Amor frente al Ocaso IX: Diabolica tentación

La mejor forma de librarse de la tentación, es cayendo en ella. ¿Y si no puedes salir nunca más?

Amor frente al Ocaso IX: Diabolica tentación

Dios, esta vez si que tardé. Si les soy sincero, ha sido por varios factores; como las clases, o la holgazaneria. Jaja, pero aqui está la Novena parte, para quienes siguen siendo seguidores, o lectores de esta historia de amor. Espero no haberlos decepcionado, tanto. Hay a quienes no les gustan los relatos largos, por eso os pregunto si lo prefieren asi, o más corto.

Le envió un saludazo a Delicius, que es uno de mis grandes autores favoritos, y un genio. Jajaja, además me he enterado que se ha ido a vivir a Argentina, que lástima, aunque estoy seguro que hallá lo pasará mejor. El sabe porque jajaja. Un abrazo, y te cuidas.

Sin más, los dejo aqui con la novena parte, a quienes aún siguen al tanto.

Chris

  • “Te veo en la playa en media hora” – Leí en un nuevo mensaje de texto recibido recientemente en mi celular, Nicolás quería verme.

La adrenalina corría por mis venas a una velocidad superior a la de un caballo en el hipódromo. No me preocuparía, a no ser que no estoy seguro; si era adrenalina, o un mal presagio que para mí, podría resultar apocalíptico. Si bien mis últimas horas vividas junto a la persona que desde mi infancia había querido, deseado y amado… habían sido sinceramente las mejores en mi vida, no podía evitar sentir aquel  cosquilleo incómodo en mi vientre.

Me sentía descubierto, aquella impresión autoimplantada de que todo el mundo es consiente de lo que ocurrió entre Alex y yo.  ¡Ya se!, es como cuando miras porno, y alguien te interrumpe pero no estas seguro de si se dio cuenta, o no… No se si les ha ocurrido, pero es una sensación similar, de incertidumbre. Muchas cosas andaban mal, claro que no digo que tenga un “presentimiento masculino” (Como las chicas), porque sería mentirles, solo me sentía descubierto ante el mundo sin saber si es cierto, o no.

-          ¿Y donde piensas ir?... – Mi madre me contemplaba desde mis espaldas, cuando intenté cruzar la puerta de entrada para poder salir al exterior. Su cabello castaño reposando sobre sus hombros, con la mera intensión de intensificar el poder que aquel par de ojos verdes reprochadores tenía sobre mí. Me helé con un leve escalofrió al solo verla directamente a los ojos.  Un remolino de emociones revoloteaba en mi corazón,  mi respiración se agito como la de un toro enfadado, solo por unas cuatro simples palabras que fueron relacionadas inconscientemente con mi dolor de vientre. -… ¿Y bien?, ¿A dónde vas?.. –

-          V...vo...voy… donde Nicolás...-  Mi voz tartamudeo, acompañada de manos tiritonas, aún así hice lo posible por ocultarlo. Mi madre, es una persona que podría descubrir cualquier situación si se le da la oportunidad, pero yo no lo permitiría.

-          ¿De nuevo piensas pasarte todo el día fuera de casa?

-          No, solo voy un momento a hablar con el. Además… a Tomás no le veo por aquí desde hace mucho… - Cada vez  que se me daba la oportunidad de poder humillarla con su propia preferencia, lo hacía.

-          El ya es grande, como para cuidarse solo… Ya sabes, si llegas muy tarde al menos avisa. – Logró zafarse de mi intento por comenzar una nueva pelea, pero dicho esto último giró sobre sus talones y se adentró en la casa.

La tensión se disipó como la niebla, y… joder, sinceramente ya no soportaba esta sensación, la cual tenía que desaparecer ¡pero ya!, mis pensamientos tomaron por solución el ver a mis amigos de infancia con el único fin de apaciguar mi mal presentimiento.

Salí de aquella casa a toda hostia, de tal forma que no tuve tiempo de cambiarme de ropa. Aún estaba como fui a la playa la tarde anterior; Con el torso desnudo, mi traje de baño y mi cabello castaño claro revoloteado sobre mi frente. El Clima me acompañaba, el calor sofocante de uno de los veranos más calurosos,  y la suave pero húmeda brisa rociando mi rostro, todo armonicamente mezclado intentando atraer la calma hacia mi.

Caminé unas cuantas calles a paso firme, doblando unas cuadras y adentrándome entre los demás turistas en bañadores.

Llegué a la calle frente a la costa, por donde pasaban autos a toda velocidad. Mis padres y profesores, desde pequeño me enseñaron a cruzar las calles con mucho cuidado, sobretodo luego de la muerte de mi único gato de la infancia, “ El señor Tinkerlton ”,  falleció a mis seis años, lastimosamente tuvo por verdugo a una Chevrolet.

Volteé la cabeza para ambos lados, al igual que el resto de personas a mi lado con la misma intención que yo, cruzar hacia la playa. El semáforo indicó rojo luego de sesenta segundos de espera, aquella señal , la cual permitió que cruzara.

-Joder cuanta gente… - Observe a la multitud de personas recostadas en sus toallas, la gran cantidad de sombrillas unas al lado de la otra, y a quienes estaban bañándose en el agua. Parecían hormigas, es que… en esta época está ¡lleno!

La arena bajo mis sandalias era calidad, y por suerte ando con estas, que si no me quemo la planta de los pies.  Caminé hasta la Orilla del mar, con un poco de dificultad al esquivar los muchos obstáculos presentados en un día de verano como este.

Donde estaría Nicolás, esa era la cuestión, solo me escribió un “Te veo en la playa en media hora”, y ya era la hora. Las suaves olas ya reventadas, chocaban contra mis tobillos. No se imaginan la satisfacción de sentir la fría temperatura del agua acariciar mis tostados pies. Fue casi un orgasmo, jaja.  El sonido de una música brasileña de moda penetró mis oídos, parecía un verdadero carnaval…

-          ¡Christian! – Gritaron, desde mí de derecha.  Había demasiada gente, pero no fue difícil identificarlo, Nicolás andaba sin remera, luciendo sus pectorales con un volumen normal pero si atractivo, sus abdominales levemente marcados y aquella piel morena bronceada por el mismo sol. - ¿Sabes que recorrí toda la orilla de la playa? – Dijo, una vez que dejo de levantar la mano para llamar la atención, y ya estaba al lado mío con los  pies en el agua de la orilla.

-          ¿Qué? – Recorrió…toda la orilla, inclusive el lugar donde estuve junto a Alex anoche y esta mañaa, y curiosamente el venía desde aquel lado de la playa…

-          Que si, que hace una hora estoy recorriendo la playa de extremo a extremo - Eso me tranquilizó

-          Pero, me hubieras dicho el lugar, imbécil – Cerré mis manos en un puño, y levemente le golpee el hombro en plan coña.

-          ¡Hijo de puta! – Me agarra de los hombros para votarnos a ambos bajo el agua.

Como le extrañaba… era y es un gran amigo, pese a la distancia nunca perdimos el contacto mediante el todo tipo de opciones para comunicarse.

Al caer pude percibir miles de burbujas reventar en mi rostro, al igual que en el resto de mi cuerpo, Las olas seguían pasando sobre nosotros, empujándonos levemente a la orilla, pero una vez que las burbujas desaparecieron vi su rostro sonriendo al notar  como las olas pasaban sobre nosotros. Era sencillamente genial, pero ya me estaba quedando sin respiración, claro, no me quería ahogar otra vez.  Así que con una seña de un solo dedo indicando hacia arriba, salí a superficie a respirar aire. Nicolás hizo lo mismo  segundos después.

-          Aún te sigo ganando, jaja- Se burló por mi poca capacidad de duración en el agua, mientras caminábamos a la orilla para tendernos en la arena.

-          Pero es que tú te la pasas en el agua, eso es trampa…

-          Vale, vale no llores, ven, sentémonos.

