en el suelo y desde allí con una sonrisa hizo un gesto a la dependienta para que fuese hacia ella.

—Ven cariño. Me vas a comer el coño mientras te enculan, ¿verdad?

—Sí, lo que necesite...

La dependienta se puso entonces de rodillas ante las piernas abiertas de la madre de Raúl, donde su coño totalmente empapado esperaba ansioso. La dependienta entonces siguió bajando su cabeza hasta que las dulces manos de la otra mujer se enredaron con delicadeza en sus cabellos.

—Venga bonita, cómetelo todo como una buena niña.

La madre de Raúl apretó entonces la cabeza de la dependienta contra su coño, de forma que esta empezó a chupar y lamer todo lo que encontraba a su paso. Raúl por su parte ya estaba colocado en posición detrás de Ana con su polla goteando. Mientras le comía el coño a su madre podía ver como el ano semiabierto de la dependienta se contraía en ocasiones y esto hacía que su necesidad de encularla fuese máxima.

—Raúl cariño, creo que esta preciosidad está esperando algo en su culo, ¿verdad cariño?

—Ahá..—se escuchó de forma casi inaudible. La madre de Raul entonces usó sus manos para levantar levemente la cara de Ana.

—¿Dímelo a mi, amor, quieres que te encule ese polla grande y gorda?

—Sí..lo quiero.

—No mi vida, dímelo con todas las palabras, ¿verdad que quieres que te rompa el culo mi hijo, cariño?

—Sí, quiero que su hijo me encule y me rompa el culo, me gustaría mucho.

—Tranquila mi amor—dijo entonces la madre de Raúl con una sonrisa, al tiempo que volvía a empujar la cabeza de la dependienta sobre su coño —Que ese culo tuyo va a quedar abierto como nunca lo has visto.

Tras decir esto, la madre de Raúl le izo un gesto a su hijo con la cabeza para que este empezase la enculada. Y al igual que antes, de nuevo movió los labios sin emitir sonidos para decirle a su hijo  "Dale fuerte".

Raúl en esta ocasión no tuvo miramientos. De un golpe insertó de nuevo toda su polla en el culo de la dependienta, que se vio empujada con fuerza hacia el coño de la otra mujer. Los movimientos de penetración anal eran ahora continuos y potentes, de forma que su propia madre se movía cada vez que Raúl envestía el culo de la dependienta.

—Eso es cariño, rómpele el culo a este amor, que te lo ha pedido —habló la madre de Raúl con los ojos cerrados.—hasta el fondo, métesela hasta el fondo.

Raúl seguía con la enculada pero notaba que no iba a poder aguantar mucho mas. Aquel ano prieto lo estaba volviendo loco, y aguantar el orgasmo parecía una tarea cada vez más complicada.

—Me..me voy a correr...—habló entonces Raúl. Su madre abrió entonces los ojos para ver como su congestionado hijo estaba al borde del éxtasis.

—Ana cariño—dijo entonces la madre al tiempo que de nuevo hacia parar a su compañera para que levantase la cara.—Mira como tienes a Raúl, amor, está a punto de correrse, ¿lo ves?.

La dependienta giró entonces la cabeza para mirar al poseedor de la polla que le estaba abriendo el culo sin miramientos.

—¿Lo ves, cariño?

—Si...—contestó tímida la dependienta.

—¿Porque no se lo pides, amor? ¿porque no le pides que se corra para ti?

—Sí—comenzó entonces la dependienta, al tiempo que la madre de Raúl llevaba un dedo sobre su propio clítoris.—Córrete para mí, Raúl.

—Eso es, cariño, mira lo que te dice Ana.

—Córrete en mi culo, por favor, Raúl— continuó la dependiente sin dejar de mirar a su amante —Lléname de semen, hazlo por mi, por favor. Ábreme el cu...

La dependienta paro en seco de hablar cuando comenzó a notar los chorros de semen inundando su ano. Uno tras otro fueron llenando su culo haciendo que sintiese cosas que nunca antes había sentido, hasta que finalmente Raúl paró de llenarla y salió de su interior con un sonoro "chop".

La madre de Raúl se incorporó entonces y se movió a cuatro patas hasta agarrar a la dependienta por las nalgas y separárselas.

—Ana, bonita, mira hacia el espejo, mira que bonito y que abierto ha quedado tu culito.

—Me...me da verguenza...—contestó azorada la dependienta sin atrever a girarse.

—No tienes porque, amor. Anda, mira como ha quedado, hazlo por mi.

La dependienta entonces comenzó a girar su cabeza lentamente y lo primero que vio en el espejo fue la sonriente cara de la madre de Raúl que la miraba directamente mientras separaba sus nalgas doloridas. Siguió bajando entonces la mirada y vio entonces su otrora pequeño ano totalmente dilatado. La madre de Raúl introdujo entonces dos dedos por cada lateral del ano y los separó hacia los lados mostrando hasta donde llegaban los efectos de la penetración. La dependiente notó una punzada de placer en su coño con la visión de aquel ano abierto, especialmente cuando sintió como una gota de semen líquido comenzaba a resbalar hacia afuera desde su interior.

—¿Te gusta cariño?, ¿Te gusta como te ha roto el culito mi hijo? ¿Porque no le das las gracias, amor?

—Sí, gracias... muchas gracias por romperme el culo, Rául.