Amor hereritario

Este relato lo publiqué en amor filial hace unos años, pero creo que queda bien en esta categoría.

La casa en la que vivo fue construida hace 80 años por mi tátara-abuela (hace cinco generaciones) con el deseo que no la vendiéramos en 90 años. Por esto todo lo remodelamos, cambiamos muchas cosas.  Aquí sólo vivimos mi mamá y yo. Al ser una casa antigua a veces se oyen pasos, se siente una presencia, los cuadros se mueven solos y otras cosas extrañas.

¡Ah! Déjenme presentarme, mi nombre es Arturo tengo 25 años y trabajo como contador para una empresa. Trato de mantenerme en forma al ir al trabajo en bicicleta, recorriendo tres kilómetros, ayudando en el almacén con las pesadas cajas que llegan. Mis hobbies son escuchar música, especialmente las diferentes variedades de rock y leer libros de diversos tipos, así como comic’s. Y como ya dije tengo un complejo edípico.

Mi madre se llama Rosa tiene 50 años, divorciada desde hace dos años de mi padre (quien fue su único enamorado), trabaja como sub-gerente en una empresa de venta de vehículos. Se ve mucho más joven de lo que aparenta, nadie le pone más de 35 años y es muy recatada y pudorosa. Sus hobbies son ver seriales de crímenes o psicológicos en la televisión, películas cursies y animaciones en 3D, pasear y conocer diversos lugares. Lo cual compartimos juntos y la pasamos bien. A veces pienso que si no fuera mi madre ya hace mucho hubiéramos sido pareja.

Una mañana que mandamos cambiar una de las tuberías, dentro del muro apareció una caja en la cual había una foto de una mujer. Yo conocía a esa mujer, había soñado con ella muchas veces, incluso algunos sueños húmedos. Se trataba de la abuela de mi abuela, quien mandó construir la casa. En el cuaderno con una caligrafía redonda y larga narraba la historia de cómo había mantenido una aventura con su padre. En otras palabras la atracción que siento por mi madre la llevaba en los genes. Llámese memoria genética, desviación psicológica hereditaria o cómo quiera, el hecho es que ya había sucedido.

Dentro del diario también había una hoja suelta dirigida a alguno de sus descendientes y explicaba que ella (mi tátara-abuela) su espíritu permanecería en esta casa esperando a algún descendiente con la sensibilidad suficiente de sentirla y hablar con ella, ya que necesitaba su ayuda y ella se comunicaría a través de los sueños. Al parecer ella habría tenido algunas facultades de médium.

Al dormirme soñé con ella y me dijo que se había metido en mis sueños y en los de mi madre donde el amor que sentimos el uno por otro es muy fuerte, pero debido a su pudor no había dado el primer paso. A veces rozábamos nuestras manos en el cine, o le hacía masajes en sus hombros y pies y ella en la noche se masturbaba pensando en los toques y caricias que no se atrevía a dar. Por lo que mi ancestro me dijo que diera el primer paso, pero antes había que desinhibir a mi madre con una pócima.

Me dijo que junto con anís, nuez moscada, pétalos de rosa y mi semen se lo diera de beber. Asimismo me eche un perfume preparado con la carne de una almeja, la saliva de algún animal en celo y uno de sus vellos púbicos. Esa fragancia aparte de la persona a quien des la pócima excitará a alguien que te ame en secreto y podrás hacer tu esclava a alguien que te odie. Si fue un simple sueño o no, no perdía nada con intentar.

Me hice una paja pensando en mi mamá y lo puse en un frasco, y pensé en hacer un ponche con los ingredientes antes dicho y esperé a que mi mamá lo tome.

Para la loción fui a la casa de una amiga que tiene gatitas, por suerte una de ellas aún no estaba esterilizada e iba a entrar en celo en los próximos días. Pero también conseguí la saliva de la perrita del trabajo, la cual estaba alunada.  Los vellos púbicos fueron lo más difícil. Por suerte mi madre se seca con una toalla aparte para sus partes privadas. Lo único que tendría que hacer era cogerla antes que la meta en la lavadora.

Apenas salió de la ducha me ofrecí a llevarle su ropa sucia, no sólo la toalla sino también sus pantaletas.

En dos días más la gata entró en celo. Junté la saliva de ambos animales para la loción e hice el ponche con los ingredientes. Se lo di de beber mientras veíamos televisión y esperé. Nada. Me ofrecí a darle a mi mamá un relajante masaje, lo cual no es fuera de lo común entre ambos. Pero me dijo que estaba muy cansada y sólo quería dormir.