Ya salidos del agua para tendernos en la cálida arena, pintados con unas copiosas gotas sobre nuestros torsos desnudos y bastante fribrados , observé de reojo; como sacaba unas gafas de sol, de un bolsillo en su traje de baño. Quitándome mi desidia obsequiada por la relajación debido al sonido del mar, sumado a los leves rayos de sol bronceando mi cuerpo, me incorporé sentándome en la arena.

-Oye, ¿Para que es eso? – Nicolás se incorpora, de manera imitante a mí; sentado en la arena. Sonríe con algo que puedo percibir como picardía, admito que era algo normal que use gafas de sol en la playa, pero esa sonrisa me dejó intrigado, además volteo la cabeza  hacia su izquierda.

  • Pues son gafas de sol, ¿No? – Responde el  tomándolo con una fingida naturalidad, pero que tras ella se escondía una de sus ideas. Y es que siempre había sido él, el de las ideas, desde pequeños quien inventaba los juegos en el bosque (cuando no lo hacían los tres más grandes), era el, y a pesar de ser un tío algo serio, retraído, sabelotodo, y enojón, era un buen compañero de bromas… por no decir el mejor.

  • No, si ya me di cuenta – Puse los ojos en blanco por un breve segundo para volver a buscar su mirada oculta tras esas MUY oscuras gafas de sol, pero el no me prestaba atención respecto al contacto visual, si no que, miraba hacia todos lados, de vez en cuando se quedaba mirando un sitio determinado.

  • Jajaja… - Rio por lo bajo tras escuchar mi sarcástica afirmación. - ¿De verdad quieres saber, porque uso gafas de sol desde ahora?- Me respondió.

  • ¡Pues claro!, que ya sabes que desde pequeños, no hay secretos entre nosotros – Solté de golpe, ¿De verdad no había secreto entre nosotros?... mi pequeña sonrisa se arqueó hacia abajo por el efecto de la culpa, debido a que yo no estaba siendo sincero con Nicolás

  • Claro que no hay secretos, si de echo… hasta te conté mi homosexualidad… - Me pareció que el hablaba más para el mismo que para mi. Aún así, el olvidado cosquilleo de mal presentimiento en mi vientre retornó. No se  si estoy seguro de contarle sobre que Tomás abuso de mi, mientras estaba borracho, hasta quizás drogado, aunque yo lo disfrute un poco y estando consiente… me sentía mal, como pude gozar con mi propio hermano. Y es que, por mi no tengo problemas con que los hermanos follen, pero joder… que era la persona que más me jode en esta vida y encima me desvirgó… Pero en el fondo, se que podría aconsejarme, tome coraje hasta de donde no tenía y le espeté.

  • Bueno si, en eso tienes razón Nico. Tuviste la suficiente confianza en mi para contarme eso, y temo que yo no te he sido sincero del todo…- Dejó de mirar hacia otros lados para prestarme atención. Nicolás tenía la boca un poco entreabierta, como sorprendido, pero por el efecto neutro de sus gafas sobre su mirada, no pude saber con que mirada me observaba. Baje la cabeza a la par que tocaba la arena entre mis dedos, y… me di cuenta entonces, de que por mucho que parezca que las cosas no van bien, que se desgarran como la arena entre mis dedos, siempre… volverán a unirse. Como yo y Alex…

  • ¿Cómo es eso?¿Hay algo que ocultas…Chris?- Preguntó sin quitar su tapada vista por aquellas gafas de sol. Suspiré seguido de una sonrisa, les contaría… se lo merecía y sabia que yo podía confiar en el. Las pocas gotas restantes resbalaban por su moreno cuerpo, admito que el cabrón era sexy, jaja. -..¿Que sonries?..-  Dijo después de observar mi sonrisa.

  • Que estas bien bueno papito, jajaja.

  • Lo se, pero ya enserio… ¿Me dirás lo que me ocultabas?

  • Solo si me dices para que son tus gafas, Nico. – Sonrió ante mi propuesta, estaba claro que no usaba aquellas gafas por la molestia de los rayos del sol, además pronto sería…el Ocaso.

  • Jajajaja, vale… ¿Recuerdas a Diego?- Diego era un antiguo compañero de clases, seguramente seguiría asistiendo al mismo colegio.

  • Si, claro

  • Bueno pues, el me enseño este magnifico truco, jaja- Rió enseñando una hermosa sonrisa, pero aún así no entendía de que truco hablaba.

  • Ya… ¿pero me puedes decir en que consta?

  • Es fácil, te pones las gafas, y puedes observar los tíos que quieras- El tono de voz en el que lo dijo, sonó de tal forma que pareciese como si fuera lo más común.

  • Jajajaja... ¿Enserio?, ¡Joder como no se me ocurrió nunca! – Jajaja, y es que era cierto, nunca se me cruzó por la cabeza aquella idea. Toda mi vida he tenido que aguantar mis miradas hasta sudar para no voltear a ver a un tío bueno en la playa.

  • Ya ves, es un genio. Le debo mi vida, jajaja- Respondió el  aún observando hacia todos lados disimuladamente.

  • ¿Puedes prestármelas?, yo también quiero ver… -  Me abalancé sobre en un intento por quitarle aquellas gafas, comenzando una floja batalla en plan broma.

Yo estando sobre Nicolás, con nuestros fibrados torsos rozándose en un vano intento de mi parte por lograr quitarle sus gafas, mi amigo se levanta quitándome de encima.

-          Vale, vale…  te los presto solo si me cuentas… ya sabes… eso que me ibas a decir

-          Bueno, pero lo prometes ¿No? – Hice una mueca de inseguridad levantando una ceja.

-          Claro, ahora dime… - Volvió a tomar la posición en la cual estaba antes.

Sabía que en algún momento tendría que contarle a alguien sobre lo que ocurrió aquella noche con mi hermano, pero de todas formas tampoco es para tanto; no creo que seamos los primeros en hacer un incesto… gay. Tomé aire para intentar relajarme… alcé la vista a sus gafas, cuales bloqueaban sus ojos verdes.

-          Bueno, en verdad son dos cosas que decirte… Una mejor que la otra – Propuse un poco cabizbajo por la situación.

A nuestro lado, en el mar aun quedaban unas pocas personas; más que nada unos cuantos niños. Hubo un silencio un tanto incómodo decorado con el sol empezando a tocar el mar, tal como ayer…

-          Pero preferiría decirte la buena noticia primero –  Dije a la vez que levantaba mi rostro, para mi sorpresa el se había quitado sus gafas, enseñando sus verdes ojos… Y fue cuando comprendí, que el… Fue, es, y será, aquel chico tímido de las heridas que tenía cuando aprendió a usar su bicicleta, pero sobretodo… esa persona en quien puedo confiar.

-          ¿Y bien?, ¿Acaso eso tiene que ver con la razón de porque faltaste anoche? Porque aún no me has explicado eso, ¿Eh?

-          Si, en parte… Verás… Dormí con Alex.

Por un momento temí por su vida, creí que le daría un infarto. Alzó sus cejas a su máxima capacidad, y abrió los ojos de una manera sorprendente.

-          ¿Pero tuvieron sexo? – Preguntó sin recuperarse de su sorpresa.

-          No, como crees…  Luego de que ustedes se fueron, fuimos hacia a las rocas de allá

Apunté el extremo derecho de la playa, donde era posible divisar unas rocas enormes formando un grupo, dando fin a la playa.

-          … Nos abrazamos, pero al sentir su calor; me quedé dormido, y el también.

-          Joder, esto si que es fuerte… Pero, es imposible… El no es gay, y además no tuvieron sexo, así que no creo que para el halla significado algo más Chris.

