Amor Forzado... Angie.

"Cuando de frente golpea el amor, no hay forma de evadirlo. Si hay formas de negarlo, pero vale la pena vivirlo".

AMOR FORZADO… ANGIE

Verte, verte de nuevo después de tanto tiempo me removió tantos recuerdos nada gratos. Estabas ahí sujetándome del brazo para ayudarme a levantarme. De todas las personas probables de encontrar, me topé contigo. Tenías la misma sonrisa de ángel que alguna vez me había hecho enamorarme. Lucías más delgada, tu cabello estaba más largo pero siempre  con esos rizos al viento. Por un leve momento juré que me reconociste pero después de 15 años sin saber la una de la otra, me viste como a cualquier chica. Apuesto a que esa misma sonrisa y esa mirada tan brillante son las que colocas cuando quieres coquetear con alguien.

Tus palabras de “no soy lesbiana” retumbaron en mi cabeza y hacían tanto eco en mí, que cuando me invitaste a tomar algo, fue lo primero que te dije. Hace años atrás cuando me sacaste de tu vida, esperaba en vano que me buscaras. Ahora me invitabas a tomar algo… lo triste, es que sigues siendo muy hermosa. Sigues teniendo esa presencia de impacto. Tu piel sigue siendo tersa. Tu boca aun me era deseable. Tu cuerpo, el que jamás me permitiste tocar, era el secreto más bello que deseaba descubrir. Aun con mi corazón acelerado no me lancé a tus brazos.

Los siguientes días te apoderaste de mis pensamientos, no niego que en más de una ocasión revisaba mi teléfono en espera de una llamada tuya.

-        Ok. No me llames.

-        ¿qué pasa Angie? Ya me están asustando esos monólogos que tienes con tu teléfono. A ver, cuéntame… ¿de quien tanto esperas esa llamada?

-        De nadie Kari. Son locuras de rato las que se me ocurren.

Demasiadas locuras, como haberme enamorado de ti Gaby. Apareciste y me desubicaste el mundo que tanto me costó organizar para no incluirte.

Recuerdo esa noche lluviosa en el campus. Muchos años hace ya, pero lo recuerdo tan vívidamente porque se convirtió en algo inolvidable para mí. Había visto a Gaby en la Facultad de Humanidades, recuerdo que ella cursaba Ciencias Políticas. Yo, apenas llevaba el segundo semestre de Diseño de Interiores. La primera vez que mis ojos se cruzaron con aquella mujer fue en un debate organizado por la universidad y unas organizaciones quién sabe de qué. Estaba ella ahí, en el panel de debate. Mentiría si digo de qué hablaba pero su presencia opacaba por mucho a todos los demás en aquel lugar.

No hubo jamás una oportunidad de interacción entre nosotras, si nos veíamos en el campus y en los pasillos de la residencia estudiantil, ella siempre amable me saludaba con una sonrisa.

Un par de meses después se acercó a mí en aquel portal bajo la lluvia. Estaba empapada, se resguardó a mi lado. Me abrazó y ese abrazo me hizo sentir un fuego recorrer entero mi cuerpo. Me hizo suya en aquel lugar, fue un arrebato de pasión que en su momento confundí con hacer el amor. Poco o nada nos importó que alguien nos viera. La oscuridad fue cómplice perfecta de aquel encuentro. Sentí tus labios húmedos en mi boca, labios que luego se posaron fríos en mi sexo. ¡Pienso en eso y es cómo si hubiese sido ayer! Quisiera odiarte, pero la verdad, tengo cosas más importantes de qué preocuparme y no me agotaré más con tu recuerdo.

En eso pensaba cuando recibí tu llamada. Comprobé que no me recordabas. Camino a tu casa recordé otros episodios de mi vida, esos momentos que acontecieron luego de tu rechazo.

Habían pasado un par de años luego de la última vez que te vi, cuando conocí a Arantxa. Era una chica muy risueña, de estatura media y un cuerpo que denotaba su afición por la práctica del tenis. Fue en un café, en el que se convirtió en mi amiga inseparable. Recién lo había adquirido y por unos amigos que me recomendaron, trabajé remodelando su local. No recuerdo haberla visto de manera distinta, no puedo negar que era sumamente atractiva y su piel trigueña acentuaba perfectamente sus ojos verdes. Nos convertimos en compañeras de fiesta y copas. Sabía que ella era abiertamente lesbiana, su entorno lo sabía muy bien aunque guardaba un perfil bajo.

-        Júrame que llevas buen tiempo sin tener sexo con alguien? – dijo Arantxa riéndose de mi confesión –

-        Para qué jurarlo, simplemente así es. Es más, ni siquiera he besado a nadie desde hace un par de años.

-        Eso es grave, tu vida corre peligro Angie jajajaja.

-        Anda ríete…

-        Pues eso hago. Ya, en serio… ¿nada de nada?