Me sentí defraudado. Luego se me ocurrió ir a su cuarto, abrí la puerta despacio y lo que vi me dejó estupefacto. Mi madre había metido dos dedos en su coño y con la otra mano se había puesto la almohada en la boca para no hacer ruido. Me acerqué sigilosamente y vi su coño mojado. Me excité mucho y empecé a besar sus pies -era lo que tenía más a mi alcance- subí mi lengua a sus tobillos. Por su excitación no se había percatado de mi presencia o tal vez no le importaba o creía que era algún espectro. Seguí subiendo con mi boca y fue ahí donde se me vio. Trató de taparse sus partes y me dijo que me detuviese pero no lo hice. Seguí tocándola suavemente y besándola desenfrenadamente por todas partes. Con sus labios suplicaba que me detuviera pero su cuerpo decía lo contrario.

Le dije vengo a darte placer y le besé los senos, mientras que con mis manos le acariciaba su mojada vulva. Ya la había vuelto loca, ya casi era mía. Mis labios besaron los suyos y con mi lengua traté de darle un beso francés. Como ella era recatada no tenía experiencia. Por lo que me decidí a besar su cuello y continué bajando por sus hombros, senos, estómago pelvis, su peluda concha , sus piernas, lamié sus labios vaginales y al llegar a su vulva ya estaba a punto de explotar, caliente, salada y dulce a la vez. “Sí, hijo, así.” “Arturito dame más, por favor”. Mientras tanto con mis manos me quitaba el pantalón dejando mi polla afuera. Sin dejar de besarla subí hasta su cuello mientras con mis manos le sobaba la concha y le abría las piernas.

Al ver mi polla gritó. ¡No! ¡Eso no podemos hacerlo! Sobé sus piernas y vagina y luego la clavé lentamente. Sus súplicas decían que no, pero su cuerpo reaccionaba contrariamente. Sabía que estaba mal, pero no le importaba. En ese momento sólo era una hembra ávida de placer.

Me di cuenta que a mi madre le faltaba experiencia. La volteé y le hice la pose del misionero y le besé la nuca. Mientras ella se deleitaba con cada embestida, cada penetración.

La puse de perfil y con mi mano cogí la suya y la dirigí a su vagina de arriba hacia abajo y luego dirigí su mano a su boca. Lamió cada uno de sus dedos. Sin embargo, todo lo bueno tiene que terminar y yo ya me estaba viniendo. Saqué la polla y la froté en su estómago, el semen salió disparado hacia su vientre y senos. Ella tomó algunas gotas con su mano preguntándose qué hacer. Dirigí dos dedos con semen y los posé en sus labios y le hice la señal de que lamiera.

Ella estaba en shock. Se había corrido dos veces con su hijo. Se puso a llorar. Le dije: “¡shuu! Todo está bien. Los dos lo deseábamos. ¿Quieres otro ?” La respuesta fue una sonrisa lujuriosa.

- Esta vez cambiamos –le dije.

La senté en mi vientre y la cogí de las nalgas mientras la empezaba a balancear de arriba hacia abajo. Ella bufaba y gemía clavándome sus uñas de la excitación. Al parecer el olor de la gata en celo la había vuelto loca. Mientras tanto traté de fundirla en un extenso beso.

El cuarto empezó a destellar luces de diversos colores y vi a mi tátara-abuela y a su padre amarrados en la misma posición. Mi madre también se percató pero no podía parar.

Nos venimos muchas veces durante toda la noche. Por suerte al día siguiente era domingo y podíamos seguir.

Mi madre me pidió que le enseñe. Es una buena alumna y aprende rápido. Hemos conseguido algunos videos porno, los cuales nos sirven como recetario. Por lo pronto está aprendiendo a lamer una polla, aunque le da asco, pero eso lo solucionamos con algo de leche condensada. Por lo pronto ya aprendió a decir: “Please! Fuck me! “

Me dijo: Siempre seremos madre e hijo de la puerta para afuera. Pero en esta casa o en la intimidad siempre seremos amantes.

Durante cinco generaciones tal vez nos encontremos y seremos amantes nuevamente. O tal vez reencarnemos en familias separadas y podremos ser libres de expresar nuestro amor.

II

Luego que se fue desvaneciendo el efecto de la poción, el pudor de mi mamá empezó a aflorar. Aunque seguíamos haciéndolo el coito sólo se limitaba a la habitación y cuando ella se venía antes que yo se sentía con culpa. Estando empiernados, cansados y sudorosos después de un sexo frenético ella me preguntó dónde había sido mi primera vez.

