Amor muerto

Cuando el amor a una persona comienza en la vida y continúa en la muerte.

El amor (si es eso lo que algún día conocí) es el sentimiento más egoísta que alguna vez experimenté, es tan vacío cuando no es mutuo, es tan subjetivo e impulsivo cuando lo consigues, es tan irracional cuando lo pierdes… es tan necesario.

Era otoño, mi estación favorita; el ambiente guardaba esa esencia tétrica de todos los años, esqueletos de árboles adornaban los parques, nubes negras y vientos fuertes mejoran el ambiente, la arquitectura gótica la complementa y mi triste figura combina a la perfección. La vanidad no me caracteriza, pero no hace falta, mi aspecto sobrio y toque de misterio siempre han cautivado a las mujeres, la herencia biológica europea de mis padres añaden un toque más a mi imagen, y horas de soledad sin nada que hacer más que leer u oír música en mi habitación mientras me ejercito me han dotado de un buen físico.

Nunca he sido social, francamente repudio a la gente a mi alrededor y más de una vez he estado a punto de abandonar este mundo. A un lado de mi cama en un frasco etiquetado como "la salida fácil" están esperando las cápsulas que me han de liberar de este pesado viaje. Solo hay algo que detiene mi partida, la dama que el destino ha puesto en mi camino para convencerme de quedarme una noche más. Una mujer de hermoso cuerpo, con largas y finas piernas, diminuta cintura, carnosos glúteos y redondos pechos en los que pierdo mi mirada, cabellos largos cubriendo su espalda, ojos grises como la niebla de Inglaterra y labios eternamente húmedos.

En fallidas ocasiones he tratado de apoderarme de su cuerpo; como si torturarme fuera su misión en esta vida, ella se deja besar y tocar obteniendo satisfacción, pero cuando se trata de mí, solo negaciones obtengo. Mis deseos por sorber el sudor de su piel son cada día más incontrolables y no creo resistir mucho tiempo más; he decidido apoderarme de ella o tomar "la salida fácil", llegar al paraíso o perderme en el infierno.

Mis padres hoy no llegarían, así que decido invitarla a mi casa a pasar la noche. Cuán grande es mi sorpresa al oír su aceptación, alaridos de placer salieron desde dentro de mí, esta noche me apoderaría de su cuerpo. Rápidamente me aliste para lucir como el caballero con el que cualquier princesa desearía entregar su alma y su ser. Me bañé hasta dejar la mas mínima parte de mi cuerpo lo mas pulcra posible, ninguna zona de mi cuerpo quedaría vulnerable, cada músculo de mi abdomen sería explorado, mis más íntimas partes serían estimuladas, al pasar su lengua por mi miembro solo encontrará sabor a miel, mis pronunciadas venas masajearán sus paredes vaginales, al clavar sus uñas en mi espalda expeleré olor a hormonas masculinas, la colonia más cara se deslizará por mi cuerpo a través de las gotas de sudor cuando nuestros cuerpos no puedan mas. Esta noche seré el hombre que cualquier mujer querría, pero esta noche solo para ella seré.

Al oír sonar el timbre corro como poseído hacia la puerta para recibirla. La hago pasar y le ofrezco un poco de vino para relajarnos y callar aquella voz interior de nerviosismo; después de eso nos dirigimos a la habitación. Para esta ocasión ella lucía un atuendo extremadamente provocador, blusa a tirantes con la espalda descubierta, y un escote que con toda intención resaltaban sus hermosos senos, los cuales comenzaban a impacientarse haciendo resaltar unos erectos y puntiagudos botoncitos por debajo de aquella blusa, una minifalda que permitía deleitarme con sus bien torneadas piernas pálidas, y zapatillas descubiertas mostrando sus delicados dedos, por el momento es lo único que se me había permitido observar.

Finalmente, después de noches de desvelo imaginando aquella imagen de mi dama en mi vacía y fría cama. Hoy tendré la oportunidad de demostrarle mi pasión, esta noche cada criatura en esta tierra desaparecerá y seremos las únicas almas en pecado carnal. Entramos a la habitación, el cual estaba ambientado con velas aromáticas, rosas por doquier, luz tenue como a mí siempre me ha gustado, haré de éste el momento más encantador de su vida.

