Amor por la mañana, lujuria por la tarde. Parte I

Mi hijo por la mañana, mi sobrino por la tarde.

Para mis lectores nuevos, les pido por favor, si este es el primer relato que leen en mi perfil, vayan a mi primer relato “El Mejor Regalo de Cumpleaños” y después sigan con “El Regreso de Gabriel”, así podrán conocer a mí a mi hijo un poco mejor y entenderán porque Gabriel y yo tenemos una relación íntima.

Amor por la mañana, lujuria por la tarde.

Este verano, mi hijo Gabriel había tomado una nueva rutina ya que trabaja desde casa y no está tan activo físicamente como antes de la pandemia.  Se levanta de la cama a diario muy temprano a correr, y después vuelve a casa a ducharse y desayunar. Yo le preparo su café  y le tengo listo su desayuno después de yo asearme ya que me despierto un poco más tarde que el. Esta es mi rutina diaria por la mañana, disfrutamos de los cálidos días de verano, sentados en el pequeño comedor adyacente a la cocina, tomando café y hablando de una cosa u otra. Una característica de este pequeño comedor es una ventana enorme a través de la cual brilla el cálido sol de la mañana Floridana; sentimos su calor mientras nos sentamos allí mirando el jardín, escuchando a los pájaros cantar, admirando el cielo azul y los sonidos de la naturaleza. Es tan lindo, ese sol en la mañana, y tan lindo, tener a mi hijo todos los días conmigo.

Gabriel siempre ha sido muy confortable para la conversación y agradable a la vista. A sus veintisiete años, se había convertido en todo un galán, un joven alto con un bronceado intenso debido a su trabajo al aire libre y una sonrisa cautivadora, no es porque sea mi propio hijo, pero este macho esta para comérselo. Después de su ducha, por lo general baja vistiendo solo sus pantalones cortos sin ninguna timidez al respecto; después de todo, somos solo él, mi nieta y yo en la casa. No me importa en lo absoluto, ya que después de mi ducha matutina normalmente preparo el desayuno con una camiseta sin mangas, ajustada y sin sostén sobre bragas frescas. Soy una mujer bajita, con curvas y, como he dicho en relatos anteriores, me gusta pensar que soy guapa. Mis lectores que han recibido mis fotografías por correo electrónico pueden dar fe de ello.

Esta mañana en particular, después de mi ducha, vi de reojo unos zapatos nuevos que había comprado unos cuantos días antes. El calor del sol de la mañana se filtraba en la habitación y me sentía tan bien, tan feliz de estar viva, que los zapatos de repente me parecieron bien para usar, a pesar de que estaba vestida como de costumbre y no tenía planes de salir a la calle. Cuando me los probé, cuando llegaron por correo, se sintieron tan... femeninos, sexys. Los tacones hicieron el truco, creo. Yo nunca uso este tipo de zapatos de tacón alto, si no voy a una cita con mi hijo, pero la grata sensación que ellos me ofrecían, la forma en que me hacían sentir y la forma en que hacían que mis piernas y mis nalgas se vieran tan atractivas - bueno, no pude resistir. Entonces, esa mañana, bajé las escaleras con los nuevos zapatos de tacón alto para comenzar a preparar el desayuno para mi bebe.

Cuando Gabriel bajó a la cocina, recién salido de la ducha, también había algo diferente en él. Sus pantaloncillos eran los más pequeños que había visto en mi vida y el contorno de sus partes íntimas era mucho más notorio de lo habitual. Tragué saliva y aparté la mirada después de saludarlo. El también había notado algo nuevo en mí. Esta mañana me daba cuenta de que en ocasiones mi hijo me miraba mis paraditos senos; sus ojos lo delatan mientras miraba mi amplio trasero cuando yo le daba la espalda haciendo las tareas del hogar mientras me movía por la cocina.

"¡Oye, mamá, me gustan tus zapatos!  ¿Son nuevos?"

"Oh, sí, cariño, solo decidí probármelos, los compré hace unos días, ¿te gustan?”.

"Te ves increíble mama", susurró Gabriel mientras me comía mi cuerpo con los ojos, haciéndome sonrojar, todavía lo hago después de todo este tiempo juntos en la intimidad. Sus ojos se movieron desde los zapatos, a mi vientre, a mis pechos, donde sentí que su mirada hacía que mis pezones se endurecieran y así aparecieran a través de la camiseta ajustada que me había puesto.

Nos sentamos y tomamos nuestro café.