Y le conté que en la academia tuve una enamorada que me inició en el placer sexual. Yo era su tercera pareja y ella practicaba el coito desde los 14 años –para ese entonces llevaba tres años practicándolo— y se había convertido en una experta. Si querría estar a su altura necesitaba practicar mucho. El sexo es ganas, físico y mucha imaginación.

Yo le pregunté a mi mamá cómo había sido su primera vez, a lo cual respondió que había sido en la luna de miel con mi padre. Para ella fue una experiencia traumática porque estaba nerviosa y él salvajemente la penetró rompiéndole el himen se corrió sin que ella lo hiciera. Por eso es que para ella el sexo se era puro trámite en su matrimonio. A eso se debe su pudor y su falta de iniciativa. Su carácter en la cama es pasivo, pero en los asuntos de la casa o en su trabajo es quien da las órdenes.

Me propuse cambiar su carácter, pero cómo. Pensando me quedé dormido y fue cuando se apareció el espíritu de mi tatarabuela, quien me recordó que el efecto de la loción que me apliqué sólo dura tres días y que si había alguien quien me amase en secreto se pondría caliente y podría llegar con esa persona hasta donde ella quisiera. Pero si existía alguien que me odiase, cualquier orden que le diera la aplicaría sin chistar. En cualquier caso para esas dos personas el efecto sólo duraría unas cuantas horas y luego no recordarían lo que pasó.

Asimismo me dijo que tendría que convencer a mi madre, hacer que explote la lujuria que tiene dentro. Si lograba que ella me pidiera y hasta suplicara que sería mi puta de esa manera sería mía para siempre y dejaría atrás sus inhibiciones sexuales.

Al despertar me pregunté cómo lo haría. Mientras mis manos y lengua exploraban cada rincón del cuerpo de mi madre. Ella se dejaba hacer todo lo que quisiera. Y aunque saqué de su boca muchos dulces gemidos y que me pidiera más, producto de los múltiples orgasmos. No logré que admitiera que era una puta.

Por la tarde fui a un sex shop a comprar dildos, vibradores y otros juguetes sexuales. Especialmente un calzón vibrador que se activa mediante un control remoto y se puede regular la potencia. Al regresar a casa tenía visita. No recordaba que ese día vendría mi comadre.

Hace menos de dos años mi mamá y yo aceptamos ser los padrinos de la hija de la señora que hace la limpieza en el trabajo de mi mamá. Su marido había fallecido y la había dejado con tres hijos pequeños y la última apenas tenía tres años. Por lo que yo me comprometí a ayudar con los estudios de la pequeña y la señora María siempre venía.

María es una mujer de 35 años, trigueña, un poco subida de carnes, pero con un culo redondo y tetas grandes y de carácter muy alegre con cabello lacio cortado hasta la altura del cuello llevándolo casi siempre en un moño. En contraste con mi madre quien es delgada, estatura pequeña, culo apetecible y tetas de tamaño regular, carácter fuerte, alegre y con su cabello lacio largo hasta la altura de la cintura, el cual lleva suelto.

Al saludarme María dio un suspiro, se pasó la lengua por los labios y cuando me acerqué para abrazarla su respiración se aceleró y me apretó las nalgas. Luego me dio un beso en la boca. Todo en presencia de mi madre que se moría de celos.

Decidí usar eso a mi favor. Besé a María en la boca y luego fui bajando hasta su cuello mientras mis manos acariciaban su espalda. Mientras acariciaba a la señora dije que no me detendría hasta que admitas –dirigiéndome a mi madre- que me deseas. María creyó que me dirigía a ella y dijo: “ Joven, yo lo quiero, pero no aquí. Su madre nos observa”. Succioné su pezón sin quitarle el polo mientras mi mano bajaba por su pantalón y abría el cierre. Ella me detuvo con su mano, pero continué en mi empresa, sentí que sus bragas estaban empapadas y mi mano le tocó el chocho y jugué con su vulva. Ya no opuso resistencia. Le quité el pantalón y le comí la chucha. “¡Cómame, joven, ¡soy suya! ¡Cómase a su comadre! No se detenga!”

Mi madre miraba la escena con una mezcla de horror y envidia. Me pidió que me detuviera. Saqué mi boca de la vagina de María mientras ponía dos dedos en ella y los metía y sacaba haciéndola retorcerse de placer en el sillón. Y le dije: “¡Admite que lo quieres! ¡Lo deseas! ¡No te reprimas! ¡Que eres una puta hambrienta de placer!”

