Amor forestal
Una pareja joven en el bosque, una provoca a la otra esperando poder disfrutar de un momento intimo a solas sin que nadie las moleste.
El calor la estaba inundando por dentro. Tenía el labio destrozado de tanto mordérselo para intentar aguantar las provocaciones de su novia, pero la sangre había dejado de llegar a la cabeza, y se lanzó a agarrarla por la cintura para pegarla a su cuerpo.
Aspiró suavemente su aroma, viendo ese vestido rojo que cubría su cuerpo, dejando un escote muy tentador y con suficiente vuelo en la falda como para poder meter la mano y masturbarla sin problema. Besó suavemente su cuello apartando la melena castaña, aguantando un gemido por la excitación que le provocaba tener tan cerca el cuerpo de su chica.
—¿No decías que fuera de casa no íbamos a hacer nada? —La joven provocadora hizo la pregunta sabiendo que picaría a su pareja, deseando que le dejase sacar la sorpresa que había escondido en su bolso antes de salir.
—Llevas desde que hemos salido provocandome, te has ganado que te muerda las tetas tan redonditas que tienes y que te ahogue entre las mías —Según hablaba subía sus manos hasta los pechos de la joven, acariciandolos despacio y con mimo —. Te pasa por estar tan buena, sabes que cuando te pones en plan zorrita no hay quien se resista a ti.
Apretó los pechos de su pareja y la giró para que ella pudiese verla, mucho menos arreglada, con un crop top blanco de encaje que ocultaba sus grandes pechos que la tenían acomplejada y unos pantalones cortos de color negro. se echó hacia un costado el flequillo que tenía, casi tan largo como el resto de su pelo, que lo tenía casi rapado.
—Cuando se trata de ahogarme entre ese par de maravillas que tienes, más que un castigo me estas dando un premio. —miró alrededor para asegurarse de que no había nadie. Estaban en un claro entre los árboles de un bosquejo del monte, nadie las iba a molestar por allí.
La joven del vestido agarró los pechos de su novia con fuerza, arrancándole un gemido por la sorpresa de que la chica tan adorable que solía ser se transformara en una amante mandona.
—Que me veas siempre en vestidito y muy mona no significa que no tenga mi lado salvaje… Y creo que ya es hora de que lo veas. —Según hablaba llevaba una de sus manos hacia la espalda de su pareja para desatarle el top y quitarselo, dejándola únicamente con el sujetador en la parte de arriba.
Se acercó a lamer despacio esas tetas que había dejado semi-libres, succionando para dejar chupetones y marcandolas con sus dientes. La sometida no salía del shock que le había provocado ver tal iniciativa, únicamente pudiendo disfrutar de lo que sucedía. Volvía a morderse el labio, maltratandolo para intentar aguantar los gemidos que se le iban a escapar.
Las finas manos de la que dominaba bajaban lentamente por ese cuerpo que tenía ganas de hacer suyo hasta que llegó al pantalón, desatándolo para poder meter la mano y empezar a masturbarla despacio, sabiendo que la mecha que tenía su pareja era muy corta, por lo que pronto estaría al borde del orgasmo.
Mientras sus dedos jugaban con los labios y el clítoris de la joven, con la boca seguía jugando en esos cálidos pechos. Había usado sus dientes para apartar el sujetador y tener acceso a los pezones de esa diosa que se había quedado de piedra y solo podía deshacerse en gemidos, mordiendolos y maltratandolos con cariño para llevarla al borde del éxtasis.
En pocos minutos la joven paró, apartándose y dejando a medias a la que hasta entonces no había hecho nada.
—Jaione, no pares... —La recién mencionada sonrió mientras se acercaba despacio al bolso y sacaba un strapless dildo sin que su pareja la viera, colocándoselo con disimulo bajo el vestido para que la víctima de sus juegos no supiera lo que le venía.
—Lo siento, Yune, creo que no te he oído.
—Joder, ¿Por qué hasta ahora te has tenido tan callado lo buena que eras en esto? No sabes lo que nos vamos a divertir cuando volvamos a casa… —Cuando Jaione se giró a mirar vio a su novia intentando vestirse, pero la detuvo y le dio un largo y húmedo beso, pegándose a su cuerpo para provocarla más, pero no demasiado para que no notase lo que tenía escondido entre las piernas.
—¿Por qué esperar a llegar a casa?
Antes de responder, Yune sintió como su pareja la ponía contra un árbol y volvía a masturbarla despacio, subiéndose el vestido con la mano libre y penetrándola de golpe con ese dildo que ambas habían disfrutado incontables veces.
Mientras era penetrada y sus pechos rebotaban al ritmo de ese movimiento, llevó las manos al escote que hacia ese vestido para sacar las pequeñas y redondas tetas de su novia, estirando de ellas para llevarlas a su boca, maltratandolas como antes habían sido maltratadas las suyas.
Jaione ahogaba los gemidos contra el cuello de su pareja, mientras la penetraba al ritmo que le convenía, sintiendo ella el mismo placer por la parte del dildo que se quedaba dentro de ella.
Según se acercaba el orgasmo los gemidos eran más difíciles de reprimir, los suspiros se escapaban y los gritos de placer no tardaron en desaparecer. Se habían olvidado de que estaban en el monte, se habían olvidado de que había un camino relativamente cerca, les daba igual todo, solo querían disfrutar la una de la otra.
Ambas llegaron al orgasmo a la vez, gimiendo el nombre de la otra, quedando exhaustas de todo lo que habían disfrutando en tan poco tiempo.