Amor prohibido...
Pase las horas más maravillosas al lado de mi profesor de literatura, me enseño de arte y de magia, de buenos modales e incluso a manejar. Pero, sin lugar a dudas, la mejor que aprendí de él; fue a amar.
El viento se llevo todo; las casas, los autos, los puentes… Pero no los recuerdos…
Pase las horas más maravillosas al lado de mi profesor de literatura, me enseño de arte y de magia, de buenos modales e incluso a manejar. Pero, sin lugar a dudas, la mejor que aprendí de él; fue a amar.
Nos conocimos hace 3 años (2009), yo entré a la universidad del Valle para estudiar filosofía y letras. Mi sueño era convertirme en una famosa escritora. Los primeros días fueron difíciles, estaba en lugar nuevo y totalmente distinto a mi hogar, había dejado a mi familia, a mis amigos, había dejado mi vida por estudiar en esta escuela que pocas esperanzas me daba. La gente era hostil, huraña, impaciente y complicada.
Pasó una semana y yo me convencía cada día mas de que aquel lugar no era para mí.
El 7 de Marzo tras un mes y medio en la escuela, al ver que no lograba congeniar con nadie, decidí meterme a cursos y actividades que la escuela proporcionaba, entré a teatro por las tardes y literatura medieval los sábados.
Los compañeros de teatro eran gente sociable, graciosa e interesante, que, con el paso del tiempo se convirtió en mi segunda familia. Ahí conocí a Nicola, mi mejor amiga.
Los de Literatura en cambio, eran aburridos, apáticos. Empezaba a desistir. De pronto apareció él. Sonriendo. No rebasaba los 30 años. Sus ojos eran negros, profundos. Tez blanca. Una sedosa melena café. Su rostro denotaba sabiduría, dureza, convicción. Su nombre era Manuel, Manuel Achutegui .
Se convirtió en mi guía, en mi maestro en todo sentido, en el amor de mi vida con el paso del tiempo.
Las horas en clase eran momentos eternos, mi imaginación volaba tan alto como la luna, me veía vestida de blanco junto a mi profesor en el altar, besando sus labios rosas, su lengua dulce.
Un mes pasó, gracias a mi precoz interés por la lectura había leído la mayoría de los libros que Manuel mencionaba. Eso nos acercó. Llevábamos una buena relación (maestro-alumna), pero yo quería más. Tuve que bajar mis notas para poder pedirle asesorías. Cada vez éramos más cercanos. Salíamos al parque, a los cafés.
Una tarde de Agosto me llevo a su casa, era pequeña, acogedora. Olía a madera y a manzanas.
-Una tasita de té?- dijo sonriendo.
-No yo… no. No debería estar aquí, usted es mi profesor y…
-Y que? Ser tu profesor me impide ser tu amigo.? Por favor Julieta, solo quiero conocerte. Déjame conocerte.
-Disculpe Profesor, esto no está bien.
Tome mi abrigo y me dirigí hacia la puerta. El me jalo del brazo, con un movimiento ágil e inesperado me aprisiono contra la pared y beso mis labios. Nunca había sentido tanto deseo como en ese momento. Sabía que lo que hacia era incorrecto, pero era imposible separarme de él. Su boca era una delicia, sabía a miel y a menta. Su lengua se enredo con la mía, rozo mis dientes, mi paladar... me hizo estremecer. Sus manos que abrazaban mi cuello, fueron bajando hasta encontrar mis pechos, los apretó. Sentí como la humedad invadía mis bragas. Temblé de gusto, de placer.
De pronto se detuvo.
-Perdóname Julieta yo... no quise… perdón-. -Será mejor que te vayas. Llamaré un taxi-.
No pude decir nada, me había llevado hasta el cielo y me había bajado de golpe. Fue una caída libre.
El taxi tardó unos minutos. Los dos permanecimos callados, alterados, preocupados, pero, calladamente, deseosos.
El camino a casa fue eterno, me sentía totalmente húmeda, necesitaba saciar esas ganas, llenar el vacío que Manuel había dejado.
-Hola! Hay alguien en casa?- Nadie contesto.