Donde el se encontraba sentado, con las piernas extendidas perezosamente, tuve una vista de todo su cuerpo. Esos pantaloncillos tan pequeños habían logrado que toda mi atención se dedicara a admirar su cuerpo. No podía apartar los ojos de él. Me encontré estudiando sus pies descalzos, luego sus largas piernas bronceadas, luego su... sección media, con su órgano semi-erecto perfilado contra sus muslos.

Cuando mis ojos llegaron a su hermoso rostro, vi sus propios ojos estudiando mi cuerpo. Admito que mis senos son muy paraditos para mi edad, el beneficio de no tenerlos grandes me imagino.  A diferencia de algunas mujeres, me encanta que mis senos se sientan libres y sentir cómo se balancean y se mueven mientras camino. Los hombres suelen centrarse en ellos sin importar lo que me ponga. Y ahora presionados contra mi camiseta blanca y ajustada, eran un objetivo activo especialmente atractivo para los ojos errantes. Mi hijo no era diferente a cualquier otro hombre en ese sentido. Sentí un pequeño cosquilleo atravesarme mientras mis pezones se endurecían y se notaban brotando a través de la tela.

Caminé hacia el gran mostrador de la cocina, dándole la espalda a mi niño. Mirar su cuerpo con mis ojos lujuriosos había sido demasiado obvio. Sin embargo, a pesar de una voz en mi mente que decía "Marlene, tienes muchas cosas que hacer hoy”, me sentí impulsada hacia algo que se sentía emocionante, algo que no podía nombrar ni ponerle el clavo en ese momento.

“Una cosa que nunca te he preguntado hijo, ¿cuántas mujeres has tenido, cariño, sin contar a tu difunta esposa y mí, por supuesto?" Sentí que mis oídos se calentaban un poco cuando hice la pregunta íntima.

Hubo un silencio y me sentí terrible por un momento, pero luego él respondió con una carcajada.

"¿Te refieres a cuántas me he follado, mamá?" Lo dijo sin ningún miedo de decir algo tabú. Una consecuencia de nuestra relación tan cercana, supongo. Descubrí que la palabra producía un temblor en mí. Me encantaba cuando me hablaba así, cuando no había fronteras entre madre e hijo, o mejor aún, entre un macho y su hembra.

"No me hables de esa manera Gabriel, que soy tu madre", le dije, sonrojándome, pero coqueteando con él.

"Está bien mamá, lo siento. ¿Con cuántas me he acostado? Veamos... mmm... Yo diría que unas veinte".

"¡Veinte!" Respondí sorprendida. "Eso es... un gran número considerando que tú y tu esposa eran novios de la universidad”.

"Oh, no lo sé, tal vez... ¿Qué hay de ti, mamá?

"¿Qué quieres decir?" Mis orejas ahora estaban rojas, si él supiera la verdad, pero aún estaba de espaldas a él mientras untaba con mantequilla algunas tostadas. Descubrí que la conversación me emocionaba.

"No te hagas la inocente mama... ¿cuántos hombres has tenido?" respondió.

"Bueno, en realidad..." Me sonrojé.  "Solo tu padre." (Sé que fue una gran mentira, pues ustedes, mis lectores que han leído mis relatos saben la verdad).

"¡Wow! ¡Mamá! ¡No puedes decirlo en serio! ¿Una mamasota como tú? He visto fotos tuyas en traje de baño cuando eras más joven, si yo te hubiera conocido a esa edad papá no hubiera tenido ningún chance de hacerte suyo”

"Hijo, eres tan dulce, gracias, pero es la verdad"

Me volví para mirarlo, apoyando mis codos contra el mostrador, olvidándome de las tostadas.

Comenzó a mirar con avidez el contorno de mis pezones erectos. Sentí que un calor interno me cubría el cuerpo entero. Sus ojos ya me estaban desnudando; Ya podía sentir su boca en mis pezones, mordiéndolos, succionándolos, su lengua jugando y lamiéndolos. Mis quehaceres diarios parecían lo menos importante en mi mente en este momento.

"Mamá, eres... increíblemente sexy”.

Su hermoso rostro ahora también estaba sonrojado. Mis ojos se movían involuntariamente por su cuerpo y me deleité al ver su estado de excitación. Los pantaloncillos no podían ocultar que estaba completamente erecto mientras me miraba, ¡a su propia madre!