-          Sexo no, pero si besos. ¡Y no veas que besos! – Reí

-          Jajaja, oye esto es demasiado fuerte. El sería la última persona en el mundo en quien yo podría pensar que es gay

-          Vale, pero no se lo digas a nadie, por favor… -Supliqué

-           Claro, es un secreto – Dijo acompañado de un movimiento con su mano

-          Gracias, eres el mejor

Me abalancé sobre el comenzando nuevamente un forcejeo leve, era divertido jugar con el. No tienen idea de cuanto le extrañe…

-          Bueno… yo tengo algo que decirte también. – Cortó Nicolás, quitándome de encima de él.  ¿Qué debía decirme?, me intrigué un poco, pues Nico cambió su rostro a uno que denotaba seriedad y un poco de vergüenza.

-          Pero aún no termino… tengo otra cosa que contarte – Me quejé, refiriéndome a lo de Tomás, Pero el se levantó para luego tenderme la mano.

-          Enserio Chris, creo que lo mío urge más. Te pasaré a dejar a tu casa, que ya oscurecerá y aún estamos en trajes de baño, y mojados para peor... –

El Cielo ya pasaba de un tono Anaranjado a Morado, muy pronto anochecería. Tomamos rumbo a casa de mi prima. Pero la incertidumbre rondaba por mi cabeza…¿ Que tenía que decirme? Aún así Nicolás no hablaba, creo que estaba pensando en lo que me diría, o al menos eso parecía por su mirada perdida.

-          Nico… habla… has estado callado todo el camino – Dije al estar ya en la calle que dividía la costa de la ciudad. JODER, no podía soportar más la incertidumbre, pero por fortuna (o desfortuna), levantó la vista para mirarme.

-          ¿Me prometes que no te enfadas? – Nicolás parecía un Cachorrito intimidado, sentía el desosiego arder mi corazón. Que el tuviera algo que decirme estaba bien, pero ahora tenía que ver conmigo, y nada que “Pueda enfadarme” es bueno.

-          No lo se… dime – Mi voz sonó cortante y helada pero sin sonar enfadada.

-          ¿Has hablado con Sofía hoy?

-          No… ¿Por qué?  - Respondí

-          Entonces no te contó que, ayer llegue un poco tarde…

-          Pues no… ¿Acaso tiene que ver con que la dejaste plantada? Porque eso no me preocupa eh? – No entendía por donde iba el “Auto”.

-           Te equivocas, tiene que ver con la razón de mi atraso.

-          Te escucho…

-          Ayer… me folló Tomás…

Mi rostro seguramente exhibió mi sorpresa, no… no podía ser. Si mi hermano era heterosexual… Me oponía rotundamente a la idea de que Tomás se haya follado a Nicolás, no entiendo porque, pero me molestó un poco. ¿Celos? No creo, puede que una pisca, si. Pero tengan por seguro que me molestó más que nada que sea un puto rompe culos de mierda, que días de haberme follado a mi se folla a otro, y seguramente ya a unas cuantas tias debe de haberse cogido.

Casi por arte de magia, una bombilla se encendió dentro de mi cráneo. ¿Podría desenmascarar a Tomás?, ¿Y si Tomás no estaba tan ebrio al follarme?, me dieron unas ganas enorme de fisgonearle, quizás que otros secretos ocultaría.

-          ¿No estás molesto? – Dijo Nicolás cuando íbamos cruzando la gran calle.

-          ¿Porque abría de estarlo?- Pregunté mirándole a los ojos, necesitaba que creyera que estaba todo bien para poder extraer un poco de información. Aparentando una enorme sonrisa, posé mi brazo sobre su moreno y bronceado hombro.

-           Es que como es tu hermano, creí que te molestarías- Aún estaba apenado por lo ocurrido, así que necesitaba calmarle. Pobre Nico, no se merecía que lo utilicé para saber espiar sobre la vida de las personas, pero algo me decía que necesitaba tener algo con que chantajear a Tomás, y no dejaría pasar la oportunidad.

-          Oye, ¿Me contarás como fue?-

-          ¿Con lujo de detalle?

-           Pues, claro – Sonreí por fuera, pero me moría de pena por dentro; Primero porque mi hermano me folla como cualquier cosa, y segundo por usar a Nicolás para saber sobre Tomás.

Nicolás

Me alegró en demasía que Christian no se enfadará por que su hermano y yo hubiéramos tenido un encuentro sexual, aunque no tenía planeado para nada aquella confesión. Más bien le cité en la playa por una explicación, de porque no fue anoche a la fiesta con nosotros.

En el fondo una parte de mi quedo en shock, es que… uno de los más machos y matones de la ciudad podía ser gay, aun así Chris me dijo que era algo de infancia. No entendí mucho, solo lo justo.

En cuanto a Tomás, siempre le había observado a distancia, toda mi vida incluso de pequeño.  Y sabía que era un prepotente de mierda, un chico que su vida era terminar en las bragas de alguna tía. Pero, no se que fue lo que ocurrió esa tarde… aún no había tenido el tiempo suficiente para hablar con el.

-          ¿Con lujo de detalle? – Dijo mi amigo

-          Pues, claro – Respondí, a lo que una sonrisa aparentemente un poco forzada, se formó en el rostro de Chris. No me preocupé, cualquiera podría impactarse al saber que tu hermano y tu amigo follan. ¿No?

-          Cuando quieras, comienzas. Que soy todo oídos…

-          Aquí va… - Le iba a contar a Chris todo lo ocurrido anoche


Horas antes...

Estaba yo, recostado en mi cama leyendo un comic de chistes que había podido comprar hace unos cuantos días en el centro de la ciudad. Me encontraba tan absorto en aquella cómica lectura, hasta que fui interrumpido por un estruendoso portazo. Un ruido para nada extraño ni al cual no estuviera acostumbrado.

Mi padre, el único con quien vivo puesto que mi madre se separó de él cuando yo tenía tres años para poder estar con otro hombre mucho más maduro y adinerado, salió a un bar lleno de ebrios alcohólicos como acostumbraba casi todos los días. En mi infancia, mi madre no quiso por nada en el mundo mi custodia, así que prácticamente me “regaló” al cuidado de mi padre, quien gustoso y más feliz que nadie en el mundo decidió criarme.

Pese a que fue el quien estuvo siempre conmigo, la falta de mi madre comenzó a afectarle, al año comenzó a ir a los bares, a beber alcohol y cerveza a toda hora durante el día, hasta que finalmente se volvió un alcohólico. Nunca hemos discutido mucho, incluso nos llevábamos muy bien, cuando el estaba sobrio. Por fortuna, se dio cuenta de que tenía un problema y se animó a ir por ayuda profesional, cuando ya tenía diez años.

Poco a poco fue mejorando, y aunque a veces tendía a romper su rutina de abstinencia a cervezas y vodkas, siempre quiso recuperarse por mi, a el no le gustaba que yo le viera en esos estados.  A mis doce años el ya estaba recuperado completamente, cuando le ofrecían algo para beber solo pedía o una soda, o un vaso de agua. En aquella edad, fue cuando confirmé para mis adentros que me atraían los hombres, lo supe desde pequeño, las maravillosas curvas y los voluminosos senos de las modelos en las revistas que solían traer mis compañeros no causaban ninguna clase de sensación en mí, absolutamente nada; ni asco, ni excitación. Yo me daba cuenta que en cuanto a mis compañeros, ellos respondían eufóricos por ver los cuerpos de aquellas chicas desnudas.

Cuando recién cumplí mis trece años, y mi cuerpo ya estaba desarrollándose; tanto en altura, como en musculatura, -y no es que esté musculoso como algunos chicos de por aquí, pero si estoy fibradito y no tengo reparo en lucir mi moreno cuerpo- cuando comprendí, que era homosexual. La verdad, a pesar de que soy creyente, nunca he sido muy fanático de ir a la iglesia, entonces no conocía el “pecado de la homosexualidad”, aquel tabú prohibido por quienes predican las religiones.

Debido a lo mencionado anteriormente, hasta ese entonces no veía nada malo en mí, solo me veía diferente. Un día llegó mi padre del trabajo algo agotado, como de costumbre, y me acerqué a preguntarle:

-          Papá… - Dije luego de darle aquel abrazo de bienvenida

-           Dime Nico – Se sentó en un sofá para tres personas ubicado al centro de la sala de estar

-          ¿Te puedo preguntar algo?...

