Amor prohibido
Dos personas que se encuentran y nunca consiguen apagar del todo su llama pasional.
Tengo un amorío prohibido. Es un secreto incluso para aquellos más cercanos a mí, ni mi hermana, ni mis amigos más queridos. Nadie puede saberlo y no es para menos, es la pareja de una de mis amigas, una persona muy cercana a quien tengo mucho cariño e incluso admiro, jamás tuve intención alguna de hacer algo que resultase en un perjuicio para ella...Pero esto fue incontrolable. Podría defenderme diciendo que no lo busqué, que no quería que todo se desmadrase de la manera en que lo hizo, pero, ¿serviría de algo?
Conocí a mi amante en una fiesta. Mi amiga avisó de que traería a su novio, pues estaba de visita por la ciudad y no quería dejarlo solo un día completo solo por irse de fiesta. A todo el grupo le pareció bien, tenía buena fama porque trataba bien a esta chica y parecía un tío majo y centrado. Mi primera impresión fue que físicamente era un tío normalito, guapo de cara, pero su cuerpo era más grande de lo que estaba acostumbrada a percibir como atractivo, la voz era grave y agradable y tenía una mirada cálida. Hablando con él por primera vez me di cuenta de que era del tipo de persona que se toma la vida de forma muy tranquila y lo transmitía, no tardaba en calmar nervios e inquietudes con su forma de ver las cosas y sus pausas en un mundo que cada vez parece querer ir más rápido. Eso me pareció agradable. En la fiesta no era la típica lapa que se pega a su pareja y no la deja respirar, más bien parecía ir alternando entre los invitados, hablando un poco con todos. De vez en cuando alguno de ellos se acercaba al otro para ver cómo iba, pero nada pegajoso, se daban libertad. Entré de nuevo a hablar con él y una conversación sobre arte se convirtió en una sobre la vida y sobre cómo nos comunicamos con más que palabras, como apreciábamos que las personas que conociésemos tuviesen un punto de interés en sus vidas, algún hobby o pasión, especialmente si se trataba de alguna forma de arte. Tocamos ligeramente el tema del sexo. Ambos pensábamos igual sobre ello, es una forma de comunicación, con buen sexo podías conocer bien a la persona con la que estás, saber cosas de ella que no se expresan con palabras o cuesta más tiempo desarrollar. Casi te pueden leer la mente follando, esa era nuestra conclusión y no hubo muchos más comentarios al respecto, pero fue suficiente para que me llamase la atención y quedase en mi cultivada una semilla de curiosidad sobre las cosas que su piel y sus gestos tendrían para contar entre sábanas. Pasó el día e intenté negar que hubiese atracción no pegándome mucho a él o seguir hablándole, algo dentro de mi notaba que empezaba a atraerme con fuerza y no quería que se notase. Menuda vergüenza, el novio de una de mis amigas.
Pasaron unos días y pensaba en él. La semilla de la curiosidad fue creciendo hasta arraigar bien en mí y descubrirme llevando las manos entre mis piernas para acariciarme y jugar mientras fantaseaba con él, con cómo sería. Quise tomar contacto y me hice con su número a través de su propia novia, alegando que me calló bien y gustos musicales en común. No tenía intención de nada, solo quería hablar, me conformaría con mis dedos e imaginación, pero quería tener contacto con ese fruto prohibido. Hablábamos y, sin que él lo supiese, yo me masturbaba pensando en él. Cogimos confianza rápido, ninguno le ocultó a su pareja que nos estábamos haciendo buenos amigos e incluso confidentes, no había motivo para ello. Alguna vez hasta me tentaba a tontear con él, pero no. No podía hacer eso. Además, corría el riesgo de un rechazo y de perder la confianza. Pensar en que se lo decía a su novia me causaba horror, no quería perderlo todo, se correría la voz y no solo ella, todo nuestro grupo me rechazaría. Entonces coincidimos en un evento musical. Fue algo que realmente entraba en su interés y yo me sumé porque dentro de mi crecía el morbo del "¿y si...?" Al fin y al cabo, no desentonaba porque era una parte de la música que ambos disfrutábamos. Su novia no estaría presente por falta de interés, pero no le pareció mal ni raro que fuésemos juntos. Después de todo, como digo, se había forjado cierta confianza entre él y yo durante los últimos meses, no había nada que sospechar.