No importa cuántas veces lo diga, se siente tan caliente, tan excitante, tan... emocionante; que mi propio hijo me hable de esa manera, que me mire de esa forma. Mis pezones estaban muy duros. Mis bragas ya estaban empapadas con mis jugos. Mi corazón latía rápidamente y mi pecho palpitaba, haciendo que mis senos fueran aún más atractivos para su lujuriosa mirada.

Me di la vuelta de nuevo y me alejé de él, moviendo las manos sin tarea fija sobre el mostrador.

De repente, el estaba el detrás de mí. Sentí sus dedos deslizarse silenciosamente a lo largo de mis hombros, moviendo suavemente mi cabello castaño hacia un lado mientras besaba mi cuello.

"Mamá", susurró, "eres tan hermosa". Sentí su ingle presionarse un poco contra mí.

"Oh hijo, siiiiiii”. Suspire con abandono.

Eso fue todo lo que pude decir porque ahora mi cuerpo estaba en llamas, mi coño increíblemente húmedo, mi piel encendida por completo.

Sus manos recorrían la piel blanca y pecosa de mis brazos, suave como la brisa de la mañana, sus labios se movían por mi cuello. ¿Qué me hacía sentir tan caliente en ese momento? ¿Era el día soleado afuera? ¿El café caliente?   No, era mi hermoso hijo, su pene duro presionado contra mí, sus manos moviéndose por mi piel desnuda, su beso enviando sensaciones eróticas a través de mi cuerpo.

"Mamá", susurró de nuevo, "eres tan adorable, tan increíblemente hermosa, te adoro".

Sus manos dejaron mis brazos y ahora se deslizaban debajo de mi camiseta por mi espalda. Sus dedos bailaban por mi columna y sentía que se me ponía la piel de gallina.

Eché la cabeza hacia atrás, contra su pecho firme y cerré los ojos. No quería pensar en nada. Solo quería la cálida y soleada mañana, los pájaros cantando afuera, y el aliento de café mezclado con el aroma de mi macho, mi hijo.

"Oh mamá, me encanta tocarte tu suave piel”.

"Oh Gabriel, mi hijo, mi machito bello, no podemos ahora mi amor, tengo muchas cosas que hacer hoy", susurré, pero no hice nada para detener sus manos mientras tocaban su música en mi cuerpo ansioso.

Sentí que la camiseta se levantaba, me quedé ciega por un momento cuando la pasó por mi cara, y luego... sus manos sobre mis pechos, acariciándolos.

"Hay, mi bebe, siiiiiii " Me desmayé cuando mi hijo, el producto único de mi vientre, ahora mi propio amante, levantó mis pechos con sus manos conocedoras y pellizcó mis pezones mientras los masajeaba, sus labios recorrían mi cuello, mis hombros, mis brazos.

No pude soportarlo más. Gire mi cara para mirarlo.

"¡Bésame, amor mío, besa a tu madre!" Gemí, dejándome caer en un mar de lujuria, arrojándome a sus brazos, presionando mis nalgas maduras contra su dura joven virilidad.

Nuestras bocas se encontraron en un lujurioso tabú, las lenguas girando entre sí, sondeando, chupando y lamiendo.

¡Lo quería, lo deseaba! ¡Mi coño estaba tan caliente, tan húmedo! Estaba hirviendo, ¡el calor era demasiado! Quería que mi bebe disfrutara de su mujer. Esta mujer terriblemente enamorada de su propio hijo.

Lo ayudé a bajarme las bragas, dejándolas reposar en el piso junto a mi camiseta blanca, ahora estaba presionada contra él con solo mis zapatos de tacón alto puestos, dándome un aire de puta comprada.

Todavía no comprendo cómo puedo cambiar tan rápidamente de mama recatada y señora de casa a una puta apasionada y ardiente, húmeda más allá de lo imaginable, abrazando a su propio hijo adulto en la cocina. ¡Mi hijo! ¡Mi amante!

Presioné sus pantaloncillos mientras nuestras bocas se chupaban la una a la otra. ¡Sentí su pene! ¡El glande hinchado de mi hijo!

Me volví una loba salvaje, una gata en celo. Ya nada importaba.

Le señalé el mostrador y él me levantó sobre el mesón y me acostó encima, quitando los pocos utensilios que ahí estaban, una de mis piernas extendida hacia el armario y la otra siendo sostenida por mi hijo mientras comenzaba a chuparme los dedos de los pies y a pasar su mano por mis anchos muslos abiertos. Sus ojos brillaban con pasión pura mientras me otorgaba ese tratamiento sensual tan rico. Vi su cuerpo temblar mientras avanzábamos hacia esa atracción primitiva de la sexualidad donde los tabúes son ignorados mientras el cuerpo animal y la imaginación humana se combinan para generar lujuria, lujuria, lujuria. ¡Cuanto mayor es el tabú, mayor es la lujuria! ¡Mi tabú, mi secreto, mi fantasía, mi propio hijo!

