Amor particular

Un amor que se encuentra con un suspenso...

Amor particular .

Todo empezó como suelen empezar las cosas en mi profesión: con un suspenso. Y después de contactar con un profesor mío de la facultad me remitieron a la alumna en cuestión, Sofía.

Como he dicho todo empezaba con un suspenso, y ella había suspendido cálculo diferencial e integral. Su padre, muy generoso por su parte estuvo dispuesto a pagar los 20 €/hora que cobro como profesor de repaso de matemáticas. Sé que es caro, pero los hay muchos que a los universitarios les cobran 30 € en clases compartidas.

Por lo que me dijo el padre, la chica había ido a estudiar a Madrid y por las vacaciones veraniegas vendría a su pueblo natal en Tenerife. La chica había suspendido una de las asignaturas de matemáticas de su carrera, creo que era física o alguna ingeniería, y el hombre quería que ayudaran a su hijita.

Yo lo primero que pensé fue que la chica era una hija de papá pija, por irse a estudiar fuera, y remolona, por suspender asignaturas de primer curso, además que la chica, aunque no vivía lejos de mi casa, vivía en una zona más baja, de esos barrios en los que de noche se llena de pandillas y maleantes variados, así que realmente me esperaba lo peor.

Por otra parte, mi lujuria me hacía pensar en que quizá, aunque no fuera una bellísima persona, con suerte estaría buena, la chica tenía 20 años, repitió algún curso por lo que se ve, más o menos como yo, que ya hago cuarto de Licenciatura de Matemáticas. Me imaginaba que la chica tendría unos grandes pechos y un generoso escote, o que al menos con suerte, debido a que hacíamos las clases relativamente pronto para ser verano, sobre las 10 de la mañana, la chica me recibiría un poquito de andar con casa, y ya se sabe que muchas chicas para estar cómodas llevan una camiseta ancha y un sujetador… la idea sinceramente me fascinaba, pero tampoco me hacía ilusiones, lo más probable fuera que la chica fuera una vaga pasota y que casi tuviera que rogarle que hiciera algo.

Al cabo de los días, cuando la chica volvió de Madrid a pasar el verano, empezamos con las clases. Como no vivía lejos no me importaba ir yo mismo a su casa, de hecho lo prefiero así, por eso de llevar desconocidos a casa. Como cada vez que empezaba un nuevo alumno estaba bastante nervioso, aunque esta vez más porque era la primera vez desde que ayudaba, sin cobrar, a mis compañeras de clase en bachillerato a una chica de mi edad.

Toqué el timbre. Una voz dulce preguntó que quien era. Rápido respondí que era yo, Marcos, el profesor de repaso.

Sin más ceremonias me abrió y subí a su piso. Tuve que tocar en la puerta para que abriera, abrió el pestillo y salió a recibirme.

Sofía no era lo que me esperaba ni mucho menos. Con una sonrisa tímida me saludó. Era bajita, delgadita, llevaba el pelo teñido con un cierto tono liláceo que le sentaba muy bien, sus facciones eran agradables, quizá no atrajera todas las miradas, pero con esa sonrisa había que reconocer que era muy mona, además tenía las mejillas con unas cuantas pecas que le daban un aspecto ligeramente infantil. No tenía unos grandes pechos, pensé con una decepción que no quería reconocer. Pero al menos a primera vista no parecía una pandillera ni nada similar, y con eso sinceramente me bastaba porque entre otras cosas siempre hay problemas de pagos con esta gente y no hay que olvidar que eso era mi trabajito de verano, que para costearme caprichos me va muy bien.

Me hizo entrar en el comedor de la casa, que se encontraba inmediatamente a la izquierda de la entrada. Mientras pasaba observé discretamente su ropa. Llevaba un vestido marrón bastante bonito, con cierto toque hippy, y unas chanclas veraniegas que no hacían demasiado conjunto con el vestido. Decididamente ese marrón es su color, pensé. El color de sus ojos, de un marrón muy profundo, y el tono de su piel, pálido oscurecido con las pecas, le daba una sensación de estar formada por una escala de marrones que le daba una naturalidad curiosa.

Nos sentamos en la mesa del comedor, que estaba decorado con bastante buen gusto, excepto por una horrible escultura de dos payasos saltimbanquis que rompían la armonía. Y empezamos con la clase. Como suele pasar con la gente que no lleva bien las matemáticas, su problema era la falta de práctica, o al menos el haber conseguido hacer los problemas bien alguna vez, y para eso estaba yo.

