Amor y decepción (3)
Finalmente entiende cual es su dilema y busca la solución en un viaje de negocios en la capital...
Respuesta a mi dilema. (Amor y decepción Parte 3)
Creo que conseguí la respuesta a mi dilema y quiero compartirla con ustedes. No me ofenderé por sus comentarios y con gusto responderé lo que pregunten.
De vuelta en la Capital pero esta vez llego a un pequeño hotel muy frecuentado por viajeros y por supuesto muchas mujeres buscando algo más que una simple conversación. Concluyo mi jornada laboral exitosamente y regreso algo temprano a la habitación. Converso largamente con mi esposo por teléfono y le comento que voy al cine a relajarme un rato. Eso no parece extrañarle y me despide con unas bonitas palabras: "Vive tu vida como viene viniendo y sabrás si lo haces bien mientras puedas dormir tranquilamente". Teniendo sus palabras en mente tomé un largo baño y me vestí muy fresca. Para esta ocasión traía un vestido de verano de una tela muy delgada y unas sandalias era suficiente para la velada. No pensaba ponerme ropa interior pero observe en el espejo como se notaría inmediatamente por lo que me puse una pequeña tanga blanca que lucía igual de sensual pero no prometedor.
Bajé al lobby y me dirigí al concierge para preguntarle por un cine. En ese momento no había nadie en el mostrador y me incline sobre él para buscar una guía de entretenimiento. Me imagino que la imagen de mi vestido adherido a mi piel y el corte de mi tanga entre mis nalgas fueron suficiente para llamar la atención y muy pronto tenía a mi lado a un caballero de buen vestir y modales muy educado que se me acerco y me ofreció ayuda. Me di cuenta que no era empleado del hotel y entendí que era uno de los viajeros comunes que visitaban el hotel. Él por lo contrario me confundió con una de las mujeres asiduas visitantes y me invito al bar a tomar una copa. La idea me hizo gracia y la deje correr para ver como se comportaban los hombres con esas mujeres. El bar estaba bastante lleno y al final solo conseguimos estar de pie muy junto al lado de la barra casi conversando a nuestros oídos para hacernos entender. El frío del aire acondicionado puso mis pezones a millón y sobresalían con descaro debajo de la tela del vestidito. En oportunidades me empujaban y terminaba apoyándome en su pecho y su mano sosteniéndome por la cintura aprovechando para pasarme la mano por la orilla del tanga. Con todo este ruido me invita a subir a su habitación para seguir conversando ahí y yo mirándolo a los ojos le digo que soy muy cara y el solo me responde que hasta triplicaría lo que cobro si me los gano de verás. Con una sonrisa en los labios acepto y salimos tomados de la mano como novios escapados. Camino al ascensor me doy cuenta que mi travesura puede terminar mal pero su fuerte mano en la cintura y su colonia masculina bloqueaban cualquier pensamiento negativo. Al entrar en el ascensor me abraza y me dice que estoy muy buena y que se había enamorado instantáneamente de mí al ver mis nalgas enmarcada en la tanga recostada del mostrador del concierge. Yo reía por la ocurrencia mientras le acariciaba el pecho por encima de la camisa.