-        Nada de nada. Mi vida sexual es como la evolución de  la Coca Cola… - dije poniéndome de pie para servirme otro trago. –

-        ¿Cómo así?

-        … así como la coca… antes normal, después light y ahora zero… nada de nada. – esa era una afirmación certera y aunque trataba de reírme de ello, aceptaba que ya era demasiado tiempo –

Arantxa se puso de pie y se colocó tras de mí. Tomó mi mano y me dio vuelta hacia ella. Sonreía pero en su mirada había algo diferente. Dirigió su mirada hacia mis labios, colocó sus manos en mi rostro y me acercó a su boca.

-        Nada de nada? – preguntó en voz baja, casi en un susurro.

Sentía su respiración golpeando la piel de mis labios. Con los suyos, dibujó el contorno de mi boca entreabierta. Sentí la punta de su lengua deslizarse en la comisura de mis labios, luego un beso corto y lento en ella. Suspiró, levantó su mirada a la mía, colocó su dedo índice al centro de mis labios y poco a poco los delineó sin dejar de verme. Su lengua se paseaba por los suyos. De nuevo se acercó a mi boca. Me besó despacio, poco o nada me dejó hacer, en mi sorpresa creo que mis ojos se abrieron más de lo normal, fue entonces cuando me dejé llevar. Los cerré y entré en ese mundo de nuevas sensaciones que me provocó su boca. Sus labios estaban tibios, acariciaba los míos con delicadeza. Despacio se humedecieron, por momentos aceleraba presionándome más a ella. Sentí su lengua abriéndose paso dentro de mi boca, buscando la mía que ya la esperaba sin oposición. Mi cuerpo reaccionaba justo como ahora al recordar. Mi piel eriza, mi corazón acelerado… aún después de que se separara de mí.

-        Ves, ahora puedes tachar esto de tu lista de cosas qué hacer antes de morir – dijo sonriendo con picardía a lo que yo solté una carcajada –

-        Gracias!!! Que buen gesto de tu parte el sacrificarte.

-        Nada de gracias, besas muy rico. Probablemente quiera otro, pero esta vez no te lo pediré, sólo te tomaré en mis brazos y lo haré.

-        No me pediste permiso para este!

-        Tampoco pusiste mucha resistencia eh…

Esa era Arantxa, una mujer extremadamente segura de sí. Imponente y jovial. Era de pocos amigos, pero siempre rodeada de personas por su personalidad. Ese atrevimiento me gustaba mucho.

Ese fin de semana nos fuimos a la playa, solíamos hacerlo de vez en cuando. Nos hospedábamos en un hotel de la costa sur y por las noches nos íbamos de fiesta a algún sitio cercano. Al llegar, Arantxa tenía preparada  toda una velada espectacular. Cenamos junto a la orilla del oscuro mar en una isleta privada. Mis flores favoritas llenaban el espacio, la luna estaba como a mí me gusta, en cuarto menguante. Fue una noche maravillosa en la que me pidió ser su novia. Allí las dos abrigadas por las estrellas, con el aroma salino del océano mezclado con las arenas  blancas bajo nuestros pies. Caminamos descalzas tomadas de la mano, deteniéndonos de vez en cuando para darnos un beso bajo la sonriente luna.

Al llegar a la habitación, Arantxa y yo nos besábamos como si fuese la última vez. Sentada en la cama, la veía frente a mí despojándose lentamente de sus ropas mientras caminaba hacia mi cuerpo. Colocó una rodilla en el colchón, me empujó lentamente subiéndose sobre mí. Los besos iniciaron suaves, cadentes con las caricias que dibujábamos la una en la otra. Con sensualidad me despojaba de cada prenda que me cubría, y cada parte descubierta la besaba con dedicación y amor. Así lo sentí, así me hizo sentir.

Su boca en mis senos, chupando mis pezones erectos, soplándolos lentamente. Sus manos en mis piernas, rozándolas con las yemas de sus dedos. Su cuerpo sobre el mío. Nuestras palpitaciones confundiéndose en nuestra proximidad y mis piernas rodeando todo de ella. Luego sentí su lengua recorrer mi cuello y terminando con unos besos cortos o con unos leves chupetones, a veces mordiscos. Me curvaba hacia ella, buscándola, necesitándola.

Poco a poco bajó hasta mi monte de venus, me acaricio con sus dedos haciendo ondas largas en mi piel hasta mi cadera. Ahí se detenía para besar el hueso que saltaba de ella. Su camino continuaba en línea recta hasta el inicio de mi sexo. Con la punta de su lengua se abría paso y luego hambrienta, se apoderaba de mi sexo con fiereza y sensualidad. En ese momento yo mojaba de excitación. Sentía su boca besar mis labios mayores, explorar el detalle de mis labios menores, chupetear mi clítoris y masajearlo con la punta de su lengua. Lengua que después se introdujo en mi vagina, al principio suave y después en rápidas embestidas mientras sus uñas marcaban mis costados. Así me hizo suya, así me hizo el amor. Arantxa… ella en mi cuerpo y tú Gaby, en mi cabeza.