-          Por supuesto – Me acomodó entre sus duros muslos

-          Papá, ¿yo soy niña?

-          Jajajaja – Rió – Claro que no, ¿Qué no tienes pene? – Bromeó

-          Si, si tengo pero… es que me gustan los chicos

Ese día fue uno de los peores en mi infancia, ahora; unos tres años después, me di cuenta realmente de la estupidez que cometí. Ese día recuerdo, que mi padre se levantó tras quitarme de encima de sus piernas en completo silencio, y salió por la puerta de la casa para no volver hasta al día siguiente, y ebrio.

Dejó de abrazarme, de dormir conmigo, e incluso dejó hasta de hablarme. Nunca me dijo que era un maricón, o un puto, o me echó la bronca, pero a cambio de una muy fingida indiferencia, volvió a caer en el venenoso líquido, y creo que lo hacía aposta, ya que los primeros meses me dio la impresión de que no quería pasar en casa, y solo llegaba a dormir, pero ya con la costumbre retomó su antigua rutina, hasta ahora.

Retomé mi lectura en mi nuevo cómic, segundos después de sentir el portazo. Bah… seguramente tendría que levantarme a preparar algo de comer, para luego salir con Sofía con el estomago lleno.

Doy un largo bostezo para desemperezarme, en verdad que no tenía ganas de ir, pero soy un “Hombre” de palabra. Con un poco de equilibrio logré sentarme al costado de mi cama, realmente no iría vestido así. Volví a observar mi larga y suelta camisa azul y unos bóxers blancos, tapando mi apretado miembro.

-          ¡DIIIIING DOOOOON! – Sonó el timbre de la puerta. Alcé la cabeza con velocidad a la pared de enfrente en mi habitación, casi por instinto. No tenía idea de quien podía ser a estas horas, ya que… mi padre, de seguro que no.

-          ¡DIIIIING DOOOOON!

Tomando un impulso me levanté de donde me encontraba sentado, para correr casi como un desesperado hacia la puerta. Mi corazón latía a mil por hora, ¿Sofía ha venido a buscarme, y aún no estoy listo?, esa chica parecía muy despreocupada a simple vista, (Y bueno, así era) pero de vez en cuando, era una arpía en cuanto a la puntualidad. De no ser por ella, llegaría tardísimo a clases, jaja. Vale, no es hora de pensar en las clases, que aún estoy de vacaciones.

-          ¡DIIIIING DOOOOON! – Volvió a agobiar aquel irritante y perfecto ruido de campanas.

¿Conocen ese espejito, o cristal que hay en las puertas para ver quien toca?, bueno, yo si pero olvidé su nombre ya que nunca pregunté por el.  Asomo mi ojo derecho en aquel pequeño cristal incrustado en mi puerta, y cerrando el otro ojo, puedo observar la forma de dos chicos, aunque un poco distorsionado, no es suficiente problema para distinguir ambas siluetas, Una es grande, fornida, vistiendo una camisa roja con una palabras a la altura de su gran torso, y el otro es más delgado y bajo que el primero, vistiendo una sudadera de un color verde oscuro. A parte de la ropa y sus contexturas, también me fijé en que el más grande era portador de una cabellera castaña oscura, a comparación del chico bronceado que estaba a su lado, que tenía un peinado un poco chulo y su pelo era negro.

Dudé unos segundos  respecto a que querían, y a sus identidades, pero esas dudas desaparecieron al momento en que el bronceadito, se acerca a tocar nuevamente el timbre de mi casa.

Era Juan,  el chico de la sudadera verde, y por simple lógica sencilla, deduje que quien lo acompañaba era Tomás.  Me pareció tan natural que aquellos tíos estén tocando a la puerta en mi casa, todo lucía normal, pero hubo un momento, segundos después que una especie de mariposas revoloteaban en mi vientre, y sentía mis mejillas ruborizarse. Opté por abrirles tras unos diez segundos intentando relajarme, cosa que creí que funcionó.

-          ¡Nicolás! -  Juan entra en la casa  y me saluda de un abrazo, noté que llevaba una bolsa en la mano.

Detrás de Juan, entra por la puerta Tomás, provocando que mis manos inconscientemente comiencen a temblar. Seguramente nadie nunca comprendería cuan intimidante puede resultar aquel macho, si ya cuando pequeño era un pendejo, ahora que estaba echo todo un hombre me parecía la muerte en persona, y más aún suponiendo que conocía mi condición… La cual no era un secreto en la pequeña ciudad.

Mi respiración entrecortada no era más que un estorbo, e incómodo rastro de mi incomodidad, valga la redundancia. Tomás me da dos leves palmaditas en la mejilla, clavándome sus ojos por un lapso de 5 segundos. Yo permanezco inmóvil, sin decir ni hacer nada.

El más grande y fornido de los dos, se recuesta contra la pared con los brazos cruzados, esperando a que su amigo tomara la palabra, cosa que no tarda en hacer.

-          Y, bueno Juan, ¿No le dirás a Nico porque estamos aquí? – Resonó la grave y ronca voz del hermano de Christian, quien con los brazos cruzados frente a su pecho, lograba resaltar sus trabajados pectorales.

“Mierda”, pensé, al fijarme en ese gran detalle, y quedando con la mirada fija a esas dos masas de carne cuadradas y voluminosas que parecían querer romper aquella camisa roja. Desperté con un leve temblor en mi cuerpo, no me apetecía nada evidenciar mi homosexualidad frente al pendejo de Tomás. Afortunadamente para mí, el no notó mi lasciva mirada, pues hablaba con Juan.

-          Cierto, casi lo olvidaba – Dijo Juan, retomando la conversación conmigo.

-          Bueno, si pudieran explicarme que sucede, podría ayudarlos más rápido, y no es que los quiera echar… - Mentí blancamente, no me gustaba nada tenerlos en mi hogar, me resultaba bastante embarazoso. - … pero lo digo, por si es muy urgente…

-          Bueno, depende del punto de vista que lo mires – Me respondió el delgado, y bronceado Juan.

-          Claro… me lo explicarán ¿No?

-          Si, si, pero si pudiéramos pasar… - Hizo referencia a la sala de estar

-          Por supuesto, adelante. – Dije para dar marcha a un “Sigan al mono”, y así hicieron hasta sentarse ambos en el sofá.

-          Oye, mira… lo que ocurre es lo siguiente, fui a la casa de Juan ya que teníamos planeado una noche de hombres… - Tomás estaba sentado en el sofá, que a mi parecer, le resultó más que cómodo. Pasó un brazo por detrás de su cabeza, luciendo con narcisismo, su trabajado bíceps. Si, no fuera tan débil respecto a su físico, el cual me dejaba alucinando, le hubiera dicho unas cuantas verdades, pero opté por seguir dejándolo hablar-… Y nos la arreglamos para conseguir unas películas, y como somos decentes, nada más nos conformamos con ver una peli donde aparezca la buenaza de Megan Fox.

-          Joder, como me pone esa – Interrumpió Juan de una forma casi imperceptible

-          Entonces, decidimos ir a arrendar una de aquella diosa, y nada mejor que “Diabólica tentación”, que Transformers ya esta muy vista.

-          Aha… ¿Y entonces cual es el problema? – Hice caso omiso a todas esas frases lujuriosas respecto a la actriz.

-          El Problema… es que… cuando nos disponíamos a ver la peli, el DVD no funcionó – Parloteó el musculosito.

-          Ah, claro. No tengo problema en prestarles el mío – Contesté, “Llévense lo que quieran pero déjenme solo”, fue lo que se me pasó por la cabeza, y no es que sea mal educado, pero enserio; me sentía como un romano a quien tiran a los leones.

-          ¿Enserio? – Esbozó una sonrisa Juan.