Con lágrimas en los ojos, mi madre lo admitió: ¡Sí, lo deseo! ¡Soy una puta en celo!, ¡soy tu puta en celo! ¡Por favor dámelo a mí!” Y se acercó a besarme y acariciarme la espalda.

María no podía creer lo que había oído, pero seguí metiéndole los dedos y cayó en éxtasis.

Le dije a mi madre que daría placer si me ayudaba con María. Ella le quitó el polo, a lo que María sólo levantó las manos para facilitar el trabajo, y luego el sostén. Unas tetas enormes salieron y mi madre empezó a chuparlas. En ese momento ella se mojó más.

Mientras chupaba las tetas mi madre se fue bajando el pantalón y las bragas y con mi mano libre le pase los dedos. También estaba mojada. Puse a mi madre en posición de pollito tomando agua y ella siguió chupando el pezón mientras yo olía y lamía su precioso culo. Ella fue bajando las caricias y besos al prominente estómago de María y llegó a su clítoris el cual chupó.

Me saqué la polla y se la clavé. Mi mamá no podía gemir, se ahogaba en ese mar de jugos salados embriagada por el olor a mar y mariscos.

Luego de varias embestidas anuncié que me iba a correr y María dijo: “Joven, yo se la chupo. Deme su lechita. Me gusta la leche”. Y me dio una mamada espectacular.

Mi madre estaba agotada por todo lo que habíamos tirado y yo tampoco podía seguir mucho más. Recordé los dildos y vibradores que había conseguido y se los metí a María mientras ella chupaba el pezón de mi madre y metiendo dos dedos le sobaba el chocho.

María me echó en el suelo y empezó a balancearse frenéticamente: Ariba y abajo. Mientras sus tetas rebotaban con el vaivén. Luego metí el vibrador en movimientos circulares, se volvió loca de placer y cayó rendida.

Luego que terminamos María se quedó dormida. La tapé con una sábana. Mi madre estaba preocupada porque no sabía cómo podría mirarla en su oficina. Le confesé que era la loción que uso y al despertar no recordaría nada. La lavamos en una tina con una esponja –no se despertó-, la secamos y la vestimos.

Mi madre ya se había abierto. Aunque aún era sumisa. ¿habría alguna forma de cambiar eso?

III

Después del trío que hicimos con María, mi mamá se mostró más dispuesta. Aunque aún no tomaba el control de la situación se mostraba más asertiva. Ya no sólo abría las piernas, sino que usaba sus caderas y nalgas para facilitar la penetración, se montaba encima y a veces quería que la llamase puta, ya no decía pene sino pincho, pinga, pichula, polla y demás nombres vulgares. Igualmente decía chucha, chocho, raja y concha a la vagina.

Siempre había sido un volcán de placer esperando estallar y yo fui quien desperté sus deseos. Podíamos hacer el amor en cualquier parte de la casa: mientras lavábamos los platos, veíamos televisión, durante la cena (mientras ella comía yo le hacía un conilingüis, y mientras yo comía ella me hacía una felación), en el cine nos podíamos besar desenfrenadamente e íbamos a hoteles fingiendo que éramos desconocidos o algún otro juego sexual.

Yo quería que deje su sumisión, que ella dé la iniciativa. Pensé quien me podía odiar y luego recordé que tengo una media hermana que siempre me odió porque mi papá vivía con nosotros y no con ella. Aunque decía que ya no me odiaba iba a verificar eso. La cité a comer, me había aplicado la loción antes e hice que mi mamá se la aplicara. Si no me odia a mí, tal vez a mi mamá sí.

La cité en un fast-food. Mi hermana se llama Marta, tiene unas piernas largas, pechos y culo firmes, cabello negro y ondulado y ojos color caramelo. Al verme me saludo, no hizo efecto la loción. Luego llamé a mi mamá al móvil, era la señal para que entre. Al entrar vi el rostro de desagrado de ambas, aunque nunca se habían visto personalmente se odiaban. Al acercarse mi madre Marta bajó su cabeza y le dijo “estoy a su servicio, ama”.

Salimos, la subimos al auto y la llevamos a casa. Quisimos probar qué tan lejos podía llegar: Primero le dijimos que se mudara de ropa en nuestra presencia. Aún conservaba algo de lucidez pero no podía ignorar la orden. Contra su voluntad se quitó todo dejando ver sus tetas morochas.