Como si nuestras mentes estuvieran en conexión, no hicimos esperar, nuestras intenciones eran claras, nuestros cuerpos dispuestos y el ambiente pre construido detalladamente. Nos acercamos para besarnos, entrelazando nuestras lenguas en un masaje mutuo bañado en saliva seca. Entre beso y caricia, mis manos comenzaron en su espalda y mis dedos insatisfechos se deslizaron hasta llegar a su gran pero fino trasero, el cuál acaricie en círculos constantes, apretándolos de a ratos; al tener su cuerpo tan pegado al mío casi podía sentir como se aceleraban los latidos de su corazón, entonces continué con las caricias, ahora más atrevidas, con toda maestría subí un poco su falda, hasta la altura de la media nalga y aun que no podía ver lo que hacía, seguí con las caricias del mismo modo, ese carnoso trasero me provocaba arrancarlo con las garras de mis manos. Haciendo a un lado su diminuta ropa interior, jalé de forma individual sus glúteos hacia afuera, como si deseara partirla en dos, buscando introducir uno de mis dedos en aquella húmeda cueva que comenzaba a lubricarse. Mis movimientos fueron un poco apresurados, pues solo conseguí alarmarla un poco, decidí ir más despacio, pero no cabe duda de que al final hurgaré hasta el más escondido orificio que encuentre.

Sin despegar nuestras bocas por un segundo nos tumbamos en la cama predispuesta, un imparable manoseo por debajo de nuestras ropas elevaba nuestra temperatura. Yo con una mano por debajo de su blusa aplicando un suave estímulo a sus erectos pezones, con la otra mano abrazándola por la espalda y alcanzando meter mis dedos entre sus glúteos. Ella con una mano en mi pecho reteniéndome tratando de tomar algo de control, con la otra desabrochando el pantalón que mantenía prisionera mi erección. La situación mantenía nuestra sangre hirviendo de pasión, nuestros rostros pálidos enrojecieron por el imparable bombeo de sangre del corazón. En cuestión de segundos me introduciría en sus entrañas hasta hacerla explotar, pero un susurro de ella diciendo –Antes de seguir ponte protección- me detuvo. De alguna forma no me volví loco al recordar que había dejado los condones en el lavamanos; tratando de contenerme por unos segundos más, me levanté y me dirigí hacia el cuarto de baño, una vez ahí, aproveché para untar mas loción a mi sudoroso cuerpo, alineé mi cabello y me desnudé quedando en ropa interior. A cada segundo me impacientaba más pero me excitaba hacer el momento un poco más largo.

Al regresar a la habitación, siento derrumbarme de pánico. Un vaso con agua, mis cápsulas de "la salida fácil" y la imagen de mi dama desvaneciéndose entre las sábanas. Qué has hecho!!! ¿Por qué me torturas manteniéndote inalcanzable para mi?. Su voz apenas alcanzó a resonar en mis oídos –Lo siento, pensé haber tomado un poco de tus drogas-. Todo estaba por terminar en una trágica decepción, pero la sustancia actuaría lo más lento posible probando los límites de mi sufrimiento.

–No me dejes desaparecer sin sentirte en mi, antes de irme quiero ver cómo termina esta maravillosa noche- diciendo esto con la mas silenciosa voz. Poco a poco ella comenzaba a perder las fuerzas pero no el sentido. Aquella voz que con vino traté de callar ahora resuena en mi interior, diciéndome que debería de buscar ayuda, pero el cuerpo de mi dama en mis brazos insinuándome que la posea me mantiene a su lado.