Prestarles el DVD era lo que menos me importaba, de todas formas con Juan éramos vecinos. El vivía a tres casas de la mía, y no sería problema. Pero la conversación se fue tornando más amena, haciéndome entrar en un ambiente de “Confianza”, tal que ni yo mismo se como les propuse ver la película en mi casa, sabiendo que mi padre no volvería hasta el otro día. De todas formas, faltaban 3 horas para ir con Sofía… ¿Qué podría salir mal?

Tomás se levantó del sofá negro con un impulso, hacia una pequeña mesa ubicada cerca de nosotros, en la cual se hallaba la bolsa que traían consigo. Me era predecible lo que se podía encontrar dentro de ella, y mis sospechas fueron acertadas. Dentro de la bolsa, Tomás sacó unos paquetes de comida chatarra salada, una caja de helado, y otras cosas para comer.

-          Habíamos pasado de camino a una tienda, para llevar algo de comer a mi casa. Pero al ver que nos has dejado verla aquí contigo, creo que será mejor desempacar – Explicó Tomás, aun metiendo mano dentro de la bolsa, sacando y sacando cosas para acomodarlas en la mesa. – Oye Juan… Se nos ha quedado la película, en tu casa… creo.

-          ¿Estas seguro?, juraría que la guardé allí… - Replico este con poco convencimiento.

-          Que te digo que no, que no está. – La voz ronca y grave de Tomás me erizaban los pelos, hasta causarme un poco de temor, a pesar de que hablaba de una manera serena.

-           Bueno, no te preocupes que iré a revisar en casa… Supongo que si la encuentro no tardaré – Dicho esto se levanto, y cubriéndose la cabeza con la capucha de su sudadera, partió en dirección a la puerta.

-          Ustedes podrían preparar la comida, no se… así están preparados para cuando llegue con la peli, que si no me dará hambre – Sonrió, y desapareció por la puerta principal dejándonos solos tras un leve y cuidadoso portazo.

Todo hasta allí, había ocurrido de una manera tan rápida, y ahora, estar solo con el tío que te hizo la vida imposible de niño y que encima está buenazo, se me hacía un infierno en vida.

Quedé con la boca abierta, de pie frente a la puerta, y completamente inmóvil. Escuchando a Tomás revolver las pocas cosas deliciosas que sacaba de la bolsa. El sonido clásico de la bolsa, me recordó que debía reaccionar, evitar quedar en completa vergüenza frente a aquel macho. Girando sobre mis talones me acerco a el, y le preguntó lo primero que se me viene a la cabeza para aparentar normalidad aparte de camuflar mi cohibismo.

-          ¿No será mejor poner el helado en el congelador? – La frase, salió de mi voz como un hilo temblando en el  vacio,  sin provocar un eco. Cortante, bajo, ligero, y rápido.

-          Que… ¿Enserio te vas a aguantar hasta que llegue el colega? – Tomás levanto la mirada intentando penetrar la mía. Esbozó una pequeña sonrisa. – Yo propongo… que el se lo pierde, y que lo comamos nosotros.

-          Pe… pero… es que… ¡Se enfadará!

-          Jajaja – Rió - ¿Y que?, el tío puede ir a por más helados, y si quiere hasta yo mismo se los pago. – Se palmeó un bolsillo de sus vaqueros.

-          Serás cabrón… -murmuré por lo bajo, arrepintiéndome segundo después de lo dicho

-          Y tu un puto cobarde, sabía que seguías siendo el mismo pendejo de siempre - Noté su mirada furiosamente salvaje sobre mi, tenía ganas de largarme a llorar, pero no lo hice quien sabe porque.

-          No, no… bueno, vale… comamos el helado – No me sentía más que un cordero junto a un lobo.

El cogió con ambas manos la caja de helado sabor vainilla, y se dirigió tras de mi hacia la cocina.  Sacamos un par de copas, cucharas para helado, chocolate, caramelos, algunas cosas que ellos habían comprado, etc. Prácticamente teníamos nuestra propia heladería en casa. Nuestra comunicación no fue tan mala, incluso reíamos un par de veces por algunos pequeños detalles, claro que a pesar de todo yo seguía sintiéndome intimidado por el salvaje de Tomás. Pero como siempre, con el cachitas la comodidad y alegría nunca duraban para siempre.  Hasta el momento en que ya teníamos nuestras grandes porciones de helado en nuestras copas,  todo marchaba bien, pero cuando iba a coger el envase del chocolate, Tomás me lo arrebata para servirse el primero, claro que eso no me molestó para nada, si no; lo que hizo después.

-          Venga, es tu turno. ¿Quieres que te sirva yo? – Preguntó el, con un misterioso tono de santo.

-          Bueno, si no te molesta

El fornido hermano de Chris se acerca a  mi helado casi terminado y apretujando el envase de chocolate, comienza a verterlo sobre la amarilla bola de helado.

-          Ya está, que así te gustará más – Se separó de donde estaba. Yo sin comprender muy bien que ha sido todo eso, asomo mi cabeza para contemplar su “Obra de arte” y no era más que un dibujo de chocolate en forma de verga.

-          ¿Y tu que problema tienes? – Exclamé, con un poco de furia

-          Jajajaja, oye, que era una broma – Rió el.

-          Eres un puto – Cogí el chocolate y me acerqué rompiendo toda regla proxémica, logrando invadir su espacio personal, hasta quedar con mi rostro frente a su pecho.

-          Que… ¿vas a hacer? –

Por primera vez me sentí  en ventaja sobre el, estaba dispuesto a enseñarle una lección. Alce mi brazo lo máximo que pude, dejándolo sobre su cabeza. Tomé una fuerte bocanada de aire, cerré los ojos, con valor y decisión, exprimí lo máximo que pude del envase, liberando una lenta catarata de chocolate sobre aquel tiarrón. Empapándolo y ensuciándole todo el cuerpazo. Permanecí así hasta que ya casi no quedaba nada.

-          Mierda… nunca creí que hicieras eso – Dijo el, sin moverse ni un poco, con todo el chocolate escurriendo sobre el. Reí de manera ascendente hasta quebrarme en carcajadas.

-          Jajajajajajajaja, debiste haber visto tu cara, y tus ojos, jajajajajajaja, los tenías abiertos de la impresión, jajajajajajaja. – Carcajeaba sin control, hasta el punto de tener un dolor abdominal, ¡Como me divertí en aquel momento!

-          Ya… pero no crees; ¿que te has pasado? Mira como dejaste el suelo de la cocina, y mi ropa, y mi cabello. – Era cierto, debajo de sus zapatillas manchadas de chocolate líquido, había un charco enorme de aquel dulce de cacao. Alguien tendría que limpiar.

-          Mierda, tendré que limpiarlo todo – Mi respiración ya volvía a la normalidad, mi sonrisa desaparecía lentamente.

-          Si, como una puta esclava – “Recuperó su molesto sentido del humor”, pensé.

-          No, que va, si el que esta sucio aquí eres tu

-          No por mucho

Tomás comenzó a moverse de donde estaba, caminando directamente hacia donde yo me encontraba en el otro extremo de la cocina. Aún recuerdo su mirada inexpresiva, impenetrable como todo en el mismo. El chocolate aún líquido había logrado un efecto adherente en su camisa. Se había pegado completamente a su cuerpo, como una segunda piel. Se le notaba cada abdominal, las tetillas de los pectorales, y los oblicuos, para que hablar de sus hombros y bíceps. Sentí como mi polla reaccionaba frente a este estimulo visual, la sangre circulaba velozmente, causándome una erección que creía que no había sido descubierta. Verlo caminando con decisión hacia mi, no ayudaba en nada.

Cuando me di cuenta, era el quien irrumpía mi espacio personal acorralándome en una esquina.

-          Quien saldrá chorreado hasta por donde no pueda más, serás tú.

Ya no quedaba más espacio detrás mío, solo la esquina de ambas paredes.  Estaba acorralado, con mi mejilla ruborizada y ardiendo a cien como todo mi cuerpo, sobre todo mi polla que estaba por explotar dentro de mis ajustados bóxers.