El que tuviese conciencia excitaba más a mi madre y mientras más era la furia de Marta más control adquiría mi madre. Le ordenó que se coloque las bragas vibradoras y que se vistiera con su ropa normal. Luego le ordenó que lavara los trastos. Al hacerlo mi madre oprimió el botón del control remoto en el máximo nivel.

Marta se sacudió más por la sorpresa, su rostro se desencajó, cayó de rodillas. Y mi madre le dijo “¿ por qué te detienes esclava? Te he dicho que laves los platos” Marta quiso levantarse pero sus piernas temblaban, pidió piedad. Sin embargo, mi madre no se la dio. La comenzó a nalguear con una espátula de freír carne, le puso kétchup y mostaza a sus pezones y le ordenó que los lamiera. Marta se empezó a asustar y a excitar. Empezó a mojar las pantaletas.

Mi madre le dijo “Eres una puta y quieres correrte. Pero no te será tan fácil.” Cuando los gemidos de Marta se iban haciendo cada vez mayores y su respiración más agitada bajaba la intensidad del aparato. Marta pedía piedad, quería llegar acabar. Y le ordenó que chupe mi polla.

Ella se arrodilló y lo hizo. Más líquido salía de ella. Luego le ordenó que chupe su vagina. Mi mamá se sentó en el sillón, se abrió de piernas mientras Marta se empapaba su boca con sus jugos. Eso también excitaba a Marta y parecía que iba a correrse, pero la intensidad del aparato iba disminuyendo. Luego me dijo que la empale con mi pene en su ano tan fuerte como podía.

Le quité las bragas y la clavé en una. Marta abrió los completamente los ojos y grito. Lo hice demasiado fuerte, casi le provoco un desgarro. Mi madre agarró uno de los vibradores y se lo metió en su chocho. Con movimientos circulares rápidos. Marta lloraba y suplicaba, no tenía tregua. Asimismo mi madre mordía sus pezones. Hasta que se aburrió y le dio la orden “esclava, ya puedes correrte”. Marta besó sus pies y mientras gemía de placer dijo “gracias ama. Soy una puta fiel y haré lo que desee”.

El odio de Marta la había hecho completamente sumisa.

IV

En el trabajo de mi mamá María se había vuelto algo esquiva con ella. El motivo es que tenía sueños recurrentes y eróticos en los que los tres hacíamos el amor. Ella no podía recordar de manera consciente nuestra aventura, pero a nivel subconsciente lo recreaba ya que le había gustado.

Me enteré de eso por una visión que me dio mi tatarabuela y en esa me dijo que tenía que lograr que en su lucidez María aceptara su estado salvaje y se abriera al placer que le ofreciéramos.

Lo hablé con mi mamá y quedamos que de buenas a primeras no aceptaría hacer un trío con nosotros. Por lo que quedaba en mí adentrarla en la lujuria.

La cité en café para discutir la lista de útiles escolares de mi ahijada. Se presentó al local con un polo blanco con tiras, el cual dejaba sus hombros desnudos y el nacimiento de sus senos, un pantalón “chavito” color amarillo dejando ver sus tobillos desnudos, además que por su gran trasero se notaba su ropa interior. Estaba un poco abochornada, pero luego de unas bromas se soltó y entramos nuevamente en confianza. No podía drogarla ni emborracharla, tenía que estar lúcida. Salimos del local y me puse detrás de ella la cogí de los hombros, su piel era suave y tibia, se puso un poco rígida pero se dejó conducir hasta el coche para llevarla de compras. Al terminar la llevé a mi casa. Mi mamá estaría en el piso superior. Habíamos camuflado una videocámara en la sala y otra en el cuarto, las cuales transmitirían en directo lo que ocurría en casa.

Entramos a la casa, la cogí nuevamente de los hombros y deslicé mi cabeza en su cuello, rocé mi nariz en su oreja. No opuso resistencia, así que seguí avanzando. Le di un beso en la mejilla y luego ataqué su boca, estaba en shock por lo que su lengua se quedó inmóvil, luego bajé por su cuello, el cual jugueteé con mi lengua. Quiso recobrar el pudor, pero seguí arremetiendo en su boca hasta que se dejó llevar, cobrando su lengua vida.

Me apartó y me dijo:

- Arturo, - me trató de tú- soy mayor que tú y esto no puede ser.

-Te deseo y sé que me deseas. ¿O no?