Durante la clase, ella se inclinó para escribir algo en una hoja que había en el centro de la mesa, y yo que nunca he podido evitar hacer estas cosas, bajé la mirada al escote. Como ya he dicho no era muy generoso, pero a mí me ponen un escote y se me va la vista. La chica creo que se dio cuenta de alguna de las innumerables veces que la miré ese día, pero no me dijo nada, porque a pesar de todo no perdía el hilo de la clase y solo le miraba el escote cuando en otras situaciones habría estado mirando los libros y dvd’s de la estantería. Por suerte, tocaron a la puerta, ella se levantó a abrir y yo aproveché para observar su culo. Para su constitución esperaba que tuviera un culo estrecho y aplastado, pero increíblemente tenía un culo que aunque para mi gusto era un poco pequeño, tenía unas formas increíblemente perfectas.

La cosa no pasó de más que alguna miradita discreta hacia mi alumna.

A la próxima clase, dos días después, pensé en qué tipo de ropa llevaría, el día anterior ella había llevado un vestido que le quedaba genial, pero como creía que me había pillado observándola supuse que se pondría algo más discreto para que yo me pusiera más a lo mío, mas no se cambió de ropa, llevaba el mismo vestido, ese que le sentaba tan bien.

A mí personalmente no me molestaba, sé que hay gente muy maniosa con el número de veces que la gente se cambia de ropa, pero si la chica es afortunada y no suda las camisetas como hago yo, tampoco hace falta que las lave constantemente y haga que pierdan calidad.

Volvió a pasar lo mismo que el día anterior, cuando tenía alguna oportunidad le miraba el escote, sólo que esta vez tuve un desliz y me quedé mirándole el escote cuando ella justo se giró para preguntarme algo. Yo mantuve la serenidad y hice como si no estuviera pasando nada, la chica no me dijo nada y no pareció sonrojarse ni molestarse así que pensé en ir con más cuidado para las próximas clases, aunque de cualquier manera a la siguiente clase ella ya se había cambiado de modelito llevando uno bastante más de andar por casa que aunque le sentaba muy bien para el culo, sus pechos no se podían apreciar porque llevaba el sostén puesto. Por lo que, aunque me seguía apeteciendo, aprendía a no mirarle tanto su cuerpo.

Esta vez en un proceso mucho más lento, aprendía a admirar también sus facciones faciales. Tenía unos ojos preciosos, que parecía que se iluminaban cuando sonreía, que como toda ella, también era una sonrisa muy tímida, aunque tenía los dientes perfectos y cualquiera habría estado más que dispuesto a enseñarlos.

Así, dos días a la semana hacíamos dos horas seguidas de clase haciendo problemas una y otra vez. Aquí sería cuando el lector ardiente esperaría una infinidad de momentos de tensión sexual, en que ella tendría los pezones totalmente erguidos, debido a un aire acondicionado unos grados más debajo de lo que debería, y yo con algún absurdo pretexto rozaría desencadenando un frenesí sexual. Nada más lejos de la realidad.

Supongo que es fácil darse cuenta por lo que os cuento que la chica me atraía. Pero si sólo hubiese sido algo físico habría sido fácil de soportar. La chica era amable, su forma de hablar era deliciosa, y aunque fuera bastante seria, por los momentos más distendidos que teníamos, podía adivinar que no lo era tanto. Sofía me tenía prendado y habría comido de su mano de haber querido ella.

Llegaba finales de agosto, y con ello el final de nuestras clases, y si aprobaba, que era lo que esperaba, no volvería a verla nunca más, y si suspendía, aunque volviera a necesitar un profesor de repaso no me contrataría porque obviamente no creería que hubiera hecho bien mi trabajo.

Mientras tanto en mi soledad cada vez fantaseaba más con ella, me la imaginaba de todas las maneras posibles. Lo mismo recordaba su sonrisa, que imaginaba como se bajaba aquel vestido marrón tan bonito que llevó los dos primeros días.