Llegamos a la habitación abrazados como amigos y de alguna manera viejos recuerdos venían a mí. Con la diferencia de que ahora ambos sabíamos lo que esperamos de cada uno de nosotros. Un maravilloso polvo que si lo hago muy bien puede significar un ingreso adicional en mi cuenta que a veces no es nada despreciable. Al entrar tomo control y le digo que me deje a mí comenzar y él acepta, con la condición que después él sea la parte activa. Un poco nerviosa comienzo desnudándolo poco a poco mientras voy besando y chupando cada centímetro de su piel que voy descubriendo. Me concentro en sus pequeños pezones que chupo como si fueran fresas aciditas, mientras mis uñas hacen trazos en su espalda. No parece reaccionar y le quito el resto de la ropa mandándolo a acostar boca abajo. En efecto su verga luce apenas erecta y le digo que no se preocupe, que la sesión solo comienza. Me desnudo completamente y me monto encima de él y comienzo nuevamente a besarlo y chuparlo completamente. Cuando llego a sus nalgas que mis besos y chupones continúan noto que se pone algo rígido. Separo un poco sus piernas y mientras mi lengua busca la raja de sus nalgas mis uñas arañan con suavidad el saco de sus bolas. Un gruñido expresa la aceptación de la caricia. Separo un poco mas sus piernas e introduzco mi lengua en ese espacio entre el culito y donde nacen los testículos. Otro nuevo gruñido llena la habitación y me acuesto encima de él. Froto por sus nalgas con movimientos de la cadera, la pequeña mota de pelo que tengo en el pubis mientras que mis grandes tetas acarician toda su espalda. Siento que jadea y temo que vaya a acabar rápidamente. Le digo que se voltee y lo encuentro con una erección de un caballo aun sin tener la verga tan grande, la tenía roja y convulsionada.
Lo dejo descansar mientras le beso el pecho suavemente, la cara, los labios y los ojos. Al poco rato me monto nuevamente encima dándole la espalda de manera que pudiera acariciarme la espalda y nalgas a su gusto, casi un 69 pero yo más abajo. Comienzo a lamerle los muslos y me acerco más a sus bolas. Al ir acercándome a su verga, mi cuquita se la pongo a la disposición para que la pueda saborear. Siento sus dedos comenzar a jugar con mis pliegues y regar mi humedad que comienza a fluir abundante. Tomo su verga en mis labios y como en el relato pasado comienzo a darle una mamada especial. De la misma manera siento como trata de comerse mi coñito pero quizás por las sensaciones que están ocurriendo en su propio sexo se olvida del mío. Mi habilidad de tragarme toda la verga es realmente efectiva. Después de todas las sensaciones en su cuerpo, me bastaron solo unas pocas arremetidas con mi garganta y pajeo de mi mano para que el hombre se disolviera en mi boca mientras apretaba su lengua duro dentro de mi culito. Tome toda su leche y solo deje un poco en mis labios porque había decidido como un sello personal darle de probar de la misma medicina al hombre que se la mame. Me volteo y en un gesto natural lo beso compartiendo su propio semen conmigo. Se sorprende pero aún en el calor de la excitación acepta mis labios y lengua y compartimos los sabores. Mientras recupera su respiración solo me dice que soy una zorra experta. Me acuesto a su lado y le respondo que solo es el comienzo. Apenas si había empezado a excitarme.
Tomamos un trago mientras recupera su energía y me manda a colocar las tanguitas. Es un fetichista de la prenda y no se cansa de hacerme doblar frente a él y de hasta tratar de bailar un lap dance para él. Noto que su verga comienza a reaccionar y le pido que me la meta ahí sentado. No parece entender y me volteo bajándome las pantaleticas y ayudándolo me siento encima de su verga y me la introduzco toda. Por mi baja excitación mis paredes vaginales están contraídas y lo siento como si fuera una virgen. La sensación para él debe ser lo máximo porque me susurra al oído que estoy estrechita mientras me aprieta por la cintura sin dejarme mover. Le pido que me suelte y agradeciendo mis clases de aerobic, comienzo a subir y bajar en su verga solo con el movimiento de mis rodillas. Aprieto mis músculos vaginales cada vez que bajo aumentando la sensación de estrechez de cuquita. Comienzan los gruñidos nuevamente y decido separarme porque apenas estoy comenzando a gozar y mi intención es pasarla bien. Él parece leer mis pensamientos y prefiere ser ahora la parte activa y me acuesta en la cama abriendo mis piernas y enterrando su boca en mis labios vaginales. Siempre me ha gustado mantener los labios depilados para sentir mejor las administraciones orales de mi esposo que son muy buenas. Su lengua busca desesperadamente entre los pliegues buscando la perla de oro hasta que la encuentra. Mi clítoris es algo grande y permite que lo chupen como si fuera una frutilla. Sus manos parecen tener su propia misión y mientras ayudan a su boca a separar pliegues a su vez se introducen por mis huequitos alimentando sensaciones. Cada vez que se me llenan los ojos de colores es la señal par un buen orgasmo y este momento no es diferente, comienzo a jadear y sostengo su cabeza en mi pepita para que no deje de chuparlo, mis contracciones se juntan con mis jadeos y dejo escapar un gemido intenso de placer. Aprieto mis músculos en su cabeza para que me suelte porque el clítoris se me sensibiliza mucho que hasta duele el más mínimo roce. Se separa con una amplia sonrisa y su cara toda mojada de saliva y jugos vaginales. Una a una y ahora viene el desempate.