Se quedó callada así que arremetí juntado mi boca con la suya, mientras nos abrazábamos.

Le levanté el polo dejando ver su gran estómago recorriéndolo con mi dedo y jugando con su ombligo. Me puse de rodillas en el suelo, bajé mi boca y besé su ombligo mientras mis manos recorrían sus pantorrillas y piernas. María se dejó llevar, creía vivir otro sueño húmedo. Busqué abrirle el cierre del pantalón, ella se levantó apenas para facilitarme el trabajo de bajárselos y empecé a lamer y besar sus bragas, luego puse mis manos en dentro y acaricié su peluda concha sintiendo esa deliciosa humedad. Mi boca subió por su cuerpo y mis manos buscaron liberar de la prisión esas grandes y primorosas tetas mientras mi boca jugaba con su cuello. El hecho de saber que mi madre se estaba masturbando viendo como su hijo se comía a su comadre lo hacía más excitante.

María se apresuró en bajarme el pantalón, se quitó las bragas las cuales se deslizaron hasta caer en el suelo. Se apresuró en quitarme el calzoncillo me apretó las nalgas y empujó su cuerpo hacia el mío. Todo esto sin dejar de besarnos en los labios. Arremetí y cada sacudida era una gloria. Ella dejaba escapar dulces gemidos. Y luego me vine una vez.

La volteé con la cara hacia el mueble y las piernas en el suelo y se la clavé nuevamente. Su culo redondo se movía y en forma circular con cada arremetida. Luego nos quitamos todo y la cogí de los hombros para dirigirla a la habitación, mientras mi cuerpo apretaba al suyo. Se tiró en la cama se abrió de piernas y de un salto nuevamente se la clavé y un grito explotó de su boca. María es de las mujeres que tienen orgasmos múltiples así que un conilingüis ayudaría mucho a que se sintiera en la gloria.

Me vine dos veces más, la última vez en la gloria de sus tetas y lamiéndome la pija.

Cansados, sudorosos y desnudos nos dormimos abrazados y de costado. Su cabello caía de lado sobre su hombro y su rostro tenía una paz y felicidad. Al despertar se daría cuenta que no era un sueño.

V

Cuando me llevé a María al cuarto mi madre aprovechó para llevarse la ropa interior de María le echó una pócima la cual combina mis fluidos y los de ella y luego se las puso con las palabras el placer que yo sienta tú lo sentirás. Vertió el resto de la poción en el interior de la ropa de María y se puso su sostén y bragas y luego se masturbó viendo como tenía coito con ella mojando las pantaletas e impregnándolas con su olor.

Al despertar María se dio cuenta que estaba desnuda, sentía algo de remordimiento por haberse dejado llevar por sus instintos pero estaba feliz. Se colocó una sábana y fue a recoger su ropa. Cuando se la puso mi madre puso una mano en su concha y la acarició, en ese momento vio por la pantalla del televisor que María buscaba si había algo dentro de sus pantaletas.

Luego se dirigió al cuarto para despertarme y empecé a lamer el coño que me trajo al mundo. María se retorcía de placer sin entender lo que pasaba. La intensidad más la fusión de los fluidos de los tres ya se había adentrado en su cuerpo y ya no importaba si ya no usaba la ropa embrujada, igual sentiría cada toque de placer de mi madre y mi mamá sentiría cada toque de placer que yo le diera a María.

Se dirigió a la habitación y vio como lamía el chocho de mi madre, sacando dulces gemidos de la boca de ambas. Mi mamá al darse cuenta de la presencia de María me ordenó que parase y le dijo: Si quieres sentir placer tendrás que dármelo y procedió a tocarse los pezones en forma de círculos, mientras los pezones de María se ponían duros como piedra y María atónita sin comprender cómo.

Se acercó y empezó a lamer las piernas de mi madre comprobando que sentía lo mismo. Me acerqué por detrás y acaricié las piernas de María, mientras que mi madre sentía esa caricia. La conexión estaba completa. Así que María se puso a lamer los senos de mi madre mientras yo acariciaba el chocho de María haciendo que ambas se deleitaran en gemidos y lanzándolas dentro del éxtasis.

Luego hice mía a mi madre, clavándola de manera intensa mientras María caía de rodillas roída por el placer y besó mi espalda mientras acariciaba las piernas de ambos.

El orgasmo fue algo intenso para los tres. Sacamos los juguetes eróticos que habíamos comprado y empezamos una nueva ronda de juegos con ellos. Fue el paraíso.