Llegó la última semana de clase y yo aún no había intentado nada, aunque no me faltaran ganas, aunque sí que habíamos cogido algo de confianza y nos permitíamos algunas bromas, sobre todo al acabar las dos horas de clase. Pero empezó a perfilarse en mí una idea… como siempre he sido un chico muy pesimista, pensé que aunque no consiguiera nada con la chica esta, como probablemente no nos veríamos de nuevo más que por casualidad, intentaría besarla. Tan solo un beso, más o menos casto. Habíamos mantenido una relación casi estrictamente profesional, sólo alguna bromita y comentario, pero hasta entonces ni siquiera nos dábamos dos besos como saludo y despedida.

Llegó el último día de nuestras clases. Revisé mi higiene a conciencia, que no es que normalmente la descuide, sólo que en pequeñas cosas como afeitarme o peinarme soy más descuidado. Cuando llegué a casa de Sofía estaba hecho un manojo de nervios, no es algo que acostumbre hacer.

La clase discurrió con total normalidad, la obligación de concentrarme en el temario, que como era la última clase resultaba obligado, consiguió hacerme olvidar ligeramente lo que pensaba hacer, pero aún así miraba el reloj constantemente.

Bueno, pues con esto yo creo que ya hemos acabado. Si te queda alguna duda pendiente, de lo que sea dilo, no importa si va a ser larga, que si hace falta me quedo un poco más.

No, creo que lo tengo todo claro.

¿Seguro? – a esta chica había que sacarle las dudas con sacacorchos, ya os dije que era tímida.

No, no, de veras. Yo la verdad que me veo mucho más preparada. Eres el mejor profesor de todos los profesores -bueno, no dijo exactamente eso, pero si puedo exagerarlo un poco para echarme flores no pasa nada.

Bueno, - dije mientras me levantaba – pues entonces ya está, hemos acabado. Te deseo mucha suerte con tus exámenes.

Gracias – dijo ella mientras cogía el dinero para pagarme.

En cuanto me dio el dinero, hubo un pequeño lapso de silencio incómodo. Había planeado besarla en cuanto me diera el dinero y empecé a achantarme. Quizá no fuera tan buena idea intentarlo. Abrí ligeramente la boca y ella esperaba que yo dijera algo.

No tendría más oportunidad, pero mi respiración se agitaba, los nervios querían traicionarme. Se me resecaba la boca y yo no podía evitar mirar la suya. Me sentía paralizado, no podía irme, ni tampoco podía quedarme ahí bajo ningún pretexto.

Mira… antes de irme quería… - le dije.

Le cogí la mano, ella me miró extrañada pero no intentó apartarla, no le quería mirar a los ojos para no perder el valor que había conseguido reunir. Le miré a la boca, tenía una media sonrisa. Se la vi tan preciosa que perdí mis dudas en un instante. Di un paso para acercarme y le puse la otra mano en la mejilla, y antes de que ella pudiera alejarse toqué mis labios con los suyos, suavemente. Ella no se movió, al menos no intenta alejarme, pensé.

Me aparté un poco y esta vez sí que la miré a los ojos. Los tenía muy abiertos, parecía sorprendida. El valor que había reunido se perdió y de inmediato empecé a arrepentirme.

Lo siento… - dije bajando la mirada.

No, tranquilo… es que me has sorprendido, no pensaba que me hicieras algo así – dijo dejando asomar una sonrisa.

¡Es tu sonrisa! No sé si te das cuenta… pero cuando sonríes se te ilumina la cara, y esa mirada tímida y tu forma de hablar, tu risa, es que eres la chica más

Esta vez fue ella la que se me acercó, me besó fugazmente y se me abrazó y me susurró "gracias" al oído. No pretendía aprovecharme, ni nada por el estilo, por puro instinto empecé a acariciarle la espalda mientras le besaba suavemente el cuello. Sin saber cómo mis labios acabaron de nuevo en los suyos, que ya sólo nos servían prácticamente como telón para ocultar el juego de nuestras lenguas.

Ella, tras la sorpresa inicial, se mantenía abrazada a mí mientras nos besábamos y yo le acariciaba la espalda. Parecía casi más nerviosa que yo, no negaba mis atenciones pero no aportaba nada.

¿Todo bien? – interrumpí, mi curiosidad me venció.

Yo, bueno… es que no sé si esto está bien

Se giró, pensativa. Yo no quería dejar escapar lo que estaba consiguiendo, y la abracé por la espalda y mientras le besaba en el cuello y le acariciaba el vientre suavemente.