Tratando de conservar el sabor de sus labios en mi boca, la beso como si asfixiarla fuera el mejor modo, mis manos comienzan a arrancar sus ropas salvajemente provocándole rasguños, la delicadeza de su cuerpo ya no importa demasiado, antes de morir sentirá lo que he guardado toda mi vida para ella. De un jalón desenfundaré todo su cuerpo de aquella apretada ropa y dejaré a mi merced su pálida y moribunda piel, no hay tiempo de delicadezas. Tirando de su blusa dejo al descubierto esos senos de tentación, que con desesperación succiono mientras obtengo los primeros gemidos de placer, un salvaje juego de mi lengua se apodera de sus candentes pezones, lamiendo como animal y mordiendo hasta casi arrancarlos. Sin olvidarme de esas glándulas, un tirón más y la ridícula minifalda sale volando, dejándome ver el encaje que adorna su delicado sexo. El nerviosismo y desesperación me tienen petrificado, aún así muero por probar el amargo sabor de su interior; deslizo aquella última prenda y coloco a mi dama en posición.

A mi merced, totalmente desnuda en mi cama, acostada boca arriba con los pechos al aire, los brazos en crucifixión y las piernas abiertas mostrándome la entrada al infierno, y entre sus piernas mi cuerpo semidesnudo. No puedo creer el cuidado que tuvo de lucir bien esta noche solo para mí, pubis perfectamente despejado de gruesos rizos, olor a rosas en su piel y un arete adornando su ombligo; y yo que no le he tenido el suficiente cuidado.

-No sufras mi amor, no te haré esperar más tiempo-. Tomo sus piernas y las subo sobre mis hombros, mientras cargándola por las caderas obtengo la altura adecuada. Coloco cuidadosamente mi grueso miembro entre sus labios vaginales con el cuál intento abrirlos, una entrada muy apretada para creer que podría yo ingresar en ella, presiono un poco, y un poco más, ya he introducido gran parte; su expresión me tiene sorprendido, a pesar de ser su primera vez no parece dolerle mi intrusión, al contrario, luce con mas vida que nunca, la sensación de sentirme dentro de ella ha cambiado su dolor y ha sido sustituido por estímulos de placer, grito tras grito al ritmo de mis movimientos, su voz queda plasmada en mi mente; al parecer mi esencia es el revitalizador que ella necesitaba. Una vez obtenida la completa penetración todo se hace un poco más fácil, embestida tras embestida destrozo sus paredes vaginales, desangrándolas y derramando roja lubricación que se desliza por mis piernas. Sus apretados labios aprisionan mi pene como si quisieran impedir que los abandone, sus gritos me llenan de excitación y energía para presionar con mayor fuerza, obteniendo tremendos alaridos que salen de su boca, junto con algunas gotas de saliva, me hacen pensar que la lastimo, pero sé que lo necesita para llegar al cielo antes de morir.

-Tus brazos y piernas se quedan sin fuerza, ¿es tanta tu completa entrega hacia mi?. Eres ya como una muñeca, tan débil, tan sumisa y moldeable. Puedo jugar con tu cuerpo a mi antojo y ponerlo en la posición que más me excite, pues tu flexibilidad al contrario de tu timidez ha aumentado.-

Una vez saciado mi deseo por penetrar esa cavidad virginal, le ayudo a darse vuelta acostándose boca abajo; prometí explorar todo orificio que tenga disponible, ahora estoy por explorar su apretada entrada trasera.