El camino se hizo corto mientras recordaba esto. Llegué a tu casa y saliste a recibirme tratando de ocultar tu emoción. En algún momento me dije que a lo mejor ya habías recordado quien era, pero no fue así.

Tu casa no necesitaba redecoración alguna. Lucía impecable y relativamente nueva. Yo no iba a decorar nada. Sabía muy bien que tu casa estaba recién remodelada, cómo lo sé… pues Karina, mi colega, lo había hecho hace unos meses. Cómo olvidarlo, si era la casa de Gabriela Marín… quien a propósito, se había acostado con esa colega mía. Cuando lo supe, pedí a los cielos que no fueras tú. Que fuera otra Gabriela Marín, pero no  tú. A ti no te gustaban las mujeres, eso fue lo que me dijiste… y ahora volvías a romper mi corazón.

Me dejaste en la cocina que debía redecorar. Ahí me dejaste con mi rabia contenida. No entendía tus intenciones y estaba dispuesta a descubrirlas. Tenía una gran necesidad de vengarme de ti y lo acepto, fui por esa razón. Ahí estabas, tan atenta y dulce conmigo. Tu nerviosismo me enterneció y debí tomar fuerzas para no flaquear y continuar con mi plan. Estaba dispuesta a hacerte mía, a enamorarte y luego dejarte con el corazón hecho trizas.

Luego de unas copas, salí de mí. Y más al escuchar la canción que alguna vez te dediqué. Hablé de más, me revelé y no me quedó otra que echar a andar el plan. Te pedí que bailaras conmigo. Sentí tu cuerpo rodeando el mío, aferrándose suavemente de mi piel. Tus caricias en mi espalda, tu aliento y tu aroma me enloquecieron. No pude evitarlo y decidí besarte. Fue como hace tiempo, fue así de impactante en mí pero ahora la sensación era más intensa. Ya no tenía 18 años.

Sentirte tan cerca de mí y de esa manera que ansiaba tanto. Tu boca que en detalle me parece hermosa, tu aroma siempre con esas notas maderables. Ese mismo perfume que siempre has usado y que jamás olvidaría, que en ti va tan bien… que me provoca unas ganas fatales de hacerte mi mujer, mía. Así te quiero sabes? Así de indefensa golpeándote el sentimiento contra la razón. En ese sofá te haría el amor.

Pero no pude continuar, sentía que saldría herida una vez más. ¿Qué pasaría si me enamorara de nuevo y no tú? Salí de ahí sin decirte nada más. Dispuesta a perderte, total, nunca me perteneciste.

Con todo eso, era un excelente momento para perder las llaves del auto. Lo que más deseaba era huir de ahí. Y lo que me faltaba, la lluvia sin aviso se dejó caer. Un trueno activó la alarma del auto. Me hice la fuerte y mi fortaleza se resquebrajó cuando mis mejillas sintieron el calor de mis lágrimas caer.

-        Angie… - te escuché decir tras de mí –

-        ¿Qué quieres Gabriela? – mi tono era molesto, es que tú sonreías como tonta ahí parada –

-        Tus llaves, ten – las extendiste hacia mí. –

-        Gracias – dije tomándolas y desactivando la alarma –

-        ¿Tienes frío?

-        ¡pregunta más idiota! Ya perdiste algunas neuronas –

No recuerdo nada más que tú pegándote a mí, aun con esa sonrisa en tu cara. Me besaste, pero esta vez tu beso fue arrebatado, con pasión. Desarmaste cualquier defensa que tenía. Y te sentí… te sentí entrando en cada poro de mi cuerpo, penetrándome alma adentro, hasta en mis tuétanos. Ahí profunda dónde siempre habías estado.

-        Angie… no me gustan las mujeres – dijiste como si fuera ley tuya semejante aseveración –

-        Ok – dije intentando separarme de ti.

-        Espera… me gustas tú. Y esta vez no quiero hacerte el amor bajo ningún portal. No sé cómo decidí alejarme de ti. A lo mejor fue el temor de verme ante algo nuevo y cuando al fin me di cuenta de lo que quería, no te busqué. No creo en el destino, pero creo que esta vez no te dejaré ir. Siempre estuviste en mi mente, escondida, latente. Has estado en mis sueños pero no sabía como nombrarte, ahora veo que tu único nombre para mí es amor. Y te amo.

Llovía esa noche y ambas estábamos empapadas. Llovía en mis ojos por tristeza y luego por alegría. No pude hacer más que lanzarme a tus brazos y abrazarte. Te besé, pero este beso era uno nuevo, era el de un amor naciente que retrasamos por orgullo y dudas, un amor del que tuvimos suerte de encontrar una vez más en nosotras mismas y no en otras personas. Porque ese amor único sólo es entre dos y con nadie es igual.

Agradezco sus comentarios en el capítulo anterior, espero que este último capítulo sea de su agrado.

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