Levanté mis nalgas del mostrador frio y apunté mi tesoro húmedo y caliente hacia él.

"¡Te necesito, ahora, ahora!" Gemí sin saber a qué me refería exactamente, pero mi cuerpo exigía más mientras movía mis gordas nalgas hacia arriba y hacia abajo en el mostrador, hacia arriba y hacia afuera, esperando más, ¡más de lo que pudiera obtener de mi hermoso niño!

Su boca se movía a lo largo de mi muslo, su lengua dejaba un rastro de saliva trazando un camino de lava hirviente hasta mis labios vaginales rodeados de mi oscuro vello. Me separé más y alcancé su cabeza para presionarlo hacia mi caldero de pasión.

"¡Cómeme, cómeme, bebé!" Lloré en delirio sexual.

Presioné su cabeza hacia abajo y apreté mi coño contra su cara. Su lengua trabajaba furiosamente en mi clítoris y mi labia. Parecía casi enloquecido mientras lamía y chupaba mis jugos.

"¡Oh, mamá, sabes tan bien!" susurró hambriento mientras su boca hacía el amor con mi coño.

Sentí una oleada de algo muy dentro de mí, de algo muy íntimo, un huracán de pasión que luchaba por salir de mí ser.

"Oh mi bebe siiiiiii, oh que rico, oh ya no aguanto más", lloré.

Gritaba con los dientes apretados, cualquier amor maternal reemplazado por pura lujuria en ese momento. Era una gran necesidad que ni siquiera lo que estaba en marcha fuera suficiente. Necesitaba, exigía más. ¡Más!

Empujé su cara más adentro y luego apreté mi coño caliente y húmedo contra él, moviéndolo una y otra vez como si me estuviera follando su boca, su nariz, sus ojos e incluso, en un momento dado, volví su cabeza y me froté contra sus orejas y luego restregándome contra su barbilla para ver sus ojos salvajes encontrarse con los míos. Yo estaba al mando, o más bien, la loba sexual en mí estaba al mando.

Lo empujé hacia una silla y me paré frente a él. Llevé su rostro empapado de mis jugos a mis pechos y no necesité urgirlo cuando comenzó a lamer y chupar. Me volvió loca. ¡Mi hijo chupando mis tetas! Era una mezcla de instinto maternal y de pura lujuria de mujer enloquecida por la sensación de tener a su hijo mamando sus pezones.

"¡Te deseo!" Gemí.

Él había usado la palabra antes y yo me oponía a aquello, entre un macho y su hembra no debería haber requisitos. El trataba de no usarla frecuentemente, porque al fin y al cabo sigo siendo su “señora madre ¡Pero ahora la palabra estaba en mi mente! ¡Mierda! ¡Ahora quería escucharla, usarla! La palabra, el acto, todo junto en un estofado sexual humeante que acabaría con cualquier barrera social y nos llevaría al cielo del amor de madre e hijo.

Tome su cara en mis manos y le dije "¡Quiero que follemos mi amor!". "Quiero que te folles a tu madre como la zorra que es"

Me subí a él. Yo misma guie su verga dura a mi canal de amor, yo misma me introduje su miembro caliente y duro.

Rebotaba arriba y abajo en su verga como una bola de baloncesto mientras murmuraba cosas salvajes. "¡Mierda! ¡Estamos follando, hijo! ¡Oh, Gabriel, cariño, como me follas tan rico mi amor!"

Luego susurró: " Quería follarte desde que te vi usando esos zapatos mamá, te ves tan rica así”.

Fue tan emocionante escuchar esto. "¡Si hubiera sabido que querías follarme con estos zapatos, los habría comprado hace mucho tiempo, bebé!”

"¡Ah, sí, mama, sí. Voy a comprarte más zapatos como estos! ¡Quiero chuparte estas tetas tan ricas, chuparte los dedos del pie, acariciar tu culazo que me vuelve loco, quiero follarte mamá, follarte duro, profundo y con muchas ganas! "

"Oh, cariño, sí, sí," murmuré mientras mi hijo me llevaba a los niveles más altos de la pasión prohibida.