-          Que, ¿Ya no quieres chocolate? – Me preguntó con aquella grave voz, haciendo contacto por primera vez entre su gran pecho y mi rostro.

Apenas ese primer contacto en el cual mi cara, quedo a merced de esas potentes almohadas bañadas de chocolate, se ensució, me di cuenta de que no había vuelta atrás. Que seguramente Tomás ya había notado mi erección, y me haría pagar de alguna forma por la pequeña broma.

Me sentía excitado como nunca, pero a la vez tenía miedo, miedo por lo bruto que es Tomás, sumada la incertidumbre de no saber si es una broma. Cosa que descarté de inmediato, al notar que el cuerpo de toro de mi acorralador inició una fricción de arriba hacia abajo, rozando nuestros cuerpos ya manchados ambos con chocolate.

-          O... Oye, Tomás… me estás ensuciando… - Mi voz sonaba agitada y mis palabras eran entrecortadas producto de la excitación. Necesitaba soltarme, la tentación comenzaba a susurrar mi nombre.

-          Por ahora no te preocupes, que en unos minutos estarás mas ensuciado aún. – Continuó con su vaivén ascendente y descendente, pero estas últimas palabras me las dijo con el mismo deseo que las mías.

Posó  su anguloso y masculino rostro en mi cuello, cambiando el movimiento de arriba hacia abajo, por uno de pelvis, apretando mi vientre contra la pared más aún. Prácticamente ya tenía todo el cuerpo de Tomás sobre el mío.

Sentí sus calientes manazas en la parte inferior de mi remera, jaló despacio hacia arriba hasta que logró sacarla por mi cabeza. Luego yo hice lo mismo con la suya, pero finalmente terminó haciéndolo solo, ya que era mucho más alto que yo.

Ya no había vuelta atrás y lo sabía mejor que nadie, no había vergüenza, ni miedos, ni temores, solo deseo, lujuria. “La mejor forma de evitar la tentación, es cayendo en ella”, Pensé. Sonaba muy estúpido, a pesar de que en ese momento era la única justificación a lo que hacía. No tenía remordimientos ni nada, y no me preocupa con quien follo, de echo luego de unas cuantas copas en fiestas, termino enrollado con un extraño. Así que solo vi a Tomás como un hombre más. Es increíble como uno puede dejarse llevar por la calentura del momento ¿No?

Lo primero que hice al tener su torso desnudo, fue posar mis manos sobre sus erectas tetillas, no era lampiño, tenía unos pocos pelos rubios que le daban una apariencia lampiña. No se que pasaría por la mente de Tomás en ese entonces, ni yo me lo creía, pero se que estaba más excitado que nunca en mi vida. Como ya saben, si había tenido relaciones sexuales con otros chicos, pero todos eran normales como cualquier tío común físicamente, pero Tomás estaba echo tremendo, ocho años sin verlo lo habían transformado en el objeto de desviación de mi mirada casi sin quererlo, a pesar que años atrás ya se veía que sería un dios, no el más bello, pero si un dios.

Tomás vuelve a poner sus enormes y masculinas manos sobre los costados de mi cintura, moviéndolas cuidadosamente hacia la parte de enfrente para desabrochar la cremallera y jalar bruscamente del pantalón hacia abajo, dejando en evidencia mi carpita formada dentro del bóxer.  Pero eso parecía no importarle, de hecho casi ni se inmuto en fijarte en mi recientemente descubierta “carpita”, re direccionó sus manos hacia la parte trasera de mi bóxers, y metió sus manos dentro de este,  con la única meta de agarrar firmemente mis redondamente voluminosas nalgas. Una en cada mano, las sostenía con avaricia.

Me dolió aquel apretujón de nalgas, e instintivamente yo apretujé sus pectorales, duros como el hierro. Tomás parecía no tomar cuenta de nada, lucía ido, como en otro mundo, preocupado solo del placer del momento.

-          Ahh… Joder… - El tacto del dedo índice de Tomás hurgando dentro de mi ano, provocó que musitará con un escalofrío de placer. Me acariciaba, me lo introducía poco a poco, el   dolor estaba presente, pero más aún, y en mayoría también el placer. El deseo de ser poseído por el provocaba tal lujuria en mí.

-          No sabes como estoy de caliente… - Informó el mayor.

Lentamente, y recorriendo un camino imaginario con mi mano derecha, desde su pectoral, abriéndome paso por sus abdominales, hasta llegar a sus vaqueros que estorbaban mi sendero de la felicidad. Con el mayor cuidado posible – el cual no fue mucho debido a mi estado – desabroché sus vaqueros.  No se los bajé, se los dejé puesto, pero mi mano se inserta dentro de sus bóxer blancos, sintiendo un tubo de fierro hirviendo.  Me sorprendí como nunca antes, la excitación y el cosquilleo aumentó, quería tener ese pedazo de rabo dentro de mí cuanto antes.

¡Plaf! De un jalón caen pantalones, bóxers, todo por igual al suelo. Liberando una polla que a mí me pareció descomunal apuntando hacia el techo. Mediría unos 19 o 20 centímetros, no lo se, y no tenía planes de ponerme a medir en ese momento.

Me hinco hasta la altura de su pelvis, la gula me dominó, pero suelto aquel pedazo de polla que enseguida sustituye mi mano con la de su dueño. Tomás coge su verga, y lo agita de un lado a otro, golpeándome la mejilla con su capullo chorreante de líquidos que no llegaban a ser seminales como tal. Saco mi golosa lengua, al encuentro con aquel glande rojo e hinchado, le lamo como si de una paleta tratará.

El musculosito alza la cabeza al techo, manteniendo los ojos cerrados en todo momento, suspirando y jadeando de placer. Sigo dando lamidas al glande, sobretodo a la punta por donde salían gotas de líquidos pre-seminales con su característico sabor suavemente salado. Mi lengua recorrecomo un pincel cada vena y trozo de piel de aquella verga. Hasta llegar a los bellos púbicos. No les presté mucha atención ya que no me causa demasiada atención. Pero las bolas prácticamente las bañe en saliva intentando obtener ese sabor característico.

-          ¿Te la vas a meter en la boca o no? – Apresuró con impaciencia Tomás, y la verdad, yo ya estaba deseando que lo pidiera.

Sin esperar otra petición de parte de el, abro mi boca y acerco la verga hacia ella. No soy un experto mamador, ni un garganta profunda, pero logró entrar hasta un poco menos de la mitad. Ya para mi es mucho, allí comencé un nuevamente un vaivén desenfrenado, insertando y extrayendo aquel pollón de dios griego, percibiendo ese sabor característico a verga que puede resultar un elixir majestuoso. La verga latía con intensidad, las venas rosaban mi lengua y paladar. Los gemidos de Tomás eran fuertes, producían un eco único que me hacían temblar de la excitación. Sus gemidos eran de autentico macho follador que no hacía más que incitar al pecado.

-          Eso puta… mierda, sabia que eras maricona pero te estas pasando a base de bieeeeeeeen – Gemía el.

Normalmente me hubiera enfadado, pero con un sable potente, con corazón propio y una cabeza exquisita era bastante difícil. Seguí con mi vaivén evitando tener arcadas en mi garganta. No bastaron más de cinco minutos, cuando Tomás me coge la cabeza con sus manos y comienza a marcar un ritmo veloz. Obligado a tragar toda su verga sin parar hasta oír los fuertes gemidos de anunciación que el toro follador lanzaba al aire.

-          Aaaahhg… oohh… si…sisisi….ahhh…toma... ¡Tragalooo todooo! –

Los potentes lefazos chocando contra mi garganta, hirviente, salada y agria. Conté seis, como máximo.  No se me escurría ninguna gota por la comisura de los labios, ya que prácticamente entraron solos aquellos espermas en mi sistema digestivo.

Ya recuperando un poco la conciencia por parte de ambos, Tomás retira su aún morcillona polla de mi boca, me toma de los hombros con sus grandes manos y me levanta de golpe.