Su imparable emanación no es suficiente, para mi miembro que evapora cada gota de sus fluidos, trataré ahora de entrar en ella sin lastimarla demasiado. Nuevamente mis manos apartan sus glúteos para abrirse paso a la pequeña cavidad. Ya la he encontrado, antes jugaré un poco con ella; con los fluidos derramados por su vagina lubrico mis dedos, ahora presiono en su caverna para introducir uno de ellos, es muy difícil pero cuando lo logro conseguir comienzo con un lento mete saca, aun que apenas es un dedo es extremadamente complicado, pero la expresión de ella me llena de excitación; con los ojos perdidos, hilos de saliva deslizándose por sus labios, gimiendo y meneándose al ritmo de mis penetraciones, mientras yo la tomo del cabello para mantenerla con la cara en alto. Quiero penetrarla ahora con mi miembro, pero ésta entrada es inmensamente más pequeña y apretada que la delantera. Con dos de mis dedos intento abrir aquel agujero. –Afloja un poco mi amor- le digo a mi dama,-permíteme entrar-. Al parecer ella no está muy dispuesta, eso me llena de impaciencia. Perdido completamente en el trance del deseo y con la desesperación de no poderla abrir para introducirme, tomo una navaja de rasurar, -Tienes que dejarme entrar mi amor! hasta entonces te dejaré ir al cielo o al infierno- le digo ya impaciente y casi derramando lágrimas por lo que me ha obligado a hacer. Comienzo a abrirla por la línea que divide sus glúteos. Mi mente está perdida y la falta de respuesta por parte de mi dama me llena de cólera, necesito encontrar el estímulo y la conexión que hace unos momentos nos unía. El corte en su fino cuerpo provoca que mi dama grite desenfrenadamente, ya no sé si de dolor o de placer, pero yo continúo. Ya ahogado y perdido en el momento, sin darme cuenta atravieso con la navaja mi miembro, que sin esperar no deja de salpicar tremendos chorros de sangre; eso me provoca el estímulo que tanto buscaba, comienzo entonces a mutilar mis piernas y brazos. Corte tras corte he dejado solo pedazos de lo que una vez significó físicamente mi hombría, pero la sensación era como al principio y eso me mantenía extasiado.

A mi enferma visión, puedo distinguir chorros y chorros de lubricación femenina brotando de entre sus piernas, ya ha empapado por completo las sábanas de mi cama y sus gemidos despertarán a los vecinos; debo hacerla callar por un instante. Dejando por un momento las embestidas, me coloco junto a su cabeza, la cual sostengo mientras le ayudo a abrir la boca para introducir mi destrozado pene en ella. Con el mismo vaivén de hace un momento penetro su pequeña boca, abriéndome paso entre sus dientes, buscando que su lengua haga lo suyo, nuevamente cada vez mas y mas profundo, hasta llegar a su garganta, atravesarla y casi ahogarla evitando su respiración. Pero no puedo descuidar su ahora violada vagina, haciendo un esfuerzo apenas logro alcanzar introducir mis dedos en su abertura, en una pose anti romántica, con mi miembro atravesando su garganta y mis dedos hurgando su oscuro interior, trato de mantener la estimulación para ambos.

Después de unos momentos de inmensa gloria, siento estar aproximándome al paraíso, no me dará tiempo liberarme de esa apretada posición, tratando de disfrutar el momento al máximo, descargo todo el amargo licor que mi interior guardaba, depositándolo directamente en la garganta de mi dama; tragando lo que puede, haciendo gárgaras con lo que no, ella estimula mi ahora extremadamente sensible extensión de carne con el poco aire que exhala.

Después de tan impresionante explosión, mis fuerzas se extinguen y mis brazos pierden su fuerza, dejándome derrumbar sobre el cuerpo ensangrentado de mi dama, con mis destrozos de miembro obstruyendo su respiración y nuestros fluidos desliándose por el suelo dejando un tapete rojo.

Y nuevamente la voz resonando en mi interior diciendo: ¿por qué tratas de justificarte? Sabías que esas cápsulas matan al instante, ella ya estaba muerta cuando saliste del baño

Perdido estoy ahora, en un trance de desesperación, sin nada más que los rayos de la luna que atraviesan la ventana cubriendo nuestros cuerpos bañados en fluidos rojos; dentro de unos minutos mi cuerpo al igual que el mi dama se teñirá de blanco, vaciándose por la gran fuga que me he provocado, ni tiempo tuve de tomar "la salida fácil". No puedo creer que lo más hermoso que me ha ocurrido en la vida haya muerto envenenado por mi propia vanidad. He conocido el paraíso y me ha sido negado. Ahora ya nada importa, que pena me dará cuando mis padres me encuentren en esta situación, que pena me doy… solo quería recuperar el amor que se esfumo en un orgasmo de necrofilia.