Me bajé de él, me arrodillé frente a él y lo empujé hacia arriba. Mis manos jugaron sobre sus piernas duras y musculosas y su vientre duro cuando comencé a besarlo y lamerlo por todas partes.

"Oh, mamá, sí", gruñó mientras mis labios iban hacia su hermoso órgano. Me arrodille frente a él, para besar su falo de arriba a abajo y para lamer sus bolas; en unos momentos volví a subir por el tronco y lamí el glande de nuevo, tomando toda la verga larga, dura, gruesa y pulsante en mi boca, yo chupaba y chupaba.

"Mamá, mamá, ¡oh fantástico!"

Hice una pausa por un momento y miré hacia arriba.

"He querido esto desde que abrí los ojos esta mañana bebé ", dije con urgencia, "he querido verlo, tocarlo, besarlo, chuparlo, ser follada por él... ¡tu hermosa polla es mi adicción!”

"¡Hazle el amor con tu boca, mamita linda!" susurró mientras lo chupaba lo más profundo que podía y él me introducía su verga dura bombeándola, meneando las caderas, tomándome por el pelo.

Sentí su verga pulsar en mi boca pero no quería que terminara todavía. Saque su verga dura de mi boca y me levanté y le lamí su pecho peludo, le mordí sus hombros y le lamí la cara como la perrita fogosa que soy.

"Quiero que follemos para siempre mi amor, mi bebe", grité en un frenesí sexual, "lo quiero ahora, más tarde, mañana, siempre. ¡Te quiero en mi boca, entre mis pechos, en mi coño, en todas partes! Dame tu leche sobre mí y en mí”.

Mi alocada charla sucia lo volvía loco.

"¿Dónde más, mamá? ¿Dónde más quieres a tu bebe?"

"¡A donde quieras bañarme con tu lechita, cariño, soy tuya!"

Me tiró sobre la mesa de la cocina y me abrí para él.

Mi voz salió como una orden dura, mis dientes se apretaron en la agonía apasionada de quererlo en mí, en todos los lugares a la vez, ¡si tan solo fuera posible!

No sé por qué, pero de alguna manera, durante toda esa mañana salvaje, seguí maldiciendo y ordenando, convirtiéndome en un yo que nunca había sido antes, incluso en mis sueños más locos.

"¡Así, sí, fóllame, hijo, fóllate a tu puta madre mi macho bello!"

Se subió a mí y sentí su polla penetrarme con una fuerza que me dejó sin aliento. Ahora su tono imitaba el mío, volviéndose duro y autoritario, enviando un feroz susurro de palabras calientes y emocionantes.

"¡Te estoy follando ahora, perra caliente, mi zorrita rica, me perteneces, eres la puta de tu hijo! Tu bebe te está follando como siempre lo quisiste. Amas mi verga dentro de ti, ¿no es así? ¿Sueñas con que tu hijito te folle todo el tiempo así, abierta de par en par, como la puta que eres, para la ansiosa verga de tu hijo? "

Agarraba ferozmente mis tetas entre sus manos dándoles un color moradito a mis pezones.

"¡Sí, sí bebé, quiero que me folles todo el tiempo!”

Eso era cierto. Nada me importaba excepto la gloriosa alegría de hacer el amor con mi hijo.

"¡Fóllame, mi amor, mi rey, folla a tu madre bien duro!" Grite.

Mis palabras salieron como balas de un arma, exigentes, dominantes, duras.

"¡Mi madre, mi puta caliente!" respondió de la misma manera. "¿Me quieres en ti, me quieres en todas partes? Sueñas con mi verga dura en tu boca, ¿no es así?"

"Sí, Sí."

Mi hijo tomo su gruesa y mojada verga en sus manos;  la sacó de mi cuca hirviente dándole golpecitos a mi clítoris con su glande, "Sueñas con esto, mi verga en tu coño caliente y húmedo, ¿no es así?"

"Oh si, si." Gemí cuando me penetro una vez más, ensartándome con su verga rígida con una fuerza descomunal, con pasión, con furia, con el amor que solo un hijo macho le puede dar a su hembra madre.

"Tú también sueñas con más, ¿no?"

Me estaba follando a ciegas y solo sirvió para acelerar mi imaginación sexual aún más.

"Sí, sí, maldita sea, sueño con más." Susurré.

"Sueñas con que tu bebe te folle el culo, ¿no es así?"

"Sí Sí."

"¡Mi  putita caliente, vas a conseguirlo ahora!"