El evento transcurría en una ciudad diferente a la de ambos, de modo que nos alojamos en un hostal. Eso sí, habitaciones separadas. Había confianza, pero no era cuestión de forzar. Después de todo, él era un tío con novia y no iba a quedar muy bien lo de dormir en la misma habitación. Mi miedo a las malas sospechas me hizo pasar de largo de la posibilidad de camas separadas, sería mejor así. Cada uno en su habitación y ya está. Así, de paso, me tocaría fuerte al final de la noche y quedaría más relajada...Menuda ilusa. El concierto fue genial, noté que ambos nos pegábamos en alguna que otra ocasión, pero no quise darle mucha importancia, porque me ponía bastante y necesitaba controlarme. Tras el concierto vimos bien tomarnos una copa antes de ir a dormir y ahí fue donde empezó a desmadrarse todo. No fue por ir bebidos, porque realmente él no llevaba ni la mitad de una cerveza y yo apenas unos sorbos de mi copa, creo que llevábamos mandando signos por ambas partes mucho tiempo y era la primera vez que nos sentábamos el uno junto al otro a charlar en persona y en un ambiente privado, pues donde estábamos no había oídos curiosos cerca, nadie nos conocía. Me dijo que sentía mucha cercanía y confianza conmigo, yo le correspondí el sentimiento, hablamos de toda esa complicidad y comodidad a medida que nos acercábamos cada vez más, como tanteando el terreno. Si hubo alarmas de que estábamos haciendo algo mal, las ignoramos hasta que uno de los dos, no sabría decir quien, besó al otro. Fue un beso suave y corto tras el cual paramos para decir "vale, está claro que algo pasa aquí, algo que no está bien, pero ¿qué va a ocurrir ahora?" Hablamos primero de lo más importante, cómo nos sentíamos respecto el uno al otro. Había una mezcla de fascinación, conexión mental, simpatía y, por qué no decirlo, enamoramiento, entre los dos. Hablamos del origen de todo, que era nuestra forma de ver el arte y la comunicación entre dos personas, y llegamos a la parte del sexo. Yo deseaba tenerlo con él, él ardía en deseos de hacerlo conmigo. No era simplemente un deseo animal y bruto, tenía mucho de querer llegar más profundo, de tener esa comunicación que le faltaba a las palabras y que solo tienes cuando intimas a ese nivel con alguien... Pero él tenía pareja. Pareja a la que, me dejó claro, no iba a dejar de lado por nadie, su relación era sólida, solo había sentido esto conmigo y era distinto. Por mi parte, además de lo de su pareja, estaba el sentir que traicionaba al grupo entero si ocurría algo. ¿Qué hacer en una situación así? Teníamos la opción de dejarlo en ese beso, todo eso resumido en un sencillo beso, marchar cada uno a su habitación y dejarlo correr, reducirlo a la fantasía. No iba a volver a ser igual. En principio fue lo que pensamos, pero era obvio que no iba a durar la decisión. Empezamos a establecer reglas por si sucedía. Solo nosotros dos, ningún testigo, ninguna posibilidad de levantar sospecha, la promesa de llevarlo a la tumba así el otro se convierta en enemigo jurado. Pero todo eso solo si sucedía, que no iba a ser el caso. Luego pasamos a que solo podría ser una vez, para desquitarnos. Una sola noche y todo olvidado. No tomamos una segunda copa. No íbamos a dejar al alcohol dominarnos. A las habitaciones y ya. Estaban cerca la una de la otra. Nos dimos un abrazo eterno, al separarnos nos miramos, tentados a volver a besarnos, pero no. "Buenas noches" y se acabó. Entonces llegué a mi habitación y no pude más, me levanté para dirigirme a su habitación casi a la par que pegaron a la puerta.
Abrí y no hicieron falta más palabras. Todo fluyó de forma natural, fue increíble, sus besos y caricias mientras nos desnudábamos sin atropellos, me tumbó y mi ropa parecía desaparecer más que ser arrancada de mí, lo vi descender bajo la tenue luz que entraba por las ventanas, besando mi monte de venus, bajando por mis piernas mientras sus dedos se entretenían en mi entrada, llegó a mis pies y comenzó a subir lentamente sin dejar de devorarme y tocarme. Mis tabúes desaparecieron porque él hacía que todo fuese natural sin necesidad de articular palabra, pronto noté la calidez de su aliento en mi coño y me lo comió como nunca. Me corrí dos veces en su boca antes de que subiese a buscar la mía, quedando entre mis piernas abiertas, deseosa de recibirlo en mí. Acaricié su grueso miembro poco antes de notarlo empujando suavemente entre los labios de mi vagina, en la que entró lento pero con firmeza mientras nos mirábamos a los ojos y con nuestras bocas rozándose entre jadeos. Lo sentí entrar completamente dentro de mí, abriéndome, sin barreras, nos abrazamos y nuestras caderas marcaron un mismo ritmo de forma compenetrada. Fue entre caricias, besos y mucho contacto piel con piel que fuimos llegando al orgasmo casi a la vez. Era algo que él sabía hacer, mantenerse al límite y explotar justo cuando notaba el temblor de mi aliento al correrme. Rodeé su cintura con mis piernas y lo abracé fuerte para que no saliese de mí, quería sentirme llena de él y así ocurrió.
No paramos ahí, besos y caricias, luego devorarnos mutuamente y seguir follando hasta que caímos rendidos. A veces yo me colocaba encima, otras veces me tomaba él, pero todas las veces acabó dentro de mí, dos veces en mi coño, una en la boca, las pocas veces que me paré a pensar en el riesgo de un embarazo me tranquilicé convenciéndome de que era uno de mis días seguros. Por cada vez que él se corría se esmeró en que yo también tuviese un orgasmo. No exagero si digo que fue una de las mejores sesiones de sexo de mi vida.