Sin esperar mucho le digo que es hora de que me meta su verga bien y acostándome de lado subo la pierna libre hacia mi pecho dándole oportunidad para que me la meta de lado. El tomar esta segunda personalidad de puta cara realmente me transforma, sorprendiéndome muchas veces lo atrevida que puedo ser. Mi cuquita esta expuesta a sus ojos y deseos y al primer instante no entiende la posición. Le digo que se arrodille con mi pierna estirada entre las suyas y que lo meta de lado apoyándose en la nalga que le queda al frente. He aprendido que esta posición evita el besuqueo que los hombres buscan como medio de excitarlo a uno y a su vez estando arrodillados deja sus manos libre para agarrarme las tetas y hasta para meterme un dedo en el culito. En esta oportunidad la opción fueron mis tetas las cuales las masajeo mientras me bombeaba con gusto.
El trato fuerte en mis pezones me excita y el poder verle la cara de lascivia al hombre también me estimula. No pareció mucho gustarle y para terminar me acuesta en la vieja posición de misionero la cual la varío un poco amarrándole la espalda con mis piernas cruzadas y controlando su movimiento. Se siente bien y me concentro en mi orgasmo, lo busco, lo llamo y acude pronto. Mi vagina se contrae, mi culito boquea y mi gemido de pasión se escapa de mi boca. No tarda en llegar una eyaculación escasa aunque grata. Se derrumba a mi lado y me dice al oído que no me vaya. Que me he ganado el triple de la tarifa y que hasta se casaría conmigo. Le dije que aceptaba el pago por ser lo acordado y que de lo otro la bigamia la castigaban con prisión. Me miró extrañado y rompió a reír.
Al poco rato estaba de vuelta en mi habitación y mientras tomaba un buen baño caliente en la bañera recordaba lo vivido. No fue tan espectacular como me hubiese gustado pero el ardor en mi cuquita era satisfactorio. Me demostré como mujer y tengo el poder de ser yo quién escoge al hombre y si quisiera puedo ser yo quien se coge al hombre. De nuevo recordé las palabras de mi esposo y dormí tranquilamente. Al día siguiente en la sala de espera del aeropuerto llegaba a la siguiente conclusión:
La respuesta a mi dilema está en que la primera vez que le fui infiel a mi esposo fue porque me ofrecieron el amor que ya recibo de él, junto con la pasión de una buena noche de sexo la cual carezco en mi vida marital. Lo interesante es que si logro separar ambos contextos puedo disfrutar sin lastimar a mí ser querido. El jugar a ser una puta cara me sirve de buena excusa para gozar a plenitud estas nuevas vivencias, sin considerar el dinero extra que obtengo con estas travesuras. De manera amiga lector, en tu próximo viaje de negocios no dejes de empacar tus tangas preferidas y disfruta lo que la vida te ofrece. Te sorprenderás de los momentos especiales que pierdes solo por mantener un patrón que nos ha exigido una sociedad hipócrita que se lo tolera a los hombres y nos castiga a nosotras las mujeres.
Marie