Con eso se salió de mí.  Me quedé allí jadeando; mi cuerpo empapado en sudor, mi coño goteando. Estaba buscando algo en el mostrador. ¡La mantequilla! ¡Oh Dios! ¡Ah Dios mío me la va a meter allí!

Me tumbe en el piso y me puse de rodillas. Puse mi pecho en el suelo, mis pezones poniéndose durísimos por el contacto con la fría superficie de las baldosas. Levanté mi trasero hacia él, temblando de anticipación, ofreciéndoselo a mi macho. Apreté la cara contra el suelo, cerré los ojos y esperé. Todo mi cuerpo se puso de piel de gallina.

Sentí su dedo sondearme, sintiendo la entrada mantecosa. En un momento, ya cuando me tenía el culo estirado, lo sentí reemplazado por la cabeza de su gruesa verga. Sentí una punzada de dolor cuando entró. Retrocedió, esperando.

"¡Hazlo mi amor, méteme la verga en el culo que la necesito ya!" Ordené con urgencia.

Volvió a entrar despacio para no hacerme daño, yo lo atraje hacia mí, ignorando la incomodidad. ¡De repente, estaba en mí hasta el fondo de mis entrañas!

"Oh, Dios, oh, sí", dije con los dientes apretados.

Ahora me estaba follando el culo, entrando y saliendo, acelerando el ritmo. El calor era enorme, la sensación de ser invadida en tu ano es algo indescriptible, especialmente si esa verga invasora es la de tu hijo. ¡Es algo increíble!

"Esto es lo que quería cuando me desperté bebé, ¡dáselo a tu mami!"

"Te encanta tomarlo por el culo, ¿no? Te encanta cuando mi verga te rompe tu culo caliente, ¿no?"

"¡Sí, sí, follame mi culo, Dios mío que ricura, que delicia, mi macho bello, dame duro papi!"

Luego, en un momento, tuve otro orgasmo cuando lo sentí venirse dentro de mí.

Cuando se detuvo, cayó contra mí espalda tratando de calmar su respiración, mientras yo caía más al suelo. Qué imagen debimos haber hecho: una mujer curvilínea de unos cincuenta años con sus nalgas gordas en el aire, sus muslos abiertos descaradamente, sus pies todavía adornados con los zapatos de tacón, y su cara llena de sudor y cubierta por su cabello desgreñado en el suelo, desnuda, con su hijo encima de ella, su verga semi erecta en medio de un apasionado episodio de amor tabú.

Me di la vuelta y Gabriel se acostó a mi lado. Se quedó tendido allí, con el pecho todavía palpitando, el sudor cubriendo su hermoso cuerpo bronceado. Lo miré a la cara y comencé a lamerlo: sus labios, su cuello, sus pezones, su vientre. Tomé su órgano ahora semi-erecto en mi boca y lo chupé limpio, luego lamí sus bolas y sus muslos. Me sentí abrumada por el amor por él mientras hacía todo esto, continuando hasta sus pies, lamiendo sus dedos de los pies y luego chupando silenciosamente por un momento en un dedo gordo del pie. El se quedó tumbado en silencio mientras yo procedía a mostrarle mi amor de madre, de amante por él. Lamí su cuerpo de regreso a su órgano, ahora creciendo de nuevo. Lo lamí mientras crecía, luego me incliné sobre él dejando que mi cabello caiga sobre sus muslos, y lo chupaba, lo mamaba como solo una madre le puede mamar la verga a su hijo. Nunca habrá ninguna mujer en el mundo que pueda darle a mi hijo la satisfacción que yo le otorgo.

“¡Ahhhhh mama me vengo!” Me decía mientras agarraba mi cabello con fuerza.

¡Mi bebe cariñoso! ¡Mi hombre! ¡Mi hijo! Lo sentí correrse, llenarme la boca y la garganta de su leche de macho. Yo seguí mamándolo, chupando hasta la última gota de su semen delicioso. Fue tanta leche que me atraganté por un momento, tragué y luego volví por más como una gata insaciable hasta que mi hijo se derrumbó en el piso y su polla se ablandó en mi boca maternal.

Disfrutamos de la compañía del otro, desnudos en el piso de la cocina por unos minutos hasta que vi la hora, mi nieta se despertaría pronto y no sería buena idea que encontrara a su abuela y papá en estas circunstancias. Me levanté, me vestí de nuevo y con una gran sonrisa continúe haciendo mis tareas del día.

Continuara….