A la mañana siguiente volvimos a hacerlo, justo al despertar. Luego a la ducha y a partir de ahí acordamos que se acababa, había estado muy bien, pero nos lo tomamos como un inciso en nuestras vidas, a las que ahora tocaba volver. Nuestra amistad y complicidad seguía ahí, pero no hablaríamos más de ello. A partir de ahí, vuelta cada uno a casa, prometiendo que nadie sabría absolutamente nada.
Ojalá hubiese sido tan sencillo, pero, ¿después de todo lo descrito podría alguien, de verdad, olvidarlo? Pasé a masturbarme con el recuerdo de aquella noche, imaginaba que había más. Acabé mencionándolo en una ocasión y me confesó que él tampoco podía sacárselo totalmente de la cabeza. Así iniciamos nuestra relación clandestina. No teníamos una periodicidad fija a la hora de quedar, era solo cuando las circunstancias se hacían totalmente propicias. Además, yo me eché pareja, pero a pesar de ello no pude decir que no a mi amante ni una sola vez, es más, le buscaba de la misma manera que él a mí. Así, durante años hicimos de todo, lo único es que solo la primera vez prescindimos de condón, pero aparte de eso, cumplimos muchas fantasías y prácticas juntos, a veces incluso antes que con nuestras parejas.
Hasta aquí, todo podría decirse que relativamente normal, teniendo en cuenta lo que hacíamos. No íbamos a ganarnos el cielo, desde luego, pero... Estas cosas solo las entiende quien las tiene, nunca intentamos venderlo como algo justificado o que estaba bien, pero podíamos vivir con ello. Entonces sucedió algo más, muchos años después del comienzo de nuestra aventura. Ambos ya casados con nuestras respectivas parejas, nos conocíamos todos y ambos sabían que él y yo éramos muy buenos amigos y nos gustaba quedar para conversar, solo que no sabían que a veces conversábamos con la piel, no con palabras. Fue cuando él iba de camino a tener el segundo hijo con su pareja que se encendió en mí el instinto materno y cometí una locura en plena ovulación, tirando el condón lejos de la cama cuando lo sacó y permitiendo, casi forzando, que me llenase de su semilla en una de las veces que quedamos para conversar. Después de todo, a estas alturas sabía perfectamente cómo hacer que mi amante perdiese la cabeza por completo, dónde tocar, qué decir, qué usar... Parte de mí se arrepintió y días más tarde comencé a tener sexo sin protección con mi pareja hasta que el embarazo se hizo patente. Me mentalicé de que el hijo era de mi pareja, pero una parte de mi quería que el amor que tenía con mi amante hubiese dejado una huella física en este mundo, más allá de mi ser. Era una parte que se debatía con el dolor de querer a mi pareja. Es algo que quienes tienen la capacidad de amar a varias personas al mismo tiempo puede que entiendan, aunque no compartan mi proceder.
Los rasgos de mi primera hija, a medida que creció, eran inequívocamente los de mi amante. Su padre lo ignoró por completo, pues cuantas veces un hombre tiene una hija que es tan bonita que no le parece que pueda haber surgido de él. Mi primera hija es una hermosura, tiene los ojos y la sonrisa de su padre, entre otras cosas menos evidentes. Nunca lo hablé con él, pero creo que mi amante lo supo al instante de verla. Me pareció que se debatía entre la pena y la alegría, pero teníamos nuestra forma particular de expresarlo sin palabras. Más allá de ello, puedo decir que mi segunda hija fue, sin duda, de mi marido. No ocurrió así con mi hijo, que fue el último que tuve y cuya concepción fue similar a la de mi primera hija, pero sin asomo alguno de duda. Ese lo busqué de forma calculada, incluso pedí a mi amante, en el calor de la pasión que nos embriagaba cuando estábamos juntos, que me preñase, y así lo hizo. Estuvo tres noches llenándome de su semilla, robusto como un toro, con mis piernas rodeando su cintura sin dejarlo escapar. A decir verdad, no sé si mi marido acabó siendo consciente de algo, pero quiero pensar que no, que fue y es feliz en la ignorancia.
Escribo todo esto porque el anonimato me permite contarlo sin miedo. No creo que ninguna de nuestras parejas vaya a leerlo y atar cabos, sería mucha casualidad y, después de todo, lo que aquí se escribe bien podría ser ficción, ¿verdad? Lo necesitaba para que quedase algún testigo de una historia que quedó oculta entre mentiras. Vio crecer a su cuarto hijo poco más allá de la adolescencia, de los otros tres, pudo ver a uno graduarse. Mi amante nos dejó antes de lo que hubiese deseado, tras una breve pero intensa lucha contra una enfermedad. "La vida me ha roto el corazón en dos y he necesitado mucha fuerza para aguantarlo. Siento que no me quedan para luchar con esto", me dijo días antes de cerrar los ojos por última vez. Mi silencio siempre llevará tu recuerdo.