Le susurré "No te preocupes de nada". Ella sonrió, era una sonrisa algo distinta, quizá un poco más picara, quizá con deseo; lo único que sé es que no sólo le iluminó la cara, encendió mi pasión y me elevó a un estado mental distinto, uno más instintivo y animal. Sentía mi corazón latir con fuerza amartillando mi pecho y obligándome a respirar profundamente. En ese momento tomé conciencia total de mi cuerpo, sentía como si pudiera controlarlo perfectamente. Todo menos el corazón y mi pene que apretaba el pantalón pidiendo a gritos que lo liberaran.

En este estado, me separé de ella y la puse de modo que no pudiéramos mirar los dos a los ojos. En su expresión vi que algo también había cambiado en ella. Con ternura acerco su mano a mi pecho y me lo acarició, de nuevo sonriendo. Yo ya sin poder soportarlo más, le cogí la mano, y con la otra en el hombro contrario la puse contra la pared sujetándola de las muñecas

Durante un momento nos miramos conteniendo la respiración, de nuevo la besé. Mientras lo hacía, no recuerdo bien desde cuándo, la sujetaba por la cintura con una mano. Me despegué de sus labios, no es que me cansara, pero mi deseo ardía por probar el sabor de su piel.

Empecé a descender por su mejilla pasando por el cuello, y la mano que tenía sobre su cintura empezó a acariciarle el culo. Ella ya respiraba más profundamente y con la mano libre en mi pelo empujaba hacia abajo.

Yo obediente fui bajando, besándole el escote por encima de la camiseta, acariciándole los pechos ya con las dos manos. Ella se quitó la camiseta obligándome a apartar por un segundo para luego estirar mi cabeza hacia su pecho izquierdo mientras se bajaba el tirante del sujetador liberando un pezón preciosamente redondo y rosado que apuntaba directamente hacia mí clamando por atención. Lo atrapé entre mis labios mientras le acababa de quitar el sostén.

Me aparté un segundo para admirarla, tenía las tetas pequeñas, pero su forma perfecta lo compensaba y ahora con una pequeña gotita del sudor de la excitación resultaban irresistibles.

Volví a besarla, pero ella no tardó en interrumpirme. Me sonrió y con un casi imperceptible "ven" que pude leer en sus labios, me cogió de la mano y me llevó a su habitación. No estaba desordenada, pero se podía ver en una silla la ropa del día anterior y la cama sin hacer.

En el borde de la cama, los dos levantados, me quitó la camiseta, me observó con atención y con una mano en mi culo me besó, con la otra mano no paraba de acariciarme, incluso había algún fugaz roce con mi paquete que obviamente estaba a reventar.

Ella, igual que acababa de hacer yo antes, empezó a bajar, besándome el pecho, acariciando cada vez menos fugazmente mi miembro. Yo estaba frenético, no podía abarcar con mis manos todo lo que me habría gustado y lo compensaba acariciando rápidamente cada parte de su cuerpo a la que alcanzaba a llegar.

Cuando llegó a mi ombligo se paró, alzó la cara hacia mí y me miró directamente a los ojos, me desabrochó los pantalones y con una lentitud ceremoniosa me los bajo junto con los calzoncillos dejándome el miembro libre apuntando directamente a su cara.

Ella lo asió con una mano, estiró hasta dejar ver el glande y con suavidad empezó a lamer. No lo había hecho muchas veces antes porque se le notaba inexperta, pero le ponía mucho cariño. Lamía la punta mientras me pajeaba, luego pasaba la lengua por el tronco mientras me amasaba los huevos y luego se la metía en la boca. Esa boca que tantas veces había soñado, sonriéndome o incluso chupando tal como hacía ahora. Me sentía en la estratosfera, sentía un placer continuo tal que sólo habría notado los cambios de ritmo porque tenía la mano en su cabeza, ni siquiera podía mirar porque temía correrme en cualquier momento si lo veía.

Pero yo quería que ella sintiera placer, era yo quien había estado soñando con ella, y quien se había atrevido a darle ese beso, me merecía el seguir dándole placer. Le pedí que se levantara, ella puso cara apenada, como si temiera no haberlo estado haciendo bien.

Lo haces muy bien, si fuera más egoísta habría dejado que me lo hicieras hasta el final tantas veces como tu boca aguantara.