-          Aún puedo más guerra marica – Dice volteándome contra la pared – Levanta el culo puta.

No objeté a su orden, estaba más caliente que nunca en mi corta vida, todavía no liberaba mi esperma, y necesitaba sentirlo dentro de mi lo más pronto posible. Levantando el culo en pompa, y apoyándome con las manos en la pared. Sabía que dolería, no esperaba amor ni cuidados de el, no era nada más que un placer carnal, o calentura de momento. Quizás luego saldría con la excusa de que es hetero y necesitaba desahogarse, o que era una apuesta. Me daba igual, solo debía estar preparado.

La polla de Tomás reaccionó de una forma rauda, como toda polla joven frente a una estimulación manual. Nuevamente el calor que emanaba, agregada la caliente saliva y eyaculación anterior, logró calentarme al sentirla rozando de arriba hacia abajo mi ya dilatado y excitado ano.

-          ¿No te pondrás condón? – Siempre uso protección, y es correcto. Mínimo es lo que podrías esperar de alguien que no es tu pareja.

-          Ya verás… ¿La quieres dentro? – Pegó su musculado torso a mi espalda, susurrándome en el oído.

-          Ssi… la quiero hasta el fondo – Respondí con deseo.

-          Cuenta hasta cinco… - Dijo el manteniendo la postura y agarrándome con una mano la cadera y con la otra su polla sobre mi culo.

-          Uno… Dos…  ¡Plaf! – La ensarta sin más hasta el fondo

Sufrí, lloré, quería morir, sentí que me habían partido en miles de partes, mis piernas temblaron al sentir el pene erecto de Tomás en mis entrañas, y nada más no me caí porque el me tenía sostenido con ambas manos de la cintura. Me daba caña sin tregua, plaf, plaf, plaf, sus grandes huevos chocando contra mis nalgas. Todo era una mezcla de sonidos, jadeos, lloriqueos, súplicas, exclamaciones de euforia.

Llegó un momento en el que solo quería que acabara aquella tortura. Tomás se recostó  nuevamente sobre mi, y esta vez pasó una mano por debajo de mis brazos y la otra aún sostenía mi cintura. Sentir su musculoso cuerpo me excitó en sobremanera, y procuré olvidar aquel infernal dolor, ondas de cosquilleos y placeres inimaginables, comenzaron a recorrerme. Mezclado con el dolor era un engranaje perfecto de sensaciones.

-          ¿Ves? Ya te esta gustando, mariconaaa – Escuchó mis jadeos de excitación nuevamente.

-          Ahhh… si… joder, ten cuidado que me haces daño…

-          ¿Quieres que pare? ¿Qué tome mis cosas y me largue? – Amenazó fríamente pero sin detenerse.

-           Nono, eso es lo que…ahg… menos quierooo… - Repliqué

-          Entonces resiste que tu culitooo… me aprieta la poronga deliciooosamentee.

Dicho esto, no pasó más de unos segundos con el mismo proceso, huevos golpeando nalgas, y su glande usado como ariete dentro de mi esfínter. Hasta que dio un último empujón con todas sus fuerzas, que hizo que me golpeará contra la pared. En este último movimiento, un leve temblor recorrió todo mi cuerpo hasta finalizar en mi erecta verga de unos 17 cm, quien explotó en múltiples trallazos.

No se ni cuantas veces se corrió, solo podía percibir aquel liquido viscoso dentro de mis entrañas, queriendo salir de allí.

Perdí la noción del tiempo, hasta que el sonido de mi celular me regresó a la tierra. Me fijé en el suelo, en mi pantalón tirado junto a mis bóxers. Me hinque como pude, intentando no hacer movimientos bruscos debido al escozor, y cogí mi celular dentro de un bolsillo.

Antes de contestar observo a Tomás quien ya estaba poniéndose sus vaqueros, con una sonrisa de triunfo en el rostro.

-          Tomás… puede ser Juan que viene en camino… - El me miró rápidamente, y bajo la mirada para abrocharse la bragueta.

-          Si es el, dile que me traiga una camisa limpia. – Se fue camino a la sala de estar, solo con sus vaqueros, dejándome con el ano abierto y escurriendo semen. Nuevamente aquel tono de timbre que no dejaba  de sonar una, y otra vez, me volvió a la dura realidad.

-          ¿Si? – Dije contestando el celular

-          ¿Hola? ¿Nico? Soy Juan, voy en camino, es que revisé por toda mi casa en busca de la peli y no la encontré, entonces tuve que ir a la tienda de videos, y afortunadamente allí la había olvidado, pero ya voy. No os preocupes… ¿Nico? ¿Estas allí?

-          Si… - Respondí con cansancio - … Tráele una camisa limpia a Tomás, si no es molestia.

Y corté sin esperar respuesta, esperando que me dejaran en paz para reponerme, pero no fue así. Inmediatamente otra persona me llamó.

-          Joder, será que Juan no ha entendido… - Dije para mis adentros, pero me llevé una sorpresa al notar que no era Juan quien marcaba si no Sofía.

MIERDA, fue lo único que se me pasó por la cabeza, miré la hora y ya iba atrasadísimo. Pensé en la primera excusa que podría darle, así que procure no equivocarme y contesté.

-Si, si, ya voy. Que recién salí de la ducha – Dije apresuradamente sin siquiera preguntar si era Sofía, pues la tenía en mi agenda de contactos.

  • ¿Recién saliendo de la ducha? No seaí imbécil, y apúrate que pierdo la paciencia – Dijo cortando de golpe, estaría molesta. No quería que se enfadara conmigo, debía contarle lo ocurrido.

Actualidad...

  • Así que llegué tarde donde Sofía, luego le dije que había estado follando, aunque no con quien por más que insistió. Luego de unas cuantas horas, Me llamó Juan diciéndome que gracias de todas formas por dejarlos ver la peli en mi casa, que lamentaban que no pudiera estar con ellos, y que se fueron a su casa a descansar – Dije dando por terminada la historia.

  • Joder… ¿Es enserio? – Replicó Christian un poco atónito a toda mi historia.

  • Claro que si… mira; ya llegamos a tu casa.

Se nos había echo muy largo y corto a la vez, el trayecto de la playa a casa de Tía Rosa. Pero estábamos allí fuera sin haberlo notado antes. Le abracé, y me despedí.

-          ¡Nos vemos mañana! – Grité estando ya a una cuadra lejos

-          ¡Claro! – Dijo el, agitando el brazo en forma de saludo.

Me sentía más tranquilo conmigo mismo. Con paso lento me dirigí hacia mi casa.

Alex

  • ¿De verdad quieres saberlo?...- Dijo Valeria con un brillo de lascivia que me pareció percibir en sus ojos.

Me había dado vuelta para poder salir de los vestuarios del gimnasio, y cual sorpresa de encontrarme a Valeria. Por años, estuve tirándole los tejos, o que se fijara en mí. Pero estaba tan concentrada en su noviazgo con un tío que poco conocía – Cosa sorprendente, ya que a pesar de todo, la ciudad no es tan grande – Apenas les había visto unas cuatro veces, durante cinco años, juntos. Fue algo así como mi “Amor platónico”. Todos mis amigos querían follarsela, no siendo yo la excepción. Sus curvas, su modo de moverse, su forma de desenrollarse. Prácticamente ella sabía que era una de las más guapas, o al menos percibía que todos la miraban cuando estaba en bikini o con ropa. Sin contar su extraordinaria personalidad, carisma y alegría.

Aún así, yo quedé encimado en mis propios pensamientos, la perturbación de su presencia rondaba por mi mente. Era prácticamente obvio que hacía allí, y gracias a la experiencia que tengo, o creo tener con las chicas, se cuando están cachondas o quieren algo de acción.