La casa estaba sola. Podía calmar mis ansias sin preocuparme de que Nicola me escuchase. Lo hice lentamente, recordando sus besos, su lengua, su sabor. Comencé tocándome los pechos, rozando los pezones que poco a poco fueron creciendo y endureciéndose. Toque mi vientre, mi ombligo, baje hasta el monte Venus, deslice mi dedo medio por mi rajita, apreté mi clítoris. Chupe dos de mis dedos y comencé a follarme con ellos, despacio, delicioso. El orgasmo llegó, mi cuerpo se tensó y después expulse todos mis juguitos, fue un suave pero magnifico orgasmo.
A la mañana siguiente Manuel no asistió a la escuela, ni a la siguiente, después de una semana llegó un nuevo profesor. Flaco, alto y feo. En realidad era un hombre sin chiste.
Me sumergí en mis pensamientos, me sentí usada, tonta. Me reprochaba haber ido a su casa, haberme enamorado de él sabiendo que era imposible. Como pude creer que alguien como él, se enamoraría de alguien como yo.?
-Ey Julieta- Nicola interrumpió mi reflexión- Toma, te lo manda tu enamorado-.
Me entrego un pedazo de papel: “Perdóname por irme sin decir nada, tuve miedo. No quería hacerte sufrir, fui un imbécil. Espero que puedas disculparme. Te espero en mi casa esta noche. Si no llegas lo comprenderé. Un beso. Manuel.”
Tenía un nudo en el estomago. Debía perdonarlo? Todos merecemos una segunda oportunidad no? Mil preguntas rodaban por mi cabeza. Y si solo quería burlase de mi?
Me arme de valor, no perdía nada con intentarlo. Me puse mi mejor vestido, pinte mis labios de carmín. Y me dirigí hasta su casa.
-Que bella te ves- Dijo nerviosamente.
-Gracias- Usted… usted… (No pude guardar la compostura). -Usted es un mentiroso, traicionero, abusador. Debería acusarlo con el Director por besar a una alumna, seguro lo hace con todas… -
-No te preocupes Julieta, yo mismo se lo dije-
-¿Queee?- Como que se lo dijo-. Lo van a despedir, es que acaso no piensa. ¿Por que? Por que se lo dijo?.
-Por que me enamoré Julieta, me enamoré de quien no debía, me enamoré de ti Julieta… de ti-
Me quede estupefacta. Luego de unos momentos de silencio salieron palabras de mi boca:
-Manuel yo… Yo te amo- Dije con voz trémula.
El me cargo dulcemente y sin decir nada me llevó a su habitación.
Aquella noche la pasamos junto. Sus labios se acercaron poco a poco a los míos, su aliento tibio y dulce perfumó la habitación, el ambiente se tornó lírico, celestial y divino, sus palabras me sedujeron, entraron hasta lo más profundo de mí ser; sus manos me acariciaron, recorrieron mi cuerpo húmedo y tembloroso. Sus labios dejaron de besar los míos, para continuar su camino descendente, pasando por mi cuello, bajando hasta mi pecho, poco a poco fuimos despojándonos de las ropas, las inhibiciones se perdieron en ese momento junto con nuestra racionalidad y nuestra cordura. Besó mis desnudos pechos, mis duros pezones; paró un momento; subió hasta mi oído y susurro:
- Quiero que seas mía, solo mía, ya no lo callaré más; Te amo -.
Luego continuo su camino; bajo por mi ombligo, por mi vientre, hasta llegar a mi caliente sexo. Lo lamio repetidas veces, apretó mi clítoris entre sus dedos, jugó con el. El primer orgasmo de la noche llego, fue exquisito. Manuel bebió mis jugos, me dio a probar. Que delicia eran mis jugos combinados con su saliva.
Luego acomodó su cuerpo sobre el mío, frotó su pene por mi rajita. Me excitó como nunca antes me habían excitado. Mis jugos escurrían por mis piernas, mi coño estaba hambriento de verga. Poco a poco lo metió, primero la mitad, después de que mi vagina se había dilatado lo suficiente lo metió todo de golpe. Bombeo fuerte, sin piedad, sus huevos chocaban contra mi. Nos encontrábamos en un estado de locura. Llego el orgasmo, arrollador, fascinante. Nos corrimos juntos, él dentro de mi. Sentí su caliente semen llenándome. Fue idílico.
Estábamos exhaustos. Nos abrazamos con amor. Fue él el primero en hablar:
-Julieta, cásate conmigo…
CONTINUARA…