Ella se sonrojó, a mí esa faceta tímida suya me encantaba y no pude aguantar abalanzarme sobre ella, le quité los pantalones de chándal de andar por casa que llevaba y le hice colocarse boca abajo en la cama. Aún llevaba las bragas, que eran blancas y simples. Creo que ya había comentado sobre el culo de Sofía, era algo pequeño pero muy bien formado. Soñaba con poseer ese culo y con ese pensamiento le alcé las caderas y empecé a besárselo y a mordérselo. Ella comprendiendo alzó más el culo y separó las piernas. Le aparté a un lado la tela que tapaba su vagina y agradecí a la madre naturaleza haber sido tan benévola con las mujeres dotándoos con un cuerpo tan potencialmente bonito.

¿Qué pasa? – preguntó ella al ver que no me movía.

La perfección ante mis ojos- respondí poético.

Y casi sin dejar acabar la s de ojos empecé a lamer su sexo, que estaba ya caliente, húmedo y deseoso. Atrapaba el clítoris entre mis labios y lamía con velocidad mientras la penetraba con mis dedos, de vez en cuando alternaba para saborear los jugos de mi esfuerzo. Ella respiraba muy fuerte, cada vez más, hasta que la respiración se tornó gemido y los gemidos en gritos de placer. Mis dedos se notaban apretados en la vagina contraída pero no dejaban de moverse, al contrario aceleré mi movimiento y mi lengua hasta que de golpe se calló para justo después soltar un suspiro y relajar todo su cuerpo de golpe.

Me acerqué a ella con una sonrisa, ella se giró y me miró con la respiración pesada. Parecía haberse quedado sin energías, pero bastaron unos pocos besos para que se despejara.

Un segundo, espérame aquí – quiero coger una cosa.

Se fue corriendo, meneando el culo con una risita. Volvió realmente rápido con un preservativo en la mano.

Lo siento, pero no tomo la píldora, póntelo y métemela de una vez.

Oírla hablar tan claramente, ella que siempre había parecido tan tímida y remilgada, me excitó muchísimo más que si me hubiese hecho un striptease, por raro que os pueda parecer.

Yo me lo puse tan rápido como pude y ella ya estaba mirándome y tendiéndome los brazos con las piernas abiertas, invitándome a entrar. Me puse encima de ella se la empecé a meter lentamente, notando centímetro a centímetro como su húmeda cueva encerraba mi miembro. Ella respiraba muy lentamente, cogiendo mucho aire, de mientras acariciaba mi espalda. Cuando ya estaba dentro del todo me olvidé de la lentitud y la parsimonia, ella me había vuelto a sonreír y de alguna manera su sonrisa encendía algún botón que hacía de mí una bestia ardiente. Ella volvía a gemir con intensidad, con los ojos muy abiertos.

Me pidió que cambiáramos de posición, ella quería ponerse arriba, yo por supuesto no puse ninguna objeción, pero cuando me separé de ella y se giró para poderse levantar le vi su precioso culo, ese que con tantas ganas había besado pocos minutos antes.

Creo que… he cambiado de idea.

Le puse las manos en la cadera y de un golpe empecé a penetrarla desde atrás, ella apoyaba la cabeza en la almohada, que apagaba el estruendo de sus gemidos, y con una mano se pellizcaba los pezones.

Mientras estaba ahí atrás, vi como con el culo en pompa podía verle perfectamente el agujerito de su culo, tan apretado, probablemente virgen. Utilizando sus propios jugos empecé a acariciarle el agujerito con el pulgar, masajeándolo y ensanchándolo, hoy no la penetraría por ahí, pensé, creo que es mejor acostumbrarla poco a poco. Ella no protestó y yo seguía penetrándola con mi miembro y ya mi dedo había empezado a penetrarla suavemente el culo.

Para ella probablemente estaba siendo demasiado y sus gemidos eran cada vez más rápidos, yo notaba como mi polla estaba cada vez más apretada. Yo aceleré el movimiento, quería hacerla mía, quería notarla, quería ver su sonrisa después de ofrecerle otro orgasmo, quería que me dijera lo mucho que le había gustado. La quería a ella.

De nuevo noté cómo sus gemidos paraban momentáneamente para relajarse toda ella justo después.