Se acerca a mí con una mirada brillante, manteniendo la distancia y haciéndose desear. Tengo mucho autocontrol, normalmente, pero ya estaba prácticamente días sin nada de nada, y las pajas no me resultan completamente satisfactorias. Me entraron unas ganas de lanzarme encima como una bestia sobre ella, pero me resistí. Mi mirada me tentaba, procuraba no mirar su figura curvada y esbelta, hermosa para una chica de 16 años. Pero inconscientemente, mi mirada bajaba hacia su cuerpo, segundos después intentando disimular ascendía a ver sus ojos, cuales ya habían notado mi debilidad.

-          ¿Seguro que no tienes idea, de que es lo quiero? – Su interrogatorio no hacía más que ponerme a cien. Pero nunca perdí mi postura de tío ganador.

-          Si, puede ser. Pero si no me lo dices, no podré ayudarte – Hice el mayor énfasis en esa ultima frase.

-          Bueno… puede ser que te lo diga.

Casi de forma magnética nuestros labios se buscan. Agacho un poco la cabeza por mi altura, que sin resultar molesta, provoca un encuentro más fogoso entre ambos. Sus suaves labios saben a miel, su lengua se siente suave investigando dentro de mi boca. La tipa sabe besar. Permanecemos así unos segundos, hasta que decido tomar las riendas y separarme de forma un poco brusca. Me confundía su cambio de actitud, siempre tan enamorada de su novio, como era posible que ahora venga hacia mí sin ningún previo aviso, casi  un asalto.

-          ¿Y tu novio? – Esbocé una media sonrisa, intentando ser lo más chulo posible

-          ¿Te importa?

Bueno, tenía fama de ser infiel, y cosas así. Por eso no me sorprendió aquella respuesta, al contrario, lucía tan decidida que me dieron unas ganas de follarla allí mismo.

Retomamos el contacto labial mutuo, seguía sorprendiéndome su sabor, era un vicio. Cerré los ojos para poder captar mejor esa característica.

Apenas mis ojos quedaron cerrados en una inmensidad, mi imaginación comenzó a volar de forma autónoma, por ella misma. Los labios que sentía se tornaban menos anchos, pero volviéndose más irresistibles, una llama de mariposas ardió en mi corazón. Tenía a Chris delante de mí o al menos eso pensé.

Podría decirse que perdí el control, comencé a frotar mis labios y lengua con mayor pación, como si me los fuera a comer. Quería sentirle mío, mío y de nadie más, tenerlo entre mis brazos, todo lo que no había podido hacer durante años, y todo lo que me arrepentí de no realizar.

-          ¿Entonces es un si? – Valeria me miraba mordiéndose un labio. Lamenté que mis pensamientos no cobraran vida como para tener a Chris aquí, pero no iba a desaprovechar una oportunidad como esta.

La tomé por las caderas con el fin de apegarla a mi semidesnudo cuerpo. El ambiente limpio, puro, pero frió de los vestuarios vacios, entregaba una intimidad única con incitación a entrar en calor, cosa que, teniendo en cuenta la corta distancia de sus pechos únicos en la ciudad. Froté mi verga que ya estaba compacta apretando dentro de la tela de mis bóxers sueltos.

Luego, todo pasó rápido. En un segundo, ya estaba sobre las largas y pálidas bancas pegadas a la pared del salón, con Valeria cabalgándome la polla como una fiera, intentando ensartársela hasta el fondo. Sus redondas nalgas me golpeaban los muslos a la vez que yo le sujetaba por sus caderas, aplacando el movimiento.

El placer era indescriptible, mi glande; rodeado por infinidades de líquidos, rompía y rozaba aquel coño, como si fuera el primero. Seguramente, llegué a lugares que nunca nadie había llegado antes.

Cada músculo de mi cuerpo, estaba tenso como una roca. Brillante por el sudor debido al cansancio de aquellos satisfactorios movimientos en donde mi polla tomaba un festín de placeres.

Ella saltaba encajándose mi polla, aprovechando mi posición recostada en la banca y sosteniéndola de las caderas, sin perder oportunidad de manosearla por donde pudiera. Sus afiladas uñas, se me incrustaban en los oblicuos cada vez más, las embestidas eran bestiales, entonces para evitar que cayera, Valeria se aferraba a esos curvados músculos.


Y entonces; es cuando ocurrió mi liberación de mecos. Tras haber estado 28 minutos fornicando de todas las maneras posibles, que se nos pasaron por la mesa, la última fue en el suelo. Estaba tirada, con las piernas abierta como una tijera; y yo de rodillas ensartándole como un lobo en celo,  sosteniéndome de su pierna levantada mientras gozaba de ver sus pechos saltar.

Era suficiente; no podía más. Ella se había corrido 3 veces en total, según lo que conté. La blanca habitación, con aspecto similar a un baño, quedó con aquel olor a sudor y sexo, cosa que no me di cuenta hasta el final. Me encontraba tan encimado en follarla hasta partirle, que fue un cúmulo de sensaciones placenteras, regalada por los mismos ángeles de los placeres carnales.

Mis grandes huevos se contrajeron, y ocurrió lo inevitable. Como en una paja, intenté alargar el momento lo mayor posible. Si tenía claramente idea de lo que hacía, lo había echo mil veces antes, no tenía problema alguno en correrme donde fuera, y así lo hice.

-          Siiiiiiiiiiiiii... oooh… - El éxtasis me había sucumbido, pero aún no me detenía.

-          Ahh...Ah… Joder... como ciento tu lefa… Ahh – Gritaba ella en un vaivén cada vez mas descendente.

Los ánimos estaban calmados, las respiraciones intentaban estarlo. Caí de espalda, hacia atrás. Desencajando mi polla de aquella húmeda cavidad. Mi “Crestita” en el cabello estaba completamente despeinada, las gotas de sudor resbalaban por mi brillante y voluminoso pecho.

-          ¿No te molesta que me haya corrido dentro? – Pregunté casi por obligación

-          ¿Estas son horas de preguntar? – Observe con detenimiento como comenzó levantarse y a ordenar su ropa. Su coqueta mirada dispara a mis ojos nuevamente. – Tranquilo, que tomo la pastilla.

-          Bueno, eso espero.

Aunque no me crean, me resulto bastante incomodo esa situación. Siempre luego de tener sexo, era yo quien me iba primero, pero esta mujer si lograba cautivarme y cohibirme como ninguna otra. Yo, todo sudoroso y desnudo, tirado en las frías baldosas de los vestuarios, mientras ella caminaba ya vestida hacia la puerta.

-          ¿Nos vemos?... – Dijo asomando su cabeza con medio cuerpo fuera, con esa sonrisa hermosa que había sacado su primo al igual que ella.

-          Quizás – Esbocé una sonrisa chula.

Dio una pequeña mirada a mi ejercitado cuerpo, desde mis anchos hombros y voluminosos pectorales, hasta mi polla ya flácida de unos 16 cm, rodeada de líquidos. Guiño un ojo antes de retirarse y cerrar la puerta.

Tome fuerzas para levantarme. Las piernas me temblaban, así que me senté en una banca para recuperar las energías perdidas en la maravillosa sesión de sexo. Apoyé mis codos sobre mis desnudos muslos, y cerré los ojos.

He resuelto una cosa, y es que; no voy a estar con una persona a quien no amo de verdad, al menos desde ahora. Voy a romper con mi novia, después de esta aventura vivida recientemente, seré otro. Mejoraré mi vida, e iré a por el amor que nunca, debí dejar. Pero si tan solo, todo fuera más fácil, nadie nunca me enseñaría a ser la persona fuerte y decidida que soy ahora. Creo, estar listo… creo, a pesar de que ha veces las tentaciones no están de tu lado.

Suspiré.

Continuará...


Nuevamente les digo; lo lamento, lo lamento, lo lamento. Esperaré no tardar tanto, aunque no prometo nada que los examenes ya comenzarán. Ya saben que si algo me gusta, es ver los comentarios y sus reacciones al relato, al igual que las valoraciones. No importa que voten o comenten, lo importante es que lo hagan c: . Un saludo enorme a todos, y si quieren pueden agregarme a mi msn. Ya lo saben ;)