Amor heritario 2

Segunda parte. De como conseguí que mi madre se desinhiba.

Luego que se fue desvaneciendo el efecto de la poción, el pudor de mi mamá empezó a aflorar. Aunque seguíamos haciéndolo el coito sólo se limitaba a la habitación y cuando ella se venía antes que yo se sentía con culpa. Estando empiernados, cansados y sudorosos después de un sexo frenético ella me preguntó dónde había sido mi primera vez.

Y le conté que en la academia tuve una enamorada que me inició en el placer sexual. Yo era su tercera pareja y ella practicaba el coito desde los 14 años –para ese entonces llevaba tres años practicándolo— y se había convertido en una experta. Si querría estar a su altura necesitaba practicar mucho. El sexo es ganas, físico y mucha imaginación.

Yo le pregunté a mi mamá cómo había sido su primera vez, a lo cual respondió que había sido en la luna de miel con mi padre. Para ella fue una experiencia traumática porque estaba nerviosa y él salvajemente la penetró rompiéndole el himen. Y él se corrió sin que ella lo hiciera. Por eso es que para ella el sexo se era puro trámite en su matrimonio. A eso se debe su pudor y su falta de iniciativa. Su carácter en la cama es pasivo, pero en los asuntos de la casa o en su trabajo es quien da las órdenes.

Me propuse cambiar su carácter, pero cómo. Pensando me quedé dormido y fue cuando se apareció el espíritu de mi tatarabuela, quien me recordó que el efecto de la loción que me apliqué sólo dura tres días y que si había alguien quien me amase en secreto se pondría caliente y podría llegar con esa persona hasta donde ella quisiera. Pero si existía alguien que me odiase, cualquier orden que le diera la aplicaría sin chistar. En cualquier caso para esas dos personas el efecto sólo duraría unas cuantas horas y luego no recordarían lo que pasó.

Asimismo me dijo que tendría que convencer a mi madre, hacer que explote la lujuria que tiene dentro. Si lograba que ella me pidiera y hasta suplicara que sería mi puta de esa manera sería mía para siempre y dejaría atrás sus inhibiciones sexuales.

Al despertar me pregunté cómo lo haría. Mientras mis manos y lengua exploraban cada rincón del cuerpo de mi madre. Ella se dejaba hacer todo lo que quisiera. Y aunque saqué de su boca muchos dulces gemidos y que me pidiera más, producto de los múltiples orgasmos. No logré que admitiera que era una puta.

Por la tarde fui a un sex shop a comprar dildos, vibradores y otros juguetes sexuales. Especialmente un calzón que vibrador que se activa mediante un control remoto y se puede regular la potencia. Al regresar a casa tenía visita. No recordaba que ese día vendría mi comadre.

Hace menos de dos años mi mamá y yo aceptamos ser los padrinos de la hija de la señora que hace la limpieza en el trabajo de mi mamá. Su marido había fallecido y la había dejado con tres hijos pequeños y la última apenas tenía tres años. Por lo que yo me comprometí a ayudar con los estudios de la pequeña y la señora María siempre venía.

María es una mujer de 35 años, trigueña, un poco subida de carnes, pero con un culo redondo y tetas grandes y de carácter muy alegre con cabello lacio cortado hasta la altura del cuello llevándolo casi siempre en un moño. En contraste con mi madre quien es delgada, estatura pequeña, culo apetecible y tetas de tamaño regular, carácter fuerte, alegre y con su cabello lacio largo hasta la altura de la cintura, el cual lleva suelto.

Al saludarme María dio un suspiro, se pasó la lengua por los labios y cuando me acerqué para abrazarla su respiración se aceleró y me apretó las nalgas. Luego me dio un beso en la boca. Todo en presencia de mi madre que se moría de celos.

Decidí usar eso a mi favor. Besé a María en la boca y luego fui bajando hasta su cuello mientras mis manos acariciaban su espalda. Mientras acariciaba a la señora dije que no me detendría hasta que admitas –dirigiéndome a mi madre- que me deseas. María creyó que me dirigía a ella y dijo: “Joven, yo lo quiero, pero no aquí. Su madre nos observa”. Succioné su pezón sin quitarle el polo mientras mi mano bajaba por su pantalón y abría el cierre. Ella me detuvo con su mano, pero continué en mi empresa, sentí que sus bragas estaban empapadas y mi mano le tocó el chocho y jugué con su vulva. Ya no opuso resistencia. Le quité el pantalón y le comí la chucha. “¡Cómame, joven, ¡soy suya! ¡Cómase a su comadre! No se detenga!”

Mi madre miraba la escena con una mezcla de horror y envidia. Me pidió que me detuviera. Saqué mi boca de la vagina de María mientras ponía dos dedos en ella y los metía y sacaba haciéndola retorcerse de placer en el sillón. Y le dije: “¡Admite que lo quieres! ¡Lo deseas! ¡No te reprimas! ¡Que eres una puta hambrienta de placer!”

Con lágrimas en los ojos, mi madre lo admitió: ¡Sí, lo deseo! ¡Soy una puta en celo!, ¡soy tu puta en celo! ¡Por favor dámelo a mí!” Y se acercó a besarme y acariciarme la espalda.

María no podía creer lo que había oído, pero seguí metiéndole los dedos y cayó en éxtasis.

Le dije a mi madre que daría placer si me ayudaba con María. Ella le quitó el polo, a lo que María sólo levantó las manos para facilitar el trabajo, y luego el sostén. Unas tetas enormes salieron y mi madre empezó a chuparlas. En ese momento ella se mojó más.

Mientras chupaba las tetas mi madre se fue bajando el pantalón y las bragas y con mi mano libre le pase los dedos. También estaba mojada. Puse a mi madre en posición de pollito tomando agua y ella siguió chupando el pezón mientras yo olía y lamía su precioso culo. Ella fue bajando las caricias y besos al prominente estómago de María y llegó a su clítoris el cual chupó.

Me saqué la polla y se la clavé. Mi mamá no podía gemir, se ahogaba en ese mar de jugos salados embriagada por el olor a mar y mariscos.

Luego de varias embestidas anuncié que me iba a correr y María dijo: “Joven, yo se la chupo. Deme su lechita. Me gusta la leche”. Y me dio una mamada espectacular.

Mi madre estaba agotada por todo lo que habíamos tirado y yo tampoco podía seguir mucho más. Recordé los dildos y vibradores que había conseguido y se los metí a María mientras ella chupaba el pezón de mi madre y metiendo dos dedos le sobaba el chocho.

Luego María me echó en el suelo y empezó a balancearse frenéticamente: Ariba y abajo. Mientras sus tetas rebotaban con el vaivén. Luego metí el vibrador en movimientos circulares, se volvió loca de placer y cayó rendida.

Luego que terminamos María se quedó dormida. La tapé con una sábana. Mi madre estaba preocupada porque no sabía cómo podría mirarla en su oficina. Le confesé que era la loción que uso y al despertar no recordaría nada. La lavamos en una tina con una esponja –no se despertó-, la secamos y la vestimos.

Mi madre ya se había abierto. Aunque aún era sumisa. ¿habría alguna forma de cambiar eso?