Dámelo todo – dijo ella apartándose.

Me quité el condón, calentándome aún más con sus palabras, y ella como una fiera me echó a la cama y comenzó a chuparla, deseaba exprimirme y dejarme sin nada, o eso parecía desde mi posición. Esta vez no lo hacía con ternura, a pesar de notarse inexperta en esto, lo hacía con todas las ganas posibles, realmente quería que me corriera. Al final no pude aguantar más y así se lo hice saber, ella empezó a restregárselo por las tetas mientras me masturbaba, y cuando mi miembro tocó uno de sus pezones explotó dejándola regada de mi semen. Y luego la siguió chupando hasta que empezó a perder vigor.

Ella me volvió a mirar sonriendo, gateó hasta mí y con otro beso, de alegría en vez de pasión, me abrazó con fuerza y me preguntó si me había gustado.

Sí, me ha encantado – y mirándola directamente a los ojos le dije – te deseo más que a ninguna otra mujer. Quédate conmigo, repitámoslo, conozcámonos. Quiero estar contigo.

Yo… bueno. No sé cómo decirte esto.

Sé que no vives en Tenerife, si no en Madrid… pero puedo pedir un traslado, mis padres me ayudarán a costearme la vida ahí. Por ti lo haría.

Lo siento – dijo con algunas lágrimas.

¿Por qué? ¿Qué pasa?

Ahí en Madrid tengo novio, él… Javi, me necesita, no lo entenderías. Tiene muchos problemas y sin mí no podría sobrellevarlos. Cada día me llama unas cuantas veces y me cuenta lo mal que se siente. Cuando nos vemos ya no noto que me quiera, ni siquiera me toca ni me hace el amor como lo haces tú. Tan sólo me quiere para transmitir a alguien sus problemas. Yo… lo siento.

Esta vez las lágrimas me empezaron a caer a mí. Había sido utilizado por una novia insatisfecha, en realidad no me arrepentía porque en un principio me conformaba con un beso. Pero me había hecho ilusiones. La quería, quizá no era amor del de verdad, pero ahora no imaginaba que sería estar sin ella.

Sonó el teléfono. Sofía lo coge casi por escapar de la situación incómoda que se había formado. Yo estaba sentado en el borde con los codos en las rodillas apoyando la cabeza en mis manos.

¿Javi? ¡Hola cariño! ¿Qué tal estás? – dijo por teléfono con mirada apesadumbrada.

Ay, lo siento. Y no, no estoy llorando, es que me has pillado… tosiendo.

Sí, sí, te quiero mucho – me miró con ojos lagrimosos.

Yo no quería una relación así con una chica. Si no hubiese querido ser mi pareja me habría conformado con algún encuentro eventual, si hubiese querido tener algo más genial. Pero esta situación… parecía querer estar conmigo pero no poder. Esto sólo generaría dolor y acabaríamos sintiéndonos los dos culpables por esto si ella dejaba al chico.

Cogí mi ropa y me vestí, Sofía cada vez lloraba más, pero intentaba responder con tranquilidad al teléfono. Salí por la puerta de la habitación diciendo un adiós silencios.

Cuando ya estaba a punto de cerrar la puerta oí que me gritaban desde dentro.

¡Espera! – decía Sofía mal tapada con una sábana.

¿Sí? – contesté con algo de enfado

Que… yo también quiero… -dijo sonrojándose- estar contigo.

Y de nuevo sonrió, pero esta vez su sonrisa no atravesó mis sentidos como otras veces, era una sonrisa que la iluminaba, sí. Pero sabía que esa sonrisa no me pertenecía, que alguien necesitaba esa sonrisa más que yo, alguien debía alegrarse un poco más.

Lo siento, pero… adiós.

Y con un abrazo y unas cuantas lágrimas de Sofía en mi hombro me fui apesadumbrado.

No volví a verla nunca más. De vez en cuando nos intercambiamos algún mail, sólo para saber qué tal está uno u otro. Consiguió aprobar los exámenes y su chico consiguió superar su depresión, pero aún así acabaron rompiendo. Pensé en proponerle si intentarlo, quizá ella también lo pensara, y de habérmelo propuesto ella habría dicho que sí sin dudarlo. Pero las dudas aparecen si el que se expone eres tú, y yo necesitaba ver su sonrisa para perder el miedo.